Okaeri
Por: Aiko
Para: Angelitu
El pelirosa entró en la casa, haciendo uso del juego de llave en el llavero de Jirafa que tan amablemente le había regalado su rubio.
Inserte mirada furiosa del escritor de novelas románticas Yuki Eiri.
Bueno, quizás no tan amablemente… quizás de verdad no le había agradado dárselo después de que lo hubiera encontrado por casualidad hurgando en sus cajones… o podía ser que le diera vergüenza que Shuichi se paseara por todo NG mostrándoselo hasta a la secretaria de Tohma…
Miró el reloj que estaba colgado en la Sala y soltó un suspiro cuando notó que aún no eran las ocho de la tarde, habían salido temprano ese día y ya era costumbre para él llegar a casa antes de esa hora, sabía que, aunque Yuki no lo dijera, le gustaba verlo llegar, cenar juntos, aún si la cena consistía en un refresco y pocky’s, y acostarse juntos a dormir… e incluso tal vez, tener algo de acción antes de dejarme domar por el sueño.
Sí, ese era su amante. Frío, arisco, cabezota. Pero tenía un lado dulce, un lado que era tan mimoso como un gatito, aunque la mayoría lo vería como un tigre dormido, y lo amaba.
Caminó silenciosamente hacia el estudio, abriendo la puerta de forma lenta al no escuchar el ya tan conocido sonido de las teclas de la laptop, por un momento temió que su novelista tuviera un bajón y no encontrara como plasmar las ideas que tenía, porque sí, señoras y señores, Yuki Eiri también tenía bajones, pero para su sorpresa no lo encontró ahí.
Con un puchero en sus labios salió del estudio y cerró a puerta a sus espaldas. ¿Sería posible que el rubio hubiese salido a comprar tabaco antes de su llegada? ¿Quizás la vecina loca que usaba anteojos se lo había raptado para convertirlo en su amante? …o,o… Nooo n,n Seguro había salido a comprar tabaco.
Miró el reloj nuevamente, habían pasado veinte minutos... ¿Cuánto tiempo había estado dentro de la habitación, mirando la portátil apagada?
Gimió bajito por la ausencia de Yuki, ¡él quería abrazarlo ya! Suspiró mientras se encaminaba a la habitación que ambos compartían, encendiendo la luz y mirando como autómata a la cama, abriendo los ojos sorprendido al ver al escritor que le quitaba el sueño acostado sobre las mantas, con el cuerpo relajado.
Inmediatamente se acercó a él, acurrucándose a su lado sin preocuparse siquiera por el movimiento que lo hacia peligrar en el borde de la cama, ronroneó en su mejilla y en su cuello, sonriendo al sentir los brazos del rubio cerrarse en su cintura.
- Tadaima Yuki…- susurró, bajito sobre su oreja, antes de depositar un beso puro y suave en ella.
- Okaeri, baka- respondió el otro medio somnoliento, apenas abriendo uno de sus ojos dorados para inmediatamente volver a cerrarlo.
Sí, su Yuki podía tener esa mirada que congelaba a todo el mundo. Pero para él, esa mirada lo era todo.