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La raíz de mis deseos por Ilusion-Gris

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Caían sin piedad, caía cada mechón de pelo que cortaba con las tijeras. Caían dando color al piso blanco, formando una sombra a mis pies, esparciéndose libremente y dejándome con una sensación extraña en los hombros, pero no me dolía, tan solo lamenté que tuviera que llegar a tanto por no poder superarlo.

Habían transcurrido cuatro años desde que me gradué de Konoha y dejé Japón para estudiar en Inglaterra, más exactamente, en Londres.

Actualmente, restaba un año para graduarme.

Normalmente cualquier persona en mi lugar llamaría con nostalgia cada fin de semana a amigos y familiares, pero a mí me importaba poco lo que me rodeaba, en cualquier parte del mundo todo sería igual. Mentiría al decir que no extrañaba a Hinata, Tenten y Lee, pero sabía que no sabría apreciarlos al tenerlos cerca, justo como ese último mes, cuando con insistencia trataban de sacarme de la miseria y yo apenas y reaccionaba.

Se podría decir que todo seguía igual, mis notas eran perfectas y al único que parecía alegrarle era a mi tío, yo simplemente hacía lo que se suponía tenía que hacer, sin rodeos, metódicamente, vivía el presente y no me importaba el futuro.

La razón por la que en este momento con una tijera en mano corto sin vacilar mi pelo tiene una respuesta sencilla. Había recibido una llamada de mi prima Hinata. Me saludó como siempre y al final agregó: «Sasuke se casará con Karin a finales de mes».

Poco sabía de él, nunca intenté enterarme qué pasaba en su vida y escuchar de los labios de Hinata esas palabras, avivó al fantasma que había permanecido cuando desapareció la mitad de lo que era yo. No contesté nada, solo me despedí con tranquilidad y colgué.

Cuatro largos años despertando con la sensación de los dedos de Sasuke en mi pelo, al principio no le di importancia, tan solo cerraba los ojos y disfrutaba los escasos segundos que duraba, pero ahora saber que se casaría me hacía creer que tenía que dejar de sentir su tacto, ya no me pertenecía, nunca lo hizo y ya era tiempo de aceptarlo.

Me miré al espejo, la persona que se reflejaba me pareció un completo extraño, el peso de mis cabellos se había aligerado, yo me sentía más liviano, más alejado de la realidad. El pálido hombre que me observaba con ojos color perla me hizo sentir asco y me alejé. Dejando mi cabello regado por el suelo, tomé una chaqueta negra con mi cartera y me marché.

[...]

Caminé sin rumbo, habían pasado más de cinco horas desde que el sol se ocultó, entré a un lugar con más aspecto de cantina que de bar, me senté frente a la barra y pedí sake.

Todo lo que me rodeaba daba vueltas de forma espectacular, no sabía cuántas veces le había pedido al barman que llenara mi copa, hasta que un hombre mayor se acercó a mí.

—Un joven tan bello no debería beber solo. —Me sonrió seductoramente. Entrecerré los ojos, veía todo borroso—. Yo invito la próxima ronda. —Me guiñó un ojo.

—Gracias, pero no hace falta.

Di el último trago, le pagué al barman y me levanté con torpeza. El hombre me sostuvo antes de tropezar.

—Tranquilo, ¿quieres que te acompañe a tu departamento? ¿O prefieres ir al mío? —Me tomó con fuerza por la cintura—. Me sentiría muy mal al dejarte ir solo cuando apenas y puedes caminar.

Lo miré por un instante escéptico, pero sabía a dónde quería llegar y descubrí que me daba completamente igual.

—Creo que no sería una mala... —Una mano me tomó del hombro y me alejó de aquel hombre.

—Lamento haber tardado tanto, Neji —habló un joven a mi espalda y me sorprendió que supiera mi nombre—. Señor, lamento si mi amigo le dio problemas, pero yo me ocupo de él, gracias por su consideración. —Se excusó con educación para después tomar mi brazo y arrastrarme a la salida.

El tipo que hasta apenas unos segundos me sostenía se había quedado perplejo, yo sentía el estómago revuelto e intuí que vomitaría en cualquier momento si seguía caminando tan rápido. Traté de zafarme, pero el joven me tenía fuertemente agarrado y no cedió ante mis empujones. Me siguió arrastrando sin dirigirme la palabra.

Cualquier persona normal en este momento estaría asustada o por lo menos trataría de descubrir quién lo llevaba sin su consentimiento, pero yo solo miraba el suelo y trataba de reprimir las ganas de vomitar.

Por suerte paramos antes de que me fuera imposible seguir soportando el asco que sentía, entramos a un elevador que se detuvo enfrente de un departamento al que el joven accedió rápidamente, me empujó dentro y yo no hice nada para impedirlo.

Me dirigió a una silla y me sentó. Levanté la vista y observé como el techo ondulaba sobre mi cabeza. De pronto todo comenzó a dar vueltas hasta que una voz me sacó de mi ensoñación y me obligó a mirarlo.

—Supongo que no eres muy tolerante al alcohol. —Unos ojos color turquesa claro me analizaron—. Llevabas apenas media hora tomando y ya te veías lamentable. —Sus labios se curvaron en una sonrisa.

—¿Quién eres? —Lo escruté con la mirada.

Suspiró con molestia.

—Tres años en el mismo edificio, topándonos en los pasillos de la universidad, sentados en ocasiones en la misma mesa de la biblioteca, compartiendo los mismos pesados catedráticos, casi tropezando en la cafetería para desayunar y ¿me dices que no me reconoces ni un poco? —Me miró ofendido.

—Disculpa, no tengo buena memoria —me excusé para no molestarlo.

—¿Qué no tienes buena memoria? —Si hubiera tenido cejas probablemente habría levantado una—. Todos los catedráticos hablan maravillas de ti, dicen que por lejos eres el mejor alumno que en años se había presentado y al parecer el genio no tiene buena memoria o los catedráticos son unos mentirosos. —Se cruzó de brazos escéptico.

Lo miré con una posible cara de estúpido, no sabía qué responder cuando él rápidamente agregó:

—No es eso, Hyuga. —Se acercó y se sentó en una silla frente a la mía—. Tan solo es que no te importa nada más que los libros que siempre llevas por delante.

Me quedé callado observando al chico pelirrojo sin comprender qué deseaba.

—Pensé que eras alguien interesante, que detrás de esa fachada de ratón de biblioteca ocultabas una personalidad excéntrica. —Se pasó los dedos por el pelo—. Cuando te vi entrar al bar pensé que por fin presenciaría en primera fila al verdadero Neji, pero me llevé una terrible decepción al comprobar que tanto estudiar te volvió estúpido ante el mundo. —Una expresión de burla se asomó en su rostro.

—Tu nombre... No me has dicho tu nombre —hablé con dificultad.

—Sabaku no Gaara —dijo con seguridad.

—Ese es un nombre realmente extraño.

Con las manos traté de apartar los cabellos que caían en mi cara y ponerlos detrás de la oreja, pero al ser tan cortos e irregulares se escaparon sin remedio.

—Probablemente tú solo te desgraciaste el pelo. —Se levantó de la silla—. Se ve horrible.

Se metió a lo que parecía la cocina y regresó con unas tijeras.

—En verdad me da pena siquiera mirarte. —Se puso detrás de mí y agregó—: Lo hago por lástima.

Después de tratar de emparejar mi pelo se acercó a mi rostro y me analizó de cerca.

—Para mi gusto te veías mejor antes, pero aun así no luces tan mal. —Se tocó la barbilla con expresión crítica.

—Gracias. —Me incliné un poco hacia atrás para alejarme de su mirada.

—Supongo que después de hacer de buen samaritano merezco saber por qué te cortaste el cabello y fuiste a un bar a emborracharte hasta casi acostarte con un tipo asqueroso.

—Yo no...

Se levantó apresuradamente y conectó su celular a unas bocinas que tenía en medio de la sala.

—Ven aquí. —Me señaló con la mano un sillón.

Me levanté y me senté como ordenó.

—Odio tener una buena plática sin música de fondo —escogió una canción y preguntó—, ¿la conoces?

—¿Enjoy the silence?

—Claro, de Lacuna Coil que es su mejor versión.

—Me gusta más la de Keane o la original de Depeche Mode. —Me encogí de hombros.

—Cuestión de gustos...

Se sentó junto a mí con comodidad subiendo los pies en la mesa de centro.

—Sí, claro.

—Bueno, ahora puedes hablar libremente, no te interrumpiré más.

—No tengo nada de qué hablar.

—Una persona que vive solo esperando la muerte, debe tener alguna razón interesante.

—¿Esperando la muerte? ¿A qué te refieres? —Lo interrogué.

—Solo vives esperando la muerte o acaso ¿tienes algún sueño?

—No tengo ningún sueño o ambición en especial, pero eso no significa que espere la muerte. —Mi voz sonó molesta.

—¿Entonces qué es lo único que te queda esperar? —Inclinó su cabeza mirando el techo—. Si no te importa absolutamente nada, ¿qué esperas del día de mañana?

—No lo sé... supongo... que la muerte.

—¿Ves? ¿Y cuál es la razón?

Me revolví incómodo en mi lugar

—Nada en especial.

—Bueno, si no es especial, ¿por qué no me lo cuentas?

—Es absurdo cuando lo digo en voz alta.

Me cubrí la cara con las manos y sentí que algo en mi cabeza estallaría.

—Te digo qué pienso... —Esperó a que le contestara, pero no pretendía decir nada—. Creo que es por amor.

—¿Ridículo, no? Que el amor te destruya cuando se supone debe hacer lo contrario.

Mi voz salió trémula.

—No es ridículo... Amar sin ser amado son cosas que pasan todo el tiempo y que no podemos evitar. —El final de la frase salió como un susurro.

—¿Te ha pasado? —Lo miré.

—Sí. —Me regresó la mirada.

—Entonces no hace falta que te cuente nada.

Me recargué en el respaldo del sillón, porque hasta el momento me había mantenido tenso.

—Hagamos un trato, tú me platicas todo, con nombres y fechas y yo hago lo mismo. —Me sonrió sincero por primera vez en la noche.

Mis ojos se concentraron en su expresión, que sin darme cuenta mi boca ya estaba soltando:

—Me enamoré de un chico menor que yo por un año, para mí siempre fue una gran diferencia de edad, después poco me importó, me entregué a él como una chica virgen al hombre que ama. Todo era perfecto, demasiado perfecto que ahora me da miedo recordarlo, como si el destino me hubiera dado en un año toda la felicidad junta que me correspondía para toda la vida, y cuando terminó solo me dejó los recuerdos felices que duelen más que el rechazo y los golpes antes de que se marchara.

—¿Por qué terminó? —Me observó atento.

—No lo sé, me lo he preguntado tantas veces, un día teníamos los mismos sueños y al siguiente yo ya no entraba en los suyos.

—¿Cuándo te diste cuenta que lo amabas? ¿Después de terminar?

—No... Antes, cuando lo vi por primera vez algo en mí se rompió.

—¿Rompió?

—Es difícil de explicar, pero fue como si todo lo que percibía como la vida en realidad fuera una burbuja de cristal que me rodeaba, al mirarlo el cristal se hizo pedazos y por primera vez pude apreciar el mundo real. Después cada vez que lo veía algo en él me atraía. —Me detuve un momento para tomar aire—. Cuando hablé con él por primer vez me desagradó, después de un mes nos hicimos amigos y fue después de tener nuestro primer beso que descubrí que lo amaba.

—¿Él alguna vez te dijo que te amaba?

—No, nunca y yo tampoco se lo dije.

Por un momento me perdí en los recuerdos hasta que Gaara habló.

—¿Cuál es su nombre?

—Su nombre...

—¿Tienes algún problema en decirlo?

—No. Es Sasuke... Sasuke Uchiha. —Sentí que algo dentro de mí tembló.

Me miró como si le hubiera dicho una broma.

—¿Lo conoces? —Le cuestioné con temor.

Se levantó, se acercó a una repisa que tenía en el fondo de la sala, buscó con la mirada hasta que se detuvo, sacó un grueso libro, se acercó a mí y me señaló para que mirara la bibliografía del autor en la solapa.

—¿Estamos hablando del mismo hombre? —Me interrogó con curiosidad.

Miré la fotografía. Evidentemente era el mismo Sasuke, pero ¿cuándo había sacado un libro? ¿Qué no se suponía que apenas era un estudiante? Paré de formular preguntas y me recordé que en realidad eso podía ser posible, yo ya no sabía nada de su vida.

—Sí, es él. —Mis ojos se abrieron grandemente.

—Es un escritor muy joven, al parecer todavía es estudiante de letras en una universidad de Japón, pero un escritor leyó su obra. —Se tocó la barbilla para concentrarse—. Creo que el nombre de ese escritor es Orochimaru, leyó su obra y le ayudó a publicarla. Se volvió muy famosa, es de ciencia ficción, pero tiene un toque romántico que atrae a todo público.

—¿Romántico? ¿Es bueno escribiendo romance? —Le pregunté con incredulidad.

—Mucho, casi lloro al final, es todo un genio.

Miré una vez más la fotografía. Cuatro años le habían sentado muy bien, se veía más maduro y más frío.

—No pongas esa cara que me deprimes. —Me quitó el libro de las manos y me miró—. Bien, creo que es mi turno, ¿quieres escucharme?

Asentí con la cabeza.

—A comparación de ti. —Me apuntó con el dedo—. Mi mundo antes de conocerlo estaba destrozado, creía egoístamente que si yo no era feliz todos debían ser igual de miserables. Pero en una ocasión unos amigos de mi padre dieron una fiesta para presentar a su nuevo hijo adoptivo, ambos teníamos once años. Verlo tan feliz me hizo sentir que debía destruirlo, así que lo odié hasta los trece años, cuando sus padres se fueron de vacaciones y él se quedó en mi casa una temporada. Durante ese mes, él cambió totalmente mi vida con sus pequeños gestos de amabilidad. Él entendía lo que era tener un pasado doloroso y me ofreció su amistad. Me enamoré de él en el preciso instante en que los dos, después de haber peleado hasta casi quedar inconscientes, se arrastró lentamente para brindarme una sonrisa cálida y hacerme entender que el odio no era una razón para vivir. —Una sonrisa llena de nostalgia se coló en su rostro.

—¿Y qué pasó después? ¿Le dijiste que lo amabas?

—No. Mantenemos una linda amistad, actualmente él tiene una hermosa novia que ama de verdad.

—Creo que deberías decir lo que sientes por él.

—No es necesario, no cambiaría nada.

—¿Cuál es el nombre del chico?

—Lo debes de conocer muy bien, es el mejor amigo del Uchiha y novio de tu prima.

—Naruto —levanté una ceja con asombro—, ¿Naruto Uzumaki?

—Sí. —Asintió con la cabeza.

—¡Vaya que el mundo es pequeño!

—Más de lo que imaginas.

Nos quedamos en silencio reflexionando todo lo que habíamos escuchado del otro.

—Creo ya estás mejor. —Sus ojos turquesa captaron los míos—. Estabas a punto de acostarte con un tipo que apenas conocías. ¿Sueles hacerlo seguido?

—No me he acostado con nadie después de él. —Desvié la mirada avergonzado—. Lo que pasó hoy fue mi reacción al enterarme que se casará.

—¿Por eso el corte de pelo? —Agarró la punta del mechón que me caía por el rostro.

—Algo así. —Comprobé que su tacto no me afectaba como el de Sasuke.

—Yo en realidad, no debería juzgarte, se podría decir que soy bisexual, me he acostado con hombres y mujeres por igual. —Se encogió de hombros.

—¿Odias a mi prima por quitarte a Naruto? —No podía continuar conversando con Gaara si su respuesta era afirmativa.

—La conocí en una ocasión, no podría existir persona más perfecta para él que ella. Se merece a la chica más honesta y pura de corazón. —Su voz se tornó triste.

—Quisiera pensar igual que tú, no es que le deseé la misma miseria que yo vivo, pero no soporto imaginarlo con alguien que no sea yo. —Una lágrima se escapó furtiva—. A veces quisiera desaparecer para ya no sentir esto. —Se desató el llanto que guardaba y escondí el rostro entre mis manos.

—Está bien, Neji... Puedes llorar todo lo que quieras. —Atrajo mi cabeza a su hombro.

[...]

No sé en qué momento paré de llorar, pero cuando desperté Gaara estaba acostado frente a mí y yo estaba extendido en el sillón con una manta cubriéndome del frío, suspiré y un inmenso dolor de cabeza nubló mis sentidos.


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