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Matrimonio... ¿de conveniencia? por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Holaaaa, por aqui con nuevo capitulo. Espero lo disfruten. Besos y gracias  por leer.

—Ryu sama, Ryu sama, el horno ya timbró.

 

 

El aludido dio un respingo ante la alborotadora voz de su joven asistente.

 

—Estaba perdido en sus pensamientos. — murmuró la chica, mirándolo con preocupación. — ¿Se siente bien?

 

Ryu suspiró con cansancio, la verdad es que no se sentía bien, pero su malestar no era físico.

 

—Eso mismo me pregunto yo.

 

Dijo de pronto una dura voz, sobresaltando tanto a la joven como a Ryu, que en ese momento caminaba despacio hasta el horno, donde ya se habían terminado de cocinar unas deliciosas galletas.

 

 

Ryu bajó la cabeza, ocultando sus ojos de la mirada inquisidora de su esposo.

 

—Déjelas Ryu sama, yo las saco para que se enfríen.

 

Harumi se le adelantó y sacó con cuidado la bandeja de galletas. De pronto Ryu se encontró sin nada que hacer. Levantó la mirada resuelto y se encontró con los ojos escrutadores de Kaoru.

 

—No has respondido, Ryu.

 

—Les llevaré té a la terraza. —anunció Harumi sobresaltada, temiendo haber causado aquel ambiente enrarecido entre sus patrones.

 

 

—Gracias Harumi. —murmuró Ryu, pasando por un lado de Kaoru, sin mirarle.

 

 

Sin embargo, no pudo escapar mucho tiempo, pues en la terraza, sentados en las cómodas sillas y ya sin la presencia de la joven, no podía evitar responder la pregunta que había quedado en el aire.

 

¿Se sentía mal?

 

Habían regresado la tarde anterior de Okinawa. Los quince mejores días de su vida. En la isla había visitado lugares de ensueño, dado largos paseos a orillas del cristalino mar, comido frugales comidas en la terraza maravillosa con vista al mar y sobre todo, había disfrutado de la compañía de su muy atento esposo.

 

Kaoru se había portado como el más enamorado de los esposos. Durante el día lo llenaba de mimos en los diferentes paseos, en las noches, después de la agradables charlas, románticos paseos y cenas deliciosas, le hacia el amor hasta agotarlo y se dormían abrazados cada día.

 

Era como si nada malo hubiese pasado entre ellos, como si todo fuera normal.

 

—Ryu.

 

—No me pasa nada Kaoru…

 

Su voz un poco violenta y azorada, desmentía aquellas palabras, pero ¿Cómo decirle que haber regresado era lo que le pasaba? Desearía haberse quedado en la isla, haber permanecido inmerso para siempre en aquella feliz burbuja, ajenos a todo, a todos. Sin odios, ni secretos, sin rencores o miedos. Solo con aquel amor dulce, sosegado y perfecto, que los había rodeado cada uno de aquellos felices días.

 

—Tu rostro y la actitud que has tenido desde ayer, dicen todo lo contrario, hasta Harumi lo piensa.

 

Ryu dio un puñetazo sobre la blanca mesa, el rostro de Kaoru permaneció impasible, pero él estaba muy alterado.

 

— ¿Y tú vas a hacerle más caso a lo que piensa ella, que a lo que te digo yo? —gritó exasperado. — ¡No me pasa nada, maldita sea!

 

Kaoru se puso de pie, mirándolo con un gesto de desaprobación.

 

—Creí que los días que pasamos en la isla, habían servido para mejorar las cosas, pero ya veo que nada contigo cambia.

 

Le dio la espalda y se alejó. No sin antes murmurar consternado.

 

—Eras más sincero con tus sentimientos en la isla.

 

Ryu lo vio marcharse con el corazón oprimido.

 

—Pero ya no estamos allí. — susurró contrariado y decaído.

 

Kaoru, muy a pesar de Ryu, escuchó aquellas palabras y se giró, para luego caminar casi en carrera hasta  su esposo y arrodillarse a sus pies.

 

 

—Dime que quieres que haga. — Musitó suplicante, besando sus temblorosas manos — ¿Es esta casa? Si la odias la venderemos. Nos iremos a vivir a otro lado ¿Soy yo? Dime Ryu ¿qué quieres que haga? Haré lo que sea para que vuelvas a sonreírme como lo hiciste hace apenas unos días. No quiero perderte otra vez.

 

Ryu lo miró consternado, estaba siendo injusto, lo sabía y ya no quería causarle más dolor a Kaoru.

 

—No es la casa, Kaoru. Es muy bonita y es la casa de tus padres, tú la amas.

 

Kaoru besó con fervor, la mano de Ryu que acariciaba su rostro con ternura.

 

—No más de lo que te amo a ti, si tengo que vender la casa lo haré. Yo solo quiero que tú seas feliz.

 

Con un suspiró cansado, Ryu lo miró tristemente.

 

—Fue solo… solo volver. No es la casa y mucho menos eres tú. —murmuró apenado, mirándolo con dolor. —Soy yo, son todos los fantasmas que me atormentan. Es haber regresado y darme cuenta que siguen aquí, en mi interior, atormentándome.

 

Kaoru lo besó dulcemente, cubriendo sus labios y sus mejillas húmedas con las tibias caricias de sus besos.

 

—Yo estoy contigo Ryu, nada ni nadie va a volver a hacerte daño, jamás.

 

Ryu sollozó contrariado, quería creer. Como deseaba creer que aquello era verdad, pero su mayor enemigo era él mismo y los horrores que se hallaban en su mente.

 

—Ay Kaoru, como me gustaría, no sabes cómo deseo creer. — murmuró abrazándose a su esposo con fervor. Intentando conseguir en aquellos brazos, el valor que lo ayudara a dejar atrás sus temores. —En la isla no lo sentí, era como estar en un sueño. Pero aquí, solo bastó conque bajáramos del avión, para que todo regresara a mi mente.

 

Kaoru lo abrazó con fuerza, maldiciendo a todos los que habían causado aquel dolor en Ryu y su furia se volvió casi insoportable, cuando le oyó murmurar entre sollozos.

 

 

—Tengo miedo Kaoru, tengo tanto miedo.

 

La mirada de Kaoru se volvió siniestra.

 

—Nadie te hará daño mi amor. Déjalos intentarlo, déjalos. Yo me encargaré de destruir a quien sea que se acerque.

 

Ryu sintió de pronto un estremecimiento, pues había demasiada certeza en aquellas palabras y la última vez que había oído tanta convicción en la voz de Kaoru, este había acabado con una de sus peores pesadillas.

 

Alzó el rostro y lo miró asustado, pues esta vez el enemigo no era fácil y había muchos sentimientos involucrados.

 

—Kaoru…

 

Su esposo lo besó con fuerza, acallando lo que fuera que hubiese querido decirle.

 

—Vuelve a sonreír para mí. —le suplicó entre besos.

 

Ryu lo hizo. Aunque no lo sentía, sonrió, pues Kaoru merecía su amor, merecía su entrega. Kaoru había matado por él, era lo menos que podía hacer.

 

—Eso es. — murmuró Kaoru complacido. —Ahora quiero que te relajes, escojas una bonita ropa, te pongas hermoso y bajes al salón, tus hermanos vendrán más tarde.

 

Ryu lo miró confundido.

 

— ¿Mis hermanos vienen? Pero si la fiesta de compromiso es mañana ¿para qué reunirnos hoy?

 

Kaoru lo instó a ponerse de pie y lo llevó al interior de la casa.

 

—Eso te lo explicaran Misaki y su prometido, tienen una sorpresa que darles, según me dijo Misaki hace rato cuando llamó.

 

Ryu asintió y Kaoru le robó un último beso, antes de dejarlo marchar.

 

—Estaré en mi estudio, pide que me avisen cuando lleguen tus hermanos.

 

Ya en el interior de su habitación, cuando se disponía a buscar que ponerse para recibir a tan imprevista visita, no hacía más que pensar en que nueva locura se le habría ocurrido a su hermano.

 

Pero Ryu no era el único que se hacia esa pregunta. Miyagi estaba revisando unos planos en su oficina, pero no podía concentrarse. Varias cosas tenían su mente ocupada. Su hermano por su puesto y su dichosa sorpresa y su esposo, al que esa mañana había dejado más pálido que un fantasma. Sin pensarlo, tomó su teléfono para llamar por quinta vez a su casa.

 

Shinobu escuchó el timbre de su teléfono y suspiró molesto.

 

— ¿Vas a dejar de molestar? ¿Acaso no tienes trabajo que hacer?

 

Miyagi sonrió complacido.

 

—Mi trabajo más importante es ser esposo y padre. Así que llamó para saber cómo están mi esposo e hijo. 

 

Shinobu no pudo evitar reír emocionado.

 

—Estamos bien Miyagi, ya tu hermano te dijo que es normal estar mareado y tener nauseas.

 

—No me gusta dejarte solo.

 

—Pero tienes que trabajar. — le recordó Shinobu, mientras acomodaba unas compras sobre la mesa del comedor. —Además, si estuvieras aquí todo el día me volverías loco. Apenas está comenzando el embarazo, deja de estar paranoico.

 

Shinobu escuchó el hondo suspiro de Miyagi y quiso estar a su lado para abrazarlo y quizás decirle también cuanto lo amaba.

 

— Está bien. — convino Miyagi. —solo promete que me llamarás si te sientes mal.

 

—Te llamaré, lo prometo. Además, solo será poco tiempo, recuerda que tenemos que ir donde tu hermano.

 

Miyagi asintió.

 

—Te veo en un rato.

 

Shinobu se quedó con el teléfono en la mano, mirando al vacío. Tal vez Miyagi también lo amaba y él no se había dado cuenta. Su esposo era atento y amoroso, lo cuidaba y mimaba ¿acaso no podía eso ser amor?

 

Acomodó las compras que había hecho, sonriendo, pues había salido sin permiso. Desde que esa mañana había comenzado a sentirse mal con el embarazo, Miyagi estaba más aprensivo que nunca. Se había ido a la oficina para atender a unos clientes a regañadientes y Shinobu se había sentido liberado.

 

— ¿Crees que debo preguntarle si me ama, bebé? — le murmuró a su plano vientre, sonriendo con ternura, pero sintiendo en el fondo un dejo de temor, pues quizás no estaba preparado para una respuesta negativa por parte de Miyagi.

 

No pasó más de media hora. Shinobu estaba en la cocina, concentrado con un libro de recetas. Ya estaba harto de pedir comida en los diferentes restaurantes que había en la zona. Dio un respingo cuando sintió la puerta de la calle abrirse, pero no se mostró nada sorprendido al ver a Miyagi entrar a la cocina, con unos cuantos paquetes.

 

— ¿He de suponer que no trabajaste hoy?

 

Miyagi sonrió y besó sus respingada nariz.

 

—No podía concentrarme. — explicó con una brillante sonrisa. —Además, soy millonario ¿para qué quiero trabajar todo el tiempo? Para eso tengo empleados.

 

Shinobu negó con la cabeza, mirándolo enamorado. Su padre también era millonario, pero eso no evitaba que trabajara más de la cuenta. Su madre siempre se quejaba de que apenas lo veía.

 

—Mi padre vive para trabajar. —murmuró con un suspiro decepcionado.

 

Miyagi se sirvió un vaso de agua y se sentó a su lado.

 

—El mío también es así, pero a veces sacaba tiempo para nosotros. Esos momentos eran geniales, porque salíamos de pesca o íbamos a la playa.

 

Miyagi tomó su mano mientras le contaba de su vida y Shinobu pensaba en qué clase de padres ellos serian.

 

— Yo no quiero ser un papá ausente, de esos que solo ven a sus hijos dormidos en las noches.

 

Había mucha ternura en aquella declaración, lo que conmovió el corazón de Shinobu, he hizo que amara aún más al hombre con el que se había casado.

 

—Aún es muy temprano para pensar en esas cosas ¿no crees?

 

Miyagi miró con amor a su pequeño esposo sonreír, mientras acariciaba su vientre.

 

—Me gusta planificar las cosas con tiempo. —le dijo, tomándolo entre sus brazos y dándole un largo y dulce beso.

 

—Pues…te….estás…adelantando. — se quejó Shinobu entre besos. —Ni siquiera se nota aun.

 

—Pero se notará y pronto, así que tenemos cosas en las cuales pensar.

 

Miyagi se sentó de nuevo en la mesa con el teléfono en la mano. Llamó a Misaki y también a su asistente. Cuando ya tenía lo que quería, marcó varios números más y en menos de una hora, ya tenía una asistenta que iría todos los días a casa y citas para ver varias propiedades.

 

Shinobu lo dejó hacer, ya había aprendido que con su esposo no se discutía y la verdad le gustaba sentirse mimado.

 

Estaba preparando lo que iba a vestir esa tarde, cuando Miyagi entró a la habitación.

 

—Mañana vendrán unas personas para entrevistarles y tenemos cita para ver varias casas. Misaki me recomendó su agente de bienes raíces.

 

—Me gusta tu departamento, no veo porque no podemos quedarnos aquí.

 

Miyagi caminó hacia el closet para sacar el también su ropa.

 

—No digo que tengamos que mudarnos ahora, pero cuando él bebé crezca necesitará más espacio ¿Además, que pasará con sus hermanitos?

 

— ¿Hermanitos? —preguntó Shinobu casi en gritos.

 

Miyagi se carcajeó, abrazándolo con entusiasmo.

 

—Claro, hermanitos. Los cinco o seis hijos que vamos a tener.

 

El gesto de molestia de Shinobu, solo hizo que Miyagi riera con más fuerza.

 

—No soy un conejo.

 

—Si lo eres, un conejito muy adorable.

 

 

Shinobu luchó para salirse del poderoso abrazo, pero Miyagi lo sostuvo con fuerza, besando descaradamente su cuello, sus mejillas, sus labios.

 

—Vamos a llegar tarde. — se quejó Shinobu entre gemidos, cuando su esposo lo llevó a la cama.

 

—Llegaremos a tiempo. —murmuró Miyagi con la voz cargada de deseo, desvistiéndolo suavemente.

 

No le quedó más remedio que dejarse hacer. Shinobu lo deseaba, cada vez que Miyagi lo tomaba, era como reafirmar lo que había entre ellos.

 

—Te amo Miyagi. — se escapó de sus labios, cuando ya la pasión los había encerrado en su íntimo mundo.

 

Miyagi se tensó por un segundo, pero ninguno de los dos dijo nada. El deseo se llevó los pensamientos lógicos y las palabras, solo quedaron las emociones básicas, el desenfreno y la unión de sus pieles, que gritaban sentimientos que ni ellos se atrevían a decir en voz alta.

 

Quizás aún no estaban preparados para aceptar aquellos sentimientos.

 

Como tampoco estaba preparado Hiroki, para todo el torrente emocional que había vivido en aquellos quince días.

 

— Has estado descontrolado todo el día.

 

Hiroki levantó la mirada de la libreta, donde anotaba los medicamentos para  un paciente. Su sonrisa fue apenas perceptible, cuando el rostro de Iwaki apareció ante él. Había tratado por todos los medios de evitar esa confrontación. Iwaki como siempre, lo elegía de entre todos los internos, pero Hiroki se concentraba en su trabajo. Hablaban formalmente, pero ya no había la camaradería de antes.

 

—Lo siento. —murmuró compungido, pues aquella mañana había estado especialmente afectado.

 

—Siempre has tenido un record impecable Kamijou, no eches a perder las cosas en tu último año como interno.

 

Iwaki le dio la espalda para marcharse. Sus palabras habían sido duras, pero sentía que eso era lo que necesitaba Hiroki.

 

—Iwaki sensei. — lo llamó Hiroki, pero se arrepintió de inmediato cuando le vio voltear su rostro y mirarle expectante.

 

Aquello solo lo confundía más. Sus sentimientos no estaban claros y sus emociones las sentía a flor de piel, como si una sensibilidad invisible se hubiera hecho cargo de él.

 

—De verdad lo siento. — murmuró, bajando la mirada y deseando que el hombre se marchara.

 

Iwaki se acercó y puso una mano en su hombro, mirándolo tiernamente.

 

—No, yo  lo siento, no debí decir las cosas así. Es solo que, has estado evitándome. Ya no hablamos como antes.

 

Hiroki no pudo más que levantar la mirada he Iwaki notó algo, que hasta entonces no había notado.

 

—Te ves tan frágil, tan vulnerable. Es como si…como si.

 

Hiroki abrió la boca para decir algo, para detener la pregunta que ya sabía que vendría, podía leerse en su rostro. Por eso se había estado ocultado, por eso evitaba mirarlo. Él había cambiado, su cuerpo había cambiado. Nowaki había vuelto su mundo al revés.

 

Toda la semana que duró su reposo yacieron juntos. A veces hacían el amor, a veces solo se acariciaban hasta el amanecer. No había conciencia en aquellos actos, solo un deseo febril. Apenas recordaba lo que había hecho cuando despertaba al día siguiente, como si parte de sí mismo no estuviera presente.

 

—Tuvieron sexo ¿verdad?

 

Hiroki ahogó un gemido en sus manos.

 

—Iwaki san. —murmuró sin aliento.

 

Iwaki rio con ironía.

 

—Debí imaginar que lo haría.

 

Hiroki quería huir, evitar aquella mirada acusadora y a la vez muy triste.

 

— ¿Sabes que vino a verme después de que nos encontrara besándonos?

 

Hiroki negó con la cabeza, no lo sabía. Nowaki no le había dicho nada. Tampoco era que hubiesen hablado mucho aquellos días. Luego de liberarse de la neblina sexual que les  había tenido envueltos, habían vuelto a la rutina del hospital. Esa última semana había sido muy movida. Llegaban agotados a casa, comían, se comentaban algo de su día y dormían juntos, en la cama que ahora compartían como si fueran un matrimonio real.

 

—Me dijo que haría cualquier cosa para retenerte a su lado. — continuó Iwaki. Se acercó y acarició el rostro pálido de Hiroki. —Me pregunto ¿de qué habrá sido capaz?

 

Hiroki abrió los ojos con sorpresa, pero no pudo decir nada, no pudo preguntar el por qué de aquellas enigmáticas palabras.

 

—Iwaki sensei, tiene una emergencia en el cubículo seis.

 

La interrupción de la enfermera solo lo dejó con más dudas.

 

Iwaki le dio la espalda y antes de marcharse le habló delicadamente.

 

—Atenderé esta emergencia con el interno Unoda. Deberías irte a descansar.

 

El día estaba por terminar, así que Hiroki tomó la recomendación y se marchó, sin siquiera avisarle a Nowaki.

 

Cuando llegó a casa, no se sentía mejor. Se sentía extraño, abatido. Las palabras de Iwaki sensei habían calado muy hondo en su interior.

 

“Me pregunto ¿de qué habrá sido capaz?”

 

Hiroki se sentó en la cama, mirando el desorden a su alrededor. De su vida ordenada no quedaba nada. La ropa de Nowaki y la suya se mezclaban en el enorme armario, sus zapatos y hasta sus artículos de aseo. Era una intimidad forzada, pues no recordaba cuando le había cedido tanto espacio en su vida.

 

Pasó mucho rato analizando las cosas, sin llegar a ninguna parte. Sintiéndose extraño en su cuerpo y en su mente. Hasta que Nowaki llegó con el rostro cansado y azorado.

 

—Hola, te fuiste temprano. — le saludó. —Tenemos el tiempo justo. Misaki me mata si llegamos tarde a su reunión sorpresa.

 

Hiroki lo miró correr hacia el armario y sacar su ropa. De pronto se detuvo, mirando a su esposo con duda.

 

— ¿Hiroki que tienes? ¿Te sientes mal?

 

“¿Porque fuiste a ver a Iwaki san y no me lo contaste? ¿Ha sido todo esto parte de un plan para apartarme de él? ¿Me dirías la verdad si te le pregunto?”

 

—Terminé temprano, por eso me vine a casa. — le dijo sin emoción alguna. No sabía cómo dejar salir todas sus dudas ni quería pensar que Nowaki traicionaría una amistad de años. —Ve a bañarte, no debemos llegar tarde.

 

Nowaki no se creyó la escueta explicación, pero estaba sin tiempo y tampoco quería ahondar mucho en los sentimientos de Hiroki. Estaban bien por los momentos. Si todo salía como él quería, muy pronto tendrían algo muy importante que enfrentar y para eso necesitaría toda su fortaleza.

 

Hiroki fue hasta el closet, cuando Nowaki se encerró en el baño. Sacó metódicamente su ropa y se miró por largo rato al espejo. Una duda crecía en él, una duda dolorosa y peligrosa.

 

—Hey ya está el baño libre.

 

Nowaki salió desnudo, con su siempre hermosa sonrisa y Hiroki no pudo evitar mirarlo con total interés. No entendía el cambio de sus emociones. Siempre había mirado a Nowaki como un amigo, sin ningún interés sexual, pero ahora.

 

Hiroki sintió que su cuerpo se estremecía al ver las largas piernas, el fuerte torso, las redondas nalgas, su miembro semi erecto.

 

—Si me sigues mirando así, no vamos a salir de casa y mi hermano me va a matar.

 

Hiroki lo miró con los ojos cristalinos, llenos de deseo, pero también de temor y de tristeza.

 

Nowaki caminó hasta él y tomó su rostro entre sus manos, besándolo con suavidad.

 

— ¿Qué te pasa hoy? —preguntó preocupado. —te ves más frágil que de costumbre.

 

Hiroki negó con la cabeza y se separó de los adictivos besos.

 

—Vamos a llegar tarde.

 

Nowaki lo miró perderse por la puerta del baño y frunció el ceño. Algo pasaba, lo sabía, pero suspirando corrió a vestirse, no tenía tiempo para pensar en eso.

 

Misaki contaba con todo el tiempo del mundo, esa tarde cuando terminaba de vestirse para ir a casa de su hermano.

 

Su celular sonó justo cuando terminaba de ponerse un poco de perfume.

 

— ¿Ya llegaste?

 

—Voy un poco retrasado, pero estaré allí pronto ¿estás listo?

 

Misaki sonrió, la voz de Akihiko siempre lo hacía sentir feliz.

 

—Para ti estoy listo desde hace mucho tiempo.

 

Akihiko sonrió, mirando la carretera con un dejo de tensión.

 

—Mañana se termina la espera.

 

Misaki se sentó en su cama con los ojos brillantes de emoción.

 

—No puedo esperar a que llegue mañana.

 

—Estaré allí en unos minutos.

 

Le dijo Akihiko y colgó.

 

Misaki se acostó en la cama riendo enamorado. Muy pronto la espera terminaría y su corazón estaba a rebosar con tantas emociones. De pronto alguien tocó su puerta y fue su madre la que entró en la habitación, pintando una mueca de disgusto en el rostro de Misaki.

 

La mujer había estado aquellos días por demás irritable. Se alegro de que tanto Akihiko como él,  hubieran tomado la decisión que acabaría con su suplicio.

 

—Me dijo tu padre que vas donde el inútil de tu hermano ¿cuándo regresó?

 

—Ayer en la tarde. — respondió Misaki con molestia. —Deberías dejar de molestar a Ryu, madre. Esta por dar a luz, no necesita que tú estés causándole molestias.

 

La mujer hizo una mueca de asco, que causó mucha molestia en Misaki.

 

—Esa bastarda no debería nacer…

 

— ¡Madre! — gritó Misaki iracundo. —no te permito que hables así de mi sobrina.

 

Ella lo miró con tanta suficiencia, que Misaki se sintió cohibido, como si se tratara de un insecto molesto.

 

— ¿Tú no me permites? — le espetó con altivez. —No se te olvide que yo soy tu madre. Eso no va a cambiar aunque te cases con un  Usami.

 

Misaki respiró profundo, no iba a permitir que su madre le amargara el día.

 

— ¿Qué quieres madre? — le preguntó con desdén.

 

Ella lo miró con ira.

 

—Dile a tu hermano que necesito hablar con él.

 

—Kaoru no le va a dejar venir. Sabes cómo lo protege y tú solo haces que Ryu se disguste.

 

Misaki se estremeció ante el brillo de maldad que pudo atisbar en los ojos de su madre.

 

—Hazle saber a tu hermano que tiene mucho que perder si decide enfrentarme. Dile que, o habla conmigo, o que se atenga a las consecuencias.

 

Misaki la vio caminar hasta la salida, atónito.

 

—Mamá que quieres con Ryu, él está delicado en estos momentos…

 

—Dile lo que te pedí Misaki. — le dijo con advertencia, mirándolo con tal odio que heló su corazón. —Hazlo, si no quieres que tu hermano sufra las consecuencias.

 

Su prometido llegó minutos después. Misaki ya lo esperaba en las afueras de la mansión. Akihiko lo miró con preocupación, estaba pálido y descompuesto.

 

—Si no quieres seguir con esto, lo entenderé. —Le dijo antes de arrancar el auto.

 

Misaki lo miró extrañado y de pronto, sacudiendo la cabeza,  suspiró.

 

—No… no es eso. Es mamá, se comportó muy extraña hace unos minutos. Quiere hablar con Ryu. La verdad no entiendo el odio que siente mi madre por Ryu.

 

Akihiko emprendió el camino, sintiéndose aliviado. Se había puesto muy nervioso con la actitud de Misaki al subir a su auto, de pronto había temido que Misaki hubiese descubierto todo.

 

— ¿Qué vas a hacer? ¿Le dirás a tu hermano?

 

Misaki negó con  la cabeza.

 

—No, hablaré con Kaoru sama. Ryu no puede tener ningún disgusto ahora.

 

Akihiko tomó su mano, besándola con ternura.

 

—Me parece bien. Ahora ¿estás listo para mañana?

 

Misaki le sonrió hermosamente.

 

—Solo me falta contarle a mis hermanos, para estar completamente feliz.

 

Akihiko asintió complacido y siguió conduciendo, sabiendo que tendría todo lo que deseaba en solo unas horas más.

 

El mayordomo de Ryu los recibió y los hizo pasar al salón, donde ya todos estaban reunidos.

 

Misaki saludó a sus hermanos con emoción, poniendo especial atención en mimar a Ryu y a su sobrina. Comentaron el embarazo de Shinobu, bromeando con Miyagi. La pareja se veía reluciente y feliz. Nowaki y Hiroki que apenas acababan de llegar, también se veían relajados, aunque no felices. Misaki estaba encantado con el aspecto de Ryu, el bronceado de su piel y su sonrisa brillante.

 

—Esas vacaciones te hicieron mucho bien. — celebró Misaki. —Te ves resplandeciente.

 

Ryu sonrió agradecido. Hablar con Kaoru esa mañana le había servido para relajarse un poco y ahora, estar en compañía de sus seres queridos, lo hacía sentirse mejor.

 

— ¿Quieres un poco de champan? — le preguntó Nowaki a su esposo y Hiroki compuso una mueca de asco.

 

—No, solo dame agua.

 

Miyagi, que estaba a su lado abrazando a su muy sonriente esposo, rio con desparpajo.

 

—Así está Shinobu, no tolera el olor de ciertas cosas, le dan nauseas ¿No estarás tú también de encargo, hermanito?

 

Todos rieron ante la broma de Miyagi. Todos menos Hiroki, que se sonrojó hasta el cuero cabelludo y de pronto pensó en cosas en las que no había reparado, sintiendo que la sangre en sus venas se helaba.

 

—Dejen de molestar a Nowaki. — espetó Kaoru con la copa de champaña levantada. —Mejor le preguntamos a los tortolitos que nos reunieron aquí hoy ¿cuál es la famosa sorpresa?

 

A excepción de Hiroki, que de pronto se había quedado como ido, todos volvieron sus miradas hasta la sonriente pareja. Misaki se recostó del pecho de Akihiko y juntó sus manos con emoción.

 

—Mañana no habrá fiesta de compromiso. — dijo con una brillante sonrisa. —El día de mañana se celebrará un matrimonio, porque Akihiko y yo hemos decido que no vamos a esperar otro mes e hicimos todos los arreglos para casarnos mañana mismo, en la fiesta de compromiso.

 

Shinobu y Miyagi rieron encantados. Kaoru se veía satisfecho y Ryu un poco confuso. Nowaki también sonreía y Hiroki, que apenas había escuchado, esbozó una pequeña y tirante sonrisa.

 

— ¿Mamá… mamá sabe de esto? — preguntó Ryu, consternado.

 

Misaki se sentó a su lado, tomando su mano con ternura.

 

—Es una sorpresa, solo ustedes lo saben.

 

Ryu lo miró asustado.

 

—Pero…tú…tú sabes como es.

 

Misaki apretó sus manos confiadamente.

 

—No te preocupes por mamá, Ryu. Ella entenderá. Además, no podrá hacer ningún escándalo porque estarán todas las más prominentes familias del país.

 

Ryu sintió la mano suave de Kaoru posándose en su hombro, trasmitiéndole confianza y finalmente suspiró.

 

—Sé que serás muy feliz. — le dijo con una suave sonrisa. — Tú te lo mereces.

 

Misaki le dio un cálido abrazo y entonces todos se turnaron para felicitar a la feliz pareja.

 

Después de las felicitaciones, sirvieron canapés y bebidas. Misaki se había apartado un poco para hablar con Kaoru. Akihiko, Miyagi y Nowaki conversaban amenamente. Shinobu y Ryu compartían consejos y Hiroki los escuchaba, sintiéndose cada vez más indispuesto.

 

—A veces siento que quiero llorar por todo. — decía Shinobu.

 

Ryu lo miraba compasivo.

 

—Sí, eso suele pasar, las emociones están a flor de piel los primeros meses. Pero lo peor son las náuseas y que eres sensible a todos los olores.

 

Hiroki frunció el ceño ¿desde cuándo se había estado sintiendo así? ¿Cómo no lo había notado? Y lo peor de todo ¿porque Nowaki había sido tan descuidado? En los pocos momentos de lucidez que habían tenido aquellos días, la protección había sido innegociable, nunca lo habían hecho sin condón.  A menos que.

 

— ¿Hiroki san, te sientes bien?

 

Shinobu llamó su atención y Hiroki lo miró con su rostro exaltado, por la idea espantosa que vino a su mente.

 

—Sí, Shinobu kun, estoy bien, solo un poco cansado.

 

— ¿La rutina del hospital es difícil verdad?

 

Hiroki aprovechó la pregunta de Ryu, para iniciar una conversación que alejaría los malos pensamientos de su mente, por lo menos por unos minutos.

 

—No te preocupes Misaki, yo me encargaré de todo y gracias por contármelo a mí.

 

Misaki le sonrió confiado a su cuñado.

 

—Tengo claro que la relación de mi madre con Ryu no es la mejor y hoy la verdad me asustó. No quiero que Ryu o mi sobrina se vean perjudicados por sus tonterías.

 

Kaoru asintió y sonrió, cuando vio a Akihiko acercarse a ellos.

 

—Siento interrumpirlos, pero creo que es hora de marcharnos.

 

Misaki asintió, mirando enamorado a su prometido.

 

 

—Vamos a ir a la casa nueva, para mirar que no falte nada.

 

— ¿Se mudaran mañana mismo? — preguntó Ryu, que se acercó hasta su esposo.

 

Misaki se abrazó a Akihiko.

 

—Nos iremos dos días a Kioto en una pequeña luna de miel y luego regresaremos a nuestra casa.

 

Adoraba decir “nuestra casa” pues lo hacía sentir como si su sueño estuviera por comenzar.

 

—Nosotros también nos vamos, Shinobu tiene que descansar.

 

El aludido giró los ojos con fastidio y sonrió mirando a sus cuñados.

 

—Este hombre es demasiado sobreprotector.

 

Todos rieron encantados, cuando Miyagi lo besó dulcemente en los labios.

 

—Soy un papá que vive todo esto por primera vez, por favor tenme paciencia.

 

Shinobu sonrió, incapaz de resistirse al amor que sentía.

 

—Estamos todos enamorados, es tan genial.

 

Gritó Misaki con una alegre emoción, causando que todos rieran, sin notar que Hiroki, apartado del  feliz grupo, se sentía a punto de llorar.

 

Las parejas se despidieron, al día siguiente tendrían un gran acontecimiento que celebrar. Ryu se quedó mirando como los autos se alejaban.

 

—Sube mi amor, le pediré a Harumi que te lleve un té.

 

Ryu asintió, estaba cansado y quería poner los pies en alto. Kaoru se perdió por el pasillo, rumbo al estudio, tenía algo muy importante que hacer.

 

—Cuando lleguemos  a casa vas directo a la cama. Te prepararé algo ligero para cenar, no probaste bocado en casa de Ryu.

 

Shinobu se recostó del asiento y asintió levemente, mirando enamorado el rostro de Miyagi.

 

Akihiko conducía camino a la mansión en donde viviría con Misaki. Este, a su lado, repasaba la lista de pendientes que aún tenían.

 

De pronto, un frio helado recorrió la columna de Akihiko, estaba tan cerca de lograr lo que deseaba. Misaki le dedicó una de sus encantadoras sonrisas.

 

—No puedo creer que tan solo falten horas.

 

Akihiko asintió y siguió conduciendo, pensando que tal vez no deseaba que llegara el momento.

 

Cuando Hiroki se sentó a su lado en el auto. Nowaki supo que algo malo pasaba. No fue sino hasta que se habían alejado de la mansión de Ryu, adentrándose en el tráfico, cuando Hiroki abrió la boca y no le gustó a Nowaki la amargura que encontró en su voz.

 

— No entiendo cómo pudiste hacerme algo así.

 

Nowaki respondió con suavidad.

 

—No sé de qué estás hablando. Estás actuado muy extraño Hiroki ¿qué es lo que te pasa?

 

Hiroki lo miró con reproche.

 

— ¿No lo sabes? ¿Es en serio? — grito Hiroki fuera de sí.  — ¿Fue esa vez, la primera vez, verdad? Estaba tan ido, tan… enfermo. No lo noté, no noté que no te habías puesto protección.

 

Hiroki apretó las manos en su regazo y miró al frente, sintiendo todo el odio que había en su corazón.

 

Nowaki ya tenía una idea de lo que estaba ocurriendo y tuvo la decencia de avergonzarse por lo que había hecho muy intencionalmente. Aun así estaba dispuesto a luchar, no importaba lo furioso que estuviera Hiroki, ni lo que pudiera decir en ese momento. Sabía que cuando lo pensara fríamente, lo entendería. Lo que habían compartido aquellos días significaba algo y él se lo haría ver.

 

Amargas palabras salieron nuevamente de la boca de Hiroki, palabras que le hicieron ver de pronto a Nowaki que las cosas no serían tan fáciles como el pensaba.

 

—Eso era lo que eras capaz de hacer. Hasta ese punto llegaste para alejarme de Iwaki sensei.

 

Nowaki detuvo el auto en medio del tráfico y lo miró confundido.

 

—No entiendo que quieres decir.

 

Hiroki lo miró con rencor, con ira.

 

—Me embarazaste, maldito. Lo hiciste a propósito. Aprovechaste mi momento más vulnerable para aprovecharte de lo confundido que yo estaba. No me di cuenta ¿cómo habría podido darme cuenta? Si ni siquiera estaba en mis cabales. No usaste protección ese día, sabías lo que estabas haciendo… ¿cómo fuiste capaz de hacerme eso a mí?

 

No podía rebatir nada de lo que Hiroki le estaba echando en cara. Todo era verdad.

 

Hiroki escondió el rostro entre sus manos, tratando de controlar su ira.

 

—Vamos a terminar de llegar a casa y hablaremos de esto con calma.

 

Nowaki intento sonar razonable, peor no había espacio para razonar en la mente atribulada de Hiroki.

 

 

— ¿Calma? ¡¿Calma?! Me falta un año aun de residencia, Nowaki ¿qué hago ahora con mi vida? ¿Cómo encaja en este maldito matrimonio de mentira, un hijo? Te odio… te odio.

 

Le gritó, saliendo del auto y corriendo entre los otros vehículos.

 

Nowaki no pudo hacer nada, los conductores sonaban sus cornetas y le gritaban que se quitara del medio. Hiroki se perdió en medio del caos y Nowaki se quedó preocupado y sin respuestas.

 


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