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Si tienes que elegir: quédate conmigo. por Ulala

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—¿Cómo comenzar, Naruto? —sonrió de lado tristemente, movió la taza distraídamente, sentado en la silla—. He pasado tanto tiempo intentando mantener una imagen de ella para ti, que quizá acabé creyéndola —suspiró—. La enfermedad la consumió. En un principio, nadie lo sabía, ni siquiera ella. Estaba ida, no quería hacer absolutamente nada, excepto llorar porque sí. Parecía ser simplemente un disfraz de su cuerpo.  Y realmente, intenté comprender —clavó sus ojos azabaches en el rubio—, sin embargo, no es algo que podría. Creo que si hubieras sido tú, probablemente, todo habría sido distinto. No tengo esa maldita empatía y en aquel momento, tampoco me interesó tenerla.




—¿Mantener una imagen? ¿así lo llamas? —preguntó sarcásticamente—, todo aquel maldito tiempo, me ignoraste. ¡Como si yo fuera una basura! ¡y yo era tu maldito mejor amigo! —golpeó la mesa, casi disfrazando su tristeza en furia. Estaba dolido. Y se sorprendió a sí mismo, sintiéndose más dolor por la actitud de Sasuke, que por la de Hinata.





—¡Tú jamás notaste que algo andaba mal! —se levantó e hizo lo mismo. Se miraron fijo, casi insultándose con la mirada—, vivías en tu maldito mundo feliz, sin percatarte de lo demás. ¡Y casi me haces creer que ese mundo era real, maldición! —masculló y bajó la mirada. Naruto apretó los puños. No le faltaba razón. Había visto símbolos, pero los había dejado pasar, por ignorancia, por confianza —, Dices que eras mi mejor amigo y sin embargo, desconfías de mí.





—¡¿Cómo podría haberlo sabido?! —lo tomó del cuello de la camisa—, ¡¿Cómo te atreves a decir una mierda como esa?! —sus ojos comenzaron a cristalizarse—. ¡Estabas bañado en su maldita sangre, Sasuke! —lo soltó, colocó una mano en su boca, no supo por qué pero al recordar el olor de la sangre, tuvo arcadas—. Estabas allí… bañado en su maldita sangre sosteniéndola, como si importara ya en ese momento. ¡Y te quedaste callado, te quedaste malditamente callado mientras me mirabas con furia! —el moreno giró el rostro, por un segundo se quedó en silencio.





—¿Sabes? Junto con todo lo demás, hay algo; que viene molestándome desde aquella noche —miró la pared, como si aún estuviera pensando en decirlo o no—. ¿Sabes por qué me quedé callado aquella vez? —clavó sus orbes azabaches en el rubio. Naruto retrocedió un paso—. Creí ilusamente que no tendría que decirte nada; creí, que no tendría que decirte que yo no lo había hecho, que sólo lo sabrías con conocerme. Pero supe por cómo me miraste que no fue así. Lo cuestioné por mucho tiempo, sigo haciéndolo incluso ahora. Dices que era tu mejor amigo, dices que era tu hermano, crecimos juntos, nos golpeamos juntos y aún así, cuando tuviste que confiar ciegamente en mí y apoyarme, simplemente no lo hiciste —las lágrimas cayeron por las mejillas del rubio, bajó la mirada, escondiéndolas detrás de su cabello —. Nunca pude quitarme el maldito olor metálico de las manos, al menos en mi cabeza, sigue ahí. Jamás le conté a nadie las veces que las lavé con desesperación, luego de aquella noche —las observó, como si aún siguiera allí—. Pero me equivoqué, en pensar que no era necesario aclararlo, en cumplir ciegamente una promesa vacía, en mantener una estúpida imagen de Hinata que fuera perfecta para ti.





—Siempre te has refugiado en lo que los demás deberían saber, para que tú no tengas que decir nada —levantó la mirada celeste, repleta en lágrimas. Su vista era borrosa y no pudo observar el dolor del moreno en sus ojos, que superficialmente eran fríos—. Sólo eres un mártir porque quieres serlo. ¡Jamás te apoyaste en mí, maldición! Te guardaste todo para ti, creyendo que podías aguantarlo y mírate ahora. Sólo quedan despojos de lo que alguna vez fuiste —Sasuke apretó los puños. A Naruto en aquellos instantes no le interesó lastimarlo con lo que decía—. No te culpé nunca por no saber lo que yo sentía en ese momento. Tú, por otro lado, lo has hecho todo este maldito tiempo —sus últimas palabras, prácticamente fueron susurros.





—¿Quieres que lo diga, Naruto? —ignorando su dolor, lo tomó del cuello y lo empujó a la pared, un escalofrío recorrió la espalda del rubio y pudo jurar que por un segundo sus ojos negros volvieron a mostrar vida—. No la maté, Naruto, jamás lo haría. Quise hacerlo, cuando la veía destruyéndose a sí misma; cuando me decía que estaba bien si el que la matase fuese yo; cuando escondía cualquier cosa con la que pudiera suicidarse —se quedó congelado, sintiendo cómo cada palabra de Sasuke se clavaba en él como dagas—. Rompí tantas cosas para evitar lastimarla, entre ellas a mí mismo y cuando quise darme cuenta, no quedó nada. Si llamas matar a no haber hecho lo suficiente, si llamas matar a llegar a algún punto de desesperación de querer, simplemente… —hizo una pausa, tuvo un nudo en la garganta, pero lo aguantó—, que simplemente acabe. Así muriera. Pero quería que terminara. Y la maté muchísimas veces en mi cabeza, una y otra vez —lo soltó. Apoyó su frente en la pared, pegando su cuerpo al del rubio, dejó sus brazos alrededor de su cabeza. Luego, ninguno movió un solo músculo.






Se sintió liviano. Lo había admitido. Después de tantos años, pudriéndose en su interior: lo había dicho. Sasuke, por mucho tiempo, había deseado que Hinata muera. No porque la odiase, no por desprecio; sino por cansancio. Había días en que le gritaba que lo odiaba, incluso cuando estaba ayudándola, otros, en los que lloraba cuando veía la comida o cuando tenía que ducharse. Era difícil, era realmente difícil sobrellevarla. Esperó que algo mágico la arreglara de repente, pero no iba a ser así. Sintió el temblor del cuerpo del rubio, que luchaba con todas sus fuerzas por hacer que las lágrimas dejen de brotar y el Uchiha pensó, que muy a pesar de las circunstancias, desearía quedarse así por siempre. Finalmente cedió, sollozó y él sintió la desesperación brotar de sus poros cuando sus hombros se llenaron con su lamento. Lo llenó de angustia el  no saber qué hacer.





—Lo siento —se aferró a su camiseta con toda la fuerza que le permitieron sus dedos—, lo siento mucho. Por haber desconfiado de ti —y lo abrazó. Aquel, era el duelo que no habían tenido juntos. Enterró su rostro en el cuello del moreno, casi sintiendo que encajaba perfectamente. Sasuke quitó los brazos de la pared temblando, aterrados, preguntándose si debía; si tenía el derecho a tocarlo—, si hubiera sabido que ese maldito veintidós de julio iban a pasar todo aquello… si hubiera sabido que era la última vez que hablaríamos normalmente en cuatro años… te habría dicho tantas cosas —su voz se quebró en la melancolía.





Sasuke abrió sus ojos con sorpresa, algo; una sensación que no pudo explicar le recorrió la columna vertebral. Naruto era la única persona que le transmitía ese terror profundo. De lastimarlo, de herirlo, de romperlo como si fuera un cristal. Dejó de pensarlo y colocó una mano en su cadera, hundiendo sus dedos en ella para pegarlo a su cuerpo, la otra; la dirigió hacia sus cabellos dorados, entrelazando sus dedos entre ellos. Sintió que había caído en un vicio, una adicción a aquel calor del cuerpo que tiritaba entre sus brazos. Por su mente pasaron todas las imágenes de sus recuerdos, Naruto, sonriéndole; tomándolo de la manga aquella tarde en el parque; esperándolo en la salida; yendo juntos a la escuela. Lo estrechó aún más contra sí mismo, queriendo sellar los recuerdos, encerrar cualquier espacio donde pudieran escaparse.





—Esa maldita noche tuve tanto miedo, Sasuke. Por primera vez en mi vida, estuve aterrado —intentó separarse de sus brazos, pero el Uchiha no se lo permitió.




Jamás lo habría admitido en otra situación ni frente a otra persona, Naruto Uzumaki brillaba por su valentía en los peores momentos y sin embargo; en ese mismo instante, había corrido como un cobarde. Aquello lo atormentó por años, preguntándose por qué, preguntándose qué hubiera pasado de no hacerlo. Y Sasuke jamás había entendido. Lo apretó con más fuerza, hasta el punto de dificultar su respiración. Se sintió exprimido, pero cálido. Había ansiado estar allí durante tanto tiempo.




—No llores —susurró, casi como si sintiera el dolor del rubio como parte del suyo.




—Sas —se separó un poco. Quería preguntarle si le dolía su herida, lo miró a los ojos, casi fundiéndose en la negrura, no lo dejó terminar.





Quitó la mano de sus cabellos rubios y la dirigió hacia su mejilla, su cabeza le gritó que ya no importaba. Naruto abrió sus ojos con sorpresa cuando Sasuke lo besó, como si quisiera devorar cada parte de su ser, como si aquel vacío que había sentido durante años, sólo podía llenarse con él. Hundió su lengua en su boca, ansioso; desesperado por todo aquel miedo que había sentido, por todo aquel tiempo que había querido hacerlo. Quiso exprimir hasta la última gota, hasta que no quedara nada. Tomó su labio inferior y lo mordió suavemente y un suspiro se ahogó entre ambas bocas. El rubio, sin darse cuenta, entrelazó sus dedos en los cabellos azabaches.




Sintió el calor de su lengua en cada rincón de su cavidad bucal, recorriéndola de una manera embriagadora. Y por aquellos momentos, el mundo exterior no fue más que una falacia. Sasuke deslizó sus manos debajo de su camiseta, sintiendo entre las yemas cada poro de su piel. Sólo dejó sus labios para morder suavemente la yugular y la lamió despacio, mientras Naruto se estremecía bajo sus brazos y creía caer en una locura muy parecida a la lujuria. Acarició su espalda, clavando sus dedos en su columna vertebral. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y tiró su cabeza hacia atrás, aún con el Uchiha en su cuello. Subió por este, hasta llegar a su oreja, tomándola entre sus dientes, mordió sus propios labios y entrecerró sus ojos celestes para contener el ruido que le producía el simple roce. Se pegó aún más a él, presionándolo desde su espalda. Sintió su miembro en sus caderas y sus mejillas ardieron aún más.





—Sasuke —musitó. Quiso alejarlo con la última pizca de cordura que quedaba en su cabeza—, tu herida —trató de mantener su voz firme. Sasuke sonrió.





—¿Estaría bien que me detenga, Naruto? —pronunció su nombre lentamente en su oído, la mano de su espalda, bajó hasta casi tocar sus muslos. Lo sintió temblar entre sus brazos—, lo haré despacio. Aunque no me interesaría desangrarme si es por eso — todo él vibró cuando su mano pasó hacia adelante, mientras sus dedos amenazaban penetrar el elástico de su bóxer. El rubio, en aquel momento pensó que aquel maldito ser, no podría emanar tanta sensualidad.





Sasuke sintió su miembro palpitar ante el roce de sus dedos sobre la tela, volvió a sonreír complacido. El rubio, simplemente estaba perdiendo el autocontrol que se había impuesto durante todos aquellos años. Al momento de bajar el cierre de su pantalón, el timbre sonó. Ambos miraron a la puerta, preguntándose qué hacer. Y el Uchiha, justamente como se esperaba, volvió a tomar sus labios, tironeándolos hacia fuera con sus dientes, ignorando completamente aquel ruido insistente y molesto.




—Maldición —masculló entre el beso, mirando de reojo a la puerta con fastidio.




—Tengo que atender —colocó las manos en su pecho, intentando separarse. En un principio pensó que iba a desistir, sin embargo; luego de diez segundos tocando, se frustró—, ¡Ve a esconderte, maldición! —le susurró prácticamente gritando. Sasuke gruñó. Cuando se dio vuelta, ya no estaba a su vista.




Respiró profundo dos veces, intentando calmarse. Sus mejillas ardían al igual que sus orejas y todas aquellas partes que él había acariciado o mordido se sentían cálidas, casi al punto de quemar. Tiró la cabeza hacia atrás, sonó su cuello, miró hacia abajo: seguía parada. Maldijo. No esperaba ninguna visita y no sólo eso, mucho menos a ese horario.



—¡Ya va! —gritó, caminando en círculos. El timbre dejó de sonar, pero su nerviosismo no se fue ni un solo segundo. Se dio cuenta demasiado tarde, que tuvo el error de no mirar por la mirilla.






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