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Los chicos lloran lágrimas celestes [en REEDICIÓN] por DianaMichelleBerlin

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Notas del capitulo:

 

¿Cómo los trata este bello domingo, bellos? <3

 

Hoy les traigo un capítulo triste, como ya podrán haber imaginado. 

 

Debo decir que, después del interludio, este fue el capítulo que más me costó escribir. 

Hubo una persona con la que alguna vez pasé una historia parecida y bueno, este es el último capítulo en el que descargo algo de eso. Creo que escribiendo este cap me liberé escribiendo algunas cosas que me hubiera gustado decir personalmente ya hace añares. 

No voy a decir de qué lado estuve yo cuando eso, pero les aseguro que para este fic traté de hacer ver los puntos de cada lado. Ustedes decidirán quién tiene la razón, si Ian o Misha xD

 

Hay mucho drama acá y me disculpo, pero es que así me gusta jaja. 

 

Va!

 

 

–¿Todo está bien?
–Está muy bien, Misha.
–…
–Te quiero.
–Ian, oye… Puedes decirme si algo está mal.
–…
–Ian…

 

Su corazón punzaba horrible con ese llamado.

 

–¿Qué quieres, Misha?
–…
–…
–Nada.

 

Sentía la decepción en su voz, por el auricular. Le daban ganas de llorar.

 

–No te sientas mal –pidió a su ruso; sabía que debía sentirse avergonzado de pedir tal cosa.
–…
–Oye…
–¿Qué pasó?
–Lo siento por lo del viernes, Misha.
–No te preocupes –respondió el pecoso.
–…Otra vez.
–¿Otra vez, qué?
–Que lo siento otra vez.
–Ya estás disculpado.

 

El viernes que habían quedado Ian estaba muy distante. Misha pensó que era por lo de la pelea y discutieron. Nada acabó bien ese día.

 

–¿Entonces qué tienes? –preguntó el de ojos azules.
–…Son los parciales –mintió Ian.
–Acabaste tus parciales la semana pasada.
–Es el efecto retardado.

Qué cosa tan ridícula.

 

Tan ridícula, que hasta Misha frunció el entrecejo y soltó…

–… ¿En serio??

–¿Por qué, Misha?
–¿Esto sigue siendo por la pelea?
–No. No es por la pelea. Hasta el pendejo de Martín ya sanó ¿O no?
–…
–No sé, Misha.
–…
–…
–¿Fue por lo que te dije?
–¿Qué?
–Lo del día que fuiste a mi casa.

Misha se refería a su confesión de deseos de una vida y un futuro.

 

–¿Fue eso, Ian?
–…No, yo…
–Porque si fue eso, si quieres olvídalo.

 

Esa oración dolió dos veces más que todas las demás juntas.

 

–No, Misha, no fue eso.
–Estás extraño desde eso.
–…
–No sé, Ian, yo… ¿Te traté demasiado como chica?, ¿te incomodé?, ¿vamos muy rápido?... ¿Qué?

 

Misha no lograba disimular por completo el nudo en la garganta que tenía; sabía que se estaba haciendo el fuerte.

 

Pero Ian era mucho mejor disimulando.

–Un poco… –volvió a mentir.

–¿Un poco de cuál? –indagó el rubio.
–…
–¿Por qué no viniste ayer?
–Porque tenía madres de tarea.
–…
–…
–Ian, de verdad, si fue eso, olvida lo que te dije.

 

Era agonizante.
¿Por qué lo estaba haciendo?

 

–Ian, mamá dijo que va a regresar por estos días.
–Qué bueno.
–No sé pero… creo que viene a dar una noticia.

“Mamá”. “Familia” …
Se acordó.

 

–…Bien –asintió Ian, fingiendo interés.
–¿Me estás prestando atención?
–Sí, Misha.
–…
–…
–¿Vas a venir hoy o dejo de esperarte?

Ya eran las cinco de la tarde.
Ian había llegado directo a su casa. Como en la secundaria.

 

–No me esperes –contestó– estoy estudiando en mi casa.
–…
–Iré mañana.
–…Bueno.
–Estudia para tu examen.
–Te amo.
–…Te quiero.
–…

 

Misha guardó un silencio largo y profundo.
Ese simple “te quiero” le acababa de arruinar el día.
Llevaba dos semanas con los días apagados.

 

–¿Sólo me quieres, Ian? –Misha no quería colgar sin que Ian lo dijera.
–Te amo.
–…Gracias.
–Nos vemos mañana.
–Nos vemos mañana.

Se terminó.

 

Estaba seguro de que le estaba haciendo mucho daño.
Pero siempre te enseñan que es mejor un ajuste doloroso a tiempo, que un daño irreversible después.

 

Cuando el orgulloso príncipe hijo del Zar y las tierras nevadas estuviera en el altar, al lado de un sacerdote, esperando a su novia y con sus dos padres sonriéndole de orgullo, se lo iba a agradecer.

Y cuando supiera que eso pasara… para el momento en que supiera que el príncipe yacía feliz en la ceremonia, Cenicienta se prometió una cosa y nada más:

Él mismo se iría gustoso, feliz, muy contento por su ruso…

 

Se iría muy contento hacia el demonio, a que se lo tragara el diablo.

 

 

– – – – – – – – – –

 

 

Tuvieron que pasar tres tortuosas semanas para ir a completar lo que ya había progresado mucho; para simular que no era una decisión, sino un deterioro completamente natural de la relación.

Había sido un tormento.

 

Por tres semanas, Ian se presentó como raro, afectado por algo, extraño.

Los primeros dos días, durante las llamadas y los mensajes sólo hizo como que estaba un poco cansado. A partir del tercero se mostró cansado y molesto de la nada. De ahí la distancia y la aparente indiferencia se hicieron cada vez más grandes hasta que el viernes, el día en que por fin los señores Lébedev se fueron de casa, Misha notó desde el primer segundo que algo se había apagado dentro de Ian; imaginó que se debía a tareas, fastidio de esperar a que los señores se fueran o simplemente mal humor. El rubio se atribuía algo de culpa por la pelea y el malestar de ése día, pero la verdad es que él lo intentó todo… Ian era el que no reaccionaba, ni daba nada de su parte.

 

El lunes siguiente parecieron contentarse, pero el moreno seguía como flotando en la deriva, frío como muerto. Misha hizo corajes, le gritaba, le suplicó, intentó mil cosas para contentarlo, le regaló flores, peleaba con él y nada.

Nada, nada, nada.

 

Se rindió a la segunda semana, durante esa llamada, y comenzó a ser tan seco como Ian, aunque se notara a kilómetros que odiaba estar así; aunque su cara gritara que estaba sufriendo mucho.

 

Y el castigo para Ian, era notar siempre ese sufrimiento y quedarse sin hacer nada. Estaba demasiado convencido de que lo que estaba haciendo era por el bien y nada más que por el bien de Misha.

Ian siempre terminaba lo que se proponía. Y lo logró muy bien. No detallo más las tres semanas porque a la vez que son muy deprimentes, se resumen muy fácil: todo se estaba quebrando.

 

No le anticipó nada, no le advirtió sobre nada. Ése día simplemente fue a su casa como solía hacer todos los días, antes del cumpleaños y de la semana con los papás adentro.
Misha lo recibió con un beso como de costumbre, pero la magia ya se había ido. Hubo un abrazo, pero el calor ya se había fugado. Muchas cosas le dolieron al ruso en ese momento. Muchas.

 

Empero, aunque Ian no le advirtió ni le anticipó nada, el ambiente ese día, mientras estaban los dos en el sillón, callados como en un funeral, le hizo saber a Misha que algo malo iba a pasar. Tenía ojeras y una cara lamentable, pálida, deprimida. Su piel ya no era de fresa, era simplemente blanca. Blanca descolorida, blanca fúnebre, blanca muerta.

 

En la televisión estaba una película. Nunca jamás la prendieron durante sus tardes juntos, pero de cualquier forma, no la veían. El ruido de la televisión era el último recurso de sonido que marcaba la delgada línea entre el ruido ambiental y un silencio de muerte. Un mal chiste de la vida, porque era Día de Muertos.
Que hubiera silencio sólo les indicaría que era el momento de hablar y ninguno de los dos quería hacerlo.

Misha no deseaba escuchar lo que tanto temía de los labios de Ian.

 

Ian sabía que tenía que hablar, pero no se atrevía. Es como cuando se sabe que se tiene que saltar al vacío, pero uno se queda a la orilla, temblando de miedo, porque no se quiere ver todavía cómo todo se deshace.

 

Una parte de la mente del latino le decía que aún estaba a tiempo de arrepentirse; Misha quería dárselo a entender con su rostro, cada vez que lo miraba por un minuto o que le dirigía la palabra.

Incluso, el rubio todavía entrelazó sus manos en el espacio que había entre ellos en el mueble. Sus dedos jugaron con los de Ian, los apretaron, los acariciaron, mientras el moreno, fingiendo que no notaba nada, estaba luchando por no llorar. Y sabía que su rusito, que no entendía nada y que, tal vez, se estaba sintiendo igual que él aquella mañana cuando tenía doce años y no lo encontró, también se estaba aguantando las lágrimas.

 

Hubiera querido decirle tantas veces, tantísimas, “Perdóname”.
Porque aunque su mente le decía que aún quedaba tiempo para arrepentirse…

Abrió sus labios para decir algo.
Los cerró de nuevo.

 

…no lo hizo.

Misha tomó el control de la televisión y apagó abruptamente la televisión. Se pudieron escuchar hasta los vecinos conversando afuera y el ruido de la calle.

–Tenemos que hablar –dijo.

 

Si Ian no tomó la responsabilidad de empezar a hablar, Misha decidió que lo haría por sí mismo. No había podido cambiar nada.
Algo le hizo entender que, por mucho que esperara, nada iba a pasar de diferente.

–Sí –afirmó Ian.

 

Sus manos seguían una encima de la otra, pero sin contacto intencional.

–…Misha… –empezó.
–…
–…
–…
–¿Qué?
–…
–¿Qué te pasa, Ian?
–…
–Por favor, ya no me digas otra vez que nada.
–…
–Quiero que me lo digas, Ian.
–…
–No te quedes callado.
–…
–…
–No sé cómo empezar –respondió a su ruso al fin.

 

Misha apretó la mano de su chico otra vez.

Ian pudo entender lo que le estaba diciendo.

“No lo hagas, por favor”

 

Aunque sus labios dijeran:

–Lo que sea, ya dímelo, Ian.

 

Ultimátum.

Pudo haberlo abrazado, pudo haberle explicado sus temores... incluso pudo no haber dicho nada.

 

Pero en lugar de eso, Ian decidió no corresponder el apretón.

“Lo siento”.

 

–Misha, ya no siento lo mismo.

...

 

 

 

El rubio relajó su mano de nuevo.

 

Ya era tarde para cualquier arrepentimiento. No había vuelta de hoja.

“Lo siento tanto, amor”.

 

–… ¿Lo mismo de qué? –habló Misha. La voz le cambió y se le puso helada, seca.
–…
–Ian…
–Lo que teníamos.
–…
–…

Misha se tomó un pequeño suspiro antes de…

 

–¿Ya no me amas?
–… Creo que no, Misha.

 

El príncipe de ojos celestes retiró su mano hasta tenerla en su regazo.

Ian se quería colgar de un puente.

 

–… ¿Desde cuándo? –preguntó el eslavo.
–…Hace semanas.
–¿Por qué?

La voz de Misha se iba apagando también.

–No lo sé, Misha.

El rubio dio otro largo suspiro para seguir.

 

–… ¿Te asusté? –cuestionó.
–…
–Te estoy preguntando si…
–Tal vez.
–…
–Misha, yo no…
–…
–…Yo no puedo darte eso que tú quieres.
–¿Por qué?

El ruso intentaba sonar seco, pero se le hizo el nudo en la garganta. A Ian se le agrietó el corazón.

 

–Porque yo no quiero eso – le contestó a Misha.
–… ¿Para qué querías estar conmigo entonces?
–…
–¿Te vas a quedar callado cada vez que te pregunte algo?
–No.
–¿Para qué querías estar conmigo??
–…
–¿Me usaste, Ian?
–…No.
–¿Me querías para un par de meses?
–…No era mi…
–¿Para esto dijiste que me habías esperado siete años??
–…
–Contesta.
–No.
–…
–Estas cosas pasan, Misha.
–...
–Y es mejor que te las diga ahora, que esperar a hacerte más daño.
–No puedes hacerme más daño.
–…

 

El agrietamiento de su corazón comenzó a volar en pedazos.

–No soy idiota, Ian.
–…
Misha por fin apartó su mano.

–Ya sé por qué haces esto.
–…
–Te vuelvo a preguntar… ¿Crees que sabes guardar apariencias?
–…
–Yo ya sé por qué te estás inventando todo esto.
–…Misha, yo no estoy…

 

El pecoso le tiró un golpe a la mesa junto a su lado del sillón.

–¡¡No soy idiota!!! –gritó.
–…

 

Las lágrimas que ya estaban acumuladas bajaron de sus ojos azules.

 

–¡¡Ian, no me quieras ver la cara de idiota!!
–…

 

Miró al moreno directo a la cara, pero éste bajó la cabeza.

–¿Tú crees que yo no sé qué mierda estás pensando desde que te dije lo de casarme y tener una casa contigo???

 

Ian siempre terminaba lo que empezaba.

Pero esto no le había salido bien.

 

–¿Me crees tan imbécil para tragarme eso de que en tres semanas se te acabó el amor?? –siguió Misha.
–…
–¿¿De verdad parezco tan idiota??
–… ¿Entonces lo sabes?
–¡Mierda, Ian, lo he sabido desde el día de la llamada!
–¿Qué sabes?
–Que estás pensando mierda, Ian.
–…
–Tú crees en tu maldito entendimiento de la vida, que yo estaría mejor sin ti.
–…
–Crees que yo puedo ser feliz con una mujer y que puedo seguir en paz con mi familia, que mi vida sería más fácil y que todo sería mejor. Crees esas mierdas y lo peor de todo… Las defendiste. Las defendiste como un cobarde. Preferiste hacerme mierda el puto mundo tres semanas completas para luego llegar aquí con algo tan barato y pendejo como que de repente, después de años… ¡¡Años de espera!! ¡Años en los que según tú me amaste y nunca me olvidaste, de repente te da miedo porque un día en modo pendejo, te dije que te amo y que quiero casarme contigo!
–…

 

Los rusos no lloran, pero a Misha ya le importaba muy poco qué debía hacer o qué no.

 

–Tú mismo hace meses dijiste que querías casarte conmigo.

 

Ian hasta ahora se había aguantado, pero las lágrimas le salieron por sí mismas.

–También fueron malas semanas para mí –empezó el pelinegro.
–¡¡Por tu culpa!!!
–…

 

Los sollozos empezaron.

–Me decepcionas, Ian. Me decepcionas mucho.
–… ¿Y qué querías que hiciera?
–…

El latino le correspondió a Misha la mirada.

–¿Qué querías que hiciera, si veo que tus problemas empiezan y terminan siempre conmigo? –continuó el latino.
–…
–¿Quieres hablarme sobre tu horrible expectativa de rechazo familiar y que me quede con eso?
–…
–Esto lo hice por ti.
–¿Cuando viniste aquí y me rogaste que fuéramos novios, no habías pensado en mi maldito futuro? ¿Se te ocurrió de repente??
–…
–¿Fue de repente??
–Me di cuenta con el tiempo.
–…
–Antes estaba tan empeñado en tenerte, que no me puse a pensar en lo que sería para ti estar conmigo a futuro.
–¿¿Tan malo ves nuestro maldito futuro??
–…
–¿¿Por qué no lo hablaste conmigo, Ian??
–…
–¿Por qué quisiste tomar las decisiones tú solo? ¿Por qué, Ian?
–…
–¿Por qué me quitaste el derecho a decir algo?
–…
–Nunca pensé que podrías lastimarme tanto.
–…
–¿Tan malo y difícil ves que me quede contigo?
–… ¿Y no?

Misha se quedó callado un momento antes de responder.

 

–Sí –dijo.
–…
–Es malo y difícil.
–…
–Pero te iba a tener a ti.
–…Eso no era suficiente para lo que tú querías.
–…Pero iba a valer la pena.
–…
–Iba, porque después de esto –continuó el rubio– no quiero nada contigo.
–…Si sabías que pensaba esto, ¿por qué no me detuviste?
–Porque no pensé que fueras capaz de hacerlo hasta el final, sabiendo que me muero por ti.

 

Ian le dedicó la última mirada de pupila a pupila.

–Pues, Misha que tú me dijeras algo tal vez me habría ayudado con mi remordimiento de conciencia –le reprochó al ruso.
–…
–Si tú me hubieras hecho entender esto que piensas, tal vez hubiera recapacitado. Tú también te esperaste hasta el final.
–…
–Para salvar tu vida yo sería capaz de esto y más, Misha.
–…
–No quiero que rompas tus sueños por mí.
–¡No los rompí, te incluí en ellos!
–¿Y tú crees que iba a ser tan fácil??
–…
–…
–Eres un cobarde –escupió Misha.
–…
–Los putos abortos y los golpes te dejaron cobarde.
–…
–Y yo creí que por saber curarte un golpe e ir a la fiesta eras valiente.
–Me quedé hasta que me convenciste de que yo era lo único que fallaba en tu vida.
–¿Yo te dije eso, Ian???
–¡No dejabas de hablar de los malditos problemas que tienes con tu vida!!
–…
–Ése día, antes de decirme tus planes, te pusiste a quejarte de tus desgracias. Que te iban a correr, que tenías que escapar, que tenías que irte del mundo.
–…
–¿Por qué piensas que yo, que te amo, si veo que tu vida se complica tanto, te voy a seguir estorbando??
–…
–¿No ves que tuve que tomar una decisión?
–Qué estupideces.
–... ¿Eran estupideces cuando te quejaste??
–Me quejé porque es cierto, Ian. Pero eso no quería decir que no prefería eso a dejarte.
–… Pero yo no soy tú, Misha. Yo soy la otra persona.
–…
–Yo soy quien se siente una piedra en tu zapato. Y no sabes qué jodido se siente.
–…
–No hice esto porque fuera fácil. Lo hice porque entendí que era lo mejor para ti.
–…No…
–¿Vas a huir conmigo y dejar a tu hermana??
–…
–¿En serio?
–Ian, ya no voy a ir a ningún lado.

...

 

 

–Ya no iremos a ningún lado –continuó Misha.
–…
–A lo mejor tienes razón, me conviene una novia, porque ninguna de mis novias me hizo tanto daño.

 

Ian sintió que se moría.

 

–No te quiero en mi vida, Ian. Yo termino contigo.
–…Entiendo.
–Vete.

 

El moreno se levantó del sillón y caminó a la entrada, con sus cosas en la mano.

–Déjame ser feliz con la mujer que quieres que tenga. Vete –le dijo Misha, en la distancia.
–Eso haré.
–Gracias.
–Ya no tendrás que pelear con nadie, ni quejarte de tu vida por mí.
–Vete, Ian.

 

E Ian salió por la puerta.

Y caminó por la calle, con la cabeza baja.

 

 

Misha se quedó en el sillón hasta que sintió próxima la hora de que Pavlovna llegara del jazz. Subió a su cuarto y abrazó la almohada el resto del día, sin comer, sin hacer nada, sin dormir.

Sólo llorar en silencio.

 

Le daba vergüenza llorar, e Ian le había arrancado muchas lágrimas penosas a lo largo de todo un año, de muchos años. Lo maldijo en su mente por eso. Por todo. Por el dolor que le había causado a propósito, a sabiendas de que lo estaba quebrando por dentro. Ian sabía que cada cosa que él hacía ponía su mente de cabeza, por pequeña que fuera. Vivía, sentía y pensaba para él. Para Misha, lo que Ian había hecho era una traición a su corazón, a las promesas, a todo lo que habían jurado hacer juntos.

Y mientras más pensaba en eso, más lloraba, y menos hombre se sentía.

Pero se desahogó hasta que, a minutos cerca de las tres de la mañana, su cansancio físico lo venció y se durmió.
El frío invadía su cuerpo y lo golpeaba por todas partes.

 

Ian, al salir por la puerta de la casa rusa, corrió, tomó el transporte a toda prisa esquivando a los niños con disfraces y, una vez más, escondió la cara hasta llegar a su recámara.
Su madre y luego su padre quisieron entrar, pero no los dejó. Les hizo saber que necesitaba estar solo.

 

Él no se sentía ningún menos hombre. Lloró lo que se le dio la gana, con los sollozos que se le antojaron, arrinconado a un lado de su cama, donde siempre lloró desde los once, para que no notaran que le lagrimeaba al ruso que lo había tenido loco, cada día más y más y ése día no era la excepción.

 

Pero Misha le resultaba tan terco. No entendía las razones que había tenido para hacer lo que hizo, sólo se concentraba en su propio dolor, sin detenerse a pensar en que su chico moreno no había querido abandonarlo. Era su tesoro. Si no hubiera creído necesario dejarlo a la deriva, jamás lo habría hecho. Siete años desaparecidos en un rato. Se había esfumado.

Desde hace tres semanas se había preparado para sentir dolor. Pero nunca creyó que tanto.

 

Él no durmió hasta que tuvo que levantarse a la mañana siguiente. No necesitaba pesadillas; ahí en su mente estaba la cara del ruso, amándolo, riendo con él, viviendo con él… pidiéndole que se fuera.

Eso le bastó para mortificarse toda la noche.

 

Y la noche siguiente.

Y la noche siguiente…

 

Así hasta que las noches fueron acumulándose y se hicieron la parte más amarga de sus días.

 

Así hasta que el síndrome de abstinencia le cobró factura, porque le faltaban las fresas de la piel, el agua de los ojos y el oro en el cabello de Misha.

 

Así hasta que un día, se quedó seco de lágrimas.

 

Así hasta que sintió que perdía la cuenta de los días, y parecía cada día que el último año había sido un sueño.

 

Un sueño del que despertó una mañana, lejos de Misha.

Un sueño, porque nunca lo había encontrado un día en el parque.

 

 

Un sueño, que por una noche cruel, le dio la ilusión de que podía estar con su ruso favorito.

 

 

 

Notas finales:

 

 

¿Qué opinan? ¿Quién tiene la razón?

Los siguientes caps vienen tristes bellezas, ahora veremos un tanto las vidas de Misha e Ian con su propio enfoque. Les pido que recuerden que en esta historia no tengo personajes ni todos buenos ni todos malos; Ian, Misha y compañía son humanos y jóvenes y como tal habrá cosas que hagan muy bien y otras veces la van a cagar. 

 

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Perdón por tener el instagram un poco abandonado; estaré subiendo dibujos y viñetas sobre el fic esta semana y la otra. Ya por fin tengo vacaciones xD asi que doy garantía de ello. 

Recuerden que el insta es: dianamichidaiiann

 

Que pasen linda semana, coman rico, hagan dieta para la engordadera navideña y tápense bien (o gocen del calor, abrazos fríos alrededor del mundo).

 

Se les quiere un montón <3

 


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