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Confianza por NirahGasai

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Notas del capitulo:

Halo!! 

It's finished!!!!! 

Aquí tienen el hermoso epílogo que les prometí. 

Espero que les guste...

Sin más a leer!! 

Ya habían pasado una unos días desde el acontecimiento en la cueva y los Saiyajines no se volvieron a ver desde entonces. Cada uno llevaba su vida como si nunca hubiera pasado, el príncipe seguía entrenado en soledad como acostumbraba. Su actitud cambió después de lo sucedido lo cual extraño a su familia, esa irritación y molestia que había tenido durante semanas desapareció de un día para el otro. Para el Saiyajin de clase baja pasaba algo parecido, volvió a ser el alegre y amigable hombre que siempre fue logrando que sus hijos y esposa lo llenaran de preguntas que el hombre no sabía la respuesta. Los Saiyajines ignoraban el hecho de que habían dejado de verse desde entonces, y que sus actitudes originales volvieron luego de eso.

En la Corporación Cápsula, la familia estaba almorzando cómodamente en el comedor. El patriarca de la familia estaba sentado en la punta, comiendo todo a su alrededor, concentrado. Su primogénito se sentaba en su mano derecha, comiendo más grotesco que su padre, devorando todo. Y su mujer Bulma, comía tranquilamente en el lado izquierdo de la mesa, al lado de su madre quien hablaba felizmente con su padre y nieto. El Dr. Brief comía de igual manera en el otro extremo de la mesa.

— Joven Vegeta ¿Estas de buen humor hoy, no? — preguntó alegre la mujer rubia mirando al llamado.

— ¿Por qué lo dice? — interrogó el príncipe dejando de comer para mirar a su suegra con una ceja levantada.

— Porque estas aquí con nosotros comiendo tranquilamente. Y tu cola no se mueve tan rápido. — respondió el hombre de más edad con lentes sin mirar a los demás.

— ¡Oh! ¡Querido! ¡Nuestro cuñado es como los gatos! — exclamó gritando posando una mano en la mejilla.

Tanto el príncipe como su hijo se miraron extrañados, con muecas muy parecidas en sus rostros. Todos dejaron de comer para mirar a la adulta mujer rubia con rareza.

— ¿De qué demonios hablas mamá? — preguntó Bulma con la boca abierta y el ceño fruncido.

— ¡Ay! No me miren así, si se ponen a pensar es cierto. Tamma cuando está molesto mueve su cola y se pone de mal humor. Vegeta también. Tamma está feliz y su cola no se mueve tanto… A Vegeta le pasa lo mismo. — comentó señalando con su mano izquierda al hombre de cabellos en flama. — Además, hace poco Tamma entró en celo y estaba que no se podía ni hablarle, y estaba un poco torpe. A mi querido Vegeta también. — dijo con una sonrisa la mujer.

Automáticamente todos dejaron sus tenedores suspendidos, ese comentario los dejó perplejos.

— ¡Querida! Estás comparando a un ser evolucionado y racional con un animal que sigue sus instintos. — dijo incrédulo el Dr. Brief.

— Mamá, Vegeta puede ser un animal primitivo y que se rige según sus instintos de mono, pero no puede entrar en celo como los animales. ¡Que absurdo suena eso! — dijo la mujer de cabellos celestes negando con la cabeza.

El príncipe de quedó quieto al escuchar lo que su suegra había deducido, ¿Sería verdad? ¿Él habría entrado en celo? No estaba seguro de ello ya que en su raza podía pasar pero de igual manera, estaría buscando a su pareja y no al Saiyajin de inocente mirada. Bufando con molestia, se levantó de la silla y sin decir nada caminó al jardín trasero. Fue a su árbol predilecto, el mismo árbol donde fue abusado hace unas pocas semanas, el mismo árbol que había visto decenas de veces al Saiyajin hablando solo, razonando y analizando las cosas. Su cola, que anteriormente estaba enrollada a su cintura se desató para moverse de un lado a otro en son de molestia.

El cerebro del guerrero empezó a maquinar, ¿Realmente estuvo en celo y no se dio cuenta? Pero si lo hubiera estado Goku mismo le hubiera dicho, ya que el guerrero de clase baja estaría en celo también; sin embargo no lo estuvo. Bien, el celo estaba descartado. ¿Su actitud era como la de los gatos? ¿Esos animales pequeños y antisociales que entraban en su cuarto pidiendo atención y caricias? Estaba en lo cierto que a veces entendía algunas acciones que el felino de su suegro hacía, como maullar cuando requería comida, o también mover su cola para demostrar el estado de ánimo del minino. Pero ir a compararlo de esa manera, no era correcto. ¿Pero qué podía esperar de la loca mujer rubia?

Llegando a su destino, el príncipe se subió a su rama del árbol, apoyando su espalda al tronco principal de este, dejando sus piernas flexionadas.

_ Mujer loca… ¿Qué se cree? ¿Experta en Saiyajin's? — dijo irónico agarrando una ramita del tronco vecino arrancándolo. — ¿Qué mi actitud cambió luego de haber tenido sexo con Kakarotto? — preguntó incrédulo mirando a la rama, como buscando una respuesta en ella. — Simplemente aclaramos las cosas y ya… No significó nada para ninguno… — dijo arrancando una hoja de la ramita, tirándola a un costado. Al hacerlo, observó su cola, ésta estaba moviéndose lentamente a su lado. — Todo es tu culpa. — excusó el príncipe mirando su cola con el ceño fruncido, dejó la ramita entre sus piernas y tomó su cola. — Si no fuera por ti… Nada de “eso” hubiera pasado... Además ¡¿Cómo carajos sabía Kakarotto que esa era una zona muy sensible?! ¡¿Cómo mierda lo descubrió?! — preguntó histérico soltando su cola con enojo mirando al lado contrario.

— ¡Papá! — el grito de su hijo lo descolocó volviendo su mirada a los pies del árbol.

— ¿Qué quieres? — preguntó serio cruzándose de brazos.

— ¿Puedo subir? — interrogó tímido el pequeño tocando con su mano derecha la corteza del grandes árbol.

La cola marrón del Saiyajin se estiró hasta casi alcanzar la cabeza del niño, solo por unos centímetros. Trunks entendió y tomó con firmeza el péndulo, a lo que ella se enroscó en su muñeca e hizo fuerza hacia arriba para subir todo el cuerpo del niño al frente del hombre.

— ¿Qué? — preguntó sin dirigirle la mirada al pequeño.

— ¿Estas enojado? — cuestionó con timidez acomodándose en la rama.

— La loca que tienes por abuela insultó mi raza y por lo tanto la tuya. Compararme con un estúpido animal… ¡Bah!… — dijo con fastidio abriendo sus piernas.

El pequeño aprovechó y se acercó a su padre, tomando la cola de este acariciándola con curiosidad.

— Si, lo sé. A mi tampoco me gustó… ¿Papá? — lo llamó tranquilo.

El príncipe lo miró a los ojos esperando una pregunta.

— Hoy vamos a ir a cenar a la casa de Goten… — comentó dejando la cola suelta la cual se movió con gracia a un lado de su dueño. — Y… ¿Te preguntaba si irás? — preguntó bajando la vista.

— ¿Tu madre ya lo sabía desde hace…? —

— Unos días… — dijo apenado el niño.

— ¿Y me avisan ahora? — preguntó con seriedad.

— … Yo pensé que mamá ya te había dicho… — dijo Trunks encogiendo los hombros.

— No, no me lo dijo… — exclamó con una pizca de molestia en su grave voz.

Permanecieron en silencio unos pocos minutos, donde el pequeño niño hacía figuras en el músculo derecho de la pierna de su padre con su dedo. Mientras que el príncipe observaba las hojas al moviéndose al compás del pasivo viento de invierno. A ese gran árbol nunca se le caían las hojas, por lo que era un perfecto refugio para cualquier pequeño animal en una noche de ventisca.

— Iré… — dijo en voz baja el guerrero adulto aprisionando a su hijo entre sus piernas. — Pero con una condición… — su seriedad desapareció un momento. — Tendrás que quedarte conmigo hasta que nos vallamos. —

Más allá de parecer un castigo para cualquiera, para Trunks era una bendición. Siempre buscó atención de su padre desde que su hermanita había nacido. Una sonrisa enorme ocupó el rostro del menor, ya no necesitaba escusa alguna para pasar tiempo con su padre.

— ¡¿Me enseñas más de tu lengua materna?! — preguntó efusivo, asustando un poco al hombre. — … Bueno, si quieres… — se dio cuanta de su error y bajo la cabeza.

Una mano se enredó a sus cabellos lilas, despeinándolo.

— Ve por tus cosas… — su padre acercó su boca al oído del menor. — Ni siquiera le digas a tu madre… Ni nadie… Es nuestro secreto… — susurró el mayor anudando su cola marrón al brazo derecho de su pequeño.

— Si. — respondió decidido.

El pequeño bajó con rapidez y salió corriendo en dirección a su habitación, emocionado por aprender. Una indescriptible mueca en sus labios formaron una sonrisa, una sonrisa que no se veía común en el guerrero orgulloso. Largó un suspiro reconfortante, observando las hojas del árbol mecerse con el viento.

— Tendremos que vernos de nuevo… Kakarotto… — anunció al aire con una mirada desafiante.

Luego de esperar, el pequeño guerrero llegó con un cuaderno y cartuchera, subiendo sin ayuda al tronco secundario del árbol. Comenzando a escuchar a s padre con entusiasmo. Y así pasaron la tarde, padre e hijo, maestro y alumno. Aprendiendo y enseñando sobre los increíbles secretos que tenían los Saiyajines.

En la cocina de la mansión Brief. Los padres de Bulma avisaron de su ida a su hija, diciendo que no volverían hasta tarde.

— Recuerda hijita. ¡Trata de no enojarte tanto con el apuesto Vegeta ni con el joven Goku! ¡Porque sino te saldrán canas! ¡¡Adiós amor!! (N/A:Panchy es muy efusiva…) — saludó con una mano sacudiéndola con fervor caminado con su esposo de un brazo a la salida.

La dueña de la Corporación los saludó de igual manera, sonriendo forzosamente ante el comentario de su loca madre.

— Algún día ustedes me van a volver loca… — dijo para si misma viendo a sus padres desaparecer. — Bueno. Creo que voy seguir estudiando esa muestra… — comunicó a nazi en particular, llevándose de la cafetera una taza de café amargo yendo a su laboratorio.

 

#*#*#*# 

 

Pasó el tiempo y los rayos de luz que emitía el Sol fueron escondiéndose en el horizonte, oscureciendo el cielo azul dejando ver las primeras estrellas. Tanto príncipe como hijo se quedaron estudiando hasta esas horas, en la misma posición. Hasta que la mujer de cabellos celestes se acercó con el ceño fruncido. Claramente molesta.

— ¡¿Se puede saber que hacen ustedes dos ahí arriba?! Lo esperaba del animal de tu padre, Trunks. ¡¿Pero de ti?! — gritó enojada con las manos en la cintura.

— Baja… — dijo tranquilo el príncipe haciendo señas al niño.

El pequeño de cabellos lila bajó con timidez del árbol y caminó hasta quedar frente a su madre.

— Perdón mamá… —

— Trunks, tienes que avisarme donde estas, ¿Si? Me preocupé cuando no te vi en tu cuarto. — dijo la fémina arrodillándose a la altura de su hijo. — Teniendo su estar pendiente de Obra me complica un poco las cosas, y me estreso… Avísame la próxima. ¿Esta bien? — preguntó la madre con una sonrisa.

— ¡Si mamá! — respondió sonriente.

A todo esto, el guerrero los miraba desde arriba como un depredador a su presa quien no se percataba de su presencia. Su cola se mantenía quieta en su lugar, dejándose ver por debajo de la rama.

— Anda hijo. Hay que cambiarnos. — comunicó Bulma feliz.

Trunks asintió con la cabeza y fue a cambiarse de ropa. La mujer de celestes cabellos miró acusadoramente a su marido, quien se había recostado a lo largo del tronco cual felino, dejando media colgada la pierna izquierda.

— ¿Y tú? ¡¿Te vas a quedar holgazaneando ahí todo el día?! — interrogó molesta la mujer cruzándose de brazos.

— ¿Qué quieres mujer? — preguntó fastidiado de escuchar a Bulma gritar.

— ¡Que bajes ahora mismo y te vallas a cambiar! — gritó exasperada apuntando con el dedo índice de su mano izquierda la casa.

Con un bostezo, el príncipe se bajó con elegancia del árbol cayendo cerca se la fémina. Una cara de completo desinterés adornaba el rostro del guerrero, quien miraba petulante a su mujer.

— No tengo nueve años para que me ordenes… — dijo con voz seria pasando al lado de la mujer.

— ¡No, tienes treinta y un años más!* — dijo enojada siguiendo al hombre por detrás. — Pero tienes la mentalidad de un niño de nueve. — remató el insulto desafiante.

Un gruñido por parte del guerrero y una mirada de odio bastó para que la fémina riera entre dientes.

— Mamá tenía razón. — dijo sonriente.

Ya ambos habían entrado a la casa, yendo escaleras arriba a su cuarto.

— ¿De que carajos hablas? — preguntó aun molesto por el anterior comentario.

— De que ustedes los Saiyajines son más animales que otra cosa. — comentó divertida al ver a su marido mirarla con extrañeza. Una risa involuntaria se escapó atrevidamente de los labios de la mujer, quien trató de taparse la boca. — Gruñes cuando te molesta algo. Ahora que tienes la cola, cuando te enojas me doy cuenta con tu cola, que se mueve. Cuando estas tranquilo se queda estática y tú te relacionas con tu hijo. — enumeró caminando a la par del hombre.

Con un bufido molesto Vegeta se detuvo en la puerta cerrada de su cuarto. Con una mirada de escrutinio entró cerrando la puerta a su paso para no dejar pasar a la fémina quien le gritó un sinfín de cosas.

Sin saber muy bien que ponerse, empezó a sacar ropa al azar del enorme armario de roble oscuro. Sacó tanto como pantalones de vestir como casuales, remeras y camisas de todo tipo de modelo. Toda esta ropa la dejaba tirada en la cama. Al sacar lo que creyó suficiente se puso a analizar que ponerse. Pasaron dos minutos y no tenía decidido que llevar para la cena, fastidiado tomó una toalla y fue a bañarse para despejar su mente. Pasados los diez minutos salió ya fresco y relajado del cuarto de baño que había en la habitación. Caminando con pies descalzos por la suave alfombra, agarró otra toalla seca más pequeña que la que llevaba anudada a su cintura y la usó para secarse el cabello caído por el agua. Sus cabellos húmedos todavía no se asemejaban a una flama, tenía el flequillo caído en su frente y uno que otro mechón marrón oscuro levantado por la forma del cabello.

— …Parezco mujer… — dijo para si mismo aburrido, peinándose con sus dedos desenredando los mechones, observando los ropajes en su cama. — ¿Por qué tengo que ir a esa estúpida cena después de todo? — se preguntó molesto secando su cola que anteriormente la sacudió para despojarla del agua.

Aburrido se quitó la toalla que ocultaba su dormido miembro y buscó entre los cajones de la cómoda del mismo color su el armario alguna ropa interior, encontrando un slip blanco ceñido. Sin preocupación alguna del tiempo se colocó la ropa y se acomodó. Como estaba cerca de la cama su cola traviesa, agarró una remera ajustada al cuerpo color gris oscuro. Vegeta llevó sus ojos a su cola que parecía darle la ropa que debía ponerse. Sin mirar mucho lo que tomó se la puso. La remera era ceñida al cuerpo, un pequeño problema para el inicio de su cola, que quedaba un poco atrapada en la tela.

— Voy a cortármela. Me está dando muchos problemas. — analizó el príncipe mirando como el péndulo marrón se mecía tranquilamente a un costado.

— No te la cortes hombre. Te queda bien. — argumentó Bulma entrando ya vestida.

— No te metas. — dijo molesto mirándola por el rabillo del ojo.

La mujer se acercó al Saiyajin, sonriente. Pero su sonrisa despareció cuando bajó la mirada y observo una lastimadura. Atrevidamente, la fémina sujetó con una mano el glúteo derecho del hombre, quien se enderezó automáticamente ante el acto.

— ¿Qué es esto? — preguntó seriamente pasando sus dedos por la lastimadura.

De un azote con la cola el príncipe se zafó del agarre, completamente avergonzado.

— Me lastimé. — dijo colocándose un jean ajustado al cuerpo color azul marino.

— ¿Con qué? ¿Con las unas de Goku? — cuestionó sarcástica. — Si Vegeta, se la relación que tienes con Goku. — argumentó antes de que su marido le dijera algo.

Una mirada de confusión llenó el rostro del príncipe quien no salía de su asombro.

— La otra semana. Cuando Goku te violó… Supe que no era la primera vez que tenían sexo, y Goku luego me lo confirmó cuando hablé con él… No te preocupes, no estoy enojada contigo. Entiendo porque lo hiciste… Pero no debiste ocultármelo. — dijo diplomática mente. — No me mires como tonto, anda cambiante que vamos a llegar tarde por tu culpa. — cambió de tema rápidamente la mujer.

— Que sean las siete y media, no significa que lleguemos tarde. ¿Sabes? — dijo con ese estilo petulante que tiene de hablar el guerrero orgulloso.

— Hump… Resulta que íbamos a estar a las ocho. — dijo reprochándole.

— Ya estoy cambiado. ¿Ahora que me tiene que reclamar? — interrogó desafiante mostrando su vestimenta.

Un suspiro cansador se escuchó en la habitación, cortesía de Bulma. Con un ademán de mano le indicó al guerrero que lo siguiera.

Ya en la aeronave, tanto el Saiyajin como su hijo estaban por sucumbir al aburrimiento. Bulma alegre, cantaba al ritmo de la música que ella misma había puesto hace unos minutos solamente.

— Mujer. Pareces un perro atropellado que está agonizando en el suelo. — se burló el hombre de cabellos en flama con una sonrisa burlona típicas de él.

Ofendida, la mujer detuvo su canto, mirando al Saiyajin sentado del lado del copiloto.

— Entonces canta tú. — desafió la fémina volviendo su vista adelante.

El príncipe chasqueó la lengua contra sus dientes girando su rostro a la ventana de su derecha.

— ¿O prefieres cantarle a Goku? — preguntó burlona mente a lo que el guerrero le lanzó una mirada asesina, la risa descontrolada de la mujer no se hizo esperar.

A todo esto, Trunks estuvo escuchando. Le dio curiosidad lo que su madre dijo, pero no era momento para preguntar menos si su padre ahora estaba enojado.

 

#*#*#*#

 

El viaje pasó rápido. Aterrizaron en un espacio abierto, siendo esperados por el hijo menor de Goku.

— ¡¡Trunks!! — gritó feliz el pequeño, saludando energéticamente.

La familia Brief bajó saludando al niño, que anunció a sus padres que los invitados habían llegado. Tanto la mujer de cabellos negros como el Saiyajin de alborotados cabellos salieron de la hogareña casa. Todos se saludaron alegremente.

— Vegeta. Que raro que hallas venido. — saludó la mujer de cabellos negros sonriendo.

— Vengo porque sé que tu comida es mejor que la de Bulma. — comentó mirando desimuladamente a su mujer quien lo asesinó con los ojos.

Una risa sincera se escapó de los labios sellados del guerrero más alto, poniendo una mano en el hombro de su amiga.

— Tranquila Bulma. Tal vez solo te falta practica. — animó el hombre de alborotada cabellera.

Una mirada rápida por parte de los Saiyajines bastó como saludo, tampoco querían saludarse ni hablarse desde lo ocurrido. Entre risas y anécdotas, las familias se sentaron a cenar. Todo están en paz y armonía, diminutas discusiones entre los niño debatiendo de quien era la comida. Pero la incómodas entre los Saiyajines era notoria solo para Bulma, más no para los demás. Ambos guerreros estaban sentados enfrentados, comiendo en silencio. Una que otra mirada disimulada que iba directo a los ojos del contrincante se veía. Para romper la tensión, Bulma le preguntó a su viejo amigo como se sentía ahora que tenía la cola de vuelta, después de tantos años. Los comentarios desaprobatorios de Milk aparecieron como demonio a un conjuro. Los niños reían al ver la expresión del hombre más joven siendo reprendido cual niño frente a todos los presentes.

 

#*#*#*#

 

El cielo se tiñó de negro, las estrellas relucientes salieron pintando el firmamento como una salpicadura de pincel en un cuadro sin vida. Sin la contaminación lumínica de la ciudad, se podían ver las constelaciones zodiacales. La enorme Luna iluminaba con apaciguada luz la casa de la montaña, esta luz era reflejada por la nieve que cubría el suelo. La oscuridad del a noche y el brillo del suelo daba el contraste perfecto para una hermosa noche de invierno. Las familias de los Saiyajines permanecieron adentro tomando chocolate caliente y galletas hechas el mismo día. Los niños ya estaban durmiendo en la habitación del menor, los adultos estaban en el salón. Goku escuchaba como las féminas hablaban entre ellas, mirando de vez en cuando al príncipe, quien permanecía de piernas y brazos cruzados mirando por la ventana alejados de ellos.

Un codazo por parte de su amiga y una seña le indicó que podía irse e ir a hablar con el guerrero. Sin escusa, el joven guerrero fue con un extraño nerviosismo en su estómago a donde se encontraba el Saiyajin de elite.

— Vegeta… — llamó tímido al hombre.

No obtuvo respuesta. Goku bajó la vista hipnotizándose con el péndulo peludo del mayor, el cual movía lentamente la punta. Saliendo de su trance al ver movimiento en el cuerpo del hombre de cabellos en flama, sonrió tontamente.

— ¿Qué quieres? — preguntó mirando al Saiyajin criado en la Tierra con seriedad.

— Podemos hablar… A solas. — pidió con un tono de miedo en su voz, no queriendo saber la respuesta.

Observó como el príncipe se reincorporó y caminó en dirección a la puerta de entrada de la casa. Lo siguió rápidamente.

Una vez afuera, el frío ambiente les pegó brutalmente, haciendo que sus colas se retrajeran y se anudaran a sus cinturas para buscar calor. Goku se dirigió a los pies de un roble cercano, esperando al príncipe llegar.

— No podemos ignorar lo que pasó. — inició el guerrero de cabellos alborotados. —… Tenemos que aclarar algunas cosas, Vegeta… Entre tú y yo… ¿Qué hay exactamente? — interrogó abrazándose a si mismo buscando el calor que le fue arrebatado.

— Nada… Solo una rivalidad… — respondió quieto el guerrero de menor estatura observando el blanco suelo.

— Lo que pasó en la cueva… ¿Significó algo para ti? — preguntó con un deje de tristeza.

— … — un suspiro frustrado, Vegeta llevó sus ojos a ver los ojos negros del menor. — … Que quieres que te diga. — dijo con fastidio, frunciendo su ceño.

— No sé… Algo. —

— ¿Qué no?… —

— No… — respondió quedado bajando la mirada.

— ¡¿Que si?!… — preguntó alterado. El guerrero menor negó con la cabeza, apretando la mandíbula. — ¡¿Qué quieres que te diga entonces?! — cuestionó gritando exasperado.

— ¡No lo sé! — gritó frustrado el joven Saiyajin extendiendo sus brazos a los lados.

— Kakarotto… Lo que paso en la cueva fue… No éramos nosotros… Seguíamos nuestros instintos… — trató de excusarse el príncipe negando con la cabeza.

— Para mi fue algo más… — dijo entristecido el menor.

— ¡Para Kakarotto! No sigas… — dijo poniendo sus manos en el pecho del de mayor estatura.

Con desespero Goku sujetó por las muñecas al príncipe acercándolo a él.

— ¡Vegeta no me mientas! ¡¿De verdad no fue nada para ti lo que pasó!? ¡No habló únicamente lo de la cueva, también sobre lo demás! ¡Dime que me mientes! — gritó alterado el inocente guerrero.

— ¡No sé! Se sintió bien y todo pero… Está mal… — comentó mirándolo a los ojos con decisión.

— ¡¿Por qué esta mal?! —

— Tenemos familias, no podemos… — argumentó soltándose del agarre del Saiyajin más alto.

— Mantengamos esto como secreto… ¿Por favor? — pidió con necesidad Goku.

Un beso por parte del guerrero menor no lo dejó responder; sin embargo, el príncipe correspondió gustoso. Ambos necesitaron de ese beso desesperadamente, un abrazo fuerte los mantenía compartiendo el calor que el viento les arrebataba. Se separaron rápidamente, el aliento caliente del hombre de cabellos alborotados entraba por sus fosas nasales.

— Mantengamos esto en secreto… — pidió en un susurro Goku, apoyando su mentón en el hombro del otro. — Luego vemos que haremos en el futuro. — dijo apretando más a su cuerpo el cuerpo del príncipe.

Vegeta lo empujó despacio, levantó la cabeza para sonreírle.

— Tienes confianza en mi… A pesar de todo — dijo con una sonrisa típicas de el príncipe.

— Confió en que no me engañarás… — afirmó feliz.

Los Saiyajines se abrazaron una vez más, trasmitiendo todo con ese gesto. Lo que ellos no sabían era que desde que salieron, los niños los vieron y escucharon en todo momento. Sonriendo por la felicidad de sus padres. Riendo a escondidas se metieron a sus camas ocultando el gran secreto que los Saiyajines guardarían. 

Notas finales:

Terminó... Ya... No hay más... 

Lo siento si quedó un poco deprimente la charla entre Goku y Vegeta. Es que la verdad me volvió a atacar la depresión. -.-

En fin, espero que les haya gustado y les agradezco a todos los que estuvieron desde el inició de este fic hasta el final y/o comentaron. 

Seguramente dirán, pero esto parece relleno... Parece... No lo es... Ya sabrán porque ^0^. *risa malvada*... 

El viernes o domingo (a más tardar) tienen el segundo capítulo de Behind the race. ^.^

See you later!!

Bye bye!!


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