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Gato negro por Maira

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Los meses transcurrían entre trabajo duro y momentos inoportunos. El presentimiento de que algo externo influía era cada vez más fuerte, pues comprendía que el trabajo para los Hayashi era exigente, pero las dificultades impuestas parecían a propósito: la pérdida de documentos importantes que aparecían en otros rincones de la casa, su extraña confusión mental cada vez que se cruzaba con Tadashi en los pasillos, los tropezones que daba contra escalones imaginarios pero que sentía muy reales, la manera en la que su automóvil fallaba al llegar cada mañana. Esas, entre otras cosas, le daban escalofríos. ¿Cómo una persona podía tener tanta mala suerte? Incluso pensó en ir al templo, por si acaso había ofendido a unos dioses en los que no creía. Tal vez así hicieran las paces.
A propósito, su relación con Yasu se había vuelto más estrecha. Había encontrado en su jefe a una persona con la que conversar acerca de trivialidades durante el almuerzo, alguien que apoyaba al cien por cien su trabajo y que atendía hasta la más mínima de sus necesidades, sin apartar el hecho de que comenzaba a parecerle guapo. Sí, era una locura, pues calculaba que el rubio sería quince años mayor que él. Pero no por el hecho de que a uno le pareciera guapo su jefe, estaba engañando a su pareja, ¿O sí? De todas formas, su relación con Mako era la misma de siempre. En ese sentido, el trabajo resultaba tonificante para su alma y su corazón.
La mayoría de los moretones quedaban ocultos bajo su ropa, sólo una vez Yasu le había preguntado por un par de marcas en el cuello, producto de haber sido asfixiado bajo una sospecha de infidelidad. Era difícil lidiar con esa parte, pues el rubio no dejaba de ofrecerle una habitación en su casa y prometerle seguridad absoluta. Pero él no podía abusar así de su amabilidad, ponerlo en peligro, esos eran sus asuntos. Ya tendría tiempo de ahorrar para abandonar definitivamente a Mako... quizá.
La cruda verdad era que hacía tiempo ya no amaba a su pareja, pero por alguna razón, no lo podía dejar. Ya ni siquiera se trataba de miedo, era algo más profundo que se había enraizado en sus entrañas y jamás había dejado de expandirse. Tal vez él también necesitara ayuda profesional, pues comprendía todo lo que estaba mal, pero no podía hacer nada al respecto. No lo amaba, pero no podía dejarlo porque odiaba la idea de verlo con otro chico. Por eso, cabía la posibilidad de que fuera demasiado tarde y ya no existiera otro modo de vida para él.
En conclusión, lo único que lo mantenía de pie era su trabajo, el cual comenzaba a preocuparle debido a la mala racha que lo atormentaba. ¿Y si algún documento importante de los que desaparecían, ya no volvía a aparecer? ¿Y si llegaba tarde gracias a las averías de su automóvil y lo despedían? Le era imposible dejar de pensar en estúpidas posibilidades por las cuales perdiera ese bonito puesto. Incluso tenía pesadillas.
Se encontraba sumido en esos pensamientos oscuros cuándo Yasu ingresó al despacho sin tocar la puerta. Le disgustaba que hiciera eso. No se trataba de que un día su jefe fuera a atraparlo con las manos en la masa, masturbándose o viendo porno en la computadora, él no era así, de todos modos le molestaba que el rubio entrara sin golpear. Alzó la mirada para buscar sus ojos. Yasu sonrió a modo de disculpa, luego tomó asiento y encendió un cigarrillo, al que le dio una profunda calada. ¿Qué lo traía por allí, por tercera vez en el día? Le hizo la pregunta sin ningún afán de burlarse, simple curiosidad.
–Tenía ganas de estar contigo –le respondió Yasu. Se encogió de hombros mientras dejaba escapar el humo–. ¿Te incomoda mi presencia?
–No –dijo al instante. Por más que intentara verlo con otros ojos, no podía. El mayor era endemoniadamente guapo, mucho más cuándo vestía esa camisa azul marino que tan bien le sentaba. «Eres como el vino, ¿Eh? Mientras más viejo...», sacudió su cabeza para evitar esos pensamientos, que en ese momento no venían a cuento–. Puede quedarse todo el tiempo que quiera.
–Bien... –se recargó contra la cómoda silla, la cual chirrió–. ¿Qué hacías? ¿Interrumpo algo importante?
–Claro que no –recargó ambos codos sobre la mesa, y posó el rostro sobre la mano derecha–. Sólo descansaba un poco.
–Y pensabas cosas –comentó, luego dio una nueva calada a su cigarrillo. Se le quedó viendo fijo, con una media sonrisa.
–Y pensaba cosas –afirmó, sin muchas ganas de hablar acerca del tema. Yasu se veía tan sexy fumando que tuvo que desviar la mirada–. Pero es privado, no crea que le voy a hablar de todo lo que pienso.
–Siempre te pones a la defensiva –como si ya no supiera lo que estaba pensando, ¡Qué muchacho! El día que Ryu supiera de su capacidad para leer mentes, seguramente lo abofetearía. Pero era divertido entrar en su cabeza, le gustaba la lucha interna del pelinegro por evitar verlo como hombre.
–¡Mentira! –respondió casi en un susurro–. A nadie le gusta que hurguen en sus asuntos. De hecho, usted es mi jefe, no es mi... –de repente hizo silencio, pues estaba por decir algo horrible. En cualquier empleo, traicionar la confianza de un jefe era equivalente a darse por despedido. Intentó reparar su error, pero ya era demasiado tarde.
–¿Amigo? –Yasu dejó escapar una pequeña risa. Más tarde estrujó el cigarrillo contra el cenicero, abandonó su asiento y se puso a caminar a paso lento por el despacho–. Eres mi empleado, tus problemas son los míos. Porque si algo malo te sucede y no rindes en tu trabajo, yo también salgo perjudicado –elevó sus dos brazos para estirarse, mientras se acercaba poco a poco al lugar de Ryu–. Me preocupas, sé muy bien lo que está sucediendo pero te empeñas en rechazar mi ayuda –una vez que llegó frente a su silla, se inclinó un poco para tomarle el rostro entre las manos. Era increíble, con tan solo tocarlo se le erizaba la piel–. Probemos una semana. Dile que te vas de viaje de negocios. Si al cabo de ese tiempo te encuentras más tranquilo, si recapacitas, puedes quedarte a vivir aquí. Si te incomoda la familia puedo conseguirte un departamento.
–La familia está bien, es bonita –dijo en voz baja. Apenas podía respirar con normalidad. Sentía que se adormecía bajo las caricias que el rubio le daba de vez en cuando. De repente, sin saber por qué, quiso llorar e hizo todos sus esfuerzos por contenerse–. Agradezco mucho lo que hace por mí, pero no puedo mentirle a mi pareja. Si de alguna forma supiera que le mentí...
–¿Te golpearía de nuevo?¿Te haría algo peor? Por eso, la idea es que te mantengas alejado, al menos hasta que deje de insistir.
–No puede separarme de mi pareja simplemente porque se le antoja –Yasu tenía razón. Cada vez que hablaban del tema, se ponía a la defensiva.
–Fuera de ese círculo vicioso en el que estás metido, hay muchos hombres que quieren estar contigo. Te lo aseguro –le tomó el rostro de manera más firme, pero sin hacerle daño–. Por ahora necesitas tranquilidad, sanar tus heridas físicas y emocionales. Luego de que dejes el asunto atrás, vas a ver lo maravilloso que es el mundo, lo disfrutarás, comenzarás a trabajar por placer en vez de trabajar por escapar de tu realidad. Te enamorarás de alguien que te valore, que te haga sentir bien –le acarició las mejillas con sus pulgares–. ¿Acaso no es eso lo que quieres? Enamorarte, sentirte vivo, tener sexo placentero, conversar acerca de lo que se te antoje sin miedo a una golpiza. Desear eso es normal, todos queremos lo mismo.
Definitivamente, Yasu era alguien de quién cualquiera podría enamorarse. Si ese pequeño discurso tenía el propósito de atraer su atención, lo había logrado. Mantuvo su mirada fija en la del mayor, inseguro, en busca de algún indicio burlón. Pero el rubio no mentía, de hecho, nunca lo había visto tan serio. Entonces se acercó un poco, miró sus labios, con una mano lo tomó por la nuca para acercarlo. Yasu no puso ninguna resistencia, de hecho, se acercó un poco más a su cuerpo. Y en el momento en que sus labios estaban a punto de tocarse, alguien abrió la puerta del despacho. La misma chocó de manera brusca contra el mueble que había detrás.
–Cuida de Yuki, tengo que salir –la voz de Tadashi no sonaba muy amable. En consecuencia, Yasu se apartó hecho una furia, caminó hacia Tadashi y lo hizo salir al pasillo a empujones junto con él. Del resto Ryu no supo qué pensar, pues la puerta cerrada amortiguaba los sonidos.

–¿Qué diablos sucede contigo, Tadashi? –le dio un empujón más, luego se dirigió a paso rápido hacia las escaleras–. Lo molestas, le haces la vida imposible y luego arruinas el mejor momento que podría tener en el día ¡Estás loco!
–¡El que está loco eres tú! –reprendió a su padre, pero luego bajó la voz para que los sirvientes no lo escucharan–. Nos vas a meter a todos en problemas por culpa de una aventura romántica. Deja de jugar y ocúpate de tus asuntos. Él no es para ti, ni siquiera tiene poderes. ¿Crees que no se alejará en cuánto sepa lo que eres en realidad? Incluso puede que te tache de demente y te deje. Los humanos normales son así, por eso nos mantenemos al margen.
–No estoy de acuerdo –respondió con la voz temblándole de ira. Se tomó del pasamanos y comenzó a bajar las escaleras. Esa vez su hijo se había excedido, tenía que ponerlo en su lugar antes de que fuera demasiado tarde–. Ryu es inofensivo. Es mayor el daño que le hacen los demás, que el que puede causar él. A partir de ahora lo dejarás en paz o te las verás conmigo –alzó el índice a modo de advertencia–. Solamente te lo diré una vez.
–Mírate, estás enamorado como un idiota –Tadashi dejó escapar un bufido despectivo–. Mi abuelo se revolvería en su tumba si supiera lo que sucede –apenas terminó de decir sus palabras cuando Yasu le abofeteó la mejilla.
–No metas a mi padre en esto. Él ha sido un brujo más respetable que tú y yo juntos, ¡Ni siquiera vuelvas a nombrarlo! Estás actuando como un bastardo sólo porque te sientes desprotegido, a fin de cuentas eres como un niño grande –una vez en el piso inferior, fue al encuentro de Yuki. El bebé permanecía tranquilo, entretenido con un juguete–. Además, es hora de que sea feliz de nuevo. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que tuve una relación seria, la necesito –suspiró un poco y tomó a Yuki entre sus brazos–. La inmortalidad es solitaria, vacía. Aún no lo comprendes porque llevas poco años en esto.
–Nunca me he sentido solo, lo sabes –murmuró mientras los veía a ambos–. No necesito a nadie para llenar espacios vacíos en mi corazón –luego rodó los ojos–. Dámelo, no voy a salir. Yo lo cuidaré durante el resto de la tarde, pero a la noche te toca cuidarlo porque hace dos días que no duermo –al tomar a Yuki le besó la coronilla. Adoraba el «aroma a bebé» que despedía–. Es imposible discutir contigo, al final siempre haces lo que quieres. Has ganado una batalla, pero no la guerra –dichas sus palabras, se encaminó hacia el jardín, tomarían un poco de aire fresco mientras aún hubiera sol. ¿Así que no necesitaba a alguien que llenara espacios vacíos en su corazón? Quiso reír mientras miraba a Yuki. Por si acaso, cerró su mente para evitar que su padre le leyera los pensamientos, no le gustaba que el idiota anduviera merodeando en su cerebro. De esa manera, se quedó durante el resto de la tarde con el más pequeño de la familia, hasta que por fin el susodicho agotó sus baterías y se durmió.

–Lamento eso de antes –dijo Yasu una vez que estuvieron juntos–. ¿Sabes? Podrías cenar conmigo. Es mi manera de pedirte disculpas, si es que aún quieres quedarte a dormir.
–La verdad es que no debería –el gesto de desilusión de Yasu casi lo hizo reír–. Pero por hoy puedo hacer una excepción.
–¿De veras? Bueno, dado el caso... –miró su reloj unos instantes–, deberíamos cenar temprano ya que hoy me toca cuidar a Yuki.
–Podemos cuidarlo juntos –respondió, luego posó los codos en el escritorio–. Al menos hasta que me dé sueño –ambos rieron.
–De acuerdo –se cruzó de brazos y recorrió la habitación en silencio, con una sonrisa pendiendo en los labios. Se sentía como un idiota ya que tenía ganas de besar a Ryu, pero no encontraba el momento adecuado para hacerlo, ¿Acaso se había convertido en un adolescente inexperto? El pelinegro deseaba lo mismo que él, de hecho, ambos estaban actuando como unos idiotas. Se acercó, tomó a Ryu por detrás del cuello y le plantó un beso suave en los labios. Enseguida el menor le pasó los brazos sobre los hombros, le rodeó el cuello, lo atrajo para que recargara la mano libre sobre el posabrazos de la silla y estuviera más cómodo. Yasu sintió que si continuaban así le sería imposible controlarse. Deseaba desatar las riendas que durante todo ese tiempo habían mantenido a Ryu en su lugar, privado de cualquier placer. Quería hacerlo sentir un hombre diferente, querido, restaurar su autoestima y su corazón. Sí, eso necesitaba: liberarlo y liberarse a sí mismo. Lo obligó a ponerse de pie, lo besó de nuevo, por último lo tomó de una mano para guiarlo a su habitación.

Notas finales:

Buenasss eue
Traigo capi nuevo para el pueblo(?

La verdad es que debería estar durmiendo ya que mañana tengo muchas cosas por hacer, pero se vive una vez(??

¿Ya vieron el Capi 1 de Sakura? Yo me quedé toda aadsdsdaassdafsdaa porque estuvo llenito de amor y el amor sano es lindo è.é

No sé de qué clase sea el amor de Yasu y Ryu, a todo esto.



Espero que el capi les haya gustado. Al fic le calculo un par de capis más para terminarlo y empezar otra historia nueva. Tengo algo en mente muy oscuro y lleno de terrores, hum.





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Nos leemos, gracias por su tiempo eue/




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