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Designio por Leana

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Notas del capitulo:

Este fic no ha sido beteado, así que me disculpo por los errores. 

III

 

 

Erwin se gira con brusquedad cuando Jean entra a su carpa. El chico está rojo de ira y sus ojos hinchados lo acusan de que ha estado llorando recientemente. El rubio entrecierra los ojos cuando se le une Eren y Armin, aunque se mantienen en la entrada, guardando distancia.

Se levanta al tiempo que Jean lo toma desde su chaqueta de piel y lo acerca a su rostro.

—¡Todo esto es tu puta culpa! ¡Por tu egoísmo perdí a Marco!

—¿A Marco? —Pregunta Erwin frunciendo el ceño, sin hacer nada para que su hijo lo soltara—. ¿Dónde está Marco?

—Se lo llevaron los Samler —explica Armin con voz suave pero firme, solo para aminorar la tensión.

El agarre del castaño ceniza mengua y agacha la mirada con el semblante dolido. Erwin lo mira unos momentos y tiene esa sensación de Deja vú. Así reaccionó él cuando perdió a Mike en la batalla. Culpó a su padre por enviarlos a esa batalla, a su propio pueblo. A todos.

Pero hay cosas inevitables y esta no es una de ellas.

—Perdiste a Marco por ser egoísta. No fui yo el que decidió salir de la aldea, fuiste tú, tomaste una decisión estúpida y ahora tienes las consecuencias. —La voz de Erwin es tranquila pero lo mira severo.

Jean se quiebra al fin, sus lágrimas regresan y suelta a Erwin para darle la espalda. Sus hombros tiemblan y Armin junto a Eren esperan a que hable, no se acercan, ya lo han conversado y saben lo que vendrá.

—En tres días iré por Marco, usaré las predicciones de Armin. —Jean se gira y su mirada es diferente, Irvin jamás lo vio así—. Tomaré el mando, pero no me casaré con Mikasa, mucho menos tendré un hijo con ella. Si quieres asegurar tu descendencia, para eso tienes una esposa, Petra será una madre estupenda. —Jean está decidido, él no abandonaría a Marco y a su aldea tampoco—. No intervendrás en esto, papá.

Jean no le da tiempo a contestar y comienza a caminar para tocar el hombro de Armin y éste asiente despidiéndose de Erwin, para luego salir tras Jean.

Una vez en su choza, Armin enciende el fuego, con las ramas de laurel colgadas arriba para purificar el espacio. Se desnuda el torso para poder crear una conexión más directa y toma los huesos de sus ancestros directos, entre ellos están los de su abuelo, porque esta es una ocasión especial y necesita mucha más fuerza espiritual.

Entregará su cuerpo para que lo posean, para que los muertos le mostraran el futuro como una experiencia. Solo dos veces ha hecho ese ritual y no le gusta para nada, le asusta a niveles impensados, sentir como le arrebatan su cuerpo, pero él sigue ahí como simple espectador.

Pero quiere mucho a Marco y hará lo que sea para ayudarlo a él y a Jean. Así que se concentra mucho, inspira y exhala, cerrando los ojos, con Jean mirándolo desde el frente. Eren está a su lado, pero más atrás, solo para protegerlo en caso de que algo salga mal.

Armin alza las manos y el humo parece aumentar, como si una ráfaga de viento hubiese entrado. El aire se vuelve denso, místico, con un aura mágica que le recorre la espina dorsal a Jean, que se pone ansioso.

El rubio abre la boca y palabras inteligibles salen de ella, un idioma desconocido, palabras que quizás son dichas al azar, quizás no. Armin comienza a mover su cuerpo en círculos, con los ojos cerrados y aumentando de volumen su voz. Levanta la cabeza y cuando sus ojos se abren son completamente blancos.

—Por favor, espíritus de antaño, los invoco desde la tierra sagrada para que ayuden a su aldea. Los vivos necesitan de las visiones de los muertos…

Eso es todo. Jean jamás ha presenciado nada como eso. Cada músculo en el cuerpo del rubio está tenso, mostrando sus venas. Jean se tienta a mirar a Eren unos instantes, que cruzado de brazos observa a Armin con los ojos verdes flameando, atento, pero sin intervenir.

Un rugido gutural sale desde lo más profundo de la garganta de Armin, una voz distorsionada, como huesos quebrándose. Entonces el chico se retuerce, agarrando su estómago y el silencio se hace presente.

De pronto sus ojos blancos se fijan en Jean, que da un respingo y mira a Eren para saber qué debe hacer ahora.

—Haz la pregunta, chico. —Aquella voz es una mezcla extraña, no es de mujer pero tampoco de hombre, ¿quizás ambas? Quizás muchas voces. Pero ese de ahí, no es Armin.

—M-marco —dice Jean, para luego carraspear y así aclarar su voz. El miedo se está apoderando de él, pero no puede permitirlo, si están haciendo aquello es por salvar a Marco—. ¿Podré salvarlo?

El poseído toma los huesos y se los lleva al pecho, murmurando palabras y luego los agita con una especie de cántico. Los arroja por fin y se inclina con un gesto brusco, se mueve como si no tuviera puntos de elongación, como si sus articulaciones estuvieran rígidas y suenan con cada movimiento.

Armin mira con sus ojos descoloridos los huesos sobre la tela tejida por su abuela. Frunce el ceño, para luego alzar la mirada y sonreír macabramente.

—Los vivos no pueden contra la muerte, chico. El Oráculo morirá.

—¿Qué? ¡Pero si él dijo que escaparía en tres días! —Exclama Jean sintiendo que el corazón se le saldrá del pecho.

—Huirá, sí. —El rubio vuelve a mirar los huesos y frunce el ceño, desliza la mano sobre ellos pero sin llegar a tocarlos—. Pero morirá porque él regresará a la aldea, volverá por alguien. Si el Oráculo regresa con sus opresores, morirá.

Jean compone una mueca de incredulidad, ¿por qué Marco volvería? ¿A quién querría salvar? Todo aquello no tiene buena pinta y cada vez se está poniendo más nervioso.

—¿Entonces debo ir por él antes? —Pregunta. No sabe con exactitud qué hacer, pero sabe que esa es la única oportunidad que tiene para saber a qué atenerse. Armin se lo había dejado muy claro.

—No. El Oráculo dijo esa noche era la idónea. Lo que debes hacer es impedir que regrese—explica aquel cuerpo poseído por antiguos espíritus, haciendo que Jean apriete la mandíbula, eso es demasiado fácil y es lo que no le gusta—. Pero ten cuidado, chico, si el Oráculo regresa a esa aldea, es porque ha elegido a esa persona por sobre ti, si puedes lidiar con eso, puede que tú tampoco mueras esa noche.

 

 

Marco entrecierra los ojos cuando quitan la cortina de aquella tienda y entra la luz del sol. Ha estado encerrado allí desde su captura, con guardias alrededor. Le traen comida y agua pero no ha tenido contacto con nadie más en todo ese tiempo.

Le cuesta acostumbrarse a la luz, por ello, solo ve siluetas adentrándose. Siente que lo jalan del brazo y no se resiste, sabe que debe ser paciente, su predicción siempre es exacta. Debe mantenerse con vida hasta el tercer día, y aún quedan dos.

Es arrastrado hacia otra tienda, mucho más grande y con pieles que se notan son nuevas, debe ser la del líder. Ve a la gente alrededor, trenzas gruesas adornadas con cuencas y pieles que no tapan mucho de su cuerpo. Es una tribu más salvaje, aunque no menos inteligentes o cultos, a fin de cuentas eran Vikingos que se separaron de esa aldea hace años debido a opiniones diferentes. Los Samler no acumulan objetos de valor, sino personas. Sus costumbres son más crudas y antiguas que la de la tribu a la que Marco ahora pertenece.

Se sienta de cuclillas frente al líder, acomodado sobre pieles y a sus lados dos hombres para su protección, junto a una mujer muy hermosa, de piel oscura y ojos claros, lo cual es extraño, no es como los demás, ella debe ser un “trofeo” que conserva el líder.

Marco mira alrededor disimuladamente, evaluando la situación y tratando de averiguar por qué está ahí si su don no les sirve de nada.

—Oráculo, estás aquí como prisionero y permanecerás con vida en la medida que me seas de utilidad —habla el hombre acomodándose sobre su asiento con aire despreocupado.

—Mi poder no puede ser utilizado por nadie más que mi descubridor, lo siento mucho —contesta Marco tratando de suavizar la expresión, no quiere ofenderlo, debe permanecer con vida.

—Eso lo sé, tu descubridor es el hijo de Erwin, Jean, ¿no es cierto?

—Así es.

El hombre sonríe de medio lado y mueve la mano, llamando a uno de sus sirvientes, que se acerca con la mirada gacha para susurrarle algo al oído. Marco no puede oír nada ni tampoco leer sus labios, traga con fuerza y siente el nerviosismo hormiguearle bajo la piel.

Entonces aquel hombre lo mira una sola vez antes de salir por la tienda. Todo permanece en silencio y pasan varios segundos en los que el pecoso se siente aún más intranquilo bajo la evaluadora mirada del líder de los Samler. Sin Jean, no puede hacer uso de su poder, sólo le queda confiar en la predicción que ha tenido la noche en que fueron separados. Tres días para escapar.

Siente el frío aire en la espalda cuando entraron nuevamente a la tienda y al girar el rostro se queda completamente estático.

Aquel hombre trae a un niño de no más de ocho años, cabello castaño y ojos cafés. Pero su piel resalta por las pecas.

—Él es Liam, un sobreviviente de tu tribu —explica el hombre con una sonrisa extraña, como si estuviera orgulloso de poseerlo en su tribu—. Resulta ser que él también tiene el don y quiero saber cómo puedo ser su descubridor.

A Marco le cuesta mucho despegar la mirada del niño, que solo lo ha mirado una vez y ahora tiene los ojos fijos en el suelo. Entonces Marco endurece el rostro al mirar a aquel hombre, se nota que el chico está ahí en contra de su voluntad.

Los Samler se caracterizan por atacar tribus más pequeñas y llevarse prisioneros para tener como esclavos o venderlos. Tienen numerosas razas en su poder, como si fueran premios de guerra y no personas.

—La verdad es que no sé cómo hacerlo. Mi descubridor simplemente me hizo una pregunta y mi poder se manifestó cuando cumplí los siete años —dice Marco cuidando de sus palabras, porque es la verdad, no sabe mucho de su tribu, ya que era muy pequeño cuando fueron atacados e Erwin lo rescató.

—Ya le he preguntado cosas un montón de veces, pero no funciona y él se niega a cooperar —suelta el hombre con la voz ronca, mirando al chico con la más pura irritación—. No soy un líder que posea paciencia, no la necesito, lo que yo deseo se cumple. No hay peros. Si algo no se me concede, elimino lo que se interponga.

Marco mira al niño una vez más, se ha estremecido, pero no ha alzado la vista del suelo ni una sola vez. Ahora sabe que no es el único que debe mantenerse con vida, Marco tiene que salvar a ese chico.

—Puedo intentar manifestar su don, me lo ha enseñado el hechicero de mi tribu cuando tuve que aprender a controlar mi poder —mintió Marco. Era una mentira cruda, y a él no se le daba bien, pero confiaba en que nadie notara el titubeo de su voz. Si parecía seguro, tal vez tendrían una oportunidad.

—Eso pensé, Oráculo. —No le gusta que aquel hombre lo llame así, se siente como una cosa, su nombre es Marco—. Serán encerrados juntos, tienen hasta el atardecer de mañana. Si no lo han logrado, al menos podré venderlos como excentricidades.

Marco frunce el ceño. Sabe que Jean no irá en su rescate porque su designio ha sido dado: él escaparía en tres días. Si intervienen, su vida peligra y la de cualquiera que fuera en su rescate. Respira profundo y asiente mirando a aquel hombre a los ojos.

Ya se le ocurriría algo.

Son regresados a la tienda en la que ha estado encerrado antes. El olor de las hierbas es muy fuerte para su gusto y está demasiado oscuro, pero al menos les han dejado comida y frutas en una bandeja. Si los hacen sentir tranquilos podría resultar aquello, pensó Marco. Aquel líder era impulsivo pero astuto.

Se sentaron y el chico por fin alza la vista, de cuclillas frente a él.

—No podrás hacer que mi poder se manifieste —dice sin más, con el ceño fruncido y la mirada desafiante.

—Lo sé. No es como si recuerde mucho de mi tribu, pero siento que no es esa la forma de manifestar el don.

El chico lo mira otro rato, evaluándolo en silencio y Marco decide comenzar a comer. Se muestra tranquilo, quiere que el chico entre en confianza. No ha visto a nadie de su gente en todos esos años y, a pesar de ser un miembro querido y respetado en la tribu que lo ha acogido, a veces se sentía muy solo. Creía que no quedaba nadie.

—Tu Descubridor es una persona única. Es predestinado, no se elige, y se vuelve tu compañero. Es el amor lo que manifiesta el don—explica el chico y toma una manzana para darle un mordisco.

Marco sonríe levemente, triunfante y ansioso, quiere saber más—: ¿Sabes quién es tu descubridor?

—No —el chico mueve la cabeza—. Aun no lo encuentro. Pero tú ya lo hiciste, ¿no es así?

—Así es. Es mi mejor amigo y mi pareja, aunque mi don se manifestó cuando era muy joven —explica Marco bebiendo un poco de agua—. Yo… pensé que mi tribu ya no existía —suelta de repente y siente el nudo en la garganta, quizás ha sido contraproducente e intimidaría al chico ante una idea tan nefasta, pero esas palabras le arden en la garganta desde que lo vio entrar en la tienda.

—Mi madre huyó cuando la aldea fue masacrada —comienza a hablar el chico y Marco alza la mirada, haciendo que la pluma que cuelga un lado de su rostro le roce la mejilla suavemente—. Yo nací un mes después y nos mantuvimos ocultos, dijo que teníamos que sobrevivir y que yo era lo único que quedaba de ellos. Para ocultar mis pecas me pintaba una línea de color rojo —explica pasando el dedo desde el pómulo izquierdo, sobre la nariz, hasta llegar el pómulo derecho. El gesto parece calmarlo, porque sonríe levemente.

Marco se sorprende de que el niño sea tan maduro para la situación y edad. Parece resignado, pero su orgullo sigue intacto. Siempre cauteloso, de mirada calculadora. Esas son las consecuencias de ser un sobreviviente.

—Nos encontraron hace catorce días y mi madre murió protegiéndome —la voz del chico se quiebra y sus ojos se llenan de lágrimas, por primera vez desde que comenzaran a hablar, se muestra como lo que es: un niño.

Marco se levanta y se acerca a él para abrazarlo. El chico se tensa ante el agarre, pero termina por corresponderlo al final y sus lágrimas mojan la piel que cubre el hombro de Marco.

—Lo siento mucho —dice Marco al fin, acariciando su cabello y sintiendo el dolor tan conocido, porque también extraña a sus padres, a su gente—. Te prometo que te sacaré de aquí. Ya no estás solo… ya no estamos solos.

Es una promesa y Marco está decidido a cumplirla. Por lo que le queda de su gente, por ese niño, por él mismo.

 

 

Jean se arrastra entre los arbustos, lleva un cuchillo en la mano y siente el roce de Eren cuando se arrastra a su lado, con un cuchillo en la boca. Debe hacer guardia, mañana se cumplen los tres días y deben estar atentos.

—Está en esa tienda —dice Eren apuntando hacia la carpa con pieles en la esquina de la tribu.

Está en lo cierto, tiene muchos hombres a su alrededor y está apartada. Ahí debía estar Marco encerrado. Jean se mordisquea los labios, nervioso, solo quiere que Marco esté bien. No para de sentir que todo aquello es su culpa y que si algo pasa…

—Relájate, Cara de caballo —suelta Eren chocando su hombro con el suyo—. Marco estará bien. Jamás se equivoca en sus predicciones.

—Pero los muertos han hablado de sangre —dice Jean mirando a Eren por fin.

Jamás se ha mostrado débil ante nadie, mucho menos con Eren. Pero en ese momento tiene miedo, está aterrado. No puede siquiera imaginar que podría perder a Marco. Le ha orado a los dioses desde aquella noche que se lo llevaron y ha dejado que Armin le colgara cuanto amuleto se le ocurrió, aun así, no se siente tranquilo y no lo hará hasta tener a Marco de regreso.

Eren no sabe que contestar a aquello. Ese ritual de Armin es muy preciso y aunque él dijo que aquel designio se puede interpretar de muchas maneras, algo lo mantenía nervioso también. Un mal presentimiento.

Estuvieron haciendo guardia hasta el atardecer. Se acostumbraron a la tenue luz y Jean se remueve en el suelo, tiene el cuerpo entumecido y le duelen los codos, pero se niega a decir queja alguna.

De pronto ven movimiento en la tienda que han estado observando y Marco sale de entre las mantas de piel siendo agarrado firmemente del brazo por uno de los hombres.

—Marco… —Jean al verlo se mueve instintivamente, sintiendo su corazón latir tan rápido que le taponea los oídos.

—Espera —habla Eren sujetándolo del brazo firmemente, siguiendo a Marco con la mirada en todo momento, mientras es conducido a la tienda central, la más grande.

Solo quedan unas horas. Solo quedan unas horas. Se repite Jean una y otra vez. El plan es vigilar la tribu y a Marco, para interceptarlo en el momento del escape, pero Jean sólo quiere arrojarse contra la tienda y llevarse a Marco consigo, para no dejarlo salir de su aldea nunca más.

Sintieron movimientos a sus pies y cuando Jean se gira, ve la esbelta silueta de Levi moverse sigiloso entre ellos.

—¿Novedades? —pregunta y Eren se gira levemente.

—Marco fue conducido a esa tienda. No hay mayor actividad —informa y Levi asiente, comenzando a reptar hacia atrás.

No son los únicos que patrullan. En la misión está participando Levi, Erwin, Annie, Mikasa, Eren y Jean. Los demás se quedaron en la aldea en caso de que algo ocurriera y tuvieran que pelear. Deben ser sigilosos, no pueden arriesgarse a una guerra innecesaria.

Cuando Levi desaparece entre la oscuridad, se hace el silencio, profundo y frío. Jean siente un escalofrío recorrerle la espina dorsal. Como una serpiente deslizándose entre sus huesos. Aprieta los dientes y comienza a mirar a su alrededor, alerta. Algo pasa.

—La muerte, puedo sentirlo en la piel —suelta Eren de pronto y Jean ciertamente se alegra de no ser el único aterrado.

Es el instante en que todo se desata.  

Gritos de guerra y hombres a caballo que se adentran en la aldea de los Samler. Jean pasea la mirada frenéticamente sin comprender lo que está pasando. Fuego, gritos y el olor de la sangre.

Se levanta y hecha a correr hacia las tiendas sin saber lo que pasa. Cuando estuvo entre todo el caos su mente comenzó a trabajar. La aldea estaba siendo atacada por otra tribu: “en tres días, cuando la luna se tiña de rojo”.

—Encontraré a Marco —grita Jean y ve a Eren asentir mientras mira a su alrededor en desconcierto.

Jean avanza corriendo hacia la tienda y esquiva un caballo que persigue a un hombre, el que monta al animal blande su hacha rasgando el aire y la cabeza sale volando, manchándolo todo de sangre.

De la tienda principal sale el líder, lo reconoce al instante, pero Jean se detiene y se agacha tras un bulto de pieles frescas. Los hombres salen gritando y atacando con cuchillas y lanzas. Entre todo el caos, Jean sigue avanzando, esquivando las armas como puede, y cuando entra en la tienda, unos ojos azules se posan en él, entonces capta a Marco junto a la dueña de esos ojos.

—¡Jean!

El de cabello ceniza corre hacia el pecoso y sus cuerpos chocan en seco, un golpe duro que no amortigua el contacto de sus bocas. Jean succiona sus labios con fuerza y siente el alivio bajar tibio hasta su estómago.

Pero no tienen tiempo.

—Debemos irnos, Marco —es todo lo que dice mientras lo toma de la muñeca y lo jala fuera de la tienda.

El fuego tiñe todo con su color anaranjado, el olor a sangre y humo le pega en el rostro pero nada le importa, debe sacar a Marco de allí.

Lo jala con fuerza entre el caos de las espadas y los gritos de guerra, pero antes de que se acercaran al lugar donde antes estuvo haciendo guardia junto a Eren, Marco se detiene en seco, haciendo que Jean se gire frunciendo el ceño.

—¡¿Pero qué…?!

—¡Debo volver por Liam! —Exclama Marco y Jean ve la ansiedad en sus ojos café.

—¡No volverás por nadie! ¡Nos vamos!

—¡¡No!! —Grita Marco y Jean abre los ojos desconcertado, se siente confundido y repentinamente enojado. Sólo piensa en la predicción, en que Marco regresaría por una persona y moriría—. Debo volver.

—¡Vas a morir! Armin lo predijo, ¿es que no lo entiendes?

Marco lo mira unos instantes, pero no hay duda en sus ojos y eso es lo que asusta al castaño ceniza.

—Lo siento, Jean.

Entonces Marco se suelta de su agarre con un movimiento brusco y corre de vuelta a la tienda donde antes estuvo confinado. La lucha se hace cada vez más feroz y no se puede decir quien va ganando.

Jean se queda de pie, temblando de pies a cabeza y no sabe si es de miedo o enojo. No puede perder a Marco, ha regresado por él y este lo ha abandonado para volver. “Pero ten cuidado, chico, si el Oráculo vuelve, es porque ha elegido a esa persona por sobre ti, si puedes lidiar con eso, puede que tú tampoco mueras esa noche”.

No podía creerlo. Marco había escogido a otra persona,  había ignorado su rescate, lo había abandonado para volver a salvar a ese tal Liam. Cuando le dijeron aquello, Jean pensó que era una equivocación, Marco lo ama y él estaba ahí para rescatarlo. Pero esta allí, de pie, temblando al ver que el pecoso lo ha abandonado. No, Jean no puede lidiar con ello.

—¡Jean! —Grita Eren desde los matorrales, pero el de cabellos ceniza ya ha emprendido la carrera, siguiendo a Marco. Quería ver a la persona por la que su amado lo había dejado, arriesgando su vida al volver. 

El pecoso llega hasta la carpa, que está abierta y ya no hay nadie cuidándola. Tuvo miedo de encontrarla vacía, pero cuando está dentro, ve al niño hecho un ovillo cerca el fuego.

—¡Marco! —exclama al verlo y corre hacia él.

—Lo prometí, Liam —dice Marco mientras lo alza haciendo que el niño lo envuelva con sus piernas y se aferre a su cuello con fuerza—Nos vamos de aquí.

Cuando el azabache se gira para salir, el líder de los Samler está de pie frente a ellos. El fuego tras él refulge y la sangre le mancha la cabeza, cayéndole por la frente y bañándolo en el color carmesí.

Marco traga con fuerza y se abraza más al pequeño.

—¡Tú! ¡Tú estás maldito, Oráculo! —grita el hombre alzando su espada. Escupe sangre y saliva mientras avanza y Marco maldice no haber tomado un arma antes—. ¡Toda tu gente es una maldición! Cuando la noche se tiña de sangre...

Marco retrocede dos pasos más, si se adentra en la tienda quizás pueda escapar de alguna forma.

—¡Te mataré! —Aquel hombre avanza con los ojos inyectados en sangre, la ira y la venganza palpada en sus facciones y el pecoso se gira abrazando a Liam con fuerza, para protegerlo. Pero el golpe de la espada nunca llega.

—Mierda… —Reconoce la voz de Jean y siente el terror en el pecho, floreciendo como el humo.

Marco se gira viendo la espalda de Jean y la punta de aquella espada entre su carne. El líder lo ha atravesado a un costado del ombligo.

—¡Jean! —grita Marco haciendo ademán de bajar al niño, pero se detiene cuando Jean toma la empuñadura con un gruñido.  

Los rodea por instinto, pero no se irá, no puede dejar a Jean. Se siente culpable, aterrado, y el dolor de aquello lo está aturdiendo, enfriándole la garganta.

Entonces Jean le da con la cabeza en la nariz a aquel hombre, tomando la empuñadura de la espada y sacándosela con un grito, para luego alzarla en el aire y cortarle el cuello. Fue todo tan rápido que Marco parpadea sin creerlo. La espada no atravesó la carne y la cabeza se cae hacia un lado en un ángulo grotesco. Aquel cuerpo se desploma y la sangre empapa la tierra.

Jean cae de rodillas mirando la sangre que emana de su vientre. Marco por fin suelta a Liam y corre hacia él. Ayuda a Jean a recostarse, descansando la cabeza sobre sus rodillas.

—¡Jean! Oh, Jean, perdóname —dice Marco una y otra vez, con gruesas lágrimas cayendo por su rostro mientras presiona aquella herida en su vientre—. Por favor, Jean, no me dejes, perdóname, perdóname…

—Ahora entiendo por qué volviste, Marco. Perdóname a mí por ser tan idiota—Jean alza la mano, tibia por la sangre, y acaricia la mejilla de Marco con los nudillos—: Te amo.

—Pregúntalo, Jean, ¡vamos! —exige Marco. Por primera vez quiere usar su poder para algo propio, quiere saber si Jean sobrevivirá.

—No, Marco. Que se haga la voluntad de los dioses —responde con una media sonrisa y su cabello se ve mucho más blanco en contraste con su piel que pierde el color—. Estas vivo y nada más me importa.

Marco solloza con fuerza y enlaza sus dedos con los de Jean. No puede soportarlo, aquel miedo que le aprieta el pecho va a hacer que se desmaye. La tristeza escapa en lágrimas por sus ojos y por primera vez se arrepiente de todo, debió terminar con aquello en cuanto Erwin exigió que Jean se casara con Mikasa.

Jean iba a morir por su culpa, por salvarlo. Su amor ha desatado todo aquello y solo puede pensar en aferrarse a ese momento como último consuelo.

—Te amo, Jean —dice Marco con la voz rota, besado la mano del chico y sintiendo el regusto metálico de la sangre aun tibia entre sus dedos.

Entonces Jean cierra sus ojos, sintiéndose demasiado cansado, pero tranquilo.

 

 

 

Todo está demasiado oscuro y la atmosfera a su alrededor se siente espesa. De pronto todo es luz, cegadora y blanca. Jean intenta enfocar, pero es como si sus sentidos estuvieran fuera de su cuerpo, como si estuviera ordenándole cosas a su cerebro desde la distancia, como si aquel ya no le perteneciera.

Entonces todo se convierte en una espiral de colores frente a él y es tragado por su energía. Se siente suave y fría, mezclándose, yendo y viniendo a su alrededor. Cuando al fin puede enfocar, es como si flotara en el vacío. Intenta respirar pero sus pulmones no responden, no los necesita.

Tiene que avanzar, sabe que tiene que seguir por esa espiral y encontrará una salida, podrá descansar. Siente que debe hacerlo y cierra los ojos mientras se deja llevar, se deja tragar por aquella espiral de energía.

Entonces lo siente, el tacto tibio de una mano sobre su brazo. Lo reconoce, puede sentir aquel cosquilleo entre sus pensamientos.

—Jean —su voz, una melodía que lo hace abrir los ojos y añorarlo. Lo busca entre la nada.

Ya no quiere dejarse llevar, quiere encontrar a Marco, quiere estar a su lado… quiere volver.

Jean mira hacia los lados pero todo es blanco, luces que se mezclan unas con otras, que estallan y se contraen. De pronto hace mucho frío y cuando intenta abrazarse su cuerpo no tiene firmeza, es nada.

Grita, pero la voz no le sale, como un eco silencioso y vacío. Todo es tan extraño que siente el miedo y con esa horrible sensación vienen las imágenes. Ve a Armin de pie, con los ojos blancos y el rostro demacrado, pero no es su rostro, es el de miles de antiguos espíritus que lo poseen. Jean, o lo que queda de él, intenta huir, desaparecer, pero no puede, aparecen más rostros: Eren, Mikasa, Sasha y Conny, también su padre. Ojos blancos, el olor de la muerte, podrido y dulzón.

Se hace un agujero a sus pies y cae por él, su forma incorpórea es tragada. Al fin puede sentir su cuerpo, siente sus extremidades y sus sentidos vuelven a su lugar, pero el alivio dura muy poco cuando unas manos lo toman de los tobillos y lo jalan. Jean entierra las uñas en la oscuridad, que se siente como barro entre sus dedos.

Pero ya no le quedan fuerzas.

Abre los ojos y ve un montón de ramilletes colgados sobre él, sabe que ha visto esa tienda antes, huele a hierba y especias. Gira el rostro y ve a Armin caer hacia un lado, siendo sujetado por Eren. Son ellos, sí, están vivos. Jean traga y su garganta duele, seca, hace mucho que no ha hecho esa acción.

—Jean…

El castaño ceniza gira el rostro y sus ojos se topan con los de Marco, brillan y una sonrisa se le escapa junto a un sollozo. Quiere hablar, pero la garganta le duele y es el pecoso quien se recuesta sobre él para abrazarlo. Siente su aroma cálido pero el dolor en el costado de su abdomen le arranca una queja.

—Lo siento —suelta Marco dejando caer sus lágrimas en el rostro de Jean, que lo atrapa de la nuca y lo jala para posar sus labios una sola vez, no tiene fuerzas para más.

Le duele cada parte del cuerpo y agradece que Marco le acerque un pote con agua. Al fin su garganta se contrae ante el líquido pero el dolor pasa y disfruta de la sensación. Armin se arrodilla a su lado y se notan unas profundas ojeras bajo sus ojos.

—¿Qué pasó? —¿Aquella es su voz? Lo es, pero suena rota, la garganta le arde demasiado.

—Te trajimos de la muerte, Jean —dice Armin con una sonrisa de medio lado.

—No ibas a sobrevivir a la herida, así que hicimos algo arriesgado…

—Algo estúpido —interrumpe Eren a Marco, que lo mira unos instantes. Sabe que estuvo preocupado por Armin. Hacer aquel ritual era en extremo peligroso, pero había sido decisión del rubio.

—Unimos tu vida a la de Marco —termina de explicar Armin y Jean gira el rostro recibiendo una sonrisa del pecoso, que demuestra que no está arrepentido por aquello—. Aunque si él muere, tú también y viceversa.

Armin le pide a Eren que lo saque de allí, está muy cansado y quiere darle espacio a la pareja. Así que el castaño lo ayuda a levantarse y se van rumbo a su tienda.

—Se supone que el que hace cosas estúpidas soy yo.

—Hicimos muchas cosas estúpidas, Jean —dice Marco alzando la mano para acariciar el mentón del castaño cenizo, la cicatriz que le dejó el líder de los Samler aquella noche en que se lo llevaron—. Pero no me arrepiento y no volveré a perderte, pase lo que pase, no volveré a separarme de ti.

Jean puede ver la culpa en esos ojos café y sonríe para tranquilizarlo. Esta feliz, demasiado feliz, pero la cabeza le palpita horrores y no puede enfocar del todo bien. Estuvo a punto de morir, si Marco no hubiese unido sus vidas, ya habría cruzado el camino hacia las tierras sagradas.

Vuelve a jalar de la piel que cubre el pecho de Marco, sintiendo la suavidad del pelaje y el aroma dulce del chico, para volver a besarlo, usando los últimos retazos de energía que le quedan.

—Debes descansar —susurra Marco y su aliento acaricia su boca.

—Quédate —más que una súplica, es una orden, Jean lo exige.

—No me iré, Jean. Nunca —promete Marco acomodándose a su lado.

Lo han traído de la muerte uniendo sus vidas y si ambos morirían, era una consecuencia que no le importaba asumir. Estaba seguro de que tampoco podría seguir viviendo sin Jean.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Epílogo

 

Han pasado diez años y Marco acaricia con la punta de los dedos aquella marca que sobresale de la piel de Jean todas las mañanas, cada vez que puede, un silencioso recordatorio de lo que tuvieron que pasar por amor.

El pecoso le cruza la bufanda de piel sobre los hombros, el color negro refulge suave bajo esos cabellos ceniza y le da un casto beso sobre los labios antes de salir de la tienda.

La aldea ha crecido mucho, construyendo tiendas más firmes, extendiendo sus dominios y conformándose como una sociedad reconocida por sus costumbres y cultura. Son fuertes y organizados, evolucionando pero manteniendo sus tradiciones.

Jean entra en la tienda central, la más grande de la aldea y se sienta sobre un montón de pieles, frente a todos los líderes de cada actividad, que se reúnen a su alrededor para organizarse e informar los resultados, también buscando sus consejos y designios. Porque él es el líder.

Marco se mantiene de pie al lado izquierdo de Jean, es su apoyo y su sombra, es su todo.

—Necesito saber si este año el invierno no será tan crudo y valdrá la pena cultivar verduras más débiles o podríamos guardar las semillas para la temporada que sigue —pregunta el hombre que está cargo de los cultivos.

—Dime, Marco —le habla Jean y sus ojos se encuentran—, ¿qué es lo más apropiado para plantar?

Los ojos del chico se tornan dorados, brillando ante la manifestación de su don y después del leve trance, contesta—: La tierra será dura con nosotros esta temporada, reclamará todos los cultivos que no resistan su inclemencia.

—Se sembrarán papas y cebollas, no podemos arriesgarnos a perder cultivos —ordena Jean y el hombre asiente en acuerdo.

Luego de una hora de conversaciones, decisiones y designios, Jean se despide de los encargados y sale de la tienda rumbo a la herrería de Conny. El chico se gira con una sonrisa, y no está solo.

—Padre —saluda Liam cuando lo ve llegar.

—¿Problemas con tu espada? —pregunta Jean agitándole los cabellos castaños y el chico se remueve un poco incómodo, ya tiene dieciocho años, es todo un hombre y cuando Jean percibe su incomodidad, ríe alto.

—Emilie la estrelló contra una roca y se abolló —explica encogiéndose de hombros.

—Emilie de nuevo, ¿eh? —dice Marco y todos se sobresaltan ante su sigilo.

—Sí, bueno, ella dice que como yo soy su Oráculo ella debe ser mi guerrea, como Padre es contigo, Papá —explica Liam y aunque intenta mantenerse sereno, el sonrojo hace resaltar sus pecas ante una aclaración tan vergonzosa por parte de la niña—. Así que quiere entrenar el uso de la espada.

Emilie es la hija que Erwin y Petra, una hermosa niña de diez años que es la Descubridora de Liam. Jean y Marco habían adoptado al pequeño, y con esa manifestación era más que predecible que Liam y Emilie heredarían el mando de la tribu cuando ella alcanzara la mayoría de edad.

Las cosas han tomado su curso y Jean es un buen líder como era su destino y talento, junto a su fiel consejero Marco. Su compañero.

—Espera —gime Marco cuando una vez que entraron en la tienda que comparten, Jean lo ha tumbado sobre las pieles que les habían obsequiado esa mañana—. Tenemos que ir a ayudar a despellejar los peces para la cena.

—Pueden hacerlo los chicos —rebate Jean pasando al lengua desde la clavícula hasta el lóbulo de Marco, que ronronea de placer.

—Un líder tiene que integrarse a las actividades de su pueblo.

—Lo sé, lo sé… pero será rápido —insiste Jean refregando su erección contra las caderas de Marco, que alza las piernas para envolverlas a su alrededor.

—Nunca es rápido —contesta el pecoso con una media sonrisa, mordisqueando el mentón de Jean, justo donde la cicatriz en forma de “x” marca su piel.

Sobre las pieles suaves ambos chicos se tocan, se besan como si fuera la primera y última vez. Porque han aprendido a amarse sin que nada importe, aunque puedan predecir ciertas cosas del futuro, nada es seguro, jamás. Eso lo tienen muy claro.

Caen sobre la cama de pieles y paja. Marco se gira viendo a Jean buscar alguna tela con la que limpiarse.

—Hicimos un desastre de todos modos —suelta Marco sonrojándose, sintiendo el líquido tibio caerle por los muslos, y eso que sólo fue un encuentro a base del roce de la erección de Jean entre sus muslos.

—Sí, pero somos un desastre que puede incluso con la muerte —dice Jean limpiando entre sus piernas mientras lo besa suave, abriendo al boca para succionar sus labios y deslizar la lengua dentro. Un desliz suave y caliente, delicioso.

Salen de la tienda y Marco ve a las gemelas de Conny y Sasha pasar corriendo frente a ellos, huyendo de Mikasa que finge perseguirlas para devorarlas. Eren deja un canasto lleno de pescado sobre la mesa común y se gira hacia Armin, que se aleja levemente, a lo que el castaño avanza para tomarlo de la cintura y pegarlo a su cuerpo. Armin le golpea el brazo y le regala un suave beso.

Emilie se lanza desde el nogal para caer sobre Liam, que sonríe mientras le revuelve el cabello rubio. Sus ojos celestes de la niña se posan en la pareja de líderes y su rostro se ilumina.

—¡Jean! ¡Marco! Vamos a cenar —los llama mientras se levanta seguida por Liam.

Ambos se miran y Jean lo jala de la nuca para dejar un casto beso sobre su frente.

Los dioses han querido que estuvieran juntos. Dejaron que Jean volviera de la muerte a cambio del sacrificio de unir sus vidas. A pesar del miedo y la pérdida, siguen allí. Firmes.

Su historia había sido escrita sobre el hielo del inicio de los tiempos, profecías que prometían el equilibrio entre su comunidad.

Ambos prometieron cuidar de su amor por los años que les quedara de vida. 

Notas finales:

Ojalá les haya gustado. Estos dos merecen mucho más amor~ (no puedo superar el hecho de que Marco realmente no volverá)

La verdad, fue entretenido escribir una historia con esta temática y jugar con la personalidad de los personajes para cada rol que desempeñaban en la aldea.

Gracias por leer y sus bellos reviews son amados.

Marco Pecas Bodt para todos~


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