Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Matrimonio... ¿de conveniencia? por Butterflyblue

[Reviews - 160]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola, por aqui de nuevo. Gracias por sus mensajes, espero disfruten el capitulo de hoy. Besos abrazos y mil gracias por leer.

4-Conveniencia vs convivencia.

 

 

Era difícil la convivencia y más aún si esta era forzada, o al menos eso pensaba Hiroki, cuando sentado silenciosamente en el asiento del copiloto, miraba como poco a poco el día comenzaba a colorearse.

 

Nowaki conducía igual de taciturno, habían compartido apenas un austero desayuno, sin mencionar nada incómodo, para no iniciar el día con una pelea. Un acuerdo tácito que ambos habían cumplido a cabalidad.

 

—Te veré en el almuerzo. — se despidió Nowaki un rato después, cuando ya caminaban por los pasillos del hospital.

 

 

—No sé si tenga tiempo de almorzar por…

 

Hiroki hizo una mueca de disgusto, cuando vio a Nowaki alejarse sin escucharle.

 

Llegó justo a tiempo para las asignaciones y sonrió contento al ver el rostro apuesto de su querido doctor Iwaki. Este al verle le saludó, inclinando su cabeza con una silente cortesía.

 

Después de una breve charla, los internos fueron repartidos con sus respectivos especialistas y Hiroki estaba una vez más al lado de su mentor.

 

Hicieron las rondas sin más tema de conversación que el de los pacientes que atendían y trabajaron diligentemente hasta media mañana, cuando la oportunidad se presentó para un descanso.

 

— ¿Nos tomamos un café? — pregunto el sensei, y Hiroki aceptó de inmediato.

 

Lo siguió silencioso y extrañado, pues el médico no había seguido el camino hacia la cafetería. Se dirigían hacia las áreas verdes del hospital, una plazoleta rodeada de un hermoso jardín, que servía para que médicos y pacientes descansaran la vista del blanco pulcro, del interior de este.

 

Iwaki se detuvo en un pequeño quiosco y pidió dos cafés, señalándole a Hiroki un banco.

 

—Espérame allí.

 

 

Era una bonita vista la que les rodeaba, pocas veces tenía la oportunidad de disfrutar aquel lugar. Varias enfermeras paseaban a sus pacientes y uno que otro médico estaba sentado en los cómodos bancos, conversando entre sí o simplemente mirando el verdor que les rodeaba.

 

Iwaki, finalmente se sentó a su lado y le tendió un vaso de café.

 

—Te cuidado, está caliente. — le susurró con una dulce sonrisa, rozando sus dedos con suavidad.

 

 

—Gracias Iwaki sensei. —murmuró Hiroki sonrojado, sonriendo tímidamente.

 

Iwaki suspiró hondamente y Hiroki dejó de apreciar el hermoso jardín para mirarlo con preocupación.

 

— ¿Se siente bien?

 

— ¿Es verdad que te casaste con Kusama san?

 

Hiroki apretó tanto el vaso de cartón, que el líquido se derramó quemando sus dedos.

 

— ¡Cielos! — exclamó Iwaki con angustia, apartando el vaso de la mano de Hiroki y secándola con su pañuelo.

 

Hiroki apenas podía procesar el dolor, estaba blanco como un papel y miraba a Iwaki con disculpa.

 

—Vamos, tenemos que atender esto.

 

El médico lo llevó a su consultorio, allí lo sentó en una camilla y preparó todo para atender la quemada en sus dedos.

 

— Lo siento, no debí ser tan brusco al preguntar algo tan personal.

 

— No es como usted cree, Iwaki sensei. — murmuró Hiroki, sin levantar la vista de donde la tenía clavada, en los dedos del médico, suaves, largos, delicados, hermosos, untando una crema en su mano.

 

Iwaki sonrió con un dejo de tristeza.

 

—No tengo derecho a preguntar algo tan personal, yo…

 

— Nos casamos por un acuerdo. — le informó Hiroki impulsivamente, levantando su mirada con ansiedad. —El… el me necesitaba y… y es mi mejor amigo y yo…yo no pude negarme. Es…

 

Los labios de Hiroki fueron sellados por un apacible beso. Tan suave, tan cálido, tan irreal, que ni Hiroki se creía que aquello estaba pasando.

 

Pero el idílico instante fue interrumpido por la entrada intempestiva del que menos se esperaba en aquella escena.

 

— ¿Hiroki que ocurrió? — Preguntó Nowaki, abriendo la puerta del consultorio sin siquiera tocar y cuando vio la escena ante él, su rostro se endureció en un gesto hostil. —Me dijeron que habías tenido un accidente en el jardín.

 

El primero en reaccionar fue Iwaki, que con mucha serenidad se apartó de Hiroki, mirando a Nowaki con una tranquila expresión.

 

—Kusama, buenos días. Si, Hiroki tuvo un pequeño accidente con el café y yo estaba…

 

—No se preocupe en explicar nada, Sensei, es muy obvio lo que usted estaba haciendo.

 

Nowaki se acercó iracundo hasta Hiroki y lo tomó por el brazo, no sin cierta violencia.

 

— Ahora si me disculpa, yo me ocuparé de mi esposo.

 

Recalcó la última palabra con altanería y sacó a Hiroki casi a rastras del consultorio, sin que este pudiera protestar, envuelto entre el sopor del asombro y la vergüenza.

 

— ¿Quieres hacer el favor de soltarme? —protestó finalmente, cuando pudo recobrar el aplomo.

 

Solo que Nowaki no le soltó hasta que estuvieron a solas en uno de los pequeños dormitorios de descanso.

 

— ¿Acaso te volviste loco? ¿Cómo pudiste comportarte de esa forma con Iwaki sensei?

 

Nowaki lo miró furioso.

 

— ¿Y tú que hablas de mal comportamiento? ¿Cómo se te ocurre estarte besuqueando con el idiota ese? ¿Se te olvido que estas casado conmigo?

 

— ¡Este matrimonio es una farsa que tu inventaste!

 

—Pero tú lo aceptaste ¿acaso lo olvidaste? Tú aceptaste convertirte en mi esposo, tú aceptaste esa maldita farsa. Compórtate con respeto y no andes dando de qué hablar en el hospital.

 

Hiroki se quedó sin habla, era verdad, no podía justificarse, pero tampoco merecía aquel trato. Intentó calmarse para bajar los ánimos y respiró profundo antes de hablar.

 

—No hice nada que merezca este escándalo. Estábamos hablando en el jardín, el café se derramó en mi mano y el me llevó a su consultorio para curarme.

 

Nowaki soltó una estruendosa y cruel carcajada, antes de gritar fuera de sí.

 

— ¿Curarte? ¿A eso le llamas curarte? ¿Qué era lo próximo, abrirte de piernas para que te revisara el culo también?

 

La mano de Hiroki cruzó el iracundo rostro de Nowaki con una contundente bofetada.

 

Por unos segundos se miraron sin decir nada, con sus respiraciones agitadas y las emociones a flor de piel. Finalmente fue Nowaki el primero en reaccionar.

 

—Muy bien. — murmuró después de un hondo suspiro. —entiendo, esto no va a funcionar.

 

Se acercó hasta la puerta y le dio la espalda a Hiroki, antes de tomar el pomo le habló desapasionadamente.

 

—Voy a hablar con un abogado para preparar los trámites del divorcio, solo tendrás que esperar un tiempo mientras pongo todo en orden.

 

Hiroki lo miró preocupado y sí, también arrepentido.

 

—Nowaki no, por favor no te precipites ¿Qué va a pasar con tus padres, con tus hermanos?

 

Nowaki se giró para mirarlo con reproche.

 

— ¿Acaso te importa? Porque si es así, lo demuestras muy mal. Quedamos en hacer un frente en común, Hiroki y tú te pones a dar espectáculos románticos en el hospital. Aquí, que corre un chisme más rápido que la pólvora.

 

Nowaki respiró profundo, estaba frustrado, muy molesto y también estaba celoso, pero eso no se lo quería admitir.

 

—Mira, es mi culpa, yo fui el imbécil que pensó que esto iba a funcionar, ya me las arreglaré con mis padres.

 

Nowaki salió de la habitación dando un portazo, dejando a Hiroki dolido y confundido. Claro que le importaba aquella situación y se sentía culpable por haberse dejado llevar por sus sentimientos. Recordó la mejilla enrojecida de Nowaki y también sus groseras palabras, pero ¿acaso no tenía razón?

 

Se sentó en una de las pequeñas camitas, sintiéndose miserable. Sintió en sus labios la calidez del beso de Iwaki, un beso que no había esperado, con el que ni siquiera había soñado, pero que había llegado en un muy mal momento ¿qué habría sido capaz de hacer si Nowaki no hubiese interrumpido el momento? ¿Se habría abierto quizás de piernas tal y como soezmente había sugerido Nowaki?

 

Hiroki ocultó el rostro entre sus manos, tratando de aclarar su mente. Si Nowaki y él se divorciaban no solo se perjudicaría él, sino también sus hermanos ¿Cómo afectaría aquello a Ryu en sus últimas semanas de gestación o a Misaki a solo unas semanas de su boda? Sería un escándalo más para los Kusama, uno que involucraría directamente a Nowaki, poniéndolo en el ojo del Huracán. Sus padres jamás le perdonarían eso.

 

Se puso de pie resueltamente.

 

—Tengo que hacer algo para convencerlo. — murmuró, pues no iba a permitir que más personas salieran lastimadas por sus estúpidas decisiones. Él se había metido en aquel acuerdo con los ojos bien abiertos y como tal tenía que cumplir.

 

Salió de la habitación para buscar a Nowaki y tratar de enmendar las cosas, antes de que su impulsivo esposo cometiera el peor error de su vida.

 

De frente al enorme edificio que albergaba toda la estructura financiera de las Empresas Usami, otro de los impulsivos hermanos Kusama, que había ido en busca de su prometido. Pensaba si había hecho bien en ir allí, con los sentimientos de dudas que albergaba su corazón.

 

Aunque no lo había querido aceptar en un principio, las palabras de su madre habían calado hondo en su corazón. No era bonito dudar del amor de la persona con la que vas a casarte y aquella sensación no lo había dejado dormir en toda la amarga noche.

 

Volvió a mirar el edificio y suspiró contrariado. Aquella mole de concreto y cristal gritaba opulencia a los cuatro vientos y en la cima de aquella majestuosa  montaña, trabajaba un príncipe, que muy pronto se convertiría en un poderoso Rey. Misaki lo sabía, cuando Akihiko tomara el control de las empresas Kusama, tendría el mundo en sus manos.

 

—Tanto poder, corrompe hasta al más puro corazón. — recitó en silencio, las palabras que recordaba haber leído alguna vez.

 

¿Corrompería todo aquel poder al corazón enamorado de Akihiko? ¿Lo amaba de verdad? ¿O amaba solo aquello que Misaki podía ayudarle a alcanzar?

 

Apretó los puños, impotente. Por una vez deseó no ser un Kusama. Haber nacido en aquella cuna dorada lo había signado. Sus hermanos habían escapado de aquel destino y él, que hasta hace poco creía tener el cielo en sus manos, era ahora un manojo de nervios y de dudas.

 

 

— ¿Piensas quedarte allí todo el día o vas a decidirte a entrar y darle la sorpresa?

 

Misaki dio un respingo de sorpresa ante la amigable voz.

 

—Haruhiko sama ¿Cómo está?

 

El aludido rio contento.

 

—Misaki por todos los cielos, seremos cuñados muy pronto, trátame con menos cortesía, por favor.

 

Misaki sonrió apenado, el hermano de Akihiko era un hombre apuesto y encantador, con un aire melancólico que contrastaba con su perenne sonrisa y unos ojos que miraban con una eterna tristeza, que trataba de disimular con galanterías y buen humor.

 

—Disculpa Haruhiko san, es un poco difícil acostumbrarse.

 

— ¿A casarse con el cabeza dura de mi hermano? No te culpo, debiste haberme escogido a mí, yo soy más simpático.

 

Misaki se vio de pronto siendo llevado al interior del lujoso edificio, sin pensar ni siquiera en que había ido a hacer allí.

 

Haruhiko pasó entre el personal como una tromba, saludando a todo el mundo con una reluciente sonrisa, coqueteó descarado con las bonitas recepcionistas y conversó a voces con unos ejecutivos que se encontraban en el Lobby.

 

Misaki miraba todo silencioso, saludando de vez en cuando a algún rostro conocido. A esas alturas todo el mundo sabía de su próximo matrimonio y ya era una noticia más que explotada en todo los medios de comunicación, la próxima fiesta de su compromiso. Así que no era extraña o ajena su presencia en aquel lugar, aunque jamás había ido.

 

—Vamos Misaki, te llevaré a los dominios del Rey, hoy anda un poco malhumorado según me informaron, estoy seguro que le agradará verte.

 

Misaki asintió sin más y abordó el ascensor que lo llevaría al último piso donde estaban las oficinas principales. Cuando había despuntado la mañana se había metido en la cocina para descargar sus frustraciones en aquello que le gustaba hacer. Cada día aprendía recetas nuevas para hacerle a Akihiko una infinidad de deliciosos platillos una vez que se casaran.

 

Apretó entre sus manos los contenedores que llevaban el producto de aquel desahogo. Una deliciosa comida, un exquisito postre, una botella de vino y una invitación que no sabía si sería aceptada.

 

Y después de todo aquello, una conversación obligatoria, una que debió tener con su prometido desde el momento que supo de sus intenciones.

 

 ¿Qué siente por mí?

 

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, aquella pregunta destelló en su mente, cegándolo como el fulgor de un flash.

 

—Misaki ¿te sientes bien?

 

¿Y si no quería saber la respuesta? ¿Y si estaba mejor en la ignorancia? ¿Era necesaria una verdad que rompería sus ilusiones y su corazón en pedazos?

 

— ¿Y si no me ama? —susurró tan bajito, que Haruhiko no pudo entender el balbuceo.

 

—Misaki.

 

Haruhiko lo tomó por los brazos, mirándolo con preocupación.

 

—Creo que no debí venir. —se disculpó como pudo. Todo su cuerpo temblaba y las cosas que llevaba en las manos estuvieron a punto de caer, si Haruhiko no las hubiese sostenido.

 

—Haruhiko, te estaba esperado ¿qué haces allí perdiendo el tiempo? tenemos cosas que hacer.

 

Cuando Haruhiko se dio la vuelta para alertar a su altanero hermano, Akihiko caminó casi en carrera hasta Misaki. No le había visto, el cuerpo y la postura de Haruhiko se lo habían ocultado a la vista.

 

—Misaki ¿qué haces aquí? ¿Qué pasó? ¿Por qué estás tan pálido? ¿Tú le dijiste algo?

 

Misaki reaccionó ante la molestia de Akihiko y el ataque injustificado hacia Haruhiko, que no había hecho más que ayudarle. Tomó  la mano a Akihiko y con todo el aplomo que pudo reunir, sonrió. Aunque era una pálida muestra de la reluciente sonrisa que lo había acompañado aquellos días.

 

—Deja de gritar Akihiko, Haruhiko solo estaba siendo amable conmigo, creo que el ascensor me mareó y de pronto me sentí mal, eso es todo.

 

Akihiko lo abrazó por la cintura y lo llevó al interior de su oficina, no sin antes darle unas instrucciones a su hermano.

 

—Ve a la sala de juntas y comienza la reunión, te alcanzaré cuando pueda.

 

—Tomate tu tiempo. —le aconsejó Haruhiko, dándole la espalda no sin antes dejarle ver su cínica sonrisa.

 

Akihiko, sentó a Misaki en un cómodo sofá y llamó a su asistente para que les trajera agua y unas pastillas para el mareo.

 

— Estoy bien. — le aseguró Misaki, cuando este lo obligó a recostarse en el sofá, acomodando solícitamente su cabeza en un confortable cojín. —Ve a tu reunión, no debí venir a importunarte.

 

Akihiko acarició la pálida mejilla, mirando con ternura el dulce rostro de Misaki. Era una lástima que no pudiera sentir amor por aquella hermosa criatura tan frágil y tan sensible.

 

Apretó los labios con impotencia y suspiró.

 

—Tu no me importunas jamás, lo que me extraña es que hayas venido así, sin avisar ¿no teníamos una cita esta noche en casa de tu hermano?

 

Misaki asintió, ahora que lo veía allí todo preocupado y solicito, mirándolo con aquellos ojos tan hermosos y misteriosos, se sintió muy tonto. Quizás no se lo decía con pablaras, pero en cada gesto le decía que lo amaba.

 

Misaki atrapó la mano que acariciaba su mejilla y la besó con devoción.

 

—Quería verte, almorzar contigo. Yo…tuve un mal sueño anoche y… bueno, solo quería verte.

 

Akihiko sonrió complacido, había estado preocupado de que la presencia de Misaki allí significara algo más, algo que dañara todos los planes que había trazado,  pero afortunadamente no fue así. Misaki solo estaba ansioso y enamorado. El conocía esas emociones y sabía que te podían obligar a hacer cosas sin sentido.

 

Besó los suaves labios de Misaki por un largo rato, disfrutando de la dulce entrega de su prometido, hasta que fueron interrumpidos por su asistente. Cuando la chica salió dejando el agua, las pastillas y los contenedores que le había entregado Haruhiko, sobre una mesa, Akihiko acarició el hermoso rostro de Misaki.

 

—Vamos a hacer algo, quédate aquí tranquilito descansado mientras yo voy a la reunión. Te prometo que no me tardo nada y luego podemos ver que hay en esos envases que trajiste que huelen muy bien.

 

 

Misaki asintió y Akihiko se puso de pie para marcharse. Sostuvo su mano y sonrió, cuando Misaki le pidió con una dulce suplica.

 

—Akihiko, bésame una vez más.

 

Se arrodilló y lo besó apasionadamente. Cuando se separaron, Misaki estaba sonrojado y sin aliento, con sus ojos cristalinos, sus labios húmedos y entreabiertos. Akihiko deseó poder quedarse y disfrutar de aquello que se le ofrecía con tanta pasión.

 

—Te amo, Akihiko, te amo tanto. —susurró Misaki, acariciando el varonil rostro.

 

No sabía que aquella declaración, enfrió más el corazón muerto de Akihiko.

 

—Descansa pequeño, estaré aquí en lo que menos pienses.

 

Misaki asintió con un dejo de tristeza y lo vio marcharse dejando escapar un hondo suspiro de sus labios.  Cuando se encontró a solas en la oficina, sonrió espantando sus temores. Se acurrucó en el cómodo sofá y agotado como estaba por una noche entera en vela, se durmió lánguidamente, soñando con un hermoso príncipe, que muy pronto seria Rey, y con él, siendo muy feliz reinando a su lado.

 

A veces son hermosos los sueños, otras veces no lo son tanto.

 

— ¿No te iras a poner eso, verdad?

 

Ya no sabe cómo mirarse al espejo, en los últimos meses apenas se reconoce.

 

— ¿Qué tiene de malo? —pregunta tímidamente.

 

Un suspiro exasperado sale de unos labios crueles, que nunca le han hablado con amor.

 

— ¡Mírate! —le grita ese hombre que no es ni la sombra de quien aparentó ser una vez.

 

De pie frente al espejo donde ha sido arrastrado sin consideración alguna, soba su maltratado brazo, mientras se mira. Su rostro pálido no tiene ya seña alguna de felicidad, ni siquiera esa que ha fingido por años. Está delgado en exceso y no debería estarlo. No debería. Tampoco debería ser infeliz, no, pero ¿cómo ser feliz con una vida como la que lleva?

 

—Te he dicho que no me gusta que te vistas así ¿Cuantas veces te lo he dicho? ¡Eh! ¿Acaso eres idiota?

 

La ira de su acompañante parece crecer por segundos y él por unos momentos se siente aterrado. Con una mano se cubre el rostro asustado y la otra protege la única razón que lo mantiene cuerdo en aquel infierno.

 

—Por favor…por favor, no me hagas daño.

 

Un dolor lacerante punza en su cabeza, cuando un puño de su cabello es apresado por una enorme mano. Grita sin poder evitarlo e intenta no llorar. Una voz fría y cruel resuena en su odio, llevando escalofríos de terror a todo su cuerpo.

 

—Si no quieres que te discipline como mereces no me hagas enojar.

 

Lo suelta con crueldad y casi lo hace caer. Ryu se sostiene precariamente de una mesa y respira profundo para no llorar, porque aquello solo hará que los golpes que apenas ha evitado terminen de llegar.

 

—Lo siento, ya voy a cambiarme.

 

Cuando llega a su closet y mira las ropas que él ha comprado para exhibirlo como si fuera un trofeo, respira resignado. Ya no tiene fuerzas ni para pelear. Escoge cualquier cosa de esas que a él tanto le gustan y se la pone con rapidez. Peina su cabello de la manera que él le ha enseñado, usa el perfume que él le compró. De una pequeña caja saca las joyas que le ha regalado y así se convierte en lo que él desea que sea. Su objeto para mostrar.

 

Cuando vuelve al  salón, el sostiene una copa de brandi y lo mira complacido, pero con un dejo de ira.

Se acerca, como si lo estuviera acechando, lo rodea y le habla con dureza.

 

—No era tan difícil hacerlo bien desde el principio ¿verdad?

 

No lo ve venir y cuando se dispone a responder con una disculpa, su rostro es cruzado por un potente golpe que lo envía directo al suelo donde recibiría muchos más.

 

Esa noche habría de perder su primer bebé.

 

—Ryu, cariño, despierta. Es un sueño, solo es un sueño.

 

Kaoru lo sacudió despacio, con su corazón desbocado al oír sus gritos de dolor, pidiendo, suplicando por un bebé que ya no estaba.

 

—Mi amor, por favor, despierta, es un sueño, un sueño. Ya no estas allí.

 

Ryu abrió los ojos desenfocados por el terror, un grito se escapó de sus labios al ver el rostro angustiado de Kaoru. Sin pensarlo se arrojó a sus brazos, llorando desconsolado.

 

—Ya no estas allí, cariño, ya no llores más, olvídalo, olvida a ese maldito hombre.

 

Ryu se separó de sus brazos, mirándolo desolado.

 

—E-el.

 

—Está muerto. —le aseguraba Kaoru con gentileza, mientras acariciaba su pálido rostro amorosamente.  — ¿Yo lo mate, recuerdas? No va a volver jamás, te lo juro.

 

Ryu asintió despacio, con su rostro aun lleno de terror. Kaoru lo recostó, lo cubrió suavemente con las cálidas sabanas y lo acarició hasta que se durmió de nuevo.

 

Cuando lo miró dormir de nuevo con su rostro sereno, se convenció aún más, que era momento de poner distancia entre Ryu y su madre. Hacia muchos días que Ryu no tenía pesadillas, era ella la que las desencadenaba. Ella, esa desgraciada mujer que había condenado a su hijo a ese infierno.

 

“¿Por qué?”

 

Aun después de tanto tiempo, Kaoru se lo preguntaba. Solo que las respuestas no llegarían ahora. Ryu necesitaba terminar su embarazo, una vez que su hija naciera y estuviera fuera de peligro, seria tiempo de preguntar.

 

—Voy a descubrir que tanto tienes  tus manos metidas en todo esto maldita bruja y como me entere que creaste todo este infierno para hacerlo sufrir. Me las vas a pagar con creces.

 

Ryu despertó casi al medio día. Una chica sonriente, que él no conocía, entró a su habitación.

 

—Buenos días Asahina sama, que bueno que ya despertó ¿quiere que le traiga el almuerzo ya? o ¿prefiere darse un  baño primero?

 

Ryu la miró extrañado y ella sonrió con suavidad.

 

—Es verdad, soy una torpe. —murmuró alegremente mientras se daba un golpecito en la cabeza.

 

—Soy Harumi, su nueva asistenta. Asahina sama me contrató para que le atendiera ahora y después que nazca la bebé. También soy niñera y el desea que usted me conozca antes de que nazca su hija. Por supuesto porque usted tiene la última palabra de si contratarme o no.

 

Ryu la miró unos segundos, era una jovencita encantadora y amable, tan llena de energía y ansiosa por complacer. Casi como fuera el alguna vez.

 

—Quisiera darme un  baño primero. — le dijo finalmente.

 

Ella rio contenta.

 

—Claro que si Asahina sama, ya verá, no se va a arrepentir.

 

El asintió y ella lo ayudó a salir de la cama.

 

—Por favor llámame Ryu, Asahina sama es mi esposo.

 

Ryu pensó entonces en la escena de esa madrugada. Hacia tanto tiempo que no tenía pesadillas. Kaoru lo había abrazado toda la noche, no debió haber tenido ese horrible sueño.

 

— ¿Dónde está mi esposo?

 

La chica, que  sacaba ropa del enorme vestier, se asomó por una de las puertas respondiéndole con una sonrisa.

 

—Asahina sama se fue temprano a trabajar, pero dijo que volvería a tiempo para la cena con sus hermanos.

 

Ryu, por primera vez en días, sonrió con genuina alegría. Sus hermanos irían esa noche a su casa y compartirían con él, eso era lo más cercano que había tenido a vivir, desde que Kaoru lo había rescatado de aquel lugar.

 

Se bañó rápidamente y cuando salió, vio sobre la cama las ropas que la chica había sacado para él. Un conjunto gris con unas pequeñas líneas blancas en las orillas.

 

De pronto sus ojos se llenaron de lágrimas, había odiado los colores. Él lo hacía vestirse con colores brillantes y escandalosos, con ropas poco apropiadas y absurdamente caras. Por eso, cuando se fue a vivir con Kaoru, había comprado toda su ropa con colores neutros. Necesitaba olvidar,  era como si estuviera de duelo, pero no era por un luto para alguien que no lo merecía, era por sí mismo, cuando había llegado a aquella casa se sentía muerto.

 

—Harumi, trae la comida para acá, voy a comer aquí en mi habitación, mientras hacemos un cambio en mi closet.

 

Ella asintió y corrió a obedecer a su nuevo jefe.

 

Rato después,, mientras Ryu se tomaba una taza de té y los platos vacíos de la comida que había devorado aún estaban sobre la mesa. Harumi entraba y salía del closet con prendas de ropa en sus manos.

 

— ¿Estas también?

 

—No, las blancas no, esas déjalas.

 

Ryu hizo un respingo cuando tocaron la puerta de su habitación.

 

—Adelante.

 

El mayordomo entró con su siempre circunspecto rostro.

 

—El amo Asahina le llama.

 

—Gracias. —le dijo Ryu con suavidad, antes de que el hombre se marchara le pidió amablemente. — Iguro san, por favor manda a alguien para que se lleve todo esto.

 

El hombre asintió y antes de marcharse le recordó a su jefe.

 

—Amo, el chef le espera también, para que apruebe el menú para la cena de esta noche.

 

Ryu sonrió contento y asintió.

 

—Bajaré en un segundo.

 

Cuando puso el teléfono en su oído, la voz de su esposo lo hizo relajarse aún más.

 

— No estés haciendo esfuerzos de más. — le pidió Kaoru. — ¿qué te parece Harumi?

 

Ryu sonrió complacido.

 

—Es maravillosa, gracias.

 

Kaoru se sintió satisfecho de oírlo relajado y contento.

 

— ¿Qué haces ahora?

 

Ryu no quiso decirle lo que hacía, así que desvió la conversación.

 

— ¿Vas a venir temprano?

 

Kaoru sonrió.

 

—Sí, estaré allí antes de que lleguen tus hermanos.

 

Se despidieron y cuando Ryu colgó, estaba sonriendo. Era como si se hubiese quitado un peso de su corazón. Decidido, tomó el teléfono y le dio inicio a la segunda parte de su plan.

 

—Hola, soy Ryu Asahina, quisiera que me enviaran una selección de su ropa prenatal.

 

Mientras Ryu le daba un cambio radical a su vida, Shinobu se adaptaba a su nuevo papel. Asumiendo los cambios que ahora tenía en su nueva vida como esposo de Miyagi.

 

— ¿Qué voy a hacer aquí todo el día solo?

 

—Mira la televisión.

 

Shinobu abrió la boca con asombro. Miyagi lo estaba tratando como a un niño.

 

—No voy a ver la maldita televisión. —protestó Shinobu indignado. — No entiendo porque no puedo salir a explorar la ciudad.

 

Miyagi termino de vestirse y lo miro con seriedad.

 

—No conoces la ciudad, Shinobu. Es peligroso que andes por allí solo. Espera a que yo regrese y te llevare  a dar una vuelta.

 

— ¡No soy un estúpido perro!

 

Miyagi bufo exasperado.

 

—Te estas comportando como un malcriado. Te lo estoy diciendo por tu bien, si no te da la gana de entender es tu maldito problema.

 

Shinobu lo miro tomar su maletín y caminar con paso firme hasta la salida, antes de salir le dijo si dignarse a mirarle.

 

—Has lo que te dé la gana.

 

Shinobu hizo un respingo de sorpresa al sentir el portazo que dio al salir. Se sentó en medio de la sala y miró todo a su alrededor, sintiéndose frustrado.

 

Era cierto que llevaban días encerrados en sí mismos. Sexo era su desayuno, almuerzo y cena e incluso las madrugadas que debían usar para descasar, las llenaban con sexo.

 

Miyagi tenía una vida, un trabajo, obligaciones que enfrentar y él, pues tenía que comenzar a pensar que hacer con su tiempo libre.

 

Estaba inmerso en sus pensamientos cuando sintió la puerta del departamento abrirse. Miyagi entró y lo miró arrepentido. Él tampoco tenía práctica en aquello de vivir con alguien. Enceguecido como había estado por la blanca y sedosa piel de su esposo, tampoco había pensado más allá del sexo.

 

Ahora que abrían los ojos a la realidad, despertando de un sueño de sensual decadencia, era momento de afrontar las decisiones que habían tomado ambos. Embarcándose en un matrimonio que si bien no iba a durar, aun le quedaba mucho meses de vida, meses en los que tenían que implantar una rutina de convivencia para evitar que escenas como aquella se hicieran recurrentes.

 

—Lo siento.

 

Se disculpó Miyagi, colocando el maletín sobre la mesa y sentándose a su lado en el cómodo sofá.

 

—No suelo desayunar y cuando me despierto muy temprano tiendo a estar de mal humor. Me presiono mucho cuando tengo trabajo que hacer y tiendo a evadirme mientras estoy en proceso de crear una nueva obra. No hay comida en la alacena porque tampoco como aquí, llego muy tarde en la noche y casi siempre es a dormir. Siempre viene una persona tres veces a la semana a limpiar y si te has dado cuenta hay pocas cosas aquí que me definan.

 

Shinobu asintió y miró a su alrededor.

 

—Yo tampoco soy una persona mañanera, pero me educaron para despertar temprano, así que me acostumbré. Desayuno porque eso es a lo que me acostumbraron en el internado. Se cocinar cosas sencillas y me duermo tarde porque solía huir de casa para pasearme por las calles de Paris en las noches, cuando la vida es más interesante.

 

Miyagi suspiro y lo miró con una tímida sonrisa.

 

—Estamos casados.

 

—Si. —murmuró Shinobu, sonriendo con nerviosismo. —Es aterrador ¿verdad?

 

La carcajada de Miyagi relajó el ambiente.

 

—Pues sí, da un poco de miedo. Pero, no es nada que dos chicos inteligentes como nosotros no podamos afrontar.

Shinobu le sonrió pícaramente.

 

— ¿Chicos? Querido, ya tú pasaste esa etapa, estas más cerca a la de anciano.

 

— ¿Ah sí? — se quejó Miyagi riendo, cuando vio a Shinobu levantarse para echar a correr. —Ya verás lo que este anciano te va a hacer.

 

Lo alcanzó en el cuarto y riendo lo cargó para tirarlo sobre la cama. Después de largos besos e insinuantes caricias, se miraron con la respiración entrecortada.

 

—Tenemos que dejar de pensar con la entrepierna. — murmuró Shinobu.

 

Miyagi bajó su mano metiéndola entre el holgado pantalón.

 

—A mí me gusta tu entrepierna. —murmuró con descaro, acariciando el erecto pene.

 

Sin poderlo evitar se sumieron en el hechizo que los tenía envueltos. Hicieron el amor y se quedaron dormidos, saciados y felices.

 

Shinobu despertó mucho rato despues y se encontró con que Miyagi lo miraba intensamente.

 

—¿Qué piensas?

 

Miyagi le sonrió.

 

—Tengo hambre.

 

Shinobu sacudió la cabeza riendo contento.

 

—Me voy a contactar con varios amigos, hay muchas opciones de estudio aquí, pediré que envíen toda la información para que así puedas escoger lo que más te guste. No tiene que ser una carrera universitaria, hay cursos o talleres, pediré toda la información.

 

Shinobu asintió mirándolo con emoción.

 

—También voy a pedir un catálogo de muebles y decoración, me gustaría que el tiempo que estés aquí, hagas de este lugar tu hogar. Puedes contratar alguien para que cocine y una asistenta que este todo el día.

 

— ¿Pensaste todo eso mientras yo dormía?

 

Miyagi lo besó dulcemente.

 

—Sí, quiero que seas feliz. Después de todo ese fue el objetivo de casarnos. Yo te prometí darte libertad, te prometí darte las oportunidades que tus padres querían limitar. No voy a incumplir mis promesas.

 

Shinobu suspiró, tratando de contener las emociones de su corazón. Aquel hombre que le había salvado de una vida gris y desoladora, le abría las puertas al mundo y lo hacía de una manera tan romántica y tan dulce, que era difícil resistirse al deseo de querer quedarse allí, a su lado, queriéndolo.

 

—Tal vez solo sea un año, Shuinobu, pero quiero que sea un año que no olvides jamás.

 

Shinobu asintió, tragándose sus emociones, pues el mismo había enterrado sus posibilidades, poniéndole una fecha de caducidad a su matrimonio.

 

—Gracias Miyagi, por todo. Nunca voy a poder olvidar estos días felices.

 

Miyagi tampoco los olvidaría, no quería y tampoco quería que acabaran. Quería pasar sus días despertando con aquella perfecta criatura entre sus brazos y sabía que el día que tuviera que dejarlo ir, su corazón se partiría en pedazos.

 

Pero no sabía cómo decirle, como pedirle que se quedara para siempre.

 

Hiroki, también había pasado el día pensando cómo disculparse. Solo que el trajín de la tarde le había impedido hacerlo con la rapidez que había deseado. Iwaki y él apenas habían hablado del incidente, se dedicaron a hacer su trabajo y cuando finalmente tuvieron un descanso. Hiroki se escapó para buscar a Nowaki.

 

—Si buscas a tu… esposo, está en sala de parto, atendiendo una emergencia.

 

Hiroki asintió seriamente, el interno que le informó del paradero de Nowaki lo había mirado con reproche. Supuso que así como el rumor de su matrimonio se había regado en el hospital con una rapidez abrumadora, su desliz con Iwaki sensei estaría ya también de boca en boca.

 

—Hiroki ¿qué haces en obstetricia?

 

—Haneda sensei, estaba buscado a Nowaki.

 

La mujer lo miró con ternura casi maternal.

 

—Ven un momento.

 

Hiroki la siguió obediente. Cuando estuvieron a solas en una pequeña sala, ella le habló con suavidad.

 

—Kusama ha estado intratable todo el día.

 

Él, bajó la cabeza, apenado.

 

—Un matrimonio no es fácil, Hiroki, y el de ustedes fue muy…improvisado. Tienes que tener en cuenta los sentimientos del otro cuando te comportes en público. Yo sé que no lo hiciste a propósito, pero el hospital es como un pueblo pequeño, todos quieren opinar y no siempre es para bien.

 

Hiroki asintió, era incensario explicarle los motivos de su matrimonio, además ya había metido la pata diciéndole la verdad a Iwaki sensei.

 

—Sí, Haneda sensei, lo siento. No volverá a pasar.

 

Ella sonrió amablemente.

 

—Ven, te llevaré con tu esposo, a ver si así se le pasa el mal genio.

 

Gritos los recibieron.

 

—Puja, vamos, con más fuerza, ya falta poco.

 

Hiroki se asomó a la sala de parto. Nowaki estaba concentrado. Rodeado de enfermeras y con el residente de guardia.

 

Sonrió al verlo tan afanado.

 

—Eso es, ya viene, muy bien, puja, vamos.

 

El llanto del recién llegado lleno de risas el lugar. Nowaki lo tomó con ternura y le sonrió hermosamente.

 

—Hola pequeño angelito, bienvenido.

 

Cuando lo puso en los brazos de su madre suspiró feliz.

 

—Lo hiciste muy bien. — le felicitó.

 

Hiroki salió de la sala y lo esperó en el pasillo. Un rato después salió, con su rostro cansado y serio.

 

— ¿Qué haces aquí? ¿No estás de guardia?

 

Hiroki le sonrió y ante la vista de todos se acercó a él y lo besó con ternura.

 

—Lo siento — susurró a su oído, para que solo él escuchara. —Te prometo que voy a poner de mi parte, no…no hables con el abogado yo…

 

Nowaki le sonrió aliviado y cubrió sus labios con un tímido beso.

 

Todo el mundo comenzó a silbar y a dar exclamaciones de afecto.

 

—Hey, ustedes, los recién casados. — les gritó el médico de guardia. — Vayan a trabajar, dejen eso para su casa.

 

Nowaki rio contento. Hiroki, sonrojado, sonrió con timidez.

 

—Gracias. — le dijo Nowaki besando su mano con ternura.

 

Hiroki asintió sonriendo y se fue, recibiendo felicitaciones a todo lo largo del pasillo.

 

—Caramba Kusama, tienes una suerte increíble. Felicitaciones.

 

Nowaki asintió sonriente cuando su mentor le dio aquel alago. Pues claro que tenía suerte, Hiroki era hermoso y perfecto y nadie lo iba a apartar de su lado.

 

Nowaki caminó tras su jefe pues aún le quedaban algunas horas de trabajo, pero no se iría sin antes tener algunas palabras con su mayor rival.

 

Akihiko no tenía rivales con quien luchar, pues el amor de Misaki era todo suyo y ahora que lo miraba dormir plácidamente en el sofá de su oficina, se preguntó por primera vez si estaba haciendo lo correcto.

 

—Ciertamente hermanito, eres un sortario.

 

 Murmuró Haruhiko tras él, mirando la belleza de aquel que dormía ajeno a todo.

 

—Vete Haruhiko

 

 El aludió obedeció al instante, pero no sin antes dejar unas palabras al aire.

 

—Piénsalo bien Akihiko, romperle el corazón ahora no será igual a que lo hagas cuando ya sea muy tarde.

 

Misaki se removió y abrió sus preciosos ojos, justo cuando Haruhiko abandonó la oficina.

 

—Hola. —saludó a Akihiko, que lo miraba con una extraña expresión.

 

Este sonrió forzadamente y se arrodilló frente a él.

 

— ¿Descansaste?

 

Misaki asintió y se sentó en el sofá.

 

—Te fue bien en tu reunión.

 

Akihiko se acomodó entre sus piernas y lo besó con delicadeza. Misaki lo rodeó con sus brazos devolviendo gustoso el cálido beso.

 

— ¿Quieres comer ahora? Luego te llevaré a tu casa para que te cambies para la cena de esta noche.

 

Misaki asintió y Akihiko llamó a su asistente para que dispusiera todo para el almuerzo. Comieron entre conversaciones triviales, Akihiko alagó la deliciosa comida y se ufanó de tener un esposo que cocinaba delicioso. Hablaron de la casa que estaban por comprar y Misaki le detalló todos los cambios que quería hacer. Pero, aunque Akihiko estaba allí y respondió a todas las preguntas, hablando con total normalidad. Su mente estaba en otro lado.

 

Misaki no se merecía aquel cariño a medias, el amor de Misaki merecía ser correspondido. No bastaría la máscara que él había perfeccionado, tarde o temprano Misaki exigiría más, querría que el pusiera en pablaras el amor que no sentía ¿qué haría entonces? ¿Decir aquellas palabras que no podía sentir? ¿Hundirse más en sus mentiras?

 

—Quiero hacer un jardín en la parte de atrás con puras rosas ¿a tu mamá le gustaban las rosas verdad?

 

Akihiko lo miró por unos segundos.

 

—Sí, ella amaba las rosas de su jardín.

 

Misaki sonrió con ternura, tomando su mano amorosamente.

 

—Voy a hacer un jardín en honor a ella, se lo mucho que la amabas. Será como tener un poco de ella en casa, era una mujer muy dulce.

 

Akihiko miró a través de la ventana como el cielo comenzaba a presagiar tormenta.

 

—Voy  a llevarte a casa.

 

Misaki se extrañó de la repentina rigidez de Akihiko, supuso que era por el tema de su madre. Su muerte había sido todo un misterio. Nadie sabía cómo había ocurrido y los Usami habían hecho todo un despliegue de poder para evitar que aquello se documentara. La noticia solo duró un día, quedando como un misterio del que no se podía hablar.

 

—Deja que me vaya en un taxi Akihiko, así podrás seguir trabajando y me pasas buscando en la noche.

 

Akihiko asintió y recibió gustoso el beso de despedida.

 

—Te veré en la noche. — le dijo Misaki con emoción y se marchó entusiasmado, borrando de un plumazo todas sus dudas.

 

Dudas que se quedaron instaladas en el corazón de Akihiko toda la tarde.

 

Shinobu paso la tarde acomodando sus cosas. Miyagi salió por un rato a la oficina para adelantar trabajo y poder pasar más tiempo con su pequeño esposo. Tiempo que aprovechó Shinobu para mirar con detenimiento su nuevo hogar y pensar en los cambios que quería hacer.

 

—Quizás un poco de color en la sala y unos muebles nuevos para el comedor. —murmuraba, anotando en una pequeña libreta.

 

Para cuando comenzó a oscurecer, ya tenía un montón de apuntes e ideas. Por toda la sala estaban regadas muchas revistas de diseño que había encontrado en el estudio de Miyagi.

 

Así lo encontró su esposo y luego de un beso de bienvenida, Miyagi sonrió afanado.

 

— ¿cómo es que no estás listo? La cena es en una hora.

 

Shinobu, que no le había prestado atención al tiempo, miro su reloj con impresión.

 

—Mierda, se me olvido la cena.

 

Miyagi rio encantado y lo cargó. Así, como un gatito mimoso, lo llevó encaramado en su cadera, para darse un baño rápido y porque no, también para una sesión rápida de sexo.

 

 

 

— ¿Tu cuñado también es millonario no? — preguntó curioso, mirando la suntuosa calle donde la mansión de Kaoru estaba enclavada.

 

—Sí, es el hijo de una de las familias más acaudaladas del país. Tanto como la mía, aunque a mis padres no les guste admitirlo. Kaoru heredó todo cuando sus padres murieron un mes antes de que se casara con Ryu.

 

Shinobu lo miró afectado.

 

— ¿Cómo murieron?

 

—Un accidente de avión. —le contó Miyagi cuando ya entraban a la enorme mansión. —Iban en una avioneta con rumbo a Kioto, eran los únicos pasajeros, la avioneta tuvo un fallo y se estrelló.

 

Miyagi salió y rodeó el auto para abrir la puerta de Shinobu.

 

—Fue una de las razones por las que no hubo fiesta en el matrimonio de Ryu. Kaoru aún estaba de duelo.

 

Kaoru había llamado para avisar que se retrasaría un poco, un inconveniente de última hora lo retuvo en la oficina. Ryu terminaba de arreglarse en su habitación cuando Harumi entró presurosa.

 

—Miyagi sama ya llegó, con su esposo.

 

Ryu sonrió agradecido y se miró en el espejo una última vez. Era extraño para él observarse. Por primera vez se veía como era. Estaba quizás un poco pálido, pero se veía diferente. Quizás era el bonito color que había escogido para vestir esa noche.

 

El conjunto era de un azul suave, bordado con unas bonitas flores en hilos plateados y con las orillas en un azul más oscuro. El pantalón holgado caía hasta casi cubrir sus pies y la bonita camisa, tenía unas mangas a medio brazo que se  cerraban con unos elaborados botones plateados y caía delicadamente, ajustando perfectamente la prominente curva de su vientre.

 

Se veía bien, se veía muy bien y eso lo hizo sentir aliviado y quizás hasta un poco feliz.

 

Cuando bajó las escaleras, escuchó las animadas voces de sus hermanos, tal parecía que ya habían llegado todos y de pronto también escuchó la voz de Kaoru.

 

—Voy a subir a ver porque se tarda. Sírvanse lo que quieran, están en su casa.

 

Kaoru caminó hasta la escalera y lo que vio allí lo dejó perplejo. Era Ryu, sí, pero uno muy diferente al que había dejado esa mañana.

 

Ryu terminó de bajar y se miraron frente a frente.

 

— Bienvenido. —musitó con entusiasmo, al ver el rostro emocionado de Kaoru.

 

—Estoy en casa. —respondió Kaoru y sin pensarlo lo besó con ternura. —Te ves perfecto.

 

—Gracias. — fue todo lo que pudo decir Ryu.

 

De pronto, se vio asido por unos cálidos brazos que lo envolvieron en un bienvenido abrazo.

 

— Nosotros esperándolos y ustedes aquí coqueteándose.

 

Ryu y Kaoru rieron ante la intromisión de Misaki y el pequeño rio encantado al ver la belleza que irradiaba su hermano.

 

—Cielos Ryu, te ves… te ves… increíble. — le dijo con emoción, abrazándolo feliz.

 

Un rato después, estaban todos en la sala. Luego de las exclamaciones de admiración hacia el cambio de Ryu y las respectivas felicitaciones,  conversaron animadamente. Cada uno con su pareja. En cada uno un mundo de cosas que resolver, pero en ese momento compartiendo solo felicidad, hermandad. Afianzando lazos que los unían desde siempre y creando nuevos lazos, con los integrantes que se unían a la familia.

 

¿Qué tan conveniente iba a ser la convivencia que aún les faltaba por vivir? Era una pregunta que se harían después, cuando los problemas, las decisiones, los obstáculos que aún les faltaban por vivir y que habían dejado por esa noche en sus respectivas casas, regresaran a ellos.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).