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la cerveza de mantequilla ya no sabe igual por alex solano

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-¡detente!-apunto con su varita.

-¿detenerme yo? ¿Por qué obedecer a un simple hombre?-se volteo la femenina.

El de barba mirada incrédulo el rostro de la mujer, o si se consideraba si quiera una. La túnica tenebrosa la hacía tener ese aire de Voldemort que le calaba los huesos pero no almendro. La venda tapando sus ojos es lo que más inquietaba. En toda la persecución la mujer perfectamente pudo esquivar todo obstáculo.

-se lo que tramas. Lo vi en las cajas de aduanas.-

-oh. Al parecer la famosa orden del fénix no es tan inútil como esperaba. ¿Qué harás querido?-

-por favor, Euriale. Entrégate y no alimentes más esta locura-

-¿Por qué debería detenerme?, Hombres como tu han despreciado a los nuestros como yo. Yo traeré de nuevo la era de las criaturas y el fin de los magos. Como en el principio de los tiempos.- comenzó a desatarse la venda blanca alrededor de su cabeza.

El hombre empuño la varita, listo para lanzar la avada si era necesario.

-¿Cómo detenerme?, cuando los tuyos me han quitado todo, han quitado y despreciado a las sangres malditas del mundo mágico. No cometer el error de Tom. No solo eliminare a los hijos de muggles sino también a los sangre puras de mi camino. Llego la era de la sangre espesa y maldita, mi querido Rufus. Solo lamento que las cosas hayan terminado así para ti-

-que tr-

Silencio….

 

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-¿nadie sabía el paradero de Rufus hasta entonces?-

-no, lo último que supe es que iba a comprobar algo que le inquietaba. Supongo que perseguía una pista de mortifagos o lo que sea-

-bueno…ahora está aquí. En piedra pero completo- lamento Arthur, mirando al ex auror Rufus Meitin, hecho en piedra pura por dentro y fuera.  Su hijo desconsolado lloraba a los pies, aferrándose como si fuera hacerse en cualquier momento en polvo.

Esta noche McGonagall les había enviado la estatua que Remus junto con Malfoy habían encontrado en el bosque Prohibido. Casualmente era un miembro de la orden del fénix que había desaparecido hace unas semanas. Kingsley le dio el sentido pésame por un momento antes de irse, otro ataque de criaturas mágicas en el callejón Diagon.

Parecería ser que los animales con magia comenzaban a perturbarse, cada vez más agresivos. Que el ministerio ha hecho decretos con una cantidad ridícula. Los velas y licántropos en la sociedad mágica están indignados, llenando el baúl de quejas con rapidez y denuncios por discriminación de su parte criatura.

Los padres con hijos híbridos estaban al tope de la ansiedad, con el diario cada día en la puerta, mirando con miedo el momento que inicie alguna cacería o expulsión a los sangre maldita como se les llamaban vulgarmente.

-solo espero que Kingsley no apruebe alguna tontería que pueda arrepentirse-

 

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Comenzaba a salir el sol naciente por las ventanas de la ventana central del cuarto en la torre del profesorado. Dando la cálida bienvenida al sol y despedida lenta de la luna.

El bulto rubio envuelto en sabanas estaba acurrucado en la cama del licántropo, feliz cual lombriz, con el olor avellana inundando las fosas nasales. El ciclo del sueño del Slytherin comenzaba a reanudar de nuevo, pasando de la no rem hasta el despertar inevitable.

Abrió sus ojos grises, bostezando mientras se mecía el cabello platinado. A primera instancia se sentía como su habitación, pero aclarada ya la vista pudo darse cuenta que ni estaba cerca de ser suya. Pero lo sentía como suya. Porque en lugar ajeno le era muy difícil dormirse, su llegada a Hogwarts le costó unas semanas en adaptarse por completo.

Enfocando bien la mirada, era una habitación simple, una cama matrimonial, un sencillo diván con su escritorio al lado. El estante estaba lleno de tintas de diferentes calañas con sus sellos. La pluma de águila descansaba en los pergaminos vírgenes encima de la madera caoba.

El armario estaba pulcramente organizado, ni una cosa que delatara que el dueño fuera alguien desorganizado.

Ahora que empezaba a ser consciente de su ubicación, llego a la conclusión que no es nada más que la habitación de un profesor. No recordaba mucho anoche. Solo que fue al baño de prefectos a relajarse. Al término del baño se puso su piyama de ceda y secarse el pelo. Pero una luz lo cegó, siendo inconsciente a partir de ese momento.

No huiría como cobarde, a parte que ir fuera de las mazmorras a esa hora estaba prohibido, y el desacato la regla. Mejor aceptarlo que huir. Quería respuesta además.

El sonido de la perilla moviéndose lo alerto, un giro de manija y entro el dueño de la recamara.

Un hombre de pelo castaño claro entro, con sus habitales ropas. Camisa de tono verde agua, con saco de color café clásico, junto con la corbata jade pulcramente anudada. Los ojos dorados lo enfocaron, regalándole una sonrisa paternal. También le dio una simple sonrisa de saludo, viéndolo expectante.

-¿profesor Lupin?-

-hola Draco. ¿Cómo te sientes?-

Esa era una buena pregunta para su situación. Estaba bien físicamente, pero no se sentía tan bien consigo mismo, una perturbación en su mente estaba naciendo. Estaba bien, pero no estaba del todo bien.

-mejor, creo. ¿Qué me paso?-

La evasión de la mirada del licántropo lo hizo desesperar. ¿Había hecho algo malo?.

-solo te diré que te encontré cerca del baño de prefectos. El resto depende de ti recordarlo. Toma, esta poción ayuda mucho en esos casos. Yo también he sufrido de la inconciencia de actos. Ya sabes…cuando uno en luna llena…- rebusco entre sus gabinetes hallando una pequeña botella rosada, dándosela en la mano.

No le dijo nada. Remus Lupin le parecía ser buena persona. No cambiaba que fuera un licántropo.

Entre cerro los ojos sospechoso, algo de verdad había cambiado, llevándose el vial a la boca.

-no no no, tómatela cuando estés más tranquilo. Si tienes alguna duda puedes venir aquí, mi puerta siempre estará abierta-respondió amable revolviéndole el cabello como si fuera un niño.

De verdad había un cambio en el ambiente, a veces le era incomodo el contacto físico directo. No sintió algo negativo en la caricia de las manos del profesor. Tampoco en el beso que se dio con Harry en el bosque. Pero ya analizaría esto aparte. Estaba tarde a sus clases y necesitaba meditar.

-que tenga buena mañana profesor-despidió al licántropo.

-igualmente, nos vemos hoy en defensa-

Eso definitivamente fue raro.

 

 

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-pásame la mermelada-

-eres un cerdo Ronald-

El pelirrojo encogió de hombros mientras se atragantaba con el pan primavera en su boca. Para Harry era tan habitual ver las porquerías de su mejor amigo, que no le afectaba nada a su temple a la hora de comer. No parecía tener efecto alguno el adiestramiento de Hermione combinado con la patriarca Weasley. Seguirá siendo un animal a la hora de comer.

-el correo-balbuceo a penas entre todo el pan a la boca.

Las lechuzas comenzaron a bajar, una marrón se puso en su mesa, tan rápido como dejo el paquete se alejó de la mesa, volando por la ventana.

Hermione reviso el paquete, no tenía remitente. Con unos golpes con varita el logo del fénix se rebeló en el costado. Discretamente volteo a todos lados si nadie más había visto eso. Harry también quedo algo perplejo. Hace mucho que no recibían directamente un paquete de la orden. Si ese paquete estaba ahí, significaba una cosa….

Problemas.

Hermione tomo la delantera, abriéndolo con cuidado. De la caja discretamente saco una fotografía. Frunció el ceño al reconocer la estatua que habían traído Malfoy con el licántropo del bosque. Pero todo cobro sentido cuando al reverso de la fotografía estaba el recorte de un periódico.

Rufus Meitin

Desaparecido

Se las paso a Harry que igual puso su expresión de intriga por aquello. ¿Por qué la orden enviaría eso?. No les concierne si no a la orden. ¿Por qué hacerles llegar la información?

-Harry…-la castaña tenía en sus manos un pergamino, con ojos de plato. Seguramente de la sorpresa, y no creía que de la agradable.

Lucius Malfoy

Asesinado

De verdad la orden era muy gráfica, tanto para enviar las fotos de Lucius Malfoy en su prisión. Muerto. Un consuelo que no sea la típica escena macabra con sangre alrededor. Solo muerto. Sin cuchilladas ni nada. Pero si con la mirada bacía y pérdida en el espacio. Por reflejo miro a la mesa de Slytherin. Casi se ahoga con su propia saliva al ver que tenía un paquete igual, que comenzaba a rasgar.

Le dio ganas de vomitar.

En estos casos no sabía qué hacer. Si hechizarlo para que no habrá esa caja, o dejar que lo haga y rogar que no pase nada catastrófico en esa mesa.

Ron vio la foto y se permitió ser más sensible y dedicarle una mirada de pena al sangre pura. Que estaba a punto de abrir la caja de sorpresas más desagradable.

El rubio se percató de las miradas intensas del trio dorado. Frunció el ceño al ver las diferentes expresiones de los tres a su persona. ¿Qué les pasaba?.  La Granger estaba que se jalaba los pelos con susurros bajos. Temió que estaba recitando algún conjuro en su contra. Weasley para su sorprender le miraba con pena. Esa le dio mal presagio. Por ultimo al héroe, con esa mirada verde de preocupación que le calo.

-Draco, ¿me acompañas a la biblioteca?- pregunto el niño a su lado.

-espero que no sea para hacerte la tarea- detuvo el rasgar de sus dedos en el paquete.

-no ¿Cómo crees?-

-Aedus…-

-es para esta tarde…-le dio algo de risa como juntaba sus dedos índices en vergüenza.

Definitivamente era la más loca mañana. Despertó en el cuarto de Remus. Tenía lagunas en la cabeza que esperaba aclarar con el vial. El trio dorado con sus miradas raras. Tomarse dos jarras de leche caliente en la mañana. Más bien raro. Igual la inusual amabilidad del pequeño diablillo.

-¡anda! ¿Sí?- relucieron sus dientes infantiles, con un diente de leche apenas caído.

-muy bien…-suspiro mientras metía la cajita en su mochila de cuero, saliendo de la mano con el niño a la biblioteca

En la mesa del profesorado, Remus se permitió suspirar de alivio por ahora. Había espiado toda la conversación con el niño. Nada que delatara que haya visto tal noticia tan terrible. McGonagall estuvo escandalizada hace unos minutos cuando vio por encima de su hombro la foto.

De verdad cada día se le hace más difícil para su edad.

 

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-espero que hayan leído la teoría, porque a partir de ahora será pura práctica. No hay excusa para no haber leído siquiera el cómo conjurar tu patronus-

La mayoría de la clase se emocionó al saber que comenzaría la práctica de un hechizo tan especial. Un hechizo que hace realidad sus esencias en formas animales, hechos de sentimientos profundos.

Una cuarta parte sonrieron arrogantes al saberse ya el patronus. Nada más que el antiguo ejército de Dumbledore. El resto se mostraba recio. Gryffindor y Slytherin compartían este año clases de defensa con Remus Lupin. Famoso mago diestro en la defensa de artes oscuras. Le pareció excelente idea que sus estudiantes se enfocaran en recuerdos felices, no en los perturbadores de la guerra y tortura.

Draco en más de una vez comenzó analizarse a sí mismo. Su vida no era muy feliz que se viera, solo meras apariencias. Porque la verdad era… es fue un pájaro encerrado en una jaula de oro. No importaba de qué material estaba hecho. Una jaula sigue siendo una jaula. No sabía si quiera la gratificante experiencia de saltar en un charlo de agua, después de un día lluvioso. Le parecía curioso la forma en que los demás niños saltaban uno por uno, con sus impermeables  y paraguas. Ni hablar cuando le pidió a su padre a sus tiernos 8 años el querer salir a su patio después de la lluvia. Un jalón de orejas con una reprimenda de no comportarse como vil plebeyo.

Era una travesura secreta el jugar a las escondidas con su madre en el ático. Fuera de los ojos grises de su padre.

Nunca se comportó como un niño.

Nunca fue un niño.

Solo era alguien con dinero, zapatos de charol que nunca hay que ensuciar y una imagen perfecta que mantener.

Le parecía gracioso el pensar a estas alturas ese tema. Se le salió una carcajada que pareció más una mueca de tristeza. Nunca entendió el esmero que su padre jamás se acercara si quiera a un gato. Siempre educadito y quietecito. Ya le tenían para edad una de cuantas prometidas.

Su vida ya estaba planeada.

No sabía si bendecir la guerra de romper todos esos planes, y darle un respiro puro de libertad. O regañarse al saber de cómo está destruida su familia.

Los quería, incluso con lo que hicieron.

Aedus lo veía lo que nunca pudo ser. Amado abiertamente, nunca tener restricciones de expresar afecto en público. No gritar cuando veía los animalitos en la tienda de mascotas. No tener dificultad en abrirse a los demás, ser valiente.

Mierda…

-¿Cómo vas?- la mano del Lupin en su hombro lo saco de sus pensamientos.

El licántropo aspiro el aire y dio una mueca de oler algo amargo. Los sentimientos del joven olían desde metros.

-¿ya has pensado en tu recuerdo feliz?-

Draco lo miro como si estuviera loco.

-no los hay-

Torció la boca, mirándolo pensativo. No contaba con eso. Creía que Narcissa y Lucius le habían al menos dado momentos felices como familia. Ya era hora de dudar si eso en verdad era cierto.

El galope de un ciervo atrajo la atención de la mayoría. Elegante el rey del bosque se paseaba por el aire. Draco lo miro, de verdad seria increíble hacer algo como eso. Incluso sabiendo lo difícil que ha sido la vida de Harry Potter, puede conjurarlo porque es feliz.

-¿seguro? ¿Ni siquiera de familia?-

Lo miro haciendo una mueca.

-ya no tengo familia….-

El licántropo, para su pesar, recordó a Lucius muerto. No ayudaría definitivamente a Draco en estos momentos.

Quiso decirle mientras miraba la espalda del platinado, que aun tenía una. Él.


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