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Matrimonio... ¿de conveniencia? por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Holaa, perdon me tarde un poquito pero ya estoy aqui les traigo el proximo esta misma semana, besitos.

 

Gracias por leer.

El amor siempre es conveniente.

 

 

El pasar de las horas se fue a cuenta gotas, o quizás así lo sintió Hiroki. Como si el tiempo se hubiese estado moviendo en cámara lenta. Eran aun palpables las huellas de caricias sobre su piel, y podía sentir los cálidos besos repartidos por todo su cuerpo.

 

Con un suspiro lánguido, giró su cansado rostro para mirar a quien a su lado, dormía apaciblemente.

 

— ¿Que me hiciste? —murmuró quedito, apartando un negro mechón del rostro apuesto y varonil, de quien  ahora era su esposo en toda la regla.

 

Hiroki, sacudió la cabeza consternado, silenciosamente salió de la cama, rezando porque Nowaki aún no despertara, pues no se sentía capaz de enfrentarlo en aquel momento. Tomó su ropa esparcida por el suelo y salió rápidamente de la habitación.

 

Las calles ya estaban repletas de personas,  el ambiente estaba frio y húmedo. La ropa ligera que llevaba puesta, acrecentaba el frio que sentía en su interior, pero aun así, caminó resuelto a alejarse lo más que pudiera de Nowaki.

 

Cuando se detuvo, lo hizo frente a un melancólico parque. El paisaje era justo un reflejo de lo que el sentía. Solitario, gris, triste. Se sentó en un banco y miró sin ver, el espacio a su alrededor. Su mente estaba inmersa en recuerdos de dolor y placer.

 

Nowaki besándolo, su lengua acariciando sus labios húmedos. Los dedos de Nowaki desnudándolo, paseándose por su piel, explorando rincones que él jamás pensó exponerle, al que siempre pensó era su mejor amigo.

 

— ¿Cómo permití que esto pasara? — se preguntó, sintiendo que un nudo atenazaba su garganta.

 

 

Cerró los ojos recordando cada detalle. El cuerpo desnudo de Nowaki cerniéndose sobre él, la piel caliente rozándose con la suya. Los ojos perfectos y sensuales que le miraban con deseo ¿cómo habría podido resistirse? Nowaki lo había seducido con besos, con caricias, con palabras.

 

Incluso soportó con gozo el dolor de la cruel penetración, porque fue la experiencia más erótica que habría de experimentar jamás. Sentirse lleno en su culo, sentirse estirado al máximo, quedarse sin aliento. Sometido a un dolor indescriptible que también era un placer inimaginable.

 

Nowaki le hizo el amor de muchas formas, aquella interminable noche. Lo tomó y volvió su inexperiencia un recuerdo del pasado reciente. Y él, pasó por todo aquello como  un protagonista complaciente, pues negarse no le fue permitido por su cuerpo, que le dio carta blanca a Nowaki para que hiciera lo que quisiera con él.

 

Hiroki negó con la cabeza y escondió el rostro entre sus manos entumecidas y heladas.

 

—Este no es lugar para pensar. — espetó de pronto una voz dolorosamente conocida, a la vez que el calor de una enorme chaqueta  cubría sus hombros entumecidos por le frio.

 

Alzó la mirada y encontró el rostro que plagaba sus pensamientos.

 

— ¿Como?

 

—Sentí tu ausencia en la cama, salí a buscarte en lo que logré  vestirme.

 

Nowaki se sentó a su lado y miró a su alrededor.

 

—No sabía que teníamos este parque tan cerca de casa. — murmuró con una ligera sonrisa. —Es un poco melancólico ¿no crees?

 

Hiroki se cubrió mejor con el abrigo que había puesto Nowaki sobre sus hombros y permaneció en silencio.

 

—No deberías estar aquí, sigues enfermo y este frio…

 

—El que esté enfermo no fue impedimento para ti anoche.

 

 

Nowaki aceptó el reclamo con un leve asentimiento de cabeza. Se sabía culpable, se sentía culpable. Pero egoístamente no estaba arrepentido, había sido la mejor noche de su vida.

 

 

— ¿Eso es todo? ¿Solo vas a asentir, así sin más?

 

— ¿Quieres que te pida perdón?

 

— ¡Si! ¡No! … ¡No lo sé, maldita sea!

 

Hiroki se puso de pie y caminó unos pasos, para alejarse de quien aún no decidía si odiar o amar.

 

Nowaki lo vio y sintió un deseo enorme de abrazarlo. Se veía confundido, vulnerable, molesto, triste y todo era por su culpa, por no haber podido contener sus sentimientos, su necesidad de hacerlo suyo antes de que alguien viniera a arrebatárselo.

 

Se puso de pie y se acercó a él, rodeándolo con sus brazos.

 

—Lo siento. — murmuró a su oído.

 

Hiroki se estremeció al escuchar la suave voz, al sentir el cálido aliento. Cansado se recostó en su pecho.

 

—No es solo tu culpa, yo también estaba allí. — murmuró con pesar. —Es solo… no sé qué me paso. Yo… nunca había sentido algo así, pero tu… tu eres mi amigo y…

 

Nowaki lo separó de su pecho, lo tomó por los brazos mirándolo intensamente, poniendo todos sus sentimientos en su mirada.

 

—Yo soy tu esposo y lo que pasó anoche no fue algo premeditado ni fue algo malo. Fue algo normal en una pareja de recién casados.

 

—Nuestro matrimonio no es real. —le reprochó Hiroki, ansioso.

 

Nowaki lo besó entonces, recordándole lo que si era real entre ellos. Aquellos sentimientos expuestos a flor de piel, aquella corriente que los recorría cuándo se miraban, cuando se tocaban.

 

—Nuestro matrimonio será tan real como nosotros lo queramos. No puedes negar esto, no puedes negar lo que existe entre nosotros.

 

Hiroki apenas podía percibir el sentido de aquellas palabras murmuradas entre besos. Pero aun obnubilado por el calor de aquellos besos, no podía olvidar que su relación estaba basada sobre una mentira y eso no le daba ninguna solidez.

 

—Nowaki por favor. —rogó sin aliento, necesitaba pensar y así no podría.

Nowaki suspiró, besándole una última vez. Abrazó su cintura y lo instó a caminar.

 

—Vamos, volvamos a casa, tienes que descansar.

 

Hiroki se dejó llevar, apenas percibió el mundo a su alrededor. Cuando volvió a tomar conciencia de sí mismo, estaba siendo recostado en la cama y Nowaki lo arropaba, mirándolo dulcemente.

 

—Voy a hacer el desayuno, trata de dormir un poco.

 

Asintió, más que por hacerle caso, lo que quería era que se marchara, pero cuando logró su deseo y se encontró solo en la habitación deseó que Nowaki no se hubiese ido. Quería que lo abrazara y no lo dejara solo jamás.

 

Dormido lo encontró Nowaki un rato después, cuando regresó con el desayuno. Lo puso sobre una mesa y se sentó frente a la cama, mirando a Hiroki con una intensa emoción. No, jamás se arrepentiría de lo que había vivido aquella noche, se había descubierto en los brazos, en los besos, en las caricias, en los gemidos de Hiroki. Le había puesto nombre a todas esas emociones que lo embargaban desde que se casaron. Era amor, estaba enamorado de su esposo, ahora solo faltaba que Hiroki reconociera que él también lo amaba. Y ¿quién sabe? a lo mejor muy pronto tendría un cómplice.

 

La cómplice de Kaoru le estaba haciendo las cosas más fáciles aquella mañana. Había amanecido muy contenta brincando dentro del vientre de su mamá y eso a Ryu, lo tenía de muy buen humor. Lo que para Kaoru era un alivio y la oportunidad para disfrutar aquellos días de vacaciones.

 

—Kaoru yo quiero ir al Acuario Churaumi y también quiero ir a la playa Yonaha Maehama, aquí dice que…

 

Kaoru rio contento. Sentados en la mesa del comedor desayunaban, mientras Ryu ojeaba un catálogo de ofertas turísticas con evidente entusiasmo.

 

—Tenemos suficientes días Ryu, podemos ir donde quieras, pero recuerda que debemos tomarlo con calma.

 

Ryu sonrió emocionado, cuando la mano de Kaoru acarició la suya amorosamente, ambas posadas sobre el redondo vientre.

 

—Ella está tan emocionada como yo, no para de moverse.

 

 

Kaoru sonrió y se acercó para besar los labios cálidos de su esposo.

 

 

—Voy a hacer unas llamadas para ver cómo va todo. Traza una ruta con lo que quieras hacer hoy, estaré contigo en unos minutos.

 

Ryu asintió y volvió a su emocionada exploración del catálogo turístico.

 

En el pasillo que se dirigía al pequeño estudio donde Kaoru tenía todo lo necesario para trabajar, lo encaró entonces su hombre de seguridad, con una expresión que Kaoru sabia, no traía buenas noticias.

 

—Aquí no, Ryu podría escuchar.

 

El hombre asintió y siguió silencioso a su jefe, hasta el sitio donde tendrían más privacidad.

 

Kaoru se sentó frente al escritorio, suspirando con pesadez.

 

—Bien ¿qué ocurre?

 

—Esa mujer está removiendo toda la información referente a la muerte de Nagano. Mi informante me dijo que lo visitó un detective, husmeando acerca del caso. Dice que el hombre preguntó si se habían cerrado las averiguaciones, quería saber si finalmente lo habían  dejado como un accidente.

 

Kaoru respiró profundo.

 

—Así que la maldita bruja, quiere pelea.

 

—No va a encontrar nada Asahina sama, usted lo sabe.

 

Kaoru miró a su hombre de más confianza con un dejo de furia.

 

—Eso no quiere decir que no vaya a intentarlo, Koeda. Esa mujer no va a estar feliz, hasta que no vea a Ryu destruido.

 

El hombre suspiró abatido,  todos le tenían un enorme aprecio a Ryu.

 

—Señor. — dijo con resolución. — Entonces es hora de…

 

—No Koeda, aun no.

 

Kaoru se puso de pie y caminó hasta la ventana, desde donde podía oír las risas de Ryu, que conversaba con Harumi en la terraza de la casa.

 

—Tengo que darle tiempo de ser feliz. Quiero verlo reír unos meses más. Deseo que dé a luz tranquilo, que pueda disfrutar del nacimiento de su hija, de nuestra hija. Después cuando este fuerte, cuando pueda enfrentar lo que viene, entonces será el momento para que esa maldita mujer pague todo lo que le hiso.

 

Koeda asintió silencioso, sabía que su jefe tenía razón. Kaoru desistió de trabajar ese día y se encaminó hacia la terraza, para pasar el día con su esposo, para hacerlo feliz como lo merecía.

 

—Koeda. — le dijo al hombre antes de irse. —Esto no quiere decir que no podamos hacerle un poco difícil la vida a la bruja. Comienza con el plan inicial, amenazas sutiles. Déjale saber a esa mujer que hay alguien que conoce sus secreto y págale mucho dinero a todos los que nos han ayudado, así conseguiremos que ella no pueda comprar sus lealtades.

 

—Sí señor, cuente con eso.

 

Ryu rio feliz al verlo salir a la terraza.

 

— No te tardaste nada. — le reprochó con una sonrisa.

 

—No quería hacer esperar a mi hermoso esposo.

 

Ryu se sonrojó completo, aunque esta vez no escondió su mirada con vergüenza, estaba exultante de felicidad.

 

 

— ¿Ya escogiste a dónde quieres ir hoy?

 

 

— Al acuario. — le respondió feliz.

 

 

—Iré por sus cosas Ryu sama.

 

Harumi se perdió rápidamente en el interior de la casa y Kaoru aprovechó para besar a su sonriente esposo.

 

—Kaoru ¿puede venir Harumi con nosotros? La pobre está tan entusiasmada.

 

Kaoru lo miró enamorado, jamás se había sentido tan feliz y tan a gusto en su matrimonio.

 

—Claro que sí, dile que se arregle para que nos acompañe.

 

—Gracias. —murmuró Ryu, complacido.

 

Kaoru lo volvió a besar, esta vez más despacio y con más ternura.

 

—Todo lo que te haga feliz, es un placer para mí dártelo.

 

Ryu lo miró conmovido.

 

— ¿Por qué eres tan bueno conmigo?

 

Kaoru besó la punta de su respingada nariz.

 

—Porque te amo.

 

Ryu lo sabía, siempre lo había sabido. Kaoru había recorrido un amargo y doloroso camino, llevando a cuestas ese amor que Ryu no había sabido corresponder.

 

—Ryu sama, aquí está todo.

 

Fue bueno que la chica los interrumpiera, pues Ryu de pronto se había puesto triste.

 

— ¿No ibas a decirle algo a Harumi?

 

Ryu sonrió entonces, olvidando su dolor, dejándolo escondido donde siempre estaba.

 

—Harumi ve a arreglarte, vienes con nosotros.

 

El grito de la chica y sus risotadas de felicidad los hicieron sonreír. Aunque fuera por un momento, por unos días, olvidar la tristeza era lo mejor.

 

Olvidar, también fue lo que quisieron hacer los habitantes de un renovado departamento. Luego de terminar de decorar la sala, se habían preparado una sustanciosa cena. Vieron televisión hasta tarde y antes de dormir, luego de que Miyagi limpiara los raspones de Shinobu, se habían acurrucado en la cama, para hacer el amor hasta entrada la madrugada.

 

Shinobu despertó primero, sonrió al ver el rostro pacifico de Miyagi, recostado lánguidamente sobre la almohada. Se veía agotado y él también lo estaba, pero no podía permanecer en la cama, pues el olvido no había alcanzado a llegar hasta esa mañana y el problema seguía allí, esperando tras la puerta.

 

Con un batín sobre su arrugado pijama, salió de la habitación y se encaminó hasta la cocina, donde se preparó un té que bebió despacio, pensando en su situación. No tenía a quien llamar para pedir consejo. Sus amigos en Francia eran solo compañeros de diversión. Otros niñitos ricos, aburridos de las presiones sociales. Su madre seguro lloraría de emoción, pero tampoco le daría algo de que asirse, para tomar aquello de la mejor forma. Así, se sintió solo, aunque sabía que no lo estaba.

 

 Tenía a Miyagi, su esposo, que lo había salvado de un triste futuro. El que le había dado una vida diferente, que lo hacía feliz con sus gestos amables, que lo hacía pleno cuando le hacia el amor, el que siempre entendía sus silencios.

 

Shinobu entonces, por primera vez reconoció que en su interior crecía un ser y cuando posó una mano en su vientre, sonrió, pues esa pequeña personita era de Miyagi, de su salvador, de su amigo, de su esposo, del hombre que amaba.

 

—Tu papá es un como un héroe bebé, es un hombre maravilloso. Te va a hacer muy feliz y te va a amar mucho.

 

De pronto una mano se posó sobre la suya en el cálido vientre. Unos labios suaves besaron las mejillas húmedas de Shinobu, limpiando sus lágrimas y una voz ronca y sensual, habló con emoción.

 

—También te va a gustar mucho tu mamá, bebé, es tan hermoso como un ángel, valiente y fuerte. Te va a amar mucho y juntos te vamos a hacer muy feliz.

 

Shinobu sonrió entre lágrimas y se abrazó al pecho de Miyagi.

 

— ¿Esto quiere decir que si vamos a tener un bebé?

 

Shinobu asintió, sin despegarse del fuerte pecho.

 

— ¿Estás bien con eso? — preguntó, esperando ansioso la respuesta de su esposo.

 

Miyagi besó los rubios cabellos y sonrió contento.

 

—Sí, pequeño. Te dije que aceptaría lo que tú decidieras.

 

Shinobu se separó entonces de su pecho, mirándolo interrogante.

 

—Pero ¿estás feliz?

 

Miyagi rio, poniendo en su rostro toda la emoción que sentía, pues había pasado la noche deseando, rogando, para que Shinobu decidiera tener al bebé.

 

—Soy el hombre más feliz de la tierra, Shinobu.

 

Shinobu sonrió aliviado.

 

—Vamos a tener un bebé.

 

 

Miyagi se estremeció teatralmente y luego rio a carcajadas. Cargó a su esposo con entusiasmo y dio vueltas con él, llenándolo de besos.

 

Luego del arrebato de emoción, se sentó, con el aun en sus brazos en el cómodo sofá. Shinobu estaba aferrado a su pecho, sintiéndose aliviado y feliz.

 

—Tenemos que ir de compras nuevamente. — anunció Miyagi, besándolo amorosamente. —Hay una habitación que debemos decorar.

 

Shinobu asintió. No solo era una habitación, era una vida nueva que tenían que construir, decorar y amoldar al gusto de ambos. Pero eso no lo dijo, pues el temor seguía allí, el miedo de que Miyagi no sintiera lo mismo que él.

 

— ¿Qué quieres de desayuno? Puedo preparar unas tortitas.

 

Una sonrisa se pintó en los labios de Shinobu. Miyagi siempre sabía cómo sacarlo de sus tristes pensamientos.

 

—Me gustan tus tortitas.

 

Con un beso en la frente y una gran sonrisa, le dejó Miyagi en el sofá, para irse a preparar el desayuno.

 

—Tenemos que volver al médico. Quiero saber cuidarte cuando comiences con las náuseas y los mareos.

 

—Puedes pedirle consejo a tu cuñado. Kaoru sama debe haber pasado por eso.

 

Miyagi tomó la idea con entusiasmo, eso también serviría para acercarlo de nuevo a su amigo.

 

—Es una buena idea, pequeño. Kaoru me puede dar algunas recomendaciones.

 

—A mí me gustó la doctora que me atendió en el hospital, es muy amable. — dijo de pronto Shinobu, pensando en la dulce mujer.

 

—Mi hermano también te podría atender. Él es ya casi un obstetra y es tan bueno, que aun siendo estudiante atiende partos en el hospital donde estudia.

 

Fue hermoso escuchar el orgullo con el que Miyagi hablaba de su hermano. Shinobu se encontró deseando haber tenido un hermano que lo ayudara en aquel momento.

 

—Entonces será tu hermano, me gusta la idea, él y su esposo me caen muy bien.

 

Conversaron un poco más de trivialidades y Shinobu terminó por darse una ducha antes de desayunar. Cuando Miyagi tuvo unos minutos a solas, se sentó en una silla con el corazón acelerado. Estaba emocionado, asustado, feliz y ansioso, porque su vida había cambiado del cielo a la tierra.

 

Sin pensarlo mucho llamó a uno de sus hermanos, con el que más hablaba, con el  que sabía recibiría aquella noticia con mucha felicidad.

 

Misaki escuchó el teléfono muy lejano. Cuando por fin pudo despertar de su pesado sueño, rebuscó por todos lados hasta que encontró su bolso y en él, el aparato que sonaba con insistencia.

 

—Hola Miyagi, buenos días…No, no te preocupes no me despertaste… Cuéntame, debe ser algo muy bueno pues estás así de emocionando…. ¡Que! ¿Tan rápido? Hermano que alegría me da, otro sobrino o sobrina ¿Cómo está Shinobu?... ¿En serio? … Si claro que iré, ya me muero por abrazarlos… Está bien Miyagi, gracias por llamarme a mi primero. Te felicito hermano, dale un abrazo de felicitaciones a Shinobu y nos vemos mañana.

 

Misaki colgó el teléfono con una gran sonrisa.

 

— ¿Otro sobrino en camino? — Dijo de pronto una sensual voz.

 

Misaki levanto la vista y encontró el rostro amado de su prometido, que parado en la puerta, sostenía una bandeja llena de comida.

 

—El esposo de Miyagi está esperando un bebé. — respondió risueño.

 

Akihiko entró a la habitación y puso sobre una pequeña mesa el sustancioso desayuno.

 

—No esperaron mucho ¿no?

 

— ¿Vamos a esperar mucho nosotros? — preguntó entonces Misaki, cuando Akihiko se sentó a su lado.

 

Akihiko lo miró serio, aún estaban un poco tensos. La noche anterior había sido una prueba difícil.

 

 

Cuando Akihiko abre la puerta en aquella  inesperada hora, lo menos que piensa encontrar es el rostro ansioso de su prometido. Misaki luce cansado, infeliz, nervioso.

 

—No quiero esperar más. — le oye decir con un murmullo cargado de temor.

 

Akihiko le hace pasar, lo lleva hasta el interior de la sala y lo ayuda a sentarse en un sillón. Sin mucha ceremonia sirve una copa de coñac y se lo hace tomar con suavidad. Misaki se ha dejado llevar obedientemente y parece sumergido en un estado de Shock.

 

— ¿A qué viene todo esto? — le  pregunta preocupado. — ¿Por qué es por lo que no quieres esperar más?

 

La reacción de Misaki es de lo más preocupante, solloza, llora y lo mira con temor, con tristeza, diciendo atropelladas frases de las que el apenas logra construir una historia.

 

Esa noche tiene que mentir, aunque su conciencia se rebela. Necesita decir mentiras que calmen a ese corazón desolado, que ha cambiado a su prometido de un jovencito radiante y feliz, a un taciturno y temeroso joven que ya no sabe que sentir.

 

Miente toda la noche o por lo menos el rato que le ha tomado, calmar los temores de su futuro esposo.

 

—El amor que siento por ti es diferente.

 

—Tú eres alguien muy importante para mí.

 

—No te he hecho el amor, porque quiero que vivas toda esta experiencia como debe ser. Quiero esperar hasta nuestra noche de bodas y darte todo lo que mereces.

 

—Sonrío para ti siempre que puedo, pero sabes que he estado muy presionado con el trabajo estos días.

 

—Te amo Misaki, no dudes nunca de eso, no dudes que te voy a hacer muy feliz.

 ...

La última mentira logró que Misaki se durmiera. Akihiko lo llevó hasta su habitación y lo acostó en su cama. Veló su sueño parte de la noche y cuando por fin tuvo la certeza de que no despertaría, se encerró en su estudio para beber  algo fuerte, que quemara su garganta como castigo por todas las palabras falsas que salieron de su boca.

 

Besó con ternura los cálidos labios de su prometido y le sonrió dulcemente, pues se había prometido no volverlo a hacer sentir inseguro. De ahora en adelante cuidaría mejor sus máscaras. Misaki no merecía sufrir por su incapacidad de amar.

 

—Tendremos los hijos que tú quieras, cuando tú los quieras.

 

Misaki volvió a tener aquel rostro radiante de los primeros días. Akihiko había calmado sus inquietudes y se había mostrado galante y enamorado, borrando todo el temor y las dudas que lo habían llevado allí en medio de la noche.

 

Se decidió a no dudar más. Quería vivir los días que le quedaban previos a su fiesta de compromiso y posterior matrimonio, con felicidad. Dejaría afuera los comentarios malintencionados de su madre y de cualquiera que viniera a perturbar su alegría.

 

—Me gustarían dos, un niño y una niña. — comentó, riendo radiantemente. — Pero no tan pronto, quiero disfrutar de nuestro matrimonio unos años antes de tener hijos.

 

Akihiko le sonrió y tomó la bandeja que había traído para ponerla sobre sus piernas.

 

—Entonces eso será lo que haremos señor de Usami.

 

Misaki rio con una exuberante carcajada.

 

—Aun no, pero muy pronto. Muy pronto seré tuyo y tú serás mío para siempre.

 

Akihiko lo besó y Misaki correspondió feliz aquella caricia, pues su corazón ahora estaba sereno y más lleno de amor que nunca.

 

—Desayuna, mandé a traer de una tienda, ropa para ti. Mas tarde iremos a dar un paseo.

 

— ¿No vas a trabajar hoy? — preguntó Misaki, rebosante de entusiasmo.

 

Akihiko rio ante la infantil y adorable emoción de su prometido.

 

—No, hoy voy a tomarme el día libre. Iremos a ver cómo van los arreglos de nuestra casa y luego pasaremos todo el día juntos, haremos todo lo que tú quieras.

 

Misaki apartó la bandeja de su regazo y se lanzó a los brazos de Akihiko.

 

—Gracias, gracias, gracias. — gritó lleno de felicidad, lo que hizo que Akihiko se sintiera más miserable que nunca.


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