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SIVE MALEDICTIO por Esmeraldaxx200

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<<Desde que fuimos niños, nos educaron para poder pelear. Hemos leído cada libro de nuestros antepasados para poder aprender sobre la maldición de la isla y poder destruirla>>.

 

Black Moon hablaba mientras invitaba a los afectados a sentarse en el suelo.

–No estaremos completamente seguros, pero podremos advertir la llegada de los contenedores –advirtió. Tensando a más de uno.

–Nuestros padres fallecieron cuando nosotros aún éramos menores –prosiguió el peli blanco. –Fuimos educados por una señora que decía ser una amiga de nuestros padres –se acercó a su hamaca y sacó un libro de dónde sacó una foto.

En aquella imagen, se encontraba una mujer de edad avanzada y alrededor de ella estaban los tres hermanos.


–Murió cuándo cumplimos los trece años –comentó, Esmeralda. Quien vigilaba por la ventana. –Ella tenía una tienda en el pueblo –continuó hablando. –Cuándo falleció, nos hicimos cargo de ella –sonrió, sin que nadie pudiera verlo. –El rechazo del pueblo siempre fue notorio. Nunca fuimos al colegio. No podíamos ni siquiera pasear libremente por las calles. Nadie nos dirigía la palabra  –bufó al recordar los malos momentos que sus hermanos y ella vivieron. –Básicamente vivíamos de los pocos turistas que llegaban de vez en cuando y del pequeño huerto que tenemos detrás de la cabaña.

–Pero cuando quisimos abandonar la isla, los aldeanos nos lo prohibieron –continuó, Black Moon. –Nos dijeron que no éramos más que sus brujos prisioneros y que nuestro deber al estar malditos era defender el pueblo para limpiar nuestros pecados –rodó los ojos.

–Si no logramos deshacernos de esa cosa, nunca podremos irnos de aquí –gruñó, Ryuu.


Los turistas miraban con pena a los hermanos. Ciertamente había sido difícil para ellos vivir en esa isla.


–Ellos siempre lo supieron… –frunció el ceño la peli negra. –Supieron de la muerte de nuestros padres y sabían de nuestro dolor, sabían que éramos parte de la familia Capuletho. La familia que se dedicaba a proteger la isla y darle ofrendas al monstruo. –suspiro. –Pero nuestra nana nos hizo cambiar de idea, nos inculcó que debíamos acabar con ella para dejar de estar atados a la isla –sonrió melancólicamente.

Black Moon era la mayor. Era la más impulsiva y la menos compasiva de los tres. Podía matar a quien se le metiera en frente. Logrando tener varios problemas con los aldeanos. Era la que cazaba el almuerzo y la que cortaba la carne. La peli negra era la que llevaba todo el resentimiento de una vida llena de límites y malas caras.

Todos podían ver lo fría que era. Natasha se sintió algo identificada con Black. El miedo las volvía distantes. La peli roja dejó de ser tan desconfiada gracias a Janet. Ella le contagiaba toda la alegría con aquella radiante sonrisa que veía cada día temprano en el instituto. Van Dyne era una de las razones más poderosas por la que Nath no era una emo corta venas.


–Nuestra familia se dedicó a mantener a raya a la maldición. Siempre evitando el conflicto. Estudiando al demonio con cautela. Cada cosa que dice ese libro fueron resultados de los experimentos que hacían  –continuó Ryuu, guardando la imagen con una sonrisa en el rostro. –Ellos también querían acabar con la maldición, pero… –suspiro.

Ryuusei Boy era el hermano del medio. El único hombre entre dos señoritas. Eso podría explicar su orientación sexual. Aunque no estaba muy segura de ella. Era un chico muy sensible y amable. El más llorón de los tres. Black Moon siempre se aprovechaba de lo fácil que era hacer sentir mal a su hermano, por ello, siempre le hacía bromas de mal gusto. Gracias a ello, había aprendido a controlar mejor sus emociones de cobardía y podía luchar y enfrentarse al mismísimo demonio si era necesario.

Scott se recordó a él mismo cuando era niño. Siempre tan asustadizo y cobarde. Le hizo recordar que conocía a Supervisor y Encantadora incluso antes de la secundaria. Encantadora le demostraría lo bueno que era ser algo orgullosa y Supervisor lo bueno que era, a veces, fingir algo que no eres porque al final te lo terminas creyendo y hasta termina sucediendo. Scott fingió desde la secundaria que era un buen contador de chistes. Y aunque al principio nadie se reía, termino por hacer reír a todo su salón del instituto en pleno examen. Debía recordar agradecerle a Supervisor y rezarle a Encantadora por hacerlo un chico más fuerte y confiado. Claro, si es que salían vivos de ahí.


–Pero, los aldeanos se lo prohibieron –gruñó la peli celeste. –Están dementes, creen que teniendo a la maldición en la isla y dándole ofrendas, esa cosa les dará buenos años de fertilidad y goce… –rió por lo bajo, tratando de calmar su enojo.

Por último, estaba Esmeralda. Una chica tan positiva que parecía hasta que fingía tanta felicidad. Y en cierta forma, era verdad. La peli celeste siempre trató de verle el lado positivo a las cosas. Aunque en el fondo, quería gritar y llorar. Ayudó a sus hermanos a mejorar sus habilidades de lucha y terminó por ser la líder de los tres. Aunque Black Moon nunca estuvo del todo de acuerdo. La oji celeste perdió su ojo en una batalla contra un oso. Debajo de ese parche, aun se encontraba la marca de las garras de aquel animal. Esmeralda nunca se cuestionó porque tenían que ser ellos los que defendieran esa porquería de isla. Ni vegetación rica tenían. Siempre pensó que debían tener un propósito por el cuál debían permanecer ahí. Pero, cuando sus hermanos insistieron en irse no tuvo más opción que aceptar. La peli celeste tenía la esperanza de poder resolver la maldición que aquejaba la isla en donde nacieron. Lo hacía más por su familia pasada que por los aldeanos. Sus antepasados lucharon contra esa cosa, no era justo pasarse de ella.

Tony sonrió y trató de ocultar sus lágrimas. Él siempre quiso que su papá notará todo su empeñó en las cosas que hacía, pero nada parecía ser suficiente. Sabía que tenía un propósito en la vida, pero nadie quería prestarle atención a alguien tan pequeño como él. Sabía que su padre lo veía como una amenaza. Cuando Tony solo quería trabajar al lado de su progenitor. Él también quería ser tan grande y hacer honor a su apellido. Entonces, ¿Por qué insistir en rechazarlo?

Barnes escuchó el leve gimoteo de su castaño y lo abrazó para consolarlo. La tristeza parecía inundar la humilde cabaña.


<<Enfermos>> susurraron todos al unísono, refiriéndose a la gente de la isla.


–Disculpa… estos libros de los que hablan… ¿Son como diarios? –cuestionó, Peggy. Observando el libro que tenía entre sus manos.– ¿Es por eso que actuaron con tanta normalidad? ¿A caso no dice algo en concreto para acabar con el monstruo? ¿Puedo leerlos? Quizás yo pueda descifrar toda está locura. ¿Son muchos libros? ¿Cuánto tiempo creen que demore en leerlos todos?  –las preguntas no parecían acabar nunca.


Steve tuvo que detener a su enamorada. La cara de desconcierto en los trillizos la hizo reaccionar. Se disculpó por su atrevimiento y miró hacia otro lado.

Ryuu negó con la cabeza y les comentó que eran apenas 5 libros. Precisamente los que habían encontrado hace unos momentos. De no más de 100 páginas cada uno. Tenían imágenes y textos largos sobre los comportamientos del monstruo.


–Según lo que leímos, una forma de destruir la maldición era uniendo a la madre con sus tres hijas… Pero, no es seguro –comentó el peli blanco.

–Es más… seguro ni sirve –frunció el ceño la peli negra. –Leímos sobre que en dos ocasiones poseyeron a una persona en cada ocasión, pero nunca a tres… –gruñó, estaba enojada y se sentía engañada. Se supone que esos libros eran los estudios completos de esa cosa por más de dos siglos. Entonces, ¿por qué esa información nunca se leyó en esos textos?

–Quizás… –todos voltearon a ver a Loki. –Quizás pasan cosas nuevas… como si la maldición hubiera evolucionado o algo así –se alzó de hombros al verse intimidado por tantas miradas sobre él.


El silencio reinó por unos segundos el lugar.

Las cosas eran cada vez más confusas para los trillizos. Si bien los textos ayudaban mucho para combatir al demonio, no daban una señal certera de como eliminarla.


–Dijiste que podían unir a la madre con sus hijas… Y fin de la historia, ¿verdad? –preguntó, Supervisor. –Entonces… ¿Qué se los impide? –se sacó la capucha. Dejando ver una marca en sus oji grises ojos. Su cabello castaño no era muy largo y estaba todo desordenado.

–Las tumbas… Las hemos buscado por años –suspiro agobiada. –Pero, nunca las hemos encontrado –concluyó la peli negra, frunciendo el ceño por la frustración.


El silencio entre los jóvenes se hizo presente. Solo se podía oír como el cielo rugía y los vientos soplaban con fuerza. Sin tumbas, no podrían llevar acabo la unión.

Entonces, Loki pudo ver a través del problema.

Aquel monstruo se llevaba a los marcados a algún lugar para, probablemente, matarlos. ¿A dónde era exactamente que se los llevaban? ¿Y si llevaban a las víctimas a las tumbas para enterrarlas junto a ellas?

Podría significar que ellos (refiriéndose a Janet, Peggy y Tony) podían ser de ayuda para encontrar las tumbas.

Aunque, de igual manera, faltaría averiguar el lugar dónde fue enterrada la madre.


–Si usamos a alguno de ellos como carnada, podríamos descubrir sus féretros. –comentó Loki. Recibiendo miradas desaprobatorias. –Y si tenemos algo de suerte, ellos mismos podrían guiarnos al lugar donde fue enterrada su madre –concluyó.


Los trillizos parecieron dudar. Era peligroso poner en riesgo a alguno de ellos. Además, tendrían que dejarlos solos y mantenerse a una distancia considerable para que los contenedores no se percaten de su presencia y los marcados fueran llevados al lugar donde serían asesinados. Era una idea muy compleja y riesgosa.

Además, ¿Quién se atrevería a ser la carnada?


–Yo lo haré –se puso en frente de todos, llamando la atención. –Yo seré la carnada –frunció ligeramente el ceño, en forma de seriedad.

 

Notas finales:

¡Gracias por leer! 

 

No se olviden de visitar mi tumblr: 

 

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