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Los chicos lloran lágrimas celestes [en REEDICIÓN] por DianaMichelleBerlin

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Notas del capitulo:

Una disculpaaaa! Por no haber adelantado ayer :c

Se acerca mi cumpleaños y estuve súmamente ocupada. 

Este capítulo hará que cambien un poquito la perspectiva de lo que sucede. Comienza la verdadera crueldad muajajaja... xD 

Ok no pero... a partir de ahora comienza la parte más densa de la historia. 

Recuerda que estoy como dianamichidaiiann en Instagram, para conocer a los personajes. Los iré subiendo de a poquito :3

Gracias por leer, hermosuras <3

 

 

Ian no volteó un segundo atrás. Se marchó diez minutos antes de las cuatro.

A las cuatro con cuarenta y tres, la puerta de la casa Lébedev volvió a sonar.

Pero, contrarios a los golpes calmados y pacientes de Ian, estos sonaban como un cobrador con meses de renta sin cobrarse.

 

Misha acababa de lavarse la cara cuando oyó aquel llamado. La fiebre de la mañana se la había terminado de llevar Ian con todo lo sucedido. Como pudo, se arregló los ojos para que se le vieran lo menos hinchados posibles.

 

Se apresuró para bajar las escaleras y abrir la puerta. Creía que era su hermana, quien prometió salir temprano del taller vacacional de danza árabe al que se había inscrito y traer un caldo para comer juntos.

Casi suelta un grito de espanto cuando vio a Ariadna, su archi enemiga, hecha un jabalí furioso en el marco de su puerta.

 

–¿Y tú qué mierda haces aquí???

–¡Cállate, idiota, vengo a partirte la cara!!– le contestó ella, como una fiera. Casi podía ver el humo que salía de sus narices, como los toros de caricatura.

–¡A ver, estúpida, quiero que lo intentes!– se burló el rubio de ella.

 

Ari avanzó pasos adentro hacia él, con todo y tenis.

– ¡¡Quítate tus mugrosos zapatos para entrar aquí, feminazi idiota!!– Le gritó él– ¿No sabes que es de mala educación en casa de nosotros???

–¡¡Me importa un carajo!!– le devolvió el grito ella –¡¡Me importa un comino tu estúpida casa!! ¡¡Quiero que me expliques cómo puedes ser tan hijo de puta como para hacer estas chingaderas!! ¿¿Tu pinche clóset te pesa mucho, imbécil??

 

Él la miró confundido y enojado.

–¿De qué pendejadas me estás hablando??? –La empujó y le señaló la puerta– ¡Vete de aquí!!!

–¡Ay! ¡Te vas a hacer el pendejo conmigo! ¡¡¡Contéstame!!!

–¿¿Qué mierda quieres ahora???

–¿¿¿Pues qué mierdas quieres tú entonces con Ian, pendejete closetero???

–...

–¡Sí, sí! ¡No pongas tu cara de pendejo!! ¡¡Contesta!!

 

Misha titubeó un par de sílabas y se puso más rojo.

–Mira, vienes a mi casa y no la respetas y me empiezas a gritar... –La empujó más fuerte– ¡Vete de aquí! ¡Lárgate!!

–¡¡Quiero que dejes en paz a Ian, pinche narniano de quinta!! –Le ordenó ella, caminando a la puerta– ¡¡Te vas a hacer tus pinches experimentos a otro lado con otro pendejo que te haga el favor!! ¡Advertido estás o te saco todos tus pinches videos de lo de Joaquín!!

–¿Otro pendejo? –Se rió él, sarcástico– ¿O sea, Ian es mi pendejo??

–¿¿¿Entendiste o no, imbécil???

–¿¿A ti qué carajo te importa lo que pase entre Ian y yo?? ¿¿No tienes vida?? ¿¿Tienes que andar de pinche abogada por dondequiera que vas??

–¿¿De abogada???–Ari le dio un manotazo y como siempre, Misha ni se inmutó– Sí, pendejo, y te recuerdo que tú fuiste una gran razón para eso ¿Ya se te olvidó el problema en el que me metiste con Owen hace un año???

 

El rubio se volvió a reír, burlesco.

–¡Pues a ti sí por lo visto! –Exclamó– Tal vez piensas que yo me agarro a Ian de pantalla porque tú ya tienes experiencia con eso, ¿verdad?

–¡Te vale mierda!! ¡¡Yo misma le iba a decir a Owen hasta que fuiste tú de pinche metido y si él no me iba a hablar bien después de eso ahora ya ni siquiera me puede ver a la cara!!

–¿Y no es lo que estás haciendo ahora? ¿Meter las narices donde no te llaman?

–¿¿Y tú tienes la intención de ir con Ian a contarle todo lo que pasa por tu pendeja cabeza, sea lo que sea??

–...

–No, ¿verdad, cerebro de bestia??

–Lo que pase por mi pendeja cabeza...te viene importando un cuerno.

–A Ian no, idiota. Porque si ése día estabas hasta el copete de borracho y no te acuerdas, él se ganó una regañada por tu culpa, ¡Él te quiere!! ¡No sé cómo te puede querer a ti, animal, pero te quiere!

–No, ya no.

–¿Ya no, qué?

–Vino y se despidió, femidiota. Ya no nos vamos a ver.

 

 Ari abrió la boca e hizo con las manos como si se las sacudiera de polvo.

–... ¡Vaya, pues qué bueno! ¡Así el se fija en una persona que de verdad no sea un cobarde!

–...Tú qué vas a saber de ser cobarde o valiente.

–¿Y tú eres valiente, pendejo?

–...

–¿Ah, verdad?

–...

–No puedes salir ni siquiera de ese estúpido armario. Ya decía yo que tanto odio siempre es negación mental ¡Y con ese derecho tú me insultaste a mí!

 

Ahí llegó el eslavo.

–¿Sabes qué??– la miró y la empujó– ¡Ya me cansé de que todo el puto mundo adivine qué es lo que pasa conmigo! ¡Lárgate de mi casa!!

–¡Me voy, pendejo! ¡Y no te vuelvas a acercar a Ian!

–Lárgate.

 

Ari cruzó la puerta de nuevo y la azotó al cerrar.

 

Más que el hecho de ir a hacer advertencias en pro de su amigo, Ari había ido a descargar una vez más su frustración con la persona que más había detestado desde poco más de un año atrás.

Además del hecho de que ella estaba consagrada al activismo y que él había sido motivo de unos cuantos incidentes problemáticos con sus compañeros de comunidad, ellos tenían una historia de conflicto.

 

Ariadna se negó a aceptarse a sí misma durante muchos años, mismos en los que Owen, su primo político de parte de la segunda esposa inglesa de un tío, se había enamorado de ella. Él mismo sabía que Ari nunca lo quiso al grado en que él la amaba, pero nunca le pasó por la cabeza que en realidad él no era más que el intento de ella por sujetarse a lo "que debía hacer". Fue el movimiento feminista de su escuela y una bella chica, su ahora novia Inés (Noriko, como le llamaban), los que la hicieron darse cuenta gradualmente de sus equivocaciones.

Ari se encontraba planeando pacientemente la manera en cómo decirle las cosas a Owen con el menor impacto emocional posible; sin embargo un día, mientras estaba en casa encariñada con Noriko, su gemela Alex entró acompañada de Misha (el ruso frecuentaba esa casa por ser muy buen amigo de Owen y consecuentemente, de sus primas). Las dos novias trataron de explicar todo lo que pasaba y se proponían hacer, desesperadamente.

Alex no recibió bien la noticia pues no apoyaba a la gente homosexual, pero finalmente ella les dijo "Arreglen sus porquerías de la manera más conveniente para Owen". Desgraciadamente, a Misha no lo movieron un poco de sus pensamientos y fue pronto, casi volando a contarle a Owen que su chica era una mentirosa y todo el tiempo lo había estado engañando con una mujer.

Así que, si había la posibilidad de que Owen recibiera la noticia de la mejor forma, lo que pasó le rompió el corazón, en medio de un escándalo con Ari tratando de explicarse por sí misma, Noriko avergonzada, Misha gritando como un loco agresivo al igual que Alex y el medio británico llorando, sintiéndose humillado. Desde entonces, Owen y Ariadna no habían podido cruzar palabra, ni siquiera en las fiestas familiares.

 

La pelinegra de tez clara, rulos negros siempre peinados con efecto mojado y ojos color miel reconoció todos sus errores. Habló con su hermana y su madre y, con un trabajo gradual, lograron aceptarla y Alex empezó a apoyarla. Pero cuando Ari intentó hablar y hacer las paces con Misha un mes después, él la rechazó diciendo que era una persona asquerosa; no por lo que había hecho, sino por lo que era. A ella le dolió, porque alguna vez, las gemelas y él habían sido grandes amigos y solían salir en grupo con Owen, Pavlovna y los novios de ésta; inclusive bromeaban emparejando a Alex, la gemela de cabello alaciado, con el ruso.

También, en algunas ocasiones en las que Ari quiso hablar con Owen, Misha lo aconsejó para cancelar o para no ir con ella. En venganza, ella le juró que lo iba a tener vigilado, siempre que quisiera "acercarse a los que son diferentes".

 

Todo esto, sumándole los casos en los que se vieron cara a cara, ella defendiendo gays y él lanzando palabrería y media, hacían que los que una vez salieron juntos a comer entre risas, no pudieran verse ahora ni en foto.

El hecho de que ella supiera ahora que su homofóbico "favorito" tuviera un historial de experimentación con su mejor amigo, sólo venía a seguir llenando un vaso que hace mucho se estaba desbordando.

 

Ya llevaba unos quince minutos caminando por la calle pensando en la mejor estrategia para alejar a Ian del sujeto güero, cuando doblando una esquina se pegó de frente con la otra melliza rusa.

Las dos pegaron un grito y Pavlovna tuvo que moverse rápido para no dejar caer un gran contenedor de unicel (poliestireno) que venía derramando gotas de algo caldoso.

 

–¡Ay! ¡Princesa Aurora!– exclamó Ari, llamándola como a veces solía decirle, por el cabello dorado y los labios pintados de carmín– ¡Perdón, perdón, perdón!

–¡Hola, Ari! ¡No te preocupes, je je!– respondió la rusa, con una sonrisa y acomodándose el bote entre los brazos. Ellas dos seguían hablándose con normalidad, aunque no con mucha frecuencia– No se me cayó nada.

–¿Qué llevas ahí, guapa?

–Ah, consomé de pollo –Dijo la rubia, con un tono cantarín– Mi hermano estuvo muy enfermo en la mañana y le prometí traerle esto de un local donde le gusta ir y que íbamos a comer juntos. Tenía temperatura de 39 el pobre.

–Ah bueno.

–Ya tenía tiempo que no te veía por aquí, ¿de dónde vienes?

–...De casa de una amiga del colectivo.

–Ah, muy bien.

–Sí.

–¿Qué te pasa, pequeña Blancanieves?–preguntó Pavlovna, arqueando una ceja– Andabas muy distraída.

–No, nada. Un problema.

–Oh... ¿Es grave?

–No... lo de siempre. Cosas...

–Ah, ya... ¿Viste a mi hermano?

– ¿Cómo?

–Ay, Ari. Es que eso dices siempre que luego él me dice que te encontró y pasó "lo de siempre".

–... ¿Ah, sí?

 

La rubia tenía razón. En un par de la decena de veces que se había topado con Ariadna y tenía la cara media roja como si hubiera terminado de pegar un coraje, le había respondido "Nada/Lo de siempre/Cosas" y al hablar con su hermano, él le contaba que la vio y también había pasado "Nada/Lo de siempre/Cosas".

 

–Ari –Habló la pecosa– ¿Sabes quién hizo las paces con Misha?

–¿Quién?

–Ian. Creo que es tu amigo. Pequeño y de ojos bonitos.

 

Oyendo eso, Ariadna abrió más los ojos y los volteó.

–¡Ah!...

–Ellos eran amigos también y se pelearon, y ahora están bien.

–Mmm...–Ari torció la boca.

–No me gusta estar hablándote sólo cuando no está mi hermano. Ustedes deberían...

–Princesa –Interrumpió a Pavlovna–... Creo que hay cosas que tu hermano no te ha estado diciendo.

 

La rusa arqueó una ceja.

–... ¿Cómo?

–...Sí.

–¿Qué cosas?

–Mmm, no. Es mejor que te cuente él. Porque ese asunto con Ian no es ninguna pinche tregua...

–¿Por qué dices eso?

–Que te diga él. Ian me lo dijo a mí. A ver qué te cuenta tu hermanito.

–¡Eh! –Pavlovna se molestó y la jaló de la mano– ¡No! ¡Ahora tú me cuentas!

–¿Segura?

–¿Qué pasó?

–...

–...

–¿Hace cuánto que tu hermano no tiene novia?

 

La eslava se dio un tiempo para pensar.

–¿Novia de mi hermano?...Pues, Amy –Recordó– Ya ves que cortaron y ya tiene como año y medio. Todavía andabas con Owen. De ahí supe que andaba tras de una chica hace tal vez medio año, pero de repente ya no habló de ella.

–Ah...

–Bueno, pero ¿eso qué tiene que ver?

–¿Y a tu hermano nunca le han gustado...más que las mujeres?

–Pues, sólo ha tenido novias. ¿Qué es esto? ¿Me vas a decir o no?

–Pues al parecer ya le aburrieron...

 

La expresión de duda de Pavlovna cambió a una de fastidio.

–...Ay no.

–¿No, qué?

–¿Algo pasó con Ian y él?

–Sí.

–Carajo.

–¿Qué?

–Ay, Dios...

–¿Por qué, Pavlovna? ¿Sabes algo?

–Qué estúpida. Y yo creía que después del sábado ya no...

–¿Qué??

 

Pavlovna se palmeó la cara.

–...Que esos dos no pueden estar juntos sin meter la pata –comentó.

–... ¿Eh??

–A Ian sí le gusta mi hermano, ¿verdad?

–... ¿Ya sabías algo?

–Ay, Ari, Ari... Ari–la rubia tocó el hombro de la pelinegra.– Tú eres la que no está enterada de muchas cosas...Yo he visto muchas cosas que tú...ni te imaginas.

–¿¿Entonces tú sabías que tu hermano ha estado de curioso con Ian??

–Ay Ari eso siempre, como cuando eran...

–Casi tienen relaciones, Pavlovna.

 

La rusa abrió los ojos como platos.

–...Bueno, eso no lo sabía.

–Pues te informo que tu hermanito carita de arroz con leche, machito normal... –Acusó Ari, como maestra de primaria– ...hizo que Ian se enamorara de él a base de estarlo manoseando. Y no conforme con eso, TU HERMANITO se lo trajo de... baboso y nunca le supo decir de frente que lo único que quiere es probar cosas nuevas.

–¡Pero qué cosas t...!!– Pavlovna frunció el ceño.

–¡Ve!– la chica de ojos marrones señaló la calle por donde venía– ¡Ve a preguntarle tú misma! ¡A ver qué te dice ese tontito!

–Cállate.

 

Ari abrió la boca.

–... ¿Que me calle??

–¡No tienes derecho a expresarte así de mi hermano!

 

Ariadna se quedó todavía con la boca abierta.

–¿O sea que lo vas a defender??

–Tú no tienes idea de lo que estás hablando –Le reclamó Pavlovna.

–¡Por eso! ¿Lo vas a defender?? ¿A pesar de lo que hace??

–¡Mejor cállate!

 

La pelinegra la miró con desaprobación.

–...No lo puedo creer –dijo– Bueno... a fin de cuentas...tu hermano.

–No.

–...

 

Pavlovna se inclinó hacia la pequeña de un metro con sesenta y dos. La miraba como si fuera una niña pequeña en medio de una rabieta.

–Mira, Ari. No he de saber todo lo que está pasando. Pero sí me doy una buena idea porque vivo en esa casa y no estoy ciega a lo que pasa dentro de ella, así que no necesitas explicarme, yo ya sé muy bien por dónde y cómo estuvo la cosa. Y yo entiendo que no veas muchas cosas porque todo a ti te lo cuenta Ian y hasta allí se acaba lo que sabes. Y sí, también entiendo que Ian está pasando por muchos problemas, pero ni tú ni nadie se han acercado a mi hermano seguramente para saber qué demonios pasa con él ni por qué él hace muchas cosas de las que lleva a cabo.

–...

 

La cara que tenía la rusa era la más seria que Ariadna le había visto jamás. Vista así, se parecía mucho más a su hermano.

–No, no estoy justificando que haga eso que hace. Pero tampoco me gusta que haya gente como tú, o como el tonto ése del amigo o amiga de Ian que tiene el pelo café, que además de creerse con la entereza para insultar a Misha, todavía venga conmigo a acusarlo, como si esperaran que yo dijera: "Sí, sí ¡maldito!" y le diera una lección. Y menos sin saber nada de él, ni de lo que él ha tenido que pasar, ni nada.

–Ajá...pobrecito.

–¿Qué dijiste??

–¿Y sabes tú lo que ha tenido que pasar Ian??

–...

 

–Mmm, bueno, te cuento– Ariadna se cruzó de brazos– Ian tuvo que aguantar casi dos años y medio de acoso diario. ¿Sabes qué le hacían? Le daban golpizas entre cinco, le quitaban sus cosas, le llegaron a pegar diademas y moños con silicón en la cabeza, le gritaban en la calle, lo llamaban para burlarse de él y también, lo llegaron a desnudar entre varios para rayarle el cuerpo con marcadores y tiraban su ropa a la basura. El día que lo conocí yo lo saqué de un bote de basura; fui a tirar una manzana y lo encontré buscando su playera. ¿Le sigo?

–¿Y cuál es tu punto?

–Que tú no me vas a decir que una persona hace las cosas porque le pasan otras. No, no sé qué de malo le haya pasado a tu hermano, no tengo ni idea porque yo siempre lo he visto contento y sin ningún problema. A Ian yo lo he visto llorar, lo vi dándole la cara a sus acosadores cuando fuimos a denunciarlos, cuando los castigaron lloró de alegría y nos abrazó a mí y a mis compañeras... ¿Quieres que te diga cuántas veces Ian ha dañado a una persona porque a él le pasó algo? Ninguna.

–...

–No eres una mala persona porque te pasen las cosas. Lo eres porque eliges joder a otras.

–¿Y qué le ha hecho Misha a Ian, según tú?? -inquirió la rusa.

–¡Ah, entonces no estás bien enterada! ¿Verdad?

–Mmm, déjame adivinar– Pavlovna también se cruzó de brazos– Se estuvieron divirtiendo pero...A Ian le gusta y Misha le dijo que no quería nada con él, ¿me equivoco?

–...

–¿Eh?

 

Pavlovna la calló con eso.

–No –respondió Ari– Más o menos tienes la idea.

–¿Y tú tienes idea de por qué Misha no quiere estar con él?

–...

–Porque por heterosexual, creo que te das cuenta que no. ¿Cierto?

–...

–¿Quieres que te cuente lo que le pasó a Misha?

 

La belleza eslava sacó su teléfono y llamó a una amiga que estaba cerca. Esperó unos minutos a que llegara y le entregó la comida. Le indicó que llegara a su casa y se disculpara con su hermano. Iba a llegar más tarde de lo que le dijo.

 

– – – – – – – – – –

 

–A ver otra vez. Vaso. Vaso CON agua.

 

Ian tenía en su mano el vaso de plástico transparente lleno de agua, casi a la altura de su cabeza, como si fuera una especie de trofeo. Quería hacer énfasis en el objeto como pudiera. No era un maestro de lenguas, era un niño de ocho años.

Pero su compañero seguía sin entender nada y permanecía allí botado, a la orilla de la cama, con la cabeza inclinada y con cara de interrogación. Tenía los ojos abiertos como platos. Se parecían a unos platos chiquitos que su mamá tenía encima de una repisa; blancos y con una especie de mandala azul en el centro.

 

Sin embargo, Ian también había podido aprender de él en la semana que llevaban de conocerse. Sabía que Misha hacía esa cara cuando estaba aburrido o no le interesaba lo que le estaba enseñando. Ponía ésa cara para que dejara de tratar de enseñarle algo y se marcharan a jugar un videojuego.

Si no aprendía nada en un día, la señora se molestaba con Misha y terminaba regañándolo. Eso había pasado el miércoles y era muy incómodo ver cuando regañaban a alguien más, así que Ian se esforzaba para enseñarle, aunque sea, que eso que él llamaba "stakan vody" era un vaso con agua.

 

Evidentemente, el niño güero con la cara salpicada tomaba clases de español casi todos los días, ya llevaba dos lecciones. Pero sólo cuando estaba con él se le pegaban las palabras, le explicaba la mamá Lébedeva. En la lección de ésa mañana le habían querido enseñar a pedir un vaso de agua y otro par de cosas, pero Misha pronunciaba casi todo mal y ése día llegó con Ian diciendo algo que sonaba como "vas a de aguo".

Cada vez que Misha repetía eso, Ian volteaba los ojos y hacía ademanes de niño cansado, incluso corría en círculos o le daba un zape a Misha en la cabeza, a lo que el pecoso respondía con palabras extrañas y masajeándose en la zona del golpe.

 

–Vaso con ¡AGUAAAA!– exclamó Ian fastidiado, pasándose la otra mano por la cara– No me hagas esa cara, ya sé qué significa.

–...

–Sólo dime "vaso con agua" y ya terminamos y hacemos todo lo que tú quieras.

–...

–¿Sí?

Ya hachu spat. (Tengo sueño)...– le respondió el otro, rascándose los ojos y dejándose caer en la cama.

 

Ian cayó en cuenta que estaba siendo ignorado olímpicamente porque le estaba hablando como en chino (español) a alguien que no le entendía ni la primera sílaba.

–¿Por qué te hablo?–le preguntó a su rubio amigo, aunque, de cierta manera, se lo estaba preguntando él mismo.

–La, la, la, la la la la...–Misha empezó a tararear una canción que Ian jamás había escuchado.

 

El pequeño moreno se dirigió hacia Misha y jalándolo de la playera lo sentó de nuevo. El ruso fingió roncar.

–¡OYE!–Ian lo tomó de la cabeza y lo zarandeó. Misha reaccionó zafándose y volviéndose a tirar en la cama.

Ne bespokoi menya (No me molestes) –le respondió, antes de volver a roncar.

–¿Qué no ves que trato de enseñarte a hablar en el idioma del país en el que vives ahora??– exclamó Ian, desesperado. –No sabes hablar en la calle, no sabes preguntar casi nada, no sabes ni lo que te estoy diciendo y lo único que quieres es ¡echarte a dormir o ir a jugar!

–¿Jugar?–contestó Misha, con una sonrisa y abriendo un ojo.

–Ay...

–Sí, jugar. Davay! Davay! (¡Vamos, vamos!)–Misha le hizo cara de súplica y le zarandeó la mano.

–...

Pozhaluista! (¡Por favor!)

–Bueeeeno....

 

Lograban entenderse más o menos e hilar una "conversación" gracias al lenguaje no verbal y a palabras repetidas. Misha ya sabía que cuando Ian decía "Bueeeeno", era porque había cedido en algo; así que saltó de la cama, corrió a donde estaba la consola y prendió la tele.

El chico rubio había cambiado lo que podía de sus juegos del ruso al inglés, para que fuera una jugada justa donde los dos tuvieran que esforzarse para entender. No sabía que Ian había aprendido inglés desde que también había aprendido español. Eso hizo ventajoso el juego para el moreno que, en un punto de una partida, entendió una instrucción que Misha no, y ganó.

El pecoso miró perplejo la pantalla, porque nunca había podido hacer bien esos movimientos; luego le tiró a Ian encima una almohada que estaba cerca.

 

Ian se caía de la risa.

–Eso te pasa por ser un zoquete–se carcajeó. 

 

Oyó que Misha dijo algo entre dientes y vio cómo volvió a tirarse en la cama. Habían jugado cerca de dos horas y hacía calor. Ian se levantó y corrió a echarse justo al lado de Misha, que se estaba abanicando con la mano.

–Mmm... obvio no vas a querer salir afuera– le dijo.

 

El pequeño de ojos negros se buscó en las bolsitas de los pantalones y se encontró dos dulces pequeñitos sabor tamarindo con chile. Abrió uno y se lo comió. No se había percatado de que Misha lo miraba.

 

Chto eto? (¿Qué es eso?)–le preguntó el ruso, señalando la envoltura del dulce.

–¿Qué? ¿Quieres?

–¿Ah?...

–No– contestó Ian, asumiendo que le estaba pidiendo– Te vas a enchilar.

Dai mne (Dame)– el sonido de la petición la hizo reconocible para Ian.

–Que no.

Dai mne!

–¡Oh, bueno!–le entregó el otro dulce– Allá tú si te picas.

 

Misha se incorporó y se sentó en la cama. Abrió el dulce con gran interés y se metió hasta adentro la pequeña bolita suave, como si fuera una pastilla. La masticó y la disolvió en su lengua.

No pasaron más de tres segundos cuando puso una cara de miedo y escupió los pocos pedazos sólidos que quedaban del dulce.

 

¡JA JA JA JA!!–se carcajeó Ian. Ya sabía que algo así iba a pasar.

 

A Misha le lloraron los ojos y comenzó a jadear como cachorro correteando un auto, lo que hizo al moreno carcajearse todavía más.

Entonces Ian pudo ver que Misha miró hacia el vaso de agua puesto sobre la televisión. Vio clara su oportunidad.

 

Los dos salieron disparados de la cama, pero Ian le ganó el vaso y se lo escondió en la espalda, cambiándolo de mano con cada intento del rubio por alcanzarlo.

–A ver, ¿Qué quieres?– le preguntó con una sonrisa.

–¡Agua! ¡Agua!–exclamaba Misha, desesperado por ganarle el vaso.

–¿Qué?

–¡AGUA!

–¿Qué??

 

Ian se moría de risa y Misha entendió lo que quería.

–¡Vasa de ogua! ¡Vasa de agua!!

–¿Qué??

–¡Vasa de agua!!

–¿Ehhhh?

–¡VASO DE AGUA!!!

–¿Y cómo se dice?

 

Eso era parte de una lección anterior: Decir "Por favor".

Dai mne stakan vody! Bolvan!! (¡Dame agua! ¡Estúpido!!) –exclamó Misha, aún más desesperado y enojado.

–¿Quéeee? Mí no entender...–se burló Ian.

–¡VASO DE AGUA, POR FAVOR!!

–Toma– Ian le cedió por fin el vaso. 

 

Misha se lo arrebató y se bebió toda el agua como si acabara de regresar del desierto. Ian no paraba de carcajearse, hasta sentía que la panza le dolía.

Se dejó de reír cuando Misha azotó enojado el vaso en el piso y lo asustó.

–Pochemu ty smeyesh'sya?? (¿De qué te ríes??) ¡Ya basta!!

 

Las mejillas y los labios de Misha estaban rojos como agua de Jamaica y sus ojos estaban llenos de lagrimitas, por el ardor. Le dirigió a Ian una mirada de odio y volvió a la cama a acostarse boca arriba y taparse la cara con una almohada.

Así es, nunca dejó de hacer eso.

 

–Ah, lo que faltaba –suspiró Ian– Ya te enojaste. ¿Quién te manda a comer lo que no conoces?

–...

 

Ian se buscó en la otra bolsita del pantalón y descubrió un par de monedas.

–Ahorita vengo –le dijo al ruso, aunque obviamente no entendiera.

 

Bajó las escaleras, cruzó la puerta y la calle, hasta llegar al pequeño puesto de dulces de doña Chuchita.

Regresó al cabo de un par de minutos. Misha estaba todavía tal y como lo había dejado.

 

–Oye... –lo llamó– Te traigo una cosa.

El rubio de la cara salpicada no movió un músculo. Ian le destapó la cara y Misha se volteó. Tenía una cara triste, como pensativa.

–No te gusta vivir aquí todavía, ¿verdad?

–...

–Has de extrañar mucho tu casa... bueno, la de Rusia.

–...

 

Ian tomó la mano de Misha y le entregó un pequeño regalo. Un dulce de nuez, de sus favoritos.

–Este no pica. Cómetelo con confianza.

 

Misha lo ignoró los primeros instantes. Luego, se miró la mano y la extendió para devolvérselo al moreno.

–Que no pica– argumentó Ian. Le quitó el dulce de la mano, lo desenvolvió y rápidamente, antes de que reaccionara, lo metió entre los labios todavía rojos del ruso.

 

Éste reaccionó enojado y con un reproche, pero en cuanto empezó a saborear el dulce, su cara cambió. Sonrió como tonto y se puso contento.

–¡Mmm!– exclamó Misha. El regalo había sido un éxito total.

–¿Ya ves? Te dije...

Spasiba! (¡Gracias!)– contestó Misha con una gran sonrisa.

 

Entonces hizo algo que cambiaría por completo la historia...

La primera mariconada, formalmente.

 

Ian nunca supo después qué había significado, o qué paso por la mente de su amigo para que hiciera eso. Nunca supo deducir una respuesta.

Misha, con sus labios pegajosos de azúcar y muy contento por el sabor de la nuez, le plantó un beso en la mejilla izquierda al moreno pequeño que todavía jugaba con muñecos de acción. Fue el primer beso que le dio alguien que no fuera su familia.

 

Ian pegó un brinco y abrió los ojos como si viera un espectro.

–¿Por qué... hiciste... –lo miró a los ojos– ESO???

 

Misha se tiró en la cama de lo más contento y siguió saboreando su dulce con singular alegría, mientras Ian intentaba quitarse la marca pegajosa de la primera muestra de cariño que su chico de ojos de cápsulas de mar le habría de regalar en toda su vida.

 

Un dulce por otro dulce.

 

Al menos así lo definiría por el resto de sus días. 



 

Notas finales:

Hasta el próximo viernes, bellezas!



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