Prólogo
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Mikasa tenía un hermano perfecto. Y si bien no existía en el mundo algo enteramente perfecto, a ojos de Mikasa, su hermano lo era. Eren era un chico adorable, atractivo, divertido, adorable, determinado, inteligente, adorable, dedicado, artístico, fuerte, adorable, bondadoso, interesante y... ¿Ya mencioné adorable? Porque realmente lo era.
Eren Jaeger, con su linda y suave piel canela, su físico desgarbado, pero bien ejercitado; esa hermosa sonrisa natural de blancos dientes perfectos tras esos preciosos labios tenuemente teñidos de carmín, y ¡mierda! ni siquiera necesitaba fruncirlos para que luciesen deseables. Y sus ojos, unas preciosas gemas con todos los matices de verde y apenas unas pocas salpicaduras de pinceladas doradas nadando en su iris los hacían refulgir de manera extraordinaria. Eren tenía los ojos más bellos que Mikasa hubiera visto jamás, y no estaba dispuesta a dejar que cualquier idiota pudiera apreciar a su adorable hermano de cerca sin obtener antes su aprobación. Cosa que no pasaba muy seguido. O mejor dicho nunca habían pasado.
¿Pero... cuál era el problema entonces? Simplemente nadie llenaba las expectativas de Mikasa, un desfile de candidatos pasaba ante sus ojos casi a diario, y eran rápidamente descartados con una mueca de disgusto. Podría decirse incluso que la chica ni siquiera se tomaba la molestia de tomar en cuenta a los prospectos de pareja del castaño, simplemente nadie nunca sería lo suficiente para Eren.
Todas las chicas del campus estaban locas por él, los chicos hacían fila para pedirle una cita al exquisito bombón alemán que, ignorante de las miradas insinuantes del resto, se paseaba tan tranquilamente por los pasillos del área de Artes y Humanidades, o al menos hubieran hecho fila si una sobreprotectora hermana con una descomunal fuerza no hubiera intervenido. Una regla que nadie había escrito pero que era sobreentendida por toda la población estudiantil de la academia estatal de Sina, era que nadie debía meterse con Mikasa si no quería acabar en un hospital y, por lo tanto, Eren estaba fuera del alcance de todo aquel que quisiera conservar sus huesos enteros y sus órganos en el lugar correcto.
Por lo cual, Eren ignoraba el hecho de que atraía la mirada de la gente. Se consideraba a sí mismo atractivo, sí, pero no contaba con una alta autoestima. Todas sus relaciones anteriores habían terminado después de unos cuantos días; y por un tiempo el pobre chico realmente pensó que debía de haber algo malo con él. Lo que el muchacho ignoraba era que Mikasa amenazaba a cada pretendiente del chico de tal manera que, eventualmente, él o ella sucumbía a la presión de la aterradora chica y asustado terminaba con el inocente muchacho. Y eso era exactamente lo que Mikasa buscaba. Entre más miedo, menos insistencia, menos problemas para ella, lo que se traducía a "menos idiotas cerca de Eren".
Con el tiempo, Eren dejó de preocuparse por los temas amorosos y decidió concentrarse en lo que verdaderamente disfrutaba: la pintura. Porque Eren Jaeger era un apasionado artista, el mejor de su clase de hecho. A donde quiera que fuese cargaba un cuaderno de dibujo con él, inspirándose en las cosas más insignificantes para crear una magnífica obra de arte. Un chico verdaderamente talentoso, eso es lo que era. Y era eso lo que Mikasa veía en su hermano ¿Por qué entonces lo dejaría aventurarse lejos de su excesiva protección con el primer desconocido imbécil que quisiera jugar con él y romperle el corazón? ¿A Eren? ¿SU Eren? ¿Su adorable hermano?
NO. Simplemente no podía permitirlo.