Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

There he lies por LouisBlind

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Me disculpo con las organizadoras de la convocatoria por fallar a mi fecha, igual traigo mi aporte y espero que les guste~ 

¿Han escuchado alguna vez de las Ninfas? Esas hermosas y mágicas criaturas que se describen en la mitología griega son espíritus elementales a los cuales los dioses han dejado cuidando el planeta, protegiendo de la plaga humana, los lugares más sagrados. Hay cientos de tipos de ninfas, están del aire, del agua, del fuego y la tierra y cada una de esas clases posee dotes especiales. Son criaturas pacíficas, a veces se pensaría que inofensivas, pero se equivocan al considerarlas así, pueden tornarse violentas si se trata de proteger su hogar.

 

Entre todas las razas de ninfas existentes, están las ninfas del bosque, son el único tipo de ninfas donde ha nacido un macho, los dioses procrean a sus hijos con estas criaturas y en miles de años, sólo había nacido un ninfo, era hermoso como su madre, de piel pálida y cabello rojo como las hojas en otoño. Este hermoso pelirrojo tuvo a su cuidó durante muchos años los bosques de arce, ocultos en las profundidades de una montaña, a cientos de kilómetros de los humanos.

 

Su vida había resultado sencilla, debía cuidar el bosque, extender cada vez más la concentración de hermosos arces que le daban hogar a diversos animales que le hacían compañía, siempre había pensado que los humanos eran detestables por su naturaleza egoísta y su corta vida. los dioses le exigieron comportarse mejor con su raza predilecta de criaturas terrestres, de mala gana comenzó a ayudarle a los humanos, siempre observándolos de lejos para no exponerse a su crueldad.

 

Simpatizó con un pueblo cercano, adoraban a los árboles de arce como deidades por los cambios místicos de colores, vaya que eran idiotas e insignificantes, no entendía por qué esos parásitos eran los predilectos de los dioses. En ese pueblo pedían por prosperidad, fue interesante ver cómo sin ayuda alguna aprendieron a usar la miel del árbol para crear alimentos y bebidas, de cierta forma le parecían tiernos, solo se estaba dedicando a mantenerlos lejos de su bosque sagrado.

 

Con el paso de las décadas fue un poco más indulgente, viajó varios kilómetros tomando forma de animal para darles unas cuantas ramas de arce, algunos de sus sembradíos habían perecido en un incendio y ya comenzaban a morir de inanición. Estando cerca del pueblo se transformó en un enorme arce de hojas rojas como su cabello, a su alrededor plantó cuarenta de sus semillas divinas, estas germinaron en cuarenta retoños fuertes, su esperanza era que los tomaran y los sembraran en otro lugar. Volvió a su forma de animal sin darse cuenta de que un par de aldeanos lo vieron, vaya error.

 

Los humanos tomaron los retoños, muchos opinaron que era mejor buscar al Dios del bosque que les había regalado los mejores árboles de la región, no con malas intenciones, sólo querían agradecerle por la nueva fuente de alimento… Pero eso era una amenaza a los ojos del ninfo de cabellos rojos. Decidió espantarlos con la ayuda de criaturas y logró que no llegaran al límite de su bosque sagrado, en las afueras de este construyeron una especie de arco en su honor, por haberles salvado la vida a los habitantes de la aldea. Por un momento eso le pareció tierno de cierta manera, llegaban a dejarle alimentos, ropas y adornos, todo lo valoraba y decidió interceder por ellos ante los dioses.

 

Pidió que les ayudaran a progresar y los dioses aceptaron, luego de siglos de convivencia con los aldeanos había cambiado su opinión por completo, ahora los consideraba como sus propios hijos. Continuaba observándolos de cerca, hablando con sus hermanas ninfas para que les ayudaran con el agua, el clima y más cosas

 

Siendo el primer macho entre las ninfas, su destino era la soledad, ellas podían procrear y amarse con los dioses, a él sólo le quedaba el consuelo de tener a esos aldeanos haciéndole compañía generación tras generación. Era lindo verlos, pero siempre se sintió vacío, ver a las ninfas con sus hijos lo hacía sentir envidia. Cada mil años los dioses llamaban a las ninfas a sus aposentos y conseguían descendencia, llevaba mucho viéndolas ir y llegar con una criatura en su vientre mientras él seguía solo (aun siendo fértil)

 

 

Pasó siglos recibiendo ofrendas y dándoles ayuda en lo que podía, cada día eran más inteligentes y menos violentos entre ellos. Se enteró de muchas cosas sobre la aldea, incluso una vez fue testigo de cómo una hermosa joven rubia fue a encontrarse con un hombre de otra aldea que tenía cabello color lila como las lavandas del campo de una de sus hermanas ninfas, lo hacía a escondidas de los demás aldeanos por miedo a represalias de algún tipo. Esa chica un día fundió su cuerpo con el hombre de cabellos coloridos

 

Vaya, hasta esa mujer estaba a la espera de un retoño, él veía como sus hermanas criaban su descendencia, niñas ninfa que tardaban siglos en madurar y más tiempo aún en dejar a sus madres para conseguir su propio terreno. No se dio cuenta cuando pasaron los meses, había iniciado el día en el que las ninfas abandonaban la tierra para ir a los aposentos de los dioses, ese día se caracterizaba por ser oscuro, lluvioso y de algunas catástrofes, ese día también había nacido el retoño del amor prohibido, fue inevitable que en la aldea supieran del amor secreto de esa mujer

 

El bebé era grande, tenía cabello morado como su padre, y al nacer causó la muerte de su madre debido a la fiebre, lo veían como un niño maldito sin dudas, el día en el que nació hubo muchas “desgracias”, los dioses estaban ocupados con las ninfas y olvidaban ayudarles a sus amados humanos

 

El ninfo de cabello rojo ignoraba el revuelo en la aldea, reposaba en su forma humana en la punta de uno de los árboles de arce, viendo las nubes moverse de manera estrepitosa, recibiendo algunos relámpagos en su cuerpo, ser inmortal le quitaba la gracia a todo. Su mente giraba, se sentía solo en la tierra, era la única ninfa que era ignorado por los dioses… ¿Qué había hecho para merecer algo así?

 

-Bwaaaa… bwaaa- un llanto interrumpía el silencio del día, las primeras horas ni siquiera llegó a sus oídos, se mantuvo hundido en la pena que sentía por no ser amado, por no tener a nadie más que esos humanos que ni si quiera lo conocían, nadie con quien hablar, sus hermanas estaban ocupadas con sus dominios y la crianza de sus hijas, los dioses le volteaban el rostro si se acercaba a ellos.

 

-¡¡Bwaa… Bwaaaa!!- el llanto se tornó más intenso cuando inició la rayería por la tarde, el ninfo se había perdido el momento en el que una de las aldeanas dejó al recién nacido a su suerte en el arco, pensó que sería una buena forma de desecharlo si se lo ofrecía al Dios del bosque, algunos animales se habían amontonado junto al bebé para mantenerlo caliente

 

-Auuuuuuu- el aullido de un lobo lo hizo volver en sí, bajó del árbol preocupado por sus amigos animales, ahí pudo ver al pobre bebé. No dudó en lanzarse hacia él, tenía un tono azulado en sus pies y manos, podría estar corriendo peligro

 

-Espera… por favor calienten al bebé- pidió a sus animales en su lenguaje, él comenzó a plantar algunas semillas, a crear una especie de marco de ramas en el que ató hojas con algunas lianas, era la ventaja de ser un ninfo del bosque, podía crear esas cosas casi de la nada… Reforzó bien la construcción con varios arbustos a su alrededor e hizo que los árboles de arce frondearan más para crear una especie de techo. Corrió a tomar al bebé en brazos ya en su forma humana, por algún motivo se calmó al ver su piel pálida y brillante. En ese instante estaba en pánico, logró entrar a la choza improvisada, acompañado de los lobos de antes, ahí la temperatura era más cálida y los vientos fuertes o la llovizna no lograba entrar. recostó al bebé contra su pecho y lo envolvió en una manta de musgo seco y suave que había hecho surgir desde el suelo, poco a poco el llanto se detuvo y el bebé con sus pequeñas manos llegó a aferrarse a él

 

¿Era una bendición de los dioses? ¿Acaso le habían regalado a ese bebé para que lo protegiera? Su instinto materno era fuerte, sus ojos se llenaron de lágrimas al ver al pobre bebé buscar alimento en su pecho plano, en silencio rogaba a algún Dios que le permitiera conservar a ese pobre niño que era su ofrenda

 

-Shhh- lo meció con desespero haciendo que del suelo brotara un tallo relleno de néctar, había salvado a cachorros animales con eso, tal vez con el humano también funcionaría. Lo acercó a los labios del bebé que comenzó a beber con desespero, al menos eso lo hacía sentir alivio. Esa tarde y noche los lobos se encargaron del aseo del niño y él lo vigiló mientras dormía, no parecía enfermo o herido, había llegado justo a tiempo al parecer…

 

-Dioses… por favor- les llamó subido en la punta del arce más alto, el bebé descansaba en la choza con los lobos a su cuidado

 

-Por favor, necesito que me escuchen… Necesito poder alimentar a un bebé humano, quiero que de mi pecho brote leche como el de mis hermanas- sentía el corazón roto al recordar al bebé buscando alimento en su cuerpo, como si él fuese su madre

 

- ¡¿Por qué me ignoran?!- siempre era lo mismo, odiaba ser despreciado hasta por su progenitor

 

-Nunca les hablo, nunca los molesto… ¿Por qué son tan crueles? - las lágrimas le escurría, el desespero, la impotencia se estaban apoderando de su razón, no podía sentarse a ver cómo el niño moría ahí frente a él

 

-Por favor- agachó la mirada rendido, ya no esperaba una respuesta, pero una luz se abrió paso entre las nubes, era la única Diosa, la madre de todas las ninfas, a la que los dioses marginaban como a él

 

-Tu destino es el mío, no van a verte, no van a hablarte más- advirtió en una voz molesta

 

-Pero yo… Quiero darte una oportunidad de hacer algo por un humano- al acabar esa oración la voz se detuvo, su cuerpo comenzó a sentirse raro, su pecho ardía físicamente. Desde la punta del árbol cayó al suelo de espaldas, le estaba doliendo y mucho

 

-Ugh… ¿Qué pasa? - miró hacia abajo, sus pechos se estaban inflamando, su piel estaba enrojecida por la presión que su piel estaba sufriendo, era doloroso, pero era lo que había pedido

 

-Hahh… duele- se quejó ladeándose en el césped. Ahora podría alimentar al bebé, a cambio de más dolor claro

 

-Gracias- susurró al cielo mientras apretaba su pezón izquierdo, unas gotas blanquecinas se deslizaron de entre sus dedos, al fin un Dios le había hablado… Ya cuando se acostumbró al dolor, fue directo al rancho donde el bebé jugaba con los lobos, en cuanto sus ojos se encontraron el bebé soltó una leve risa y trató de estirar una mano hacia él

 

-Ya puedes comer- murmuró y se sentó en el suelo para tomarlo en brazos, acomodándolo para que comiera un poco de su pecho. El bebé gustoso comenzó a succionar y a apretarle los pechos, vaya que le dolía, lágrimas bajaban por sus mejillas, pero valía la pena al verlo más calmado, seguro estaba muy hambriento

 

-Shhh, come más despacio- le acariciaba el cabello para distraerlo y que no apretara tanto, verlo calmado y concentrado en succionar era satisfactorio, se sentía responsable por la vida de ese pequeño bebé de cabello morado ahora, era el primer humano que se instalaba en su bosque y ya eso lo hacía especial sin dudas

 

-Vaya que tenías hambre- lo acomodó en sus piernas para que durmiera más cómodo después de haber comido tanto, se veía lindo, nunca hubiera pensado que iba a encariñarse tanto de una de esas criaturas, menos tener una en brazos

 

-Ya se durmió- sonrió y lo puso en una cama de hojas, cobijando con la misma manta de musgo que había usado antes, lo dejaba más tranquilo que pudiera cuidarlo, pero tenía mucho miedo de lo que pudiera pasar si conocía su verdadera naturaleza

 

-Cuando él crezca yo voy a protegerlo y le daré lo que necesita, aunque ustedes serán quienes le enseñen a cazar y a alimentarse de animales- le instruyó a la pareja de lobos que pareció entender a la perfección

 

-No voy a dejarlo solo ni un momento, pero no puedo dejar que él conozca mi verdadera identidad, espero que cuando sea mayor, él consiga irse a alguna aldea y seguir adelante con una vida normal con los demás humanos-. no quería aferrarse mucho a él, sabía que los de su especie no llegaban a vivir ni un siglo

 

-Descansa bien pequeño, es la última vez que me ves en esta forma- susurró tomando la forma de un lobo grande con pelaje rojizo, sus pechos seguían inflamados por la leche que estaba acumulando, en esa forma seguiría encargándose del bebé humano sin ser expuesto… Así se recostó al lado del humano, rodeándolo con su pelaje para darle mayor temperatura y dejando sus pechos al alcance del bebé por si le daba hambre, los otros lobos le ayudarían a criarlo

 

 

El tiempo le pasaba rápido al ninfo, el bebé ya había crecido y se había “destetado”, jugaba con él y ya le había mostrado como caminar, desde el día que la Diosa le habló, no volvió a su forma humanizada frente al niño, prefería que el bebé lo recordara como uno de los tantos lobos que había en ese bosque.

 

El cachorro humano tenía ya 4 años, era inquieto y comelón, su merienda favorita era masticar las cañas de dulce que el ninfo le preparaba la noche anterior, también le preparaba algunas frutas y vegetales para que comiera con la carne que los lobos le conseguían, el ninfo en su forma canina le ayudó cocinándole la carne en una fogata improvisada, que su hermana ninfa de fuego le había regalado, era fuego que nunca se apagaba y lo tenía oculto tras unas rocas que tenían siempre la temperatura justa para cocinar la comida

 

El ninfo se preocupaba por la educación del cachorro humano, por eso le hablaba en el lenguaje de los humanos, aún sin cambiar la forma claro. Prefería que les hablara a los aldeanos de un animal que hablaba y no de un ninfo del bosque, los humanos ya creían en los guardianes del bosque o la montaña de todas formas

 

-Atsushi- lo llamó moviendo, con cuidado de no quemarse más de la cuenta, la carne cocinada a un plato que había fabricado con arcilla

 

- ¡Mami! - el animado niño corrió hacia él con una lagartija grande en mano, la había matado con una roca para poder dársela a su “madre”

 

-Comida… Atsushi trae- dijo emocionado, se notaba sucio, pero se había esforzado

 

-Será la cena entonces- le quitó al animal de las manos y las lamió para limpiarlas

 

-Anda, come antes de que se enfríe- había tubérculos y carne en el plato, era lo que comían los humanos en las aldeas

 

- ¿Mami, puedo dulces? - veía el plato con desgano, no quería comer más de eso, solo dulces y frutas

 

-Te daré una caña si comes eso- el de cabello lila asintió con una sonrisa y devoró cada cosa que le sirvió en el plato con tal de recibir su dulce sorpresa. El ninfo se dedicó a verlo comer, los lobos aprovecharon los cortes de carne que el humano no comió y se tiraron al césped a mordisquearlos

 

-Atsushi, límpiate la cara- el lobo frunció el ceño acercándose a lamerle las mejillas

 

-Mucho mejor- en serio se había encariñado con esa criatura frágil, le emocionaba verlo desarrollarse y hacer más cosas por su cuenta, el problema estaba en que pronto debía dejar de hablarle y actuar como un animal más para no interrumpir su desarrollo como humano

 

- ¡Dulces! - pidió entusiasmado cuando el lobo se acercó con algunos tallos de caña

 

-No comas mucho o te va a doler la barriga- el lobo se apartó para dejar que el niño masticara en paz, quería ir al río a lavarse, llevaba mucho si adoptar su forma real, más que para partir la comida cuando el niño estaba dormido, todo por el bien de ese cachorro…

 

-Cuídenlo- pidió a los canes que se sentaron a vigilarlo atentamente, no les agradaba quedarse con ese humano que por momentos les jalaba las orejas o la cola, pero al fin y al cabo también estaban encariñados

 

En el río buscó algunas rocas que cubrieran la vista, era una especie de cueva. Ahí se transformó, su piel pálida y cabello rojo combinaban con algunas hojas verdes y rojizas que surgían de los costados de su cadera como parte de su piel, en su espalda, trazado como una especie de tatuaje, un árbol de arce de hojas rojas que se movía dejando caer algunas hojas, era la marca que tenía como ninfa del bosque e indicaba el paso de las estaciones. Con ayuda de una hoja que creó de la nada, comenzó a rociarse agua encima, cerrando los ojos al sentir la frescura. Entre sus pies jugueteaban algunos peces brillantes al fin tenía algo de paz. Se tomó un buen rato para asearse y disfrutar la sensación de calma que le causaba el eco del agua en las rocas, sin haberse percatado de que un peli lila lo miraba con asombro desde un rincón, terminó de restregar con suavidad su piel, se consumió en el río unos segundos y fue a secarse. El niño no tenía idea de que ese hermoso chico de cabello rojo era el mismo lobo que lo había estado cuidando, solo sabía que era otro humano hermoso, algo que nunca había visto y jamás en su vida iba a olvidar.

 

-Bien, es hora de dormir Atsushi- regresó en su forma de lobo para buscar al niño, según lo que calculaba, ya debía haber terminado su postre y seguro le empezaba a dar sueño... Buscó con la mirada a su alrededor, pero no estaba donde lo había dejado y los lobos parecían estar buscándolo con desespero

 

-Estábamos jugando escondite y lo perdimos de vista- los pobres lobos estaban olfateando el suelo para encontrar algún rastro del peli lila, o así fue hasta que el niño regresó con una enorme sonrisa, no le dijo a nadie de lo que vio en ese río, aún no tenía idea de cuánto marcaría su vida

 

- ¡Atsushi! no vuelvas a escapar así, el bosque sagrado es un lugar peligroso para los humanos- el lobo rojo se acercó a revisarlo, quería saber si se había lastimado

 

-Mami… lo siento- hizo un leve puchero y agachó la mirada, él aún no era consciente de los peligros que lo podían acechar en ese bosque, no todos los animales eran buenos como su familia de lobos

 

-Vamos, es hora de la siesta- le mordió con suavidad la mano para jalarlo a la choza. El niño obedeció de mala gana, no quería dormir, aunque su cuerpo ya estaba aletargándose por la comida de antes

 

-Atsushi, pronto serás un humano muy fuerte, vas a poder explorar todo lo que quieras… Y vas a poder regresar a las tierras de tu madre y de tu padre- el lobo lo acomodaba en la casa, enroscándose a su lado

 

-Por ahora debes hacernos caso, vamos a cuidarte mientras creces fuerte- le lamió la mejilla un par de veces y luego se dedicó a deslizar su cola suavemente por la barriga del niño, una y otra vez para dormirlo

 

Al ninfo no le resultaba fácil pensar en dejar de hablarle, dejar que se desarrollara por su cuenta… le había tomado cariño, fue gracias a él que conoció la bondad e inocencia de los humanos, la maldad no estaba en el corazón de todas las criaturas de esa especie. El pobre pelirrojo se preguntaba cuándo sería el momento correcto para dejarlo, crecía rápido y seguro así de rápido se adaptaría a la vida humana… y lo olvidaría igual de rápido, le dolía el corazón con solo pensarlo

 

 

Con el paso del tiempo los humanos habían regresado en busca de territorio, las ninfas de esa zona hacían lo posible por cuidar de su territorio, pero ellos eran necios y a diferencia de Atsushi, ellos buscaban sólo la destrucción y riqueza, dejándose llevar por la maldad que alguien había plantado en sus corazones. El bosque sagrado del ninfo se encontraba rodeado por dos valles poblados por humanos al norte y al sur, un río de su hermana ninfa de agua al este, y una hermosa cordillera de montañas y un volcán al oeste, este territorio era resguardado por sus hermanas, la ninfa de tierra y la de fuego junto a sus hijas. El problema para Seijuro era que esos humanos veían su bosque como el terreno más fácil de poblar, tenía que enviar plagas y lastimar a algunos humanos para que no entraran, sabía que, si las tribus se llegaban a topar, sería una guerra sin sentido, eso mismo que acorraló a los padres de Atsushi a amarse en secreto, eso mismo que hizo que abandonaran a ese pobre cachorro, no quería que Atsushi conociera ese lado malvado de los de su especie ¡No iba a permitirlo!

 

Semana tras semana, se iba en la noche y regresaba algo herido por la mañana, se aparecía a los humanos como un enorme “guardián del bosque” para espantarlos, de ambos lados le hicieron un templo nuevo, al parecer dejarían de intentar invadirlo por un tiempo, eso le daría la oportunidad de criar al cachorro apropiadamente. Una vez al mes se lavaba en el río en su forma humana, no era lo mismo que luchar como lobo para bañar a Atsushi, era un tiempo a solas, él no sabía que, sin falta, cada vez que se transformaba, el pequeño humano lo observaba a escondidas, cada mes se enamoraba más de la belleza de ese “humano” en el agua.

 

El cachorro humano se había desarrollado en ese bosque, con ayuda del ninfo que no quería dejarlo. En el cumpleaños 10 del peli lila, Seijuro se prometió que serían solo 5 años más antes de abandonarlo por completo, mientras lo dejaba en compañía de otros lobos por periodos cortos, se iba un día o dos a las aldeas humanas para conseguir ropa y algunas otras cosas que le sirvieran a su adorado cachorro para crecer como un noble y fuerte humano, era difícil engañar al peli lila, que a veces lo perseguía, ya no podía transformarse tan fácilmente, el ingenio de ese chico lo estaba abrumando, pero aún así lograba darse el gusto de lavarse a solas de vez en cuando

 

Las ausencias del lobo eran más obvias para el humano con el paso del tiempo, tenía miedo de que lo dejara olvidado en una de tantas, a esa edad lo que más quería era aumentar su conocimiento, pero los lobos que lo cuidaban no podían hablarle como ese al que consideraba su guardián

 

-Akachin, ¿Quieres que vaya por pescado? - era tan independiente para sus 11 años, un par de años atrás dejó de llamarlo “mami” como hacía de más niño

 

-No Atsushi, vas a mojarte y puedes enfermar- en realidad temía que cayera al río o que alguna otra criatura lo atacara

 

-Seijuro…- una voz femenina y delicada lo hizo voltear al agua, su hermana se asomaba de entre las rocas en su forma de ninfa, era como una mujer de agua, transparente y en movimiento

 

-Te va a ver… Vamos, ocúltate- le pidió acercándose a las rocas

 

-Seijuro, déjalo crecer... yo me voy a asegurar de que no se haga daño, se que tu hijo es inquieto… Pero lo hace con buenas intenciones- la ninfa llevó a algunos peces cerca de la orilla y el curioso humano trató de atraparlos

 

-Ugh… Solo cuídalo, recuerda que en unos años debe volver a su aldea y no quiero que se acostumbre a obtener las cosas tan fácil- el lobo se acercó al de cabello morado y con un zarpazo atrapó a uno de los peces

 

-Debes ser rápido… creo que es hora de que te enseñe como lo hacen los de tu clase- corrió a la choza por las lanzas de madera afilada que le había hecho una noche de esas a su humano

 

-Con esto- soltó un grupo de lanzas y tomó una para tratar de clavarla en el pez

 

- ¿Así? - el niño tomó una y comenzó a practicar, ese día logró enseñarle a pescar por su cuenta, también le mostró cómo limpiar al pez con un cuchillo de piedra que le había conseguido en la aldea y cómo cocinarlos en un palo al fuego

 

-Atsushi, voy a irme unos días, si tienes mucha hambre pesca para ti y para tus tíos- los pobres lobos estaban viejos, pero no se separaban del cachorro

 

-Déjame ir también… Akachin, no me dejes- ver los ojos llorosos de ese peli lila lo hizo sentir un dolor extraño en el pecho, quiso convertirse para poder abrazarlo, pero sostuvo las ganas

 

-Lo lamento, prometo volver- le lamió las mejillas antes de salir de la choza en medio de la noche, irse por un tiempo era necesario para que el cachorro se acostumbrara a su ausencia, debía prepararlo o en unos años, cuando su partida llegara, ese cachorro no sabría cómo sobrevivir

 

Se estaba convirtiendo en un adulto, era alto y apuesto. Aprendió a atarse el cabello y siguió espiando al chico que se limpiaba por las noches, bajo la luz de la luna en ese río. la ninfa de agua sabía el secreto, pero no quería meterse en asuntos que no eran suyos. Ese cachorro se había transformado en un joven adulto, y aún cuando Seijuro prometió dejarlo, no podía hacerlo, no se atrevía a abandonar al humano que más había llegado a amar

 

-Atsushi, ve a buscar un cerdo, tenemos que celebrar tu cumpleaños- 16 años, ya había pasado un año desde que dijo que iba a abandonarlo, le había tomado más cariño de lo que pudo imaginar eso que en sentimientos humanos describían como “amor”, eso que juró no sentir por un humano, no quería quedarse solo en unos años

 

-Akachin, no te vayas mientras no estoy- de haber estado en su forma humana se hubiera sonrojado por la expresión que puso el peli lila

 

-Aquí voy a estar- se sentó en el suelo mostrándole que no pensaba ir a ningún lado

 

-Bien, ya casi regreso- el peli lila estaba de un humor excelente, esa noche era luna llena, eso significaba que vería al hermoso pelirrojo de la cueva una vez más y ¡justo en la fecha de su cumpleaños!

 

El lobo rojo estaba lamentándose de sus decisiones, era tiempo de “abandonarlo” por más tiempo cada vez, hasta que ya no lo extrañara… Una semana no bastaba. Se quedó ahí y en la choza volvió a su forma humana para poder preparar la medicina de los lobos, esos pobres estaban viejos y enfermos luego de tantos años, los tres sabía que ya pronto les llegaría la hora de morir

 

-Akachiiiin- el ninfo se sobresaltó y ocultó las plantas de la choza, además rápidamente regresó a su forma animal justo a tiempo

 

- ¿Este sirve? pesa mucho- el peli lila cargaba un animal enorme arrastrándolo en el suelo, envuelto en varias hojas de palma, ya estaba limpio y listo para tirarlo al fuego. Sacó varios trozos para picarlos y que sus tíos lobos comieran, había notado que ya no mordían igual que antes y que tenían menos energía cada vez… El único que seguía igual era Seijuro eso le comenzaba a parecer curioso

 

-Ve a cocinarlo, tenemos una sorpresa para ti- bastante satisfecho arrastró una canasta de mimbre llena de frutas y de algunas comidas que los humanos le habían dejado en el templo, seguro le gustaría probar alguna de esas cosas que no conocía

 

-Feliz cumpleaños Atsushi- deseaba abrazarlo, pero debía conformarse mirándolo de lejos

 

- ¿Para mí? - abrió la canasta y por un momento regresó a la niñez, sus ojos brillaron al ver sus frutas silvestres favoritas y la curiosidad lo invadió al probar las comidas extrañas, ya sabía de la existencia de las aldeas de humanos, pero nunca se imaginó que cocinaran cosas así, ¡no sabía cómo las hacían!

 

-Atsushi, ya estas grande, puedes explorar cualquier zona del bosque, puedes ir con los humanos cuando quieras- en el momento que abandonara el bosque, no podría entrar de nuevo, esa era la condición que desde niño le puso el pelirrojo

 

-Gracias Akachin- abrazó a los lobos y luego al ninfo, era de los mejores cumpleaños de su vida. Por la tarde el cerdo estuvo listo y los cuatro comieron hasta no poder más, luego Atsushi comenzó a golosear las frutas y comidas humanas, en ese momento el lobo de pelaje rojo aprovechó para ir a su cueva, estaba pensando si debía dejarlo en ese instante

 

Fue descuidado, dejó a los lobos dormidos con el peli lila, se transformó fuera de las rocas y luego entró a la cueva, no sabía que alguien lo había visto. Volvió a lavarse mientras tarareaba una canción de amor, la que las ninfas dedicaban a los dioses cada que se encontraban para procrear, ignoraba que el peli lila lo miraba embobado, no sabía cómo el lobo que lo cuidaba se había convertido en ese hermoso chico, ya estaba enamorado del desconocido de piel pálida, pero ahora que supo que siempre estuvo a su lado, no pudo sacárselo de la cabeza

 

-Akachin- susurró en una voz mínima, el corazón le latía con fuerza, era un amor inocente, su primera ilusión como humano. Pronto el pelirrojo salió de las rocas el humano embobado corrió a toda prisa a la choza en la que dormía con su familia canina, esa noche no pudo dejar de recordar cada detalle del cuerpo del ninfo, su corazón no dejó de latir con fuerza. ¡Debía decirle lo que sentía!

 

Cada día ambos se encariñaban más el peli lila sufría con las “ausencias” del ninfo, nunca se percató que un ave roja lo vigilaba desde la copa de los árboles en los días que su Akachin se ausentaba. El pobre humano esperaba luna a luna la oportunidad de sorprender al pelirrojo en la cueva y poder hablarle directamente de lo que sentía. Lastimosamente fue hasta unas 4 lunas después de su cumpleaños que logró reunir el valor necesario para ir a la cueva y enfrentarlo

 

-Tha periméno gia mia aioniótita na eísai stin ankaliá sou gia álli mia forá…- (esperaría una eternidad para estar entre tus brazos una vez más) cantaba en voz baja tranquilo mientras dejaba que el agua se deslizara por su piel, pensando siempre en ese peli lila

 

-Akachin- la voz del humano resonó entre las rocas, el pelirrojo se volteó asustado y sus ojos se llenaron de lágrimas al verlo, ¿Por qué estaba ahí? se suponía que no lo descubriera… así podrían pasar más tiempo juntos

 

-Yo se que eres Akachin… te he visto por mucho tiempo aquí- entró al agua sintiendo su cuerpo entumido por los nervios, sus manos temblaban y el corazón le latía a mil por los nervios

 

-Atsushi… ¿Por qué viniste? - un par de lágrimas fluyeron por sus mejillas, esa debía ser la despedida

 

-Akachin, mi corazón late con fuerza cuando te veo… Yo quiero que te quedes así todo el tiempo- susurró tomándolo en sus brazos, tenía miedo de que desapareciera

 

-Atsushi…- su cuerpo sintió desfallecer, lo abrazó de la misma manera, al fin entendió el apego de las ninfas a los dioses, no quería separarse… pero no debía ser egoísta, un humano y un ninfo no tenían futuro

 

-Yo siento que no puedo vivir sin verte- el peli lila se separó un poco para juntar su frente con la del pelirrojo. En el momento que cruzaron las miradas, ambos sintieron el fuerte lazo que los unía

 

-Atsushi, no podemos estar juntos ahora… No quiero dañarte- los dioses iban a molestarse si esa relación seguía

 

-No puedo corresponder lo que sientes- no dejó de lamentarse o de llorar, cada lágrima se transformaba en una flor al tocar el agua

 

- ¿Vas a irte? - ahora eran los ojos del joven humano los que se llenaban de lágrimas

 

-No tengo permitido quedarme… prométeme que vas a seguir viviendo, puedes ir con los humanos… perteneces con ellos- quiso besarlo, pero el miedo fue mucho

 

-No dejes de ser tan noble, no olvides nada de lo que te he enseñado- se le quebraba la voz al hablar, eran sus últimos momentos juntos en esa forma

 

-Nunca voy a dejarte solo, aunque ya no me veas- se separó y se transformó en una mariposa roja para poder huir del lugar. Fue a la choza y se despidió de sus fieles compañeros antes de posarse en el suelo, justo a un lado de esa choza. Se transformó en un arce gigante de hojas rojas, desde ese lugar podía verlo todo, podía ver al peli lila sollozando en la cueva, no tenía derecho a mostrarse frente a él nunca más

 

-Lo siento- murmuró el pelirrojo, estaba fundido en la forma de ese árbol y cada hoja que caía, era una de sus lágrimas, esa noche una alfombra de hojas rojas cubrió la zona de la choza, cuando la noche estaba más profunda, el peli lila entró empapado a la choza, su rostro lo decía todo, estaba desolado, desde ese día no volvió a ser el mismo

 

El peli lila pasó encerrado en su choza, no salía a cazar o a buscar comida y los pobres lobos viejos trataban de animarlo, uno salía a recoger las frutas que el mismo ninfo se encargaba de hacerles llegar, no parecía querer reponerse de su depresión, parecía hacerlo al propio de hecho

 

Los días pasaron, el dolor en su pecho seguía ahí, pero sus tíos lobos lo animaban a su manera, ellos estaban viejos y enfermos al parecer… Tal vez si iba a la aldea de los humanos podría conseguirles ayuda… Y tal vez, solo tal vez, podría toparse al pelirrojo de camino, era tan despistado que no había notado el enorme árbol

 

-Gracias por cuidarme, esta vez es mi turno cuidarlos- dejó ahí carne suficiente para un par de días y un recipiente con agua para que los lobos no tuvieran que salir de la choza. Tomó las cosas que creyó útiles y emprendió su viaje, en una bolsa de cuero guardaba comida, un par de cuchillos y en la espada un arco con algunas flechas. Tenía puesta la ropa de humanos que su pelirrojo le había conseguido, se sentía extraño, pero no podía quedarse sin tratar de recuperar a su amado

 

-Atsushi- en un susurro acallado por el viento, el ninfo se lamentó verlo partir, en el momento que saliera del bosque, no iba a poder entrar de nuevo, eso era lo que había encantado para proteger su bosque

 

El peli lila emprendió el viaje, todas las ninfas habitantes del lugar lo vieron, bastante extrañadas de que el ninfo sobreprotector no viajará a su lado. Al joven le faltaban cientos de kilómetros de viaje y para su desgracia, no supo bien a qué lado dirigirse, así fue como acabó rumbo a la aldea donde vivió la que fue su madre biológica, la aldea donde repudiaban a quienes tenían el cabello violeta, como él, por ser de la tribu enemiga.

 

El bosque era más extenso y espeso de lo que esperaba, más allá de la planicie donde siempre estuvo, un cúmulo de árboles entorpecía el paso de la luz, el aire fluía entre las copas produciendo una especie de chiflido tenebroso, sentía que lo estaba mirando, aunque sabía que estaba solo

 

El árbol de arce junto a la choza cambió sus hojas a verde y de su interior una mariposa roja emergió, no soportaba la idea de dejarlo irse solo, tenía miedo de lo que podía pasar. En silencio revoloteó hasta encontrarlo y lo siguió a una distancia prudente, más allá del dolor en su pecho, le dolía el alma por verlo andar sin compañía, pero más le dolía saber que era su culpa

 

El camino era largo y duro, él mismo se había encargado de que salir y entrar de esa sección del bosque fuera imposible. El pobre peli lila estaba agotado, se notaba en su respiración y en el andar cada vez más torpe de sus piernas... El joven humano tomó la sabia decisión de descansar, envuelto en una de las mantas que cargaba en la bolsa de cuero, la mariposa se transformó en una luciérnaga, iluminando un punto sobre el peli lila asustado por la penumbra del bosque, ver esa luz titilante al menos lo reconfortaba

 

La mañana llegó, igual que la lucha del humano, se le veía decidido a salir de ese lugar en busca de respuestas. El ninfo volvió a acompañarlo en su forma de mariposa, revoloteando a una distancia prudente para no captar la atención del joven de cabello morado. Para su sorpresa Atsushi estaba avanzando rápido, parecía empeñado en encontrar respuestas entre los de su especie

 

-Dioses… Déjenme verlo una vez más por favor, dejen que lo tenga en mis brazos al menos un tiempo corto… Por favor- el peli lila se apoyó en un árbol y cerró los ojos con fuerza, más allá del dolor de sus músculos y la falta de aire, el dolor que tenía en el pecho por el rechazo era peor aún. Su labio inferior temblaba, lo vio desaparecer y ahora temía no topárselo de nuevo, el vacío que dejaría era inmenso, nada ni nadie podía suplirlo.

 

El alma del pelirrojo sentía un dolor inmenso, viéndolo de esa manera se sentía culpable por las ilusiones que había destrozado en ese joven y frágil humano. Se sentía mal por no poder corresponderle...pero sus edades, su esperanza de vida, sus especies, nada en ellos era compatible, o eso pensaba, ignoraba que su existencia y la del peli lila estuvieron una vez destinadas a encontrarse y volverse una.

 

-Ugh… ¿Cuánto falta? - una, dos, tres noches… ¿Cuánto más tendría que caminar? ¿De cuántas criaturas tendría que escapar y protegerse? Su cuerpo estaba casi al límite y sus reservas de comida estaban agotándose. ¿Qué podía hacer ahora?

 

El ninfo seguía acompañándolo en el viaje, como una mariposa roja revoloteando cerca, le parecía increíble que el peli lila hubiera sorteado la mayoría de los obstáculos que había puesto entre el bosque, ya sabía que en unos pasos más iba a lograr ver el pueblo de los humanos, el pueblo que una vez fue hogar de su madre biológica

 

-Al fin- murmuró apresurándose, con sus últimos rastros de energía. En el pueblo había más jóvenes de cabellos morados, todos se conocían entre ellos y por eso fue por lo que el forastero sobresalió, no solo por desmayarse en la avenida central del asentamiento. Algunas mujeres le ayudaron, atendieron algunos raspones en sus piernas y le ofrecieron alimento, no era común que alguien de los “suyos” llegara en esas condiciones al pueblo y menos si nadie sabía quién.

          

-Tienen que devolverlo a las montañas, el vino del bosque- reclamó una de las ancianas, viendo al joven comer entre algunos niños. Los adultos del pueblo se habían reunido para hablar sobre el desconocido

 

-No es Buena señal que este aquí, su cabello es como el nuestro, pero es más grande y joven… Tiene la edad de la tormenta- señaló otro anciano, refiriéndose al desastre causado por las ninfas cuando descuidaron a los humanos para aparearse con los dioses

 

-Si, es un niño maldito, hay que sacarlo de la aldea pronto… pero el Dios del bosque va a molestarse si lo devolvemos herido… El tiene que irse en cuanto se recupere- el jefe de los mayores había hablado, era el único que tenía conocimiento certero sobre la tormenta, era de los sobrevivientes y en realidad era el abuelo de Atsushi

 

-No se relacionen mucho con él, esta prohibido dejar que las mujeres se le acerquen- el hijo del ninfo estuvo intentando averiguar sobre el “Dios del bosque” del que tanto hablaban, quería saber si era el mismo pelirrojo al que amaba, el rechazo de las personas era notorio hasta para el, que nunca había interactuado con otros humanos. Se le hacía muy extraño estar cerca de tantos de los de su especie, no se sentía tan perdido, le atendieron las heridas, lo alimentaron y le dieron refugio, pero ninguno quería hablarle, a pesar de que conocían el mismo idioma. Los veía interactuar entre ellos y luego como lo trataban a él, la diferencia se notaba mucho, volvía a sentirse solo

 

-Dioses…Por favor, quiero estar con él de nuevo, se que nos pusieron juntos por un motivo -

 

-Quisiera poder agradecerle… y contarle hace cuanto me enamore de él- era la misma plegaria que repetía cada noche. El ninfo sentía su corazón romperse cada que lo escuchaba, se había encariñado en exceso de esa criatura

 

 

Pasó cerca de una semana en esa aldea, nadie le daba respuestas e incluso algunos lo habían agredido cuando se acercó a hablarles. Atsushi estaba perdiendo la esperanza de encontrar a su pelirrojo, el mal trato y la soledad le estaban pasando la factura a su mente. Se sentía mal, no quería comer y cada que se recostaba recordaba la calidez del “dios del bosque” de cabello rojo que lo había acompañado por tantos años, las lagrimas resbalaban por sus mejillas cada que lo dejaban a solas en el rancho donde lo hospedaban. La última noche en el pueblo le contaron que él era el culpable de la tragedia que el pueblo había sufrido, que por culpa de sus padres los dioses los habían castigado y que seguro el Dios del bosque lo había abandonado por ser una carga

 

-Akachin… lo siento, no quise causarte problemas y ahora entiendo por que me dejaste… Prometo no buscarte mas- cargaba sus cosas en el bolso de cuero colgado de sus hombros cuando se agacho a “hablar” con uno de los tantos altares del Dios del bosque en el pueblo. Sin luz salió rumbo al bosque, ya no le importaba si en la penumbra lo atacaba alguna bestia, ya nada le importaba. El ninfo le seguía el paso, debía resistir las ganas de verlo de nuevo en su forma humana, quería seguir protegiéndolo…pero entendía bien que ambos eran de mundos diferentes, no podían unirse…

Desde el inicio de la creación, los dioses acordaron que las mezclas entre clases no iban a darse, la idea era mantener el orden “natural” de las cosas, dioses con ninfas, humanos con humanos y las demás criaturas entre los de su especie, nada más, por eso mismo era que él, como ninfo, pertenecía a los dioses, aunque en toda su existencia no lo hubieran tomado en cuenta… Si un humano le robaba la pareja a un Dios iba a sufrir las consecuencias y era lo que el pelirrojo menos quería

 

El camino era igual de duro, en el primer tramo sufrió de caídas, escuchaba cosas a su alrededor, pero ya no tenía nada, ignoraba que el pelirrojo había tomado nuevamente su forma de cánido para protegerlo, atacando a las bestias que se acercaran a su amado humano… Ah, ese era el precio que debía pagar por pedirle el favor a una Diosa, ahora sufría por un amor imposible

 

-En serio estoy maldito- murmuró el humano dejándose caer al suelo boca arriba, el cielo apenas era visible entre las ramas de los árboles del bosque. Esa fue la primera noche que se permitió llorar la pérdida de su amado, que a la vez lo había criado, sus iguales lo despreciaron y su familia canina estaba enferma… ¿Qué más podía pasarle?

 

-Si me llevan… Si me permiten renacer como un ser mágico, prometo darles lo que quieran de mi existencia… Si me dejan estar con él yo les daría lo que fuera- murmuró a los dioses, según él algún Dios bondadoso iba a escuchar sus plegarias, según ese pobre humano, aún existía la esperanza de estar con el pelirrojo

 

-Atsushi…- susurró en una voz imperceptible el ninfo, ambos sufrían a su manera, la única manera de estar juntos seria si naciera como un Dios y lo reclamara como su ninfa…. Pero no había forma en la que un humano pudiera reencarnar en una deidad                        

 

Amaneció, una fuerte lluvia lo hizo despertar de golpe, no corrió a refugiarse, simplemente comenzó a caminar rumbo a lo que él llamaba su “hogar”, cargaba las medicinas para sus padres adoptivos y solo por eso quería regresar, eran lo único que le quedaba. Su mente estaba dispersa, le costaba pensar en otra cosa que no fuera el pelirrojo, la imagen de ese hermoso chico tomando un baño en el claro de agua era lo que más presente estaba en su memoria, luego de eso su voz y el aroma de su piel de humano, vaya suerte la suya, enamorarse de un Dios….

 

-Ugh- gracias a lo resbaloso del suelo, cayó varias veces y se lastimó las piernas, nada que hacer, solo avanzo cada vez adentrándose más en el bosque, el camino era tan difícil como el de salida… Si no es que más, la inercia lo hacía mover sus pies sin detenerse, así fue de día y de noche hasta que cayó rendido nuevamente, estaba deshidratado y hambriento, pero se rehusaba a comer o beber alguna cosa.

 

-Definitivamente no me van a dejar verlo ¿verdad? Lamento si los moleste… Quisiera poder arrepentirme- su respiración estaba agitada, el ninfo lo seguía lleno de rabia e impotencia, el rechazaría la inmortalidad por Atsushi, pero no iba a permitir que por su egoísmo los dioses castigaran a su amado humano

 

- ¿Es una prueba para mí también? ¿Es esto lo que esperabas que pasara? - le reclamó a la Diosa que le había ayudado años atrás, por un momento había abandonado su cuerpo, y contra toda regla, fue hacia el cielo a buscar a la Diosa

 

-No puedo verlo mas así… por favor- con desespero se deslizaba entre las nubes sin respuesta alguna, era lógico que ningún Dios iba a atenderlo si no era la época de visitas para las ninfas

 

-Déjenme ser humano, ninguno de ustedes me desea… Solo dejen que viva a su lado y que ambos perdamos la vida cuando llegue el momento- quería hacerlo justo como esos humanos a los que había observado por años, poder unirse con su amado, tener una familia y agotar su vida juntos

 

Ya sabía que estaba condenado existir en la soledad y maldecía su destino, maldecía su existencia, maldecía al Dios que lo había engendrado

 

-Solo quiero morir con Atsushi- se había resignado a ser ignorado, el silencio de un Dios expresaba más que sus palabras. Regresó al bosque a cuidar de su humano, le sorprendía que ese peli lila encontrara el camino de regreso hacia el valle prohibido, aunque ahora no tomo ninguna forma visible para los ojos del joven, se quedó en su forma natural, una que no era visible para las especies mortales. Así camino a su lado, dejando algunas lágrimas fluir libremente hasta que tocaban la tierra y daban vida a una diminuta flor blanca, era el único rastro visible de su presencia para el peli lila y aún así no lograba captarlo… El camino resultaba mas y mas difícil de seguir, pero estaba cerca de su hogar, a lo lejos ya podía ver el rancho en el que su familia esperaba. Sintió un dolor punzante en el pecho y comenzó a marchar más rápido aún, al fin logró salir del espeso follaje que lo mantuvo atrapado por cerca de una semana sin que lo supiera

 

-Volví- anunció un poco más animado, en el suelo dejó el morral para sacar las medicinas, pero al entrar a su casa la escena lo dejó helado, los dos lobos reposaban en un Rincón, acurrucados entre ellos, ambos inertes, sin vida alguna

 

- ¿Eh? - el joven humano se acercó rápidamente a moverlos un poco, pero no tenía caso, quien sabe cuantos días llevaban en esa posición

 

Un gemido de dolor se escapó de su garganta, estaba completamente solo ahora, sin su pelirrojo, sin su familia de lobos, sin los humanos… no había nadie que lo acompañara en ese bosque maldito. Las lágrimas no dejaron de fluir, su cuerpo estaba al límite, pero el shock pudo más. Se tiró dentro de la cabaña, que ya apestaba a muerte, resoplaba y lloraba como un niño al verse completamente abandonado, no notaba el cúmulo de flores en la puerta de su hogar, el ninfo estaba ahí sentado, viéndolo y lamentándose de su existencia, maldiciendo y sollozando, aunque el peli lila no pudiera verlo o escucharlo, ambos compartiendo su dolor

 

El Peli lila quedó inmóvil, el cansancio y el hambre eran abrumadores, al fin estaba cediendo, pero no iba a irse así. Fue a la orilla del río, recordando de camino cada momento alegre que había pasado en ese valle, con su ninfo y su familia, cada experiencia y cosa que aprendió… En sus manos recogió un puñado de bayas rojas, unos frutos que siempre le prohibieron. Camino de Vuelta a la cabaña y se recostó junto a los lobos, mirándolos ahí, muertos y luego las frutas de sus manos

 

-Dioses… Entendí el mensaje, ya entendí que no debí nacer en este mundo, pero los culpo a ustedes por sembrar el amor en mi alma… Deseo sobre todas las cosas estar con mi hada del bosque, deseo verlo al menos una vez más… Luego de eso hagan de mi alma lo que deseen, ya nada me importa… Luego de su rechazo todo dejó de importar- una a una fue comiendo los frutos color carmesí, eran amargos, como lo que sentía en ese momento, picaban en su garganta y comenzaban a adormecerle la lengua, el veneno no iba a tardar en hacer efecto.

 

- ¡Atsushi! - el ninfo trataba de hablar con los dioses una vez más, para cuando regreso era tarde, la respiración de su humano comenzaba a ser más lenta y sus movimientos se habían detenido. Poco le importó el castigo que pudiera recibir de esos dioses ingratos, simplemente adoptó su forma humana y se abalanzó sobre el joven

 

-Akachin… los dioses cumplieron… mi deseo… pude verte… una vez más…- una frágil sonrisa se marcó en los labios del más joven, su cuerpo convulsionó con violencia y así dio su último aliento.

 

-¡¡Atsushiiii!! ¿Por qué?! ¡Llévenme también! Él no merecía nada de esto- tomó las bayas que quedaban en la mano del peli lila y las comió de un bocado, comenzó a besarlo con desespero mientras sollozaba y le llamaba por su nombre, ¡¿por qué no podía morir también?! ¿Por qué tenía que quedarse solo de nuevo?

 

-Déjenme morir- pidió empapando al peli lila en sus lágrimas, logrando cubrirlo de un manto de flores blancas, eran millones de ellas…

 

El ninfo se resignó a su Pérdida, soltó el cuerpo luego de una semana de llanto, dentro de la cabaña se formó un campo de flores blancas que no marchitarían nunca. Juró morir en vida al lado de su amado, así fue como volvió a su forma de árbol de arce, hizo una cúpula de sus raíces para resguardar la cabaña con los restos de su amado y nunca más volvió a cambiar de forma, tampoco volvió a hablar con los dioses o con sus hermanas ninfas, cuenta la leyenda que es el único árbol de arce que deja caer sus hojas y unas “mágicas” florecillas blancas que el viento arrastra a las aldeas de los humanos una vez al año

 

  

Notas finales:

Espero que les gustara, volví a mi angst :) y la verdad me agradó el tema, hubiera deseado expandir más la historia, pero no me dio la creatividad esta vez. Espero sus opiniones y gracias por leer


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).