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Speak politely to an enraged dragon por Valeria Penhallow

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PARTE II

 

-Así que os envía Asubarai Kankyo…

 

Kakashi asintió. En aquellos instantes se encontraban en lo que suponían era la sala en la que recibían a las visitas oficiales ambos monjes, dado la austera pero elegantemente cuidada decoración de la estancia. Asuma, Genma y Yamato, atendiendo al rango de Kakashi como capitán de esta misión, se sentaron un paso por detrás de él. Frente al peliplateado, el monje principal, envuelto en esa aura de poderosa fuerza que, curiosamente, causaba más respeto que miedo.

 

-Que las salvaguardas se hayan activado por sí solas dice mucho de la sed de sangre de ese niño rubio… O mejor dicho, de ese demonio que lleva dentro…

 

Los cuatro ninja se tensaron a penas visiblemente, pero fue suficiente para hacer sonreír levemente al anciano, que volvió a evaluarlos tan detenidamente y sin dejar que ningún tipo de emoción se reflejase en sus facciones o acciones, con los ojos tan fríos y calculadores, que los jonin tuvieron la impresión de estar siendo examinados para ir a la guerra.

 

-Debo reconocer que habéis hecho bien en ir de cabeza a un templo…

 

-Kankyo dio toda la información necesaria para encontraros en cuanto supo de la situación- aseguró Yamato.

 

-Y debo entender que os la dio por las buenas; nunca por las malas… Ah, creo que desde que se firmaron los Acuerdos así es como se reconoce el término “tortura”. Por favor, corregidme si me equivoco.- Dijo el monje con total pasividad pero con los ojos afilados como navajas.

 

-Señor, le aseguro que la información obtenida de Asubarai-san se consiguió sin nada más que pura confianza como medio- contestó Asuma.

 

-Qué diplomático. Aunque supongo que no podría esperarse menos del hijo del Hokage. No me mires tan sorprendido, chico… Puede que no lleves la seña identificativa que cualquier hijo de un Kage lleva; eso no significa que no haya señales, además…

 

-Maestro- interrumpió el joven monje con toda tranquilidadmientras entraba, colocando una bandeja con tazas de té y algunos aperitivos en la mesita de madera baja-, no les hagas sufrir con semejante interrogatorio, por favor. Sabes que están aquí en busca de ayuda o Asubarai-san nunca les hubiera dicho nada; mucho menos hubieran sabido de su nombre real.

 

El viejo se sonrojó levemente y, aparentemente iba a decirle algo, pero el castaño se giró a mirarlo con una mueca que amenazaba cenas muy agrias para su maestro, que tan poca maña tenía para las tareas domésticas, así que dicho maestro dejó que su pupilo se saliera con la suya.

 

-Disculpad a mi maestro. Le cuesta fiarse de la gente y, aunque puedo entenderle, también sé que si quisierais hacernos algo, no habríais esperado a que las salvaguardas saltasen y supiéramos, así, de vuestra presencia. Además, la presencia de un hijo del Hokage vestido de civil ya promete cierta voluntad de impedir batalla alguna.- Explicó su punto de vista mientras se sentaba muy correctamente junto a su maestro. Kakashi analizó al joven. A simple vista, cuando apareció de entre las sombras de los módulos que formaban el templo, le pareció una mujer, con esa cabellera larga atada en una coleta baja, tan propia de las sacerdotisas shintō. Además, los ropajes conformados por la hakama roja y la camisola de kimono blanca eran prendas holgadas y hacían parecer la figura del joven hombre más pequeña. Sin embargo, visto de cerca, si bien era cierto que era un espécimen bastante atractivo, era evidente su género.

 

Por otro lado, dejando de un lado el aspecto físico, los cuatro jonin habían notado nada más ser conscientes de su presencia el aura que emanaba el joven monje. Mientras que el viejo era pura fuerza contenida, el castaño de mirada apacible era serenidad y calma, pero ninguno de los allí presentes era estúpido; habían sabido captar la sutil fuerza que yacía bajo esas capas de tranquilidad y sosiego.

 

-Iruka, eres demasiado blando- gruñó el mayor mientras bebía su té.

 

-Y a ti te gusta demasiado jugar con los nervios de la gente. Déjales que se expliquen en lugar de hacer gala de tus dotes como interrogador. Estamos gastando un tiempo que ese niño no tiene.

 

Recuperando la memoria de aquél diminuto niño que estaba casi en los huesos, el viejo recuperó el gesto serio y volvió a clavar sus ojos e los ninja frente a ellos.

 

-Iruka está en lo cierto. Hablad.

 

Y entonces Kakashi se dispuso a relatar cómo habían llegado hasta allí. La caída de Naruto, la llegada de Jiraya, sus descubrimientos y la información que logró conseguir…

 

-Ya veo. El Nueve colas ha debido estar alimentándose de su fuerza vital desde hace un tiempo.

 

-Eso explicaría su estado físico y por qué está tan inestable el sello- explicó Iruka a los visitantes.

 

-¿Podéis hacer algo por él?- preguntó Genma.

 

-Es como dijo el Sannin: una solución sería rehacer el sello, pero, para ello, sería necesario conseguir otro huésped mientras tanto. Y un demonio no puede ser encerrado en cualquier parte o persona.

 

-Has dicho que esa es una solución… ¿Cuál es la otra?- preguntó Kakashi tras unos segundos de tortuoso silencio de reflexión.

 

Nakamura Kazuo miró a su pupilo buscando consenso. Y después de lo que pareció una conversación muda, Iruka habló.

 

-Existe una segunda opción… Aquella por la que algunos  Jinchūriki fueron en su día hasta los templos Kantoku… Se trata de una especie de entrenamiento espiritual. Ayuda a controlar la fuerza espiritual; a regularla, pero…

 

-No todos aquellos que lo intentan logran terminar el entrenamiento. De hecho, algunos ni siquiera pasan de la primera prueba.- Trató de explicar mejor Kazuo las palabras de su alumno. Iruka asintió.

 

-Y Naruto está demasiado débil…- entendió Asuma.

 

-Es cierto que está débil, pero el demonio tampoco ha logrado controlar del todo su cuerpo, del mismo modo que todavía no ha muerto…

 

-¡Iruka! ¡No puedes hablar en serio!-saltó el monje principal, sin creer que su pupilo estuviera proponiendo que alguno de los dos corriera semejante riesgo. Intervenir en un huésped tan inestable nunca era buena idea, puesto que la situación podía tornarse de mil formas distintas, no muchas de ellas buenas precisamente.

 

-Nuestro deber es ayudar. Los Kantoku son guardianes de vida; tú mismo me lo has dicho desde que tengo memoria. Y este niño nos necesita. Además, si dejamos que El nueve colas pase a otro huésped en tal estado de inestabilidad, el problema solo se agravará.

 

-¿Es posible salvarle?- preguntó Kakashi, interrumpiendo la discusión y atrayendo la atención de ambos monjes. Nuevamente, ambos monjes parecieron mantener una conversación muda, aunque esta vez las cejas y ojos de ambos dejaban ve expresiones como la ironía y el descontento. Realmente, se planteó Kakashi, ¿era posible que hablaran mentalmente? No sería de extrañar dado el poder que el contacto de Jiraiya les otorgaba a los Kantoku.

 

-¡Bah! ¡Haz lo que quieras, mocoso! Al final siempre terminas haciéndolo, de un modo u otro- refunfuñó Kazuo mientras se levantaba, cogía el plato lleno de dulces tradicionales y se marchaba comiéndoselos.

 

-Algún día morirá, y ni honor ni gloria en la batalla, en su tumba pienso poner que fue por un empacho- amenazó Iruka con un tono tan ligero que Kakashi temió que aquello iba a ser verdad.- En fin… Veréis, Kazuo-sensei y yo somos Kantoku puros, lo que significa que podemos viajar a través de los sueños. Existe la posibilidad de contactar con esa parte de Naruto que todavía no haya sido consumida y sacarla a la luz. Puede que no esté lo suficientemente fuerte como para soportar el entrenamiento espiritual, pero estoy seguro de que si mantenemos esa parte cerca de la superficie, el demonio se verá obligado a mantenerse en su prisión y poco a poco Naruto recuperará el control de su cuerpo. Por otro lado, quizás podríamos acceder a la prisión del Nueve colas… Desde luego, no es lo más prudente, pero una vez estabilizada la parte humana de Naruto, quizás el demonio se calmase y fuese más sencillo de tranquilizar.

 

-Así que no puedes acceder directamente al Nueve Colas y simplemente ponerlo a dormir o algo por el estilo…- supuso Genma.

 

-Ah, eso sería demasiado sencillo, me temo. Si fuese un demonio corriente que hubiese poseído un cuerpo humano, el maestro o yo nos hubiéramos limitado a hacer algún tipo de exorcismo que espantase al espíritu maligno lo suficiente como para abandonar el cuerpo e intentar huir a otra dimensión, de tal modo que quedase en nuestras manos. Si hubiera sido un espíritu confuso por una muere repentina, podríamos haberle convencido de abandonar el huésped… Los espíritus funcionan así… Sin embargo, un Jinchūriki, y sobre todo, uno descontrolado, no es algo que deba tomarse a la ligera; no si queremos mantener a Naruto-kun con vida.

 

Los cuatro jonin asintieron. Aquél era un mundo que desconocían, uno en el que esas habilidades que tanto habían cultivado poco y nada podrían hacer. Sentirse impotente cuando tu fuerza estaba al nivel de un ANBU suponía un duro golpe en el orgullo. Se encontraban en una de esas situaciones que tanto odiaban los soldados mejor entrenados; aquellas en las que solo restaba esperar y confiar. Kakashi cerró los ojos, sintiendo el cansancio acumulado y la incertidumbre pesar sobre sus hombros como losas de plomo.

 

-El viejo Kazuo no parece demasiado contento con la medida, así que supongo que serás tú el encargado de hacer todo esto.

 

-Así es. Pero, por lo pronto, será mejor que descanséis. Por lo que habéis dicho, lleváis varios días de viaje sin apenas descansar. Naruto-kun estará bien. El maestro me cedió varios talismanes para que los pusiera a su alrededor y yo he dibujado varios hechizos de protección bajo el futón en el que se encuentra durmiendo.

 

-¿Eso significa que el Nueve colas estará preso esta noche? –preguntó Kakashi sin mucha confianza a la vez que todos se levantaban de sus sitios, siguiendo el ejemplo de Iruka.

 

-No exactamente. Las criaturas con tanto poder como el Kyūbi ansían cierta estabilidad espiritual. Cuando el sello se rompió y Naruto empezó a consumirse, esa estabilidad se quebró. Estar en un lugar santo como lo es este templo, rodeado de todo tipo de energía espiritual, supone un efecto calmante para estos seres. Después de tanto tiempo alimentándose de un huésped moribundo, el Nueve colas está cansado y hambriento… No dejará pasar la oportunidad de poder descansar en un lugar que él presienta seguro… -les explicó Iruka mientras les conducía hasta la habitación en la que un pequeño rubio descansaba plácidamente.

 

-¿Cómo puedes estar tan seguro?- preguntó Asuma en un susurro; los cuatro jonin destensando los hombros al ver al chiquillo dormir profundamente.

 

-Cuando naces con una bestia de poder descomunal en tu interior, conoces la sensación de un hambre atroz, incapaz de ser saciado por mucho que comas… O de tener un miedo irracional por muchos soldados que te protejan o los kilómetros que te separen de tus perseguidores… Lo que buscas no es distancia o escudos o comida… De hecho, ni siquiera lo buscas tú; es ese espíritu que vive en tu interior buscando un lugar en el que refugiarse, hambriento de algo que tú eres demasiado joven para poseer o controlar o necesitado de algo que tú estás demasiado cansado como para ser capaz de proveer.

 

Y fue entonces cuando Kakashi entendió esa sensación de profunda tranquilidad que le embargó con la simple visión del templo. No era un lugar para el descanso de los dioses, sino un lugar en el que los espíritus demasiado poderosos como para encajar en un mundo dominado por humanos necios e irreverentes iban a recuperarse cuando aquellos que los invocaban se veían demasiado sobrepasados por dichas criaturas y, asustados, trataban de acabar con ellas, convirtiéndolos en bestias cada vez más desesperadas por sobrevivir y, con ello, peligrosas. El templo Tamashi no era un lugar de culto, sino un refugio.

 

 

PARTE II

 

La frialdad del lugar le calaba hasta los huesos. La oscuridad era tan abrumadora… Por un momento Iruka creyó haber dejado de ver, como si la vista fuese una capacidad que se perdiera así sin más. Pero pronto recordó que si frío y oscuridad era lo que le rodeaba a él, solo eso era lo que rodeaba al pequeño Naruto. Y sintió que su corazón se encogía, porque él mismo recordaba cómo era sentirse solo y perdido, tan pequeño y débil.

 

Dio un paso, y luego otro. Cada vez, la oscuridad más intensa si cabía y el frío más cruel, como agujas clavándose en su piel. De pronto, un ruido llamó su atención. Miró a sus pies, o dónde creía que estaban, al menos, y volvió a moverlos. ¿Agua? Continuó su camino, cada vez más seguro de ir en la dirección correcta, creyendo con vehemencia que si no fuera el camino indicado, no tendría sentido un cambio en el escenario como lo era aquél charco de agua interminable por el que caminaba.

 

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-¿Estará bien?- preguntó Yamato a Kazuo. El sacerdote principal del templo Tamashi lo miró a penas por un segundo, en seguida volviendo la mirada a su alumno.

 

Nada más despuntar el sol aquella mañana, los dos Kantoku habían llevado a los ninja y al pequeño Jinchūriki hasta el altar del templo. Mientras Iruka dibujaba un círculo rodeado de extraños símbolos que parecían antiguos kanjis con ceniza en el centro del suelo de la estancia, Kazuo se aseguró de dejar la habitación tan solo iluminada por varias velas. Tras colocar un poco de incienso junto al círculo, el maestro tomó asiento junto a Kakashi, que aguardaba sentado en el suelo junto a sus compañeros en un lateral de la habitación donde no pudiesen molestar. Iruka se sentó correctamente en el interior del círculo, con las rodillas perfectamente alineadas con sus hombros en un ángulo de 90 grados y una postura recta pero destensada. Kakashi conocía a varias oka-san* que se morirían porque las geishas que trabajaban para ellas aprendieran modales de Iruka.

 

El joven monje, entonces, alzó la mirada, clavándola en la de Kakashi. Estiró los brazos hacia él, abriéndolos. Era una invitación para que el peliplateado se acercase y le entregase a Naruto en brazos; lo sabía. Aun así… Por un instante a Kakashi se le cortó la respiración. Allí, con tan solo la luz de las pequeñas velas acariciándole el rostro, reflejos de dorado salpicando mechones de cabello y retazos de aquellos ojos avellana… Su gesto era serio, pero Kakashi era capaz de ver cómo los dedos de sus manos, estirados hacia él, temblaban tímidamente, del mismo modo que podía ver a través de la pequeña apertura de sus ropajes la clavícula y el cuello marcarse levemente con cada profunda respiración. Aquél hombre que estaba dispuesto a salvarle la vida a Naruto tenía miedo al fracaso, a dejar desamparado a un niño tan pequeño. Ni siquiera le importaba no poder volver, como les había dicho Kazuo que podía pasar, motivo por el cual se había negado desde un principio a llevar a cabo un viaje astral. A Iruka lo que le preocupaba era no ser capaz de salvar aquella joven vida. Y Kakashi lo sabía porque él también había sentido es tipo de angustia.

 

Y sin saber cómo, mientras se levantaba y se acercaba al joven sacerdote, siendo consciente de la poderosa aura que cada segundo que pasaba Iruka se molestaba menos por ocultar, a Kakashi se le encogió el corazón.

 

-Estará bien- susurró Kazuo después de un rato, sacando a Kakashi de sus pensamientos. Pero el peliplateado pronto devolvió su atención a las dos personas situadas en el interior del círculo de ceniza. Iruka había colocado a Naruto acostado en el suelo sobre su espalda, dejando que la cabeza del niño reposara sobre su regazo. Untó un poco más de ceniza en las yemas de sus dedos y dibujó un extraño kanji sobre la frente de Naruto. Entonces, murmuró algo que Kakashi no fue capaz de entender y de repente Naruto abrió los ojos. Aquellos orbes azules como pedazos de cielo pronto se tiñeron de dorado, del mismo modo que los ojos de Iruka.

 

De aquello hacía ya más de una hora; y ni Iruka ni Naruto habían parpadeado una sola vez o habían despegado su mirada el uno de la del otro. Y pese a que la tenue iluminación no les dejaba verlo con total claridad, todos los allí presentes eran perfectamente conscientes de que la piel de Iruka empezaba a tornarse pálida.

 

-Los viajes astrales no son sencillos; mucho menos cuando se trata de alguien tan debilitado como Naruto. Teniendo en cuenta que el demonio de Nueve colas se ha hecho con el poder del cuerpo ya en varias ocasiones, la conciencia de Naruto ha debido quedar relegada. Iruka deberá buscar y buscar.

 

-¿Es posible… que se encuentre con el demonio?- preguntó Genma. Kazuo asintió con rostro sombrío.

 

-En el cuerpo de Naruto viven dos seres espirituales: el propio Naruto y el Nueve colas. Si se puede encontrar a uno, es totalmente plausible poder encontrarse con el otro. Normalmente, cuando se sella un demonio en el interior de un ser humano, lo que nosotros llamamos sello es en el mundo espiritual una especie de prisión que no existe en un punto concreto y a la que solo puede acceder el huésped. En el momento en que la fuerza vital de Naruto no fue suficiente para mantener a raya un sello inacabado, la estabilidad del sello se rompió, y con ello, esta “prisión” quedó abierta; como si un candado resquebrajado se hubiese roto del todo. Lo único que separaba al espíritu demoníaco de la superficie era la fuerza espiritual de un niño de 5 años y, como comprenderéis, no es algo demasiado duro para el Nueve colas.

 

-Eso significa que el Nueve colas anda suelto por este mundo espiritual.- Comprendió Kakashi.- ¿Qué ocurrirá si Iruka-san se lo encuentra?

 

-Bueno, conociendo a Iruka, tratará de retenerlo en una nueva prisión, al menos para ganar tiempo hasta encontrar a la parte consciente de Naruto. De otro modo, el espíritu del Nueve colas estará pendiente de nuestra llegada para el próximo intento y podría darnos caza. Pero si no logra enjaularlo, mucho me temo que Iruka tendrá que huir; de otro modo el Nueve colas tendrá dos huéspedes con los que jugar. Es cierto que el Seishin de Iruka no permitiría que otro espíritu intervenga en el cuerpo de su guardián, pero los demonios no suelen rendirse fácilmente cuando se trata de huéspedes espiritualmente tan poderosos como un Kantoku. Para ellos somos como una vía de escape al mundo de los vivos, al menos mientras no poseen un cuerpo propio.

 

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Llevaba caminando tanto tiempo a través de la espesa bruma de oscuridad que cubría todo aquél lugar que a Iruka se le hicieron horas, el sonido de sus pasos sobre agua empezando a hacerse ya tedioso. Entonces, una tenue luz llamó su atención. Avanzó hacia ella y quedó boquiabierto al ver de qué se trataba. Kazuo le había hablado de aquello, de que muchas personas organizaban sus pensamientos y recuerdos en una especie de lugares… especiales. Algunos Kantoku como el maestro de Kazuo lo llamaban “palacio de la memoria”, lugares magníficos en los que se almacenaban los momentos más importantes o los conocimientos más esenciales; esas cosas, diminutas o significativas, que nos hacen tal y como somos. Funcionaba como una casa que iba creciendo conforme a las vivencias de la persona hasta formar algo así como un gran palacio en el que se guardaba todo, incluso lo más insignificante pero que de algún modo había llegado a nosotros; una conversación que no deberíamos haber escuchado y que somos incapaces de recordar a menos que sea mediante hipnosis, una regañina a los cinco años que nos marcó de algún modo, el preciso instante en el que comprendimos cómo funciona una suma o una resta…

 

Pero era la primera vez que Iruka veía algo así. La distribución de los recuerdos de Naruto era casi como un bosque. De las ramas de todos los árboles, los recuerdos “florecían”, como si de cerezos en flor se tratase; memorias con forma de pétalos iluminados con luz propia. Pero había algo extraño, como si esos recuerdos no fueran de Naruto; había… demasiados. Y muchos de ellos… como si no fuesen vividos por el propio Naruto. Iruka había accedido alguna que otra vez al palacio de la memoria de Kazuo o de Kankyo para poner en práctica sus habilidades, y sabía cómo era ver los recuerdos de otra persona. Prácticamente podías sentir lo mismo que esa persona había padecido en ese preciso instante. Esos recuerdos no parecían de Naruto. Alguien que había sufrido tanto no podía vivir sus propias experiencias tan… distantemente.

 

Iruka se dedicó a intentar introducirse en los recuerdos uno por uno. Bastaba con un leve toque para que las “flores” se abrieran y los recuerdos se expandieran como escenarios en cuyo centro quedaba situado Iruka. Sin embargo, Iruka no era capaz de avanzar; era como si el tiempo se congelara a su alrededor y la situación no avanzara. Esto mismo le pasó con todos los árboles del “bosque”, todos ellos con aspecto viejo, gruesas raíces hundiéndose en el agua hasta tal profundidad que la luz emitida por las “flores” no era suficiente para ver el final. Daba igual cuantas veces lo intentara, simplemente era como si Iruka no tuviese permiso para ver qué contenían aquellos recuerdos, como si Naruto hubiese bloqueado cualquier posible forma de ver el contenido… ¿Pero cómo podría haber hecho algo tan complicado un  niño tan pequeño? Era imposible.

 

Siguió caminando, una decepción tras otra, hasta que llegó al centro del bosque, donde se alzaba un árbol claramente mucho más joven que el resto. Su confusión no hizo más que aumentar cuando, tras abrir una de las flores de aquél árbol, por fin pudo abrirse paso a través de los sucesos de aquella memoria. Aliviado de haber encontrado algo con lo que por fin poder trabajar, viajó por todos los recuerdos que decoraban las ramas del esbelto árbol, esperando poder encontrar la conciencia de Naruto escondida entre recuerdos.

 

Tuvo que pasar algo más de una docena de memorias hasta dar con la correcto. Allí, sentado en un columpio colgado de una de las ramas más fuertes de un árbol situado en la entrada de una escuela, Naruto miraba a los demás niños ser recibidos entre los brazos de sus padres. El chiquillo, con la mirada cada vez más apagada, agachó el rostro hasta que ya no fue visible.

 

Iruka, con el corazón en un puño, entró en la luz, como si de una ventana se tratara. Se acercó hasta el niño y se arrodilló junto a él.

 

-Hola.- Saludó Iruka con una pequeña sonrisa. Naruto levantó la mirada, encontrándose con el rostro sonriente de Iruka. Se extrañó.

 

-Ho-hola- respondió el pequeño.

 

-Mi nombre es Iruka. ¿Y el tuyo?

 

-Naruto- dijo él, todavía algo tímido. El niño miró extrañamente a Iruka, y el joven sacerdote, tras sentirse ligeramente cohibido, comprendió que miraba su ropa.- Eres raro- le dijo. Iruka rió ligeramente.

 

-Es que no soy de por aquí… Dime Naruto, ¿tú eres de aquí?

 

-Vivo aquí- le contestó el pequeño. A Iruka le partió el alma ver a un niño tan pequeño comprender la diferencia entre vivir en un lugar y formar parte de él. El joven sacerdote se arrodilló junto a él.

 

-Verás, Naruto. La gente suele temer lo que no comprende… Y lo que no comprende normalmente esta gente, es que, tratándote así, son ellos los que se comportan como ese monstruo que dicen que llevas dentro y que tanto se empeñan en odiar.- Intentó explicarle Iruka. Naruto se le quedó mirando con esos enormes ojos abiertos como platos, como si por primera vez escuchara la palabra monstruo dirigida a otra persona que no fuera él. Iruka tomó aire, conteniendo la necesidad de golpear a alguno de aquellos tarados que habían logrado quebrar a un pobre niño llevándolo hasta el límite. Haciendo a un lado ese ese sentimiento protector que empezaba a embargarle, Iruka trató de buscar un modo de que el niño se abriera a él, así que hizo uso de lo poco que había aprendido de él a través de sus recuerdos.

 

-¿Sabes, Naruto? Mis padres también murieron cuando yo era muy joven. A penas recuerdo ya sus caras o sus voces… Pero recuerdo una cosa que me dijo mi madre hace ya mucho tiempo… Verás, a los que son como yo nos han perseguido durante mucho tiempo, así que nuestros mayores nos entrenan desde muy jóvenes para saber defendernos, a pesar de vivir a escondidas. Un día, uno de esos hombres que nos perseguían encontró mi clan y atacó a uno de los más ancianos, a mi abuelo. No recuerdo nada del funeral, tan solo que quería gritar hasta quedarme sin voz y pelearme con todo el mundo… El dolor era tan intenso que no podía ni respirar porque aquél hombre se había cobrado la vida de una de mis personas favoritas. Y aunque los adultos ya se habían encargado de él, yo quería verle sufrir, pedir perdón de rodillas.

 

Entonces, mi madre me apartó. Me llevó hasta la casa familiar y me sentó en el porche. Ella entendía lo que me pasaba; esa necesidad de querer romper el mundo a puñetazos y después echarme a llorar desconsoladamente. Así que me dijo: unas veces serás tan feroz como un dragón armado en escamas de impenetrable oro y otras serás tan vulnerable como un corderito, envuelto en suave y reconfortante lana de recién nacido. Ambas versiones de ti son necesarias. Ambas versiones de ti son hermosas*. Nunca olvidaré sus palabras, que con los años demostraron ser ciertas.

 

Naruto lo miraba con algo que Iruka nunca podría desentrañar. Y es que para el pequeño, aquella era la primera vez que conocía a alguien como él. Porque, aunque Iruka hablaba un poco raro -aunque él estaba seguro de que el abuelo Hokage hablaba igual-, Naruto sabía a lo que se refería. Y es que no se trataba de una cuestión de palabras. Naruto veía cómo le miraba Iruka: de la misma forma en la que le miraba Sandaime-sama, aunque al mismo tiempo, distinto; con determinación, como si supiera o entendiera algo que el propio Naruto todavía no, como si viera algo magnífico en su interior todavía por ocurrir. Naruto reconoció su propia mirada en los ojos de Iruka, esa mirada que le devolvía el espejo los días que se sentía valiente, dispuesto a presentar batalla a cualquiera que le llamara monstruo.

 

-Hoy, Naruto, no eres más que un cordero débil y asustado, enfadado con un mundo que te ha obligado a vivir con vergüenza. Pero algún día crecerás y te harás fuerte, y toda esa gente que antes decía cosas malas de ti, ya no tendrá nada más que decir, porque será tu fuerza la que los escude.

 

La luz que simulaba los colores y las formas de aquella memoria poco a poco se fueron desvaneciendo, dejando a Iruka y a Naruto nuevamente en el centro de aquél bosque ataviado de memorias en flor.

 

-Quiero irme a casa- dijo Naruto, de pie frente a Iruka, con lágrimas en los ojos.- Estoy cansado de estar solo… ¡D-duele mucho! -Sollozó con la voz rota. Iruka se agachó junto a él y lo acogió entre sus brazos; Naruto aferrándose a su cuello como si de un salvavidas se tratara. Y, entonces, Iruka emprendió el camino de vuelta. Cuando salió del bosque y se encontró lo que antes había sido un páramo desolado de negro ahora iluminado levemente por farolillos de papel que flotaban sobre aquél charco por el que había estado caminado, vislumbrando por fin un caminillo de guijarros bajo el agua, Iruka supo que había terminado. Naruto le estaba enseñando el camino de vuelta a casa. Pero de nuevo, ¿cómo era capaz un niño tan pequeño de hacer algo tan complejo en un dimanesión que nadie le había enseñado todavía a dominar? ¿Qué diablos estaba pasando allí?

 

Sin embargo, algo detuvo los pasos de Iruka, lo mismo que le decía que no estaban solos. Iruka se giró y allí a lo lejos, entre la penumbra y las sombras, unos ojos salvajes lo observaban. Iruka tuvo la imperiosa necesidad de echar a correr, pero una voz suave susurró a su oído que no se asustara, que lo que le observaban no eran los ojos de una bestia enloquecida, no eran los ojos de esa bestia conocida como El zorro de nueve colas…

 

-¿Cómo te llamas?- preguntó esa suave voz a través de los labios de Iruka. La bestia simplemente se dio la vuelta y desapareció entre las tinieblas.

 

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-¡Iruka!- exclamó Kazuo cuando el cuerpo de su alumno se desplomó hacia un lado.

 

Asuma tomó en brazos a Naruto mientras el viejo maestro trataba de despertar a Iruka, cuya piel estaba fría como el hielo.

 

-Iruka…- susurró una soñolienta voz infantil. Kakashi viró su atención hacia el chiquillo, que miraba con sus azules entreabiertos y con gesto muy cansado al joven Kantoku.

 

-Pero ¿tú sabes, mocoso, el susto que me has dado?- Ladró el viejo maestro de pronto. Un murmullo incoherente se escuchó y Kazuo gruñó como si estuviera a punto de volver a coger todos los dulces de la sala y salir de allí con paso airado. Kakashi sonrió a sus compañeros con alivio, quienes le devolvieron el gesto. Lo habían logrado. Habían traído a Naruto de vuelta. Puede que el trabajo todavía no hubiese terminado, pero tener aquella bola de energía traviesa de nuevo entre ellos era la mejor recompensa que había recibido en mucho tiempo cualquiera de los cuatro jonin.

 

 

Notas finales:

Atención asteriscos (*):

->oka-san: modo de referirse a las mujeres que están a cargo de los locales de compañía de los barrios rojos japoneses antiguamente, por ejemplo. Un equivalente sería el de "madame".

 

-> “And sometimes, you are going to be as fierce as a dragon armed in scales of impenetrable gold and sometimes you are going to be as vulnerable as a lamb, soft and comforting in newborn wool. Both versions of you are needed. Both versions of you are beautiful. r13;Nikita Gill.

 

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Espero que halláis disfrutado con este capítulo. En principio eran dos de unas cinco páginas cada uno, pero se me hizo muy poca cosa en cuanto a contenido, así que lo partí en dos partes y listo. Como lectora, entiendo cuán molesto puede resultar estar una semana esperando un capítulo para que, cuando llegue el momento de leerlo, apenas se deje nada en claro. Por eso mismo, quizás no sea la última vez que haga esto mismo.

 

Que paséis una buena semana y, ya sabéis, si tenéis cualquier duda o comentario, un review y marchando. Owari~


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