Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

7 días por Ale Moriarty

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

 


 


Advertencias: Posible Ooc. AU.


Anime/Manga: Junjou Romántica


Pareja: Junjou Egoist (Nowaki x Hiroki)


Palabras: 3,389 –OS-


 

Notas del capitulo:

Notas: Este fanfic fue hecho gracias a una tabla que realizó la cumpleañera. ¡Felicidades Veggy! Espero que cumpla tus expectativas que pensar en un fanfic con esta temática de época del Japón donde se usaban kimonos y había reyes… fue un dolor en el culo.

7 días

[El príncipe Kamijou contrata a un samurái que le servirá como su nuevo guardia real, pero conforme pasa el tiempo los sentimientos del samurái van cambiando por el noble y tras una decepción amorosa que afecta a Hiroki… ¿qué planeará el espadachín?]

Hiroki Kamijou estaba sorprendido ante la habilidad mortífera que tenía aquel joven samurái que había vencido a los espadachines que clamaban ser los más fuertes en todo Japón. Tembló ligeramente cuando vio al azabache alzar el rostro y fijar su azulina mirada en él ¿cómo podía tener unos ojos tan letales con semejante sonrisa amable?

— ¿Quién eres? —le preguntó el príncipe Hiroki levantándose de su cómodo trono, su padre, el rey, le había encomendado la tarea de conseguirse un guardia real que viera por su seguridad debido a los recientes ataques contra la familia.

—Kusama… Kusama Nowaki

Sonrió el desconocido enfundando de nuevo su larga espada. La mirada gélida de hace escasos minutos se había vuelto cálida.

—Su excelencia puede llamarme por mi nombre.

—Serás mi nuevo guardia personal… Nowaki.

Y entonces la sonrisa se volvió cariñosa, provocando que el príncipe se sonrojara ante tal acto espontaneo ¿qué idiota sonreía de esa forma la primera vez que conocía a alguien? ¡Y después de haber herido y asesinado a sus contrincantes! Kusama Nowaki era alguien de temer.

.

.

.

Pasaron los días y Nowaki cumplió con su tarea de acompañar a todos lados al príncipe Kamijou, quien pronto comparo al samurái con un fiel perro debido a que lo seguía con una cara llena de felicidad.

Pero conforme los días avanzaban el serio samurái empezó a darse cuenta que su amo tenía una rutina peculiar cuando salía en su carruaje real a visitar a los aldeanos, siempre iba a una casa en específico, una de las más grandes en realidad.

Era la vivienda del famoso escritor Usami Akihiko, por lo que se había enterado el samurái este era un gran amigo del príncipe, quien siempre alejaba a la mayoría de sus súbditos por su carácter tan difícil.

Entonces después de un mes siendo su guardia decidió preguntarle una de sus dudas que le carcomían en lo profundo. Era un día soleado y Hiroki había salido de la casa del escritor después de una discusión sobre libros que había durado por 3 horas.

—Príncipe…

— ¿Hm? ¿Puedes hablar? Siempre estás tan callado que me sorprendiste ¿sucede algo? —preguntó el noble con un tono de fingida preocupación, aunque el Kusama podía darse cuenta del por qué Hiroki actuaba tan iracundo… sufría de un amor unilateral y lidiaba con el rechazo casi todos los días.

—Al príncipe le gusta ese escritor ¿o me equivoco? —preguntó y noto como los ojos del hombre se abrían ampliamente ante la sorpresa.

—¿Qué fue lo que…?

—No es necesario que se altere… solo quería que supiera que yo lo entiendo—menciono con melancolía, pero solo pudo observar como el rostro del noble se teñía de rojo y apretaba los dientes con rabia, parecía herido de haber sido descubierto

— ¡NO ES DE TU INCUMBENCIA SÁMURAI! ¡OCÚPATE DE TUS PROBLEMAS!

Y con aquella frase cruda terminó la conversación mientras se subía a su carruaje y les indicaba a sus demás empleados que avanzaran… no tenía tiempo para lidiar con aquel hombre… ni con el dolor que se formaba en su corazón.

Estar enamorado de alguien que jamás lo vería de esa forma… ¿triste, no es así?

Él era lamentable.

.

.

.

Los días pasaron y el príncipe Kamijou siguió con su rutina solo que esta vez ignoraba con más vehemencia al guardia que tenía la fuerza de muchos hombres. Estaba tan indignado de ser fácil de leer que no podía soportarlo.

Entonces durante unos de los tantos días, el corazón del noble fue roto por completo. Su mejor amigo lo rechazó cuando por fin se armó de valor para confesarse, ese día el clima era tempestuoso, la lluvia no se calmaba, pero eso no importaba… dentro de su corazón había un torbellino mucho más catastrófico.

—Hiroki…—hablo el escritor mirando como la fachada en el rostro de Kamijou se iba desvaneciendo—Yo…

—Já… no te preocupes Akihiko, solo era una estúpida broma… me voy

—Está lloviendo… ¡Hiroki!

Pero el castaño no le prestó atención, quería marcharse lo más rápido posible. Camino a lo largo de los pasillos de la residencia y salió a toda prisa sin importarle que Usami lo seguía desde atrás. Cuando Hiroki abrió las enormes puertas y salió para subirse a su carruaje su guardia real se percató de las lágrimas que recorrían sus mejillas y las cuales trataba de ocultar tallando sus ojos sin delicadeza.

La lluvia mojó su kimono y se sintió más torpe que antes ¿por qué le había dicho sus sentimientos? Ahora se sentía inconsolable, justo cuando se iba a subir a su carruaje su brazo fue sujetado con fuerza y se detuvo, conocía al dueño de esa mano.

¿Por qué seguía siendo tan amable si lo había rechazado? Esa, quizá era, el arma más cruel que poseía Akihiko. Ni se molestó en encararlo, estaba destrozado.

¿Alguien? Alguien ayúdeme…” pensó en un ruego lamentable y entonces… su deseo le fue cumplido.

—Disculpe, no quiero ser grosero… pero mi amo desea marcharse—le dijo Nowaki con un tono molesto sujetando con fiereza la muñeca del hombre. Akihiko se estremeció ante los gélidos ojos y soltó la manga de su mejor amigo.

La lluvia dejo de caer encima del príncipe segundos después ya que el samurái había desplegado un paraguas encima de él. En ese instante se giró y se dio cuenta de que esa amable sonrisa iba dirigida a él.

Sentía un calor en su adolorido corazón.

—Vámonos alteza—dijo calmado el Kusama recibiendo un asentimiento por parte del noble. Este se volvió a dar la vuelta y antes de entrar solo soltó un “adiós” para ese hombre que tanto amaba y el causante de su tristeza.

.

.

.

El príncipe permaneció encerrado en su habitación dejando que las lágrimas se desbordaran de sus ojos, no podía dejar de llorar y no sabía si la razón era el rechazo o saber que las cosas con Akihiko se habían arruinado.

Los ojos le ardían tanto que solo quería dormir eternamente y entonces en medio de su situación lastimera escucho como se deslizaba la puerta de su habitación y alzó el rostro topándose con que su espadachín caminaba hasta él

— ¿Quién te permitió entrar a mi recamara Nowaki? —lo cuestionó con enfado, pero en lugar de una respuesta recibió un abrazo sofocante, entonces, en ese preciso momento, las lágrimas que no dejaban de salir… se detuvieron abruptamente.

Y esa soledad absoluta se tiñó de esperanza.

—¿Cómo te atreves a abrazar al príncipe? ¡Suéltame de inmediato o yo…! —intento empujarlo, pero su fuerza era débil a comparación de la del samurái más fuerte de esa ciudad—¡NOWAKI!

—Dame una oportunidad…—murmuro de forma suave estremeciendo el cuerpo del noble—Yo te demostraré que el amor no es doloroso… jamás te haré llorar

— ¿De qué hablas? —comento después de unos segundos, abochornándose por la situación intentando despegarse de nuevo

—Yo te amo Hiro-san… durante todo este tiempo han nacido sentimientos en mi interior que jamás tuve por nadie, si me pidieras que dejara de ser un espadachín… tiraría mi honor por tu amor.

La confesión tomo desprevenido a aquel príncipe que no sabía cómo reaccionar ya que no solo estaba siendo sujetado por su guardia, sino que, además, este se había atrevido a llamarlo por su nombre o, mejor dicho, un apodo.

¿Cómo se atrevía?

—Yo sé que puedo ganar tu corazón—y con esa afirmación Hiroki se sintió desarmado.

¿Cuánta confianza tenía este espadachín?

¿Creía que el amor era así de sencillo?

¡Le demostraría la crudeza del amor!

—Sietes días—dijo con voz imperiosa logrando que el agarre del samurái se debilitara y se irguiera para verlo cara a cara, aunque el noble esquivaba el contacto visual.

—¿Qué?

—Te daré siete días para ganar mi corazón… sino lo logras te rendirás y aceptarás la derrota ¿de acuerdo?

—Acepto—dijo con voz firme y una sonrisa encantadora que el Kamijou describiría como hermosa.

¿Cómo podía ser tan seductor este espadachín simplón?

¡PERO NO IMPORTABA QUE TAN ATRACTIVO FUERA! ¡NO LO DEJARÍA GANAR!

—Mañana comenzamos… ahora déjame solo…

—¡Sí Hiro-san! —dijo sonriente mientras salía a toda prisa de la habitación dejando aturdido al mayor.

¿Por qué le hablaba de forma tan informal?

—Pequeño mocoso idiota… te mandaría a la hoguera por pronunciar mi nombre—comento avergonzado, sin darse cuenta que todo su estado depresivo se había ido por arte de magia.

Desde mañana su rutina cambiaría.

.

.

.

En el primer día pudo ver como no se había tratado de un sueño, porque justo cuando despertó, la luz del amanecer lo dejo cegado. Era realmente resplandeciente a pesar de que había llovido toda la noche.

Cuando salió de su recamara se impactó al ver cómo había miles de flores adornando el pasillo, eran pétalos de cerezos, sus flores favoritas. Siguió el rastro rosa sintiendo como su corazón comenzaba a latir con rapidez. Su corona tintineaba resonando en la enorme casa y entonces llego a su destino, un sonriente pelinegro que le veía con cariño.

— ¿Qué es esto? ¿Cómo es que tú…?

—Buenos días Hiro-san—dijo el apodo naturalmente mientras caminaba hacia él—Me alegra que te gustara mi regalo, te he observado todo este tiempo que he estado a tu servicio ¿cómo no sabría tu flor favorita si tus ojos brillan cuando observas los cerezos florecer?

—Nowaki…

Atento… Kusama Nowaki le ponía atención cuando estaba a su lado.

Poco a poco el corazón de aquel príncipe comenzaba a descongelarse de nuevo.

.

.

.

En el segundo día el samurái se esforzó y le propuso al príncipe que se vistiera con las ropas menos vistosas porque lo llevaría a observar una obra de gran calidad. El noble solo se burló, sintiendo que Nowaki decía tonterías para impresionarlo.

Después de que se vistiera lo más simple que se lo permitieron sus sirvientas, se quitó su corona y siguió a Nowaki hasta el pueblo. Allí se percató que los aldeanos lo saludaban con ánimo y le mostraban sonrisas amables.

¿El samurái era tan querido a pesar de ser un hombre tan letal?

¿Quién eres?” se preguntó mientras llegaba a la plaza del pueblo y observaba como varios niños se reunían a jugar, o al menos eso parecía para él.

No se dio cuenta de cuándo pero su samurái le había llevado una gran piedra para que se sentara, cosa que lo sorprendió, pero decidió no hacer un drama por aquel lugar incómodo. Ahora tenía que fingir ser un “pueblerino” normal.

— ¿Qué es esto?

—Son los niños de la aldea, son muy creativos y realizan obras muy originales… pensé que sería divertido mostrarte algo como esto—le dijo el pelinegro con una sonrisa cálida mientras se sentaba en el suelo.

Hiroki lo miro de soslayo y solo soltó un “jum” como afirmación. Kusama Nowaki era alguien realmente peculiar.

—No seas estúpido, hay suficiente lugar en esta piedra… solo siéntate a mi lado—murmuro y noto como la expresión del samurái cambiaba drásticamente a una felicidad que lo avergonzó—N-no actúes de esa forma, no es algo por lo que alegrarse tanto…

—¡Sí lo es! Hiro-san me dejará estar a su lado… soy tan feliz—dijo enérgico mientras se sentaba, rozando hombro con hombro.

La obra inició y Kamijou miro con interés, aquellos niños habían planeado una obra sobre un demonio que se enamoraba de un humano y gracias al poder del amor se convertía en una bella chica para que estuvieran juntos toda la eternidad.

Aunque era ridícula y las actuaciones eran de principiantes, no pudo evitar reír y sonreír por el carisma de los chicos, eso sin hablar de la calidez que emitía su guardia.

Entrañable… Kusama Nowaki era muy querido por todos.

Poco a poco seguía descongelándose su interior.

.

.

.

En el tercer día las cosas cambiaron y el samurái decidió que sería ideal ir a comer a algún sitio, por lo que de nuevo salieron a la aldea y fueron a comer a un restaurante de fideos muy concurrido.

Allí, aunque el lugar estaba lleno y los aldeanos lo miraban sorprendidos ya que muchos sabían que era el príncipe, nadie se atrevía a molestarlo mientras estaba con Nowaki.

Entonces, en ese pequeño lugar, donde comían simples fideos, Kusama Nowaki le preguntó sobre sus cosas favoritas, sobre sus padres, su posición, sus gustos, disgustos, sueños y pesadillas.

De igual forma le contó sobre él con una sonrisa llena de amor.

Kamijou descubrió sobre su vida como huérfano, las veces que este pasó hambre, la forma en la que aprendió a usar la espada para sobrevivir y el cómo los aldeanos le ayudaron en sus penurias.

Y en ese instante Hiroki se sintió insignificante por la luz que Nowaki emanaba.

¿Cómo podía sonreírle de esa forma después de la vida que llevó?

Interesante… Kusama Nowaki era único, una persona que valía mucho.

Y ese oscuro corazón del príncipe empezó a teñirse de color.

.

.

.

En el cuarto y en el quinto día Nowaki decidió que sería agradable observar paisajes que deslumbraran a Hiroki, porque, aunque este fuera el futuro heredero de la corona de rey, no conocía lo suficiente de la belleza de su reino.

Lo llevó a observar el río y Hiroki se maravilló de la hermosura de los peces nadando con libertad no como en los estanques del palacio.

Nowaki lo guio a través de los puestos callejeros donde la gente gritaba con ánimo y sonreía a pesar de la falta de grandes posesiones, donde te daban muestras gratis de comida para atraerte, donde los niños te regalaban flores arrancadas de los jardines para desearte un buen día, donde te vendían todo tipo de cosas y se percibía calidez.

Entonces, cuando la noche apareció lo llevó hasta el bosque donde el futuro rey observó a las criaturas que caminaban con libertad y disfrutaban de la luz que la luna les brindaba.

—Ya debe ser otro día—dijo el príncipe mientras se recargaba en un árbol, cansado de caminar tanto.

—Lo sé, pero quería mostrarte algo—dijo calmadamente mientras se recostaba en la hierba y palmeaba a su lado.

—No planeas que un príncipe se acueste en el suelo ¿o sí?

—Estaría muy feliz si Hiro-san viera este paisaje conmigo…

— ¿De qué hablas?

—Estrellas…—dijo con simpleza y después de unos minutos de duda el Kamijou decidió acceder a la infantil petición de su samurái.

Entonces observó la vista más hermosa de todas, en ese lugar donde las frondosas hojas de los árboles se mecían de un lado a otro, en el oscuro cielo nocturno, se extendían bellamente las estrellas brillantes, cegando con su hermosura a los espectadores.

—Cuando era niño descubrí este paisaje… siempre alejó mis momentos tristes, deseo que haga lo mismo con la tristeza de Hiro-san…

Ah… Nowaki Kusama.

Observador… eso era él, una persona que hallaba lo hermoso de las cosas y veía lo positivo en todo.

Poético… Nowaki lo era, tan bueno con las palabras, siempre sabía decir lo correcto ante las situaciones.

Y sin proponérselo comenzó a invadir el corazón de aquel príncipe terco.

.

.

.

En el sexto día Kusama Nowaki decidió llevar a pasear al príncipe Kamijou en caballo ¿por qué? Tal vez solo quería profundizar su contacto antes de que terminara su semana de felicidad.

El caballo trotaba calmadamente y el día era fresco. Todo estaba bien, aunque el noble se sentía intranquilo. Al pasear con el samurái detrás suyo sentía que su corazón iba a explotar. Estaba nervioso de que el otro escuchara cada uno de sus estruendosos latidos.

No quería quedar expuesto.

¿Pero por qué se sentía de esa forma por él?

Amor.

Amor.

Amor.

La palabra se repetía en su cabeza como un tifón… un tifón llamado Nowaki.

— ¿Puedo tomar tu mano? —Nowaki le murmuro cerca del oído y sintió un escalofrío a lo largo de su espina dorsal.

No supo que fue lo que lo impulso ¿tal vez un capricho? ¿Tal vez su misma soledad? ¿O era ese sentimiento que no quería admitir?

No dijo ni una palabra y solo dejo que aquella mano llena de ampollas debido a la práctica le sujetara y en lugar de odiar la sensación… quiso que esa mano le tocara por siempre.

Cálido… Kusama Nowaki era capaz de enternecer su alma y traspasar las murallas que Kamijou construyó.

Y sin proponérselo logró que el príncipe comenzara a creer de nuevo.

.

.

.

En el último día Nowaki le pidió que se vieran en la noche, lo llevaría al festival que se haría en la aldea. Esta era su última oportunidad así que tenía que ganarse el corazón de aquel noble que tanto amaba.

El príncipe se vistió con un yukata azul marino y pidió que se le arreglara el cabello por al menos 10 veces.

—El amo se ve más feliz que nunca—comento una de sus sirvientas con una sonrisa cariñosa

—Lo que sea que lo haya puesto feliz… nos alegra, el amo merece ser feliz—y se avergonzó, aquellas chicas a las que siempre terminaba gritándoles cuando se estresaba le apreciaban mucho.

Ah, ahora se sentía como un idiota.

¿Acaso Nowaki lo estaba cambiando de alguna manera?

Cuando termino de arreglarse y salió a ver a su espadachín se sorprendió ante la vista de él usando un yukata negro, se miraba mucho más varonil que antes y entonces el corazón de Kamijou latió rápidamente.

Debió hechizarme” pensó molesto y avergonzado.

— ¿Ahora a dónde iremos?

—El festival—le dijo con simpleza mientras se subían al carruaje real y este se dirigía al pueblo.

.

.

.

El príncipe se divirtió como cuando era un niño pequeño. Comió manzanas acarameladas, atrapó un pez dorado que decidió regalarle a una niña que lloraba por no haber conseguido uno, obtuvó un amuleto al ganar en un juego y escuchó a los cantantes locales cantar sobre el amor.

Todo era divertido.

Y sin saberlo… aquella semana le había servido como una catarsis ya que ni recordaba a su antiguo amor.

Kusama Nowaki era una medicina muy poderosa para el desamor.

Tal vez, era lo que siempre había necesitado.

Sintió como su mano fue tomada con delicadeza y se dejó arrastrar por ese espadachín que era más joven que él, lo llevó a un lugar alejado donde había una vista muy hermosa de la luna.

—Este es un buen lugar…

— ¿Para qué? —dijo Kamijou y entonces escuchó explosiones y volteó para darse cuenta que había coloridos fuegos artificiales en el cielo.

— ¿Hermoso, cierto? —Nowaki apretó la mano del príncipe y recibió el mismo gesto por parte de él.

—Sí, lo es…

El tiempo pasó mientras los dos hombres se sujetaban las manos y cuando los fuegos artificiales cesaron el silencio invadió a sus alrededores.

—Al parecer mi semana ya termino… no quiero… que esto se acabe ¿acaso no es posible que yo…?

—Nowaki…—silenció el próximo a ser rey mientras soltaba al espadachín y este se deprimía lentamente.

Todo había acabado.

Era doloroso.

El amor era doloroso.

—Nowaki… escucha atentamente ¿de acuerdo? —le pidió sin voltearlo a ver, se sentía libre después de mucho tiempo—Las personas dicen que Dios creo la Tierra en siete días ¿no es así?

Le preguntó y miro de lado como el menor asentía lentamente.

—Fue un milagro… eso es lo que dice la gente—inhaló aire y entonces lo soltó pesadamente, recargó su mejilla en la palma de su mano y le sonrió al pelinegro, de esa forma cariñosa en la que Nowaki jamás creyó que le sonreiría.

—Y tú… en siete días lograste que me enamorara de nuevo, es una clase de milagro también ¿no? —le sonrió aún más.

Y entonces el samurái, quien era el más fuerte de aquella ciudad de Japón comenzó a llorar y abrazó fuertemente al príncipe. Kamijou acarició su cabello como si fuera un niño, presenció de nuevo aquella calidez que solo ese tifón podía darle y entonces sintió la ardiente mirada del samurái sobre él.

—¿Qué?

—Hiro-san… quiero besarte…

—Idiota… no me preguntes… si quieres hacerlo solo hazlo y ya…

Y entonces el huracán lo azotó, porque cuando Nowaki lo besó hubo un revoltijo en su interior… pero a pesar de ese desastre… supo que todo estaría bien.

Amor… Kusama Nowaki era el amor de su vida, aquello que había anhelado, aquello que había buscado.

Era el milagro que tanto había deseado.

Fin

Notas finales:

Espero sus reviews.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).