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Los chicos lloran lágrimas celestes [en REEDICIÓN] por DianaMichelleBerlin

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Notas del capitulo:

Gracias al cosmos el sismo nos permitió estar de nuevo acá para ver el capítulo c: 

Pero no todos corrieron la misma suerte. Un saludo a todos y a todos mis paisanos. Ojalá el susto no haya pasado de eso. Para quien sí, un abrazo. 

Gracias por seguir aquí, bellos <3

 

–No vale la pena seguir esperando.

 

–¿Seguro que quieres ir?

–No–le respondió. Se levantó de la banca y exhaló–Pero ya me cansé de esto.

–...

–Ya sé lo que me va a decir. No pierdo nada. No más de lo que ya perdí.

–Si las cosas se salen de control, me avisas.

–No– la tranquilizó y se acomodó el gorro– No lo creo, Ari. Pero, gracias.

–Oye, Ian.

–Mande...

 

Ariadna trató de mirarlo con una sonrisa de aliento, pero no le salió. Lo abrazó fuertemente y le acarició la espalda.

 

–Gracias por confiar en mí –Le susurró ella al oído. Él la apretó.

–Gracias a ti por escucharme, y apoyarme como lo haces.

–Oye, carita linda, eres mi mejor amigo –Rio Ari– Siempre lo voy a hacer.

–Gracias.

–Pero no me vuelvas a ocultar cosas como ésas. No me iba a enojar contigo, no creas esas cosas. Soy muy mitotera, pero no tanto, je je.

 

Después de separarse. ella le limpió una lágrima que él no pudo evitar sacar, mientras le contó lo que ella había ignorado todo ese tiempo, porque nunca se lo dijo (y Joaquín no volvió a romper una promesa de callar), pero ella se había estado preguntando extrañada, desde una vez que tocaron el tema de Misha y él se puso muy raro.

Le contó todo. Las clases de ruso que no eran sólo clases. La holgazanería. La amistad fantasma que servía en la calle como un tapón de algo que en realidad no era nada. El ruso y sus contradicciones. El amor despierto. La desilusión diaria. Los cinco días que habían pasado desde que no había ido a la casa de Misha y en que tampoco el rubio lo había llamado ni contactado. La decisión.

 

Estaban en el parque, a unos minutos de la casa del dolor. Estaba por ahí ya que había tomado la decisión de ir a hablar.

Los cinco días siguientes a esa noche desastrosa llena de lágrimas para todos, él y Misha no habían hablado para nada. Al principio, él mismo no quería. Pasado un tiempo, tenía ganas de saber cómo estaría él. Ahora, estaba desesperado por verlo. Le hacía falta.

Así que se daría probablemente el último gusto de verlo y, de paso, exponer su caso y terminar la relación (la que fuera que tuvieran) por lo sano. Lo haría ahora, que todavía estaba a tiempo de volver a reprimirlo en sus memorias, hacerlo de nuevo un mal recuerdo del que no le gustara hablar y, al final, que llegara un nuevo "Joaquín" que enterrara sus sentimientos muertos. Eso era lo único que quería.

 

Terminó de despedirse de Ari y reanudó el camino que recorría antes de encontrarse con ella.

 

En poco tiempo ya estaba frente a la puerta.

Tocó una. Dos. Tres veces.

 

Mientras esperaba, miró la hora. Llegó demasiado temprano. Eran las 12 y Misha no acostumbraba levantarse en vacaciones hasta casi la 1. Pensó en ir a dar una vuelta y regresar, pero tenía miedo de echarse para atrás a medio camino.

Se quedó tocando la puerta para ver si se despertaba, pero pasó más de media hora y no había ninguna señal de vida. ¿Habría salido?

Le parecía un mal chiste de la vida. Esperar ratos enormes cada vez que iba a hablar de sus sentimientos.

 

Por algún azar, se levantó y miró la ventana. Se recostó en la puerta y suspiró.

Luego se levantó de nuevo y jugueteó con la perilla; en una de ésas abrió la puerta, estaba abierta.

Con una ceja levantada, fue abriéndole camino a su cabeza dentro de la casa, sin entrar completamente. La puerta abierta de esa manera sólo podía significar que había alguien adentro, pero no podía saber quién.

 

Entonces, como parte de sus miedos acumulados, se le vino algo a la mente.

Ni Misha ni Pavlovna le habían dicho nada todavía a los señores de que Ian había vuelto a sus vidas. Las ocasiones del mes (o el bimestre) en que él y el ruso salían más a menudo o se quedaban en su casa, era porque la mamá o el padre estaban en casa. Así es que, si alguno de los padres había llegado por adelantado (los esperaban hasta el mes entrante), estaba frito. El miedo a ello le congeló el valor y se planteó irse para volver al día siguiente, pero pensó en que al día siguiente tampoco sabría si los señores habían llegado y peor, se los podía encontrar de camino, ya cerca de la casa.

Llamó a Misha por teléfono. Le diría que tenían que hablar, le preguntaría si estaban sus padres en casa y si podían verse. No volvería a tener miedo.

 

Mientras su teléfono daba la línea de marcación, le pareció escuchar muy cerca una canción de Zavod que sabía que le gustaba a Misha. De hecho, recordó de repente que ése era su tono de llamada.

Se asomó corriendo hacia la calle, pero dejó de escuchar el sonido, como si se alejara. Caminó de regreso hasta volver a escuchar el ruido. Entonces se dio cuenta de que el sonido provenía de la misma casa, pero de la cocina, o bien, de la sala.

Sin embargo, nadie contestó la llamada y la música cesó al mismo tiempo que la grabación del buzón de voz sonaba en su oreja. Y el ruso no era lo suficientemente desapegado del teléfono como para haberlo olvidado. Era oficial que él era el que estaba dentro de la casa.

Armado del valor que tenía, cruzó la puerta y trató de dar sus pasos sin hacer ruido.

 

Le bastaron unos cuantos para divisar a Misha, durmiendo en el sillón más largo. No lo veía gracias al respaldo, pero sus cabellos rubios se asomaban por la orilla. Estaba durmiendo.

Afinó el oído para saber si había alguien más en la casa, pero todo estaba sumido en el silencio. Una vez seguro de estar solo con Misha, se quitó los zapatos y los dejó en la puerta; se acercó al sillón y se posicionó frente a él.

 

El ruso parecía tener más de una hora acostado allí. Tenía el cabello bastante desordenado, parecía una bola peluda o un gato esponjado; la tele y la consola estaban apagadas y frías y tenía puesta una playera que sabía que a veces ocupaba también de pijama, en los días de frío. A cualquiera le hubiera dado risa verlo así, pero a él le daba todo menos eso.

 

Se acercó con cuidado, procurando no despertarlo todavía. Se excusaba pensando en que si lo despertaba bruscamente se asustaría y era posible que le lanzara un golpe. La realidad era que, igual que en un pasado, otra vez disfrutaba mucho verlo dormir tan plácidamente. Sus mejillas blancas y sus labios tenían un tono adorablemente rosa y a la vez, sus masculinas facciones se hacían, de alguna manera, más atractivas.

Se dio un tiempo para mirarlo. Quería asegurarse de recordarlo así, pues cabía la posibilidad de que es fuera la última vez que lo vería dormir.

 

Recordó la primera vez que lo vio dormir. Tenía nueve años y el pequeño ruso acababa de cumplir los once. Era un sábado lluvioso y habían pasado toda la tarde jugando y siguiendo con los intentos de comunicarse. Misha ya sabía decir muchísimas cosas básicas, pedir jugar, preguntar un par de cosas y describir muchas más. Iba muy bien. Al principio a la señora de la casa le gustaba que se hicieran compañía, porque Misha aprendía el doble de rápido y con toda la voluntad del mundo sólo cuando estaban juntos.

Desde siempre, Misha le había llamado la atención. Sentía que le daba mucha curiosidad y, a la vez, le agradaba y le daba mucha confianza. Ya había sentido eso una vez, con un compañerito de escuela que jugaba todos los recreos con él en primero de primaria; pero Misha siempre tuvo algo especial. Se reía muy bonito; se movía muy bonito; su acento le daba risa pero sonaba como si cantara o hiciera voz de ardillita, pensaba. Aquel día, Ian se despertó antes que él y lo observó dormir cerca de tres cuartos de hora, revolviendo su cabello esponjado y viendo sus gestos al soñar.

Conforme fue creciendo, se dio cuenta de que le gustaba. Sentía las palpitaciones, el sudor y las mariposas en el estómago de los que hablaban en la televisión. Se sentía muy confundido consigo mismo, porque siempre era una niña o una chica la que los sentía por un chico, pero nunca le dio mayor importancia, hasta que conoció el concepto de "gay" de una forma muy negativa: también en la televisión, con un señor en un reportaje de noticias hablando de las "malas tendencias del mundo", y con los comentarios de la señora Lébedeva que salían a flote con esos temas. Pero todo eso se quedaba muy chico con lo que sentía con Misha, así que un día, simplemente, se dijo a sí mismo "Yo soy así" y continuó pensando en la maraña de cabello rubio de su mejor amigo. Fue hasta después que Misha, más crecido y más consciente, agregó el concepto de "mariconadas" para definir lo que siempre habían hecho a plena vista de casi todos y a escondidas de los padres de Misha. Pero siempre sintió lo mismo...incluso, cada vez más intensamente.

 

Sí. Estaba tan enamorado como en cada una de las veces que lo había visto dormir; a los once, los doce, los trece y a meses de sus catorce. A los diecisiete y medio, no se veía menos hermoso para sus ojos.

 

Se dio cuenta de que estaba llorando. Intentó ponerse en forma para hablar.

Se secó las lágrimas y se sorbió la nariz, pero uno de estos intentos por arreglarse hizo que de golpe, Misha abriera los ojos.

 

Se quedó helado por unos momentos. El azul intenso de esos ojos estaba de nuevo clavado en él. ¿Sabría él lo que le causaba que hiciera eso?

Misha no estaba asustado, no se había levantado de malas ni tenía cara de nada. Lo único que hacía era parpadear, verlo a los ojos y nada. Se quedaron así un rato más.

A Ian no le alcanzó la fuerza de voluntad para no seguir llorando. Poco a poco, su rostro se descompuso y comenzó a llover a cántaros en sus trozos de noche.

En cuanto comenzó a llorar, el ruso se incorporó. Extendió sus brazos para atraerlo hacia él y lo sentó en sus piernas. Lo rodeó con sus brazos y lo abrazó muy fuerte acurrucándolo. Ian lloró mucho más, como si Misha tuviera espinas.

Las tenía.

 

Así pasaron cerca de diez minutos. Ian seguía tratando repetidas veces de contenerse, sin éxito. Misha lo acariciaba recorriendo su cuerpo, con ternura. Pero en algún punto a Ian, entre lágrima y lágrima, le cayó una en un brazo, y estaba seguro de que no era suya.

Pasó cerca de otra media hora y, el llanto que en un principio era intenso y continuo, le cedió un poco de calma a Ian, la suficiente para poder hablar al fin.

 

–Tengo que hablar contigo– le dijo a su chico. Su corazón se aceleró.

–¿Sí?

–Sí, vengo a...–sollozó y se sorbió la nariz–...Misha, ya has de saber a qué.

–...No.

–...¿En serio no?

–...¿Qué me vas a decir?

–Misha, yo ya no puedo.

–...

–Misha...

–...Ian.

–Oye, Misha...

–Tranquilízate un poco, Ian –Le dijo el rubio serenamente– Las lágrimas no te dejan hablar bien.

–Estoy bien así, Misha– sollozó violentamente el moreno– Pero esto ya no está nada, nada bien.

–...Entiendo.

–Misha...

–...Dime.

–...

–...

–Ya no quiero verte.

–...

–...

–... ¿Por qué no quieres verme?

–Yo ya no puedo, Misha.

–...

–...Misha, esto me está jodiendo por dentro.

–... ¿Y qué es "esto"?

Un silencio trágico se hizo un instante.

Luego Ian respondió, llorando a mares.

–...Te amo.

–...

–...

 

Ian pudo sentir cómo Misha relajó los brazos. Pegó la cabeza en el respaldo.

–Ya no puedo con esto.

–...

–...

–Creo...que yo tampoco– respondió al fin el chico de ojos marinos.

–Tengo que...Tengo que dejar de lastimarme.

–...No, Ian.

–...

La maraña de pelo color queso le cubría los ojos desde la perspectiva de Ian. Pero el pequeño moreno pudo distinguir bien las lágrimas que fluyeron desde el interior de dicha maraña, resbalando en el cuello de su dueño.

–Yo te lastimo.

–...

–Perdóname.

Misha comenzó a llorar. Ian lo notó porque su pecho comenzó a contraerse y lo escuchó sollozar a volumen bajo.

–No, no. También fue mi culpa, Misha.

–No.

–No hiciste todo eso tú solo. Yo... –sollozó– me dejé llevar.

–...Pero yo lo empecé.

–...Pero yo fui el que me enamoré.

–...

–...Lo eché a perder.

–...Lo siento, Ian.

Volvieron a abrazarse. El abrazo tenía púas.

Ambos se soltaron a llorar.

 

Pero Ian entendía que a Misha le doliera, mas no que llorara de esa forma.

–¿Por qué lloras tú, Misha?– se le ocurrió preguntar al moreno.

–Por idiota.

–...No fuiste el único.

Lloraron juntos como si viniera el fin del mundo.

Era el fin de su mundo.

 

Lloraron hasta que necesitaron aire, y se dieron tiempo para respirar.

–Ian.

–¿Qué?

Silencio más antes de responder.

–Perdón –pidió Misha.

–Ya estás perdonado.

–No.

–¿Por qué?

–Ian.

–...

–...Perdón.

–... ¿Por qué?

–...

–Porque no podemos estar juntos.

–... ¿Y tenías que decir eso precisamente ahora? ¡Ya lo sé!

–Ian...

–¿Qué??

–...

–...

–Tú a mí me gustas mucho.

–...

 

Casi como por instinto, Ian se separó de él y lo miró con los ojos bien abiertos. Pero él no lo miraba.

–¿Qué dijiste?

–...

–¡Misha!!!

–...Ian, hay que dejar de vernos.

La expresión de Ian cambió drásticamente. Como sus sentimientos.

Ahora se sentía desesperado.

–¿Te gusto??

–... ¿Estás sordo?

 

Ian se incorporó rápidamente y se puso de rodillas en el piso para verle la cara a Misha. Este estaba mojado en lágrimas, pero seguía sin corresponderle la mirada.

–Misha...

–...

–Oye, Misha... ¿Sabes qué significa lo que dijiste?

–No.

–Misha, mírame a la cara.

El ruso no le hizo caso.

–Misha, ¿entonces por qué no podríamos estar juntos?

–...

–Misha, yo te amo.

–...

–Misha, no te das una idea de cuánto tiempo de mi vida estuve esperando que me dijeras algo como eso. En serio que no tienes una.

–...

Ian alcanzó con su mano tostada la de Misha y la mantuvo apretada.

–Quiero que estés conmigo, Misha –Suplicó.

–...

–Al menos danos una oportunidad.

El rubio se retorció en su lugar. Se llevó a la cara la mano que tenía libre. Su pecho se contrajo de nuevo, pero no lo dejó ver derramando lágrimas otra vez.

–No podemos, Ian –habló al fin.

–¿Por qué??

–No puedo. No puedes.

–¿Qué carajo te pasa??

–...

–¿No ves que si no todo se va a ir a la mierda??

–Ian, no puedo estar contigo.

– ¿Pero, por qué???– Ian comenzó a llorar otra vez.

–¡La puta madre, Ian! ¡¡Porque esto no tiene futuro alguno!!!

–...

–...

–¿Es porque prefieres tu pendeja facha de hetero, verdad?

–...No.

–¿Entonces qué carajo pasa???

–¿¿Qué maldita parte de "NO tiene futuro" no entiendes???

–¡TODA!

–¡Pues NO, Ian!! ¡NO!

–...

–¡No puedo estar contigo ni tú puedes estar conmigo!!

–... ¿Por qué?

–...

–...

–Porque no será normal.

–...

–No puedo ser tu novio.

 

La cara de Ian cambió rotundamente...

–Vete al demonio –Le dijo.

Misha no lo miró ni siquiera en ése momento.

 

Los trozos de lo que quedaba de un Ian destruido le soltaron la mano y se levantaron, para salir rápidamente a la puerta, ponerse los zapatos y marcharse, convencidos de no volver jamás.

Desconsolado, el moreno no volteó un segundo atrás. Sólo corrió. Se ocultó la cara como podía durante el trayecto a casa. No quería que nadie viera el tamaño de sus heridas, ni el tamaño de su tristeza, de su rotura.

De la desilusión. 

 

Notas finales:

Aviso parroquial xD:

Como aquí no es como en Wattpad, no he podido mostrarles ilustraciones de esta historia.

Si gustan conocer a los personajes me pueden buscar en Instagram como:

dianamichidaiiann 

 

No es comercial xd pero quien guste de conocer a los personajes, iré subiendo sus retratos uno por uno. 

 

Gracias por leer, linduras <3


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