Y allí estaba amaneciendo, como cada día despertándose antes que su pareja luego de una buena noche de pasión, su respiración pausada que daba con su pecho mientras sus brazos le envolvía, sonrió observando como la luz atravesaba por la ventana comenzando a iluminarle como si fuera un ángel.
Sonrió mirándole con su cabello revuelto, su labios entre abiertos mientras un pequeño hilillo de salivita salía, aquella respiración lenta y pausada, no le importaba lo entumecido que se sentía su brazo porque su pareja lo uso de almohada ni mucho menos, simplemente suspiro dejando un beso en su frente intentado hacer los movimientos suaves para poder lograr sacar su brazo sin despertar a su pareja.
Y sabía que podía lo había hecho más de una vez, tenía un sueño pesado comparado al de él, se estiro moviendo su brazo intentando buscarle movilidad y los leves calambres que le daban para levantarse dejando que las sabanas resbalaran por su piel desnuda buscando su ropa interior que había quedado tirada en algún lugar de la habitación colocándosela, se volvió a estirar para acercarse a la ventana apreciando a su vecina que regaba las plantas de su jardín, cerro la ventana suspirando esa señora siempre se levantaba a la cinco y a las seis ya estaba regando las plantas como rutina.
-mh –Su pareja se revolvió en la cama intentando obtener el calor que había perdido, sonrió para colocarle una de las almohadas y que se abrazara a ella –
No podía borrar la sonrisa debido a la ternura de su pareja y se acercó lentamente besando su cuerpo, acariciando aquello que le pertenecía como su cuerpo propio a él –ah –se quejó su amado de ojos azules como el mar, se alejó pues sabía que si seguía iba a llegar más lejos –
Se dio una ducha borrando todo lo que había pasado anoche de su piel, para luego salir vestirse e ir a preparar el desayuno, cuando ya estaba casi listo sintió como alguien abrazaba su espalda para observar a su niño.
-Buenos días –Susurro la cabeza en su espalda –
-Buenos días –Respondió para voltear, su niño levanto la mirada sonriéndole para besarle –Ya estará listo el desayuno.
-Huele bien –Contestó –
Así eran sus mañanas desde que estaban juntos tranquilas y felices eso era lo mejor para ambos.
Mi dulce niño.
Y lo amaba más que a nadie, porque él era tierno, tierno y dulce como un niño, pero sabía que sus sonrisas ocultaban más dolor de la felicidad que demostraban los rechazos constantes, los golpes y los abusos verbales como pan de cada día lo volvían muy triste y él podía verlo en sus ojos.
Siempre entraba a su habitación abrazando la almohada que le pertenecía para luego suspirar sus ojos azules cuales mares le miraban fijamente mostrándole la tristeza en ellos, hacia un ligero puchero y se dejaba caer entonces él suspiraba se quitaba su lentes cerraba su laptop.
Se levantó de su escritorio se acostó a su lado y le abrazo entonces su niño se voltearía se acomodaría en su pecho y rompería en llanto como había hecho tantas veces.
-¿por qué nadie me quiere Gakupo? –Pregunto – ¿por qué? ¿Tan horrible soy?
-Claro que no, tú eres hermoso –Habló sonriéndole –
-¿por qué nadie me quiere? –le pregunto nuevamente –
-Yo te quiero –acarició su mejilla –
-pero no como pareja –Susurro –
Gakupo suspiro le acaricio y consoló hasta que se durmió, sabía que Kaito no le veía de esa manera no importa cuánto tratara pero se encargaba de entrar lentamente en su corazón progresivamente hasta tenerlo, porque su niño es hermoso, inocente y puro no como otras personas es único.
Progresivamente y lentamente en su corazón, porque su niño era tan ingenuo colocando su corazón en manos que no debería.
-Kaito –Habló mientras de esos ojos mares se detenían las lágrimas – ¿me entregarías tu corazón?
-¿uh? ¿Entregarte tu corazón? –Gakupo asintió – ¿para qué?
-Yo lo cuidaré si otros no lo cuidaron y me encargaré de sanarlo –Respondió –
-¿por qué? –pregunto limpiando sus lágrimas –
-porque te amo –Murmuro dejando un beso suave en sus labios – ¿me lo entregarás?
-Kaito se sonrojo por aquel beso jamás pensó que el hombre al que le entregaba la mayor confianza en él mundo le miraba de esa manera pues Gakupo era tan hermoso que no creía que podría jamás en su vida fijarse en él, quien deseaba tanto amor, asintió sonrojado –Sí.
-Te prometo que lo cuidaré –le abrazo y Kaito se dejó envolver entre esos fuertes brazos porque él deseaba tanto sentirse amado.