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Los chicos lloran lágrimas celestes [en REEDICIÓN] por DianaMichelleBerlin

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Notas del capitulo:

Perdón tanto por la hora!!

¿Ya vieron la de IT? Está genial xD si no han ido vayan a verla, Diana Michelle se las recomienda.

 

Volviendo a lo que nos compete, este capítulo es como una pomadita curativa respecto al anterior, les va a hacer bien en el alma jaja. 

 

También está cortito, pero el capítulo del próximo viernes es gigante. Tanto que estoy analizando el subirlo en dos partes. O tal vez lo suba completo a lo largo del mismo viernes y el sábado ya empecemos con la segunda parte (así es, todos estos capítulos fueron una primera parte de la historia en total). Díganme cómo está mejor. 

 

Gracias por seguir leyendo <3 En especial a Mrs. Hunter. 

Nena, me haces feliz siguiendo esta cosa :*

Todavía no había recogido la mayoría de las cosas rotas de la otra vez, ni siquiera algunas que habían quedado inservibles, como un viejísimo reloj que tenía desde niño. Seguía tirado por allí en un rincón; como él mismo a menudo en la madrugada, aunque la mayoría de la noche estuvo en cama.

 

El día anterior había terminado de descargar todas las lágrimas que le quedaban, al descubrir una fotografía antigua de cuando él y Misha eran apenas unos niños. Él había participado con su grupo en un concurso de coro en la escuela vestido de charro y, para su sorpresa, Misha venía también de su escuela; había interpretado un poema ruso y tenía puesta una ushanka. Era una foto tiernísima; los dos abrazados, representando su cultura. Parecía fotografía de página de intercambio estudiantil. Había dormido abrazado de la foto.

 

Cuando se despertó, traía la foto todavía entre sus brazos, pero se le habían arrugado las esquinas. Después de echarle un vistazo, ese apacible momento en la mañana cuando despiertas y el mundo parece tan bueno, terminó para él.

Dudó un momento entre guardar la foto y tirarla a la basura. La conservó, pero la puso en el último cajón de su cómoda, condenándola a no ser vista en años otra vez.

 

Estaba decidido a que ése día empezaría el camino a un nuevo verano, aunque aún faltaban algunos días para que llegara todavía. En realidad, gustaba mucho de llamar a sus propias épocas con los nombres de las estaciones del año. Se le hacía un ejemplo muy ilustrativo, aunque dichas etapas muchas veces iban en desorden. Era una rareza poética de él.

Había pasado el invierno, ahora era turno de tomarse unos días primaverales, de reparación, para poder empezar un nuevo verano después. Verano había sido cuando Joaquín estuvo con él y cuando le había prometido a Ari deshacerse de los rencores pasados.

Era tiempo de darse un respiro. El fin de semestre pasado había sido el más difícil de todos, porque le había dedicado demasiado tiempo a Misha a la par de sus trabajos. Ya era tiempo de descansar. Obviamente las clases de ruso ya no serían posibles, pero seguiría estudiando el idioma por su cuenta, y quizás también el francés.

Se mantenía haciendo un repaso mental de toda esa labor, con el firme propósito de cumplirla, pero la verdad era que aún estaba muy débil emocionalmente como para saber si haría todo eso en serio.

 

Escuchó que tocaron a la puerta de su casa y a su mamá diciendo “Yo voy, viejo”, seguido de un melodioso “¡Ariadnita! ¿Buscas a Ian?”

 

Se apresuró a ponerse los pantalones y la playera. Se peinó como pudo y se acomodó el pequeño gorrito azul. También se lavó la cara y se cepilló los dientes.

Obviamente tenía los ojos rojos y saltones, pero ella sabría comprender por qué. Le contaría los pormenores en un rato.

 

Apenas estuvo listo cuando la oyó subir por las escaleras.

 

–¿Ian? –Él salió de su habitación.
–Hola –la saludó con la mano y una ligera sonrisa.
Ella también traía una sonrisa muy ligera para la acostumbrada. Algo le dijo que no era por él.

 

Ella lo saludó de beso y lo abrazó hasta apretarlo.

 

–¿Cómo estás tú? –le preguntó– ¿Cómo te sientes, cariño?

 

Se soltaron y él le sonrió de lado.

–Un poco de la chingada –Contestó encogiendo los hombros– Pero bueno, estoy bien.
–¿Por qué de la…? ¿Cómo estás desde ayer?
–…
–…
Ian no pudo seguir sonriendo más.

–Tú sabes. No puedo sentirme bien ahora.
–¡Ven! –Ari lo estrechó de nuevo en sus brazos.

 

Al contrario del abrazo anterior, Ian se aferró más a este nuevo. Duraron así un minuto entero.

 

–Tienes los ojos híper hinchados –le señaló Ari, revisándole la cara.
–…Sí…
–¿Cuánto lloraste?

 

El moreno bajó la vista.
–…Más o menos toda la noche.

La pelinegra dio un resoplo de pena.

 

–Me lo temí –dijo ella– Tal y como alguien que yo conozco…
–… ¿Quién? –preguntó él, mirándola con una ceja arqueada.
–…
–Ari…
–Tengo que contarte algo, Ian.
– ¿Qué sucedió?
–… ¿Quieres sentarte?

 

De pronto Ian se dio cuenta de que los ojos de Ari también reflejaban una noche difícil, como si se hubiera desvelado toda la madrugada.
De hecho, también se dio cuenta de que traía exactamente la misma ropa del día anterior.

 

–Ari ¿Te pasó algo? –le preguntó.
–No, Ian. Si es por mi ropa, es que no dormí en mi casa.
–¿Dónde estuviste?
–…En casa de alguien.
–¿Y te mantuvieron despierta?
–…Algo así.
–Ah… –Ian asintió con la cabeza– ¿Uno de tus asuntos?
–…Sí, ahora lo es.
–¿Quién?
–Ian…–Ari respiró profundo–…Quiero que te sientes. Tengo que hablarte de algo.
–… ¿Es grave?
–Es algo que tú debes saber.

 

El moreno se angustió en automático. Ari no parecía estar hablando de algo menos grave que una tragedia.

 

Se sentaron al costado de su cama. Ian les quitó de cerca las cobijas desordenadas y los objetos destruidos, mientras Ari lo observaba.

 

–¿Por qué hay tantas cosas rotas, Ian? –A ella le pareció que se picó con un trozo de algo roto.
Ian no contestó.
–¿Tú las rompiste? –preguntó la chica.
–…El día en que tuve eso que te conté con Mijaíl.
–…
–Sí.

 

Ari movió la cabeza. Se puso más triste.

–…Qué terrible daño puede hacerle a las personas un corazón que no puede tener lo que ama –suspiró– Eso es de lo que me he dado cuenta muy bien con mis niños… pero sobre todo, contigo y con Misha… –suspiró– Tienen una historia tan llena de lágrimas.

–…No, Ari –le contestó Ian, negando con la cabeza.
–…
–No digas que “tenemos” nada. No tenemos ninguna historia.
–…La tienen.
–Para que dos personas tengan “una historia”, hace falta que las dos sientan casi las mismas cosas –El moreno negó con la cabeza– Esto…Sólo es mi pinche historia, llena de estupidez, enamorándome una y otra vez de alguien que sólo me ha visto la cara de fácil.
–Ian.
–…Dime.
–Es de eso que vengo a hablarte.
–…

 

Ian volteó hacia Ariadna. Ella tomó mucho aire.

–Estuve en casa de Misha.

 

Esto bastó para que el de ojos negros con rojo cambiara su gesto hacia ella. La miró con la intriga más grande con que la había visto.

 

–¿Por qué estuviste allí??–le preguntó. Casi sonaba a reproche.
–Ayer, creo que fue después de que estuviste con él, fui a su casa a gritarle de cosas y a pedirle que no se te acercara.
–Gracias.
–No, Ian, no me des gracias.
–De todas formas, gra…
–Que no, Ian…Esta vez no te lo digo por ser amable. No agradezcas nada.
–…
–…
–… ¿Qué pasó después?

 

Ari volvió a tomar aire.

–Después, me encontré a Pavlovna –Prosiguió– Casi también me agarro de los cabellos con ella, pero entonces, cuando le expuse lo que pasaba, ella también me habló.
–… ¿Y qué te dijo?
–…Me dijo cosas que la verdad nunca pensé escuchar…
–¿De Mijaíl?
–Sí.
–Ari… no es por decirte que desconfíes de ella… pero ella me ha mentido por sacar de los problemas a su hermano.
–¿Te ha mentido?
–Sí. Bueno, con ayuda de él.
–¿Sobre qué te mintió?

 

Ian suspiró y aprovechó para frotarse los ojos.

–Cuando quise saber por qué él se había ido y me había dejado de hablar, él me dijo una historia acerca de haber regresado a Rusia –Contestó él– Luego ella me dijo que había sido culpa de que su padre pensó que estaban dejando de ser rusos, o alguna chingadera así.
–…Sigue…
–Ella lo tapó con esas historias, hasta que Mijaíl mismo me contó la verdad.
–¿Y qué fue lo que te dijo?
–Me dijo, pues… la verdad. Me dijo que su madre le contó a su padre lo de las cosas medio gays que hacíamos y el señor habló con él. Lo convenció de que lo que hacíamos estaba todo mal y él mismo quiso irse y alejarse de todo por mucho tiempo. Sobre todo de mí…
–…Ian.
–¿Qué?
–Te mintieron.
–Sí, pero al fin, como en todo, salió la verdad.
–No. Eso también es mentira.
–…
–Yo ya sé a dónde fue él cuando te dejó solo.

–Ah… –Ian se levantó de la cama, con fastidio– ¿Y ahora a ti qué te dijeron para excusar sus nuevas pendejadas?
–Ian, no hables así, escucha.
–¿Qué te dijeron, Ariadna?
–Ian, escúchame primero y luego te enojas lo que quieras. Pero óyeme.
–…
–Nadie, a menos que fuera un maldito psicópata ocultando un asesinato múltiple, inventaría una cosa del calibre de la que me enteré anoche.
–…
–Mírame a los ojos y escúchame bien cuando te digo que eso no es ninguna mentira.

 

Ian cambió su expresión.

Ari era una persona nada fácil de engañar. Estaba hablando de algo muy malo.

 

–Ayer… –continuó ella– Ayer no sólo cambió mi forma de ver a Misha o de ver esto que pasa, Ian –tomó aire– Ayer también me topé con uno de los casos más tristes que me ha tocado con uno de mis niños… porque como te podrás imaginar, él es uno de ellos y lo voy a ayudar de ahora en adelante.

 

Estaba hablando de algo muy, muy malo.
Al moreno se le pusieron los pelos de punta.

 

–¿Qué le pasó??
–…
–Ariadna…
–Ian, yo vengo a contarte mi historia, no la de él.
–…
–Mira, yo…
–¿Entonces a qué vienes??? –le gritó Ian. Ya estaba asustado hasta el cuello– ¿Me das la introducción de algo que no me vas a decir cómo termina y diciendo que me voy a enterar de lo peor del mundo???
–¡Demonios, Ian, escucha!
–…
–No te voy a decir lo que le pasó, simplemente porque a mí no me corresponde eso.
–…
–Tú tienes que hablar con él.
–…
–Hay cosas muy malas de su vida que no sabes, Ian –Siguió la pelinegra– Y no te culpo por no saberlas porque él mismo se ha encerrado en una bolita. Ni siquiera sus mejores amigos saben esa historia. Owen sabe dos que tres cosas. En lo que Misha se equivocó es en la posición que adoptó respecto a eso y a ti; ayer se lo dije y creo que lo entendió, y ahora… ahora, creo que él está dispuesto a abrirte todo su corazón. Incluso, a esas partes tan negras.
–…
–En serio, habla con él.

 

Ian comenzó a llorar.

–Ian, no… no llores –Ari se sintió aún más triste. Se preguntó en ése momento si de verdad estaba segura de seguir en esa vida de luchas ajenas– No te lo dije para que lloraras, por favor.

 

–¿Dices que me va a abrir su corazón? –gimoteó Ian.
–…Sí, cariño. Tal vez no todo de un solo golpe, pero lo va a hacer.
–Ari…
–Dime.
–…
–Dime, Ian. Te oigo.
–¿De casualidad él te dijo…? –El nudo en su garganta no lo dejó continuar.
–¿Qué cosa?
–…
–Ian…
–¿El te dijo… –sollozó–…te dijo qué siente por mí?
–…Ian…
–…
–Ian, él te ama.

 

Un pequeño lote de lágrimas salió de las nochecitas de Ian.

–¿Él te lo dijo?
–…No gritó otra cosa en media hora.

 

Otro lote de lágrimas, ésta vez un poco más grande, con sollozos más sonoros.

–Ian –agregó Ari, con una sonrisa de aliento– Yo creo que incluso… él te ha amado y ha esperado por ti más tiempo de lo que tú lo has hecho.

 

Aunque cubierto de lágrimas y todavía llorando, en el rostro del moreno comenzó a florecer un poquito de sonrisa.

 

–Está loco por ti, cariño.
–Por favor, Ari, no me engañes.

 

¿Has sentido cuando una magia poderosa se abre camino en tu alma y alivia tu dolor?

 

Ari le sonrió otra vez, como enviada de la paz.
–¿Crees que te mentiría con lo que más ha querido también tu corazón?

 

Ian corrió a abrazarla, como un niño emocionado. La hizo caerse toda en el colchón.

Ella pudo seguir sintiendo las lágrimas de Ian resbalando y atravesando sus rizos hasta mojar su oreja, pero también a través de ella podía escuchar la pequeña risa de alegría que su amigo emitía por la noticia.

 

Lo único que deseaba, era verlos pronto sonriendo, juntos, un día por la calle; tal vez saludándolas a ella y a Noriko, de la mano. Los soñó despierta. Esa risa y la confesión de Misha era lo que ella consideraba lo crucial para que todo terminara bien.
A partir de ése día, todo estaría mucho mejor.

 

–Ian, hoy hay una fiesta –le dijo al oído.
–Quiero ver a Misha.
–Es cumpleaños de una amiga. La que le digo Madelaine, ¿Te acuerdas de ella?
–¿Victoria la del otro día?
–Sí. Le hicimos una fiesta sorpresa –afirmó Ari
–Ah, le mandas mis saludos.
–Misha va a estar ahí.

 

Ian se levantó como si le hubiera picado un alacrán.

–¿A qué hora?? –Inquirió.
–En la tarde, como a las 6.
–¿Y qué horas son?

Ari sacó su teléfono– Van a dar las dos apenas.

–¡Fuck!

 

El chico de brazos de fideo y sonrisa encantadora dio un brinco de la cama.

 

–¿Qué te pasó, Ian? Ja ja ja.
–¡No me van a dejar salir si no levanto este chiquero!
–¡Ja ja ja ja ja!
–¿Crees que nos podamos ir juntos? No sé dónde vive.
–Sí, claro, te paso a recoger a las 5.
–¡Sí, gracias!

 

Ian tiraba a la basura cosas y levantaba otras como demente.

–Te pones guapo– le advirtió la pelinegra.

Ian la miró con una ceja levantada.

 

–Me voy a volver una diva loca estereotipada arreglándome –canturreó.
–¡Ja ja ja ja! ¡Ay, Ian!
–Seré más fabulosa que Joaquín, vas a ver –dijo, poniéndose en pose de modelo.
–¡Ja ja ja ja!...Ian, ya me voy.
–A las 5.
–Te pones tu mejor vestido.
–Y mis mejores tacones.
–Ja ja ja, ta güeno pues.

 

Ariadna se retiró de la casa de Ian de lo más contenta. Casi estaba por lograrlo de nuevo.
Todo iba a salir muy bien esa tarde.

Iban a ver a un ruso enorme de la mano de un pequeño latino.
Estaba tan contenta que casi siente que era su propia historia.

Notas finales:

Recuerden que ando en Instagram como dianamichidaiiann y allí subiré ilustraciones de los personajes y pronto de algunas escenillas de la historia. Por si gustan xD

 

¡Hasta el viernes, criaturas bellas! <3


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