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La noche en cuestión por AccumbensHM

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Notas del capitulo:

Me mantengo firme a no cambiar el orden de los sucesos ni la trama, que ahora en retrospectiva sí me dan ganas de modificar peeeeeeeeero, no, así se queda :)

 

 

Si vas a disparar

 

Marco POV

El celular volvió vibrar, antes de contestar vi la hora: 6:20am y de Ace aún no sabíamos nada.

- ¿Algo? – noto mi voz ajena, como si no fuera mía, como si me costará mucho hablar. Silencio al otro lado de la línea, al parecer no era bueno ocultando mis nervios, ¿nervios?, eso habían pasado hace horas, comenzaba a entrar en pánico. Mis dedos tamborileaban en el volante y cada segundo que tardaba la otra persona en hablar se me hacía una eternidad.

 

- Nada – su voz también era rasposa y seca. No necesitaba escuchar nada más. Cerré el celular de golpe y lo arrojé a la ventana del copiloto donde se hizo una grieta en el vidrio.

Las manos se me agarrotaron sobre el volante , antes de hacer algo estúpido bajé la velocidad y estacioné el auto. Sería irónico tener un accidente justo ahora que la ciudad comenzaba a cobrar vida. Hacía un rato que ya había amanecido y la luz del sol, al contrario de lo que pensaba, sólo me hacía imaginar todas las cosas que pudieron haberle ocurrido para entonces.

 

Cerré los ojos un segundo y dejé caer la cabeza sobre el respaldo. Tenía que pensar claro. Bien, por la última llamada sabía que Ace no había regresado a casa, a su pequeño departamento, además él no es de los que huye, si hubiese sido el caso. Lo primero que se me vino a la mente cuando supe que no llegó después de acompañarme fue que le había asustado con lo que dije… “un tiempo a solas” ¡qué estupidez! Él aun es un niño, no debía haberle presionado así.

 

Ace no es de los que huyen.

 

Cerré los ojos al sentir algo extraño en mi pecho. Era como si el estómago se hiciera pequeño y jalara a su centro todo lo que le rodeaba. ¿Tenía este… presentimiento?, esta sensación que algo iba mal, demasiado mal.

Ace no huye. Él es fuerte. . . Demasiado fuerte para su corta edad, en realidad. ¡Claro que me sentí estúpido al pensar en esto! ¡Más aún por haber tardado tanto en verlo! Estaba seguro que algo le había pasado al pecoso porque tenía ese… ese instinto en las entrañas que no me dejaba en paz. Además, ¿quién desaparece a las 4 de la mañana?! ¡Pero es de Ace de quién estamos hablando!!

 

Arranqué el auto y esta vez sí aceleré. Desde que había salido de la mansión de Shirohige estaba paseando por los lugares más cercanos, buscando en las calles, incluso en algunos bares abiertos hasta la madrugada donde tal vez alguien pudo haber visto algo. Nada, pues. Corría sin dirección. Me dirigía de nuevo a la casa de Shirohige con la esperanza de que, sin importar lo que le haya ocurrido, él sería suficientemente fuerte para hacerle frente.

 

Sonreí como estúpido, pensando en él, recordándolo. Siendo ambos comandantes son pocas las veces que lo he visto desde que comenzamos a “salir” y ahora que puedo estar con él me salen con esto. Maldita ironía.

 

Estaba más tranquilo. Después de todo Ace siendo menos que un novato le hizo frente a Jimbe, bueno, no lo “venció” pero fue más de lo que esperaba. Ese chico jamás me dejó  de sorprender. ¿Cuándo comenzó a gustarme? Hablando de eso, nunca fue oficial como “Ace, ¿quieres ser mi… novio?” Fue necesario sólo un beso para sellar el trato. No es como si necesitara más para convencerlo, para convencerme.

 

Bien, andaba en la calle más cercana que te lleva a la desviación hacia la casa, la misma donde paseamos hace unas horas. Como es una calle apartada me pareció curioso ver una camioneta blanca estacionada sin conductor y una puerta abierta. Era de aquellas camionetas de carga donde sólo están los asientos del conductor y piloto para dejar todo el espacio libre la parte de atrás, incluso tenía una puerta corrediza que estaba abierta. Bajé del auto y me acerqué para ver qué pasaba. El sol ya se había alzado por completo en el cielo, era una linda mañana. Caminé por la acera apresurado para no perder más tiempo.

Todo pasó demasiado rápido. El corazón se me agitaba a cada paso que daba pues la escena que tenía enfrente se revelaba con mayor detalle. No creo ser capaz de definir todo lo que sentí, fue como una bomba. Ahí estaba, ante mí. Quise que no existiera, que fuera un sueño estúpido de borrachera, pero el centro de gravedad se había detenido y el peso del mundo calló sobre mí, asfixiante.

 

- Ace – grité. Levantó su cabeza, estaba consiente, estaba vivo. ¿Por qué lo dude? Estaba sentado, con los hombros caídos y la espalda recargada en la puerta cerrada del conductor. La camisa de vestir que había usado en la fiesta estaba ahora rasgada y manchada, empapada, mejor dicho.

 

Me detuve en seco al escuchar cómo se cortaba un cartucho. Qué pálido estaba, qué delgadas eran sus manos; ahí, sentado como estaba, parecía un muñeco al que le cortaron los hilos. Se movía con lentitud, con movimientos torpes y temblorosos, por eso me sorprendió la decisión que reflejaba el arma en su mano, apuntándome.

 

- ¿Ace? – el cañón se movía de un lado a otro, tambaleante. No es que el arma pesara, me estaba apuntando sin conseguirlo. El cabello le cubría el rostro y entrecerraba los ojos tratando de enfocar, frunció los labios. – Ace, soy yo. Marco. Cálmate. – claro que pedirle que se calmara en ese estado era como pedirle a un perro rabioso que no saltara a despedazar tu garganta. Pero, cuando tienes mala suerte, debes que enfrentarla.

 

Me acerque un paso. El pecoso se puso tan nervioso que disparó. Yo sé que se le fue el disparo, estoy seguro. Cerré los ojos esperando el impacto. Nada. Sin balas. Sólo el ruido sordo del martillo golpeando la aguja y yo pude respirar más tranquilo. Ace volvió a jalar del gatillo, una, dos , tres veces.

 

- Ace – murmuré levantando las manos, acercándome lento. – ¿Pequitas? – solo entonces brilló en sus ojos una chispa de reconocimiento. Dejó caer la pistola y me miró por primera vez. Crucé el espacio que nos separaba con dos zancadas y lo sostuve entre mis brazos. ¿Alguna vez has sentido verdadero pánico? Pues bien, fue pánico lo que sentía al tener su pequeño cuerpo entre mis brazos. Su cabeza calló en mi hombro y sus ojos que vibraban me miraron pero yo estaba distraído con el cuerpo que yacía en el suelo de la camioneta.

 

- Él dijo… -  comenzó Ace. – Si  vas a disparar, más te vale no fallar. – su voz era entrecortada y jadeante. Su pecho subía y bajaba con fuerza, sus labios azulados y el cuerpo frio, frío como el hielo.

 

- No hables – quise sostenerlo en mis brazos para siempre, pero no era lo correcto. ¿cómo me mantuve cuerdo? No lo sé. Podría decir que siendo comandante de Shirohige había visto muchas cosas. Cierto. Pero nada te prepara para algo como eso. Dejé de sentir.

 

Respiré. Me quité la chamarra que llevaba encima y la puse en el suelo para recostar a Ace y que el pavimento no le siguiera robando el poco calor de su piel.  Estiré su cuello empujando la mandíbula para facilitarle la respiración, sus ojos miraban ahora al cielo con la expresión propia de quien está al borde de la inconciencia. Terminé de desgarrar la camisa para encontrar el origen principal de su hemorragia, un pequeño hoyito en su tórax. Presioné con fuerza a una mano mientras que con la otra marcaba los números en el celular.

Ambulancia. Policía. Shirohige. En ese orden.

 

Me gustaría decir que el tiempo pasó muy lento, que sentía sus débiles latidos en su vientre, que mientras esperaba la ayuda yo recordaba nuestros momentos juntos rezando para que no muriera. Pero la verdad es diferente. Digo, tal vez yo sea un hijo de puta cero romántico, tal vez me bloqueé. Pero en las emergencias el tiempo pasa como agua y mi mente se distrajo pensando idioteces como “hace mucho calor”  “huele mal”  “si hubiera ido a casa a cambiarme los pantalones no se les hubiera hecho un hoyo en las rodillas”

 

¿Qué pasó después? Llegaron los paramédicos, subieron a Ace que ya había quedado inconsciente y se lo llevaron mientras yo explicaba lo mejor que pude a las patrullas que llegaron. Homicidio en defensa propia. Declaraciones en delegación. Todo lo consideraba inútil. Al final del día seríamos nosotros quienes tomemos venganza, no la autoridad; y todo este protocolo sólo me entretenía para no pensar en Ace, dentro de mi estrecha cabeza esto le ocurrió a cualquier nakama. Había ira e impotencia pero no dolor.

 

Lo que pasó en el hospital fue otro circo. Shirohige ya estaba ahí cuando yo llegué y los otros comandantes se habían quedado afuera porque no cabían todos juntos en la ridículamente minúscula sala de espera. El médico que estaba hablando con él era mmmmm curioso: un pequeño reno que no le llegaba ni a la cintura; la expresión del viejo era seria pero no angustiosa, así que les di espacio.

 

- ¿A pasado algo entre ustedes? – preguntó después de mucho tiempo de silencio.

-¿Qué? – la pregunta me tomó totalmente desprevenido, él sabía lo “nuestro” ¿a qué venía todo esto?

- Sabes a que me refiero – tampoco sabría decir qué se reflejaba en sus ojos enormes. Enojo, ira; sí, pero era algo más – Anoche.

- Ya. – apreté los labios. – Si “sexo” es la palabra que estás buscando. No, no ha pasado nada. – fue su mirada la confirmación que necesitaba. Reflejaba decepción pero más aún, tristeza.

- ¿Cómo está? – me atreví a preguntar después de otra larga pausa.

- Pasó la cirugía, está estable y ya lo bajaron a piso. Cuando despierte podremos verlo. – la perfecta forma de evadir mi pregunta, claro.

- ¿Qué le hicieron? – sabía la respuesta. ¡Claro que lo sabía! Dios, solo un imbécil no vería lo que se tiene frente a los ojos. Sin embargo nunca había querido estar tan equivocado como en ese momento. Ahora mis ojos reflejaban lo que no logré identificar en los suyos hace un momento. Esperanza.

- Perforación de diafragma, contusión en la cabeza, se rompió los nudillos. – espacio incómodo, después de todo era su padre.

- Lo violaron – Shirohige asintió – Fue el sujeto que apareció muerto, ¿verdad?

- Afortunadamente para él.

 

De nuevo el pesado silencio. Pasaron las horas mientras crecía la amargura, ese sabor a mierda que te llena la boca, los ojos, las manos, el aire que respiras. Es pesada, asfixiante. Si, en cambio, Ace no lo hubiera matado ya, estaría pensando en cómo encontrarlo, en cómo torturarlo y luego matarlo o tal vez no matarlo y mantenerlo durante un tiempo para mi diversión. Si no estuviera muerto le rebanaría la piel, quemaría su miembro con un mechero. Pero no. Incluso tuvo la ventaja de morir rápido.

 

Seguía sin querer pensar en Ace cuando el renito de nariz azul volvió a llamarnos y un oficial nos acompañó hasta su cuarto. Y ahí estaba mi pequeño pecoso, acostado viendo al techo cubierto de vendas y parches de gasas. Qué joven era, que rosadas eran ahora sus mejillas, incluso sus ojos que miraban muy confundidos el techo eran hermosos.

 

- ¿Marco? – intentó levantarse para verme, pero la herida le punzó y volvió a acostarse. Me acerqué a él y tomé su mano, volteó la cabeza y me sonrió. ¿sabes cuánto me dolió esa sonrisa? Quería correr, salir huyendo, tomar un barco y navegar hasta el otro continente con tal de no ver esa sonrisa tan inocente.

- Despertaste y estás bien – besé su mano y el tacto me quemó. No dijo nada, sólo me miró y yo me sentí la peor escoria del mundo.

- Porgas D. Ace tenemos preguntas que hacerle sobre el incidente – la voz del oficial me dio la excusa perfecta para salvarme de esos ojos. Volteé a verlo por primera vez, un hombre joven de pelo verde. – ¿Me puede narrar su versión?

-Mmmmmm – Ace murmuró pensativo y un tic nervioso se formó en su mejilla haciendo como que cerraba y no el ojo izquierdo, algo totalmente nuevo en él – Estaba yo caminando. De noche y solo. Luego llegó un auto y … - el tic se hizo más evidente – Luego todo se vuelve borroso y… no… lo recuerdo… bien.

- Porgas D. Ace usted se encuentra involucrado …- la enorme mano de Shirohige se interpuso y le hizo callar.

- El chico dijo que no lo recuerda bien.  Le acompaño a la salida – y esos ojos que no dejan lugar a quejas.

Así nos dejaron solos de nuevo. . .

Notas finales:

Aaaaaaaaah Marco!! que lindo eres!

Espero sus rw, gracias por leer, actualizaré cada semana.

 

Twitter: @accumbens_mar


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