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Los chicos lloran lágrimas celestes [en REEDICIÓN] por DianaMichelleBerlin

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Notas del capitulo:


¡Amores!

¿Qué tal este precioso sábado que ya se acaba, preciosos? <3

 

Ya sé que me paso de lista con las horas en las que subo capítulo, pero este capítulo lo tenía escrito desde hace muchos meses y debía editarlo un poco. No sé si se note, pero evolucioné un poco en mi redacción, antes no daba tantos detalles. Creo que quedó el doble de lindo de lo que era :3 

Ojalá les guste, les juro que con esta historia he hecho muchas cosas nuevas que jamás pensé XD 

Mrs. Hunter, tú serás jueza x3 se te adora!

 

Va!!!

 

–Necesito de verdad que escuches algo.

Ari tomó a Ian por sorpresa. Un minuto le estaba preguntando acerca de su estado y al siguiente ya quería hablarle del ruso otra vez.

 

–Ay, no –sopló el latino– mira ya me cansé…
–No, es que necesito que de veras ahorita me escuches.
–No, no me interesa saber nada de ese pendejo. Si está mal, que se joda.
–Oye, mira, de verdad, si no fuera tan grave…
–¿Por qué lo defiendes??? ¿No te acuerdas de lo que hizo??
–Ian, tienes que saber algo…
–¿Qué??
–…
–¿¿Qué???
–… Está yendo a terapias.
–…¿Y eso por qué? ¿Su clóset?
–…No.
–…
–…
–Su psicólogo me dijo que Misha necesita de ti… Para comenzar a avanzar.
–¿Por qué está en terapia?
–…Siéntate.
–…
–Era mejor que él te lo dijera, pero de verdad, ya no es momento para eso.
–…
– Tengo que contarte las cosas que sé de él.

 

Exasperado. Molesto. Atento. Buen escucha. Sorprendido. Dudoso. Aterrorizado. Horrorizado. Triste. Llanto.
Ganas de salir corriendo hacia su casa.

Eran las ocho de la mañana, cuando salió disparado de la puerta.
Cuando llegó, Pavlovna le indicó el camino.
Y se encontró con el príncipe, el hijo del zar. Durmiendo, como si la aguja le hubiera hecho efecto.

A un corazón enamorado le importan más las heridas ajenas que las propias.
A veces para bien, a veces para mal.
Es una capacidad extraordinaria humana.

 

– – – – – – – –

 

Era un día para el amor. Por fin.

 

Misha se levantó para vestirse, mientras Ian lo miraba acostado, sonriente, con las mejillas rojas. Bajaron a desayunar. Pavlovna había salido para ver a Alejandro.
Mientras comían, iban charlando acerca de lo difícil que habían sido esas últimas dos semanas; qué había hecho el uno sin el otro (ninguno de los dos, demasiadas cosas), cómo se habían sentido, dudas que el moreno tuviera acerca de lo que Ari le había contado…

Y recuerdos. Muchos recuerdos.

 

–¿Te acuerdas de cuando correteamos ardillas? –preguntó Ian.
– Yo las perseguí. Tú le estabas dando de comer a una y llegué corriendo y pegó una carrera como de olimpiadas.
–¡Ja ja ja!... Tienes razón, hasta te grité.
–Sí –sonrió Misha.
–Sí…
–Te calmé con un beso.

 

El ruso sonreía de una manera muy cálida, que le movió el corazón y los recuerdos a su chico.

 

Se hizo el silencio, pero no uno tenso ni trágico como siempre. Éste era uno diferente, lleno de amor sobreentendido.
Se sonrieron como dos tontos por un lapso lo suficientemente largo para admirarse hasta pestañas y pecas de la cara. Ahora sí, las manos juntas sobre la mesa no como si estuvieran haciendo diabluras juntos; sino de una forma suave, como si la mano de uno fuera para el otro un pequeño animalito, de esos que se acarician y se toman con cariño, porque hacen cosquillas con su pelito y se siente su pulsito delicado en el pecho.

 

–Misha…
–Dime…

 

El rubor se le subió al moreno hasta las cejas, pero ya no había problema alguno en ello.

 

–… ¿Por qué me besaste esa vez? –preguntó, con un poco de pena.
– Ja ja ja… –las bolas de helado de fresa salieron de nuevo en la cara del ruso– ¿Cuál de todas?
–La vez de lo del vaso con agua.
–Ja ja ja ja… ¿Todavía te acuerdas?
–Ah… –Ian fingió una expresión de enojo– Perdón por atesorar esos recuerdos de mi infancia contigo.
–Ja ja ja… No te enojes. Yo también me acuerdo.
–…
–Nació de mí hacer eso. Sólo sentía que tenía que hacerlo… y ya.
–…Vaya.

 

El cereal que Misha recién había vaciado en su plato ya se estaba aguando.

Sonrió otro poco antes de comer una cucharada.

–Yo sólo le había dado besos así a Larissa.

 

–Wow… –Ian enrojeció aún más, como si de repente hubiera subido la temperatura a la de una playa.
–Pero al parecer a ti te dio asco, te limpiaste.
–Ah…– Ian se llevó la palma a la cara– Era un morrito zonzo. Iba en tercero, cuarto de primaria.
–Tal vez fui yo quien te contagió, ja…
–¿De qué?...
–De esto.

 

Ian quería aclarar otra duda. Acercó más su silla a la del güero.

–Oye, Misha…
–Eh…
–Si eres gay, ¿Por qué tuviste novias?

 

Misha arqueó una ceja. Analizó un poco la pregunta y tragó bocado.

–No Ian, yo no soy gay.

 

Ahora Ian arqueó sus propias cejas morenas.

–… ¿Entonces? –indagó.

–Ian, me gustas tú, como nunca nadie. Pero hablando en general, me gustan las mujeres.
– ¿Eso se puede?
–Eso parece.

 

Ian no estaba demasiado familiarizado con la bisexualidad. Un problema recurrente de quien es simplemente homosexual.

–…Yo siempre había creído que no. ¿Estás seguro?
–Completamente.
–Pero… eres gay o eres hetero… ¿No tienes que decidirte por algo?

 

Misha no entendía la pregunta; claro está, no sabía nada acerca de esas cuestiones.

–¿Decidirme, por qué cosa?
–…No lo sé.
–…
–Es que dicen que no hay tal cosa como ser hetero y gay a la vez.
–Bueno… Yo estoy aquí. Supongo que soy una prueba.

 

El moreno notó la seguridad en las palabras de Misha y no quiso alegar más allá de eso. Tal vez él tendría que replantearse también muchos pensares.

 

–No me dejes de querer nunca por una chica, o te doy una paliza –le bromeó a su chico, moviéndole un brazo. Misha no se lo tomó tan a chiste.

–… ¿Por qué haría eso?? –El rubio puso una cara de reproche.
–Bueno, ya engañaste a Amy conmigo… en teoría.

–Yo no engañé a Amy. Se lo dije de frente. Lo nuestro no era muy clásico. Ella también quería a otro sujeto. Estaba conmigo porque sentíamos muchas cosas el uno por el otro… pero siempre supimos que no nos íbamos a quedar juntos. Algo nos lo decía. Era demasiado divertido y demasiado libre para ser estable. Yo no quiero cosas así para estar con alguien toda la vida.
–Vaya.

 

Se miraron a los ojos.

–La amaba… –continuó– O bueno, me gustaba casi a ese grado, si lo quieres ver así– continuó Misha– Pero contigo… sentía que tenía demasiadas cosas pendientes. Como cuando dejas una cosa sin resolver y te da vueltas de aquí para allá en la cabeza, y así hasta que te hace un hueco muy grande… Igual en mi corazón.
–¿Por eso me buscaste?

–…Sí –el ruso suspiró– Me decía a mí mismo que no lo hiciera. Te vi ese día en el parque y tu cara me dijo que no me querías… pero… me dejé guiar por el impulso. No me dejaste en paz hasta que pedí tu dirección y… Luego, otra vez, con lo de clases de ruso…
–…
–Todo fue una serie de impulsos. Porque no podía estar sin ti.
–¿De verdad? –Ian sonreía como un niño en un sueño despierto con una juguetería.

–Y cuando comenzamos a actuar como novios…
–Ja ja ja… bueno, eso está claro que fueron impulsos.
–…Realmente, era impulso a tocarte, pero también a perder el miedo.
–…
–Tocándote y besándote perdí el miedo. Tú sabes… Lo de la terapia.
–¿Lo de la terapia te hizo reaccionar así cuando… en tu cuarto nosotros…?
–No –la sonrisa rusa se desvaneció.
–…
–No, eso fue más bien por lo de…

 

Ian reaccionó igual.
–¿Te recordó cuando te violaron?

Esa era una palabra excesivamente espinosa para el rubio. Se molestó de golpe.

–¡No digas eso! –exclamó.
–Pero…
–No menciones eso.
–…
–…
–Lo siento.

 

Ian bajó la cabeza y suspiró, pero con un aire de suma tristeza.
Cuando Misha se dio cuenta de su reacción, se relajó y se levantó para estrechar a Ian en un abrazo.

 

–Perdón –pidió.
–No, está bien –dijo el moreno– Fui muy directo. Lo siento.
–No, perdóname –recalcó el otro– porque tú no tienes la culpa de nada que haya vivido. No debo ponerme así contigo, Ian… Lo siento mucho.

 

El moreno se levantó, rodeó la cadera de su chico con los brazos y lo estrechó también.

–No volveré a mencionar eso –juró– Lo prometo.
–…
–…
–Sólo –dijo Misha– dame tiempo… Hay cosas que todavía no tolero escuchar.
–…
–Ian…

 

Sentían sus pulsos y sus latidos por la estrechez del abrazo.

–¿Qué tienes, amor? –respondió el pelinegro.
–…
–Misha.

 

Ian sintió el pecho de su chico temblar.

–¿Qué tienes?
–Yo te juro que sí lo hice con amor.
–¿Qué cosa?
–…Ése día. Cuando antes de la fiesta donde peleé con Alejandro.
–…
–No me estaba divirtiendo.
–…
–Te toqué porque tenía ganas de tocarte por todas partes. Y hacerte feliz.

 

¿Aún guardaba esa culpa?
El moreno estrechó el abrazó y acarició con ternura la espalda de Misha.

 

–…Ya sé, mi Misha.
–De verdad… Yo quise ser…
–… ¿Qué?
–La persona que tú dijiste que querías para eso.

 

Se le hizo un pequeño nudo en la garganta al ruso.

–De haber sabido todo lo que ya sé, no te habría dicho eso.
–Lo siento.
–No –agregó Ian– Ahora yo te debo una disculpa.
–…
–Fui muy cruel.
–No lo sabías… Ian…
–Ya no importa eso.
–Aún así.

 

Misha también se aferraba a Ian. Lo hacía con toda la fuerza de sus sentires.
Lo besó en la cabeza.
Y se atrevió a soltar las palabras que le bailaban en la mente.

 

–Oye.
–¿Sí? –contestó Ian.
–Si me lo permites un día…
–…
–…
–… ¿Qué?... ¿Tocarme?
–Amarte.
–…

 

Y una vez más… el silencio.

No se escuchaba nada más allá de sus respiraciones ligeramente agitadas por la emotividad del momento; en especial Ian, escuchando con su oreja puesta sobre el pecho de Misha, desde donde oía su corazón, sus espiraciones y sus sentimientos fluir desde lo profundo de sí hasta sus labios. Era una especie de arrullo inspirador. Arrullo, palabras, silencio y emociones se homogeneizaban para hacer de esa una escena perfecta. Y perfecta era para los arranques del corazón. Para olvidarse del mundo y de las personas en derredor… Para tomar una iniciativa y una decisión, en medio de un momento en el que todo llamaba a liberarse de todos los peros. Los peros nunca habían servido de nada. Los peros se volvían arrepentimientos. Las iniciativas… se volvían momentos épicos.

 

Las decisiones se vuelven momentos y luego, recuerdos en nuestra vida; depende de uno mismo si el recuerdo es una sonrisa y un suspiro, o un pero dicho y nacido para ser arrepentimiento después.

Ellos dos en medio de una absoluta quietud, esperando a ser rota.

 

–Misha.
–…Eh…
–Te amo.
–…Te amo.

 

Ian dio el primer paso hacia lo que sabía que era algo que iba a recordar más que el mismo beso de sus nueve años.

–Misha.
–…Ian.
–Mi Misha.
–…

 

Ian tomó una iniciativa.

–Misha, ámame.
–…

 

Se aferró a él.

–¿Tú…? –Una interrogación se dibujó en el rostro del niño de las pecas.
–Que me ames.

 

Ian tomó una decisión.

–Ámame.
–Ian…
–Ámame.
–No, Ian, no.

 

El latino lo miró y se le separó un poco.

–¿Por qué no?
–No… Es demasiado pronto.
–Misha… –Ian miró hacia sus labios– No es cierto.
–…
–¿Nunca has querido?
–…
–Yo sueño contigo desde que crecí.
–…
–Misha…
–Para eso se tiene que esperar tiempo. No quiero volver a hacerte sentir mal.
–No pasa nada.
–Ian…
–Llevo años esperando que me toques.
–…
–Ámame.

 

El mar y la noche volvieron a encontrarse una vez más.
Esta vez no para una tormenta.

 

Misha tomó a Ian de la cintura, despacio, como algo efímero igual que en su sueño.
Unieron sus labios.

 

Esta vez no era una tormenta negra.
Era un huracán.
Un fenómeno del Niño.

 

– – – – – – – –

 

 

El primer beso nació igual que el de aquella vez. Delicado, tierno, húmedo y liviano. Ian rodeó a Misha por el cuello y el rubio lo tomó por las caderas, en un suave masaje por la espalda.
Poco a poco, Ian hizo lo mismo y se acariciaron torpe y cariñosamente las espaldas, la cintura y luego, las caderas y el pecho mutuamente, hasta que Misha tomó otra iniciativa y bajó sus manos al trasero de su chico, debajo de toda prenda de ropa, tocando esas pequeñas curvas como el mismo animalito suave que eran sus manos.

A pesar de tocar tales lugares estratégicos, los primeros cinco minutos transcurrieron con caricias tiernas, con delicadeza… Era parecido a la sensación que te da cuando se te entrega algo valioso entre las manos. Cuidado, cariño, atención. Amor.

 

Luego, Misha lo tocó con más fuerza.

El roce de sus labios se volvió a descontrolar, hasta que terminó siendo un violento choque de lenguas y la boca rosa de Misha volvió a resbalarse por el cuello de Ian. El moreno ya extrañaba mucho ese pasar de labios en las zonas más sensibles de su nuca y cerca de su clavícula, porque tan pronto como Misha pasó por allí, algo se movió de nuevo, animado, en su pantalón. El rubio lo sintió y sus propias partes correspondieron el movimiento.

 

Misha movió la caja de cereal azucarado y los platos en la mesa y levantó a Ian hasta acostarlo en la superficie. Se abalanzó hacia él y volvieron a besarse desesperadamente, como si quisieran comerse. Ian aprovechó de nuevo para colar sus manos en el pecho blanco de su enamorado; sintió sus tetillas, su figura, sus costillas y la curva de su ombligo con detalle. Luego, dirigió sus manos hacia la cadera de Misha, bajando hacia su parte trasera y, después, a la delantera, mientras él seguía mordiéndole el cuello y acariciando su pecho.

 

El otro tardó unos segundos en alcanzar los pasos de Ian, que lo miraba con unos ojos que sólo lo habían mirado así aquel día… pero estos eran todavía más bellos. Aquella mirada del 29 de junio era toda calentura, pasión por los toques. La de ahora estaba toda encendida, como fuego, con amor y deseo, reclamándole que lo tocara.

Encanto hermoso de las tierras latinas del que le habían hablado antes de mudarse.
Y él deseaba todo ese encanto para él. Para siempre.
Sin importar cualquier quemadura.

 

Misha regresó a los labios del moreno mientras su tacto descendía hacia esa zona deliciosa y caliente que le había gustado tanto aquella vez. Ya se estaba poniendo en forma. Los jadeos de Ian se lo decían.

¿Era el comedor la zona más idónea para hacerlo perder la cabeza?

 

Recogió a Ian de la mesa y lo cargó de nuevo. Deteniéndose a dar uno que otro beso para no perder la inspiración, lo condujo a través del comedor, las escaleras y el corredor previo a la puerta de su cuarto. Ian venía riéndose como niño, hasta que Misha, sonriéndole embobado y rojo, se lo acomodó en los brazos como a un pequeño para dejar libre una de sus manos y abrir la puerta.

 

Se abalanzaron una vez más hacia la cama perfectamente tendida del ruso. Ian quedó abajo y abierto de piernas como la otra vez, mientras Misha volvía a su cuello y sus manos a corretearle por todo el cuerpo, para detenerse otra vez en la zona caliente, donde ya se apreciaba la figura contenida de la parte especial del moreno. Le dio un masaje por aquella zona por debajo de la ropa e Ian entre sus jadeos soltó un sonido.

Nunca había escuchado algo tan delicioso en su vida. Los gritos de Amy se quedaban lejos de eso. Y sólo era el primer sonidillo.

 

Ian se incorporó y se sentó, para seguir besando los labios de fresa de su ruso favorito. Recorrieron de nuevo los torsos el uno del otro, mientras Ian iba volviendo a clavar la marca de su boca en el cuello de Misha. Ya era momento de irse deshaciendo de la ropa y él fue el primero, arrancándole la playera al rubio. Los rizos dorados de su chico se alborotaron con el acto y lo prendieron todavía más. Le mordió el pecho también y ocupó su mano de nuevo en la zona caliente de Misha. Lo masajeó hasta que ya estuvo bastante firme.

 

Contrario al 29 de junio, no se dieron su tiempo; Misha se apresuró a quitarle la playera a Ian, para inmediatamente después despojarlo del pantalón. Ian hizo lo mismo y le bajó el pantalón a Misha hasta la espinilla. El rubio pateó la prenda hasta quitársela por completo.

 

La entrega de caricias se hizo gradualmente más agresiva. Sus jadeos resonaron otra vez por todo el cuarto; quizá se oían hasta pasadas las escaleras. Sus cuerpos ardían; estaban rojos y húmedos en sudor como expuestos a agua en ebullición. Se recorrieron las piernas, las caderas, las tetillas, el área de y entre los glúteos y los testículos.

Cuando llegaron a este punto, supieron que era hora ya de bajar la última cortina.

 

Ian posó sus manos de cada lado del bóxer de Misha y lo deslizó con urgencia hacia abajo, al tiempo en que Misha retiraba también la trusa de Ian, pasándola por todas sus piernas hasta que pudo arrojarla al piso.
Sonrieron. De nuevo estaban viéndose al natural, apetitosos. Sus partes íntimas estaban tan rojas y calientes como el resto de sus cuerpos; erguidas como monumentos al deseo que se tenían.

 

Mientras las caricias y los besos seguían, Misha bajó su miembro lo suficiente para que se topara agradablemente con el de Ian y se produjera ese roce riquísimo que descubrieron aquel día. Comenzaron apenas balanceándose para producir los toques, hasta que terminaron agitando el colchón con la fuerza de sus caderas. El roce era de nuevo perfecto, mágico, espléndido. El rubio pudo ver las caritas de placer de Ian y entre su pasión desenfrenada, le nació la ternura. Haría que ese lindo rostro se torciera aún más.

 

–Ian.
–…Ehhh…

 

Le dio la mano para incorporarse y lo condujo hasta quedar de rodillas sobre el colchón, al borde de la cama. Misha se bajó y se puso de rodillas también, pero sobre el suelo, justo frente a Ian y su erguimiento. Ian lo miraba con éxtasis desde arriba. Era una lindísima vista.

El ruso dio comienzo a su nueva estrategia usando sus manos, para atrapar la zona erecta de su niño especial y estimularla, lo que logró de forma pronta.

Ian sintió el tacto de sus manos firmes y reaccionó de inmediato, moviendo sus caderas de adelante para atrás, aumentando la velocidad cada segundo. Cuando ya iba moderadamente rápido y por su abierta boca parecía que sus jadeos ya iban prontos a convertirse en quejidos, Misha cambió de estrategia y el moreno, deleitado, pudo sentir en su parte la humedad divina de la boca del rubio, cubriendo su zona erógena máxima. Ello lo animó a reanudar el movimiento de sus caderas, pero ahora con más ánimo y mucha más rapidez, mientras la lengua del pecoso y el interior de sus mejillas le daban una vuelta por el paraíso. Ahora sí soltó un par de quejidos en su honor. Tomaba la cabeza del ruso entre sus manos y lo acercaba para sentirlo mejor.

 

Pero ya era turno de complacer a Misha.
Ian sabía bien cómo hacerlo.

Le volvió a cambiar la jugada. Ya sabía ahora por dónde.

Separó su cuerpo y su miembro del rostro de Misha y lo levantó. Lo tomó de los hombros de forma que el ruso entendiera que debía levantarse y meterse a la cama de nuevo. Ian se acostó otra vez. Se puso de espaldas arriba y cuando el ruso le acarició la espina dorsal, le indicó.

 

–Misha…
–¿Eh?
–… Ya hazlo.

La mano rusa que le acariciaba la espalda se tensó. Algo cambió milimétricamente en su cara.

–… ¿Estás seguro?
–Hazlo, Misha.

Y, aún dudando un segundo, Misha obedeció.

 

Sabía lo suficiente para entender que no era igual que con una chica. Buscó desesperado con la vista algo parecido al lubricante que sabía que se usaba. Sólo encontró un pomito de crema hiper humectante de cuando no comía casi nada y la piel se le lastimaba. Ian ignoró aquello, porque tampoco sabía demasiado del tema.

 

Misha se untó un par de dedos y se fue haciendo espacio dentro de Ian, mientras su chico de piel canela reaccionaba con jadeos y pequeños brincos de sobresalto, conforme iba profundizando. Se tomó su tiempo. El trabajo exploratorio de Misha fue haciéndose más extenso y profundo, hasta que tuvo la certeza de que ya no estaba lastimándolo. Lo supo cuando estuvo a punto de preguntar y el moreno, como adivinando, soltó otra vez jadeos de pleno disfrute.

 

Se acordó de un preservativo que había guardado desde las épocas de Amy en un cajón y que, si su memoria era confiable, debía de seguir allí. Eso ayudaría. Lo encontró y volvió con Ian. Mientras el pequeño cuerpo de fideo esperaba con una sonrisa y ojos de fuego, Misha se colocó la abundantemente aceitosa cosa en su miembro y se preparó para comenzar.

 

Respiró profundo. Se dio su tiempo para continuar.
Ian estaba ansioso y se lo comían los nervios, pero sabía que Misha quería darse su tiempo. Él había experimentado eso de forma extremadamente dolorosa. Le aterraba la idea de hacerle un daño parecido.

 

Primero, tenía que convencerse a sí mismo de que aquello no iba a resultar terrorífico para nadie. Al contrario. Sería uno de los momentos más lindos de su vida. Un momento clave para esos niños que se quisieron desde que sus corazoncitos lo permitieron. Un recuerdo que les sacaría suspiros por décadas, décadas y hasta el fin de todas las décadas.
Se preparó.
Y comenzó.

 

Ian estaba consciente de que la parte dolorosa le correspondía a él. Se preparó mentalmente y, cuando sintió el primer indicio de Misha cruzando por su interior, apretó la almohada cercana.
Siempre se había imaginado estar del otro lado, pero el cambio no le supuso el mayor problema. Era por Misha, era por su felicidad, por la suya propia. Era por amor. Era por salir de sus expectativas y superarlas.

 

Sin embargo, Misha se detuvo.

–Ian…
–¿Misha?
–Ian no puedo.

 

El moreno sintió cómo su chico se dejó caer allí mismo de rodillas. Ian volteó instantáneamente y lo abrazó.

Misha estaba llorando.

Lágrimas resignadas a la frustración, por culpa de un diablo, un monstruo que había irrumpido otra vez en los recuerdos de su piel, aterrorizándolo.

–Misha, aquí estoy yo. Estamos juntos.
–No sé si pueda.
–¡No me estás lastimando! ¡Estoy muy bien!
–…
–Misha…
–…
–Mi amor…
–No es eso.
–…

Antes de que la interrogación se le terminara de trazar en el rostro, Ian notó que el cuerpo de Misha se arqueó por un momento. Pero no parecía ser de pena.

Parecía… como si le dieran náuseas.

 

–¿Estás bien? –preguntó. Pero no hizo falta que Misha le respondiera para saber.

No sólo era el monstruo.
Era la maldita terapia de aversión.
Misha no se había atrevido a decirlo, pero además del miedo que se cargaba, su mente lacerada también le provocaba asco.

Ian no pudo evitar sentirse mal por el hecho, pero le importaba mucho más el bienestar de su chico.

 

–Podemos parar si quieres.
–…
–Entiendo.

El rubio no dijo nada los primeros cinco segundos. Parecía que la decisión ya estaba aceptada y tomada.

 

Pero luego…

–¡No! –Exclamó– No.
–…
–…
–Es que no estás bien.
–¡Ya no quiero tener esto!!
–…
–No quiero… –Lloró el eslavo– ¡No quiero ser un cobarde!!
–…
–Quiero amarte, Ian.
–…
–Ayúdame.
–…
–Por favor.

 

Ian titubeó un poco, pero los ojos implorantes de Misha no lo dejaron tomar alguna otra decisión.

El moreno aprovechó la debilidad del ruso para atraerlo hacia él y darle un beso. Lo besó de tal forma que Misha lo tomó entre sus brazos de nuevo.

 

–Misha, yo estoy aquí –le dijo Ian, serenamente, tras terminar el beso.

Como aquella vez, cuando el dulce de nuez fue un remedio para la picadura de la bolita de tamarindo, los labios de Ian fueron un remedio para las lágrimas.

 

–No tengas miedo– continuó el moreno.
–…
–Misha, estás amándome.

–…
–Él te ha quitado muchos sueños. Muchas sonrisas.
–…
–No hay que dejar que siga robándote la vida.
–…
–Quiero que hagas esto y pienses sólo en mí.
–…

 

Una mirada más a los ojos. Una nueva sonrisa, de alivio para el alma.

–Yo quiero amarte, Ian.
–Sígueme amando.
–Yo te amo.

Un beso más. La pala para enterrar lo muerto.
Ian mordió a propósito a Misha en los labios.
Fresas fundidas con caramelo.

 

Luego, Ian tocó el miembro de su chico. Comenzó a reanimarlo.

–Quiero que te prendas conmigo –suspiró, volviéndose a excitar.

 

El dueño de la oscuridad en los ojos pegó su cuerpo con el del rubio, frotando de nuevo sus partes íntimas con furor.

 

Misha recobró sus jadeos, hasta soltar uno especialmente grande.

–¡Ian!...Ah…Tú siempre me prendiste.

 

Ian se sintió victorioso.
Lo miró, con la noche en llamas intensas de sus ojos.

–Pues entonces sigue.

 

Y el diablo fue mandado de vuelta al infierno.

Y el nuevo Misha se mostró, liberado de sus cadenas.

 

El ruso empujó a Ian y éste cayó de espaldas de nuevo en el colchón. Antes de que lo tomara por las caderas y lo volteara espalda arriba, el moreno le dedicó una mirada tan lasciva, que se prendió como dinamita… y las lágrimas que le quedaban sobre el rostro casi se evaporaron.

Su sexo volvió a erguirse tanto, que sentía que quería escapar de su cuerpo.
Ahora tenía una mirada diferente.
Estaba sediento de ver a Ian deshacerse a gritos por él.

 

Se acomodó de nuevo el preservativo y reanudó su actividad, un poco más agresivo. Introdujo un poco más allá de la punta e Ian soltó un quejido, a medio camino entre el dolor y el placer. Misha sintió que los mismos ángeles le llamaban.
Un poco más lejos, la mitad de su sexo. Ian volvió a quejarse un poco más. Le dio tiempo a acostumbrarse; pero no demasiado.

 

–¿Quieres que siga? –le preguntó de forma cortés el eslavo a su amante, rojo y bañado en sudor. En realidad, preguntaba por cortesía.
Se le fue un poco más adentro.

–¡AH!!
El fuego dentro de Ian le contestó en su nombre.

No necesitó más.
Despacio, Misha se dejó ir completamente dentro de Ian.
Y él soltó un grito.

 

Afuera; un suspiro.
Adentro de nuevo; un nuevo grito.
Un suspiro, un grito, un suspiro y un grito más.

 

Misha aumentó su velocidad, tomándolo de los glúteos y atrayendo a Ian hacia su cuerpo, como si quisiera también penetrarle el alma. El ruso también soltó sus primeros sonidos. Estaba probando el cielo en tierra cálida.

 

Aumentó la velocidad otro poco, y luego el movimiento ya era fluido.

Ian sustituyó paulatinamente los gritos sazonados con dolor, por un placer puro, que ni siquiera se imaginó en la mejor de sus fantasías, soñando con su primera vez. Ni en la mejor de sus noches a solas.

Y, cuando Misha comenzó a masajear de nuevo su parte mientras lo penetraba con la suya, supo entonces que no hubo mayor deleite en toda su corta vida. La serie de gemidos y gritos que soltó fueron la ópera perfecta, la melodía favorita de Misha. Su canción preferida. Se le unió y formaron un coro que los mismos ángeles envidiarían.

 

Ya faltaba poco, ruso y latino sentían que se derretía cada parte de su piel que hacía contacto con la del otro; se fundían, se hacían uno. Eran uno.

Ya casi.
El sudor les corría y las gotas se deslizaban por sus curvas masculinas.

A punto.
Ian elevó el tono de su canción y Misha siguió el sonido.
Sería irresponsable decir que no se escucharía hasta la cocina.

Ya era el momento.

Ian soltó el mayor de los gritos.
El mundo desapareció.

Sucedió.

 

Misha sintió venirse en el interior de Ian.
Ian sintió mojar las manos de Misha.
Esencia blanca, perfumada y salada. Fuente de vida, fuente que explota con el clímax perfecto. Como de película.
Semilla bendita, que ni el dios más severo puede controlar.

Amor que ni el infierno más anunciado podría callar.

 

Se dejaron caer satisfechos, mojando con sudor las sábanas y las almohadas, agitados por el esfuerzo. Sus pulmones estaban en crisis; sus corazones palpitantes, rebosando de felicidad.

Y la sonrisa en sus labios, que apenas la respiración se calmó, buscó su par en el rostro del otro, para el beso apasionado que marcó el punto final.

 

Los dos niños pequeños se tomaron de la mano y conocieron el cariño.
Los dos jóvenes unieron sus cuerpos y habían conocido el amor.

 

–Oye, ruso que habla como gringo a los aborígenes… –le sonrió Ian, tomando su mano– Te amo.

Misha correspondió.

–Ya tebya lyublyu –le entregó un beso corto– glupyy rebenok, krikun (Te amo, niño estúpido, gritón).

 

Se sonrieron con el alma hablando en el lenguaje del cariño.

 

–En ruso no se dice eso a cualquiera –comentó Ian– Investigué.
–¿Qué, “niño estúpido”?
–¡No! Ja ja ja… “Te amo”. Así de esa forma…
–… ¿Tú crees que eres cualquiera?
– A menos que sea el amor de tu vida… je.
–…
–…
– ¿Y por qué no lo serías?
–… ¿Tus planes? ¿Tu familia?
–… Esas sí son mariconadas.

 

Les dieron sólo las tres de la tarde, de un día común y un año corriente.


Pero ellos habían visto lo mejor de la vida en una pocas horas.

 

Notas finales:

Soy tan primeriza como Ian y Misha, voy a su ritmo tratando de narrar estas cosas xD siempre fui más como de manitas sudadas.

¿Qué tal?

 

La verdad es que para la próxima semana ya empezaba el drama otra vez jajaja... pero editando este capítulo me dí cuenta de que tal vez es demasiada poca felicidad para tanto argüende y lagrimerío, así que haré un capítulo especial para la próxima semana y lo tendrán el viernes... o quizá antes <3

 

No he publicado demasiado en Instagram porque tarea :c pero para estos días espero subir algunos que aún tengo en blanco y negro (el problema es colorearlos).

 

Nos vemos en unos días, bellezas

¡Cuídense! <3

 


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