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Enamorando a mi papás por Charly D

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Han pasado casi dos años desde que miré su rostro por primera vez, estaba en la escuela y por increíble que pareciera no había tenido la oportunidad de verlo o admirar su cara. Fue aquella mañana lluviosa, era un lunes temprano, como a veces me pasa, salí tarde mi barrio y llegué tarde a la prepa, me tuve que esperar en la entrada para que me dejaran pasar a la segunda hora, estaba algo mojado porque la lluvia me sorprendió cuando apenas iba a medio camino, estaba vociferando un par de leperadas cuando aquella escena ocurrió, fue como si de una revelación se tratara, su rostro, aquellos ojos, su piel clara, ese cabello con unas gotas escurriéndole por las puntas, aquel día lo conocí, su nombre era un misterio, pero luego de preguntar discretamente a los vatos de otros grupos lo supe: Noé.

Llegó corriendo al lado de un sujeto que por demás me cayó como patada de mula, su amigo mentecato, Carlos. Su cuate me valió un carajo, pero Noé, él era quien captó mi atención, lo miré atentamente, sin embargo ni siquiera reparó en mi presencia, estaba demasiado entretenido en la plática con aquel morrillo burguesito que ni una mirada me dio, aquello no me importó, yo me conformaba con lo que había visto, con el paso del tiempo caí en cuenta de algo, al parecer aquel interés raro es lo que se conoce como ‘el flechazo’. En una ocasión la Raco me habló de eso, es cuando te encuentras con alguien que pone tu mundo ‘patas pa’rriba’, la panza te cruje y sientes chistoso cada que miras a esa persona, me aseguró que si aquello le pasa a alguien se dice que cupido lo acababa de flechar y que irremediablemente te habías enamorado, luego de eso habló de viejas y porros.

Cierto día, pude caer en cuenta que era cierto, ya me había enamorado de Noé, el fresita que no convive con la raza y mucho menos se fijaría en alguien como yo, sin contar y dejando de lado lo más importante: no era homosexual. Me resigné pues, a verlo de lejos, a contar cada una de sus sonrisas y hacerme menso, como si estuviera viendo otras cosas, ni Lucy sabe de m interés por el apretadito ese, pero cada que puedo no pierdo la oportunidad aunque sea de soñar de lejos.

Para todos soy el revoltoso que cuida las plantas, y sí, cuido el medio porque es el lugar en el que vivimos, pero no soy lo que todos creen de mí, no saben lo complicado que es esconder lo que soy y lo que me gusta, solo dos personas saben mi realidad, mi dura y difícil realidad, he tenido cosas con otros vatos, pero nunca he sentido lo que siento por el fresita, sé que lo que deseo es imposible, un príncipe jamás se fijaría en un vagabundo, y está de más pensar quien es quien.

 

-- Gracias por acompañarme – me volvió a mirar con esos ojitos tan bonitos que tiene mientras me dijo aquellas palabras, si supiera las ganas que tengo de abrazarlo, pero no debo, pensará que soy un desviado loco y con justa razón me daría un ‘guamazo’, me basta con tener el chance de dejarlo en la puerta de su casa sano y salvo, ojalá pudiera hacerlo todos los días, pero no se puede y menos si todo el tiempo está con esa lapa de Carlos cara de huevo. Al menos el morrillo me ayudó a cumplir una fantasía: caminar al lado del fresita de los ojos bonitos.  

 

Como no quiso ir a su casa, Roger se quedó en la mía, no me da desconfianza, al contrario me recuerda a mi hermana, me da ternura y por lo mismo siento el impulso de cuidarlo, justo ahora lo miro dormir, él se quedó en mi cama y yo en el piso, la luz del patio hace que su cara se vea con cierta claridad, duerme tranquilo, hace una ligera sonrisita, al parecer sueña algo bonito, en verdad me alegra verlo relajado. He de confesar que cuando salí de la fiesta furioso por el desprecio del fresita de ojos bonitos, me olvidé de Roger, pero cuando lo recordé me volví a buscarlo, pregunté a todos por él, me sorprendí enormemente al percatarme que estaba desesperado por hallarlo, es como si una fuerza en mi interior me enviara el sentimiento de pánico al no encontrarlo, uno de los chavos de la fiesta me dijo que lo vio irse rumbo a la glorieta de las palomas y fue entonces que corrí para buscarlo, no dejé de sentir preocupación hasta encontrarlo, y cuando lo vi al lado de Noé una paz me invadió por completo, sentí como si Roger no pudiera estar en mejor lugar que ahí con ese chico. 

 

-- ¿Qué tantos secretos guardas, morro? – pregunté, sabía que no me iba a responder, pero era cierto, ese niño es un completo misterio, nunca en mi vida lo había visto, pero siento como si lo conociera de toda la vida, es algo tan raro como su aparición misma. Habla de cosas locas, a veces me dice papá, ese niño me tiene muy intrigado – Ay hijo – suspiro para luego soltar una discreta risa, si él me dice papá le diré hijo, me vuelvo a reír por mi chiste tan descabellado, Roger mi hijo, eso sería algo imposible, me acomodo en mi cobija y me dispongo a dormir, había sido un día lleno de sorpresas pero de cosas buenas, una de ellas había sido Noé.

 

 

 

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El cielo es oscuro, muy negro, lo puedo ver desde mi ventana, estoy acostado en mi cama, fue un día horrible, descubrí un secreto de Carlos, mi chico ideal, aquel que me ponía los vellos de punta, él tenía novia y no me lo había contado, saberlo de labios de ella había sido como un tiro de gracia a mi corazón, me resulta imposible arrancarlo de mi mente, de mi pecho, de mi corazón herido, lo quiero tanto pero también sé que ya no es posible, tengo que aceptar que siempre le dio miedo lo que teníamos, una amistad que era más que una amistad, una relación que nunca lo fue en concreto, éramos algo sin ser nada, así se podría definir lo que teníamos.

 

-- Duele mucho – me dije y en completa soledad unas lágrimas se escaparon de mis ojos, tengo que llorar para sacar lo que siento, solo así puedo hacerlo sin temor a ser juzgado, llorar solo, como siempre, recordándome que los príncipes no se hicieron para estar con otros príncipes sino con princesas.

Miro al lado derecho de mi cama, ahí hay una silla, en ella colgué mi playera interior, justo recuerdo que mi camisa se la arrojé a aquel hippie, él me tiró un vaso con refresco encima, niego con la cabeza mientras sigo mirando mi playera, me parece todavía increíble que yo haya permitido que ese Ramin me trajera a casa, lo que estoy a punto de pensar es algo que solo a mí mismo podría decirme, porque si alguien me encara lo negaría todo, pero el regreso a mi hogar esta noche fue muy reconfortante, fue una sensación sumamente extraña, fue… fue como si estuviera con mis papás, es decir, como si estuviera con mi familia, Ramiro y ese chiquillo, el cual me dejó muy inquieto, el solo verlo me produce algo que aunque quisiera explicarlo no podría, descarto cualquier tipo de interés amoroso, es algo completamente distinto, tan difícil de entender que reitero me sería imposible explicarlo.

Su mirada, la mirada de ese hippie, es muy intensa, me miraba y me hacía sonrojar, por supuesto no lo demostré, pero me intimidaba de una manera no agresiva, más bien era solo inquietante, me sentía observado pero de un modo respetuoso y eso mismo me hacía tener las mejillas coloradas, por uno momentos dejé de pensar en mi pena, resulta curioso que este día me rompen el corazón en cientos de pedazos, mis sueños se desmoronan pero extrañamente un chiquillo que apenas conocí me convence de que el hippie que me da cosa me acompañe a casa, y más aún sorprendente, estoy pensando en ese hippie fuma porros y mugroso.

 

 

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El sol me da directamente en mi cara, aprieto los ojos para no sentir la incomodidad, no me quiero levantar. Estoy tan tranquilito, me hago taquito, quiero dormir todo el día, tuve un sueño muy raro, soñé que conocía a mis papás de jóvenes, niego con la cabeza y me tapo la cara, solo fue un extraño sueño.

 

-- Levántate Roger, tienes que ir a la escuela – oigo que mi papá me habla, ¡No quiero ir!

-- Cinco minutos más, por favor – ruego sin quitarme la manta de la cabeza.

-- Ándale, que se nos hace tarde y no vamos a llegar a la primera hora – mi papá es bien lengua, él no va a clases conmigo.

-- Ya, papá, déjame dormir otro rato – le contesto haciendo pucheros.

-- No soy tu papá, soy Ramin, levántate que ya se nos hizo tarde – ¿No es mi papá? ¿Ramin? ¿Tarde?

 

Me quito la sábana de encima y me incorporo de inmediato, miro a mi alrededor, no estoy en mi cuarto, no hay tele, no hay posters de mi grupo favorito, definitivamente esta no es mi alcoba. Miro a mi costado y veo a un joven poniéndose los zapatos.

-- Ándale, morro, que ya debemos irnos – ¿Mi papá joven?

-- ¿Tú? – pregunto incrédulo.

-- Ya no nos da tiempo desayunar, así que te puse un pan en ahí junto – señaló la cómoda que está junto a su cama.

-- ¿Pan? – miro el alimento.

-- Si no te paras te dejo solo – me advierte y como no quiero quedarme aquí solo, me levanto como saeta y me pongo mis tenis, quiero revisar la hora, discretamente claro, pero veo que mi teléfono está apagado, recuerdo que lo apagué antes de dormir para que no se descargara, en esta época no existen los celulares inteligentes y en ningún lugar del mundo encontraría un cargador para iPhone, por eso mismo lo apagué, no soy tan tonto.

 

Luego de salir corriendo, mientras me atragantaba con un pan y mi papá también, recorrimos las calles para llegar al colegio, son tan diferentes a las que yo conozco, me parece increíble que este barrio haya cambiado tanto en estos años, de verdad que puedo decir que es otro, no tiene casas tan lujosas como las que recuerdo, las calles no están pavimentadas como en mi época, hay terrenos que no sabía que alguna vez estuvieron desérticos, noto cómo la civilización avanza a pasos gigantes, con razón me siento tan fuera de lugar, este no es mi sitio.

 

Llegamos y casi muero de un paro cardiaco, corrimos como locos, según papá llegamos tarde, tendríamos que esperar a la segunda hora, por lo mismo no pudimos entrar.

-- Por cierto ¿No me has dicho en que grupo estás? Ahora que lo pienso no te había visto antes.

-- Bueno, eso… eso es… bueno, soy de intercambio, digo, alumno de otro lado, lejos, muy lejos de aquí.

-- ¿Hacen intercambios? No lo sabía – me mira sorprendido.

-- Sí, intercambios – sonrío esperando que no me cache en la mentira, ni modo que le diga: soy tu hijo del futuro que vino por el té de mota que le dio una señora bruja y estoy aquí para que tú y mi otro papá se enamoren y yo pueda nacer en un futuro, ¿No verdad? nadie lo creería, ni yo lo creo, es más, a lo mejor y esto es un sueño y mientras en realidad estoy tirado en un sillón y esa señora me está violando ¡Qué miedo!

 

Dejamos de vernos porque escuchamos una pelea, un par de muchachos discute, los miramos y por la cercanía distingo quiénes son, o bueno, reconozco a uno: mi pá. Viene discutiendo con otro chico.

 

-- Ya déjame, no quiero oír nada más – le dice pero el otro se le para enfrente.

-- Debes entender, no quiero esto pero es lo correcto, hasta pecado sería si continuáramos – el otro chico le dice con cierta molestia, se nota que mi pá Noé está triste y molesto al mismo tiempo, lo sé porque lo conozco.

-- ¡Pues ya! Deja de moler y vete lejos, al fin del mundo si quieres, me tiene sin cuidado – lo esquiva para avanzar pero el otro le toma con fuerza del brazo, mi pá hace un gesto de dolor, y es ahí donde se acaba mi paciencia, nadie se mete con mi pá. Sin embargo apenas iba a dar un paso cuando mi papá me detiene con su mano.

-- No te muevas, morro, esto lo soluciono yo - ¡Ay no! Reconozco esa mirada, ese tono de voz, ese apretar de puño, es mi padre y llevo toda mi vida conociéndolo, no está enojado, no, para nada… ¡Esta iracundo! Ese tipo que lastima a mi pá, si no se va en los próximos diez segundos o mejor dicho antes de mi papá, el cual ya está caminando rumbo a ese par que pelea, llegue, se va a quedar sin dientes, mi papá va directo a darle un golpiza, lo sé, lo sé… esto se va a poner muy pero muy violento y feo, no quiero verlo… bueno, mejor sí, quiero ver como mi papá le patea el trasero a ese tipo por lastimar a mi pá Noé…

 

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

Notas finales:

¡Gracias por tu lectura!

 

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