VI. Mi vida está en tus manos.
Había terminado de dejar toda la leña en el cobertizo, ya todo estaba listo para el invierno. Durante el trayecto a su hogar las nubes de tormenta acechaban en el cielo. Podía sentir el ki de Vegeta no muy lejos, por lo que avisó que iría a verlo no sin antes cambiarse a su típico GI de entrenamiento.
Surcaba por el cielo sintiendo el viento helado chocar con su cuerpo. Las nubes estaban cubriendo el firmamento, se avecinaba la tormenta. Voló más rápido para poder, al menos, hablar unos pocos minutos. Se podía sentir el frío en el ambiente en donde se encontraba el príncipe. El lugar que había elegido el guerrero orgulloso era un cordón de montañas y cierras que habían sido testigo de innumerables batallas y entrenamientos.
— (No olvidas nada. ¿Cierto?) — pensó nostálgico.
Ese lugar fue testigo del la primer gran batalla entre los dos Saiyajines de raza pura más poderosos del universo. En donde cada uno luchaba sin cesar para cumplir con su deber. Destruirlo todo -por parte príncipe- y salvarlo todo -por parte de Goku-. Con ese recuerdo, el más joven de los dos Saiyajines puros divisó al príncipe quien aguardaba parado de brazos cruzados con seriedad.
— ¡¡Vegeta!! — llamó al aludido que estaba de espaldas.
— Tardaste... — dijo levantando la vista para verlo con ojos afilados.
— Si, lo sé. Tenía que dejar todo acomodado y cambiarme para estar más cómodo. — se disculpó con la pequeña explicación, aterrizando a tierra firme muy cerda del otro hombre.
El guerrero orgulloso no esperó y se transformó en súper Saiyajin. Acto que el menor copió. Ambos llevaban una sonrisa socarrona en sus rostros.
— No me voy a contener... — dijo con seguridad el príncipe, poniéndose en pose de pelea.
— Dame con todo lo que tengas... Basura. — retó el hombre de ahora, rubios cabellos con una sonrisa maliciosa.
Esa simple palabra tocó un nervio en el cerebro del guerrero orgulloso. Su furia contenida se desató atacando a toda velocidad el guerrero frente suyo, quien lo esperaba gustoso. Un golpe resonó por todo el lugar, un puño cerrado a solo centímetros del rostro del hombre más alto, era sostenido con fuerza por su mano derecha logrando así que el golpe no fuera realizado con éxito.
Ninguno parecía detenerse, golpes de todo tipo iban y venían, más por parte del príncipe. Goku se defendía porque los golpes que recibía eran difíciles de esquivar y él simplemente quería que el guerrero orgulloso se desquitara. Podía sentir como toda esa furia y dolor que el Saiyajin mayor contuvo estas semanas, se escapaba en cada golpe que acertaba. Poco a poco, el Saiyajin criado en la Tierra perdía terreno, los golpes sin compasión de su príncipe eran cada vez más sucios y rastreros. Como si quisiera que cayera al suelo.
En uno de los golpes, el guerrero legendario lo agarró con firmeza de un brazo y le tiró una parada que lo hizo volar a una montaña, donde quedó postrado. Escupió un poco de sangre pero su sonrisa socarrona no se iba con nada. El Saiyajin menor se acercó, y el otro aprovechó para salir y tratar de agarrarlo, lo logró pero fueron sus manos que se entrelazaron. Ambos tenían una sonrisa orgullosa, sus corazones latían con fervor, ambos se miraban a los ojos, a sus ojos zafiro destellantes de pasión. El joven se acercó lentamente al rostro del mayor, que mostró sus dientes en una sonrisa malvada, sus pies tocaron el abdomen del otro quien quedó sorprendido de lo flexible que era el príncipe. Con una última mirada lo aventó al suelo y el Saiyajin de clase alta lo siguió cuando se desprendió de la roca. Una patada en el brazo izquierdo dio la oportunidad de que el menor tomara su pierna y lo tirara para sí y acercarlo, un cabezazo de parte de Goku lo descolocó al hombre de cabellos en forma de flama y con esa oportunidad le acertó un golpe en el abdomen que lo hizo caer de rodillas al suelo. Se detuvo cuando el otro no se levantó.
Preocupado se acercó para ver que le pasaba, cuando su rostro estuvo cerca del cuerpo del otro. El príncipe le tiró un buen puñado de tierra a los ojos, obligándole a cerrarlos y alejarse. Vegeta le propinó una patada en el estómago haciendo que se curvase, para así poder darle un rodillazo en el mentón haciendo que escupiera sangre. Desequilibrado, el Saiyajin más joven trató de agarrarse a algo pero lo único que recibió fue una patada que lo mandó al suelo. Donde se giró y vomitó con un poco de sangre. Pero el príncipe no de detuvo, lo pateó en las costillas, mandándolo a volar a unas rocas que habían. Ahí le siguió pegando en todo el abdomen hasta que el guerrero rubio lo tomó por los brazos y lo tiró de espaldas al suelo, le dio un cabezazo que le hizo sangrar la frente. En esa posición, el salvador del Universo lo agarró de un brazo y lo tiró lejos donde cayó en un conjunto de rocas.
Esperó en silencio, pero ya no daba más. Se sentía a dolorido por todos lados, le costaba respirar (seguro tenía costillas rotas), su brazo izquierdo estaba con sangre desde el hombro hasta las puntas de sus dedos. Respiró hondo y cayó con peso muerto al rocoso suelo con los ojos cerrados. Perdiendo su transformación. Unos minutos después, sintió un peso en su lastimado abdomen. Abrió los ojos con pesadez y pudo ver al príncipe de brazos cruzados sentado a ahorcadas sobre él. Distinguió la sangre que había en el rostro del otro, vio mucha sangre en una de sus manos, se asustó creyendo que esa sangre era de él y no suya.
— ¿Esto? — preguntó con voz cansada el príncipe levantando su mano. — Es tuya... De aquí — señaló el hombro izquierdo. Tomó con dificultad su hombro herido con su otra mano. Le costaba respirar, y mucho. — Te dije que te mataría... — se acercó a su oreja para susurrarle — Y un príncipe nunca rompe una promesa — rió como sólo él sabia hacerlo.
Al hacerlo presionó más sus costillas, lo que lo obligó a toser y girar para escupir la sangre que se filtró por sus pulmones. Sabía que de ésta no iba a escapar. Rió limpiándose con el dorso de la mano la sangre que había quedado en su boca.
— Y yo te prometí que confiarías en mi. — dijo tomando lentamente la muñeca del mayor para llevarla a su pecho propio. — Si así lo quieres… Hazlo. — dijo con determinación mirándolo a los ojos.
El príncipe se quedó estático. No podía creer que el Saiyajin menor se estuviese entregando de esa manera. ¿Debía perdonarlo? Negó con la cabeza. Nunca lo haría, el dolor de las heridas físicas pueden pasar y olvidarse pero el dolor que causan dentro de tu mente no. Quería perforarle el corazón, lastimarlo hasta que suplique por que se detenga, torturarlo como nadie nunca lo había hecho.
— Hazlo… — dijo en un susurró para luego cerrar sus ojos con pesadez.
Sintió el calor bajo esa mano en su pecho. Su príncipe estaba a punto de matarlo, se lo merecía, lo había hecho pedazos física y psicológicamente, y era hora de que pagara.
— Kakarotto... — fueron las últimas palabras que escuchó.
De pronto, todo se volvió negro...
To be continued...