Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los chicos lloran lágrimas celestes [en REEDICIÓN] por DianaMichelleBerlin

[Reviews - 34]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bonita noche de domingo, bellos

 

El capítulo de hoooy...

 

REEDITADO: 01/04/2018

 

 

Y así, comiendo blinis y desgreñando hermanas a almohadazos, pasaron cerca de cuatro meses desde la primera clase. Ahora, luego de sus clases y si el tiempo con su novio lo permitía, la melliza rusa se unió a la diversión.

 

La rutina casi siempre fue la misma. Eran Ian y Misha, luego almohadazos, luego Pavlovna y luego ruso, charlas y blinis. Los repetían unas tres veces a la semana. Aunque al principio Ian intentaba sacar seguido y sutilmente el tema de la desaparición misteriosa de los hermanos Lébedev en su vida, las pláticas derivaban en otra cosa o sus amigos rusos daban la misma explicación que la vez pasada, sin entrar en detalles. Poco a poco Ian se frustró y se divertía tanto que los intentos de saber la verdad se fueron haciendo menos frecuentes, hasta que el tema se le fue de la mente por completo.

 

Para vacaciones no hubo mayor cambio en la rutina salvo que se comieron casi todo el tiempo de los días para pasarla juntos, porque ahora Ian llegaba a casa de los rusos mucho más temprano o Misha lo recogía en la suya para salir a caminar, a ir con Owen y los demás, a estar simplemente por allí o por acá, pero todo juntos.

 

Muchas aventuras fueron vividas durante ese primer lapso de descanso en compañía. Ian tuvo un par de citas con el chico de su salón y hubo un intento de integrar a este nuevo sujeto a la dinámica del grupito; sin embargo, en vista de que Misha y el mencionado Francisco se terminaron deseando mutuamente como a un Sol (incendiándose a años luz de distancia), Paquito le dio a escoger al moreno entre el ruso y él... Así fue como Paco le tuvo que decir adiós a todos.

Francisco atribuyó toda la fricción a la intolerancia de Misha; no obstante,la verdad era que el pecoso supo mantener sus ideas al margen y tratar bien al prospecto de su mejor amigo. Que a Paquito le diera por poner reggaetón básico en una reunión con Owen y empezaran a discutir de música fue una historia totalmente diferente.

 

Sucedió también que, alguna vez paseando por allí, Ian se encontró otra vez con uno de sus antiguos acosadores por la calle. Tal vez el tipo habría querido decirle al menos una palabra, pero al verlo caminando justo al lado del extranjero temible y fuerte de 1.86 m de estatura, se quedó callado y escapó de ahí, temeroso por su trasero.

 

A pesar del aura de protección que el pecoso se encargaba de emanar alrededor de Ian, Misha en la calle tenía mucho más cuidado de no "mariconear" con Ian. Se quedaba como serio y cuando Ian quería decirle alguna cosa que no sonara mínimamente 'normal' a su juicio, se alejaba de él, le tapaba la boca o le daba un "muy masculino" golpe de amigos. Ian podía entender perfecto el mensaje; le molestaba un poco, pero también entendía que ninguno de los dos quería que los vieran por la calle como algo más que dos chicos llevándose bien.

 

Pero, cuando llegaban a casa de Misha, todo era un poco diferente. Se cocinaban, se abrazaban, se hacían muchos cariñitos a tono de juego (aunque algunos más por afecto puro) y había un ambiente muy bueno entre ellos que se expandía entre las personas que los acompañaban. Mejoraron su humor, se hacían mucho bien el uno al otro.

Su amistad siempre fue muy agradable... y estaba floreciendo tan hermosa como en el pasado.

 

Las cosas se hicieron más extrañas para Ian, pero a la vez, se hicieron también más bonitas. Cierto era que no amaba a Misha, ni se decía atraído a él, pero le gustaba y disfrutaba mucho de ese lindo vínculo. Volver a un pasado sin volver realmente. Disfrutar de la nostalgia, sin sufrir la nostalgia. Sin amor, pero no sin cariño. El cariño nunca es desagradable. Nunca se niega.

 

En algún punto, comenzaron a decirse "Te quiero", "Te extraño", "Abrázame", "Eres mío"...

Las cosas eran cada vez más buenas. A veces demasiado; a veces ni lo notaban.

 

Sus otros amigos mariconeaban también los unos con los otros de vez en cuando, pero nunca como ellos; no de la misma manera, no realmente. No se daban cuenta, o no querían darse cuenta. Simplemente lo disfrutaban. Los rusos tampoco suelen decir ese tipo de cosas, ni siquiera a las mujeres; pero Misha no parecía tener problemas con ser un ruso un poco diferente. Por favor, era SU Ian.

 

Se podían ver echados en la sala, casi todos los días, antes de que llegara Pavlovna, Ian acomodado junto a Misha hablando de la vida, riendo, quejándose de lo que les molestaba de su existencia, berreando las letras de la música hasta fastidiar a los vecinos, teniendo visitas... Siendo ellos mismos.

Oh, y en las clases de ruso.

 

Pasó la navidad, en la cual los hermanos rusos estuvieron en casa de Ian, festejando por primera vez ésa fecha desde que moreno y rubios dejaron de verse.

Pasó el año nuevo, pasó la navidad rusa y el regreso al semestre próximo. Era el segundo para Ian y el cuarto para Misha. Se reanudó la rutina normal, con el ruso, las risas y los blinis al final.

 

Ése fue uno de ésos días.

...

 

Nunca se sabe cuándo las cosas van a terminar.

 

 

-¡Ahorita preparamos unos!-Exclamó entusiasmada la melliza Lébedeva, sacando la harina de trigo de la alacena. Misha, como siempre, se escabulló hacia la sala en algún punto para evitar la cocina y prendió su consola para jugar su "Blood Anthem V". Antes de que Ian y Pavlovna fueran conscientes de ello para ponerlo a hacer algo, ya estaban escuchando balazos y soldados virtuales siendo destripados por mayoreo. Ellos dos se entretenían charlando y cocinando los blinis, oyendo a los Red Hot en el gran teléfono de ella.

 

Los blinis son unas masitas cocinadas al sartén parecidas a unos hot cakes. Fue el primer platillo ruso que los Lébedev cocinaron en tierra latinoamericana y uno de los que con más frecuencia preparaban, porque podían perfectamente hacerlos a su gusto sin sufrir mucho por los ingredientes típicos en su comida que no existen por aquí. Siempre fueron la comida rusa favorita de Ian y la madre de familia, la señora Lébedeva, le había enseñado bien a Ian y a sus hijos a cocinarlos.

Cuando fue el momento de dejar reposar la masa y Pavlovna se dispuso a batir unas claras, estaban hablando de la vida diaria de los dos hermanos en su solitaria casa, en la que unos días por cada uno, dos o hasta tres meses los padres estaban ahí.

 

-Se volvieron muy buenos en su trabajo -narró ella, refiriéndose a sus padres.- Papá quiso que mamá se quedara en casa, ya sabes, te acuerdas de cómo es él -Se hizo una pausa para aspirar.-Y por un tiempo fue así, mamá estuvo diario en la casa hasta que casi cumplimos dieciséis. Pero a las grandes empresas poco les importan los roles familiares si pierden un buen elemento. Los acuerdos comerciales de papá no eran tan jugosos sin las estrategias de mamá y no dejaron de decírselo, hasta que un jefe nuevo llegó y dijo que tenía que producir más porque habría recortes. En ese tiempo estábamos pasando algunas crisis y no tenía tiempo ni dinero para desajustar nuestras vidas otra vez con un regreso de todos a Rusia, y le pareció que había invertido bastante de su vida en esa empresa como para buscar empleo a su edad. Convenció a su jefe de recontratar a mamá y trabajar ella con él en los acuerdos. Eso hizo que él ganara más y también que ella generara dinero también, y como todo el día están juntos, están contentos.

 

-Qué bueno... -Ian ordenaba un poco la mesa de preparación mientras asentía. Ella lo imitó.

-Sí, es bueno -Pavlovna miró de nuevo la masa.- Antes de que empezara a trabajar otra vez, mi mamá agarró a mí y a mi hermano y nos enseñó todo lo que hay que hacer en la casa: cómo cocinar, cómo hacer la casa, cómo pagar las cuentas, ésas cosas. Entonces, es casi como si viviéramos solos él y yo. Los dos cocinamos. Él hace unas cosas unos días y yo hago otras cosas otros días. Él generalmente es muy colaborador...

 

Los balazos se intensificaron y la güera con no tantas pecas como su hermano abrió la boca para gritar.

 

- ...¡No como AHORITA, que está de patrón, con sus juegos a los que NO PUEDE BAJARLE EL VOLUMEN porque a fuerza tiene que oír los chillidos de sus enemigos! -gritó, a propósito de su mellizo holgazán.

-Ja ja ja. Creo que ni te escucha, Pavlovna.

-Claro que me escucha, pero no quiere hacer nada. Sólo por eso le van a tocar menos blinis.

 

Esperaron por una reacción por unos segundos, pero en lugar de eso oyeron cómo el nivel del juego se completaba y Misha celebraba lanzando gritos y groserías como cuando un futbolero ve un clásico nacional y su equipo anota gol.

 

-Creo que no te oye- rió el latino, alzando los hombros.

-Bueno, supongo que no-. Pavlovna terminó de batir, retiró la batidora y revisó la mezcla. Faltaban 30 minutos. Ian también miró la masa y aspiró el aroma antes de que su amiga la volviera a tapar.

 

Exquisitos blinis...

 

-Extrañé también estas cosas durante años -comentó, olisqueando.

-¿Sí?

-Sí, mucho...

-Después de que no nos vimos ya mamá tampoco las hizo casi -suspiró su amiga.- De algún modo nosotros también las extrañamos un tiempo.

 

Ian contempló un poco más el recipiente de mezcla antes de bajar la cabeza. Exquisito aroma, pero recuerdos muy hirientes y los que no, muy extrañados.

 

-...Se me hace muy injusto -habló.

-¿Qué cosa?

-...Que ella no me haya querido sólo por mi mamá. No sé qué problema tienen las dos, si eran tan buenas amigas. Mi mamá nunca quiso decirme.

-...Sí, es triste, Ian- suspiró la rubia- Pero mamá es mamá y no podíamos desobedecer. Tampoco a papá. No deberías juzgarnos tanto, pequeño, y menos a Misha -. Torció un poco los labios- A decir verdad, y creo que tú lo sabes, él fue el que más te extrañó.

-Tienes razón. Lo siento.

-No te preocupes. Todos lo sentimos.

-Sí...

 

La belleza eslava había tocado un punto en el que Ian ya había pensado más, porque ahora más que nunca creía que ella tenía razón.

También había tenido culpa. Él tampoco había buscado a Misha. Cuando vio a Pavlovna aquella vez en el microbús, le ganaron las prisas antes que la curiosidad por saber cómo iban las cosas con ellos, por qué todo había cambiado tan de repente. Su rencor, aunque bien justificado, lo había cegado al punto de dejar de preguntarse por su ruso y concentrarse en tomarle odio para sacarlo de su corazón y archivarlo como un recuerdo triste dentro de su mente. Sin embargo, no había reparado lo suficiente, desde que se reencontró con él, en que todos esos años también le significaron algo negativo al pecoso. Además, no tenía pruebas de que lo que le había contado sobre su ausencia eran verdad, pero tampoco había estado allí para desmentirlo.

Algo también había estado mal con él mismo. Tenía que reconocerlo.

 

 

En esas reflexiones estaba sumergido cuando notó que Pavlovna dijo otra cosa.

 

-¿Cuánto lo extrañaste, Ian?

 

Extrañar a Misha...

 

A él se le oprimió el corazón, igual que el corazón se le oprime a alguien que va a hablar de algo muy doloroso perdido en la memoria.

-¿Te puedo decir la verdad? -preguntó.

-Ian...-Pavlovna le acarició el hombro con dulzura- Tú también debes enterarte de que siempre supe mucho más que simplemente tu orientación sexual...

-...

 

Ian jamás le dijo nada explícito a su amiga rusa sobre los sentimientos que tenía por su hermano; empero, no se le hizo extraño que ella lo supiera. Después de todo, quitando a los padres (de quienes se cuidaban mucho de pubertos), para todos, en algún grado, era muy obvio cuando los veían. Al menos a él.

 

-Cuéntame -le sonrió ella.- Él no está oyendo.

 

Se escuchó una explosión de bomba molotov virtual a todo volumen. Cualquier confesión estaba resguardada.

He dicho antes que a Ian no le gustaba hablar de sus heridas pasadas. La razón, o una de las principales razones era que, cuando lo hacía, era como volver a sentir todo ese dolor de un momento a otro.

 

-...Lloré todos los días, Pavlovna- la mirada del moreno se ensombreció- Todos los malditos días, hasta que pasó más o menos un año.

-Me supuse.

-Pavlovna...Yo... -su pecho se contrajo-... Yo estaba enamorado. Mucho, mucho, como loco y eso que era un niño. O así yo lo sentí, no sé qué tan enamorado se pueda estar a los pinches once años pero... Pavlovna, yo sí lo quería mucho. No te supones una quinta parte de lo que lloré por él cuando... tú sabes, se fue.

-Bueno, al menos me doy una idea, por Misha. Él también lloró mucho por ti.

 

La respuesta de la chica hizo que Ian virara instintivamente y sus ojos volvieran de las sombras.

Exquisito aroma de la masa reposando.

 

Lágrimas de Misha cayendo por él, en una imagen mental.

 

-... ¿De verdad? -curioseó.

-Sí, Ian. ¿Creías que no?

-... ¿Y cuánto duró así?

-...Sólo puedo decirte que mucho tiempo, pequeño. La rusa alzó los hombros- Pasó por muchas cosas por ti.

-Vaya, yo...no pensé que tanto.- Ian no supo si debía sentirse bien o mal por ello.

-Pues créelo -le afirmó Pavlovna.

-Es que no pensé que lo haría, no a ese grado.

-¿Y por qué no? -Arqueó la ceja ella.- Él no es de piedra.

-Me refiero a que... -Él movió la cabeza- Pavlovna, cuando pierdes a un amigo se siente muy mal. Muy mal en verdad pero...lo mío era otra cosa. Lo de él no. Tal vez no era tanto como para llorar así.

-Ian, suenas mal diciendo eso.

-Pues lo siento, pero es la verdad.

-¿Cómo sabes que no era otra cosa?

 

...

 

Pavlovna: "¿Cómo sabes que Misha no sentía otra cosa?"

 

...¿Qué demonios? ¡Por favor!

 

 

-Bueno... -Ian frunció el entrecejo y se encogió de hombros. Recordó las explicaciones del propio Misha- Sí me trataba raro y todo eso, pero siempre me dejaba claro al final que era pura mariconada y eso a veces sí me dolía... -Resopló.- ¿O tú sabes algo que no sé?

-No, Ian, pero...

-Pavlovna... Come on, please! -La miró, irritado.- ¡Como si alguna vez Mijaíl hubiera pensado en estar con un hombre!

-...

-No chingues.

-Es que tú aseveras cosas malas de mi hermano como si...

-"Como si"... ¿Qué? -La observó fijamente.- ¿Como si le fuera a gustar?

-...

-¿Te parece que tu hermano es de esos que es muy tolerante con ese tipo de cosas?

-Contigo lo es.

-Porque soy su amigo -puntualizó el de ojos negros, presuroso por callarla.- Nada más.

-No.

-...

-Mi hermano te quiere, Ian. -Pavlovna le correspondió la mirada desafiante que traía puesta- Tal vez no como tú quisiste, pero te ama a su manera. Te tiene un amor que ya quisiera cualquiera de todos sus amigos o hasta las que se le embarran, y eso que tú no estuviste para él. Así como es te acepta, te protege y te ama. Deberías agradecido estar porque él no deja pasar personas así a sus sentimientos. Y tú lo sabes.

-...

-Deberías dejar de lloriquear por un pasado que simplemente no te gustó.

 

Lo último...

Un pasado que "no le gustó".

 

¿¡Por qué a los pinches mellizos Lébedev les gustaba decir pendejadas!?

 

-Ah ... Entonces... -rió enfurecido- Soy un mamón porque no me gustó...

-...

-Misha me dejó -respiró para contenerse.- Por algo se siente culpable, Galina Pavlovna.

-...

-¡Parece que me hablas como si yo hubiera tenido la culpa de lo de su visa y su viaje y la mudanza y todo!

-¿La visa?

-Yo entiendo que la culpa no fue toda suya, pero mía tampoco. Los dos no nos buscamos, yo por pinche orgullo y él por pinche obediente, pero al final yo no me cambié de casa ni me fui sin explicaciones. Por eso él sabe que la cagó. No es cuestión de que yo sea un cabrón que joda porque no me gustó que él no sintiera nada por mí. Si vas a decir algo, cállate.

-...

-Y por favor -añadió- ...ahora que estamos bien y que parece que ya no se va a ir a Nóvgorod otra vez, dejemos esas cosas atrás como tú dices.

-¿Por qué se iría a Nóvgorod, Ian? -Galina frunció el entrecejo, como si no entendiera nada.

-Pues ¡por lo de su visa otra vez! O si no, qué más.

-¿Qué tiene su visa?

-Pues por eso se regresó ¿o no? Cuando se fue a Nóvgorod y ni se despidió.

-¿Y Misha cuándo se fue a Nóvgorod??

-...

-...

 

¡PLAM! ...¡BOOOOOM!

 

Volvió a sonar una bomba molotov en la sala, conveniente a la ocasión.

 

Sí. Le estaban mintiendo. Ahora sí que estaba más que confirmado.

Y Pavlovna se dio cuenta. Muy tarde.

 

-Ah... -Titubeó haciendo como que recordaba- ¡Ah sí, sí, el viaje! El viaje...

-A ver... -interrogó Ian.- ¿De qué viaje te estoy hablando?

-...

-Me lleva el demonio, Pavlovna -rabió el moreno- Tu hermano me dijo que se fue porque se largó a Nóvgorod en primer lugar, ¿A qué estamos jugando?

-...

 

Ya tenía suficiente.

 

El moreno camino en dirección a la puerta de la cocina para ir hacia Misha. Pavlovna lo jaló del brazo y se puso frente a la puerta.

 

-Ian -pronunció la rubia- Ya basta, acabas de decir que no me tienes que esc...

-¡NO, Pavlovna! -enunció un moreno al punto del cólera. Se soltó del agarre de la rusa.- ¡Ya no sólo me molesta no saber a dónde fue, me molesta que ustedes dos me crean tan retrasado para no darme cuenta de que me están viendo la cara! ¡Podían haberme dicho simplemente que no querían decirme, pero si hay algo que no tolero es que quieran pasarse de cabrones conmigo y me mantengan de puras mentiras que ni siquiera se toman la molestia de ensayar! ¡Y más cuando se trata de él!

-Ian... -La voz de la rusa se tornó suplicante.

-¿¡Qué!?

-Relájate.

-¿Algo malo le pasó cuando se fue?

-No, pero escucha...

-¿Entonces qué...? -Ian estalló.- ¿¡Qué carajos es tan misterioso como para que Mijaíl me quiera tanto como chillas y ni siquiera me pueda contar!?

-Ian, él tuvo sus razones para no buscarte.

-¿¡Cuáles!?

-¡No sé, Ian!

-NO, ¡Sí sabes!

-¿¡Pues qué quieres que te diga!?-Pavlovna se desesperó- Govno!

-¡LA VERDAD!

-...

-¡Quiero la puta verdad!

-...

 

Pavlovna apenas estaba abriendo la boca cuando...

-No te quería ver.

 

...

 

 

Una voz masculina se escuchó al tiempo en que se abrió la puerta de la cocina, cuando Ian y Pavlovna callaron al instante.

Misha entró a la habitación.

 

-No te quería ver- repitió el ruso, serio y con el potente mar de sus ojos posicionados en la noche oscura de los del moreno.

 

"No te quería ver".

 

-¿Por qué?-respondió el dueño de esa noche oscura, donde la ausencia de estrellas hizo juego con el golpe emocional que recibió, y el cambio drástico en su tono de voz. Trémulo.

-Mamá le contó a papá de las mariconadas -respondió el rubio.

-...

-No me hizo nada -siguió explicando-... Pero sí me hizo ver muchas cosas de otra manera.

-...

-Él habló conmigo, me dijo que debía alejarme de ti un tiempo, para deshacernos de eso. Y yo estuve de acuerdo, pero sentí que para eso se necesitaba mucho tiempo. Por eso no te llamé, ni te busqué, ni te encontré. Ni me despedí.

-...

-Fue por voluntad propia. Me dio asco darme cuenta de lo que hacía contigo. Y me corregí. No me importó nada más que mi cura.

-...

-Fuiste mi daño colateral, supongo -. Su voz sonaba muy avergonzada.

-...

-Lo siento, Ian.

-...

-Ian...

 

Para el tercer trío de puntos suspensivos que se han marcado aquí, Ian ya había recibido todo el absoluto y aplastante peso de esa confesión tan brutalmente honesta hacia él.

Todo el peso.

 

Hace mucho se prometió no llorar más por ese asunto, aunque en su noche oscura se estaba formando una tromba contra su voluntad.

 

-Ian... -Le habló Misha.- Mereces que te pida muchas disculpas.

-...

-Ian...

-Entonces eso era... -dijo el moreno al fin.

-...

-Encaja perfecto con lo que pasó ese día... -asintió levemente- Con el día del parque. Con tu cara cuando me viste. Seguro fue como ver... una pinche nube de moscos del dengue. Entiendo.

-No.

-Claro que sí. Pero la culpa te ganó -aseveró el moreno. -Por eso estoy aquí. Porque te sentiste culpable conmigo.

 

Misha ya no replicó nada y se limitó a tragar saliva en silencio, bajando la mirada. La vergüenza le cubría el rostro.

 

Blinis exquisitos. El olor llenaba el ambiente. El olor que había impregnado toda una pubertad. Ahora se hizo insoportable.

Cualquier par de amigos se reencuentran y se liman las asperezas. Se queda en un mal trago, se pasan bien los tiempos que siguen y se supera todo lo que pudo pasar alguna vez.

 

Pero los amigos que se toman la mano y que se esconden con las ardillas...

Esos no se perdonan tan fácil que se vayan.

 

Y ambos lo sabían.

 

-¿Y qué se siente...fracasar? -Ian rompió el hielo.

-¿Qué?

-Sí. Dime qué se siente fracasar.

-¿Fracasar en qué?

-En tus pendejadas.

-...

-Me sigues abrazando, me recargo en tus piernas, prácticamente me acuesto en ti...Y tus estupideces de "mi Ian"...en serio -Se burló el moreno.- ¿Qué ganaste haciendo eso?

-...

-Dime.

 

En los seis segundos en que Misha tardó en contestar, el silencio se volvió pesado. El rubio se pasó la mano por la cara y exhaló.

 

-...Darme cuenta de que...hay cosas que no puedo cambiar -respondió.

Ian asintió.-Eso creí...

-...Hay muchas cosas que no puedo cambiar, de verdad- Misha se recargó en la pared y exhaló de nuevo- Aunque lo intente...

 

La decepcionante confesión puso muy mal al latino. Se había enterado de que lo habían echado de la parte más importante de su niñez, sin siquiera pensar en lo que sentiría... Tal y como había pensado todos esos años.

Sintió que debía ser su turno, al menos en parte.

Su turno de ser un cabrón.

 

-Pues...entonces -Comenzó a decir- Creo que me toca a mí hacer algo.

 

Cuando el moreno dijo esto, el rubio lo miró otra vez.

 

-¿Algo, de qué? -preguntó el ruso.

-Somos amigos, Misha. Y eso está por sobre todas las cosas.

-...

-Y bueno... -Ian se rascó la nuca- Si tanto es tu deseo y si tanto creíste que vale la pena dejar pasar tanto tiempo para cambiar algo que no te gusta...Pues entonces creo que te tengo que ayudar. Eso es lo que hacen los amigos, Misha. No todo esto que pasó. No lo que tú hiciste. No te voy a sacar de mi vida porque no soy como tú, pero...

-...

-Te ayudaré.

-... ¿Y cómo vas a hacer eso?

-Te voy a ayudar a que esos años no los hayas malgastado a lo estúpido.

-...

-Quiero que acordemos que a partir de ahora, los dos nos vamos a dejar de cualquier mariconada y nos vamos a tratar como amigos normales. Creo que eso ayudará a lo que querías, ¿no?

-...

-... ¿O qué, te duele mucho?

-Ah... No -Mijaíl se compuso.- Está bien.

-Sí -Asintió el moreno, para terminar de convencerse de que estaba dando una firme sentencia- Es más, creo que ya era tiempo de que así pasara...Esto ya se ve muy raro, ya no somos niños chiquitos.

-...

-Pero no quiero que me vuelvas a mentir, Misha.

-...No. No lo haré -El pecoso tenía la mirada perdida. Tal vez ya sentía demasiada vergüenza ...

-Ni tampoco hagas que Pavlovna me mienta, ella y yo teníamos mucha confianza desde siempre y tampoco voy a dejar que eso se vaya al carajo.

-Sí, creo que eso me quedó claro, Ian.

-Gracias.

-Siempre le tuviste un poco más de confianza a ella.

 

De nuevo el silencio tenso.

 

-... ¿Eso fue un reproche? -Ian alzó una ceja, irritado.

-...

-Misha...

-Pudiste haberme dicho antes que eras marica. Así nos hubiéramos ahorrado tanta mariconada...

-...

 

Ése fue el tiro de gracia para Ian. Se lo llevó el diablo.

A la mierda todo.

 

-¿Quieres saber qué no sabía Pavlovna y tú tampoco? -cuestionó, con una voz desafiante, como si fuera a tirar una bomba.

La iba.

 

-No, no me interesa... -se desentendió el ruso. Y aquello hizo endiablar mucho más a Ian.

 

Ya no tenía nada qué perder.

Ya no se miraban. El techo y el piso eran más interesantes.

 

Y lo soltó:

-Ella nunca supo, o nunca le dije...que yo estaba enamorado de ti.

-...

 

Pavlovna había apagado su celular y miraba la puerta, desde atrás en un rincón; tenía ganas de salir corriendo.

Misha pareció mover milimétricamente su cuerpo, después de oír eso. Se controlaba muy bien. Pero Ian no pudo deducir qué estaba sintiendo.

 

-¿Desde cuándo? -cuestionó el de ojos azules.

-Desde que mis pinches mocos infantiles me lo permitieron.

-...Ah.

-Sí.

-...

-...

- ¿Y ya se acabó? -El silencio era horroroso cuando ninguno hablaba.

-Se acabó, no te preocupes -respondió Ian.- Llegué con Joaquín y te sepultó.

Ian escuchó el suspiro de Misha. Su alma seguro que estaba aliviada.

-Eso está muy bien, Ian.

-Sí...

-Ian... -la melliza intervino.- ...Creo que los dos no necesitan blinis en este momento.

-Sí, Pavlovna-le respondió el moreno antes de inhalar y exhalar fuertemente-Mañana empieza un nuevo día.

-Sí, ustedes dos deben descansar de esto.

-Está bien.

 

Nadie en esa cocina sentía deseos reales de encontrarse al día siguiente, pero intuyeron que aquello era lo mejor que podían hacer después de... eso.

 

-Nos vemos mañana, Ian- dijo Misha. Se alejó de la puerta para que su amigo pudiera pasar.

-Nos vemos mañana. Adiós, Pavlovna.

-Hasta mañana, Ian-contestó la rusa.

Dicho todo lo anterior, Ian se dirigió a la sala, tomó su mochila y cerró con cuidado la puerta principal cuando la abrió y cuando desapareció tras de ella.

 

- - - - - - - - - 

 

Mientras iba caminando para la parada del microbús, trató de aclarar su mente. Sólo había pasado lo que tenía que pasar. A partir del día siguiente, todo sería como siempre debió haber sido.

 

Misha cambiaría completamente para él. Sería un amigo más sin significado más allá de ése. Le volvería a entregar su merecida prioridad a otras cosas, se dejaría de muchas tonterías y maduraría un poco más, sin sentirse el mismo niño de once años que quiso demasiado y al final, a sus muy jóvenes doce años, sintió por primera vez que alguien le rompió el corazón.

Lo haría por respeto a ese niño.

 

 

Y para ello, se limpió las que juró serían las últimas lágrimas que saldrían por la cabeza rubia y pecosa que lo rompió en primer lugar.

Notas finales:

A partir de aquí ya es un poco más interesante la cosa xD vienen muchos problemillas D:

 

Gracias por leer hasta aquí


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).