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Los chicos lloran lágrimas celestes [en REEDICIÓN] por DianaMichelleBerlin

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Notas del capitulo:

 

Bebés!! <3

 

Transmito desde la compu de mi hermana para traerles a ustedes un capítulo que hará que me odien xD  

 

Si tienen alguna duda acerca con referencia al capítulo pasado, con gusto contesto en comentarios. 

 

Gracias por seguir aquí, bellezas. 

 

Va!!

 

 

Cerca de otras tres semanas después.
A la noche del día del sueño de Ian.

 

–¿No te ha hablado?
–Creo que eso intenta.
–¿Cómo que intenta?
–Dice a veces que quiere saber cómo estoy, pero sigue pensando sus mismas mierdas.
–… ¿Te lo dice?
–Lo sé, por cómo habla. Parece más como si quisiera que fuéramos un maldito par de amigos.
– ¿Y tú qué quieres?

 

Ella estaba empezando a fumar otra vez y él prefería vicios más etílicos, para eso se escabullía de su hermana. Se había salido con la suya con eso de que iba a casa de Amy porque la chica morena andaba mal con sus asuntos y tenía que hacerle la misma compañía que ella le había hecho a él en sus días malos. La mentira fue que también iban a estar otros de sus amigos con ella, todos hasta la noche.

 

No había nadie en casa; las cosas con Sebastián no estaban nada bien otra vez y, nuevamente, la muñeca estaba refugiada en la que presumía de ser la casa de su papá, aunque estuviera totalmente abandonada hasta las 3 de la mañana.

 

Los amigos más cercanos de Amy se llamaban Nancy, Paul y Yuko, siendo esta última novia del segundo en mencionar y hermana mayor de Sebastián. Después de tratar los asuntos referentes al desastroso y caótico Amybastián, se produjo una reunión muy amena con cigarros, comida mal preparada, tacos y otros aperitivos similares al tabaco en adicción y propagación de olor. Owen estuvo un rato pero con el propósito de mantenerse limpio y jamás volver a mirar siquiera una sustancia como todas las presentes, se fue rápido. Misha se mantuvo práctica o al menos técnicamente alejado de todo, menos la comida.

Pero él fue el único que quedó hasta después de las nueve.

 

Ella ya estaba en su tercer cigarro desde que quedaron solos y él se hartó. Necesitaba otra cosa. Fue directamente a donde sabía que ella y su padre guardaban el tesoro.

 

– ¿Qué buscas, Miguel? –preguntó Amy, alzando la ceja.
–No me jodas ahora con eso de Miguel, por favor.
–De acuerdo… ¿Qué buscas, Mijaíl Pávlovich?

 

Él no respondió de inmediato y siguió husmeando entre las botellas de cristal.

Ella se reprochó a sí misma por ingenua, pensando que Misha querría mantenerse sobrio en un día como ése.

 

–Tengo un vodka del Russian Excellence’s atrás –le indicó– Ya vas a empezar.
–Gracias –él le hizo un movimiento de cabeza, sin detener su búsqueda.
–Sí, claro –respondió ella, con tono de resentimiento– Nada más a eso vienes. Ni te importa lo que te estaba contando.

 

El rubio ahora sí la miró, ya con la botella en la mano.

–¿Quieres que vaya a poner en su lugar a ese pendejo? –cuestionó.
–No.
–No digas que no me importa. Que me haga falta algo para no estar seco, es otra cosa.
–Pásame a mí también un vaso –dijo la morena, apagando su tabaco– Nos hace falta a los dos.

 

Él se dirigió a la cocina, tardó un minuto, se acercó con dos pequeños vasos, la botella y un par de complementos más para hacer más ameno el rato de tragos.

Por un momento no se escuchó más que el licor cayendo en los vasos y una canción de MGMT.

Procedieron a chocar el primer vaso.

 

So svidanitsem! –brindó él.
So svid… ¿Qué? Ja ja ja…
–Salud… por este encuentro, ja ja –rió el ruso. Eso la hizo a ella sonreír.

–Salud por este pinche encuentro lleno de lamentos, en esta noche obscura como nuestros rotos corazones, Misha –chocaron otra vez los vasos– Salud por eso y por esos bastardos.

Empinando el vaso y absorbido todo, se sonrieron como seguramente algún par de pasajeros del Titanic lo hicieron, brindando con la última copa antes de morir.

 

Ambos estaban acostumbrados a beber sin mucho problema. Hablaron y hablaron durante mucho rato y rieron de sus vidas y sus viejos planes abortados con toda libertad y la comodidad de dos exnovios que nunca aprendieron a tenerse rencor ni a quedarse con nada.

 

Rato después, Pavlovna habló por teléfono para ver si su mellizo no se había escapado con sus amigos y se tranquilizó cuando Amy contestó con una voz de lagrimeo fingido diciendo que Misha y sus amigos la estaban haciendo sentir mejor. Ruso y aspirante a actriz se carcajearon después.

Pavlovna quería mucho a la pequeña América y la adoraba como amiga, pero no confiaba del todo en ella. Amy había formado parte de la recuperación del destrozado Misha de quince años y sus secuelas post- clínica, pero también hacia el final de su apasionada relación por poco sabotea el objetivo de la rubia de rehacer de su mellizo un chico sano e íntegro. Amy dejó de ser una persona sana a los trece años y su vida nunca lo fue. En esa rancia historia de amor, Amy fue una mentora para Misha en la fortaleza y la sanación, pero también alimentó otros dolores y lo introdujo al lado duro de la vida. Fue una batalla entre América y Pavlovna en la que la rusa ganó y logró que su hermano viera con claridad el camino al que se dirigía; ahora el estigma de la pecosa sobre la morena había quedado atrás, pero si no fuera porque Nancy había confirmado horas atrás estar en esa casa, no hubiera permitido a su hermano seguir allí.

 

Cuando el padre de ella llegó hasta el copete de alcohol y se tumbó a dormir en un sillón, los dos amigos subieron a la habitación y continuaron su charla.

Lo cierto es que, muy a pesar de Pavlovna, para su hermano en los momentos de crisis, nadie le parecía que lo entendía mejor que Amy. Ella no se tomaba las cosas tan en serio y, cuando lo hacía, daba consejos magníficos sin obligar a seguirlos. No regañaba como Ian; no obligaba como Pavlovna; no se metía donde no debía como Ari (a menos que ella quisiera opinar); no tenía un maldito bromance con su mejor amigo como Owen, relación que hacía que le recordara mucho a la suya con su ahora ex novio; no juzgaba como sus padres. Ella era el punto medio perfecto en todo. De todos modos, ella casi siempre tenía problemas peores, no tenía con qué imponer su voluntad sobre los suyos.

 

Por eso siempre habían sido los mejores compañeros de infierno.
Por eso el día de la fiesta ella había dicho que siempre podía volver a él. Y él a ella.

 

–Amy, ¿Qué horas son? –preguntó él, al cabo de un largo tiempo.
–Mmm… –ella sacó su teléfono y se tapó la boca– Ya son la una.
–Mierda…

Se miraron el uno al otro.

 

–¿Tu hermana ya no te habló? –preguntó la muñeca.
–No, debió de quedarse dormida. Yo ya me voy, Amy.
–Gracias por venir, Micky.
–No me agradezcas, yo también necesitaba estar así con alguien.
–Te quiero mucho.
–Igual. Un día voy a matar al idiota de Sebastián.
–Déjalo, Micky. Es un pobre pendejo, favor que le harías.

 

Él estaba a punto de retirarse del cuarto, cuando se le quedó viendo. Se detuvo justo al tocar la perilla.

 

–¿Qué, Micky?

–América, ¿Entonces por qué sigues con él?
–Porque es mi pendejo, Micky. Yo lo encontré, yo lidio con él.
–…No te entiendo.
–No me entiendas, Micky. Así te salvas de pendejear como yo.
–No sé cómo puedes seguir así…
–Mi vida… –ella sonrió de lado– No todos tenemos una melliza amorosa, amigos sanos y la oportunidad de una terapia. Y sinceramente, preferiría que mi pendejo fuera a veces tan considerado como el tuyo.
–…
–Algún día saldré de esto, pero será porque yo aprenda las cosas. Y si es a la mala, bueno… pues ése es mi camino.
–…
–¿Te sientes mejor con esa respuesta, Misha?
–No.
–No te la puedes vivir protegiéndome, son mis problemas.
–Si quiero lo hago.
–Pues agradezco tu estima, pero no.
–…

 

Misha miraba muy molesto a Amy. La miraba desde su perspectiva, incrédulo de la carga que su más significativa amiga se montaba en los hombros, ya más por voluntad propia, según él.

Sebastián la había hecho llorar mucho.

 

–Deja de preocuparte –le ordenó ella, con una media sonrisa. Él arrugó la frente.
–…
–Ja ja ja… Ay, a veces te me figuras a un ángel puro, Micky. De esos que ya quedan pocos en mi vida.
–…
–Algún día estaré tan bien como tú, ángel del Renacimiento. Mírate… pareces como pintado por Rafael.

 

Él se acercó, negando con la cabeza. Alzó la punta de las cobijas de la cama e intentó meter a la muñeca debajo de ellas.

No tenía una mala intención.

 

–Se te está subiendo el vodka, Amy –la arropó– Duerme.
–No tengo nada –ella se resistió– Estoy consciente.
–Pero ya estás diciendo cosas fuera de lugar.
–Siempre digo cosas fuera de lugar.
–No.
–No me acuestes así, yo puedo sola.
–Espera…
–Que no.
–América…

 

La metió a fuerza en las cobijas, ella las pateó y, como por instinto, le dio una cachetada a él.

–¡¡Que NO!!

Misha desistió. Se tocó la mejilla y la miró con resentimiento.
Pero no por el golpe.

 

–Sabes que no me gusta que me acuesten así, Mijaíl –sentenció ella– Así lo hacía el hijo de perra de mi abuelo.
–…
–No es que todavía tenga problemas, pero…
Govno…
–¡Es que jamás me gustará que me arropen así, Misha!

 

Él se dejó caer abruptamente en una orilla del colchón y pateó la tabla de planchar que estaba cerca.

–Puta madre, Amelia… –exclamó– ¡Dijiste que ya estabas bien!

–Estoy bien, no patees eso, es nuevo.
–…
–Yo lidié con eso a mi forma, Misha. Más que trauma, ya es por pura costumbre. El que no estaba bien eras tú.
–…
–¿Ian no te ayudó?
–…
–¿Pudiste hacerlo bien con él?
–Sí.
–… Pues bien.

 

Él exhaló su coraje para relajarse y ella se dejó caer de nuevo en la almohada. Lo observó hasta ver que su pecho ya no se agitaba y su amigo se tranquilizó.

 

–Sabes algo –empezó, para cambiar de tema– Realmente era obvio que Ianina era un chico.
–…
–Nadie castiga así a sus hijos sólo porque la novia es muy humilde o grosera, siempre tuve ese presentimiento. Pero no dije nada hasta que de verdad pude verlo.
–Vaya.

Ella le sonrió–Misha… lo que sea cada quien pero yo lo noto. Y también noto cuando las personas cambian. Te vi muy feliz. Ian hizo un buen trabajo. Te ayudó a salir adelante.
–Gracias.
–Creo que mucho más que yo.
–Es diferente –le aclaró él– Tú me ayudaste a poder estar con mujeres.
–Pues sí, pero de poco te sirvió después.
–No, porque no volveré a ponerme así por un hombre en la vida.
–¿Estás seguro?
–Seguro. Ninguno fuera de Ian y un amigo que tenía de niño me ha movido nada, y el amigo fue curiosidad. Ian sigue siendo una excepción.
–No sabes tu futuro, Micky. ¿De verdad sabes que no te volverá a gustar un chico?
–…
–…

 

El eslavo le dio un recorrido visual a la recámara entera.

–Aunque hubiera otro, Amy… –contestó– no quiero tener que volver a pasar lo mismo. Al menos ya sé que una chica no va a dejarme porque se sienta amenazada por mi familia.
–Bueno, por un lado… qué resentimiento, Micky. Él lo hizo por ayudarte.
–Le dije de mil formas que no quería eso.
–…
–…
–Entonces para ti ya… ¿se acabaron estas relaciones con hombres?
–En definitiva.

 

En el mismo caso pero con cualquier otra persona, la directa Amy se hubiera burlado, pero a su idealizado y querido ángel sólo le negó con la cabeza.

–No sabes, Micky –le corrigió– No te vas a volver un enclosetado con familia ¿o sí?, no sabes a quién te vas a encontrar.
–Ni que fuera gay. Si me caso, va a ser con una mujer que ame. Tampoco exageres.
–¿Y si amas a un…?
–Me quedo solo.
–…Bueno.

 

Ella le acarició y le revolvió los rizos.

–Ya estás del otro lado, Micky.
–¿Cómo?
–Parece que ya superaste tus traumas. En serio, Ian te hizo bien.
–…
–No que yo…
–¿Todavía tienes problemas?
–Depende de qué me hables. Ya superé mi etapa de sadgirl pendeja. En el trabajo pues… me da de comer. La señora Coto se la pasa chingando, pero me da igual.
–Lo que falla en tu vida es ese imbécil.
–Ja ja ja, Micky, viviría mucho mejor si Sebastián fuera mi mayor problema.
–¿Y ése cuál es?
–Tengo que conseguir dinero para el siguiente mes.
–…
–Como podrás notar, amado ángel –la morena bostezó, acomodándose mejor en la cama– no hay novedad en mi vida.
–…
–¿Qué?
–¿Y en… eso? –Misha señaló el colchón con la cabeza. Ella captó la idea.
–…
–¿Está todo bien?
–Misha, ya tiene mucho que ni siquiera siento nada cuando estoy en eso, ni con todas las pinches acrobacias de Sebastián.
–Eso es muy malo. No estás mejor.
–Ni modo –ella se encogió de hombros– Era eso o seguir sintiendo a ese viejo asqueroso tocándome. Preferí suprimir todo lo que siento.
–…
–¿Qué?
–¿Ni siquiera sentiste nada conmigo?
–¿Nos vamos a poner de nostálgicos, Miguel?
–Es que entonces ya no sé si sirvo tampoco para estar con una chica.
–…No digas eso. Claro que sirves.
–…
–No, Micky. Contigo nunca pensé en mi abuelo. Ya te lo había dicho, te lo dije en serio.
–Gracias.
–Es la verdad. Que conste que no te lo digo para hacerte sentir bien.
–Gracias.
–Eres el único con el que me sentí bien de verdad. Creo que porque sabía que tú tenías mis mismos miedos.
–…
–Ése día fue muy bonito –Amy le regaló una fugaz sonrisa– Gracias.
–No me des gracias. No te di un servicio.
–No, pero me acompañaste a dejar el dolor.
–…
–Gracias por eso.

 

Ella cambió su cara. Él sabía que ella estaba lamentándose por su joven y pobre vida. Siempre quiso ser actriz, pero cada día se alejaba más de sus sueños. Siempre quiso, al menos, tener una bonita vida.

 

Le tomó la mano y le dedicó una expresión de gratitud, que ella correspondió.

Fue el punto en el que las pupilas se cruzaron.

–A veces quisiera volver a sentirme así.

–…
–…

 

Todo se fue al diablo cuando cruzaron esas miradas y ella tenía una que pedía un rescate.

Ya nada importó.

 

De ahí, el alcohol que no los había embriagado, los comunicó, los puso de acuerdo y a él… lo armó de valor.

 

El alcohol, y que la velada había sido tan deprimente, que se sintieron de nuevo ahogados en el mismo mar. Más que amor, siempre fue más asunto de complicidad.

Ya no tenían nada que perder.

 

No hubo besos ni nada especial. Simplemente, de un momento a otro, él retiró las cobijas encima de ella y se descontrolaron.

Resonó en la soledad de la noche el botón de un pantalón, telas deslizándose por pieles y los resortes del colchón cuando se pusieron cómodos, justo para hacer una tontería.

Él la tocó, mucho menos tímido que ese quinceañero rubio y tímido del pasado, recorriendo las curvas que una vez casi pudo amar tanto como las rectitudes de Ian. Ella se dejó llevar, menos frígida que la dulce y lastimada Mimí del pasado.

 

No obstante, ya no era amor; todo era muy triste. Estaban muy chicos como para protagonizar una escena tan patética. Pero lo hicieron. Él, rogando olvido; ella, mendigando afecto. A él, la experiencia adquirida con Ian lo hizo avanzar seguro; a ella, la ternura en el acto salida a flote con Sebastián la hizo ser tan dócil como Misha ya no recordaba de una chica.

Por ahí había un pantalón de Sebastián donde ella sabía que guardaba la protección y corrió por ésta; precavidos eran.

En el punto final de aquel trágico y lastimoso acuerdo, ella pudo sentir de nuevo ese trato tan dulce y entregado dentro de su cuerpo; él tuvo una oportunidad para olvidarse del último cuerpo al que se lo había dado. Los resortes sonaron una y otra vez en el silencio crudo, cuidando de no despertar al padre.

 

Tan pronto como ambos terminaron, se quedaron mirándose el uno al otro.

Misha no se acostó a sus anchas, se sentó.

–Gracias, Micky –le dijo ella.
–Te quiero.
–…Soy patética.

Misha la miró; le negó con la cabeza, dándole a entender que ella no era la única.

 

–Yo quise –respondió.
–…
–...
–Te quiero.
–…

 

La morena pequeñita jaló a su amigo y lo acostó con ella. Lo abrazó.

–El típico par que se busca cuando todo va de mal en peor –escupió.
–Bueno… no somos cliché si no estamos ebrios.

 

Ya era muy tarde y él se quedó a cuidarla en la noche; se puso al menos la ropa interior, durmió tres horas y se quedó inmóvil vigilándola a su lado.

Por la mañana se lavó la cara, no se despidió de su aún dormida amiga y logró llegar antes de que Pavlovna también despertara, con el teléfono y un libro en las manos y sin ponerse la pijama.

 

Después se dirigió a su cuarto, con la firme intención de dormir más de lo que durmió junto a Amy, pero se quedó en el marco de su puerta, pensando en las mismas cosas en las que pensó casi toda la madrugada.

Pensó en Ian.

 

Ian no lo habría dejado pensar en nada. Él habría consumido su vista la madrugada entera y con ella, su corazón.

…¿Por qué se había ido, con una mierda?

¿Por qué tenía que haberse ido?

 

En total, después de terminar el acto, Misha y Amy habían pasado juntos cerca de seis o siete horas.

 

Y todo ese tiempo no les bastó para cuidarse las huellas.

Ni supieron dónde dejaron la basura.

 

- - - - - - - -

 

 

Los semestres estaban en su recta final y las vacaciones decembrinas estaban a la vuelta de la esquina. Aquí, desde la manera en que cuento estas cosas, el invierno no tiene nieve ni nada de bueno; en algunas partes de nuestras tierras ni siquiera lo es. Aquí el invierno es horrendo. El clima es demente y se puede estar como en un refrigerador por las mañanas y con apenas un poco de piedad del Sol para dar calor en la tarde. Pavlovna siempre dijo que eso era lo que más extrañaban de Rusia: hacer bolas y casitas de nieve en la puerta de su casa, divirtiéndose de lo lindo; aquí sólo podían ver cómo la señora del carrito del atole y los tamales se iba más rápido y salían los chistes del frío, mientras la gente iba por las mañanas a todas partes como con sus cafés en mano y su cara de sueño, en espera de poder llegar lo más pronto posible a su casa.

 

En invierno mucha gente se deprime. Por eso Ian decía que las cosas se sentían como invierno cuando iban mal. Ahora de verdad era invierno y encima, todo iba mal.

El paquete completo.

Eso último se lo dijo Ari esa tarde.

 

–Está todo mal –le oyó– No me la creo.

 

Tres semanas atrás, cuando se enteró, ella incluso pensó que el Día de los Inocentes se había adelantado cuando supo que la pareja que tanto trabajo había costado reunir, se había acabado por una pelea, un intento inmaduro de sacrificio mal planeado, tres semanas de frialdad y un ruso rencoroso que se hacía el frío pero se regodeaba en su dolor cada que hablaban de la rotura.

Apenas lo creyó cuando vio que ninguno de los dos, ni rubio ni moreno, terminaban con la broma para decirle que había caído como una paloma. A ella misma le dolió la noticia.

 

Pavlovna se enfureció con Ian y le mandó mensajes la misma noche de la ruptura, pidiendo explicación de por qué su hermano se deshacía en llanto en su habitación y buscaba la manera de escaparse de su vigilancia para ir a tomar. Todavía estaba molesta, pero ella le cedió un poco de razón a Ian, en el sentido de que ella entendía la sensación; alguna vez ella hizo lo mismo por un novio con una familia tan estricta que no le dejarían tener nada con nadie hasta la preparatoria (estaban en la secundaria en aquel tiempo).

La rubia le contaba las primeras semanas que, muy por el contrario de la última vez que estuvieron separados, Misha no tuvo ya problemas con sus pesadillas ni problemas depresivos; en parte porque las terapias sí estaban funcionando, en parte porque ya no era ni culpa ni tristeza lo que lo tenía todos los días irritable y frío, era rencor y un profundo resentimiento.

 

Owen y dos o tres amigos de la escuela también estaban molestos, pero animaron en un principio a los dos (a Ian vía mensajes) a arreglar las cosas entre ellos. Aún así, el tiempo pasó y nada.

 

–Lo estuviste llamando –continuó Ariadna. Estaban en casa del moreno, junto con Madelaine, la amiga del cumpleaños de aquella fiesta; iban de camino a ver a sus demás amigas y decidieron hacer una escala en casa de Ian para ver su situación. Tal vez no había sido una idea tan buena porque ahora, más que alegría con ver a su amigo, sentía desanimo.

Ya puras caras largas.

 

–Fue casi sin querer –respondió Ian.
–O sea, cómo… ¿Sonámbulo, o cómo? –intervino Madelaine.
–Despierto a medias.
–Entonces sí como sonámbulo –concluyó Ari. Ian encogió los hombros.
–… Ok.
–¿Y qué le decías?
–…
–¿Qué lo extrañas?
–Le preguntaba si estaba bien.

 

No se lo dijo, pero Ian pudo ver claramente cómo Ari escondió una expresión de desconcierto; supo que lo que le había dicho le había sonado demasiado bobo. Él mismo pensaba eso.

–De acuerdo –prosiguió la chica de cabello rizado– Él me lo dijo.
– ¿Cómo está, qué hace?
–Pues qué te digo Ian… –Ari siguió tomando del popote de su lechita de chocolate– Yo lo veo más frío, en su carota de pizza se ve… Pero dentro de todo, está normal.
–…
–Tampoco le puedes pedir que esté triste toda su vida.

 

Ian sabía también que Ari lo culpaba rotundamente de la ruptura.

Le estaba teniendo mucha condescendencia. La verdad, Ariadna no se imaginó antes que él haría algo como eso; por eso era así. La sorpresa todavía la mantenía escéptica. En el fondo, quería convencerse de que el cruel y cobarde Misha había hecho algo para ponerlo así; quizá habrían sido sus quejas sobre su situación familiar…

Pero por más que quería, ella no podía engañarse a sí misma.

 

–¿Ayer lo viste? –preguntó el pelinegro. Tenía todo el deseo de hacer una pregunta random, pero siguió hablando de Misha.
–No –contestó Ari.
–¿No fuiste a su casa ayer? –interrogó Madelaine– Por eso no nos viste.
–Me fui con Noriko a casa de su tía.
–Pero me habías dicho el miércoles que ibas a ir ayer –recordó el moreno.

–No estaba…
–…
–Estaba en casa de Amy.

Amy. Uy.

 

Tanto a Ian como a Madelaine se les hizo por un segundo la cara como si de momento un hedor de alcantarilla hubiera entrado por la ventana. A Madelaine, porque sabía perfectamente que la muñeca era amiga íntima de Yuko, el refrito de novia de su ex reciente; a Ian, ya sabemos más o menos por qué.

 

Para no entrar en conversaciones incómodas debido a la medianamente buena relación de Amy con Ari o de especulaciones estúpidas acerca del accionar de Misha dentro de la casa de la muñeca, dieron paso a otra plática radicalmente diferente y terminaron por hablar de la serie estrella en la plataforma más popular de series en internet. El clima seguía horrible afuera pero la sala de Ian se volvió notablemente más cálida. Además de sus amistades masculinas, desde que se juntaba con Ariadna el chico fideo empezó a tener muchas amigas y más por parte de ella, así que, ya quitado de la pena de verse como ese modelo del gay que parece una amiga más entre mujeres, se puso a hablar tranquilamente de que el actor secundario del capítulo 3 estaba sumamente delicioso, para Ari la que hacía de su esposa. Se pusieron a reír como desquiciados.

 

La morena se divirtió oyendo cómo Ian y Madelaine se comieron verbalmente a aquel pobre sujeto, al que dentro de su gran casa en Los Ángeles debían estar zumbándole los oídos como colmena de abejas y se partieron de risa hablando después de estupidez y media. Todo bonito y todo a lo bruto.

 

Hasta que el teléfono de Madelaine sonó. Un molesto mensaje en “el guats” por parte de Paul resonó en el ambiente, entre las risas. Ella se apresuró a contestar con un mensaje de voz.

 

–Sí estoy con Ari, pendejo –dijo para la grabación– ¿Qué quieres?? –concluyó. Ari y por consiguiente Ian ya estaban atentos.

–¿Qué te dijo? –preguntó Ari.
–Me preguntó si estaba contigo. Espera… –la chica de pelo castaño con mechas hiper rubias miró de nuevo a su pantalla–… Pregunta si tienes el número de Ian.

 

La alegría de la ocasión se paró en seco, para dar paso a unas caras enormes de signo de interrogación. Ian ni siquiera conocía al tal Paul, más que una vez en la iglesia (y de eso hace muchos años) y otra en el tianguis. ¿Qué querría?

 

–Dile que qué quiere –ordenó Ian a su nueva amiga, y Madelaine confeccionó el mensaje al punto, agregando que el solicitado se encontraba allí mismo junto a ellas.

Esperaron unos momentos.

 

Después, Ian y Ari la observaron grabar otro mensaje. –Pues él ya no anda con Misha, no tiene que ver nada con eso. Dile que no se haga el idiota. Y tampoco tú te hagas idiota.

–¿Qué? –preguntó Ari.
–Dice el pinche inútil que Sebastián quiere hablar con Ian.
–¿Quién es Sebastián?? –Ian preguntó riéndose, un poco de nervios.
–El novio de América.
–¿Qué quiere conmigo ese güey??
–Ni idea. No le hagas caso –Madelaine alzó los hombros y dejó el aparato en la mesa– Está pendejo. Todos ellos.
–¿Por qué dijiste entonces que no tenía que ver “con eso”?
–No le hagas caso, Ian. Escribe puras pendejadas.
–¿Qué dijo?
–Nad… ¡Oye!

 

Si se hubiera tratado de cualquier otra persona, Ian habría dejado pasar la interrogante, pero mencionaron a Misha.

 

El latino tomó el celular de Madelaine de la mesa, antes de que ella pudiera reaccionar para recuperarlo.

Ni siquiera le hizo la lucha para arrebatárselo de nuevo, porque Ian comenzó a leer inmediatamente.

 

La conversación con Paul ya llevaba más de lo que aparentaba.

Comenzó a media tarde, y era la tercera vez que el ex preguntaba por él.

 

Sebastián había llegado temprano a casa del padre de Amy. Había llegado con rosas y una disculpa sincera, pero la encontró desnuda, arropada cuidadosamente entre las cobijas y con la ropa y un preservativo usado en el suelo sucio. Se sentó en el piso del corredor a esperar a que ella despertara y le explicara todo eso.

Al abrir los ojos, hinchados de una desvelada y una resaca de ideas, la mente de la pequeña chica se enfocó en un recuerdo y abrió la boca, sólo para preguntar:

“¿Misha?... ¿Misha?”

 

Gran escándalo fue cuando Sebastián se puso como una bestia frente a América, que despertó a su padre. Los corrió de la casa. Sebastián se llevó a Amy arrastrando a la casa rusa y el escándalo estalló, una oleada de ridículo y un espectáculo de vergüenza. Gritos, hasta el vecino se asustó. Amy fue golpeada por su novio, Misha intercedió por ella. Pelea hasta que Sebastián se puso extremadamente violento y los esfuerzos se volcaron en contenerlo; el eslavo matón le tuvo miedo.

Sebastián padece un trastorno mental de gravedad y una personalidad de terror. Le gritó sandeces a Misha y cuando la amenaza de policía apareció, Sebastián se largó depresivo y sintiéndose derrotado y, pese a las cuasi súplicas del ruso, Amy se marchó con él.

 

Sebastián estaba buscando cualquier culpable y no escuchó cuando le dijeron que Ian ya no estaba con el euroasiático. Quizá lo buscaba para hacer reclamos, quizá buscaba, en su retorcida mentalidad, un compañero de venganza. Quién sabe.

 

Lo que sí había causado con todo eso, fue terminar de darle con todo a la mente de Ian.

 

–¿Estás bien? –escuchó la voz de Ari. Al instante viró.

Ariadna no había visto los mensajes.

–¿Por qué… ya sabías? –preguntó.
–…
–Me da igual.
–… ¿Seguro?

 

Ian devolvió el teléfono. Las amigas, con la idea de que debían dejarlo tranquilo, se disculparon y se marcharon media hora antes de lo que dijeron.

 

Era su ex novio.

Pero debían dejarlo tranquilo.

 

Ian se quedó un rato más en la sala, justo donde Ari y Madelaine lo habían dejado.

 

Y se hizo el silencio.

...

 

 

Él fue siempre un niño precoz. A temprana edad, supo de historias de romance y por ende, rupturas dolorosas. De ésas que tardan meses en sanarse, cuando se quiere mucho.

 

Pero habían pasado sólo tres malditas semanas. Sólo tres semanas, y Misha, con todo el dolor que le vio en la cara aquel día de muertos, ya se había ido a acurrucar en los brazos de la bella y simpática América.

 

Debatió largo rato, en la soledad de su casa, si debía sentirse de una u otra forma.

Paul, en la conversación con su ex novia, había mandado otros mensajes mientras leía:

 

“Pues quiere hablar porque piensa que el amigo de Ariadna hará algo. Yo no le dije que lo buscara no me culpes de sus pendejadas. Yo no estoy de acuerdo con los gays pero no por eso le voy a hacer pasar una vergüenza a ese güey”

“Ya suficiente tendrá con quedar como el experimento del güero. Si antes lo decían ahora con más razón. Ya todos sabíamos que Amy siguió queriendo a ese vato, entonces no me culpes y cállate”.

El experimento del güero.

 

Al principio trató de no darle mayor importancia. Después de todo, él mismo se había alejado de Misha y ese ruso ya no era de su propiedad; ese pecoso ya era libre y con todo el derecho que le daba la libertad, podía irse con quien se le pegara la gana. Lo asumió y lo aceptó, en virtud de creerse un poco más maduro.

Misha tenía derecho a repararse de lo que él mismo le había causado, y si él quería que esa cura fuera Amy, pues lo sería y ya.

 

 

Pasaron algunos días. La noticia voló entre los amigos y conocidos de ambos lados.

Y así, Ian supo que Paul, a pesar de ser conservador y religioso, no se equivocaba. No era el único que lo pensaba.

 

¿Así de verdad era la gente?

 

Aún con los esfuerzos de Tomás por que los rumores no llegaran a él, el eco se hizo hasta sus círculos cercanos en la vocacional. Algunos, para burlarse; otros, para intentar darle consuelo. De esa manera, Ian sintió pasar los siguientes días.

 

“Te dije cabrón que no te metieras con un hetero”.

Y los “Ian, disculpa pero tarde o temprano iba a pasar”.

 

“Ya sabías que le gustan las viejas, para qué te hiciste pendejo”.

“A Paco todavía le gustas y él sí es gay, es buen chavo”

“La verdad sí pensábamos que nada más quería probar contigo”

“Es que cómo no viste que estaba jugando contigo”

“No te amaba, ya era así contigo. Se encaprichó contigo”

“El man siempre ha golpeado gays, contigo se ensañó. Se burló de ti”.

“A mí mi ex también me dijo que me amaba y se fue con otra. No creas en los hombres así”.

“No era amor”

“Se obsesionó contigo, se confundió”

“Ese ruso estaba loco pero no de amor Ian. Pinche ruso idiota”.

“Pues obvio si le das sexo te va a decir que te ama, Ian. Pero ahora lo ves, Amy aflojó lo puta y corrió”.

“Ni te culpo por cortar con él, obvio te apoyamos a ti”.

 

¿Así son los amigos, así piensan siempre de ti?

¿Intentaban hacerlo sentir mejor, o es que de verdad nunca fue amor a los ojos del mundo?

 

“Ya todos sabíamos”.

“Ya todos pensábamos”.

“Nunca te quisimos decir”.

¿Nunca fue amor?

 

“Eso de ser bisexual son pendejadas no seas güey”

“Te dije que nunca le quitaras la vista, cariño… Yo te lo dije”.

 

El prejuicio, el dolor, el desamor… se juntó con una mente loca, de un enamorado que piensa hasta las cosas más descabelladas, porque la gente, los amigos y los hechos lo alimentan.

Se junta el hambre con las ganas de comer.

 

Y entonces pasaron otras dos, casi tres semanas.

Y, cuando el peso de todos los cuchicheos aplastó el juicio propio de un corazón roto, culpable y confundido, cedió al peso y lo abrazó, sin darse cuenta.

 

Por supuesto, el hecho de sentirse culpable por el rompimiento también participó. Humano es humano y por muy recto, el raciocinio humano siempre busca cargar en otros todas las culpas posibles.

 

Comenzó a cuestionarse las hipótesis que se le planteaban y en algún punto, no supo cuándo, se las tragó.

 

“Sí lo hemos visto con América otra vez, ¿verdad Luis?” “Sí, Ian”.

–“Creo que de verdad la seguía queriendo”.

 

“No les hagas caso, bombón, no es cierto”.

–“Te lo dije el día de la fiesta, Pavlovna. Ahora veo que no estaba celoso sólo por pendejo”.

“Ay… vete al rábano. Como quieras pensar”.

 

–“Por eso Misha siempre estuvo tan atento con ella”

“Así son esos hombres, Ian, la usan a una para olvidar a una puta”.

– “Ahora veo todo”

Ahora veo todo.

 

Y el remordimiento se volvió una especie de desengaño sugestionado, porque ahora, con todos diciendo que Misha seguía viéndose con Amy y con rumores tontos que se volvían las más absolutas verdades, ahora resultaba que Misha había querido olvidarse de la chica de su vida con él. Encajaba perfecto con la historia de un chico presuntamente bisexual que jamás estuvo antes con un hombre y que se aferró a sólo dos cosas frente a sus amistades: a la homofobia, y a Amy.

Todo encajaba. En un santiamén.

 

A Misha llegaron también después algunas palabras.

 

“Qué pendejo estás, no mereces a Ian”.

“Tanto que chingaste con tu puñetas y ahora peor, te fuiste con la puta”.

“Pues si ese imbécil se cree lo que le dicen sus amiguitos de ti está mal, Misha. No te merece”.

“Mándalos a chingar a su madre, tú no tienes por qué explicar nada, Amy no anda contigo”.

“Pues de qué se queja si él te dejó, nosotros te vimos cómo estabas por él, que se joda”.

“Si se lo cree es su problema. Además él te dejó ¿No? Ya vendrá alguien más”.

 

Las lenguas que más quieren ayudar a veces son las que más rápido pueden contribuir a arruinarlo todo. Porque dos corazones que ya no se comunican y ya no están en sintonía, se dejan llevar más fácilmente por las voces.

 

Ian dejó atrás la necesidad de disculparse. Misha decidió olvidarse de él.

 

La foto de Misha con una ushanka e Ian vestido de charro en la primaria seguía en algún lado del cuarto de Ian, y cambió de ser el póster principal a un papel más entre los exámenes y los trabajos calificados. Y parecía que así se iba a quedar.

 

 

 

Y entonces… alguien explotó.

Notas finales:

Esta semana sin falta abro la página, bebés. Habrá ilustraciones de la historia y otros detallines que amarán :3 se los juro. 

 

Si no logro adelantar mañana o el lunes, nos veremos la próxima semana. Disfruten a sus familias, pórtense no tan bien y les mando 10000 abrazos. 

 

Se les quiere! <3


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