Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Matrimonio... ¿de conveniencia? por Butterflyblue

[Reviews - 160]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola comienzo con una molestia por un comentario que recibi, asi que pondre unas cositas por aca:

ESTE ES UN TRABAJO AU Y OOC. UNIVERSO ALTERNO Y PERSONAJES FUERA DE CARACTERES ORIGINALES.

NO BUSQUEN AQUI LAS PERSONALIDADES DE NINGUN PERSONAJE PORQUE COMO LO ACLARE DESDE UN PRINCIPIO LOS PERSONAJES NO ESTAN EN CANON.

NO TIENEN DERECHO A CRITICAR EL QUE NO ESTEN EN SUS PERSONALIDADES ORIGINALES O EL MPREG,PUES ESTÁ MAS QUE CLARO EN LAS ADVERTENCIAS. 

YO NO OBLIGO A NADIE A LEER ASI QUE SINO LES GUSTA E IGUAL LO LEEN SE LO GUARDAN, PUES NO ESTAN INVITADOS AQUI LOS ARENOSOS QUE NO SABEN QUE MAS HACER CON SU TIEMPO QUE CRITICAR COSAS QUE YA FUERON ADVERTIDAS.


Una vez aclarado el punto, gracias por leer y por sus mensajes a los que siguen este y todos mis trabajos. Bienvenidos y espero disfruten el capitulo.

 

 

Conviene no sentir.

 

 

 

Era una deslumbrante mañana. La casa Kusama se movía al mismo ritmo de siempre. Los jardineros cuidaban los grandes y hermosos jardines. Un chico alegre y atlético limpiaba la reluciente piscina. El chofer estaba en la cochera puliendo el Mercedes Benz. Ya en la cocina se preparaba el sustancioso desayuno y una joven doncella acomodaba el comedor en espera de sus amos.

 

El primero en llegar fue el patriarca de la casa.

 

—Buenos días Kusama sama ¿le sirvo un poco de te?

 

El hombre se veía un poco afanado y cansado, ese día no estaba vestido como siempre, elegante y sobrio, lucía un aspecto más bien informal y serio.

 

—Solo café por favor y dile al chofer que preparé el auto, saldremos en diez minutos.

 

No se había terminado de marchar la doncella en pro de cumplir las órdenes de su jefe, cuando una voz fuerte y decida resonó en el comedor.

 

— ¿A dónde vas tan temprano?

 

El hombre levantó el rostro que denotaba un profundo cansancio, dirigiéndole a su esposa un gesto severo.

 

—Voy a la clínica, quiero ver a Ryu.

 

Hanako Kusama apretó los puños con violencia estrellándolos sobre la fina mesa.

 

— ¡No tienes nada que hacer en ese lugar! — gritó furiosa. — ¿es que se te olvida que ese hombre nos prohibió ir allí? Te prohíbo que vayas a humillarte frente a ese infeliz, que se quede con la basura que escogió como esposo y por mi mejor si se muere el bastardo…

 

— ¡Ya basta!

 

Hanako se quedó enmudecida cuando su esposo se acercó a ella con una mirada amenazadora y una pose violenta, que le indicaba que el hombre estaba conteniéndose con todo lo que tenía para no golpearla.

 

— ¡Tu no me prohíbes nada a mí, Hanako! Estoy harto de pagar mis culpas, estoy harto de hacerme el ciego y el sordo cada vez que hiciste tu voluntad. Es mi hijo y tengo una enorme deuda con él. Estoy harto de callar Hanako y si vuelves a decir una cosa monstruosa como la que acabas de decir, te juro que también dejaré de ser un caballero contigo.

 

El hombre se dio la vuelta para marcharse, ella odió con todo su corazón que la retara de aquella forma.

 

—Si das un paso fuera de esta casa te juro que voy a destruir tu preciosa reputación.

 

Aquella amenaza en otro momento habría sido certera, pero había mucha culpa, miedo y dolor en aquel hombre arrepentido. Se dio la vuelta con presteza mirando cansadamente a su mujer.

 

—El estatus, la reputación, el qué dirán, son cosas que siempre te importaron a ti y que me condenaron a mí al silencio y a Ryu a una tortura que ya ha durado demasiados años. Ya no tengo nada que perder, Akihiko Usami tiene en sus manos el control de las empresas y con Misaki a su lado estoy seguro que llevará todo a otro nivel. Es hora de que yo me retire de todo, incluso de la vida de sombras que he llevado a tu lado.

 

Se encogió de hombros y le dio la espalda para marcharse.

 

—Hazlo, quizás por fin recibas tu castigo, porque eres tu quien mas

daño causó.

 

Hanako se sentó en una silla, mirando perpleja como su marido la dejaba sola, tras decirle palabras que jamás le había dicho.

 

—Maldita sea la hora en que viniste al mundo, infeliz. Ojala te mueras. — murmuró llena de odio, deseando con todo su corazón que aquel que creía el causante de su infelicidad, desapareciera.

 

Comió a solas, negándose a amilanarse por las palabras de su esposo. Estaba segura que volvería, las tradiciones, la costumbre, el estatus que con tanto desprecio él había desdeñado, eran cosas con las que no podía dejar de vivir, aunque sus instintos de padre hubiesen ahora despertado, ya era tarde para volver atrás.

 

Cuando pensó en su amenaza, sorbió un poco de su jugo de naranja componiendo una amarga mueca. Era verdad lo que él le había dicho, ella jamás revelaría el secreto por el que había condenado amargamente por años a su marido. Nadie jamás lo sabría o eso pensó ella.

 

Mucho más tarde es mañana, el mayordomo entro al salón donde ella conversaba con otras damas, que habían ido a reunirse para planificar las usuales obras de caridad que en su círculo social se preparaban.

 

—Trajeron una correspondencia urgente, Kusama sama.

 

Ella recibió un sobre pesado y sospechoso, le agradeció a su mayordomo y lo insto a marcharse. Se separó un poco del grupo de mujeres que hablaban incesantemente y abrió con curiosidad el paquete. Pocas veces llegaba correspondencia a sus manos, todo se manejaba a través de su asistente. Pero este sobre tenía su nombre y un sello de confidencial que llamó mucho su atención.

 

Cuando tuvo en sus manos el contenido casi lo deja caer al piso. La primera foto era dolorosamente certera. Una mujer de largo cabello negro sonreía sosteniendo a un pequeño bebé en sus brazos.

 

— ¿Hanako que te enviaron que te tiene tan concentrada?

 

Sus ojos se abrieron con terror.

 

—N-no… no es nada importante, discúlpenme un momento.

 

No supo si su excusa fue convincente, ni si su voz sonó tan calmada como quiso aparentar, salió casi a la carrera del salón, llamando a gritos a su mayordomo.

 

— ¿quien trajo esto?

 

El hombre la miro extrañado ante su estado de exaltación.

 

—Un mensajero Kusama sama, me dijo que era confidencial que solo usted podía recibirlo.

 

Ella le dio la espalda y caminó presurosa a encerrarse en el estudio de su esposo. Allí, trató de recobrar el aliento y se sentó temblorosa en el cómodo sillón del escritorio, puso en sus piernas el sobre y sacó una a una las fotos que contenía.

 

Al final solo quedó una pequeña grabadora, que tomó nerviosamente y accionó lentamente.

 

—Yo lo sé… Lo sé todo. — resonó una grave voz. — ¿Y sabe que es lo mejor? Que tengo pruebas… muchas, muchas pruebas.

 

Hanako se cubrió los labios con el rostro desencajado, cuando una risa macabra le heló la sangre.

 

—No tengo precio, no puede comprarme y este regalito que le hago hoy es solo el inicio. Verá las paredes de todo el país empapeladas con su vergüenza. Llorará lagrimas amargas cuando la verdad este en boca de todos. Yo lo se Hanako y muy pronto todos lo sabrán también.

 

La grabación se terminó y ella arrojó furiosamente el pequeño aparato al suelo. Con el brusco movimiento las muchas fotos que estaban en su regazo también cayeron y así sentada en el sillón, miró con sus ojos nublados de lágrimas, los retazos de una historia que había querido olvidar, que había luchado por enterrar muy profundamente hasta casi hacerla desparecer.

 

—No puede ser. — murmuró ahogándose con los sollozos que se negaba a emitir y mirando el rostro sonriente de su esposo, que abrazaba felizmente a una mujer y a un bebé.

 

—Es hermosa. —murmuró Misaki enternecido, al mirar a su sobrina a través del cristal de la pequeña incubadora que la mantenía sanita y caliente.

 

—Y es una pequeña guerrera, se ha recuperado asombrosamente.

 

Nowaki también miraba orgulloso a la pequeña princesa.

 

Misaki le sonrió tristemente a su hermano.

 

—Lástima que Ryu no ha podido verla.

 

Nowaki también lamentaba el que su hermano no hubiese podido disfrutar de su hija.

 

—Despierta por periodos cortos de tiempo y apenas tiene fuerza, pero el que este consiente aunque sea a ratos es bueno. Tiene que recobrar fuerzas, descansar. Apenas han pasado unos días.

 

Miraron a su sobrina unos minutos más y salieron del área de neonatología. Solo le permitían estar por poco tiempo y siempre era Kaoru el que pasaba más tiempo con su hija.

 

En el pasillo se lo encontraron cuando iba a verla. Nowaki se sintió contrariado al verlo tan pálido y cansado.

 

— En serio Kaoru san, deberías dejar que cualquiera de nosotros te supla esta noche, necesitas ir a tu casa y dormir un rato.

 

—Luces agotado Kaoru san, Nowaki tiene razón, cualquiera de nosotros puede quedarse con Ryu.

 

El hombre los miró con una amable sonrisa, pero negó contundentemente con la cabeza.

 

—No podría dormir ni aunque quisiera, no con los que amo lejos de mí.

 

Kaoru miró a su alrededor cansadamente.

 

—Yo tengo que estar aquí, este es mi lugar ahora y hasta que mi esposo y mi hija estén fuera de peligro.

 

Misaki lo miró emocionado y cuando se encontró con la mirada de Nowaki, vio en su hermano casi el mismo dolor que el sentía.

 

Se fueron, prometiendo volver al día siguiente y ya en la calle se encontraron con que ninguno de los dos quería volver a sus respectivas realidades, el uno por culpa el otro por miedo y dolor.

 

Y así terminaron tocando la puerta de un tercero, que quizás los haría ver la vida con otra perspectiva.

 

—Hoy no quiero cocinar. — se quejó Miyagi, tirándose cuan largo era en el cómodo sofá de su sala.

 

 

Shinobu, que ojeaba una revista sentado en una cómoda poltrona, lo miró con una dulce sonrisa.

 

— ¿Quieres que yo prepare algo?

 

Miyagi ni siquiera lo pensó.

 

—No, tu trabajo es descansar. Pediré comida a domicilio.

 

Shinobu volvió su atención a la revista que leía, sonriendo divertido. Miyagi lo tenía muy mimado aquellos días.

 

—No me vas a tener encerrado todo el embarazo y además dijiste que iríamos a la clínica hoy, soy el único de tu familia que no ha visto a la bebé.

Miyagi compuso una triste mueca. No, no era el único. Ryu tampoco había visto a su hija y eso le dolía mucho a Miyagi. Y también lo aterraba, pues solo pensar en que algo así le pasara a Shinobu lo tenía más aprensivo que nunca.

 

Cuando iba a replicar y a decirle a Shinobu que no iban a ir con él a la clínica ese día, el timbre sonó.

 

— ¿Quién será? — preguntó Shinobu, colocando la revista en una mesa.

 

Miyagi se encogió de hombros despreocupadamente y caminó  a abrir.

 

Una rato después y frente a unas tazas de café, conversaba con sus dos hermanos menores.

 

—Es linda y tan fuerte, solo espero que Ryu se recupere pronto para que pueda verla.

 

Miyagi sonrió aliviado, por lo menos su sobrina estaba bien.

 

— Yo iré más tarde a verla y a preguntar si puedo ver a Ryu aunque sea un momento.

 

—Iremos. — lo corrigió Shinobu, sonriéndole retadoramente a su esposo, instándolo a decirle que no.

 

Nowaki tomó despacio su café.

 

—Kaoru san está muy abatido, le sugerimos que nos dejara quedarnos para que el pudiera  descansar y se negó rotundamente.

 

Miyagi tomó la mano de Shinobu besándola con dulzura.

 

—Puedo entender que no quiera dejarlo solo, no debe ser fácil para él.

 

Su joven esposo lo miró enternecido, pues el amor se sentía en sus palabras. Aunque aún no se lo dijeran abiertamente.

 

—Kaoru lo ama mucho. — susurró Misaki con un dejo de dolor.

 

— Si. — murmuró Nowaki viéndose igual de abatido.

 

Miyagi los miró y entendió entonces el porqué de su inesperada visita.

 

Hasta Shinobu, que no los conocía tan bien, se dio cuenta y se retiró tranquilamente con una elocuente excusa.

 

—Bueno chicos, los dejo en compañía de su hermano. Voy a descasar un rato para que aquí mi querido esposo me deje acompañarlo a la clínica.

 

Miyagi lo sonrió agradecido y ambos se despidieron con un cálido y discreto beso.

 

—Que duerman bien. — murmuró Miyagi dulcemente y Shinobu le sonrió complacido, pues amaba cuando se refería al bebé que ambos esperaban con tanta ilusión.

 

Una vez a solas y frente a las miradas apesadumbradas de sus hermanos. Miyagi se acomodó en el sillón encarándolos como solo un hermano mayor podría hacerlo.

 

— ¿Muy bien, quien será el primero?

 

Misaki abrió los ojos con sorpresa y Nowaki bajó la mirada, avergonzado.

 

—Los conozco muy bien, tanto,  que incluso les cambie los pañales a ambos.

 

Nowaki hizo un gesto negativo con su cabeza.

 

—No es momento Miyagi…

 

Pero su hermano lo hizo callar con un gesto de su mano.

 

—Tú y yo tenemos una conversación pendiente, ya tu problema lo conozco. Así que dejemos que sea Misaki quien comience.

 

Misaki se puso de pie nervioso deseando huir de allí. No tenía cara para contarles su tragedia a sus hermanos.

 

—A…a mí no me pasa nada.

 

Miyagi se puso de pie, lo tomó de la mano y lo instó a sentarse nuevamente.

 

—Entonces dime. — Le pidió arrodillándose frente a él —Donde está todo ese brillo enamorado que te rodeaba ¿por qué ahora miras como si ya no hubiese nada dentro de ti? Acabas de casarte con el hombre que siempre has amado y no veo ni una gota de felicidad en tus ojos.

 

— Ryu… él.

 

—No, no intentes excusarte con Ryu. A todos nos duele y nos preocupa nuestro hermano, pero tú no solo luces preocupado, luces ajado, triste, cansado, decepcionado y ninguna persona enamorada y feliz luce así.

 

Misaki se acordó entonces de las palabras de Akihiko, esas con las que justificó el que fuera uno de esos seres fantasiosos que aun creían en el amor.

 

—En algún momento tenía que madurar Miyagi ¿no crees? No podía ser toda la vida un impulsivo que vive con la cabeza en las nubes y piensa que el mundo es rosa y gira en torno a él. Tenía que dejar de ser egoísta y bajarme de la nube en que vivía, pensar en mi hermano y….

 

— Tú no eres egoísta. — le dijo Nowaki con un dejo de molestia. — ¿quién te hizo creer que era así?

 

Miyagi, con un hondo suspiro, se sentó al lado de su hermano.

 

—Nowaki tiene razón y nada de lo que has dicho tiene sentido. Misaki, tu eres de todo menos egoísta, ni inmaduro y ser impulsivo no es un defecto. Es lo que te hace ser tú, el jovencito alegre y vivaz que ayuda a todo el que puede, que te escucha con atención, que te aconseja a veces tan acertadamente como si fuera un adulto.

 

Miyagi apretó la mano de su hermano, mirándolo con ternura.

 

—Ver al mundo desde una perspectiva romántica no es un defecto Misaki ¿Qué te hizo creer eso? Tú eres una persona apasionada, dulce, compasiva y sí, eres romántico, pero esperar el amor, soñar con él, es normal. Eso nos separa de la parte cínica de la vida, de la parte gris, de la parte triste y nos da una meta, la esperanza de que por más que nos equivoquemos y nos caigamos, algún día llegará nuestro momento y seremos felices, seremos amados y amaremos.

 

Misaki ocultó su mirada llena de lágrimas, murmurando con tristeza.

 

— ¿Y si eso es mentira, Miyagi y si el amor de verdad no existe? ¿Qué nos queda? ¿Podemos vivir con respeto, afecto y…deseo?

 

Miyagi miró a Nowaki consternado y luego volvió su mirada preocupada a Misaki.

 

—Pero bueno Misaki ¿de dónde sacas eso? ¿Qué es eso del respeto el deseo y el afecto? ¿Y cómo que el amor no existe?

 

— Claro que existe el amor Misaki ¿no lo viste hoy en los ojos de Kaoru san? — le recordó Nowaki, tomando su mano dulcemente. — ¿crees que ese hombre que se veía abatido y destrozado, solo siente respeto o afecto por Ryu?

 

Misaki negó con la cabeza y limpió sus lágrimas suavemente, como un pequeño niño regañado. Sintió entonces la mano de Miyagi en su hombro y levantó la mirada para encontrarse con el rostro amable de su hermano.

 

—Cuéntanos Misaki, desde el principio ¿que hizo Akihiko san? porque es él quien te ha dado esa visión absurda y cínica de la vida ¿verdad?

 

Misaki lo miró unos segundos ¿qué podía perder si les contaba la verdad a sus hermanos? Si ya lo mas importante lo había perdido, su corazón, sus sueños, la vida que había creado anticipadamente donde había creído que sería feliz.

 

— Akihiko  solo se casó conmigo para salvar las empresas de su familia y porque según él, había llegado el momento de construir un hogar y yo era el candidato más idóneo.

 

— ¿Que? — espetó Nowaki con estupor.

 

Miyagi apretó los puños con ira.

 

—Ese maldito, lo voy a matar.

 

Misaki tomó sus manos empuñadas mirándolo con un dejo de dolor.

 

— Me pediste que te contara todo ¿me dejas terminar?

 

Miyagi a regañadientes asintió y Misaki se recostó del mueble para relatarles su fatídica noche de bodas y lo que descubrió ese día.

 

Hiroki  preparaba sus cosas para terminar su práctica de aquel día. Quería llegar temprano a casa para preparar algo de cenar para Nowaki. Los días habían sido muy movidos con las prácticas y con Nowaki entre la clínica y el hospital.

 

Habían hecho un tácito acuerdo de no tratar temas importantes y entre el cansancio, las obligaciones y la preocupación por la salud de Ryu apenas habían conversado. Nowaki llegaba agotado, comía y casi de inmediato se acostaba. Hiroki pensaba que en parte también, Nowaki estaba evitando el tema, pero él tampoco tenía mucho apuro en afrontar  una conversación que cambiaría sus vidas.

 

—Aquí estas, Hiroki. — le sorprendió Haneda sensei con una brillante sonrisa. — El director te está buscando, pasa un momento por su oficina antes de irte.

 

Un rato después, Hiroki estaba de nuevo sintiendo como su vida daba un giro enorme.

 

—Eres uno de nuestros mejores internos por eso pensamos en ti para esta especialización. Sera poco más de un año. Tengo entendido que estás casado, así que supongo que tendrás que discutirlo con tu esposo, pero es una oportunidad única Kamijou.

 

En eso iba pensando Hiroki cuando salió del hospital.

 

—Una oportunidad única. — murmuró, mirando como el sol se ocultaba ya en el horizonte.

 

—Y muy buena además.

 

Hiroki se sobresaltó al oír la voz tras él. Sonrió tímidamente a Iwaki.

 

— ¿Lo sabe?

 

—Yo te postulé.

 

Hiroki inclino la cabeza hacia un lado con un gesto interrogante.

 

—Ven, te invito un café.

 

Lo siguió y caminaron hasta el auto del médico, luego de unos segundos llegaron a un pequeño e íntimo local.

 

Iwaki pidió un café para él y una bebida fría para Hiroki.

 

— ¿Por qué me postuló?

 

— ¿Por qué no habría de hacerlo? Eres mi mejor practicante, amas lo que haces y lo haces muy bien. Esa especialización le hará mucho bien a tu carrera  ¿o es que acaso vas a dejar eso también por él?

 

Hiroki suspiró contrariado.

 

—Sé que es una gran oportunidad, es solo que ahora…

 

— Si es por el embarazo no te preocupes. Hablé con mis colegas allá y estuvieron de acuerdo en darte tiempo cuando nazca el bebé. Si te vas ahora podrás avanzar mucho antes de que des a luz y cuando te recuperes, podrás tomar las clases medio tiempo. En la universidad hay una guardería maravillosa. En total podrías estar solo dos años en Estados Unidos, eso sino decides quedarte, estoy seguro que te harán buenas ofertas cuando vean lo bueno que eres.

 

— ¿Cómo supo?

 

Iwaki lo miró como si la pregunta fuera por demás innecesaria.

 

—Hablé con Haneda, tanto a ella como a mí nos preocupa tu futuro y la forma en la que Kusama torció las cosas, dañando todo por lo que tanto has luchado. Te está perjudicando, perjudica tu futuro y por eso decidí saber hasta dónde había llegado.

 

Hiroki sorbió nerviosamente un poco de su bebida. Aquella oferta era algo que siempre había deseado, era la oportunidad de su vida.

 

—La verdad es que no sé qué hacer. — dijo sinceramente.

 

Iwaki tomó su mano cariñosamente.

 

—Podrías empezar por  recordar lo que con tanto esfuerzo iniciaste. Me acuerdo cuando apenas comenzabas, eras un muchachito súper activo y enérgico, tenías muchos planes y deseos. No permitas que Kusama te los robe con su egoísmo.

 

Iwaki llevó a Hiroki hasta su casa y cuando este cruzó el umbral, tenía mucho en que pensar y decisiones que ya no podría postergar más.

 

Misaki hizo una última parada ese día, antes de volver a lo que él no consideraba ya su hogar.

 

Cuando tocó la puerta del departamento y un sonriente joven le abrió, supo que había hecho bien en ir allí.

 

 

—Me preguntaba si te ibas a tardar más tiempo en contarme que es lo que te tiene tan decaído.

 

Misaki sonrió y entró, cuando su mejor amigo se hizo a un lado para dejarlo pasar.

 

—Miyagi me pidió que pensara mejor las cosas, me dijo que no me dejara manipular por Akihiko.

 

Shinosuke lo escuchaba atentamente. Sentados en el mullido mueble del acogedor salón, degustaban despacio una taza de té. Después de que por largo rato, Misaki contara por segunda vez aquel día su triste historia.

 

— ¿Qué piensas hacer?

 

Misaki lo miró con sorna.

 

—La verdad es que no lo sé.

 

El joven se puso de pie y caminó hasta una gaveta, de donde sacó algo en lo que Misaki no reparó, hasta que este se acercó hasta él poniéndolo en sus piernas.

 

— ¿Una prueba de embarazo?

 

El joven asintió con un suspiro, mirándolo tristemente.

 

—Es positiva por si no notaste las dos rallas azules.

 

— ¿Tu?

 

 

Una amarga risa salió de la garganta de su amigo.

 

— ¿Recuerdas al señor encantador? Ese que sonreía con picardía y tenía los ojos más hermosos que jamás había visto.

 

—Como los de mi hermano. — recordó Misaki.

 

Shinosuke se acomodó en el sofá, más cerca de Misaki, haciéndose un ovillo.

 

—Sí, como los de Nowaki san. — murmuró soñadoramente. — A lo mejor fue por eso que lo seguí como un perrito faldero.

 

—Cuéntame.

 

El joven levantó la mirada y vio a su amigo con infinita seriedad.

 

—Pensé que lo amaba, pensé que él era el indicado. Tu sabes, estaba tan contagiado con todo ese amor que tu irradiabas. Quería lo que tú tenías. Estaba harto de los falsos amores, de los idiotas que solo buscan sexo, de la relaciones de un mes. Pero…solo conseguí a un estúpido que quería un chico con dinero, que lo sacara de su triste clase media y cuando le dije lo del embarazo, pues ni el interés por mi dinero lo convenció de quedarse.

 

Misaki tomó la mano de su amigo, mirándolo con tristeza.

 

—Lo siento, de verdad lo siento y también lamento haber venido aquí a quejarme de mi vida, sin tomar en cuenta que teníamos tiempo sin hablar y…

 

Shinosuke apretó la mano de Misaki, sonriéndole con entereza.

 

—No, no sientas nada, no te disculpes. Verás, ya asumí esto y el tiempo de llorar pasó. Ahora estoy contento con mi nueva situación.  En un rato te mostraré la habitación que estoy decorando para él bebé y luego te pediré que seas su padrino, nos reiremos, tú vas a aceptar y quizás vamos a llorar un poco, porque ambos somos dos idiotas sentimentales y románticos. Por eso somos los mejores amigos.

 

Misaki sonrió emocionado, lo que aprovechó su amigo para decir lo que quería decir.

 

—Pero, Misaki, ahora voy a decir, a pedirte que pienses bien lo que quieres hacer  ¿Te acuerdas cuando viajamos a Nueva York? Hicimos todos esos planes y soñamos con que nos íbamos a casar el mismo día y…

 

—Nos iríamos juntos de luna de miel a Hawái. —recordó Misaki, sonriendo tristemente.

 

Shinosuke  se sentó entonces frente a su amigo, su hermano, su confidente.

 

—Te mereces lo que soñaste Misaki. Yo sé que nunca lo olvidaste, sé que todo eso lo soñaste con él, pero Misaki, él no cree en lo mismo en lo que crees tú ¿qué futuro tienen así? Yo sé que tú lo amas y que te duele todo esto, sé que estas luchando porque crees que con solo tu amor vas a poder sustentar toda esa farsa que decidiste aceptar. Pero no va a ser así Misaki, tarde o temprano te vas a dar cuenta de tu error y habrás perdido tus sueños. Quizás tendrás hijos y una casa grande donde hacer enormes fiestas  o solo reuniones familiares en las navidades que tanto te gustan, pero no serás feliz. La amargura y el dolor, la tristeza y la resignación, te habrán matado sin que siquiera lo notes.  Yo no deseo que eso te pase a ti. Tú eres dulce, romántico, impetuoso, soñador. Tú mereces alguien que te amé y que aprecie ese amor desinteresado y apasionado que tú das.

 

Cuando ya la noche había avanzado, Misaki se despedía de su amigo, habían llorado, habían reído, pero sobre todo habían desahogado sus penas y se habían abierto a nuevas perspectivas.

 

—Ya sabes. — le advirtió el joven en la puerta. — No te dejes engatusar por sus hermosos ojos o su sexy rostro. Recuerda que su corazón es una piedra. No aceptes menos que lo que te mereces, eso del respeto, el deseo y el afecto, se lo puede meter por su muy perfecto y tonificado trasero.

 

Misaki lo abrazó, asintiendo y se marchó. Ahora tenía un norte que había conseguido esa mañana en las palabras de consuelo de sus hermanos y que había afianzado en el apoyo incondicional de su mejor amigo.

 

Akihiko había llegado hacía rato a la mansión, una empleado tocó a la puerta del estudio, para avisarle como el había pedido, que Misaki había llegado a la casa.

 

Suspiró, cerro su laptop y se encaminó a la habitación de su esposo, pero lo encontró en el salón principal, mirando las fotos del matrimonio que alguien debió colocar allí, en los marcos vacíos que Misaki había dejado como decoración, hasta que, como el siempre solía decir, los pudiera llenar con sus recuerdos mas preciados.

 

—Llegas tarde ¿pasaste todo el día en la clínica?

 

Misaki se dio la vuelta y se encontró con la mirada hermosa de su esposo.

 

“No te dejes engatusar por sus hermosos ojos”

 

—Su corazón es una piedra. — murmuró quedito, tanto, que Akihiko no alcanzó a escuchar.

 

—Perdón, no te escuche.

 

Al mirar el ceño fruncido de Akihiko y su evidente confusión, Misaki suspiró hondamente para armarse de valor.

 

—No puedo seguir con esto Akihiko, sé que dije que lo intentaría, pero no quiero hacerlo más.

 

Se hizo hacia atrás, cuando Akihiko intentó tomar su mano.

 

—No, escúchame, quiero el divorcio.

 

Una inesperada  conversación también le esperaba a Nowaki esa noche.

 

Las luces estaban encendidas y un agradable aroma salía de la cocina. Dejó sus cosas sobre una mesa y caminó hasta el aromático lugar.

 

—Hola, huele  muy bien eso que estás haciendo.

 

Hiroki, que estaba removiendo con una paleta la salsa que preparaba, volteó para regalarle una tímida sonrisa. Para él fue como si el mundo de pronto se detuviera, tenía días sin ver aquel rostro apacible, sereno y dulce, era como si de pronto hubiesen regresado unos meses en el tiempo.

 

—Siéntate, ya va a estar listo ¿Cómo están Ryu y la bebé?

 

Nowaki supo entonces que algo no andaba bien.

 

—Ryu sigue igual, mi sobrina mejorando cada día… ¿Hiroki que…?

 

De pronto, tuvo miedo de preguntar. Temió las respuestas que escondía aquella mirada serena. Fue como si tuviera la certeza de que inevitablemente había llegado el final.

 

—No tengo hambre. — murmuró, dirigiéndose nerviosamente hacia la puerta,  intentado escapar.

 

Hiroki, que también lo conocía muy bien, suspiró con tristeza.

 

—Siempre hacías eso cuando querías evadir algo. Una guardia, un trabajo que no te gustaba, una pelea que no habíamos resuelto.

 

Nowaki se sentó derrotado en una silla y Hiroki se acercó hasta él, tomando su mano dulcemente.

 

—No podemos volver el tiempo Nowaki, pero, hoy te necesito. Quiero a mi amigo, al que siempre me escuchaba, al que tenía las respuestas para todos los pequeños problemas con los que yo me enredaba. Te necesito Nowaki, necesito a mi mejor amigo.

 

Nowaki se tragó su miedo, su dolor, su incertidumbre y sonriendo tímidamente tomó la mano de Hiroki, instándolo a sentarse a su lado.

 

—Aquí estoy, te escucho.

 

No todas las conversaciones eran tristes esa noche. En un acogedor departamento, una pareja se acurrucaba en el enorme sofá de su salón. Miraban una película, mientras abrazados se acariciaban dulcemente.

 

— ¿Te gustó la cena?

 

Shinobu asintió risueño, sintiendo los cálidos labios de Miyagi en su frente.

 

—Nowaki me dijo que te consintiera todos los antojos.

 

Con una risa alegre, Shinobu se giró para acomodarme mejor en el regazo de Miyagi y lo miró con dulzura.

 

—Me gusta la forma en la que tú y tus hermanos se quieren.

 

Un beso suave y cálido fue lo que recibió como respuesta y una sonrisa en el rostro apuesto y varonil de su esposo.

 

Shinobu acarició la mandíbula fuerte y pasó sus dedos por los delgados labios, con una expresión soñadora en su mirada.

 

—Me hubiese gustado que me quisieran así.

 

Miyagi entonces se armó de valor, atrapó la fina mano que le acariciaba y la besó dedo a dedo con exquisita suavidad, mirando intensamente el rostro hermoso de su esposo.

 

—Yo te quiero. — murmuró inseguro, hasta que con un suspiro sonrió enamorado. —Mejor dicho, yo te amo.

 

Shinobu lo sabía, quizás no tenía la certeza, pero lo intuía. Con alivio, por finalmente escuchar esas palabras, sonrió hermosamente.

 

—Yo también te amo.

 

Se besaron cándidamente por unos segundos y al faltarles el aliento, se separaron sonriendo emocionados.

 

— ¿cómo pasó esto?

 

Miyagi besó la nariz respingona con una arrogante pose.

 

—Soy guapo, rico, encantador. No tenías más salida que enamorarte de mí.

 

— Imbécil.

 

Pero Shinobu secretamente sabía que Miyagi era todo eso y más. Era su salvador, era el hombre que le había mostrado secretos de su cuerpo que no imaginaba, era el que lo consolaba con solo mirarle.

 

— No importa cómo pasó. — murmuró Miyagi, acariciando su hermoso rostro. — Lo que importa es que ambos lo sabemos y que ahora podemos ser incluso más felices. Tú, yo y nuestro hijo.

 

Shinobu sonrió, pues era verdad. Ahora eran si se podía más felices, pues ya no había secretos entre ellos y eso lo hacía sentir esperanzado.

 

Así como esperanzado estaba esa noche alguien que aferraba una mano con fuerza, como si de ello dependiera su vida.

 

—Vengo de verla, es hermosa y tan valiente. Tiene tus ojos y tu terquedad ¿puedes creer que lloró hasta que llegue yo a darle su tetero? No quería comer con nadie más que no fuera yo.

 

Kaoru suspiró y besó  la mano de su esposo.

 

—La enfermera me pregunta su nombre. Dice que no puede seguir siendo la bebé Asahina.

 

Con un gemido desesperado, miró a Ryu desolado.

 

—Tienes que despertar mi amor, recuperarte. Quiero ver tus ojos, quiero escuchar tu voz. Ella… ella necesita un nombre y solo tú puedes dárselo. Yo no puedo con esto solo… sin ti no puedo Ryu, no puedo.

 

La mano pálida e inerte que sostenía, de pronto cobró vida y apretó, aunque ligeramente, la suya. Kaoru levantó emocionado los ojos turbios por las lágrimas.

 

— ¿Ryu? — le llamó, aunque sus ojos aún no se abrían.

 

—Sa-saori, quiero…quiero que se llame Saori.

 

Kaoru sonrió con su rostro bañado en lágrimas.

 

—Ese es un hermoso nombre mi amor. — declaró eufórico, besando la mano de Ryu, que en ese momento con sus ojos abiertos y aun somnolientos, le sonrió finalmente.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).