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Si tienes que elegir: quédate conmigo. por Ulala

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Cuando la puerta se cerró, lo único que quedó fuera, en parte, fue el resentimiento. Lo escuchó dirigirse al baño aceleradamente, allí tomó el botiquín. Intentó recordar mientras dónde había dejado las tijeras: la cocina. Masculló. Dejó todo encima de la mesa, Sasuke intentó levantar la mirada, pero no pudo, quería preguntarle por qué no se fue; por qué no lo dejó morir a pesar de todo. De la alacena cogió el whisky, lo colocó enfrente de él.




—Tómalo. Necesitas puntos y será doloroso —y sabía que era así, lo obedeció y tomó un trago largo.




Se agachó frente a él. Tenía una herida pequeña a la izquierda del apéndice. Y si la situación no hubiese sido límite se habría sonrojado de estar en aquella zona. El maldito tuvo suerte, no tocó ninguna arteria, ni tampoco algún órgano vital. Tomó desinfectante, lo colocó en sus manos y en la herida. Se estremeció con el líquido. Debía hacer esa mierda rápido. Sus manos temblaban y se tranquilizó. Si Naruto hubiera intentado recordar cuándo fue la última vez que hizo aquello, no habría sabido responderse. Agujas, porta-agujas, pinzas, bailaban entre sus dedos: olvidó cómo tomarlos. Temblaba, quiso llorar con impotencia. Levantó la vista en aquellos ojos negros, se veían cansados.




—¡Maldición, no te atrevas a morir, Sasuke! —le gritó. Sasuke sonrió.




—Estoy bien. Deja de temblar. Sólo hazlo —tenía el suficiente coraje, como para alentarlo incluso cuando estaba desangrándose—, hubiera sido más sencillo que me dejaras morir —hablaba lento. Juntó todas sus fuerzas y estiró su mano trepidante hacia el hombro del rubio, ambos temblaban por razones diferentes.





Lo miró por última vez antes de perforar su piel, el moreno se estremeció. Con las pinzas volvió a tomar la aguja, hizo los puntos, Sasuke apretó sus puños para no gritar, temblaba, el alcohol en su sangre no era suficiente y estuvo a punto de desmayarse del dolor, cerró sus ojos fuertemente tirando su cabeza hacia atrás. Tardó más de lo que le hubiera gustado. Dos puntos. No tenía ninguna droga necesaria allí, pero sería suficiente. Desinfectó la herida nuevamente, la cubrió con gasa, la encintó. Naruto sólo pudo respirar cuando terminó aquello. Se dejó caer en el suelo, le sonreía a pesar del dolor.




Levantó la mirada y observó la herida en su hombro, ya más tranquilo. Se puso de pie y se colocó a sus espaldas. Naruto volvió en sí. Pensó, entonces, que en aquel momento podría matarlo, de hecho; podría haberlo hecho mucho antes; podría apretar aquel cuello largo, pálido, hasta que su vida se extinguiera. Sólo lo pensó en el momento en que había parado el sangrado, cuando estuvo a salvo. Cogió las gasas y el desinfectante nuevamente. Sintió el aroma a sangre. Observó la tijera en la mesa, la tomó. Sasuke, ni siquiera se giró, porque si iba a matarlo, al menos no quería ver su rostro al hacerlo, ya que seguía pensando en aquella posibilidad. El rubio, luego de todo ese tiempo, titubeó. Imaginó, cómo se sentiría clavar esa tijera en la carne blanda de su cuello, cómo el tatuaje de su hombro se llenaría de sangre al instante si tocaba su yugular o si llegaba lo suficientemente profundo, la arteria carótida. Sin embargo, cortó el vendaje. Con la punta de sus dedos, sin querer rozó su piel al sostener la tela y el desinfectante en la misma mano, un escalofrío le recorrió la columna vertebral.





Podría haber pensado, podría haberse preguntado, por qué estaba ayudándolo, por qué no se había ido, por qué diablos, insistía en mantenerlo con vida cuando era culpable de tantas cosas, eso habría pasado por su mente si el dolor no le nublara el juicio. Naruto sanó sus heridas, una y otra vez, tanto físicas como mentales. Cuando ya no quedaba nada dentro suyo, cuando pensó en simplemente dejar de esforzarse, ahí estaba él. Ignorante de sus actos, feliz, sonriéndole. Después de todo, las heridas que no se ven son las más profundas. Y ahí estaba nuevamente, devolviéndole la vida. Sasuke jamás le dijo, que hubiera muerto en paz tan sólo con haberle entregado esa maldita llave para que se fuera.





Colocó la gasa encima de la herida, no supo con qué fue causada pero parecía un cuchillo, se alegró de que no necesitara puntos. Quiso preguntarle, ya en todos sus cabales, qué diablos pasó; pero se mantuvo en silencio. Tiritó al sentir el frío desinfectante en su piel, estaba seguro, que estaba sufriendo, pero no emitió ni un sonido, ni dejó de apretar sus puños. Lo vendó lentamente, casi aprovechando el roce de su piel.





Había oportunidades y las dejaba escapar con excusas: improbable, inmoral. Como si eso realmente importara. Naruto sabía muy bien, en el fondo de su alma, que podría golpearlo, gritarle, quizá herirlo con las peores palabras que podrían ocurrírsele, pero jamás sería capaz de apretar aquel cuello, de clavar una estaca en su corazón viendo sus ojos apagarse aún más. Sintió la sangre del Uchiha secarse en sus manos y tembló. Seguía repitiéndose que Sasuke había sido, pero dentro de él, seguía siendo, ayer, hoy y mañana.



—Ya está —suspiró—, habrá que cambiar el vendaje en un par de días. Pero probablemente sobrevivas —se dirigió a la cocina y se lavó las manos, casi compulsivamente.



Cuando volvió, él estaba en la misma posición, excepto que había prendido un cigarrillo, la caja del atado tenía sangre. Tomó un poco más de alcohol para aguantar el dolor. Estiró las manos para coger las vendas y guardarlas, en ese momento, Sasuke levantó la mirada de sus manos. Observó sus muñecas. Cuando Naruto quiso alejarse, lo tenía agarrado del antebrazo. Dejó una marca de sangre, era un agarre firme, pero amable. Llegó a quemarle.





—Te lastimaste —lo miró a los ojos, rápidamente volviendo a bajar la mirada. Sus muñecas estaban rojas, algunas partes comenzaban a ponerse moradas, otras, consiguió sacarse la piel. En aquel momento, el rubio no había notado la desesperación con la que intentó sacarlas para llegar a él.



—Está bien, no duele —mintió. Intentó zafarse, pero no lo permitió.





Sasuke se quedó en silencio, observando detalladamente su piel. Como si en su mente, intentara guardar en su memoria cada poro, cada pliegue, cada lunar. Si él no se llamara Sasuke Uchiha, si las circunstancias en aquel momento serían diferentes, quizá, sólo quizá; si ella no hubiese muerto, le hubiese pedido disculpas. Por cada mínimo dolor que le había causado, por cada lágrima; por cada parte que había roto dentro de él. Y realmente, hubiera intentado repararlo, así fuera a la fuerza, así le costara años. Pero en aquel momento, se quedó callado, porque creyó que incluso diciendo todo eso, nada cambiaría. Y esa fue una de las tantas veces que estuvo equivocado.





Tomó una parte de las vendas que quedaban en la mesa y con cuidado, casi como si temiera que fuese cristal, casi como si ignorara su propio dolor, envolvió su muñeca, cubriendo la zona enrojecida y en carneviva. Naruto no movió un músculo, lo observó desde arriba, concentrarse, intentando no rozar la zona mientras se asomaba el tabique de su nariz entre sus cabellos azabaches. Esa fue, una de las tantas veces que comprendió; que esos pequeños gestos, mínimos, casi insignificantes para algunas personas, destacaban a Sasuke.




—Gracias —no supo qué decir, no pensó. Le sonrió cansadamente.



—Eso no es nada —pudo haber continuado diciendo “comparado con lo que has hecho tú” pero se calló.



—Ven, tienes que recostarte —le ofreció su mano.



Lo ayudó a caminar hacia la cama. Sasuke era más grande y pesado que él,  por lo que el trabajo prácticamente lo había dejado agotado. Suspiró en cuanto vio sus sábanas blancas mancharse de la mezcla del yodo* y sangre. Se quedó observándolo por un momento apoyado en el marco de la puerta, tenía sus ojos cerrados, respiraba agitadamente, como si estuviera invirtiendo todas sus energías en contener el dolor por una cuestión de orgullo. Le sorprendía que aguantara tanto, mantuvo su actitud estoica hasta último momento. Se tomaba con la palma de su mano el lugar afectado, una especie de efecto placebo que le hacía disminuir el dolor. No podía darle nada. Pensó, estúpidamente, que si fuera humanamente posible, tomaría parte de su dolor, lo compartiría con él, sólo para disminuirlo.




En silencio se dirigió a la ducha. La sensación del agua caliente sobre su espalda le tranquilizó los músculos. Quiso quedarse ahí por siempre. Pensó la suma de los eventos que lo habían llevado a aquella situación. Esa herida sanaría completamente en un mes. Conociendo a Sasuke, a las dos semanas ya tendría otra parecida. ¿Qué tan viable era echarlo? Suspiró. Salió de la ducha y se adentró en la habitación. Tenía hambre y probablemente el moreno también. Pero no quiso despertarlo, estaba dormido. Su rostro se veía tranquilo. Esa noche durmió en el sillón, en parte para no molestarlo, por otra; por incomodidad. Al día siguiente, volvió a la habitación por la mañana. Sasuke estaba sentado en la cama, maldiciendo.

 

—¿Qué haces? —le preguntó el rubio desde la puerta—, vas a quitarte los puntos —caminó hacia él. Quiso comenzar a hablar, pero lo interrumpió—. No empieces con alguna estupidez parecida a “estoy bien, esto no es nada” no es una maldita película, Sasuke. Pudiste haber muerto. —el Uchiha sonrió de manera arrogante.



—O tienes el síndrome de estocolmo o eres idiota por ayudarme.



—Tenemos muchas cosas de qué hablar todavía.




___

 

Una semana, 168 horas, 10080 minutos, conviviendo con aquel ser del infierno. Podría haberlo encadenado, amordazado, torturado. Él mismo sabía eso. Sin embargo, no lo hizo. En algunos lugares lo llaman “debilidad por cierta persona” y Naruto, lo había entendido desde el momento en que no pudo dejarlo morir, desde el momento en que su cabeza gritaba que hiciera todo lo humanamente posible. Se dijo a sí mismo, horas y días después, que era por mera curiosidad a saber la verdad de los hechos, otra versión era puramente moral; la más verdadera, era acerca de sus sentimientos.





Sasuke era insufrible la gran mayoría del tiempo. La primera vez que le había hecho algo de comer —y fue sopa instantánea, tampoco podemos culparlo siendo totalmente objetivos—, se quejó de que era asquerosa. El rubio, entonces; tuvo que hacer malabares para cocinar algo que no fuera pre-cocinado. Y fue difícil para alguien con sus talentos culinarios. Cuando finalmente lo logró tampoco obtuvo una respuesta muy satisfactoria, sólo un gesto de “aceptable”. Y es que aún no estando encadenado, estaba siendo prácticamente secuestrado por sus exigencias. Y el Uchiha simplemente disfrutaba viéndolo enojarse, bufar, insultar en voz baja.




Esa mañana, decidió levantarse. Lo hizo pesadamente, como si su cuerpo en todo aquella semana se hubiera desacostumbrado a moverse. No había una mísera parte de él que no le doliera. Mascullaba, mientras se tomaba del apéndice. El rubio pasó todo aquel tiempo durmiendo en el sillón, como si temiera que lo atacara por la noche de alguna forma —tanto sexual como psicópata, ciertamente— por lo que tuvo aquella habitación para él solo. Olía levemente a encierro y a cigarrillos. Abrió la ventana y dejó que el sol junto a la brisa le pegara en el rostro.




Habían cambiado las vendas un par de veces y ambos sintieron la incomodidad al respecto. Del roce de su piel, de la posición en la que debía estar. Naruto intentaba concentrarse en su trabajo pese a la penetrante mirada azabache perforando su nuca, mirando detalladamente cada movimiento. Ese día, debía revisar si podía quitar los puntos.



Salió de la habitación y se dirigió a la cocina. Ahí estaba el rubio, durmiendo como un despojo de ser humano. Su pierna estaba una encima del sillón y otra fuera, un brazo en el respaldar y otro tocando el suelo, su boca, para variar, entreabierta. Lo observó como si fuera una pieza de arte, como si no hubiera algo más preciado. En cuanto abrió la nevera, saltó de su posición, casi en guardia, mirando hacia todos lados. se levantó bruscamente, como si despertara de una pesadilla. Sólo por un segundo, pensó que volvía a estar en aquella maldita universidad, tomando la manga de su camisa, prácticamente rogándole que no se fuera. Obtuvo un mareo en consecuencia de su brusco movimiento. Sasuke frunció el ceño.

 

—Me asustaste —finalizó, sentándose nuevamente en el sillón. Apoyó la palma de sus manos en su frente—, ¿qué haces?



—Café —respondió tranquilamente—, ¿quieres? —se giró y asintió. Al cabo de unos minutos le extendió una taza. Le pasaba algo y lo sabía.



—Sasuke —dijo al cabo de un par de minutos de silencio, ido, perdido en sus pensamientos.



—¿Hhmh? —tomó una tostada y la mordió.



—Sabes que tenemos que hablar —casi dejó de masticar por el nudo en la garganta.



—Naruto —masculló, de repente, se le había quitado el apetito, se sentó en la primera silla que encontró—, ¿por qué diablos insistes?



—¡Porque no entiendo nada, Sasuke! Jamás me has dicho nada, te quedas en silencio. Desde aquella vez… —se interrumpió—. Desde Hinata —lo susurró. Hacía años que no pronunciaba su nombre. Dijo cada sílaba con miedo, sintiendo un escalofrío cada vez que el aire pasaba por sus cuerdas vocales.



—Cállate.



—¡Di su maldito nombre, Sasuke! —se levantó bruscamente. El Uchiha no se movió.



Dejó la taza en la mesa. Por un segundo, se miraron directamente a los ojos, como si estuvieran hablando sin emitir sonido. Ambos, durante años habían mantenido su promesa. Sin importar absolutamente nada. Lo que sucedió después, fueron simplemente sucesos a parte, o al menos; así lo interpretaron. Desde el momento en que ella pronunció las palabras “no debes decirlo”, guardaron todo en un cajón en lo profundo de su memoria. Se habían odiado, oxidado por aquellos sentimientos que los consumían.



—Ella está muerta, Naruto —musitó. Miraba el suelo. Sintió como si fuera la primera vez en todo ese tiempo, que lo aceptaba—. Hinata, está muerta. Y las promesas que me dejó, son horribles ataduras. Supongo que ya a este punto, no importa.



 

—Es lo salomónico —ella había dicho. Como si se tratara de algo demasiado simple. Y él jamás confesó nada.



—Saberlo lo destruiría  —ella había dicho. Como si pudiera ser capaz de soportar la carga solo. Y él jamás le contó a Naruto.

 

Notas finales:

*Aclaración: El yodo es un desinfectante, dicho de manera simple. (?)

 

En fin, espero que disfruten el capítulo. <3


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