Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Love Hurts por MissWriterZK

[Reviews - 18]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

El esperado y apasionado lemon por fin está aquí. Un consejito, léanlo cerca del agua o un extintor. No me hago responsable de que salgan ardiendo con tanto salseo XD. Zel, Noemí y Majo, es vuestro capítulo. Espero mis merecidos reviews con reacciones XD.

Pondría alguna advertencia, pero sé que leeran igual jajaja.

La miré poseída por el deseo que despertaba en mí, recuperando mi respiración y mordiendo mi labio inferior mezclando deseo e inseguridad.

—¿Estás segura de ello? No quiero hacerte daño. —le hablé mirándola directamente, aunque debo decir que mi mirada viajaba a sus labios y sus curvas. Era demasiado pervertida, tenía que reconocerlo.

—En lo único que puedo pensar es en ti. ¿Necesitas algo más que eso para dejarte llevar conmigo? Haré que vuelvas a ser quien eras. —me ronroneó recorriendo mi espalda con sus uñas y haciéndome suspirar.

Eso fue lo único que necesitaba para volver a tomar su rostro y besarla apasionadamente. La tomé por el brazo y la llevé contra la pared mientras ella reía con sensualidad y me desafiaba con su mirada.

—¿De qué te ríes?

—Normalmente tú eras la presionada contra una pared. —susurró con una voz oscurecida por la pasión, enredando sus dedos en mi flequillo y jugando con él.

Ignoré a su lengua traviesa y comencé a besar su cuello, volviendo a caer en la adicción del sabor de su piel. No me importaba nada más que ella en ese momento, no solo ella sería la egoísta, porque yo volvería a tenerla a mi merced, tal y como había deseado todos los días de mi vida en los que permanecí alejada de ella.

Ella reaccionó cuando mis labios rozaron la piel ardiente de su cuello, de la misma forma en que lo hace el fuego al encontrar la gasolina. Explotó y comenzó a arder, sus movimientos y caricias pasionales me marcaban la ruta que debía seguir. Ellos me imploraban que no solo besara su cuello, sino que también me aventurara a desvestirla paulatina y apasionadamente.

Allí estábamos, ambas delirantes de deseo, con el placer a flor de piel y sedientas la una de la otra. Teníamos todo el tiempo del mundo, no había porqué apresurarse, nadie nos interrumpiría y no había nada mejor que hacer. Ella parecía disfrutar del contraste entre el fuego de su piel presionada contra unos ladrillos no muy fríos y contra mi piel tan gélida como el mismísimo hielo.

En aquellos instantes se podía ver una clara diferencia entre nosotras. Kim generalmente disfrutaba poniéndome a prueba y cuando llegábamos a este nivel, liberaba su bestia interior. En mi caso, yo encontraba mi pasatiempo preferido en convertirla en fuego con una palabra, un roce o una mirada y permitir que a mi alejamiento se convirtiera en cenizas, unas cenizas que renacerían como un majestuoso fénix cuando me tomara todo el tiempo necesario para cumplir un ritual prohibido. Éramos como el yin y el yang, como el Sol y la Luna, como los polos opuestos… No había nada en común entre nosotras y eso nos hacía atraernos irremediablemente.

Esa tarde pretendía tocar su cuerpo con la misma delicadeza, soltura y maestría con la que mis dedos tocaban las cuerdas de mi guitarra o presionaban las teclas de mi piano. Quería que todas esas emociones quedaran marcadas en su mente. El espectáculo acababa de comenzar y para nuestro disfrute, no éramos meras espectadoras, sino que éramos las estrellas protagonistas.

Mis dedos fríos, finos y suaves volvían a meterse por su camisa trazando caminos inexistentes que llevaban su mente a volar. Me encantaba ponerla contra las cuerdas, porque sabía que una vez que estuviera totalmente satisfecha, no se negaría a ninguno de mis fetiches.

El primer botón se soltó, revelando el resto de su clavícula y el comienzo tan apetecible de su escote y una sonrisa traviesa se dibujó en mis labios, los mismos labios que ella lamió y besó con la mayor naturalidad del mundo, puede que sus manos siguieran presionadas con una de mis manos, pero no las necesitaba para provocarme una oleada de placer. No había olvidado ninguno de mis puntos débiles.

Llegó el turno del segundo, seguido del tercero, esos dos eran mis botones favoritos, los guardianes de un tesoro perdido y que llevaba buscando noche y día más de mil y una noches. Aparecieron ante mí sus senos bien proporcionados, suaves y tentadores, siendo custodiados aún por un sujetador negro con bordados en rojo.

—¿Esperabas a alguien? —pregunté admirándolos y recorriéndolos con mis dedos temblorosos y expectantes.

—Puede que me lo pusiera esperando nuestro reencuentro. Sé lo que te pone el encaje. —susurró en mi oído con una voz jadeante, antes de morder y lamer mi lóbulo.

—Dime en quién y qué pensabas al ponértelo. —ordené con un gruñido que rozaba lo animal.

—Pensaba en ti y en todas las formas posibles en las que me habías desnudado con una lentitud tortuosa, en tu sonrisa satisfecha, segura y tu expresión de superioridad cuando me hacías estremecer, y como olvidar tu lengua tan ardiente y profesional en sus trabajos. Solo quería ser la chica en la que te fijaras.

—Eres una narradora excelente para ser de cifras y una chica muy buena y sensual. —hablaba entre besos que iba depositando en sus labios, cuello, oído, clavícula, escote y senos.

—Sigo sin llegarte a la suela de los zapatos. ¿Hay algo en lo que no seas excelente? —gimió echando su cabeza hacia atrás y clavando sus uñas en mi la piel desnuda de mi espalda cuando succioné la piel sensible de su cuello dejando un chupetón tan grande como el que ella me había hecho horas atrás.

—Todo lo que tenga que ver con las cifras o la filosofía me da alergia. Esos serían mis puntos débiles.

—¿Ajá? Yo creía que tus puntos débiles eran tu espalda, cuello, nuca, oído, senos, culo, parte interna de tus muslos, abdomen y un largo etcétera. —provocó mientras me arañaba con ferocidad, ya no me importaba que se hubiera soltado de mi agarre.

Gemí con tanta intensidad que tuve que apoyar mi cabeza en su hombro. Era la mejor en despertar mis tendencias masoquistas. Solo ella podía darme lo que deseaba. Pero no pretendía ceder mi turno todavía, terminé de desabotonar ese estorbo de color negro que cayó al suelo y no estuvo solo durante mucho tiempo, pues sus pechos pedían a gritos ser liberados de su opresión, necesitaban libertad y ansiaban ciertas atenciones que solo yo podía darles.

Contuvo su respiración, atenta a mi siguiente movimiento y a mi mirada depredadora. Desconocía el color que habían adoptado mis dos orbes verdes hielo, probablemente, debido a la excitación, rozarían el verde intenso y animal. No le di el placer de ir con todo desde el principio, porque eso sería muy ella. La besé como si el mundo se fuera a acabar, al mismo tiempo que los masajeaba con suavidad e intentaba calcular su peso, parecían haber crecido en estos últimos años.

Su cuerpo era un montón de brasas incandescentes que prendía y se avivaba con el roce de nuestras pieles. Éramos tan necesarias la una para la otra como el oxígeno para respirar. Había extrañado tanto la dulzura con la que me envolvía en sus brazos, la delicadeza con la que acariciaba mi espalda tatuada y la pasión sin medidas de sus besos.

—¿Sabes cuántas veces han aparecido estas alas de ángel en mis sueños? Cuando quería alcanzarte, desaparecías.

—¿Sabes cuántas veces he despertado esperando encontrarte a mi lado? —contesté con otra pregunta retórica—. Todos los días de mi vida desde que no estamos juntas. —confesé mi mayor secreto con una voz pausada, mirándola directamente a los ojos y mordiendo su labio inferior para despertarla y que me diera lo que tanto necesitaba.

Ese movimiento fue la chispa que prendió la mecha de una bomba de relojería. Me miró con esa mirada que tanto extrañaba, una mirada apasionada, depredadora y ardiente. Volvió a tomar mis labios, esta vez empleando la presión y su lengua a su favor mientras que con sus manos recorría mi cuello y espalda, desabrochando el broche de mi sujetador por el camino y metiendo sus dedos candentes dentro de mi pantalón, palpando mis firmes glúteos con descaro.

—Me vuelves loca… —ahora ella era quien gruñía como un animal, antes de besar mi cuello y cambiar las posiciones, me estampó con fuerza contra los ladrillos y yo gemí aprobando su acción. Parecía que mi disfrute acababa de comenzar, había conseguido ponerla contra las cuerdas y excitarla de tal forma que ahora haría todo lo que saliera por mi boca.

Ni siquiera necesitaba hablar, parecía que no había pasado más que un día desde la última vez que lo hicimos. Con una mano jalaba mi cabello permitiendo que mi cuello se tensara y arqueara, viéndose apetecible para sus mordiscos. Quería sentir sus dientes en mi piel y que con sus uñas hiciera brotar la sangre.

De un tirón sacó la molesta prenda que impedía que mis senos pudieran disfrutar de su libertad. No dudó en llevar sus manos a ellos, provocándome un escalofrío intenso al sentir la contradicción de nuestras pieles. Reía entre besos, consciente que no solo los suyos habían crecido en esos años.

—Madre mía, nunca me cupieron en las manos, pero ahora son todavía más grandes. —decía entre carcajadas, jugando con mis pezones y besando mis labios.

—100-70-100. —solo tuve que decir eso para que se aferrara más a mí.

—Todo esto es mío, desde tu cabello sedoso hasta tus pies de princesa. ¿Cuántas horas pasas en el gimnasio para mantenerte así?

—Tengo un gimnasio en casa. Solo paso una media de una hora y media por día. Mantener esta figura cuesta lágrimas de sangre y mucho sudor.

—¿Por qué eres tan sexy?

—Quizá he estado reprimiéndome todo este tiempo.

Ya estaba en mi límite, estaba al borde de comenzar a gritar todo lo que mi piel necesitaba. Me tenía a su merced y con esas miradas lascivas no me facilitaba aguantar, pero ella sentía lo mismo, nuestras caricias calentaban cada poro de nuestra piel, nuestras respiraciones iban sincronizadas entre besos, suspiros y gemidos.

Solo me sentía viva a su lado y yo era su obsesión. No sé si era amor o solo un juego, lo único cierto era que no pensaba dormir, solo quería hacerlo, no quería irme, no quería alejarme de su abrazo cálido y protector. Ella estaba en mi mente como cualquier canción pegadiza que no te deja dormir. Y a pesar de sentir todo lo que sentía, seguía mintiéndome a mí misma diciendo que no la amaba, que la odiaba.

Me llevó a la cama de nuevo mientras buscaba ciertos juguetes, inmovilizándome con su mirada imponente. No había forma de contradecir a esos orbes grises. No tardó demasiado en encontrar el arsenal de sadomasoquismo.

—¿Gritarás y te dejarás sucumbir a tus instintos cuando te tape los ojos con este antifaz?

—¿Realmente necesitas una respuesta? —gemí curvando mi espalda una vez que fui privada de mi sentido de la vista y sentía su aliento y su respiración en mi abdomen.

Se alejó para esposarme a la cama y provocar que mi deseo fuera en aumento. Había que reconocer que las esposas de cuero eran muy cómodas y que ella se había vuelto una dominatrix excelente. Prefería no ver nada a enfrentarme a esa mirada que paraba el tiempo. Nadie debía enterarse de esto, debía ser nuestro pequeño e indecente secreto.

Volvió a colocarse sobre mí y recorrió todo mi cuerpo con sus uñas, desde mi mejilla hasta mis pies, viajando por todos los puntos débiles que tan bien conocía. El primer recorrido fue suave, era la calma que precede a la tormenta, y la tormenta no llegó mucho después, no me dio tiempo a tomar aire y ya comenzó a arañar sin cuidado toda mi tez morena, acompañando sus uñas con su lengua y dientes.

Mis pechos estaban siendo torturados sin piedad, masajeados, mordidos, succionados y frotados contra los suyos. Ya notaba como la cordura estaba próxima a irse de vacaciones acompañada de mi cerebro, dejándome en el control de mis instintos animales y masoquistas. Mentiría si dijera que eso era suficiente para complacerme.

Kim lo sabía, pero disfrutaba vengándose por mi tortuosidad. Ya era hora de ponerle fin a tanta espera, eso pensaba yo. Podía escuchar su risa traviesa cada vez que me azotaba o penetraba la piel de mi zona más sensible. ¿Cómo podía conocerme tan bien? No tenía nada que decir, ella adivinaba lo que deseaba por la tensión de mis músculos y se entretenía manteniéndola o aumentándola a su antojo.

Ella me hacía sufrir, tanto como yo ansiaba. Podría esperar una vida por su toque y su amor. Desconocía quién era peor, podíamos decir que estábamos empatadas, éramos nuestra perdición y nuestro placer y pecado prohibido personal.

¿Quién necesitaba la magia o fantasía cuando podía hacerme volar con solo rozar mi piel? Puede que la realidad doliera y te hiciera sentirte como una auténtica mierda de vez en cuando, pero también te entregaba momentos que rozaban lo onírico. El destino era caprichoso y parecía disfrutar poniéndome a prueba.

Vivía atada a ella por nuestros recuerdos, nuestra atracción y nuestra química sin igual. Hacía tiempo que me entregué al lado oscuro. Lo único que podía escucharse en la casa eran mis gritos y gemidos fuera de control.

—Muérdeme la boca, aráñame tan fuerte que me hagas sangrar. Cariño, no hay nadie más en el mundo que me haga sentir así.

Su presencia estaba en mi mente, mi cuerpo, mi piel… Me estaba volviendo loca. Sus manos y su boca viajaban por todos los rincones de mi anatomía, ya no había nada oculto a la vista, me había dado la vuelta, habíamos caído a la alfombra. Me encantaba duro.

La quería, la necesitaba y ella estaba igual. Nos queríamos siempre y, de cualquier manera, nos hacíamos daño y nos curábamos una a la otra, solo con las caídas se aprendía a volar.

La estimulación era tal que estaba tan próxima a un orgasmo tan deseado como intenso. Necesitaba volar mi mente, y eso sería lo que la haría despegar. Sus dedos y su lengua estaban muy atareados dándome placer y yo imploraba más, necesitaba más, era una maestra.

La besé necesitada de su presencia en el mismo momento que la oleada de placer se hizo presente, todo mi cuerpo tembló, cada parte de mi cuerpo se curvaba con placer. Nunca podría haber olvidado la deliciosa sensación del clímax.

Kim se alejó de mí y se puso a mi lado, besando mi frente con ternura. Me liberó de mis ataduras y volvió a dotarme con el don de la vista.

—¿Satisfecha?

—¡No sabes cuánto! Me siento relajada, pero ahora es tu turno. No me he olvidado de ti. Ahora será mi turno de hacerte gritar mi nombre.

En nuestra relación nunca hubo dominante y sumisa, exceptuando mis momentos de extrema necesidad de tortura. Ella sonrió y se dejó caer en la cama, atenta a cualquier movimiento. Lo primero que hice fue volver a besarla, introduciendo mi lengua y jugando con la suya, explorando su boca, intentando recordar con la mayor precisión del mundo su sabor. Al separarme estiré su labio inferior y lo solté muy despacio, arrancándole un gemido de satisfacción y desesperación. Jamás dejaría de ser una idiota impulsiva.

Me tomaría un poco más de tiempo para hacerla sentir bien, que me dejara aliviar su tensión, solo un poco más, eso era lo que ella necesitaba, un poco más de mi atención. Ella era la pólvora y yo el fuego, solo yo la haría explotar. Aunque si quería eso, tendría que esperar al juego previo.

Descendía con tortuosidad besando su comisura, cuello, clavícula, hombro, lamiendo su escote y su abdomen plano y deteniéndome en plenas puertas prohibidas. No pensaba entrar directamente. Ascendí nuevamente y comencé a jugar con sus senos, sabía que ella no era fanática del sado, por lo que mi toque era más atento y cuidado, nada brusco. Quería cumplir sus fantasías.

Era todo un honor escucharla gemir mi nombre cuando con mi lengua chupaba uno de sus botones, con una mano masajeaba y calculaba el peso del otro seno y con la restante, comenzaba a estimularla sobre la ropa. Podía sentir su humedad filtrarse por el tejido de algodón, pero debía esperar algo más.

Tenía una expresión de alivio, creía que había olvidado uno de sus puntos débiles porque no había hecho nada por ese terreno, pero se equivocaba y pretendía comenzar a investigar en ese mismo momento. Una vez que terminé de estimular sus pechos y que sus pezones estaban lo suficientemente duros como para rallar un diamante, levanté uno de sus brazos y ella se tensó al instante.

—¡¿Qué…?!

Iba a continuar con su queja, pero el gemido fue más rápido que su lengua. Acababa de lamer su axila, fue bastante divertido descubrir este punto débil. Parecía que esa concentración de nervios le era irresistible.

—No me olvidaría de nada que tuviera que ver contigo. ¿Qué crees que pasará si estimulo tu clítoris al mismo tiempo?

—No te atre… ¡Dios! ¡Kate, joder!

—Te gusta, ¿eh? —hablaba divertida, podía sentir como su intimidad temblaba una y otra vez—. Eres toda una pervertida, estás empapada. ¿Acaso quieres quitarme el título que tanto me costó ganar? —bromeaba con picardía al mismo tiempo que quitaba la única barrera que la separaba de la total desnudez.

—Eres la diosa de la perversión, no te preocupes. Nadie te ganará. —me contestó desafiante, por lo que decidí darle una lección, introduciendo dos de mis dedos sin previo aviso y ella se aferró a mí y a mi espalda con uñas y dientes, literalmente, arrancándome un gemido animal.

No pude protestar, después de todo, fue mi culpa. Yo la había llevado a tal extremo, aunque había que reconocer que lo estaba disfrutando. Y, si ella era la maestra, tal y como había dicho momentos antes, yo era la diosa.

Mi técnica era tal que podía sentirme dentro de ella y fuera al mismo tiempo. Era algo tan confuso como placentero, aún más que el cóctel de sensaciones contradictorias que venía acompañando a mi masoquismo. Puede que con mi lengua fuera más que suficiente para llevarla al orgasmo, pero añadiendo mis dedos, conseguiría una sensación imposible de olvidar.

La memoria muscular no se perdía, sus paredes parecían recordarme y yo sabía con exactitud donde se encontraban cada una de sus zonas más sensibles en su intimidad. Una de ella era estimulada con los movimientos de mi lengua, otra con mis dedos y su clítoris no fue abandonado por mi mano.

Estaba tan desesperada y tan excitada en esos momentos que arqueaba su cuerpo ofreciéndome una vista espectacular del vaivén de sus senos, revolvía su cabello, se aferraba con fuerza a las sábanas de seda y creaba dibujos abstractos en ellas con sus movimientos inconscientes. No duraría mucho en esa situación, no me gustaba torturarla de esa forma, solo una masoca como yo sería capaz de aguantar esas sensaciones mucho tiempo.

Por ello, aumenté el ritmo y la presión, llevándola a tocar el cielo con la punta de sus dedos. Estaba tan hipnotizante con su respiración acelerada, jadeante, ruborizada y totalmente desnuda, pero sin duda, lo que siempre amé de esos momentos, era mirarla a sus ojos oscurecidos por el placer y entrelazar mis dedos con los suyos antes de besar su mano, para después pasar a sus labios.

—No es justo, el mío ha sido más intenso. —protestó inútilmente.

—Quería que no lo olvidaras. Tendrás que esperar para volver a tener otro de estas dimensiones.

—¿Estás diciendo que rechazas un segundo asalto? ¿Dónde está mi roquera ardiente, sensual y fanática del sexo?

—La tienes ante ti. No te haces una idea de lo bien que estaría si empleara todas mis nuevas técnicas contigo, pero no quiero quedarme sin cartas en la manga. Si tanto me amas, esperarás a que me sienta preparada para «hacer el amor» y no hacer lo que hemos hecho. No va contigo ni conmigo convertirnos en animales. —susurré a escasos centímetros de sus labios y una vez que terminé mi mini discurso, me miró con dulzura, apartó uno de mis mechones y me besó con ternura.

—Esto ha sido lo que necesitaba para volver a conquistarte con más fuerza.

—Estoy deseando que intentes conquistarme tú a mí. Fui yo quien te atrapó bajo su encanto.

—Sí, pero gracias al piropo de tus ojos. —me picó guiñando un ojo y tumbándose en la cama, señalando un sitio a su lado—. Ven, acurrúcate conmigo.

—Eres incorregible. Solo media hora, tenemos que comer.

—Estoy pensado que, ¿qué pasaría si me aprovecho que estás durmiendo?

Apagué sus ganas de marcha con una mirada glacial, por lo que terminó aceptando dormir media hora abrazada a mí como en los viejos tiempos.

Notas finales:

¿Tenéis calor? Os lo advertí y quien avisa no es traidor XD. Espero que lo hayan disfrutado y... ¿qué creéis, me excité escribiendo o no? Son libres de creer lo que quieran.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).