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Enamorando a mi papás por Charly D

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No tengo idea de cómo estoy aquí, ni cómo llegué y lo que es peor de todo: ¡Mis papás no se quieren! ¡Creo que ni siquiera se conocen!

 

¡Debo estar soñando, debo estar soñando! Eso es, si cierro los ojos y luego los abro seguramente apareceré en el sillón cómodo de la señora bonita y todo estará solucionado, sí eso haré, cerraré los ojos y los abriré a la cuenta de tres…

 

-- Uno… dos… ¡Tres! – abrí los ojos rápidamente y miré a mi alrededor… ¡Nada! ¡Sigo en el mismo sitio! ¿Qué está pasando? No puede ser posible esto, no puedo estar en el año de mil novecientos noventa y dos, eso es imposible, ¡Ni siquiera he nacido! No puedo estar aquí.

 

-- Caramelos, lleve sus caramelos – esa voz angelical, ese tono tan dulce como los caramelos lo recuerdo. Vuelvo mi vista hacia una de las bancas cercanas a donde está mi papá joven, esto debe ser un mal sueño, y la miro, la señora bonita tiene una caja en sus manos con caramelos de diferentes colores. Sin perder tiempo me acerco a ella, mientras corro noto como unos chicos me miran extrañados, creo que algo en mí les llama la atención. 

-- ¡Usted! – Le digo ganándome su mirada, ella debe saber algo – ¿Qué caramelos son estos? – antes de cuestionarla sobre lo extraña de la situación, le pregunto por esos dulces raros, nunca en mi vida los había visto.

-- Se llaman abejitas, son mermeladas de colores y sabores diferentes, algo que en tu época ya no existe – me mira fijamente.

-- ¿Mi época? No me diga que… esto… – señalo todo a mi alrededor – ¿Todo esto es real?

-- Absolutamente, todo es real, esto es real.

-- No puede ser, debe ser un sueño, ¿Se da cuenta de lo que dice? Esto quiere decir que vengo de... – comienzo a contar con mis dedos, no soy muy bueno en eso de las matemáticas – Vengo de… veinte años, ¡He retrocedido veinte años!

-- Veinticinco para ser exactos – bueno, al menos me acerqué.

-- ¡Veinticinco años! ¡No he nacido siquiera! 

-- Así es, tú todavía ni en planes estás.

-- ¿Por qué estoy aquí? – no entiendo nada.

-- Tú lo deseaste, pediste que tus padres se amaran como antes, como antes de que nacieras, que recuperaran su amor desde el principio y según sé este es el año en el cual ellos se conocerán.

-- ¿Se conocieron en mil novecientos noventa y dos? ¿Y yo qué tengo que ver?

-- Respondiendo tu primera pregunta sí, este es el año en el que ellos se enamoraron, y en cuanto a la segunda, muy fácil, tú debes propiciar que ellos se enamoren, una serie de eventos harán que ellos se acerquen, pero uno en específico será el que los una por el resto de sus vidas, y tú tienes mucho que ver en ello.

-- ¿Yo? No entiendo, cómo puedo yo hacer eso si se supone que no existo – Esto es muy complicado de entender para un chico de quince años como yo.

-- El misterio de la vida es así, pero una serie de eventos desencadenados por una persona logró que tus padres se enamoraran, si esa cadena de situaciones no ocurre, tus padres nunca se acercarán, nunca de enamorarán y por ende tú jamás existirás.

-- Eso no es cierto, soy hijo de uno de ellos, no se necesita de mi otro papá para que yo nazca, ¡Yo gano! – le comento feliz, al menos le gané en una de las cosas que me dice.

-- Tienes toda la razón, pequeño, eres hijo biológico de uno de ellos, pero quisieron que nacieras por una decisión de ambos en un momento determinado, si ellos no están juntos, no tomarán la decisión de ser padres y el espermatozoide que fecundará el óvulo por el cual existirás nunca lo hará. 

-- Eso suena feo – miró a mi papá que sigue gritando cosas de la naturaleza.

-- Recuerda, ellos no te conocen, y mucho de lo que tú sabes y tienes no existe, anda con cuidado y suerte en tu misión.

-- Pero… – volteo para hablar con ella pero la señora bonita ha desaparecido – Yo debo hacer que se enamoren mis papás… ¿Cómo lo lograré?

 

 

 

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Con él, Carlos y yo estábamos en casa, papá y mamá no se encontraban, era mi momento favorito del día, podía hacer lo que quisiera, o mejor dicho, podíamos hacer lo que quisiéramos. Con Carlos todos los que nos conocían creían que éramos un par de amigos, y sí, pero a la vez más que eso, más que amigos. Estaba en la cocina cortando unas manzanas para comer como botana mientras mirábamos una película, él estaba regresándola en la videocasetera, como tarda unos minutos me da el suficiente tiempo de hacer lo que comeremos.

 

-- ¿Y sí está interesante? – oí hasta la cocina su pregunta.

-- Pues dice mi mamá que sí, lo único malo es que está subtitulada, pero ni modo, por eso solo vemos películas del país, que estén en español – le contesté, estaba rebanando la última manzana.

-- Suena a aburrida ‘El padre de la novia’, ¿Será de esas cosas de chavas?

-- No lo sé, no la he visto, por eso te invité hoy, para que la viéramos juntos – me sonrojo, solía decirle cosas así de atrevidas.

-- Bueno – me contestó mientras yo regresaba a la sala y noté que estaba de pie mirando que la video terminara de regresar toda la cinta, odiaba cuando mis papás no lo hacían, uno perdía tiempo en ello.

 

Carlos para mí era un chico muy especial, era… era un sueño, cuando nos conocimos teníamos dieciséis años, a casi dos de conocernos, sabíamos muchas cosas el uno del otro, conocíamos el secreto más oscuro que podíamos poseer personas como él y como yo, ese era que a ninguno nos gustan seriamente las muchachas, pero debía permanecer como un secreto puesto que si mis padres o mis compañeros se enteraban dirían que estamos enfermos o locos, por esa misma razón nos escondíamos, nos abrazábamos a escondidas y nos tomábamos las manos cuando nos asegurábamos que nadie nos veía.

 

-- ¡Por fin! – exclamó cuando notó que la cinta se detuvo, ya está completamente regresada.

-- Vamos, siéntate, quiero verla a tu lado – otra vez, era con él, un pícaro sin remedio, pero no podía evitarlo, Carlos me gustaba mucho.

-- Noé, nos pueden ver – me dijo mientras miraba hacia la puerta.

-- Descuida, no están, así que podemos tomarnos las manos en lo que llegan, cuando oigamos la puerta no soltamos y ya – le dije, me acomodé a su lado y con el control remoto pusimos play a la película. Vaya que se ve genial, mi papá prefirió comprar un televisor nuevo y muy caro antes que cambiar el viejo refrigerador, se ven muy bien los colores en él, a comparación de la otra televisión esta era muy moderna y grande, la pantalla curva de cristal, protegida por esa enorme caja de plástico color negro, es de buena marca, supongo que debió costarle un ojo de la cara, pero así era él, solo esperaba no se calentara igual que la otra.

-- Tu papá hizo bien, está chévere esta tele – me comentó. No le presté demasiada atención la película porque lo estaba mirando a él.

-- Eres el mejor, Carlos – le dije y repegué mi rostro contra su hombro, sentí como él tembló, no lo pude evitar, lo quiero mucho.

-- Tra… tranquilo, tus papás, ni nos llegan a ver nos matan por pervertidos.

-- No te preocupes, ellos nunca sabrán nada, solo somos tú y yo, solo los dos.

 

 

Así pensé que seriamos unos amantes clandestinos, capaces de vivir nuestro romance a espaldas de todos, pero sabiendo que estaríamos juntos al final de cuentas. Lo de la película ocurrió la tarde anterior, hoy, luego de aquella plática con la hippiosa esa que se nos acercó, caminamos rumbo a la biblioteca de la ciudad, teníamos una terea de sociología y queríamos revisar los periódicos de hacía unos años en esa máquina nueva que tenían, una cosa llamada microfilm, una pantalla como de televisión con una manija en la parte derecha  la cual presionabas y cambiaba las hojas de la pantalla en blanco y negro, todos la queríamos usar, y qué mejor si había un pretexto, por ello debíamos apresurarnos porque seguramente habría fila.

Avanzamos procurando ser discretos cuando aquella pesadilla ocurrió. Noté como Carlos se irguió cuando ella apareció frente a nosotros.

 

-- ¿A dónde vas? Bueno, perdón, van – Estela, así se llamaba esa chica, una castaña de ojos claros, muy linda, si hablaba con sinceridad. Ella le sonreía y él se notaba algo serio.

-- A la biblioteca, a hacer una tarea – le contesté al notar que Carlos no lo hacía.

-- Ah, está bien, oye Carlos, dice mi mamá que le des las gracias a la tuya por lo del postre de antier, le quedó muy rico, les caíste bien a mis papás, así que sigue haciendo méritos y serás el primer novio de alguna de nosotras, mío o de mis hermanas  que les caiga bien – ¿Novio? ¿De qué habla?

-- ¿Entendí bien? – Los interrumpí – ¿Ustedes son novios? – miré a Carlos, éste desvió ligeramente el rostro.

-- ¿No sabías? – Preguntó la muchacha que tenía enfrente, se notaba algo contrariada – Pensé que lo sabías, discúlpame si fui indiscreta – se notaba sumamente apenada – Es que, pensé que como eran amigos tú ya lo sabías, perdón – se disculpó, se notaba en su tono y su cara lo avergonzada que estaba.

-- No te preocupes – mi garganta se iba cerrando poco a poco, sabía lo que iba a ocurrir en unos minutos – Me… me sorprendió un poco eso es todo… Con… – aclaré mi voz carraspeando un poco – Con razón has estado así de raro, tenías ese secretillo – mi labio temblaba, lo sentía – Me alegro por ustedes – sonreí, forzaba una sonrisa para no llorar.

-- No te lo había comentado porque… – ese mentiroso iba a hablar.

-- No digas nada, entiendo, a veces tenemos secretos… ¡Hasta con los amigos! – remarqué notoriamente aquella última palabra.

-- Discúlpame la imprudencia – ella se excusaba nuevamente.

-- No te preocupes, ya me habría de enterar luego – le palmeé el hombro – Bueno, me parece que lo correcto es que vayan a pasar la tarde juntos, deja la tarea de mi parte, total, el maestro Gil la pidió hasta el próximo lunes, pásenla bien – me giré de espaldas para evitar que vieran mis ojos llorosos.  

-- Noé – mencionó mi nombre él, nunca en mi vida había sentido como si por dentro algo se me rompiera en miles de pedazos y no poder detener la destrucción, no poder hablar, no poder llorar sin levantar sospechas. No dije más y avancé rápido, cada vez más rápido, creo que esto es lo que llaman tener el corazón roto, y se siente tan horrible que ruego en silencio nunca volver a experimentarlo, nunca volver a pasar por esta espeluznante sensación, nunca volver a enamorarme para no pasar por esta herida tan dolorosa otra vez.

 

 

 

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Ni hablar. Tengo que hacerlo, haré que mis papás se enamoren, no creo que sea tan complicado, seguramente cuando se vean harán clic, y como película de Adam Sandler, quedarán flechados, por cierto, ¿Existirá Adam Sandler en esta época? ¿Existirá el cine en esta época? Los podría invitar al cine, pero no tengo dinero, ¿Servirá mi dinero del futuro en este año? Me preguntaba cuando miré que mi papá levantaba sus cosas para irse.

 

-- ¡Se escapa! – Dejé de preguntarme cosas, debía ir tras él – ¡Hey, tú! ¡Papá! – pero recordé, él no sabe que es mi papá y no sé por qué pienso que es más seguro que no lo sepa – Digo, ¡Tú, el hippie! – Como que me llamo Roger que esos dos se enamorarán, será muy sencillo, más sencillo que robarle un dulce a un bebé…

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

Notas finales:

Gracias por su lectura...

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