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Premisa Súbita ;BTS por Chihara-chan

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«Hay que saber valorar a las personas que cogen muy rico. El amor va y viene, el buen sexo no.»


El juego había comenzado. Ahora todos cubrían sus rostros con máscaras.


Estaban subastando blancas, toda una habitación llena de mujeres hermosas a las cuales podrían cogerse hasta el amanecer, o por los siete días enteros que durara la fiesta.


Porque si ellos celebraban, lo hacían a lo grande. 


 


El dueño y señor de la mansión tomó dos de ellas de una bandeja y se la extendió a Jimin.


Él sabía de qué se trataba todo esto, su hermano lo había llevado a muchas de estas ocasiones. Tomó la máscara y la colocó, Yoongi inmediatamente se posicionó detrás y lo ayudó a atarla.


Se puso a su lado y le sonrió mientras ponía la suya, en comparación con la de los demás, ésta era completamente negra.


 


Pov Jimin.


Me tomé la libertad de caminar un poco mientras Yoongi y los demás saludaban a sus invitados. Caminé hasta el balcón, oí un poco de lo que hablaban algunos de los hombres.


—Debes entregarte —dijo uno severo. Tomó uno de los porros que se encontraban apilados en la mesa. Cada mesa poseía bandejas, una con píldoras, una con porros, otra con jeringas y tubos con líquidos coloridos dentro. El hombre lo encendió, su espalda era muy ancha, y desde aquí ví el tamaño de su rolex. Obviamente no era más grande que el de Yoongi. El hombre no podía pasar de los treinta y cinco años.


—¡No puedo hacer eso! —gritó el contrario.


—Si, si puedes. Conozco estaciones en Tailandia. Te entregas por un cargo menor, y cuando salgas, te estarán esperando —lo encendió y dio una bocanada. —No puedes involucrarme. Si lo haces, caeríamos todos, y no dudaré en deshacerme de tí, y de tu familia  personalmente. Será el fin de tu generación  —el hombre me miró curioso. No me había dado cuenta, pero me había quedado parado ahí, escuchando descaradamente su conversación. Traté de apresurar el paso, pero varios hombres aparecieron frente a mi con sonrisas en sus rostros. 


 


El hombre lo saludó carismaticamente en Alemán, Jimin negó con la cabeza y antes de que pudiera abrir su boca para responder, el hombre empezó a hablar en inglés, luego Ruso, y otros dos idiomas, pero Jimin permaneció cayado observándolo. No tenía motivos para huír de aquel hombre, no era la primera vez que eso le pasaba, no era el primer maldito delincuente que se le acercaba. El hombre invadió por completo su espacio personal y detalló sus facciones.


—¿Eres Coreano, verdad? —habló por fin algo que él entendió a la perfección. —¿Cómo te llamas? ¿Eres nuevo por aquí? Nunca te había visto —dejó resplandecer sus dientes ante la luz del candelabro.


Jimin sorbió de su copa por un instante tratando de disimular su mirada, la cual se centró en un anillo gigantesco que poseía su dedo índice, luego a su sonrisa.


—Algo así — sonrió alegremente extendiendo su mano. —Puedes llamarme Park.


El hombre tomó su mano y la apreció por unos segundos, para llevarla a sus labios y depositar un largo beso, parecía como si en cualquier instante, devoraría su mano, dedo por dedo.


Jimin se tensó al instante.


—¿Sabe usted lo embriagador que es su olor, Señor Park? —dirigió su mirada lentamente a la suya, y entonces ahí pudo admirar el color ámbar de sus ojos, penetrándo cada partícula de su ser.


Jimin no respondió, bajó su mirada y sonrió coqueto, sorbiendo un poco más de su copa, la cual ya se había terminado por completo.


Por otro lado, Min Yoongi se encontraba del otro lado del salón cuando su mirada se plasmó en el grupo de hombres que tenían rodeados a Jimin. Su habla se cortó por completo y pudo reaccionar después de unos cuántos segundos cuando sus pies lo estaban llevando al lugar.


—Hey —saludó a los hombres mientras colocaba travieso su mano en las caderas de Jimin, apegándose a su cuerpo. El de cabellos plateados frunció un poco su ceño. —¿Les gusta mi nuevo juguete? —el íncubo entrecerró sus ojos en una sonrisa. 


—¡Miren a quién tenemos aquí! —el hombre de unos cuantos, varios centímetros más alto que Yoongi le dió la Bienvenida. —Min Yoongi en persona, vivito y cogiendo —bromeó, cosa que solo le hizo gracia a uno de sus hombres, el cual aclaró su garganta y volvió a su posición.


—Ferro, tiempo sin verte —bufó serio. —¿Cómo va la trata de blancas en Italia? —preguntó desinteresado. Cada vez enterrando más sus dedos en la cadera de Jimin.


Él vestía esa noche un traje azulado, chaleco Beige, que iba más al tono pastel, una camisa a rayas y una corbata muy singular. 


A decir verdad, era un muy buen partido. 


 


—Excelente— le dirigió una mirada a Jimin mientras inhalaba su porro y dejaba salir el aire muy lentamente. —Te traje unas cuántas, para celebrar tu llegada.


—¿Ah si?


—Si, pero por lo visto tienes algo mucho más divertido en me...


—Fue un placer intercambiar palabras contigo de nuevo, tengo cosas qué hacer —ladeó una sonrisa e intentó llevarse consigo a Jimin, pero él tensó su cuerpo.


Yoongi abrió sus ojos con ira y apretó sus labios para ver a Jimin con confusión.


—¿Qué ocurre, Jimin? —enfatizó su nombre.


—Me quedaré con Ferro —respondió firme.


—Oh, Claro —gruñó entre dientes y lo soltó poco a poco, el rubio miró a los demás hombres y se marchó.


—Bien, Bien, —rió. —Me gusta mucho tu actitud, pajarito —el hombre se acercó a él y le ofreció una bocanada, pero Jimin la rechazó cortésmente.


Había algo en Yoongi que iba mal, no paraba de pensar en el por qué de su acción anterior.


—¿A qué te dedicas? ¿Traficas drogas, alcohol, mujeres, niños...? —preguntó el italiano. —¿O es verdad que eres el nuevo juguetito de Min? 


—Nada de eso, hasta hace poco solo hacía el trabajo sucio de mi hermano —el hombre asintió y le sirvió una copa.


—¿Quién es tu hermano? —preguntó interesado.


—Kim Jong In —respondió tomando la copa. Se encontraban sentados en una esquina del salón, sus amoblados de cuero constaba de un color rojo vino muy llamativo. El hombre analizó el nombre que salió de los labios del chico y lo miró muy interesado, sus hombres lo miraron con intriga.


—Kim Jong In...¿Eh? —descansó su cuerpo en el mullido sofá y sonrió. —Kai.


—Exactamente, ¿Lo conoce? —hizo desaparecer sus ojos en una radiante semiluna. 


—Por supuesto que lo conozco —uno de sus hombres le sirvió una copa de alcohol, que seguramente había traído uno de sus colegas de algún país en concreto. —Buen chico —dijo dando un trago exagerado. —Me debe mucho, mucho dinero.


 


*


Jungkook miraba la divertida escena desde el balcón del segundo piso.


—La mujer que acompaña a Johnson... Se ve apetecible —exhaló el humo hacia la cara de Hoseok. —Se vería exageradamente bien amarrada del techo y con marcas sangrientas de mi látigo.


—Quieto, hermano —alzó las cejas y sonrió. —Conoces las reglas.


—A la mierda las putas reglas, esa es mi tipo de mujer.


—¿Cómo es tu tipo de mujer?


—Malditas malas, putas desesperadas amantes del dolor, o como quieras llamarlo —dejó salir una sonrisa muy macabra. —Con gruesos labios que amortigüen mi pene, y una voz muy aguda que grite mi nombre sin parar.


—Ya es suficiente Heroína, Kook —bufó Hoseok viendo al chico tambalearse en su propia silla. —Tan temprano y ya estás acabado...


—Cállate...o disparo —lo amenazó con una jeringa y luego ambos comenzaron a reír.


De pronto entró Yoongi al campo visual del pelicastaño, con un ceño fruncido a tal punto que parecía fundirse ya con sus ojos, podía sentirse su tensión.


—¿Pasó algo? —pregunta Hoseok sosteniendo la jeringa de Jungkook.


—No, no pasa nada —el mayor arrancó la jeringa de las manos de Hoseok y se dirigió a la bandeja, tomó uno de los tubos y metió rápidamente la jeringa, el líquido empezó a subir por ella y Hoseok apretó sus labios. Sabía que pasaba algo, casi nada podía perturbar la tranquilidad de Yoongi, al punto de hacer el berrinche que hacía.


—Si a Park le sucede algo para el final de la noche, el crimen tiene nombre y apellido —subió su manga con rapidez mirando los ojos de Hoseok.


—¿Qué? —preguntó el chico confundido, luego Jungkook preguntó lo mismo, abriendo sus ojos rojizos con dificultad.


—Ferro, el maldito fijó sus ojos en él, y el muy imbécil decidió dejarse calentar la oreja —golpeó la jeringa unas tres veces y se dispuso a meterla en su brazo, respiró profundamente y se sentó mientras impulsaba el líquido a través de sus venas.


—Solo estás celoso porque no se la deja calentar de ti —susurró Jungkook acurrucándose en el sofá, mirando a la mujer de aquel narco con un descaro infernal.


—No te incumbe, maldito. De todas formas, Park Jimin es mío— metió todo de una sola vez, dejándose abrazar por la oleada de relajación y excitación de la Heroína. —Es mío.


Hoseok se levantó y salió de ese ambiente, él...más que adicto a las drogas, estaba ahí para tener el culo de Taehyung a su merced. Ya se hacían las nueve y media de la noche, y su trabajo con las blancas que había traído El Ferro comenzaba.


Bajó al salón y transitó por el medio de todos los hombres millonarios del lugar, echó un vistazo a Tae, él reía sin parar rodeado de todos aquellos viejos asquerosos.


Pero ese era su trabajo.


Ambos eran profesionales.


Apresuró el paso y salió de la mansión, divisó las cuatro limusinas acercándose en fila, pasando por el camino que tenía ambos laberintos a sus costados, giraron a la izquierda en la fuente y terminaron el viaje justo frente a las escaleras de la mansión.


Tarareó unas cuántas palabras en inglés, poseía una pronunciación casi perfecta.


Las largas piernas de las mujeres se asomaron tras abrir las puertas, éstas salieron, no se preocuparon en tapar absolutamente nada de su cuerpo, estaban completamente desnudas, y en tacones.


—Mmmm... —una de ellas abrazó a Hoseok y acarició su cuello, emanaba un olor a rosas rojas muy dulce. El peli castaño sonrió, tomó su cintura y le señaló la puerta cortésmente.


Todas entraron llamando la atención de todos los hombres del lugar, cada una fue sentándose donde más le era conveniente. Había hombres jóvenes, apuestos y millonarios, claro.


Hoseok iba a cerrar la puerta, cuando otra banda de limusinas se estacionó.


Estas eran las de Yoongi. 


Otras cinco autos fueron recibidos y mujeres altas, morenas y rubias empezaron a caminar por el lugar, llevándose a Hoseok a rastras.


—Las de ésta esquina, vienen directo desde Italia, mis señores, hermosas rubias con paladar exigente, piden cinco mil quinientos euros la noche, ¿Escucho doscientos cincuenta mil por aquí? ¡El hombre de sombrero de copa levantó la mano! ¿Quién ofrece trescientos? ¡Vamos amigos, hagan sus apuestas! —gritaba entusiasmado.


Hoseok sonrió, no podía quitarle la mirada de encima a su chico. Recostó su cuerpo de una pared del final del salón y lo observó fijamente.


Pero Jung no era el único que miraba de esa forma a Taehyung. Uno de los hombres de enfrente le preguntó en cuánto estaba subastado aquel cuerpo tan inmaculado. Sintió ganas fúricas de correr tras ese hombre y moler sus muelas a puñetazos, pero Taehyung supo defenderse solo.


—Cállate, maldito cerdo. Jamás me atrevería si quiera besarte con la desahuciada barba que tienes —arrugó su nariz, acomodó su cabello alborotándolo  un poco al frente e iluminó la tarima con una radiante sonrisa. Todos los hombres se quedaron en silencio al ver aquello.


—¡Cuatro mil quinientos cincuenta por la rubia de labios rojos! —gritó uno cerca del final de la fila.


—¡Así se habla! ¿Escucho Cuatro mil setecientos cincuenta por allá!


—Seis mil quinientos por la rubia de labios rojos — se levantó un hombre muy apuesto, acomodando su saco. La sonrisa de la mujer se amplió al ver que el hombre que la tendría esta noche fuera tan guapo.


—Un millón de Euros por la rubia de labios rojos —palabras pronunciadas con tal lentitud y egocentrismo, que hizo voltear a todos los presentes. Taehyung silbó coqueto y miró al hombre sonriendo, alzó su dedo índice y lo señaló. —¡Vendida al hombre de la panza gigante a la una! ¡A las dos! —hubo un silencio abrazador. La mujer arrugó su nariz al ver a aquel hombre de unos ochenta años saborear sus viejos y arrugados labios mientras la veía.


—Dos millones de Euros —salió otro y miró superioritario. Las apuestas de la mafia tardaban mucho, más que todo cuando algo les fascinaba, podían apostar hasta su propia acta de nacimiento, Taehyung alzó la ceja debajo de su máscara y gritó. —¡Vendida al hombre de traje rojo del fondo! —la mujer sonrió y se levantó, caminó hasta el hombre y se sentó en sus piernas mientras se abrazaba su cuello.


Los tres hombres comenzaron una discusión, querían que las apuestas siguieran. Taehyung comentó que aún quedaban muchas mujeres, y a decir verdad, todas esas Italianas eran hermosas, eras actrices porno, modelos de revistas, otras solo eran hermosas, y por supuesto perras que amaban el dinero. Pero la discordia no se creó por la mujer, si no por el poder. Cada uno quería demostrar cuán poderosos podían ser.


Dentro de todo ese bullicio, Park Jimin deseó no haber abierto su gran bocota.


—Me debe mucho, mucho dinero —había susurrado el tipo. Con razón aquel apellido resonaba tanto en su cabeza, claro. El italiano al que su hermano estafó por sumas multimillonarias de dinero, yéndose a la fuga con todo a Puerto Rico con Kyungsoo.


Y se lo gastó todo sin él.


—No creo que hablemos de la misma persona... —metió su cabeza en su copa de vino y la sorbió entera, una de las zorras que servían el alcohol pasó desnuda cerca con una bandeja, y una especie de bolso colgando en su cintura, donde habían verdes hasta estallar. Jimin la detuvo y tomó otras dos copas. —Definitivamente no, no es la misma persona —sonrió. 


El hombre de cabellos dorados observó su copa unos segundos, con una cínica sonrisa dibujada en sus delgados labios. 


—Y bien, Jimin... -lo miró a los ojos fijamente. Jimin tragó grueso al ver aquellos ojos azulados invadir su propia mirada, sus ojos se movían de izquierda a derecha al igual que los suyos. Fue entonces cuando la mano del mayor se posó sobre las suyas. -Hoy es tu día de suerte.


Jimin frunció el ceño, para cuando sintió el pañuelo en su nariz, era demasiado tarde. Su vista se nubló dejando a la vista aquellos relucientes dientes en una sonrisa macabra y distorcionada. En ese preciso momento quiso gritar por ayuda, y lo único en lo que su mente pensaba era en Min Yoongi.


Su cuerpo cayó en brazos de alguien, su vista desorientada miraba a los lados deseando gritar aquel nombre, sus ojos se cerraron al instante, y todo se tornó oscuro para él. 

Notas finales:

Este capítulo ya estaba actualizado en Wattpad, hace más o menos dos meses.

 

No he escrito absolutamente nada desde entonces, pero prometo que seguiré esta obra hasta el final *inserte juramentos fallidos anteriores* jasjjas

 

 Voy a darle un final a este comienzo. Lo prometo. 

 

Nuevamente, ¡Muchas gracias por leer! ;u; 


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