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Bailame por siempre por aries_orion

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Notas del fanfic:

Los personajes son de Tadatoshi Fujimaki, mía es la historia.

 


Lo intentaba, cualquier deidad que le estuviera observando sabía que lo intentaba.


En serio que sí, pero su acompañante no se lo ponía nada fácil.


Apretó el volante al mismo tiempo que sus dientes mordían sus labios, intentaba enfocar su vista en la calle, más aquello comenzaba a ser toda una odisea. Un rojo, se detuvo, volteo el rostro notando el leve temblor en las piernas de su copiloto; intrigado y, sobre todo, deseoso por ver más, siguió el recorrido hacia arriba. Un par de piernas trabajadas cubiertas igual que aquel miembro privado de libertad por un pantalón de mezclilla azul obscuro, una camisa blanca suelta que ocultaba bajo la tela un torso por demás conocido, una chaqueta de piel café, un collar oculto en la camisa; un cuello, unos belfos siendo humedecidos por una lengua traviesa, nariz pequeña, un par de piercings en las orejas y, para rematar, un par de ojos que asemejan al mismo universo.


No pudo evitarlo, tomó la barbilla y cazo esos labios enfurruñados. Un gemido suave se escuchó, una mano intentaba colarse dentro de su camisa y otra le sujetaba la nuca atrayéndolo más.


–Sólo espera un poco más.


–Llevo todo el día de un lado para el otro, ¿dime de qué vas?


–¿Tan mal anfitrión he sido?


–Estoy algo abrumado por las cosas de la universidad y… no he podido besarte o abrazarte por culpa de esas mujeres.


Lo último fue un susurro, de no ser porque tenía el oído un poco más desarrollado no le habría entendido nada. Sin embargo, el sentimiento de ternura turbo un poco sus sentidos, pero el pitido de los autos tras ellos le hizo notar el cambio de luces. Sonriendo, cambio de velocidad dejando atrás al tráfico del centro de la ciudad.


Veinte minutos más tarde bajaba a su pareja totalmente extrañada por el lugar al que habían entrado, las preguntas las podía escuchar sin necesidad de emitir palabra, pues su pareja era transparente para él.


–¿Dónde estamos?


–Eres demasiado curioso, pequeño felino.


–No me pongas apodos cursis.


Continuo caminando dejando atrás el estacionamiento, tres cuadras más y llegaron a su destino. Unos cuantos hombres se encontraban vestidos completamente de negro custodiando un par de puertas plateadas. El letrero se iluminaba con luces suaves tras sus letras. Le dio su nombre al hombre que llevaba una tabla, una escaneada y les dio el pase.


–Kagami, ¿dónde mierdas me has traído? ¿Qué es este lugar?


–Vamos, hasta un niño podría deducir qué es.


Un pasillo tapizado de varias banderas Americanas le recibieron, además de varias fotografías de grupos o solistas. En un pequeño hueco de la pared se encontraba un par de chicos que recibían pertenencias de los clientes, no dudó en quitarle la chaqueta y la suya para entregárselas, no sin antes revisarlos los bolsillos. Una última escaneada de otros dos hombres y les dieron pase.


La música les golpeó, el sonido era estridente, pero no dañaron sus oídos, los bajos bien nivelados. Las personas se movían al ritmo con bebidas en sus manos, sonrisas en sus rostros, parecían al borde del orgasmo.


–¿Un club? – La ceja levantada le dio gracia, más la pregunta tras ella era clara.


–Ya lo veras.


Le tomó de la mano para guiarlo a través de la muchedumbre, sólo bastaron unos segundos para sentir un pequeño movimiento a través del agarre. Sonrió y negó, él no podía esperar, el baile lo llevaba en la sangre. Unas cuantas mesas alejadas de la pista les dieron la bienvenida junto con un estruendoso:


–¡Feliz casi cumpleaños Aomine!


Le arrebataron a su morena perdición, quien pasó de brazos a cada rato, su sorpresa se iba transformando en una sonrisa natural y enorme; casi parecida a la del Guasón. Un mesero llegó con la carta, pidió para ambos para después, sentarse a esperar a que dejaran libre a su chico.


–Respuestas, ya. – Se dejó caer a su lado mientras los otros se disponían a preparar sus tragos o se iban a la pista.


–Tu regalo de cumpleaños.


–No te gusta la música y mucho menos bailar. No creo que te haya comenzado a gustar de la noche a la mañana.


Subió los hombros restándole importancia. –Y no lo hace, pero a ti sí y dado que es tu cumpleaños, pues… Kuroko, Momoi y Tatsuya hicieron lo suyo. Sólo debía distraerte lo suficiente para que llegaran la mayoría de los invitados.


–¿Por eso me esperaste fuera de la universidad?


Una mirada bastó para su respuesta, después recibió un beso candente, por un minuto pensó que se ahogaría ante tal demanda.


–Te amo.


–Lo sé, yo también me amo. – Su pecho recibió un golpe por su respuesta. – Tú sólo disfruta y olvida por un momento que estoy acá, nos iremos hasta que ya no puedas más.


–Sabes que eso es difícil.


–Sí puedo contigo en la cama, ¿qué te hace pensar que no puedo acá?


–Ya lo veremos Taiga.


El reto fue expuesto. Era tan divertido retarse por todo, pues el ganador siempre tenía locuras entre las mangas para hacer al perdedor.


El mesero llegó con su pedido, el licor quemó agradablemente su garganta, Daiki se fue con los chicos a la pista. Tendría que volverse a mentalizar de su estadía en el antro, se masajeó el puente de la nariz. Sabía que su pedido de ayuda a esa triada, que después pasó a cuarteto y luego a quinteto, le gustaría al moreno. Desde aquella noche en la que llegó a casa para encontrarse con un par de sorpresas muy gratas, no podía no tener en consideración su gusto por el baile.


Daiki aprovechaba cualquier oportunidad para poner música y bailar, hacia los trabajos domésticos con música, se duchaba con música, iba a la universidad escuchando música; incluso en varias ocasiones le hizo poner música mientras tenían relaciones. No es que no le guste la música, sólo no es de su agrado los géneros del moreno.


Pero bueno, la recompensa era fenomenal, casi alucinante. Además ¿quién podría poner queja alguna cuando te montaban un espectáculo sin importar nada? Aún recuerda que varias veces tuvo que mandar a la mierda sus deberes en la empresa o en los estudios para centrarse en el cuerpo contoneándose a la orden de las notas. Inhala profundamente, la mayoría de aquellas escenas terminaban en sexo, candente, desorbitante y bestial sexo. Un coito donde no existía nada más, salvo su chico bajo o encima de él.


–Taiga cambia la cara, parece que estás en un funeral. – El sillón se hundió en su lado derecho.


–Posees el conocimiento suficiente para llegar a la respuesta tú solo.


–Tanto tiempo con tu padre te está afectado.


–Naa, sólo es divertido seguirle la corriente. – Bebió un poco mientras le daba una mirada divertida.


–Tarado. – Tatsuya se levantó llevándose consigo su preciado líquido estabilizador.


Quedó solo.


El tiempo continúo lento, sus ojos no se despegaban del grupo en la pista, Daiki al centro o en los bordes bailando y riendo juntos con los demás. Se sorprendía de los movimientos de su cuerpo, la adaptabilidad de este al cambio de ritmo y, sobre todo, las miradas coquetas que de vez en cuando le mandaba cada vez que giraba o miraba en su dirección.


Se levanta para ir a la barra, pues era mejor estar ahí que seguir viéndolo, sino sería capaz de tomarlo sobre sus hombros para llevárselo del lugar. Demasiadas miradas se atrevían a observarlo, hombres y mujeres por igual, no negaba que el chico poseía cierto atrayente cuando bailaba, pero, por dios, ¿acaso no podían disimular?


 


Yo conocí una linda persona


El otro día en la capital


Caímos bien a primera vista


De esas cosas que suelen pasar


 


Un escalofrío recorrió su cuerpo, su oído izquierdo era acribillado con una voz demasiado familiar. Una par de manos en su pecho, su espalda sentía la vibración de la agitación y corazón de su captor. Un abrazó apretado con un aliciente demasiado loco.


 


Desde el día en que me habló, me gustó su voz


Y cuando lo miré, también me miró


Me acerqué un poquito a él, también se acercó


Y comencé a perderme en tu mirada


 


Una mano en su cuello le obligó a girar sobre el asiento. Daiki le sonreía mientras movía las caderas y las piernas, sus dedos firmemente entrelazados con los suyos.  


 


Todo este amor que yo le ofrezco


Es muy real y natural


Quizás aún no tenga nombre


Pero a su lado yo quiero estar


 


Un giro y terminó pegado a su pecho con su brazo enredado en su cintura, los movió de derecha a izquierda, Daiki elevaba los hombros, le miraba, le daba besos fugaces. Parecía un pequeño gatito restregándose en busca de la atención de su pareja y, vaya que lo estaba consiguiendo, pues su miembro comenzaba a tomar presencia.


 


Canción que me motiva, me inspira mi obra de arte


Sé que a donde vayas, siempre iré a buscarte


Quedarme junto a ti y que seas solo para mí


Bendigo el día y el lugar donde te conocí y


 


Pese al creciente deseo, se sentía feliz por ver a Daiki feliz, relajado y muy atrevido. El poco aliento que chocó contra su rostro le dijo que el moreno ya se encontraba bastante achispado, lo cual era divertido de ver, con el alcohol recorriendo su sistema le volvían una persona muy sociable. Algo que distaba de su usual actitud huraña y aburrida.


Sus movimientos eran diferentes a los que usualmente le veía en casa, quizá estar entre tanta gente le cohibía un poco. ¿Quién sabe?


Su respiración se cortó, el moreno deslizó sus manos por sus muslos, con nada de fuerza le abrió las piernas con la presión justa en las rodillas. Comenzó a rezar a cualquier deidad, demonio o lo que fuera con tal de que lo que estaba pensando no se llevará a cabo, al menos, no en el sitio.


 


Trás de ti a las playas de Nuqui (Bendigo el día y el lugar donde te conocí)


Yo ya me voy


Tras de ti a las playas de Nuqui


 


Un beso fugaz, una mirada velada en la inocencia y la colisión se desató en su cuerpo. Las últimas palabras de la canción fueron cantadas en su oído con tal apetito sexual que  no supo ni cómo reaccionar.


–Te amo.


–Lo haré más si dejas de avivar el fuego.


–Me gusta el fuego, – Rozando sus labios se quedó Daiki, mirándolo como si fuera la cosa más hermosa jamás vista. – su calor es fascinante.


–Niño, te estas metiendo en zona prohibida y apenas son las once.


Maldita sonrisa de Cheshire. Malditos labios demandantes y apetecibles. Taiga por unos instantes pudo reaccionar ante el beso de su moreno, pero sus manos sí, las cuales le tomaron de la cintura para pegarlo más, impidiendo que cualquier espacio quede vacío.


–Para.


–Vamos a bailar. – Aomine jugaba con su cordura y resistencia ante las caricias en su cuello y rostro.


–Te dejo que bailes con alguno de los chicos. – ¿Por qué se lamia los labios así? Sus ojos no podían despegarse de las insinuantes acciones.


–No necesito tu permiso, te quiero a ti.


Lo alejó de su persona. Si seguía insistiendo terminarían en el baño con los pantalones abiertos o peleando y esa era algo que no quería, estaban ahí para celebrar no para discutir o tener relaciones en un sucio sanitario. Le dio otro beso como disculpa y lo soltó.


–Sólo ve a bailar, después te daré tu regalo.


Daiki entrecerró los ojos, buscando algo en su rostro o palabras, después le dio un pequeño beso en la mejilla para girarse. Dejó libre el aire que no sabía estaba reteniendo, tomó su bebida de un sólo trago, eso había sido cardiaco. Casi no había tratado a un Aomine en ebriedad y la verdad, no se le antojaba experimentarlo. Mejor darle por su lado o distraerlo con algo antes de que estallara… o que lo violara.


Le pidió al chico de la barra otro whisky. Sus ojos escanearon todo el lugar, no podía creer que un pedacito de otros países se situarán en aquel establecimiento. La música distaba de la normal, electrónica y sin letra, el ambiente era relajante, pero muy caliente. Algunos parecían estar haciendo el amor y otros follando ahí mismo. Las sonrisas en sus rostros, unos gritando, otros llorando.


Las delicias del alcohol.


–Como sigas así de borde, alguien se va a llevar a Aomine-kun.


–¡Kuroko no aparezcas de la nada! Espera… ¿Qué dijiste? – Su tono se endureció.


–Que alguien le está tocando el trasero a Aomine. – Tatsuya le salió por el otro lado.


–¿De qué van ustedes dos?


–Nada Kagami-kun, sólo decimos lo que vemos.


–Y ahora ese chico le está cogiendo de las caderas.


Kagami no necesito más de parte de su hermano y mejor amigo para levantarse tan cabreado como nunca, pues el chico no sólo estaba tocando propiedad ajena, sino que le estaba refregando el pene en el trasero de Daiki, en su trasero. Aquello ya traspasaba sus límites. Al llegar sólo bastó una mirada para que el sujeto le soltara y se fuera. El moreno estaba tan metido en la música que no se enteró de nada, hasta que sus manos se colocaron en la cadera y su aliento chocó contra la oreja.


–Te dejo solo unos minutos y ya estás de ofrecido.


–¿Y qué? Mi novio me ignora.


–¿Tan abandonado te tiene?


–Ni siquiera me da un besito chiquitico.


¡A la mierda su sorpresa y su autocontrol! El bastardo sabía muy bien cómo moldearlo a su antojo.


Él queriendo dar su regalo en un lugar más privado, pero este no se podía controlar ni dos segundos; ya parecía aire alentando al fuego a elevarse y con gusto iba a acatar la orden. Si el chico quería quemarse, ¿quién era él para negarse?


Le beso para sumergirse en el par de universos que le pertenecían exclusivamente, sus manos se movían entre la espalda, cadera y cintura, mientras sus pies se sincronizaban con los contrarios. Su respiración se volvía pesada cada vez que el moreno restregaba su trasero con su miembro, sin embargo, aquello quedó en el olvido al momento de que una nueva canción se escuchará, una en la cual Daiki se volvió loco de felicidad.


 


Son muchos años que pasaron sin robarte un beso


Solo quiero un beso,


y por esa boca no me importa ser ladrón


No puede ser que no he encontrado todavía las palabras


Y en esa noche no dije nada


 


La cantaba mientras le sonreía, sus piernas levemente flexionadas, sus manos no tenían un paso concreto salvo moverse por todos lados, sus cadera ¡Dioses! Sus caderas eran movidas con tal maestría que dudaba que el chico sólo fuera realmente un aficionado. Tan atrayente, sensual. ¿Cuándo aprendió a moverlas de tal forma?


El tiempo paso entre bachata, hacer el amor con la mirada, salsa, merengue, electrónica y sobre todo reggaetón; con las cuales Daiki se sobreexcitaba, parecía un niño en un parque de diversiones. En punto de las doce le dio tal beso que tuvieron que regresarlos a punta de girones y golpes. Un pastel salió de quién sabe dónde, las características mañanitas reproducidas por todo el lugar mientras el dj le mandaba sus felicitaciones en nombre de todo el personal y establecimiento. Los chicos cantando, obligándole a morder el pastel o a beber shots de ron, tequila, cerveza o whisky.


Hasta baile de estriptis tuvo, uno protagonizado por chicos y otro por chicas, Yukio se encargó de inmortalizar todo con su cámara, pues era el único sobrio entre el grupo por cuestiones de seguridad y, claro está, para tener evidencia de las locuras cometidas. Después le pediría una copia de todo.


Aomine era alguien totalmente diferente, se veía más feliz, alegre, sexy y jodida y malditamente sensual.


¡Maldita sea! Apenas se daba cuenta del manjar que tenía a su lado. Todo un bombón chocolatoso dispuesto a ser comido por él.


 


Tú tienes un encanto que a cualquiera transforma


por eso yo ando loco, ando loco de amor


hasta de madrugada camino por tu barrio


ya piensa el vecindario que yo soy un ladrón


 


Nuevamente la bachata se dejó oír, tomo a Daiki entre sus brazos quien no dudó en abrir sus piernas para que una de la suyas se metiera. Las caderas y trasero levemente elevado, un brazo alrededor de su cuello y otro aferrándose a su costado. La mirada fija en la suya, su aliento chocando contra sus labios. La música les metió en una burbuja de completa sensualidad, de atracción tan candente como caliente.


Los dedos de Aomine le acariciaban los cabellos, se pegaba lo más que podía a él, pero no por eso dejaba de dar vueltas o de alejarse un poco para después regresar a él.


 


Azul. Tengo el alma en amargura, yo no sé lo que es ternura


los horóscopos me mienten y la bola de cristal


he perdido la esperanza aquí tiro la toalla


el romance y la pasión no es para mí.


 


¿Quién dijo que Daiki era un aburrido? ¿Qué no tenía chiste alguno?


¡Por todos los infierno! Su Daiki era erotismo puro, la sensualidad en su forma de caminar, lo sexy que se veía con cualquier prenda, hasta en calzones, se veía un ángel más de Victoria´s Secret, claro si manejarán al género masculino.


Aunque, sabía que llevaba mucho rato apreciando el contoneo de sus caderas, de su cintura y los glúteos, no podía despegar su mirada de esos lugares. Era como estar bajo el hechizo de una serpiente.


Cuando menos se dieron cuenta eran las seis de la mañana, el cielo aún era obscuro, tuvo que llamar a un par de choferes de la empresa de su padre para que le hicieran de taxi, ya que varios con dificultad podían mantenerse erguidos. Algunos estaban ebrios, pero no al grado de idiotez, por lo cual podían dar direcciones y prestar ayuda.


–Quesho regesars, bailar, Taga, regresmoch a baijar


Su pareja terminó ebria, apenas se podía sostener, le costó mucho poder meterlo al auto.


–Bailaremos después, ahora sólo se buen niño y quítate la camisa.


–Soy bue- bubu… bonio, soys bonitio nino.


–Ajá.


Trató de no reírse ante las palabras, la ventaja es que era un chico dócil bajo el influjo del alcohol y no alguien difícil o agresivo. Le quito la camisa ya que esta se encontraba muy mojada por el sudor, pues no paró de bailar desde que llegaron hasta que se fueron, salvo para ir al baño, de ahí en más no se salió de la pista. Le puso un suéter de tela, le acomodo en el asiento y cerró la puerta; subió los regalos a la cajuela, lo que quedó de pastel y se posiciono tras el volante.


 

Notas finales:

¡Feliz cumpleaños Daiki!

 

Las canciones usadas:

Romeo Santos - Cancioncitas de amor
Luis Vargas - Loco de amor -
Carlos Vives y Sebastían Yatra -Robarte un beso 
Nuquí - ChocQuibTown


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