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One Night Stand por Aomame

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One night stand

Incierto

Una vez más, como una maldición, Tony despertó solo en su cama. Incluso, pensó que todo lo ocurrido la noche anterior había sido un sueño. Pero la almohada a su lado  que había recuperado el aroma cálido de Steve, y la chaqueta colgada en el respaldo de una silla, le indicaron que de sueño no había tenido nada.

Tony sonrió y se incorporó de la cama como si tuviera un resorte en la espalda. Steve debía seguir ahí, al menos eso pensó debido a la chaqueta. En realidad, sólo quería que estuviera ahí. Bajó las escaleras de dos en dos, dando pequeños saltos alegres. Sentía su pecho inflamado, como si tuviera un globo hinchado de júbilo dentro.  Pensó mientras caminaba descalzo por el pasillo hasta la sala, que despertar así era maravilloso, incluso si Steve se había levantado antes que él. En una convivencia diaria— considerando que Tony solía ir a dormir hasta ya muy tarde, y que Steve se levantaba muy temprano para cumplir con sus kilómetros diarios de trote— eso, probablemente, pasaría constantemente.

Steve no estaba en la sala, ni en el comedor. Tal vez, se había ido a correr, pero si era así, entonces, seguramente ya no volvería.

—Jarvis— llamó Tony arrastrando los pies hacia la cocina—, ¿Steve ya se fue?

—Así es señor.

Tony suspiró al tiempo que cruzaba el umbral de la cocina.

—Pero le ha dejado el desayuno sobre la isla, señor—agregó la IA.

Tony lo escuchó y detuvo sus pasos. Sus ojos ansiosos escudriñaron en los rincones de la cocina. Justo en medio, sobre la superficie de mármol de la isla, descubrió su desayuno cubierto cuidadosamente para retrasar su enfriamiento.

Una amplia sonrisa invadió su rostro.

Casi corrió hasta la isla; se trepó a un banco con ansiedad y después, destapó su alimento. Era un desayuno sencillo pero evidentemente hecho para Tony. Hot cakes con mermelada y un par de mitades de fresas, jugo de naranja recién exprimido y una taza de café. Todo se veía delicioso. Sujetó su tenedor y se relamió los labios golosamente. Entonces, notó una cosa más: había otro plato de hot cakes, otro jugo y otra taza de café un lugar más allá del suyo.

Su sonrisa se amplió más, tanto que  la comisura de sus labios le dolió. Descubrió que Steve pensaba desayunar con él. Aquello hinchó un poco más el globo en su interior.

—¿Tuvo prisa, Jarvis?—preguntó embutiéndose una porción de hot cakes, y comprobaba que aquello no sólo lucía delicioso, lo era.

—Así es, señor. Recibió una llamada y salió apresuradamente.

—Bueh… algo del trabajo, seguramente—se encogió de hombros y siguió comiendo.

Pensó que podía disfrutar una vida con mañanas así; y que, además, tenía un pretexto para verlo de nuevo: debía devolverle su chaqueta.

***

Más tarde, bañado y pulcramente arreglado, Tony Stark arribó al edificio dónde Steve vivía. Llevaba la chaqueta de éste bajo el brazo y su sonrisa seguía firmemente sujeta a su rostro.

Quería hablar con él y verle. Darle su chaqueta, fingir demencia y quedarse a su lado un poco más.  También, por supuesto, le daría las gracias por el desayuno. Eso sería todo. No le hablaría de nada más. Temía que le rompieran el corazón, pero no podía simplemente ignorarlo. Él quería a Steve, lo quería en su vida, en sus noches y días. Y si no podía ser de otra manera, al menos podría ser su amigo.  

Se sentía incapaz de revelar sus sentimientos. El rechazo para él era un tema importante, que lo marcaba profundamente. Siempre se sintió rechazado, de alguna manera, por su padre; hasta el día de hoy sigue preguntándose sobre qué tanto de esa sensación era verdadera. Sin embargo, en su adultez, esa sensación se había marchado. Nadie lo rechazaba, jamás; ya fuera en negocios o relaciones interpersonales. Se convirtió en alguien que rechazaba, y no al revés. Basta decir, que ni Steve había sido capaz de rechazar su propuesta. Esa propuesta  había sido descuidada. Steve no se había negado a ello, porque no tenía razón para ello. Se trataba de un momento de placer que ambos necesitaban, una manera de apagar la curiosidad o simplemente, de  un delirio de borrachos. Su miedo al rechazo subyacía en que el corazón era mucho más fácil de rasgar que las sabanas. Él realmente quería a Steve, nunca había deseado algo como lo deseaba a él. Y no se trataba de un derecho natural, como debía de ser el amor de su padre; o del capricho  de un niño inmaduro. Era algo que no había sentido antes y que le aterraba.

Con ello en mente; y con la alegría de la mañana en un bolsillo y la resignación en el otro, tocó la puerta como hiciera la noche anterior y como la noche anterior, Natasha le abrió la puerta.

—¿Está Steve?

—Lo siento, Tony, no está.

El millonario torció la boca, molesto; como la noche anterior: no estaba.

—¿Tardará?

—No lo sé—Natasha se hizo a un lado para dejarlo pasar— También llamaron a Bucky. ¿Quieres algo de beber?

—No, gracias—se sentó en el sofá de la noche anterior, pero no soltó la chaqueta del capitán— ¿Para que los llamaron?—quiso saber.

—Ni idea—Natasha suspiró al sentarse a su lado—. Se supone que Bucky estaba de vacaciones, ambos lo estábamos… por fin…—se quejó y añadió con un mohín de disgusto—: Maldito Fury.

Tony asintió con la cabeza, estaba de acuerdo con eso de “Maldito Fury”.

—¿Estás segura que esta con Steve?

—Sí, dijo que lo vería en SHIELD.

Tony suspiró. Fury había hecho la llamada que frustró su desayuno con Steve. Doblemente “maldito Fury”.

—Nat, ¿puedo quedarme aquí, hasta que vuelva?

La pelirroja levantó la vista un poco extrañada, desde la noche pasada, Tony estaba raro. Ella sabía que Steve amaba a Tony, pero sobre éste no podía decir gran cosa, era demasiado ambiguo con su comportamiento. Se le pegaba a Steve y lo buscaba constantemente; pero se iba a casar con Pepper.

—Claro, que puedes. Oye, ¿te puedo preguntar algo?

—Sí, lo que quieras, Nat.

—¿Para qué querías a Steve ayer?

***

—Lo siento, Capitán. Sé que le dije que no iba a necesitar su asistencia en esta operación, pero surgió un imprevisto.

Steve asintió al tiempo que ajustaba sus guantes. Un poco más allá, Bucky hacía lo propio, pero con sus botas. Sonó una alarma y se encendió una luz amarilla.

—Estamos entrando en la zona, capitán—anunció Fury.

—Bien—Steve se irguió, para mirar la luz—. Después de que saltemos, esperen treinta minutos antes de volver.

Fury asintió, y se dirigió a la cabina del piloto. Entonces su amigo se acercó.

—¿Listo?

Steve asintió.

—Bucky

—¿Mmh?

Steve le tendió sus placas de identidad; Bucky sonrió de medio lado, las sujetó y a cambio le dio las suyas.

—¿A quién?— preguntó Steve, al tiempo que pasaba las placas de Bucky por encima de su cabeza y luego, las guardaba debajo de la casaca de su uniforme.

—Natasha—contestó Bucky, colocando las placas de Steve alrededor de su cuello— ¿Y tú?

La luz verde se encendió en ese momento, la plataforma de salida comenzó a abrirse. Steve suspiró y aseguró su escudo en la espalda; Bucky hizo lo mismo con su arma.

—Tony—respondió Steve y saltó del avión.

***

La noche llegó mientras Natasha y Tony esperaban. Sentados una al lado del otro, y después de devorar un par de pizzas, hablaban animadamente.

Cuando comenzó a hacer frío, Nat decidió preparar café, encender la calefacción y llevar una manta para su piernas; Tony rechazó la manta y uso la chaqueta de Steve.

 

—Bueno, Tony—la pelirroja se estiró para dejar la taza de café sobre la mesita de centro—. Creo que ya fue suficiente.

—¿De qué?—Tony bebió un sorbo de café en actitud desentendida.

—Le diste la vuelta a mi pregunta, y no has contestado. Te la vuelvo a hacer ¿Para qué querías a Steve ayer? Es más, déjame añadir una más: ¿Para qué lo quieres hoy?

—Quiero devolverle su chaqueta.

—¿Por qué tienes su chaqueta?—preguntó implacablemente la rusa.

Tony vaciló, balbuceo un algo ininteligible, y terminó diciendo algo parecido a la verdad: Steve lo había encontrado afuera del edificio y como no llevaba suéter se la había prestado. Natasha levantó una ceja con incredulidad.

—Pero te fuiste de aquí en taxi, yo misma te subí a él. ¿Cómo es que te encontraste con Steve?

—Me bajé—contestó sin pensar.

—¿Por qué?

—Porque tenía que hablar con él

—¿Sobre qué?

Tony la miró impotente. Natasha seguramente se había puesto un perfume hecho a base de suero de la verdad o algo así. Pero lo cierto era que la borrachera de los días anteriores sumada a un principio de gripe detonada por su exposición al sereno de la noche, le  restaba conexiones a sus neuronas.

—Sobre… la boda—lo último sonó más a pregunta que a respuesta.

—¿Acaso quieres que sea tu padrino?—Natasha levantó más la ceja, curiosamente, era posible, sin que perdiera naturalidad.

Tony negó. Qué locura sería eso. No, no, ni en sus sueños más locos. Tuvo una imagen mental de sí mismo frente al altar con Steve a su lado, pero no precisamente  de la manera que le habría gustado.

—No, sólo quería preguntarle… su… opinión.

La espía tuvo que morderse la lengua para no decirle lo que Steve pensaba al respecto… y lo que ella pensaba también. Respiró profundo.

—¿Qué…?—intentó sonar un tanto divertida y con ganas de molestar (que sí que tenía ganas de ello)—¿… tienes dudas?

Tony tragó grueso, pero no pudo contestar. En ese momento, la puerta se abrió. Bucky entró. No reparó en ellos, parecía distraído. Llevaba el uniforme aún puesto, pero desaliñadamente, tenía manchas de tierra que lo palidecían y otras manchas oscuras de apariencia se sangre seca. En la frente, el sargento exhibía una curación y su pómulo hablaba claramente de un encuentro con un puño.

Nat se levantó del sofá, se acercó a él para darle un abrazo, y preguntarle qué había pasado y cómo se encontraba. Bucky la miró sin mirarla realmente; y respondió lánguidamente que estaba bien.  Algo en su rostro inquietó a Tony, quién se levantó de su asiento y al hacerlo, la chaqueta del capitán se deslizó hasta el piso.

—¿Dónde está Steve?—interrogó con una extraña sensación en la garganta.

Bucky giró el rostro, lo miró como si lo mirara por primera vez, despegó los labios lentamente y respondió con voz ronca.

—En el hospital. 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado. 

Amo las placas de identificación (dog tags) de Steve y Bucky. No sé por qué. Tengo una especie de cariño por la idea...

En fin...

Hasta la próxima!

Continuará...


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