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Matrimonio... ¿de conveniencia? por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Hola... Ufffff estoy re emocionada con sus mensajes de verdad las amo. Son geniales y maravillosas con esta aspirante a escritora que quizas no merezca palabras tan lindas. Gracias a todas, su apoyo es enorme para mi, me alimenta, me construye, me edifica, me sana y me fortalece. Las quiero, aunque para mi no tengan rostros o nombres, son mi corazon. Espero contar siempre con su compañia. GRACIAS MIL MILLONES DE GRACIAS POR LEER.

 

BB.

Conviene esperar.[B1] 

 

—Misaki pásame el biberón.

 

El aludido, sonriendo, puso en las manos de su hermano un pequeñísimo biberón, que este tomó con el rostro emocionado y feliz.

 

Ya habían pasado unos días y Ryu se mejoraba a paso veloz. Era quizás la mejor noticia que todos los hermanos habían podido recibir, mientras se acostumbraban cada uno a las nuevas circunstancias de su vida.

 

—Toma pequeña princesa.

 

La boquita de botón se prendió furiosa de su comida, Ryu no podía amamantarla aun, pero eso era lo que menos le preocupaba, lo importante era tenerla en sus brazos sanita y feliz.

 

Después de mirar embobado a su hija por unos segundos volvió su mirada hacia la de su hermanito, que de momento era el único que le acompañaba.

 

— ¿Estás seguro que estás bien? — preguntó preocupado. — Lo pregunto por eso de estar viviendo con Shinosuke kun, pudiste ir a casa o quedarte con cualquiera de nosotros.

 

Misaki acarició el sedoso cabello de su sobrina, con una expresión serena en su rostro. Si había llorado, claro que lo había hecho, no podía borrar de un plumazo todos los años de amor y devoción que lo habían atado a Akihiko, pero ahora solo había resignación. En su corazón sereno solo quedaba un sentimiento triste de pérdida, pero también la certeza de que no se podía perder aquello que nunca se tuvo.

 

—Shinosuke es mi mejor amigo, Ryu, tú lo sabes. Además me gusta estar con él, ayudarlo con su embarazo. Ambos nos hacemos compañía.

 

Ryu no se veía muy convencido. Misaki le sonrió y se recostó cómodamente a su lado.

 

—Kaoru y tú tienen ahora mucho trabajo entre manos con esta pequeña muñeca. Miyagi y Shinobu apenas comienzan y me sentiría un intruso allí y Nowaki… bueno.

 

Ambos hermanos suspiraron con pena.

 

— ¿Hiroki se va mañana, no? — preguntó Ryu.

 

Misaki asintió tristemente.

 

—Eso lo tiene destrozado, pero no hizo nada para detenerlo. Nowaki dice que se lo debe.

 

— Es obvio que hizo mal las cosas desde el principio. — murmuró Ryu, poniendo a su princesa sobre su pecho para sacarle los gases. —Desde ese matrimonio forzado para que nuestros padres lo dejaran en paz. No debió arrastrar a Hiroki a ese lio si de verdad lo amaba.

 

Cuando la princesa sacó sus gases y se durmió pacíficamente, Misaki la tomó de los brazos de su hermano  y caminó hasta la pequeña cuna para recostarla y arroparla dulcemente.

 

— Duerme bien princesa. — murmuró, besando su pequeña frentecita.

 

Luego se sentó de nuevo al lado de su hermano, mirándolo con tristeza.

 

—Supongo que existen miles de motivos para casarse. — hizo una pausa pensando en sus propias circunstancias. —Akihiko, se casó conmigo por poder y por dinero, yo me case con él por amor. Nowaki dice que no sabía que amaba a Hiroki de esa forma hasta que se casaron. Supongo que la convivencia lo hizo ver cosas que antes no había visto en Hiroki.

 

Ryu se acomodó con cuidado en la cama, la herida de la cesárea aun dolía un poco. Las palabras de Misaki removieron sentimientos difíciles en él, cosas que aún no resolvía y que de cierta forma empañaban la felicidad que por ahora sentía.

 

—Supongo que sí, es verdad que no siempre nos casamos por amor. —Suspiró y miró hacia la ventana, donde el cielo resplandecía en un brillante azul. —Se dio cuenta tarde de que amaba a Hiroki y ahora lo va a perder a él y al hijo que ambos esperan.

 

Misaki negó con la cabeza y tomó la mano de su hermano para darle consuelo.

 

—No lo creo, Hiroki también lo ama, aunque él no se haya dado cuenta aun. Nosotros hablamos un poco el día que tu tuviste a Saori, se veía bastante preocupado por Nowaki y… había algo en la forma en la que lo miraba. Yo solo pienso que esta será una separación temporal. Uno de los dos tendrá que ceder a sus sentimientos.

 

Ryu sonrió, acariciando el rostro hermoso de Misaki.

 

— Eres tan maduro, Misaki, como me gustaría tener tu fortaleza. — suspiró y le sonrió con confianza. — tienes razón, ya sea que Hiroki vuelva y le dé una oportunidad o que Nowaki abandone todo y lo siga.

 

Con una sonrisa soñadora, Misaki asintió.

 

—Eso es lo que debería hacer el tarado ese, después de como arruinó las cosas entre ellos, debe ir y arrastrarse por su perdón.

 

— ¿Quien tiene que pedir perdón arrastrado?

 

Ambos jóvenes rieron al ver la cara de confusión que tenía Kaoru, cuando entró a la habitación.

 

— ¿No me he portado mal, verdad? — preguntó sonriendo y levantando las manos en rendición. —Porque si es así, juro que lo siento, ustedes dos juntos, aquí tramando venganza son peligrosos.

 

Kaoru se acercó a la cuna donde dormía su bebita y con infinito cuidado besó su cabecita.

 

—Hola princesa de mi corazón, papá está aquí.

 

Ryu lo miró arrobado desde la cama y sonrió ampliamente cuando este se acercó con aquel seductor porte y ese apuesto rostro, mirándolo con un profundo amor.

 

— ¿Cómo está el amor de mi vida?

 

Ryu recibió el dulce beso que le dio su esposo, regocijándose en el mutuo sentimiento de amor que los unía.

 

—Mucho mejor ahora que estas aquí.

 

Misaki se aclaró la garganta y rio encantado, cuando tanto su hermano, como su cuñado, lo miraron sonrojados de vergüenza.

 

—Hola Misaki. — le saludó Kaoru, alborotando su cabello. —gracias por cuidar de mis tesoros mientras iba un rato a trabajar.

 

Misaki negó con la cabeza y se puso de pie para marcharse.

 

—Ni lo digas, Kaoru san, es un placer. Ahora me iré para que se hagan sus desvergonzados mimos a solas.

 

Ryu sonrió apenado y Kaoru rio sin pena alguna.

 

Misaki se acercó hasta su hermano y lo abrazó dulcemente.

 

—Vendré mañana, descansa.

 

Ryu asintió obediente.

 

—Trae a Nowaki. — le pidió. —mañana de seguro nos va a necesitar más que nunca, yo le diré a Miyagi, ahora que venga, que también este aquí, así podremos consolarlo todos.

 

Misaki asintió y cuando salía de la habitación luego de haberse despedido de su cuñado y de su sobrina, escuchó a Kaoru preguntar con un tono preocupado.

 

— ¿Qué le pasó a Nowaki?

 

Misaki ya salía del hospital, cuando un rostro conocido lo interceptó.

 

—Hola Misaki kun ¿podemos hablar?

 

Misaki no había visto a Haruhiko desde el día de la boda, extrañado y movido por la curiosidad decidió aceptar.

 

Emocionados y felices estaban una pareja que se movía entre los pasillos de una enorme tienda departamental.

 

— ¿Crees que este le guste?

 

Miyagi miró sonreído el hermoso vestido blanco que sostenía Shinobu en sus manos.

 

—Creo que es perfecto, le va a encantar.

 

Shinobu asintió con una hermosa sonrisa y agregó el vestido a las ya muchas compras que tenía.

 

—Llevas muchas cosas para niños, Miyagi ¿y si resulta que tenemos una niña?

 

Miyagi lo abrazó riendo feliz y besó su cabello amorosamente.

 

—Pues las guardamos para cuando tengamos otro o se las donamos a una institución que las necesite.

 

 

Shinobu asintió pensativo.

 

—Se las podemos dar a Nowaki san, si resulta que su bebé es un varoncito.

 

Miyagi se tensó un poco.

 

—No creo que mi hermano tenga la oportunidad de ver a ese bebé, si como dice va a dejar ir a Hiroki y además con ese hombre del que siempre estuvo enamorado. No creo que regrese, y así, Nowaki perderá la oportunidad de ser un padre para ese bebé.

 

Shinobu tomó la mano de Miyagi mirándolo tiernamente.

 

—No creo que Hiroki san le haga eso a Nowaki san, fuera de todos los problemas que puedan tener, ellos se quieren, son buenos amigos y ese bebé es de ambos.

 

Miyagi suspiró cansado.

 

—Ojala tengas razón mi amor, no quiero ver a mi hermano sufrir y la verdad, la partida de Hiroki ya lo tiene destrozado.

 

Shinobu le sonrió confiado.

 

—Tú vas a ver que todo se va a resolver.

 

Miyagi lo miró extrañado, cuando este sonrió enigmáticamente por unos segundos.

 

— ¿Que?

 

—Me gusta cuando me llamas mi amor.

 

Miyagi lo abrazó, besando sus labios tiernamente.

 

—Es que tú eres mío, mi amor, mi esposo, la mamá de mis hijos. Tú eres mi vida.

 

—Nos miran. — murmuró Shinobu entre besos sintiendo las miradas de todos en el lugar.

 

Miyagi rio emocionado.

 

—Déjalos que miren. —murmuro sin vergüenza alguna, orgulloso del amor que sentía y ahora podía exteriorizar sin ningún problema.

 

Qué bueno era ser correspondido.

 

Salieron cargados de paquetes de la tienda y a sus espaldas todo el mundo murmuraba, encantados  algunos y otros espantados por la cariñosa pareja.

 

Ryu recibió los regalos con una tierna emoción. Miyagi, sentado a su lado, no quería soltar su mano. Estaba aliviado de ver a su hermano recuperándose y feliz.

 

—Gracias por todos los regalos, son hermosos.

 

Shinobu estaba sentado en un mueble junto a Kaoru, arreglando las cositas que habían traído.

 

—Qué bueno que te gustaron Ryu san. Compramos un montón de cosas para nuestro bebé también.

 

Ryu lo miró entusiasmado.

 

—Ya se te nota un poco.

 

Eso hizo que el rostro de Miyagi se suavizara más y se viera más enamorado que nunca, cuando dirigió la mirada hacia el vientre de su esposo.

 

— ¿Si verdad? Ya tiene una pequeña pancita, mi hijo se quiere hacer notar pronto.

 

Kaoru iba a decir algo, cuando su celular sonó. Su rostro se tornó violento cuando vio quien llamaba.

 

—Discúlpenme un momento. —dijo antes de alcanzar la puerta para salir.

 

— ¿Kaoru sucede algo malo? — preguntó Ryu al ver la expresión de su esposo cambiar abruptamente.

 

Kaoru se dirigió hasta la cama besándolo amorosamente.

 

—Nada mi amor, no te preocupes.

 

Quizás Ryu si se habría preocupado, pues el tono de Kaoru no había sonado nada convincente. Pero su hija le sirvió de cómplice a Kaoru y comenzó a llorar en ese preciso momento, desviando la atención de todos hacia ella.

 

—Yo te la paso. — espetó Shinobu entusiasmado y antes de que Kaoru saliera de la habitación, lo vio tomar a la bebé con infinita dulzura.

 

En el pasillo, marcó el número de quien lo había importunado.

 

—Te dije que no me llamaras cuando este con mi esposo.

 

Escuchó la respiración profunda de quien estaba al otro lado de la línea.

 

—Lo siento señor, pero me pidió que le avisara si ella hacia un movimiento. Esta tarde nuestro detective siguió a la mujer, ella está buscando al periodista. Llegó hasta el edificio donde él estuvo viviendo e hizo muchas preguntas.

 

Kaoru se sentó en una de las duras sillas de la sala de espera.

 

— ¿Encontró algo?

 

—No señor, habló con varias personas, quiere encontrar al hombre. Ofreció mucho dinero…

 

Kaoru gruñó con ira.

 

— ¿Con quién habló?

 

 

El hombre se apresuró en calmar a su jefe.

 

—No se preocupe señor, no logró nada con nadie. Nos adelantamos a tiempo y aquí todos le son leales a usted, pero no quiere decir que no siga intentándolo.

 

Kaoru se puso de pie y caminó despacio hasta la habitación de Ryu.

 

—No, no lo va a intentar más. La vida perfecta y feliz de Hanako Kusama se acaba mañana.

 

Colgó y entró a la habitación donde su esposo reía con su bebita en los brazos.

 

—Kaoru, Saori sonrió, ella sonrió y se veía hermosa, tenías que haberla visto.

 

Kaoru rio enternecido y toda la tensión se escapó de sus músculos. Al día siguiente todo lo que había hecho estallaría en la cara de Hanako Kusama, se había acabo el tiempo para ella. Pero en ese momento podía disfrutar de la felicidad de su esposo, de la ternura de su hija, por ellos valía la pena pisar el infierno una vez más.

 

— A ver mi amor sonríele a papá, sonríele a papi.

 

Kaoru miró el rostro perfecto de Ryu, escuchó el amor en sus palabras y sonrió con entereza, no, no se arrepentía de nada.

 

Era ya casi el final de la tarde y en una moderna oficina, aún se movían todos como si fuera la primera hora de la mañana.

 

— ¿Usami sama va firmar todo esto hoy?

 

Preguntó una exuberante rubia, a su jefe, que parecía muy concentrado en los papeles que leía.

 

“No puedo seguir con esto Akihiko. Quiero lo que soñé, quiero que me amen y tú no puedes darme eso. Quiero el divorcio”

 

 

— ¿Usami sama?

 

Akihiko levantó la mirada y se encontró con el rostro afable de su asistente.

 

— ¿Dijiste algo?

 

Ella sonrió con coquetería.

 

—Sí, señor. Quería saber si le dejo todo esto para que lo firme hoy.

 

Se acercó suavemente hasta su jefe y puso un fajo de documentos sobre el escritorio. Sonrió y bajó un poco el tono de su voz, tratando de sonar sensual.

 

—Aunque pensándolo mejor, debería irse temprano. Quizás ir a tomar una copa. Si no quiere ir solo yo podría…

 

Akihiko la miró con un dejo de desprecio, tomó los papeles y los puso sobre los documentos que revisaba.

 

—Los firmaró ahora, ya puedes retirarte.

 

La orden no pudo sonar más contundente y la mirada que le dio a la mujer con un implícito “lárgate ya” no pudo ser más eficaz. La chica salió avergonzada y casi a la carrera de la oficina.

 

Akihiko suspiró y se quitó  los lentes, su cansada vista ya no daba para mirar más cifras, números, estadísticas y contratos. Pero no solo su vista estaba agotada, también lo estaba su cuerpo y su corazón. Se puso de pie y camino hasta el pequeño bar que estaba en un rincón, donde se sirvió un poco de licor.

 

Yo te amo Akihiko, te he amado desde que recuerdo, pero no puedo entregarte lo único que me queda. La esperanza de que algún día lograre olvidarte y encontraré el amor en alguien más”

 

—Tonto.     — murmuró con disgusto, mientras se tomaba de un trago el ambarino líquido.

 

Esa mañana había llegado la demanda de divorcio, lo que lo tenía más disgustado que nunca. Había pensado que Misaki recapacitaría de su empeño estúpido de aferrase a sentimientos fútiles como el amor. Pero Misaki, lejos de ceder, había apresurado las cosas. No le pedía nada en la demanda, solo su libertad y había añadido además un clausula donde le aseguraba no interferir en su trabajo con las empresas Kusama. A pesar del divorcio, Akihiko no perdería el poder que había adquirido con el matrimonio.

 

El amargo líquido quemó la garganta de Akihiko, así como la amargura de sus sentimientos quemaba su corazón.

 

Abrió la gaveta y sacó una foto, la hermosa mujer que desde allí le sonreía le dio cierto alivio a su desazón.

 

—Lo he logrado. —murmuró cansado. —Todo lo que el destruyó yo lo reconstruí para ti. El legado de mi abuelo no se perderá, eso que tanto amabas será conservado intacto y tú por fin podrás descansar en paz.

 

Acarició con cariño el amado rostro y guardó la foto luego de mirarla por unos segundos.

 

—No importa como lo conseguí. — se dijo a sí mismo, mirando el montón de trabajo que aún lo esperaba. Aquel objetivo que se había trazado se había llevado mucho de él, pero no estaba arrepentido. Ella lo merecía, por ella derrumbaría el mundo y lo volvería a construir.

 

¿Por qué?

 

Esa era una historia que Misaki estaba por conocer esa tarde.

 

Sentados en una discreta mesa, de un poco conocido café, Misaki escucharía una historia, una bonita y triste historia de amor.

 

—Sé que te extraña que te haya buscado y te trajera aquí, pero quiero contarte algo, quizás eso alivie un poco el dolor que mi hermano te ha causado.

 

Misaki sostenía entre sus manos heladas por los nervios, una cálida taza de café, mirando a Haruhiko entre la curiosidad y el temor.

 

Haruhiko le dio un sorbo a su té y suspiró, antes de comenzar.

 

—Verás, ella era hermosa. Nunca parecía triste, su sonrisa lo iluminaba todo. Tenía una vida perfecta, un esposo que la amaba, una casa fabulosa, dinero, montones de dinero heredados de sus amados padres y lo tenía a él. Él era un niño feliz, pero ¿cómo no serlo? Era un niño amado, mimado, tenía todo lo que cualquier niño pudiera soñar y sobre todo la tenía a ella. Con ella jugaba, con ella reía, ella le leía, le arropaba en la noche después de contarle una linda historia, le acompañaba a la escuela y lo buscaba en las tardes cuando salía. Lo llevaba de paseo, se divertían y eso sucedía todos los días. Eran como los mejores amigos, ella era su cómplice, su confidente, la que lo consolaba y la que reía con él.

 

Haruhiko suspiró, inmerso en un hermoso recuerdo.

 

—Era un ángel, capaz de perdonar todo, de hacer de las cosas malas, algo bueno. Cuando yo llegue a la casa tenía once años, mi madre acababa de morir y yo era un secreto del que no se había hablado jamás. Estaba amargado y disgustado con todo y con todos. Ella, en lugar de reprochar, de acusar, se abocó a mí. Poco a poco me fue conquistando, me acogió en sus brazos como a un hijo más y yo jamás me volví a sentir desplazado o miserable.

 

Haruhiko sintió que un nudo doloroso oprimía su garganta. Tomó un sorbo de su bebida y continúo.

 

—Supongo que los ángeles no deben permanecer mucho en la tierra. Un día, cuando Akihiko y yo ya éramos unos adolescentes, ella enfermó. Nosotros no éramos los hermanos más unidos del mundo, creo que el resentía un poco el que yo hubiese irrumpido en su perfecta vida, pero en ese momento el miedo de perderla nos unió. El proceso fue duro y cruel, fueron largos meses de agonía. Verla desaparecer lentamente a nuestros ojos. Pero ella mantenía el buen humor y su amor no había cambiado ni un ápice, era difícil verla luchar cada día, pero su optimismo nos lo hacía un poco más llevadero. Fuyuhiko fue, aunque nosotros no lo notáramos, el que más sufrió en aquella época oscura. Finalmente, una luz de esperanza nos tocó y ella mejoró, pero el miedo de perderla, de nuestros corazones no quiso irse jamás.

 

Haruhiko miró a Misaki con un dejo de tristeza, una tristeza vieja y profunda que lo había acompañado por años.

 

—Hace dos años más o menos, el miedo toco de nuevo a nuestra puerta. Ella había salido de una reunión con sus amigas y un conductor ebrio embistió el auto que conducía. Cuando llegó al hospital ya estaba muerta. “Muerte cerebral” dijeron los médicos, pero nosotros no queríamos creerlo.  No podíamos aceptarlo. Fuyuhiko contrató los mejores médicos, pagó la más cara de las clínicas, acalló toda información y compró el silencio de muchos en pocos días.  Desde entonces ella ha dormido en una habitación blanca, que Akihiko se encarga de llenar de rosas todas las semanas, como si ella fuera una bella durmiente esperando despertar.

 

Misaki estaba impactado ante aquella revelación. Para el mundo entero la madre de Akihiko había muerto.

 

— ¿Ella…ella está viva?

 

Haruhiko suspiró y se acabó de un trago su té.

 

—Ese es el problema Misaki, no, ella no está viva. Fuyuhiko e incluso Akihiko se empeñaron en no dejarla morir. Su cuerpo está allí sí, sostenido apenas con vida por el soporte vital de un montón de máquinas.

 

Haruhiko llamó al mesero y le pidió otra bebida, desistió de pedir algo para Misaki, pues su café estaba intacto.

 

— ¿Por qué me cuentas esto, Haruhiko?

 

El hombre lo miró largamente por unos segundos, quizás decidiendo como responder aquella pregunta.

 

—No conoces al hombre del que te enamoraste, por lo menos no esa parte que ha mantenido oculta estos últimos años. Después del accidente y de que Fuyuhiko la encerrara en esa clínica y acallara de todas las formas posibles cualquier información que tuviera que ver con ella, logró que para el mundo ella hubiese muerto,  no quería causar más dolor con periodistas molestos siguiendo la historia de ella en coma. Pero para ellos no había muerto, ella seguía allí. No sé en qué momento su fortaleza se quebró y fue en descenso vertiginosamente, a tal punto de que casi arruina las empresas Usami. En ese tiempo Akihiko y yo luchamos hombro a hombro para tratar de arreglar el desastre, pero Akihiko también había cambiado y solo alguien dulce y hermoso pudo penetrar la coraza que había alzado a su alrededor.

 

—Sumi Keichi. — murmuró Misaki.

 

Haruhiko sonrió con dolor y nostalgia.

 

—Él era hermoso ¿sabes? Quizás te esté causando dolor al decirte esto y lo siento, pero no puedo mentir, no sobre él. Akihiko se enamoró en seguida y yo también. Ahora que lo pienso, tengo la certeza de que yo lo amaba más. Akihiko solo buscaba en él, los cálidos sentimientos que había perdido con la muerte de su madre. Keichi era dulce, atento, suave, daba paz, cobijo, consuelo y nosotros, que habíamos perdido eso, lo mirábamos como a un ángel. Solo que para mí era un poco más allá de los sentimientos suaves del cariño. Yo lo deseaba, quería hacerlo mío, llenarlo con mi semen y hacerle muchos hijos. Lo quería en mi cama cada noche, corrompido por mi deseo, tanto como por mi amor.

 

  —Pero…

 

—Él no me escogió. — respondió Haruhiko la silente pregunta. —Escogió a Akihiko y aunque mi hermano no tuviera la culpa de nada, el que Keichi lo escogiera a él, fue lo que lo sentenció. Akihiko lo amaba sí, pero no como Keichi quería y eso comenzó a resentir su relación. Estábamos en la peor parte de la debacle en las empresas. Akihiko había jurado de rodillas frente a la cama de su madre, que salvaría el legado Usami por y para ella. Trabajaba día y noche incansablemente y Keiichi no entendía eso, las peleas se hicieron monumentales y tan dolorosas. Yo quise hacer algo para rescatarlo de aquel dolor, pero Keichi lo amaba, lo amaba con locura. Una noche, después de una de tantas peleas, Keichi se fue gritándole que lo odiaba y que hasta ese día lo esperaría. Esa noche su auto perdió una de sus ruedas y se descarriló por un barranco. No quedó de él más que un montón de cenizas y el recuerdo, que dejó destrozado a Akihiko y a mí, más desolado que nunca.

 

Haruhiko tomó las manos de Misaki que aun sostenían una taza que ya no estaba ni tibia.

 

—Quiero que entiendas por qué él no puede sentir. No quiero que lo perdones o que olvides lo vil y calculador que fue contigo, pero si con esta historia logró aligerar un poco de tu dolor, dándote una mirada  a porque él se niega a amar, al porque su corazón se volvió frio. Quizás me ayude también a mí a sentir un poco menos de culpa, por haber sido su cómplice. Ya no sabe cómo sentir amor, lo perdió con ella y la tragedia de Keichi a quien también amo, lo dejo lleno de culpa y de más dolor. Repele esos sentimientos que lo vuelven vulnerable, yo incluso dudo que aun recuerde como sentir.

 

Misaki sintió dolor por Haruhiko, pues también había sufrido ambas perdidas, pero fue Akihiko por el que más pena sintió. Ahora que tenía una visión más amplia de su comportamiento, quizás no lo perdonaba, pero de alguna forma lo entendía. Quizás tendría ahora muchas cosas que pensar en torno a su matrimonio, pero eso no cambiaría sus planes o quizás eso se encargó de pensar para convencerse.

 

A la mañana siguiente, alguien que aún no estaba del todo convencido, cruzaba las enormes puertas de un frio aeropuerto, con el corazón roto y desolado.

 

— ¿Empacaste los libros?

 

Hiroki iba pensando distraído.

 

—Si. — apenas murmuró.

 

— ¿Y la manta azul? esa es tu favorita y allá seguro va a hacer mucho frio.

 

Hiroki sonrió, esa manta era su favorita porque Nowaki se la había regalado en uno de sus cumpleaños.

 

—La empacaste tu anoche ¿no te acuerdas?

 

Nowaki sintió que su corazón se estrujaba ¿cómo olvidarlo? Había fingido sonreír, había fingido una entereza que estaba muy lejos de sentir, se había comportado a la altura del compromiso que se había impuesto. Hiroki merecía aquella oportunidad, había luchado mucho por ella, toda su vida llena de privaciones y de tristezas, su único objetivo había sido llegar tan lejos como pudiera y aquella era su oportunidad de alcanzar esa meta.

 

“Tengo que dejarte ir”

 

—Sí, es verdad, yo la empaqué y las pastillas para el mareo también.

 

 

Se detuvieron en las taquillas e hicieron todos los trámites. Después de un rato, las maletas fueron embarcadas y solo faltaba despedirse, lo más difícil de todo.

 

—Te enviaré las ecografías que me hagan y te llamaré cada vez que pueda. Sé que vas a estar ocupado con tus exámenes finales pero, si puedes, quisiera que… que estuvieras para cuando nazca el bebé.

 

Nowaki no se pudo contener y lo abrazó con fuerza, haciendo un enorme esfuerzo para no echarse a llorar y rogarle de rodillas que se quedara.

 

—Allí estaré, te lo prometo. Nada va a impedir que vea a nuestro hijo nacer, incluso que sea yo quien lo traiga al mundo con mis propias manos.

 

Hiroki le sonrío con tristeza.

 

—Nowaki yo…

 

Nowaki acalló sus palabras con un beso. Quizás Hiroki le iba a decir que se quedaba, quizás le diría que lo amaba, pero lo haría movido por ese sentimiento hermoso que los unía, solo que la amistad no era suficiente y Nowaki no quería que Hiroki sacrificara más por él.

 

—No… no lo digas. Vete, se feliz, conseguí eso que tanto te mereces. Yo te apoyo, yo voy a estar allí cuando me necesites y ahora no es ese momento. Ahora es tu momento de brillar, de lograr todo eso que soñaste.

 

Hiroki le sonrío, con sus ojos llenos de lágrimas.

 

— Gracias Nowaki, gracias por entender, por apoyarme.

 

Nowaki lo besó de nuevo y soltó su mano, que sostenía firmemente.

 

—Vete. — murmuró con una triste sonrisa.

 

Hiroki le sonrío y se dio la vuelta, para desaparecer con rapidez por la puerta de embarque, justo en el momento que empezaban a llamar a los pasajeros del vuelo que el abordaría.

 

Nowaki se quedó de pie unos segundos mirando sin ver, la puerta por la que había desaparecido quizás para siempre, el amor de su vida. El aire comenzó a faltar en sus pulmones y salió casi en carrera del aeropuerto. Caminó sin rumbo por largos minutos, hasta que detuvo un taxi.

 

 

Miyagi, Misaki y Ryu, conversaban en la habitación del hospital. Kaoru estaba en su trabajo y Shinobu había preferido quedarse en casa, pues aquello era algo para los hermanos.

 

La puerta se abrió y Nowaki entró casi sin aliento a la habitación. Misaki lo miró con dolor, su rostro estaba desencajado y lleno de lágrimas. Miyagi fue el primero en acercarse y cobijarlo entre sus brazos.

 

— Se fue, él se fue. — murmuró entre sollozos.

 

Misaki se acercó y también lo abrazó. Ryu se sentía un poco impotente de no poderlo abrazar, así que suspiró con tristeza.

 

—Lo siento Nowaki, lo siento mucho. —murmuró contrito y Nowaki se separó de sus hermanos, para recostarse en la cama al lado de Ryu y cobijarse entre sus brazos.

 

Aquel habría de ser el día más negro en la vida de Nowaki, pero por lo menos el amor de sus hermanos lo ayudaría a soportar la pérdida.


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