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Un solo beso no es suficiente por YoloSwag

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Notas del capitulo:



La noche no tenía luna, y caía una fría lluvia, pero no helada. <<Aún así hubiera sido agradable tener un paraguas>>, pensó Arima con cierta resignación.
Llevaba años aprendiendo a ser quien era, tenía el control absoluto de sus emociones, de sus deseos hasta que apareció Sasaki Haise. En su presencia, sus emociones fluctuaban inesperadamente. Y era la intensidad de esas emociones, el motivo de que estuviera frente al Chateau.
La puerta estaba abierta.
Entró.
Todas las luces estaban encendidas, sin embargo no había nadie o al menos eso creyó hasta que subió a la terraza. Encontró a Haise pálido y exhausto gritando un desgarrador <<lo amo Arima-san>> al aire, solamente y simplemente admitiéndolo.
   —Haise. —Le pone una mano sobre el hombro y le obliga a volverse con suavidad. Le pareció que no había visto una cara con tal expresión de dolor y miedo. —Haise, mírame.
Éste negó con la cabeza de manera impaciente.
   —Por favor Arima-san, simplemente olvídelo.
   —¿Es verdad lo que dijiste?
Haise abre los ojos y le mira fijamente antes de responder:
   —Sí. Lo amo, Arima-san —dijo con sencillez. 
Permaneció en silencio; pero había sucumbido.
Como si un resorte se accionase de repente, una necesidad irrefenable se apoderó de él y sosteniendo el rostro de Haise por ambas mejillas lo besó.
   —Estoy soñando. —La sangre coloreaba sus labios y mejillas. Su mirada era dulce, implorante.
Aquello era el derrumbe de toda cordura. Rodeó impulsivamente la cintura de Haise y lo estrechó con fuerza.
    —No sé si lo que siento por ti es amor, Haise. Todas estas sensaciones —este deseo— son cosas nuevas para mí.
Haise no dijo nada, se limitó a sonreír con dulzura —aquella sonrisa le alteró por dentro—, y tomándolo de la mano lo llevó a su habitación. Con lentitud Haise se deshizo de su ropa, dejando al descubierto un cuerpo esbelto pero fuerte a la vez.
   —Arima-san... — le echa los brazos al cuello, apretando su cuerpo contra el suyo. —No me olvide.
Haise era atroz y sublime al mismo tiempo. No sabe lo que le pasa con él o por qué causa que la sangre arda en sus venas.
Se besan en silencio.
A partir de aquel momento se desató el infierno. Arrastrados por el deseo y una especie de hambre insatisfecha, se amaron el uno al otro.
No había manera de que olvidará ese amor, su amor para el que no existía cura ni redención. Y allí, entre las sábanas embriagándose en su olor juraron que se amarían para siempre.
Despierta.
La cama era demasiado grande, demasiado fría. No volverá a ver a Haise, y su pérdida está destruyéndolo con ese dolor mezclado de aquella sensación extraña de nostalgia. Ahora comienza el ruido, suave, disperso y desesperanzado.
Llueve.
Otro día. Lleno de horas solitarias que lo asfixian.
Se levanta despacio y con cuidado. No puede hacerlo de otra manera su cuerpo duele como si miles de agujas estuvieran incrustadas en el y ha perdido por completo la visión en el ojo izquierdo. Solo espera tener el tiempo suficiente.
Las gotas de lluvia resbalan por las ventanas, y a través de éstas observa con ojos ausentes al segador negro del CCG cruzando la calle. Kaneki Ken se ha vuelto un verdugo implacable, cruel y despiadado. Ha superado las expectativas de todos. Entonces, por qué siente que ha obrado mal.
El timbre en la puerta, lo saca de sus cavilaciones.
   —Pasa, por favor —dice al abrirla y le indica con un gesto que tome asiento. Kaneki lo obedece, y el hace lo mismo— Te agradezco que haya venido a pesar de avisarte con tan poco anticipación.
   —No se preocupe, esperaba con impaciencia que me llamara, Arima-san. —Al decir esto su voz resultaba sarcasmo.
Las luces son tenues, la habitación es fría y algo desgrable se desprende en el ambiente. Se miran a los ojos, ninguno de los dos habla. 
Todo es hielo y distancia entre ellos.
   —¿Qué es lo que puedo hacer por usted, Arima-san? —quiso saber Kaneki, que comenzaba a impacientarse.
   —Te he propuesto como secretario del escuadrón S3.
   —¿Quiere que sea su secretario?  —sonrió y sus ojos brillaron dibujándose un gesto cruel en el rostro— ¿Existe ese puesto?
   —Eso es lo que dije, Haise —una sensación de incomodidad surgía cada vez que lo llamaba por aquel nombre, sabía perfectamente que él no era Haise— Y sí, existe.
   —No tengo elección ¿Cierto?
   —Siempre la has tenido.
Su respuesta no es más que una mentira, pues sabe que Kaneki no tiene elección. Está en borde del abismo, asi como lo está él.
   —Esta bien lo pensaré, Arima-san.
   —La junta para la operación del Cochlea es dentro de una semana —al decir esto Kaneki pareció más interesado—, me gustaría que me representaras en dicha reunión.
   —No creo que esa idea le guste especialmente al clase especial Matsuri.
   —Ese es el propósito.
Kaneki sonrió y negó con la cabeza.
   —Digame Arima-san, ¿alguna vez ha asistido a una junta del CCG.
   —Sí, y no terminó bien. ¿Lo has olvidado Haise?
Se produjo una pausa momentánea.
El rostro de Kaneki asumió una expresión siniestra. Sus ojos grises brillaban con una ira repentina tras los cristales.
   —Siempre lo supo, ¿No es así?
   —Era un hecho inevitable.
   —Eso es todo, ¿No va hacer nada al respecto?
Arima se encogió de hombros y dirigió una mirada de cómica resignación a Kaneki.
   —No hay nada que pueda hacer que me devuelva lo que realmente quiero.  —logró percibir en Kaneki su preocupación por él, una especie de lucha y por un momento, vio algo en sus ojos que se asemejaba al afecto.
   —Lo siento Arima-san.
   —Lo que es, es y haremos lo que tengamos que hacer.
Kaneki suspiró. Como siempre Arima se negaba a reaccionar ante las adversidades. Era algo irritante esa tranquilidad pasmosa con que tomaba todas las cosas.
   —Pensar en exceso, es malo para el pulso Kaneki. —dijo como si hubiera leído sus pensamientos, y se puso de pie con cierta desgana en el gesto.
   —Arima-san... —retiene su mano por un momento. Quiere decirle tantas cosas pero acalla su corazón y no dice nada.
   —Confío en ti Kaneki —dijo, después de un silencio, liberándose del agarre de Kaneki—. Recuérdalo siempre. Ahora me gustaría continuar con mi existencia en soledad.
   —Entiendo, con su permiso Arima-san.  —Se incorporó, componiendo una sonrisa. Una auténtica, no una mueca irónica. Sin embargo, cuando lo hacía, la crueldad se dibujaba en sus facciones. Giró sobre sus talones y la puerta se cerró detrás de él. 
Arima era demasiado insensible. No era consciente del daño emocional que podía llegar hacerle, y si lo hacía no dejaba ver nada.
Cierra la mano, la siente vacía.
Sabe que la próxima vez que se vean, sus relaciones no tendrían nada de cordiales. No importa lo que deba hacer para sacarla de ahí, ella también es su familia.  Ya lo ha decidido, entonces por qué duele tanto.
Nota cómo las lágrimas le inundan los ojos cuando escucha un "te amo". Pero¿acaso son suyas las lágrimas?
Afuera, la lluvia sigue cayendo inmutable.


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