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Matrimonio... ¿de conveniencia? por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Hola, buenas noches, comienzo con mis saludos mas fraternales y mis mejores deseos a aquellas chicas que estan en Mexico y me leen ahora y me han leido siempre. Les mando un abrazo, todas mis energias positivas, mis oraciones y mis deseos de que esten bien y protegidas. No las conozco, pero las quiero con todo mi corazon porque me acompañan aunque no las vea. Fuerza y fe de corazon, les deseo que todo pase pronto.

Ahora si, les dejo el capitulo espero lo disfruten.

 

Gracias a: AriRey,Mary,Cat,Sarita,Rod,An,Elotaku16,Melyoan (tambien te adoro hermosa) Lalola, Ana y Sandyfujoshi (gracias por ser el primer mensaje).

No saben como disfruto que me dejen sus mensajes, es un premio un regalo para mi y estoy muy agradecida por eso. Me estimula para seguir y me inspira. Gracias de verdad por leer, por acompañarme, por brindarme su amistad y por dejamre saber a traves de sus lineas que les gusta lo que hago para ustedes. Abrazos y besos.

 

Butterflyblue.

2- Las inconveniencias de un matrimonio de conveniencia

 

 

El lujoso departamento estaba impecable, nada parecía haber cambiado en la ausencia del dueño de aquel cómodo lugar. La alacena estaba llena, la nevera tenía todo tipo de comida, había buen vino en el bar, los pisos estaba pulcros, las sabanas habían sido cambiadas y un delicado aroma a lavanda llenaba todas las estancias.

 

Pero, nada de aquello había sido notado por los que allí residían, pues habían dedicado cada hora, cada segundo de los días que habían permanecido allí, a explorar cada espacio de sus cuerpos hasta la saciedad.

 

—Ponte sobre su estómago. —murmuraba esa madrugada la voz ronca y sensual de un hombre enloquecido por el deseo.

 

Su amante, que era igual de incansable, obedeció sin chistar, colocándose en la posición deseada y dándole el espectáculo de sus blancas y redondas nalgas a un urgido Miyagi.

 

Gimió cuando una lengua húmeda y caliente se paseó por la enrojecida grieta de su culo. Los gemidos se hicieron más intensos según las sugestivas lamidas fueran subiendo en intensidad. Miyagi saboreó el rosado agujero con voracidad, penetrándolo con su lengua, deseoso de conseguir más de aquellos deliciosos gemidos.

 

—Me gusta comerme este rosado culito tuyo. — murmuró Miyagi, mordisqueando una de las redondas nalgas.

 

Shinobu gimió encantado, adoraba cuando Miyagi se transformaba en aquel amante sexual y desinhibido.

 

Miyagi subió con un camino de cálidos besos y acarició con se pene la húmeda grieta de un culo que estaba más que preparado pare recibirle.

 

—Dime que te gusta mi lengua en tu culo. — le susurró al oído y Shinobu se sintió al borde del orgasmo, solo con aquella ronca voz.

 

—Me gusta tu lengua en mi culo. —murmuró entre jadeos, mientras Miyagi lo torturaba, masajeando con la punta de su pene el palpitante culo.

 

Lo penetró, un poco solamente y Shinobu gritó extasiado, sintiendo el ardor y la presión del grueso pene abriéndose paso en su interior.

 

—Más por favor, mételo más profundo.

 

Los ruegos fueron escuchados y Miyagi lo penetró de un solo empujón, lo que arrancó gritos y gemidos de los labios rosados e hinchados.

 

Miyagi comenzó una andanada de embestidas y Shinobu bajo él, se retorcía enloquecido, sintiendo como su cuerpo se fundía en  sensaciones placenteras.

 

Después de unos minutos de despiadado ataque, su cuerpo palpitó al unísono, cada célula estallando con una cruda energía, que lo dejó vacío de toda sensación.

 

Debió haber perdido el sentido, porque no sintió cuando Miyagi alcanzó su orgasmo. Cuando abrió los ojos, se encontró cómodamente acurrucado entre unos fuertes brazos y la mirada oscura y seductora de un apuesto hombre, se fijaba en el con un satisfactorio gesto.

 

—Qué bueno que has regresado al mundo de los vivos. Temí por un segundo haberte matado de placer.

 

—Creído. —murmuró Shinobu, con una lánguida y satisfecha sonrisa.

 

Miyagi buscó sus labios para un cálido, sutil y dulce beso, que Shinobu recibió con complacencia.

 

—Controla al insaciable que llevas por dentro querido, mi culo no soporta más castigo por hoy.

 

Miyagi sonrió ante la queja y besó con delicadeza los labios suaves.

 

—Vamos a dormir entonces, aguafiestas.

 

Shinobu sonrió, pero ya ni siquiera estaba escuchando, el sueño lo había reclamado.

 

Miyagi se despertó temprano, dejando a su pequeño esposo profundamente dormido entre las revueltas sabanas. Le hubiese encantado quedarse acurrucado contra aquel cálido cuerpo, pero tenía cosas que hacer, cosas muy importantes.

 

 

— ¿Estás seguro que tienes todo cubierto?...Sabes que se van a valer de cualquier falla que consigan para… Si Nowaki, yo sé que no eres un idiota… Si también sé que es mi culpa por no haberte informado con tiempo lo que iba a hacer, pero… Está bien…Claro que voy a apoyarte, todos los haremos. Akihiko va a ser quien herede el control de todo y nuestros padres no van a poder hacer nada al respecto… Sí, te veré esta noche…Claro que llevaré a Shinobu y tú debes llevar a Hiroki, es la única forma de que crean lo que hiciste…No, no podemos contar con Ryu esta vez. Kaoru, incluso creo que no lo va a llevar. Está muy avanzado su embarazo y tú sabes que no ha estado bien. Bueno, tu como médico sabes que… Si Nowaki yo también estoy preocupado por él, pero ahora me preocupas más tú y el lio en el que ambos nos metimos.

 

De pronto, una suave y somnolienta voz interrumpió la conversación de Miyagi.

 

—Me alegra saber que soy un lio para ti.

 

Miyagi sonrió al girar y ver a su muy desnudo y sensual esposo, pasearse por la cocina con rumbo hacia la nevera.

 

—Nos vemos en la noche Nowaki, tengo un… lio que resolver aquí.

 

Miyagi colgó y se extasió con la visión de aquella piel blanca y sedosa llena de marcas rojas, producto de la sesión intensa de sexo que habían tenido la noche anterior.

 

Shinobu lo miró con descarada desfachatez, mientras, recostado de una encimera, bebía un vaso de agua.

 

— Así que soy un lio. —preguntó con una enigmática sonrisa.

 

Miyagi se acercó despacio, como un depredador que rodea a su presa.

 

—Si. —murmuró contra sus labios. — pero eres un lio muy… muy adorable.

 

Shinobu sonrió con una mueca entre los cálidos besos.

 

—Aliméntame primero y luego puedes joderme hasta exprimirme el cerebro.

 

Miyagi rio ante el descarado comentario.

 

— ¿Eso fue lo que pasó anoche?

 

—Me desmayé ¿no es así? — gruñó Shinobu,  poniendo el vaso sobre la encimera y caminando para sentarse en una de las sillas del pequeño comedor. —Si le sirve a tu ego, es la primera vez que me pasa, nunca nadie había logrado que me desconectara así.

 

Miyagi negó con la cabeza, en Shinobu no encajaba su apariencia, con su desfachatez. Lo señaló con un dedo y una seria mirada.

 

—Si quieres que te haga desayuno ve a vestirte.

 

Shinobu sonrió con picardía. Abrió un poco sus piernas dándole una visión completa a Miyagi de su semi erecto pene, sus rosadas bolas y su apretado culo.

 

— ¿Desde cuándo te molesta mi desnudez? —le preguntó,  mientras acariciaba con descaro toda la extensión de su pene.

 

Miyagi se acercó hasta él y apartó la delicada mano.

 

—Desde que tengo restricciones de horario para su uso. Así que, si no quieres que te joda aquí mismo sobre la mesa, ve a vestirte para que puedas desayunar.

 

Shinobu, pareció pensárselo un segundo, el bulto entre los pantalones de Miyagi hizo que sus células dormidas despertaran al deseo, pero un gruñido de su estómago hizo que Miyagi riera con desparpajo y él mismo sonriera con protesta.

 

—Creo que el hambre pudo más, pequeño y lujurioso esposo mío.

 

Shinobu, por un segundo, se sintió incómodo con aquella encantadora intimidad. Después de todo, aquello era un acuerdo temporal y no debía acostumbrarse, pero su estómago volvió a gruñir y Miyagi caminó hasta el refrigerador para ver que podía hacer de comer, lo que le dio la salida perfecta para escapar de aquel cotidiano y no deseado momento.

 

Sin decir nada, salió silencioso de la cocina y Miyagi, que también había sentido la incomodidad, suspiró aliviado de no haber tenido que enfrentar aquella situación,  en un momento en el que no habría sabido que decir.

 

Incomodidad era con certeza, la sensación que colmaba esa mañana a un serio Ryu, que se preparaba para enfrentar una difícil batalla.

 

—Iguro san, por favor pídale al chofer que prepare el auto.

 

Ryu caminó hacia la sala de estar, aun con el celular en el oído. Tal parecía que no iba a tener ni un solo amanecer tranquilo aquellos días.

 

—Mamá ya me escuchaste, acabo de pedir que se aliste el chofer, en unos minutos estaré allí… No, Kaoru ya debe estar en la oficina...Mamá si hubiese hablado con Miyagi te lo habría dicho…No mamá, tampoco he hablado con Nowaki.

 

Ryu se sentó en medio del salón, para esperar que el mayordomo le anunciara, que el chofer estaba listo. Cerró los ojos con cansancio y acarició sus sienes, pues su cabeza ya comenzaba a doler.

 

—Si mamá, entiendo tu preocupación pero ¿puedes esperar hasta que llegue a casa?

 

Cuando su madre comenzó a increparlo con voz lastimera por tratarla de aquella forma, Ryu estaba listo para tirar el teléfono por la ventana. Pero como siempre, pudo más su educación, su sentido común y la estrecha relación que tenía con su madre, aunque esta no lo apreciara de la misma forma.

 

—No estoy siendo desconsiderado contigo mamá, solo quiero que esperes para que conversemos esto en persona…Sí, voy a ayudarte con los preparativos de la cena.

 

De pronto, su madre le pidió algo para lo que él no estaba preparado.

 

—…Sí mamá te escuché, pero no me pidas eso. Nowaki es mi hermano y yo lo quiero, no puedo ir en contra de sus deseos.

 

Los ojos de Ryu de pronto se llenaron de lágrimas, su madre sabía que tecla tocar para ponerlo en su lugar.

 

—Te veré en unos minutos… mamá.

 

“Eres un hipócrita y un desconsiderado, después de todo lo que he hecho por ti. Después de que acepté que volvieras con un bastardo en tu vientre, hijo de quien sabe quién. Deberías tener bien claro que  tu lealtad, se la debes  a tus padres, que te perdonaron que los humillaras como lo hiciste. Eres una decepción como hijo”

 

Ryu se cubrió los labios con sus temblorosas manos e intentó respirar para ahogar los sollozos. Las palabras de su madre retumbaban en su mente. Tanta vergüenza, tanto dolor, tanta culpa y tantas personas que le señalaban como único culpable de todo aquello.

 

—El auto le espera Ryuichiro sama.

 

Ryu trató de recomponerse y respirando profundo, alzó la mirada aun turbia por las lágrimas.

 

—G-gracias Iguro san, iré en un segundo. —tomó sus cosas y se levantó con toda la fortaleza que pudo reunir. —Si me esposo llama, dígale que fui a mi casa, que lo veré esta noche en la cena.

 

El mayordomo no pudo ponerlo sobre aviso, pues la voz de Kaoru, resonó fuerte y decidida.

 

— ¿Por qué no me lo dices tú mismo? — le preguntó, mirándolo con una sombría expresión. — ¿adónde piensas que vas?

 

Ryu, al que sus piernas ahora apenas le sostenían, se sentó de nuevo y miró a su esposo con asombro. Cuando había despertado esa mañana, Kaoru no estaba en la cama y supuso que como siempre se había ido muy temprano a la oficina. No se esperaba encontrarlo allí.

 

—V-voy a…a casa.

 

Kaoru respiró profundo y apretó los puños con molestia.

 

—Iguro, dile al chofer que sus servicios no serán necesarios.

 

El mayordomo asintió y se fue discretamente del salón.

 

— ¿Vas a casa, a tú casa? — preguntó Kaoru lentamente, recalcando cada palabra con una ira que apenas podía contener.

 

Ryu se encogió, si se podía más, en el sillón, mirando a Kaoru con temor.

 

No le gustaba a Kaoru, que Ryu lo mirara de esa forma. Lo sacaba de quicio, sí, toda la actitud sumisa de Ryu con respecto a sus padres, pero no iba a hacerle daño, jamás lo dañaría. No podía, aunque algunas veces de verdad le provocaba estrangularlo.

 

—Quita esa cara de miedo, considero estúpido tu comportamiento, porque jamás te he hecho daño.

 

Ryu tragó grueso, tenía que reconocer que Kaoru tenía razón. Era duro alguna veces, rudo y  autoritario. Desde que se habían casado había organizado su vida con la milimétrica exactitud de un reloj. Pero, tenía sentido que la situación hubiese sido así, la forma en la que él había entrado a aquel matrimonio, siendo poco menos que una despojo de persona, no le había dejado más opción a Kaoru que tomar todas las decisiones por él.

 

Ryu no comía, apenas dormía, era un manojo de nervios y constantemente, en los momentos en los que el agotamiento lo vencía, el sueño no era provechoso pues era asediado por múltiples pesadillas. Kaoru había soportado aquellos días con una estoica actitud. Poco a poco la vida había vuelto a cobrar sentido y todo era por la fortaleza que Kaoru le había impreso a sus esfuerzos para que él se recuperara.

 

Era el único que no lo señalaba, que no lo culpaba, aunque él había sido, al que más había herido Ryu con todo aquello.

 

—Tengo entendido que tu casa es esta ¿o me equivoco?

 

“¿Era aquella su casa?”

 

Ryu cerró los ojos con cansancio ¿cómo responder esa pregunta? No sentía ningún rincón de aquel lugar como suyo. Las paredes blancas, las cortinas de seda, los muebles tallados en fina madera, los cuadros de pintores famosos, la cristalería de exquisito gusto, los adornos, los cojines, las plantas del jardín, la vajilla de plata, la bodega llena de costosas botellas de vino. Se conocía palmo a palmo cada rincón de aquella enorme mansión, pero no había nada suyo allí, nada.

 

Ryu puso una mano en su pecho, sintiendo que se ahogaba, pero todo estaba en su mente, era allí donde el temor, el dolor y la culpa lo tenían apresado.

 

No sabía cómo responder, porque aquella no era su casa y tampoco la vida que llevaba allí era suya. No tenía nada, solo el bebé que crecía en su vientre le pertenecía y tampoco podía sentir una verdadera felicidad por él.

 

— ¿Ryu?

 

—Esta es mi casa. —respondió mecánicamente.

 

Kaoru caminó hasta las puertas que daban a la terraza y las abrió de par en par. Entró un viento fresco y la sala se iluminó con la cálida luz del sol.

 

—Sube a cambiarte, hace un día muy bonito, desayunaremos en el jardín.

 

Ryu levantó la mirad angustiado, su mamá le estaba esperando y después de lo que le había dicho, lo menos que quería era contrariarla no asistiendo a su cita.

 

—Kaoru. — le dijo suplicante, intentado razonar con él. —mamá me está esperando, tu sabes que hoy es un día difícil. Miyagi y Nowaki…

 

—Son dos adultos perfectamente capaces de resolver sus problemas. Además, ya te dijo Miyagi lo que van a hacer. Esta noche lo único que va a pasar, es que Akihiko Usami comenzará su cuenta regresiva para presidir el consorcio Kusama —Lo cortó Kaoru. Llamó por un teléfono interno y pidió el desayuno en el jardín, sin contar siquiera con la opinión de Ryu.

 

Aun así, Ryu no se dio por vencido, se puso de pie, reuniendo todo el valor que le quedaba y se acercó a su esposo.

 

—Kaoru por favor, tengo que ir a casa…de…de mis padres. Mamá me necesita y… yo sé que mis hermanos son adultos pero, quiero hablar con mis padres antes de que ellos lleguen, quiero ayudar…

 

—Sube a cambiarte Ryu ya van a servir el desayuno.

 

La impotencia y la rabia, hicieron que Ryu se revelara.

 

—No puedes prohibirme ir a ver a mi madre, ella me necesita…

 

Kaoru estrelló su puño contra una maciza mesa de roble, y el estruendo sobresaltó a Ryu, haciéndolo palidecer. Pero no tanto por la violencia del golpe, sino por lo acertado de las hirientes palabras que le siguieron.

 

— Esa maldita bruja no va a descansar hasta verte convertido de nuevo en una miseria humana. Se regocija echándote en cara tus errores, la satisface ver cómo te hieren sus palabras y su desprecio, te trata como si fueras poco menos que un servicio y tú sigues allí, fiel como un perro faldero al que el amo golpea y maltrata pero él jamás deja de amarle. Me da asco tu actitud condescendiente y servil ¿cuándo vas a aprender a respetarte, a perdonarte? ¡Maldita sea! ¿Acaso eres el único que ha cometido un error en su vida? ¿Acaso no fue ella quien te puso en el camino para que ese…?

 

Kaoru apretó los puños con violencia, miró a Ryu que estaba más blanco que un papel y se maldijo por haber perdido los estribos.

 

—Sube a cambiarte Ryu. No me hagas llevarte a la fuerza, no agregues más pecados a la lista enorme que ya tengo por ti.

 

Ryu sollozó, obedeció silencioso y salió cabizbajo del salón.

 

Kaoru tomó una profunda respiración y caminó hasta el bar, para servirse un vaso de whisky, aunque apenas comenzaba la mañana. Le tomó toda la fuerza que poseía, volver a tener el control de sus emociones, para reestablecer la máscara del hombre frio y calculador que presentaban ante el mundo. Fue cuando ya había recuperado el control sobre sí mismo, que una jovencita del servicio le informó que su esposo le esperaba en el jardín y el desayuno ya estaba servido.

 

Ryu estaba sentado en una blanca silla de mimbre, protegido por la sombra de una enorme sobrilla. Se había puesto un bonito y fresco conjunto de algodón azul, que le ajustaba un poco en el vientre, pero que usaba con frecuencia pues le daba comodidad.

 

Kaoru respiró con alivio al verlo, pues había recuperado el color de su rostro y su mirada volvía tener aquella expresión de tristeza que ya era habitual, pero por lo menos no era de angustia o de temor.

 

—Jugo por favor. — le pidió a la joven que le servía y miró a Ryu con una serena expresión.

 

—No había visto esa ropa antes, te queda bonito ese color.

 

Si toda la sangre de Ryu no estuviera congelada en aquel momento, quizás se hubiese ruborizado con aquel comentario, pero solo atinó a mirar la desgastada ropa y apartó una pelusa imaginaria en la pierna de su pantalón, murmurando cabizbajo.

 

—Me lo pongo porque es cómodo. Está un poco viejo y desgastado.

 

Kaoru comenzó a comer con tranquilidad, por lo menos todo volvía a la normalidad.

 

—Y te está quedando pequeño, vamos a tener que ir a comprarte más ropa de maternidad.

 

Ryu, que mordisqueaba con desgano su comida, con una mueca desestimó aquella idea.

 

—No es necesario, solo faltan dos meses para que el bebé nazca y ya tengo ropa suficiente.

 

Kaoru tomó con gusto el delicioso jugo que le habían servido.

 

—Sí, un montón de mortajas. Ahora que te veo con ese bonito color me sorprendo, pensé que en tu acuarela mental solo existía el gris y el negro.

 

Ryu tragó con dificultad, la comida apenas le sabía a nada.

 

—Si te molesta mi ropa, simplemente no la veas. — murmuró en un arranque de valentía del que pronto se arrepintió.

 

Pero para su extrañeza, Kaoru rio cargado de ironía.

 

—Vaya, pero que valiente te has vuelto de pronto. Ya que estas tan elocuente  ¿me quieres decir a quién le guarda luto tu corazón?

 

Ryu, se bebió de un trago su jugo y lo miró con su rostro imperturbable.

 

—Que tengas buen día en el trabajo.

 

Kaoru le sonrió maliciosamente.

 

—Ummm, ya veo que la valentía te duró poco. —Tomó el periódico que descansaba en la mesa y lo hojeó perezoso. —Lamento decirte, esposo mío, que no tengo intención alguna de ir a la oficina hoy. Así que, tendrás que ponerte esa bonita mascara de frialdad todo el día, porque no me voy a mover de nuestra casa.

 

Ryu sintió que el suelo se abría a sus pies, pero aun así, se mostró inmutable.

 

—Puedes hacer lo que tú quieras, yo me iré a mi habitación.

 

Con toda la dignidad que pudo reunir y aunque por dentro estaba desmoronándose, se dio la vuelta y caminó despacio al interior de la casa. Kaoru lo miró unos segundos queriendo seguirlo, pero solo lo llamó, hablándole con una suavidad, con la que hacía tiempo no le hablaba.

 

— ¿Ryu?

 

Este apenas giró su cuerpo, mirándole con displicencia.

 

— ¿Por qué no vuelves a escribir? Recuerdo que te gustaba y lo hacías muy bien. Llena esos vacíos de tiempo creando historias, en vez de seguirle el juego a tu madre, que finalmente solo termina por hacerte daño.

 

Ryu le dio la espalda y se marchó, no sin antes decirle con sequedad.

 

—La cena es a las siete, sino tienes problema, está listo a tiempo, no quiero llegar tarde.

 

Kaoru,  a pesar de que había recorrido un largo camino, sintió que le faltaban aún muchos kilometro que andar, para poder llegar al sitio donde el verdadero Ryu estaba escondido. Pero, con todo lo difícil que sabía iba a ser, no pensaba darse por vencido. No había cruzado todo un infierno, para rendirse ahora.

 

 

Era un día crucial para todos, y ya en la mansión Kusama, se comenzaban los preparativos para una noche que no auguraba nada bueno.

 

Uno de los integrantes de aquella familia, se sentía dividido entre dos emociones. Alegría, porque iba a casarse con el hombre que amaba y esa noche también se discutiría el futuro de este, en las empresas de su familia. Tristeza, porque sabía que la confrontación entre sus padres y sus hermanos, era inevitable.

 

De pie, frente al espejo del baño, se peinaba, mientras pensaba en el rumbo que tomarían las cosas en su familia, ahora que Miyagi se había casado y Nowaki al parecer también lo había hecho, aunque no tenía información alguna de aquel hecho. Su hermano había hablado solamente con Miyagi y este lo único que le había informado a Misaki es que todo iba a estar bien.

 

A veces, le molestaba la sobreprotección que tenían sus hermanos con él. Hasta a Ryu, con todo y que su embarazo no le permitía tener disgusto alguno, le informaban todo y a él siempre lo tenían al margen de las cosas importantes.

 

Chistó con molestia y tomó su cepillo de dientes, para llenarlo con crema, mientras pensativo, volvía a su preocupación inicial.

 

Su padre no se negaba a que Akihiko formara parte de la directiva de las empresas, pero de allí a que este fuera el presidente de todo el consorcio Kusama, eso era otra cosa.

 

—A Akihiko no le hace falta nada de esto. —le dijo a su reflejo, con un dejo de fastidio.

 

Misaki, había crecido con la certeza de que la Familia Usami era con mucho, la más poderosa de todo el país. Sus empresas superaban en número a las de su propia familia, tenían sucursales en todo el mundo y el monto de su fortuna era incalculable.

 

 —Él tiene su propio dinero. — masculló entre dientes, con el cepillo dentro de su boca.

 

Se enjuagó, lavó su cara, volvió a peinarse el cabello y miró por última vez a su reflejo. Hablándole contrariado.

 

— ¿Cuál es el problema de que él tome el control de las empresas? Si ninguno de mis hermanos quiere esa responsabilidad ¿Quién mejor que él para asumirla?

 

Misaki suspiró y caminó hasta su habitación. Sobre la cama había un montón de ropa de la cual iba a elegir lo que vestiría esa noche. Se suponía que sería una cena formal, pero Misaki sabía que sería una batalla verbal. Sin pensarlo, tomó su celular y envió un mensaje, sonriendo mientras escribía.

 

—Buenos días Usami sama ¿está preparado para esta noche?

 

A Akihiko no le tomó por sorpresa que un mensaje interrumpiera su junta de esa mañana. Misaki, en el tiempo que tenían juntos, lo había acostumbrado a aquellos pequeños detalles. Desde “buenos días” hasta comentarios sin sentido como un “te extraño” a media mañana. Estaba desacostumbrado a esa clase de gestos, pero con Misaki había aprendido a tolerarlo y aunque se lo negara, le gustaban.

 

Miró el teléfono y se disculpó con los que le acompañaban, para responder con rapidez.

 

—Buenos días Kusama sama ¿a qué se debe su preocupación? ¿Acaso cree que no lograré salir victorioso? Le recuerdo que he peleado batallas más cruentas y he logrado vencer.

 

Misaki se recostó en la cama riendo feliz. Claro que no dudaba que Akihiko saldría esa noche de su casa con las empresas Kusama bajo su mando. Lo que le preocupaba era las condiciones que impondrían sus padres para aquella sucesión. Misaki sabía que su padre y sobre todo su madre eran huesos muy duros de roer. No quería que nada dañara su matrimonio y mucho menos una fusión comercial.

 

—No dudo de ti Akihiko, me preocupa que tienen mis padres en mente. No sé por qué convocaron a esta reunión disfrazada de cena formal. Desde que se enteraron que Miyagi se había casado y este renunció a todos sus derechos, están muy extraños. Mi madre anda como loca, buscando esposas para Nowaki ¿te imaginas? Ni siquiera sé que va a hacer mi hermano.

 

Akihiko al leer el mensaje se disculpó de nuevo, pero esta vez salió de la sala de juntas. Entró a su oficina y caminó hasta su escritorio, sentándose pesadamente sobre su cómodo sillón.

 

El sí sabía lo que había hecho Nowaki. Sobre su escritorio descansaba un expediente con toda la información que había recibido de la agencia que había contratado, para investigar a todos los hermanos Kusama o por lo menos a los dos que importaban.

 

Se había enterado del matrimonio de Miyagi a las pocos horas de formalizarse este y el día anterior había recibido con detalle la información de la íntima y muy secreta boda de Nowaki, con el que desde hace años figuraba como su mejor amigo.

 

—No tienes nada de qué preocuparte, Misaki. Todo saldrá bien.

 

Cuando escribió el mensaje se sintió hipócrita y mezquino, pues aunque él no estaba detrás de todos aquellos acontecimientos, le beneficiaban y mucho. El tener aquella información en sus manos era una valiosa arma y Misaki lamentablemente estaba en medio de todo aquello.

 

El único Kusama que quedaba libre, y era suyo, aunque los padres de Misaki se negaran a aceptarlo, él tenía la sartén por el mango. Aquel matrimonio los salvaría de un nuevo escándalo y los pondría en la cúspide, pues nadie conocía la situación de su familia y para el mundo, los Usami seguían en la cima de la escala social.

 

Así que él sería el protagonista de esa noche. Llegaría como el salvador del desastre. Utilizaría toda la destreza adquirida con los años haciendo difíciles negociaciones, para hacerle ver a los padres de Misaki que él era la mejor opción y que desinteresadamente les prestaría su ayuda para salir del atolladero en donde sus hijos los habían metido.

 

—Suenas como Miyagi, él me dijo lo mismo, pero si me preocupo, por ti por mí y por mis hermanos.

 

Akihiko suspiró y marcó la tecla de llamar.

 

Misaki, riendo emocionado, no se podía creer que su novio lo estuviera llamando. Casi siempre estaba demasiado ocupado y eran raras las veces que le llamada durante el día.

 

—Esto debe ser un milagro.

 

Akihiko sonrió ante la entusiasta emoción en la voz de su novio.

 

—Solo quiero decirte, que tu única preocupación hoy debe ser ponerte hermoso para mí.

 

Aquella voz suave y sensual, hizo que Misaki sintiera su cuerpo arder en una febril necesidad.

 

—Para que me pongo guapo para ti, si apenas me tocas.

 

—La impaciencia no es nada elegante mi pequeño prometido.

 

Misaki se sonrojo ante la reprimenda, pero ya estaba harto de castos besos y caricias.

 

—No veo por qué tenemos que esperar hasta estar casados.

 

Akihiko negó con la cabeza con una sonrisa, su novio realmente era un mimado.

 

—Porque yo lo digo. — le dijo con seriedad. —Ahora me iré a trabajar, deja de preocuparte y ocúpate en complacer mi petición.

 

Misaki se sentó en la cama con un puchero enfurruñado.

 

—Está muy acostumbrado a mandar Usami sama ¿qué pasa si no lo obedezco? ¿Qué pasa si lo espero vistiendo un horrible atuendo?

 

Akihiko rio esta vez, sin poder evitarlo, encantado con su pequeño malcriado.

 

—Dudo mucho que haya algo que te haga parecer horrible. Tú sabes que eres hermoso, pero, no te aconsejo que se te ocurra desafiarme, el castigo podría ser… severo.

 

Misaki se quedó sin habla, cuando Akihiko le colgó tras aquellas palabras.

 

—El muy cretino me colgó. — gritó molesto, tirando el teléfono en la cama.

 

Luego de unos segundos, enfurruñado, sonrió complacido. Se puso de pie y caminó hasta una gaveta, de donde sacó una foto que había guardado por años. En ella, un joven Akihiko sonreía feliz. Misaki acarició la ajada fotografía y suspiró enamorado.

 

—Eres un idiota, pero te amo.

 

Murmuró, mirando el hermoso retrato. Después de unos segundos

contemplando el rostro de su amor, guardó la foto, para ir a buscar en su closet, algo que hiciera que Akihiko perdiera el habla. Su única tarea era complacer a su futuro esposo.

 

Mientras tanto, en otro lado de la ciudad, alguien no estaba muy a gusto por tener que complacer a su “esposo”

 

—No entiendo por qué teníamos que hacer esto ahora. — se quejaba con molestia un iracundo joven, mientras despacio, con desgano, deshacía una de las maletas que había llevado al que por ahora, era su nuevo hogar.

 

— ¿Aun estas allí todo enfurruñado quejándote?

 

La pregunta sacó de quicio al ya enardecido joven.

 

— ¡Claro que me estoy quejando, maldito cretino! — gritó molesto, mientras le lanzaba al que lo miraba sonriente, lo primero que encontró a mano.

 

Nowaki rio estruendosamente, tratando de esquivar el zapato que iba directo a su cabeza.

 

— ¿Cómo te atreviste a entregar mi departamento y…y a hacerme recoger todas mis cosas en un maldita noche?

 

Hiroki, se había puesto de pie y lo miraba con los ojos inyectados en furia, sus puños apretados dispuestos a golpear el apuesto rostro sonriente de Nowaki. Este, desestimó la tardía pataleta y se encogió de hombros, con una suave mueca de cansancio.

 

—Ya perdí la cuenta de cuantas veces te he explicado lo mismo.

 

Hiroki, tomó esta vez un libro, que se asomaba de una de las cajas que pululaban por doquier y esta vez acertó el golpe, justo en la cabeza de Nowaki.

 

— ¡Oyeee eso dolió! — se quejó Nowaki, sobando su cabeza.

 

—Pues me alegro, deja de reírte como un idiota y dime ¿porque demonios estamos haciendo todo esto?

 

Nowaki suspiró y se sentó frente a Hiroki, en la cómoda cama que había comprado para él.

 

—Nos casamos ayer ¿cómo íbamos a convencer a todo el mundo de que esto es real, si tú vives en tu departamento y yo aquí?

 

Hiroki apretó más los puños, haciendo que las palmas de sus manos dolieran. Le estaba costando aceptar todos aquellos cambios, en el ritmo vertiginoso que Nowaki estaba imprimiendo en ellos. Entendía las razones, claro que las entendía y sabía que él mismo se había metido en aquel lio, aceptando casarse con Nowaki. Pero entender y asimilar, eran cosas diferentes y eran muchos cambios para asimilar.

 

— ¿Por qué tenemos que ir esta noche a tu casa? ¿No podemos simplemente decir que tenemos mucho trabajo o alegar no sé, una luna de miel improvisada?

 

Nowaki sonrió comprensivo, tomó su mano y lo instó a sentarse a su lado.

 

— ¿Es eso lo que te está poniendo tan irritable, la cena de esta noche?

 

— ¿No lo estarías tú? —preguntó Hiroki desesperado — ¿con que cara voy a mirar a tus padres? Llevo años yendo a tu casa Nowaki, pero siempre fue como tu amigo ¿cómo los vamos a convencer de que de la noche a la mañana nos enamoramos?

 

Nowaki acarició sus manos con ternura y antes de que Hiroki pudiera reaccionar, lo besó muy suavemente.

 

Al principio, la mente de Hiroki se quedó en blanco, luego de unos segundos estaba que ardía de furia, pero seguía petrificado por la suave caricia. Finalmente, cuando ya no era ni shock ni ira, lo que sentía, lo apartó nerviosamente, mirándolo con confusión.

 

— ¿Por qué hiciste eso?

 

Nowaki le sonrió.

 

—Porque vamos a tener que hacerlo hoy y otras muchas veces.

 

—Pero ahora nadie nos está mirado.

 

—Vamos Hiroki, no es la primera vez que nos besamos.

 

Hiroki lo miró indignado.

 

—Pero esa vez no cuenta, éramos unos adolescentes y…y solo lo hicimos por experimentar.

 

Hiroki estaba más rojo que la grana y más que molesto, estaba confundido, por el sentimiento que aquella caricia despertó en él. Anhelo, si, un anhelo que antes no había sentido, por lo menos no con Nowaki.

 

—Mira. — le dijo Nowaki, acariciando su rostro. —sé que todo está pasando muy rápido y tú no toleras los cambios bruscos en tu vida. También sé que es mi culpa y te pido perdón por eso, pero ¿no podrías tomarlo con calma? Piensa en esto como unas vacaciones. No necesitabas ya, ese viejo departamento. Aquí tienes una enorme habitación y todas las comodidades. Cuando todo esto termine, tendrás tanto dinero que podrás comprarte un departamento, una casa o lo que quieras.

 

Era razonable, todo sonaba tan razonable, pero para Hiroki, que como bien había dicho Nowaki, no toleraba los cambios bruscos, era una pesadilla muy real.

 

— ¿Y el beso? ¿Cómo explicas eso?

 

Nowaki lo miró con ternura. Hiroki era muy introvertido y toda aquella parte física era ajena para él, si lo pensaba bien, la única persona por la que Hiroki había mostrado interés, físicamente hablando era Iwaki sensei.

 

—Los recién casados se besan, se tocan, se miran como si no existiera el mundo, más allá de ellos dos. Si te hubiese besado en casa, sin previo aviso, no hubieses reaccionado de la forma adecuada.

 

Hiroki suspiró contrariado.

 

—Está bien— murmuró derrotado. —tomaré las cosas con calma, pensaré en esto como unas vacaciones y trataré de relajarme.

 

Nowaki le sonrió brillantemente y Hiroki lo miró receloso.

 

—Pero no más besos de ensayo…tú…tú guarda eso para cuando estemos delante de tus padres.

 

Nowaki se mordió la lengua y guardó para sí, la idea de que habría muchos más besos, coqueteos o caricias, de las que Hiroki esperaba. Si conocía a sus padres, lo mantendrían vigilado. Sabía de antemano que la exigencia para aceptar aquel matrimonio, seria no generar un escándalo. Manejarlo de la mejor forma, de manera que los beneficiara socialmente.

 

Tendrían que asistir a veladas, cenas, fiestas de etiqueta y pare de contar, para que todos vieran que uno de los Kusama se había casado con alguien de menor rango social, sí,  pero por amor. Una historia rosa y soñada de amor excelso, que cubriría la fea verdad.

 

 Nowaki esperaba poder mantener aquella fachada, contaba con que sus padres se creyeran todo lo que había tramado o se vería obligado a sacar a la luz la verdad, tras aquella apresurada decisión y temía llevarse a Hiroki por delante, con sus deseos de liberarse de una responsabilidad que no deseaba.

 

—Te prometo que esta noche, todo saldrá bien. — le aseguró, poniéndose de pie y tomando una caja para ayudarlo a terminar de instalarse.

 

Rogaba porque esa noche, sus padres se creyeran aquel repentino amor, para no tener que usar jamás su plan B.

 

Hiroki no se creyó mucho aquellas palabras, pero ya era muy tarde para escapar. Había firmado su sentencia el día anterior, en un papel que lo acreditaba como Hiroki Kusama, el esposo de Nowaki Kusama, quien hasta hace poco solo era su mejor amigo.

 

— ¿Quieres que pida una pizza para almorzar? — le consultó Nowaki, poniendo sus libros en una gran biblioteca, que había colocado en la habitación.

 

Hiroki lo pensó unos segundos.

 

—Vamos, la pedimos con piña y peperoni, como a ti te gusta  — le animó Nowaki. —Aún falta mucho que hacer aquí y ninguno de los dos tiene ánimos de cocinar.

 

Hiroki, finalmente asintió, ciertamente no quería cocinar y la mayoría de sus cosas aún estaban esparcidas por todos lados. Pasaría mucho tiempo para que lograran poner todo en su lugar y luego tendrían que arreglarse para la dichosa cena, en la que no quería ni pensar.

 

Nowaki silbó muy animado y salió en busca de su celular.

 

—Pide un…

 

—Té verde, si, ya lo sé, te conozco muy bien ¿lo olvidaste?

 

Hiroki se sentó en la cama mirando todo pensativo, pues si, Nowaki lo conocía muy bien y sabía que decir para convencerlo de hacer cosas que de otro modo no haría y la prueba de ello es que estaba allí, casado con él y a punto de visitar la casa a la que había ido innumerables veces, ahora como un Kusama más.

 

—Me volví loco. — murmuró contrito, recostándose pesadamente de la cómoda cama.

 

Acomodándose en el colchón, sonrió complacido.

 

—Es más cómoda que la mía. — murmuró adormeciéndose. — podría acostúmbrame a esto.

 

Nowaki lo encontró unos minutos después, acurrucado sobre la cama, con la respiración pausada que se escapaba de unos apetecibles labios entreabiertos y una expresión serena en su hermoso rostro.

 

Suspiró, recostándose del quicio de la puerta para mirarlo mejor, porque de pronto, sintió que jamás lo había mirado como en aquel momento. En sus labios aun podía sentir la caricia de un suave beso y en su corazón, había una latente necesidad de más, pero no sabía ¿más de qué? Porque Hiroki era su amigo, siempre lo había sido. Habían dormido en la misma cama incontables veces, se habían bañado juntos, compartían temores, deseos, emociones, sin más pretensiones que las de entenderse el uno al otro, aconsejarse, apoyarse. Se querían, sí, pero el de ellos era un amor fraternal.

 

Se acercó y tomó una sábana para arropar a su dormido esposo. Acarició el cálido rostro y sonrió, quería besarlo una vez más y eso le hizo sentir unas cosquillas en el estómago, que jamás había sentido con Hiroki.

 

—Esto se está poniendo peligroso. —murmuró cansado y salió silencioso de la habitación, antes de que hiciera algo de lo que pudiera arrepentirse.

 

Misaki bajó las escaleras, vestido con un hermoso conjunto negro. La camisa un poco holgada y recatada al frente, tenía un escote trasero que dejaba ver, mucho de la delgada y fina espalda. El pantalón se ajustaba un poco a la cintura, cadera y muslos cayendo un poco más suelto hasta los tobillos.

 

Se había mirado un montón de veces al espejo aquel día y ni contar las veces que se había cambiado. Cuando finalmente se decidió por aquel conjunto, ya faltaba muy poco para que sus hermanos comenzaran a llegar.

 

En el camino al salón principal, se encontró con el mayordomo, al que saludó con una reluciente sonrisa.

 

—Tanaka san ¿ya está todo listo? ¿Dónde están mis padres?

 

 

—Kusama sama en el estudio, atendiendo una llamada, mi señora Hana, está en el salón, revisando que todo esté a punto.

 

Misaki le sonrió y caminó hasta el salón, para enfrentar a su iracunda madre, que no había estado de un humor soportable en todo el día, toda vez que Ryu, no había ido temprano a ayudarle.

 

—¡Oh! pero que dama tan hermosa veo. — proclamó alegremente al entrar al salón y encontrar a su madre arreglando un jarrón lleno de hermosas flores.

 

Ella lo miró con una media sonrisa, que de inmediato cambió por una mueca de disgusto.

 

— Cariño ¿No pudiste elegir algo más discreto para esta noche? El Kimono rojo de anoche y ahora esto, puedo ver el comienzo de tu trasero ¿qué va a pensar Usami san?

 

“Que le hice caso y me puse hermoso y sexy solo para él”

 

— ¿Qué va a pensar mamá? — Le dijo Misaki, abrazándola con una brillante sonrisa. — seguro dirá que es el hombre más afortunado de todo Japón, por tener al más guapo de los prometidos.

 

Hanako Kusama suspiró hondamente, blanqueando los ojos con molestia.

 

—Todos mis hijos se pusieron de acuerdo para hacer que mis malestares empeoren. Tal parece que quieren verme muerta antes de tiempo.

 

Misaki rio, desestimando el drama de su madre. Ya estaba acostumbrado a aquellas actitudes manipuladoras, que en el no hacían el menor efecto.

 

—Yo veo a una mujer muy guapa, joven y saludable, que hoy se vistió como para detener el tráfico.

 

Ella frunció el ceño con molestia y siguió arreglando el ramo de flores.

 

— El inútil de tu hermano ni siquiera por consideración a mi enfermedad, pudo venir a ayudarme. Miyagi, no conforme con todo lo que nos ha hecho pasar desde que se fue de casa, ahora se aparece con un francés ¡un francés! como esposo. Es como para no creerlo y si no es Nowaki, al que no le entra en la cabeza que tiene que abandonar esa estupidez de ser médico y tomar su lugar como sucesor de tu padre. Solo espero que hoy venga con mejor disposición que la vez pasada y acepte lo inevitable, tiene que casarse con quien escojamos para él y punto.

 

Misaki hizo una mueca de asombro. Siempre le había causado rechazo la actitud dominante de su madre. Para ella, sus hijos eran instrumentos. Quizás con él, no había sido tan dura, porque sus hermanos habían hecho un muro infranqueable entre él y las exigencias de sus padres. Misaki, siempre había disfrutado de una libertad envidiable. Tomaba sus propias decisiones y la única cosa que se le había impuesto en la familia Kusama, lo había beneficiado sobre manera, porque casarse con Akihiko, no era para él, ningún sacrificio.

 

Muy diferente era la situación con sus hermanos, aunque él no había llegado a conocer el alcance de todo lo que había pasado con ellos. Miyagi, se había largado apenas pudo, Nowaki pasaba más tiempo en el hospital que en su propia casa, tanto, que se había mudado a un departamento de su propiedad, para estar más cerca de su trabajo. Era quizás Ryu, el que había sido más perjudicado.

 

Su madre era extremadamente dura y exigente con él. Sino sacaba las mejores notas lo humillaba y castigaba. Estudió lo que ella deseaba que estudiara. Tanto su ropa como su comportamiento, eran regidos por lo que ella dictaminaba. Ryu no tenía más amigos que los que ella elegía para él y hasta para salir a divertirse, era ella quien escogía las actividades.

 

Quizás sus hermanos no intervinieron, porque Ryu jamás se quejó. De alguna forma parecía estar a gusto, con que ella viviera la vida  que a él le pertenecía.  Misaki lo recordaba siempre alegre y sonriente, era extrovertido y parecía siempre feliz. Misaki, pensó que  seguramente lo que había visto de su hermano todo aquel tiempo, solo era una fachada y quizás Ryu, siempre fue la persona triste y taciturna que era ahora.

 

El timbre sonó y Misaki sonrió, deseando que fuera Akihiko quien llegara primero.

 

—Asahina sama, amo Ryu, buenas noches, bienvenidos, la Señora y el amo Misaki, están en el salón.

 

Ryu respiró profundo, sonriendo tímidamente ante el recibimiento del mayordomo. Hasta el último minuto, pensó que Kaoru no lo traería a la cena, pero su esposo, pareció mostrar un poco de consideración y estuvo listo y arreglado a tiempo, para llegar con buena hora  a la casa de sus padres.

 

Kaoru lo tomó por el brazo, deteniéndolo un momento antes de entrar al salón.

 

—De ti depende que nos quedemos durante toda la velada. No vas a hablar con tu madre a solas, no vas a ayudar en ningún preparativo para la dichosa fiesta de compromiso, no tienes tiempo para ningún té, almuerzo o lo que sea que a ella se le ocurra. Estas ocupado hasta el día de la fiesta y vas a sonar convincente Ryu, porque soy capaz de sacarte de la ciudad y no regresarte hasta ese día  ¿Entendido?

 

Ryu asintió y Kaoru lo soltó, para pasar su brazo por su cintura y entrar así, abrazados al salón. 

 

Misaki rio alegremente.

 

—Ustedes dos están muy guapos. — les dijo con amoroso entusiasmo. — ¿cómo está mi sobrina consentida?

 

Ryu le sonrió con ternura a su hermano, acariciando con amor su rostro, mientras este tocaba su vientre dulcemente.

 

— Aun estas convencido de que es niña. —lo regañó con dulzura.

 

— Es una niña, ya verás. Ya hay muchos hombres en la familia Kusama, una chica nos hace falta.

 

Ryu lo abrazó tiernamente y Misaki devolvió encantado el inesperado gesto. No sabía que Ryu necesitaba en aquel momento, ese amor, dulce y sincero.

 

Kaoru los miró sin cambiar su seria expresión, pero emocionado sinceramente por aquel amor fraternal, que tanto le hacía falta a Ryu.

 

Misaki le sonrió y este asintió con la cabeza.

 

—Usami sama va a tener que apurarse en casarse contigo, porque si sigues luciendo tan hermoso, te pueden robar de su lado.

 

Misaki rio contento y su madre interrumpió el cordial momento.

 

—Asahina, Ryuchirou, bienvenidos, que bueno que llegaron temprano. —les saludó con gélido gesto. —  Ya que mi hijo no pudo venir hoy a ayudarme, tengo algunas cosas que me gustaría consultarle, así que Ryuchirou, acompáñame al estudio y así saludas a tu padre.

 

El cuerpo de Ryu se puso tenso, pero antes de que pudiera idear algo para negarse, Misaki salió en su defensa, sin ni siquiera pretenderlo.

 

— ¡Ay mamá! no molestes a Ryu hoy. Vamos a sentarnos y a relajarnos.  —Misaki lo llevó hasta un cómodo sofá y le ayudó a sentarse con delicadeza. —Más tarde quiero mostrarte las cosas que compré para la bebé y también quiero que veas mi traje de compromiso, has trabajado tanto en esta fiesta y ni siquiera lo has visto.

 

La mirada de triunfo que Asahina le dirigió a su suegra, la hizo mirar a otro lado, para no ver a aquel hombre al que toleraba,  pero no le tenía un ápice de aprecio. Kaoru, había sido un salvavidas conveniente, cuando se casó con Ryu y aunque era de una familia adinerada, entre ellos jamás había existido simpatía o entendimiento.

 

En su guerra personal, eran más las batallas ganadas por Kaoru, que por ella y eso la sacaba de quicio.

 

“Deja que Nowaki tome su lugar, odioso y prepotente hombrecito. Te voy a sacar de la vida de Ryu con un pestañeo y luego casaré al inútil de mi hijo, con alguien que yo apruebe. No veré más tu sonrisa odiosa y pedante”

 

Kaoru tomó la copa que le ofrecía Tanaka y bebió despacio el licor ambarino que bailaba en ella. Miraba a su suegra con desafío, como si pudiera leer lo que había en su mente.

 

“Inténtalo bruja”

 

Pensó divertido, esperando que ella, al igual que él, hubiese podido adivinar sus pensamientos.

 

Cuando la vio apretar los labios en una fina línea de desprecio, se dio por satisfecho. Aquella guerra la ganaría él. Porque salvar a Ryu de las garras de aquella mujer despreciable y malvada, era su primer objetivo.

 

El timbre sonó unos minutos después, trayendo a un elegante Akihiko.

 

Misaki lo recibió con una radiante sonrisa y él lo miró satisfecho, apreciando la belleza que irradiaba esa noche.

 

—Cada vez que te veo, estás más encantador. — murmuró, abrazándolo suavemente.

 

Misaki, se mordió los labios con coquetería y todos sonrieron ante el amor que iluminaba  al hermoso joven.

 

—Si me pongo guapo, es para ti. — respondió con una provocadora sonrisa y Akihiko rio.

 

Kaoru se aclaró la garganta, Ryu se sonrojó y Hanako miró a su hijo con reprobación.

 

—Misaki por favor, ten un poco de recato.

 

Misaki rio estruendosamente, atrayendo a su novio hasta el sofá, donde aún estaba sentado Ryu.

 

— Tanaka san, tráele una copa de vino a Akihiko por favor.

 

Akihiko les sonrió a sus cuñados y saludó a su suegra con una educada inclinación de cabeza.

 

Un rato después, cuando la conversación estaba animada entre Kaoru, Akihiko y el padre de Misaki, que por fin había salido a compartir, sonó el timbre nuevamente.

 

Misaki levantó la mirada con un dejo de aprensión. Ryu tomó su mano, sintiéndose un poco mareado. Misaki lo miró con preocupación, al verlo tan pálido. Lamentablemente, nadie tuvo tiempo de reaccionar, cuando las dos personas que faltaban, entraron con sus respectivas parejas al salón.

 

—Miyagi, Nowaki, bienvenidos. — los saludó su madre.

 

Ichiro Kusama, no fue tan educado.

 

—Llegan tarde. — les reprendió con molestia y luego fijó su mirada en Hiroki, como buscando una razón para que el joven estuviera allí.

 

—Kamijou, esta es una cena familiar…

 

—Y por eso está aquí, padre. — Contraataco Nowaki, antes de que su padre dijera algo hiriente a Hiroki y lo pusiera más nervioso de lo que ya estaba. —Hiroki es ahora de la familia, nos casamos ayer.

 

Hanako, se sentó con un brusco movimiento, en el sillón más cercano y el rostro de Ichiro, era un poema a la incredulidad.

 

Y eso que aquella aciaga cena, apenas iba a comenzar.

 

 

 


 

 


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