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Masoquistas por DanteX

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Notas del capitulo:

Después de mucho tiempo de inactividad... ¡He vuelto y más pervertida que nunca!

Debo avisar que este fic nació como una prueba, y se llevaba pudriendo en mi bloc de notas del móvil desde hace bastante, pero bastante tiempo. La verdad es que no creo que tenga continuación, pero oye podría ser.

En cuanto a advertencias ya os aviso que es tremendamente explícito. La verdad es que quería hacer algo así desde hace bastante, y bueno... No ha quedado del todo mal. Espero que lo disfrutéis.

 

—¿Preparado?

Law se tensó en sus ataduras, pero a la vez sintió un ramalazo de deseo. 

—Sí. 

El golpe fue certero y doloroso. Profirió un sonido, a medio camino entre un lloriqueo y un gemido al sentir su nalga en carne viva, pero aquello era justo lo que necesitaba. Volvió a sentir un golpe más fuerte en la nalga izquierda. Apretó los dientes y notó como las lágrimas empapaban la tela que cubría sus ojos. 

Su cuerpo tenso rozó dolorosamente el cuero de sus ataduras. A cuatro patas, sujeto por las muñecas y los tobillos, se encontraba totalmente expuesto a las manos de Kid, su Maestro.

Uno tras otro los golpes se sucedieron como granizo. Gimió y lloriqueó, intentando huir de la sensación pero a la vez más duro que una roca. En un momento determinado, las manos que le habían estado golpeando reposaron sobre su trasero, acariciándole, mandándole escalofríos y el cosquilleo posterior del dolor. 

—Puedes suplicar lo que quieras pero no puedes correrte a menos que yo lo diga. No puedes hablar a menos que yo quiera y harás todo lo que yo te ordene —advirtió con voz dominante, turbia y excitante—. ¿Cuál es tu palabra de seguridad? 

—Ro... Rojo —respondió con voz trémula. 

—Bien. 

Kid abandonó su cuerpo. Law se relajó unos segundos, la calma antes de la tormenta. Sabía que el pelirrojo estaba jugando con él, que le conduciría a  la locura de una forma u otra, pero sin el sentido de la vista y atado estaba a su merced. 

Notó un suave toque en la parte interior del muslo. 

—Abre más las rodillas.

Trafalgar se mordió el labio inferior, pero obedeció. La suave caricia pertenecía a su fusta preferida, de cuero y con pequeñas tachuelas en la punta, y no pudo evitar sentir una punzada de anticipación mientras su Maestro le reajustaba los amarres para que no pudiera volver a cerrar las piernas. 

—Dime pequeño. ¿Qué quieres que te haga? 

«Pégame» Pensó desesperado, removiéndose incómodo y apretando las sábanas bajo sus dedos. 

—Castígame Maestro. —Tragó saliva, incapaz de formar una frase de más de dos palabras sin atragantarse con el calor. 

—No —respondió. Paseó la punta de la fusta en una lenta caricia sobre su columna, que se arqueó a su paso—. Si lo disfrutas no es un castigo. Prueba otra vez. 

Gimió desesperado, intentando que el instrumento chocara contra su piel. 

—Por favor, Maestro. He sido muy malo —Todo su cuerpo tembló al sentir la fusta acariciando su perineo—. Ahí, justo ahí, por favor Maestro, por favor, por favor...

—No. 

Apretó los dientes, impotente al notar que se retiraba de nuevo. Jadeando por la frustración, notó como Kid caminaba hacia las ataduras de sus manos en la mesa de operaciones, pero no eran ellas lo que le interesaban. De repente y sin avisar, unas pinzas se cerraron en torno a sus pezones. Emitió un gritito de sorpresa, excitación y dolor. 

—Abre la boca. —Lo hizo. El pelirrojo insertó una bola en ella, y luego otra, unidas por una cuerda. Eran de metal, pesadas, y contenían pequeñas bolitas que se movían en su interior y rebotaban en las paredes—. Te gustan, ¿a que sí? Son mi última adquisición. Agárrate, porque vas a ver las estrellas. 

—Joder, sí... —profirió Law, aún con los artilugios en su cavidad. Su Maestro los retiró antes de que pudiera ahogarse con ellos. 

La preparación posterior fue mucho más cuidadosa y placentera. Notó cómo las manos de Kid humedecidas en lubricante le esparcían el líquido por sus nalgas, el contraste entre frío y calor provocándole escalofríos. Con manos expertas repartió la sustancia por su entrada y metió el dedo índice despacio. Solo un poco más, unos centímetros y daría directamente con su próstata. Pero ese delicioso momento no llegó nuca, puesto que se encontró antes con un azote en la planta del pie que le hizo gritar por la sorpresa. 

Kid fue dando pequeños picotazos en esa zona y por sus muslos a la par que le preparaba. Law se derritió. Nadie sabía mejor que su Maestro lo que le gustaba mezclar dolor con placer.

Tres dedos fue el máximo antes de retirarlos de nuevo. El siguiente paso fue insertar las bolas en su entrada, que gracias al lubricante y la preparación resbalaron em su interior sin problemas. Law gimió, loco por todo lo que estaba sintiendo.

Su Maestro empujó las bolas todo lo dentro que estas llegaron. Rozaron su próstata desatendida, lo que provocó que soltara un alarido de placer. Intentó moverse contra los dedos, empalarse a sí mismo, pero Kid se lo impidió sujetándole la cadera. 

Se apartó. El moreno notó el juguete apretado entre sus paredes, muy, muy adentro. Sintió cómo fuertes manos pálidas le obligaron a bajar los hombros hasta quedar postrado, con su trasero elevado en el aire. Las bolas se movieron una vez más contra la glándula. Frunció el ceño y apretó los dientes, emapapando una vez más la tela con lágrimas de placer. 

No era solo por el juguete, o por las manos de Kid acariciándole la espalda y costados sobre sus tatuajes, o por estar atado y crgado. Era por la sensación de estar a merced de su Maestro, de saber que podía cederle el control de su cuerpo, de por una vez poder dejarle las riendas a alguien más. Era esa confianza ciega lo que le excitaba tanto. 

—Voy a darte unos buenos azotes —susurró en su oído. Law asintió con ganas y movió las caderas, haciendo que las bolas se moviesen—. Tienes prohibido moverte. 

Lloriqueó, frustrado, apretando los puños contra los amarres pero obedeciendo sin dudar. Al quedarse estático era imposible que el intruso en su trasero volviese a rozar su punto G, volviéndolo loco de deseo. Pero su Maestro confiaba en que podía hacerlo, [i]debía[/i] hacerlo. 

El látigo restalló contra su perineo. El golpe le pilló por sorpresa. Las bolas chocaron y vibraron en su interior. 

Ese fue el primer grito real de aquella noche. 

^^^^^^

Cuando la sesión acabó era bien entrada la madrugada. 

Kid le quitó la venda, pero fue como si no lo hubiera hecho. Su cuerpo se hallaba lampiño y laxo sobre la aséptica mesa de operaciones donde habían comenzado, tumbado boca arriba y con las piernas abiertas de par en par, con los tobillos atados a sus muñecas. Su pecho subía y bajaba acelerado, su cuerpo cubierto de sudor y semen (propio y ajeno) y su corazón veloz como una centella. 

Con delicadeza su Maestro retiró suavemente sus ataduras y le cogió en brazos. Law, todavía en la bruma entre el dolor y el placer no pudo hacer mucho más que reposar sobre su pecho, completamente ido y todavía recuperando la respiración.

Cuando su mente hizo contacto con el mundo de nuevo, Kid le había lavado y se encontraba sumergido hasta los hombros en la bañera y apoyado en su pecho, junto con un brazo protector rodeándole la cintura.

—¿Estás bien? —preguntó al verle reaccionar. Trafalgar alzó la mirada despacio hasta toparse con ojos carmesíes que le miraron con preocupación velada. Se acercó a su rostro un poco y le besó despacio, sin necesidad, solo la confirmación que Kid necesitaba. Este respondió con la misma suavidad. 

La mano en su cadera ascendió hasta posarse en su nuca y  acariciarla. 

—Me duele todo —dijo con la voz cortada. 

—Es normal. Te he pegado una buena paliza. ¿Me he pasado?  —Su tono pretendía ser desenfadado, pero Law sabía leerle lo suficientemente bien como para saber que estaba preocupado. Siempre lo estaba después de una noche como aquella. 

—No. Estoy bien —Carraspeó débilmente—. Si lo hubieras hecho hubiera dicho la palabra de seguridad. 

Eustass asintió, satisfecho por el momento. Se estiró un poco hasta coger una botella de agua en el suelo del baño, la destapó y la volcó directamente en los labios de su amante. Trafalgar bebió con avidez, y con un gesto le indicó que se apartara cuando estuvo saciado. 

El vapor ascendía en el baño del submarino al igual que sus respiraciones relajadas. Aquel era el momento que más le gustaba a Law, el momento de reposo posterior al dolor y en el que Eustass le demostraba una y otra vez que podía confiar en él; en cuerpo y en alma.

 

Notas finales:

Y con esto se acabó. Ya aviso que no sé cuándo podré subir otro Fic (probablemente muy muy tarde). 

Debo dar mención especial a Rising Sloth por sus fics, que me han inspirado muchísimo. Si estás leyendo esto un beso muy grande. 

También a CarisMai, a la que sigo desde hace años, aunque desapareció sin dejar rastro. Un beso de mi parte también :D.

 

Otra cosa: también me he mudado a FanFiction con el seudónimo de

XDante. Por ahora no he subido nada, pero lo iré haciendo. 

 

Un beso y hasta la próxima. 


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