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sud'ba (Destino) por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

¡Hola! Nuevo capítulo. Muchas gracias a quiénes leen y me dejan saber su opinión. Espero y sea de su agrado.

1991

 

El día había decidido mostrarse como uno de los más pintorescos paisajes invernales en la ciudad. Incluso la nieve había desaparecido. Parecía una burla. Tony irguió su espalda, elevó su rostro con altivez y observó el cielo celeste como los ojos de su madre; permitirse mostrar debilidad era condenarse. Y Tony lo sabía bien. Prefirió tragarse cualquier sentimiento que se esperaría de un adolescente que acaba de quedar huérfano. El mundo tenía puestos sus ojos en él.

 

Sin embargo, no pudo evitar que la amargura le consumiera por dentro, buscando en donde sea la compasión, el dolor, la rabia… algo que le dijese que se hallaba vivo, que podía demostrar más que una mirada condescendiente hacia esos malditos féretros que – vamos, no pensaba tocarlos – llevaban los cadáveres de sus padres. Estaba enojado, sí. Quería buscar un culpable que arrastrara todo lo que él no podía. Y ese culpable se hallaba justamente dentro de uno de esos cajones; su padre. Y ya no podía gritarle, no podía reclamarle el haberse llevado a su madre, el ser imprudente y matar a María, quien no era ni remotamente lo que una madre debería ser, pero era la suya y así la quería. Y a quien también quería gritarle por dejarlo solo.

 

Tony, muy dentro suyo supo que esa inmunda sensación de abandono jamás se apartaría de él. Ya no.

 

Dio un suspiro. Sintió la mano de alguien no prestó atención, había recibido las condolencias de una cantidad asquerosa de personas que no había visto antes. No había visto a ninguna llorar en verdad o mostrar un genuino sentimiento de pesar. Las cámaras, los micrófonos, las personas preguntando por su dolor. Bueno, si ellos le hacían el favor de encontrarlo se sentiría un poco mejor, quizá así dejaría de pensar que es un sucio monstruo. Y es que la verdad, Tony no podía hacerse cargo de esos sentimientos, tan siquiera convivir con ellos. Los encontraba ajenos, tan fútiles a sus ojos manchados en tintes rojos que ocultaba del resto. Se sentía condenado, pequeño. Solo. Sabía – maldita sea – que no lo estaba, que esos amigos que le tendieron una mano estaban allí. Que Peggy, su bella Peggy, necesitaba de él, que era la única que parecía que el corazón se le estaba yendo en un delicado llanto. Tony desvía su rostro, esquivándola. No encontraba en su interior la fuerza para moverse y rodearla con sus brazos, como no admitiría, le hubiera gustado hacer.

 

Prefirió seguir exhibiendo ese porte de; un Stark no demuestra debilidad.

 

Imbécil.

 

Todo era tan impersonal, como si la muerte del tan afamado Howard Stark fuera más una película que un hecho real. Tony tragó la saliva amarga que se le formó en la boca cuando las náuseas se apoderaron de su estómago, necesitaba vomitar el alcohol que llevaba encima, al cual le había dedicado horas y horas a su consumo. Sus lentes oscuros, ocultaban perfectamente sus ojos demacrados y ojeras profundas, pero su rostro descompuesto le era imposible disimular.

 

Pobre niño Stark, tan destruido. Tan herido ¡Tan triste!

 

Tan ebrio.

 

Obadaiah se colocó a su lado, dándole un pañuelo, Tony elevó una ceja, viendo que escondida en este había una pastilla—para el malestar, apestas a alcohol—dijo sin desviar la vista del sacerdote que ya comenzaba con el palabrerío de los hijos de Dios. Tony arrugó la nariz y sin importarle disimular, se la tragó, esperando no vomitarla con el ron y las cervezas. Al menos el viejo sabía cómo tratarlo. La realización (falsamente) de que – fuera de su querida Peggy –  era lo único que le quedaba, le golpeó tan duro como las viejas sensaciones de los energúmenos que en la infancia le golpeaban por ser, simplemente, él. Y sí, lo apreciaba pero no era María, no era Jarvis y que la tierra se lo tragara, no era Howard.

 

••

 

Obadaiah Stane había conocido a Howard por casualidad. Eso le gustaba decir. Se habían encontrado en una de sus Expo y no tardaron en establecer una amistad. El hombre contaba con cierta reputación, por lo que no fue extraño cuando al tiempo ya formaba parte de los accionistas más importantes de Industrias Stark. De ahí le fue fácil comenzar a moverse entre números falsos y actitudes caballerosas. Para cuando quiso darse cuenta ya era el vicepresidente de la compañía. Era asombrosa la ingenuidad con la que Howard confió en él.

 

Y no es que no estimara en verdad su genio, pero para Stane las personas no eran más que piezas de ajedrez – sí, toda su vida se basaba en estrategia – cuando estás ya no servían, fácilmente eran removidas. Siempre había creído que la verdadera inteligencia residía en la capacidad que una persona tiene para manipular a otra. Seguramente por eso no se rasgaba las vestiduras por nadie, más que por él mismo. Creía que el más fuerte es quien más riquezas posee, y que con eso, podría, por ejemplo – y no, no era exageración – controlar al mundo.

 

Bueno, no es secreto para nadie que los poderosos dominan el mundo.

 

No obstante, debió reconocer en algún punto, que la inteligencia que poseía Howard Stark, y sobre todo su insufrible hijo, sobrepasaba cualquier canon que la humanidad hubiera imaginado jamás. ¿En qué quedaba eso de que los más inteligentes son también, los más vulnerables? Stane había comenzado a ver una real amenaza en el hijo de su amigo. Pero él no era ningún tonto, no podía deshacerse del niñato, debía derribar aquella petulancia desde sus cimientos. Sabía que Tony todavía era influenciable, que si se hacía cargo del menor, podía acelerar su camino a tomar total posesión de Industrias Stark.

 

Ventaja era el hecho de que Howard tenía en él, confianza ciega. Asunto aparte era su mujer. Obadaiah sabía que María siempre le había mirado con desconfianza, poco le importaba que esa otra mujer, Peggy, también le observara como si del demonio mismo se tratase. Estorbos enormes debido al gran amor que Tony profesaba por ambas mujeres. Pero mientras ambos Stark siguieran acudiendo a él como perros falderos, y una mierda los demás. Stane era un hombre de mundo, disfrutaba de las bellezas que este le regalaba, así mismo, conocía las peores alcantarillas, donde la bondad y humanidad no tenían cabida. No fue coincidencia que Hydra llegara a él. Era momento de sacar a Howard del juego.

 

Conocer los secretos detrás de Hydra no le fue difícil y como ambos estaban tras el mismo objetivo, Obadaiah estuvo más que encantado en colaborar. Con aquella enorme roca fuera de su camino y un niño superdotado y destruido por dentro, se vio por primera vez con todas las de ganar.

 

Sus lentes oscuros ocultaron el brillo febril y su rostro de piedra escondió la sonrisa satisfecha que pugnaba por aparecer. Apretó el agarre en los hombros del joven desecho a su lado, escuchándolo bufar. En cierta forma le gustaba esa actitud desafiante y soberbia que poseía Tony. De pie a su lado, sin mover un musculo y su rostro orgulloso, altivo, sin una lágrima que lo manche. ¡Oh, qué regocijo en verdad!, ver como se tragaba toda esa mierda de funeral sin conmoverse en lo más mínimo, si no fuera porque en verdad le era insoportable, lo haría su protegido en más de un sentido. Obadaiah volvió a tragarse una risa, él sabía que Tony compartiría el mismo destino que sus padres, algún día. Por el momento lo dejaría hacer, sacarlo en estos momentos sería una movida muy imprudente.

 

Tony debía crearse una imagen. Y Obadaiah se la daría.

 

Sin embargo no pudo ocultar que sus labios se curvaran, formando una discreta y repulsiva sonrisa, cuando Peggy Carter, que se deshacía en llanto, le observó con odio. Ella lo sabía, pero poco le importaba. Shield misma había mantenido todo bajo secreto, cubriendo ciertas falencias en el accidente. Ellos no podían permitirse hacer público que en verdad tanto Howard como  María Stark fueron asesinados. Peggy cargaría con esa culpa y secreto en su corazón, Tony era más importante en este momento.

 

••

 

—Señor, estaremos aterrizando en unos minutos más.

 

Los ojos helados de Stane se posaron sobre la joven azafata, una sonrisa depredadora en su rostro y un asentamiento fue todo lo que respondió, la muchacha se apresuró a alejarse con el asco pintado en su rostro. Meció el vaso de whisky en su mano, escuchando como los cubos de hielo chocaban contra el cristal, uno de sus sonidos favoritos. De un sólo trago terminó lo que quedaba de bebida, mientras sentía como el avión aterrizaba. Por la ventanilla lo único que podía divisar eran extensas llanuras de nieve, nada más que blanco y frío. Bufó. Qué lugar más desagradable para establecer una base, y a su ver bastante trillado y obvio.

 

Un comité de seis soldados armados aguardaba por él. Delante de ellos estaba el Coronel Vasily Karpov, con sus brazos cruzados en su espalda, el uniforme impecable y el símbolo de Hydra reluciendo en su pecho. Ciertamente Stane conocía lo que Hydra significaba para Howard y el mundo, habiéndose ganado su confianza, Stark le platicó de todo lo que habían hecho para erradicarla. Le habló de Shield, uno de sus más grandes orgullos. Cuya función era salvaguardar el mundo y gastar los recursos y riquezas de Howard para encontrar a un hombre sin importancia, una reliquia que ya nadie recordaba. Qué pérdida de tiempo y dinero, aun así, Shield no estaba en su poder, y nadie conocía de la organización, salvo Peggy Carter y el científico Pym, quien había desaparecido hacía un buen tiempo ya. Y por supuesto él mismo, qué imprudencia la de Howard.

 

Sonrió.

 

Karpov le había mencionado con anterioridad que estaban esperando el momento de desaparecer a Stark con ansias. Obadaiah sabía bien que el soviético no le estaba contando todo el plan, pero mientras no se metieran en sus intereses sobre la compañía que ahora comandaba, no tenía por qué importarle lo que ese grupito de terroristas pudiera hacerle al resto de Shield. Está bien, disfrutaría mucho si terminaban con la vida de Carter. Y según Hydra, tenían el arma perfecta.

 

—Stane, veo que el viaje ha sido tranquilo, no lo esperaba tan pronto.—Karpov dio dos pasos hasta encontrarse con el empresario, dando su mano derecha par un saludo.

 

—Siento curiosidad por ese arma, en verdad, no creo que compita con la tecnología de Stark—Karpov dibujó una sonrisa gélida, cual si fuera las montañas a su alrededor.

 

—Pienso que el factor sorpresa es mejor que las palabras en este caso entonces—con su mano señaló hacia la entrada, aguardando porque el hombre le siguiera.

 

Por supuesto que lo hizo. Acomodó su larga gabardina y siguió los pasos del Coronel, escuchando detrás de él al resto de los soldados siguiéndolos. El ruido de engranes girando retumbó e hizo eco en las paredes que vibraron ante el movimiento, le hizo saber que la entrada había sido cerrada nuevamente. El interior de esa cueva era simple, con largos pasillos poco iluminados, rodeados de sujetos que parecían más estatuas que personas, sus botas al pisar era lo único que se escuchaba con fuerza. Stane se llevó una mano al rostro tapando sus fosas nasales, odiaba el hedor del moho y la humedad. Todo tan sobrio, nada que delatara tecnología. No tardaron en llegar a un elevador, sus ojos analíticos buscaron alguna trampa, por el rabillo vio como los soldados se habían detenido unos metros atrás.

 

—A partir de aquí sólo seremos tú y yo.

 

El elevador comenzó a descender. El lugar seguía siendo oscuro y más frio a medida que descendían. Fueron varios metros de silencio y hastío hasta que se detuvo. Los pasillos intrincados que se veían le daban mala espina pero no iba echarse hacia atrás, continuó siguiendo los pasos del Coronel, hasta que se hallaron ante una gran puerta, Karpov tecleó un código y esta se abrió. Obadaiah tuvo que tragarse todo el asombro que se formó fugaz en su rostro. Las luces se encendieron para dar lugar a una sala de grandes dimensiones, desgranada, sucia y llena de vaho. Esta tenía varios niveles, de los cuales podían apreciarse enormes maquinas, unidas a tuberías que desembocaban en lo que parecían; incubadoras. Pero rápido pudo entender que estas eran más bien cámaras. Las maquinas mantenían en funcionamientos las cámaras criogénicas, eran en total siete sólo una parecía contener algo, rodeaban toda la sala siendo el centro una plataforma donde se situaba una silla, conectada a circuitos que se transmitían a través de computadoras. Obadaiah prestó atención especial a la cámara que se situaba en medio era diferente al resto, pero sobre todo prestó atención al hombre que se hallaba dentro. Su rostro se le hacía familiar.

Giró enfrentando al soviético, quien mantenía su sonrisa en alto, tan fría como el aire que se sentía ahí dentro.

 

—Le presento Stane a mi ejército, mi arma; El Soldado de Invierno.

 

Por supuesto. Había oído del tal Soldado. Por supuesto que Howard, Carter y todo Shield sabían de este también. Caminó hacia la cámara central, la que contenía al hombre que siendo sinceros jamás pensó que reconocería, pero su intuición nunca fallaba. Su sonrisa se convirtió entonces en carcajadas que dejaba escapar, sus ojos con un brillo más que desquiciado. Era increíble ¡increíble! El Sargento Barnes estaba ahí, congelado y abusado por una organización terrorista, que por cierto, todo el mundo creyó que dio su vida para destruir.

 

¡Oh! Si el mundo no estaba hecho para las buenas acciones ni las personas que intentaban estúpidamente hacérselas de héroes. El mundo necesitaba poder y los mártires no podían dárselos.

 

—Dime que tienes al Capitán América aquí también y te besaré—Karpov se permitió carcajearse como grotescamente lo hacía Obadaiah.

 

Karpov se mordió la lengua, con el recuerdo de un joven Stark en esa misma silla que en esos momentos Stan detallaba con sus manos. No era conveniente que el hombre supiera todo lo que entre Barnes y Stark había ocurrido, al fin y al cabo el idiota no tenía más que deseos llanos y predecibles de un hombre que no ve más allá. Howard Stark era un impedimento para ambos, Obadaiah lo quería fuera del juego para hacerse de su compañía, ellos no lo necesitaban a él, sino a lo que ocultaba tan celosamente; el suero del súper soldado. Tenía a las personas, sólo necesitaba el suero para completarlos. Para tener a su disposición un ejército entero de Soldados de Invierno. Stane tenía la información de cuándo y dónde llevarían el suero. Ambos ganaban.

 

Howard Stark, Peggy Carter. Ninguno de ellos sabía el infierno que les caería encima. Con sus estúpidos e idealistas sueños de llevar al mundo a una utópica era de paz a través de Shield.

 

Shield le pertenecía a Hydra.

 

—Me temo que el buen Capitán seguirá siendo tan sólo un cadáver más al cual venerar.

 

—Barnes—el nombre se deslizó de sus labios. No, no era el Capitán, pero eso no restaba valor. James Barnes había sido otro de esos idiotas a los cuales Howard, en su eterna nostalgia, estimaba. Era otro de los que amaba.—Estoy sorprendido, gratamente debo agregar. Sólo pediré una cosa más—Karpov lo observó con curiosidad, pero sin deshacerse de su sonrisa;—quiero ver el momento en que el tan estimado Bucky le arranque la vida a Stark.

Notas finales:

Espero sinceramente haya sido de su agrado.

Hay cosas que dejan a uno pensando, teorías a las que llegas después de tantas horas—productivas claro, claro—y nada me puede hacer cambiar de pensamiento: el horrible Obadaiah tuvo que ver con las muertes de Howard y María. Otra cosa que me causa curiosidad es el video. el infame video. ¿Qué hacía esa cámara ahí? ¿Cuál era el fin? ¿Querian controlar que James hiciera bien su trabajo? No lo sé, pero, bueno, es sujeto a imaginación. La mía claro está.

Ok, me despido por ahora. Gracias por leer. Será hasta el próximo capítulo.


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