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Si tienes que elegir: quédate conmigo. por Ulala

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Naruto contuvo con todas sus fuerzas su expresión de fastidio. Se obligó a sonreír. El moreno tenía las manos en su nuca distraídamente, el castaño, lo observaba con una sonrisa. Sintió que toda su líbido decayó en ese momento al verlos.



—Qué sorpresa —exclamó sonriendo el rubio, haciéndose a un lado.




—Ey, hemos venido a ver cómo estabas —colocó una mano en su hombro y lo abrazó levemente. Le correspondió. Hubiera deseado en ese momento emocionarse más, pero los nervios le cubrían cada parte de su cuerpo.



—Kiba decidió que no era necesario avisarte que veníamos —comentó Shikamaru, adentrándose en el departamento y cerrando la puerta.




—¡No lo es! Este lugar fue testigo de fiestas alocadas —golpeó despacio su hombro de manera burlesca—, hemos traído bebidas. Aunque es mediodía —levantó su brazo derecho, que sostenía una bolsa plástica blanca con latas de cerveza dentro. El rubio tragó saliva.




—Oh. Gracias —nervios. Intentó disimularlos. Maldijo internamente. Giró su rostro hacia el pasillo. Habría jurado escuchar un ruido, pero notó que fue su imaginación en el instante en que ellos no lo notaron. Sasuke no era estúpido, podía esconderse lo suficientemente bien. Se autoconvenció de eso.




—¿Volviste a fumar, Naruto? —preguntó Shikamaru, tomando el atado de cigarrillos entre sus dedos. Tragó saliva.




—Sí —asintió sonriendo falsamente—, esto de no tener que hacer nada me tiene aburrido —se sentó en una silla e hizo un ademán con sus manos para que hicieran lo mismo.






—Oye, ¿estás bien Naruto? —le preguntó el castaño, ladeando la cabeza. Se sobresaltó.



—¡Sí! Es sólo que, ¿sabes? —rió nerviosamente—, estoy aburrido de estar aquí adentro. Deberíamos salir a tomar algo a algún bar.



—Son la una de la tarde —acotó Shikamaru, paseándose por la sala, observando. El rubio tembló.



—Bueno pero ¡no hay horario para el alcohol! ¿verdad? —se levantó bruscamente, golpeando con las palmas de sus manos la mesa. Kiba lo observó con el ceño fruncido, sentado en la silla de enfrente. Estaba más hiperactivo que de costumbre—. Iré a cambiarme.




Se dirigió a la habitación rápidamente, casi corriendo. Buscó de nuevo: placard, debajo de su cama, detrás de la cortina. Cualquier escondite que se le ocurrió, por más estúpido que fuera, lo tomó como una posibilidad. No estaba. Chasqueó la lengua. Abrió la puerta del ropero y sacó literalmente, lo primero que encontró. Notó que la ropa de Sasuke estaba mezclada entre la suya, algo se removió dentro de él, pero lo ignoró. Algo le decía que tenía que salir lo más rápido posible de ahí.




—¡Hey! —gritó Kiba desde el pasillo—, paso al baño, permiso —Naruto tragó saliva. Se escandalizó.



—¡Espera! —salió a medio vestir de la habitación, con su torso desnudo—. No… está… sucio. No lo he limpiado —se rascó la cabeza, fingiendo distracción, mientras sonreía.



—¿Desde cuándo eso es un problema, idiota? —quiso acotar algo más, pero era tarde. Había entrado.



Fijó sus ojos celestes en la puerta ahora cerrada. Esperó. No había gritos, ni golpes. Cerró los ojos y contó hasta diez. Intentó tranquilizarse. Volvió a la habitación, se colocó la camisa que había tirado en el suelo de la desesperación, estaba arrugada. No le importó. Agarró una chaqueta y se dirigió al comedor. Quiso caminar de lado a lado, pero ahí estaba Shikamaru, observando la situación.  La puerta se abrió nuevamente, respiró.



—Deberíamos llamar a algunas amigas, ¡necesitas salir con alguien, Naruto! —gritó Kiba energéticamente. El rubio lo observó completamente incómodo, con la mejor sonrisa que pudo obligarse a hacer.



—No creo que...



—Este lugar está más ordenado —comentó el moreno interrumpiéndolo, mirando la sala con las manos en su espalda.




—¿Si? —preguntó nerviosamente. Insultó a Sasuke en su mente. Maldito maniático —, es que ahora tengo más tiempo para organizar —caminó hacia la puerta. Kiba iba detrás suyo.




—Oh. Dejaré esto en la nevera —el castaño pasó por al lado de la mesa y tomó la bolsa, caminando hacia el refrigerador. Lo abrió—. ¿Verduras? —interrogó, asomándose por la puerta, soltando algunas carcajadas.




—Tuve que comenzar a alimentarme correctamente —rió nuevamente—. Vamos, antes de que me arrepienta.



Sólo pudo respirar con tranquilidad cuando cerró la puerta detrás de él. No se le ocurrió preguntarse, por qué lo estaba escondiendo; si después de todo, ese maldito había irrumpido en su casa de una manera bastante desconsiderada. En parte, porque ya sabía la respuesta. En cuanto llegaron al restaurante, se dejó caer en la silla. Nunca había ido allí, pero parecía un lugar tranquilo. Miró a su alrededor. Intentó recordar cuándo fue la última vez que salió de su casa más que para hacer alguna que otra compra. Se sintió extraño. Específicamente, porque estaba con personas que no eran Sasuke.




—¿Le avisaste a los demás, Shikamaru? —preguntó el castaño. El otro se encogió de hombros—, ¿qué te parece, Naruto?



—Sí, sería una buena idea —volvió su vista hacia él. ¿Debería comprar comida para llevarle a Sasuke? Llegó a la conclusión de que no era necesario.



El castaño hablaba sin parar, no lo había visto hacía tiempo y por lo cual, tenía bastantes cosas que contarle. Una parte del rubio, estaba feliz. Pero la gran mayoría de los procesos mentales estaban concentrados en asimilar lo que había pasado en el transcurso del día y por qué no, de toda la semana.

 

Había decidido nombrar el día en tres etapas: enojo, tristeza y algo bastante parecido a la lujuria. Cuando el mozo llegó a la mesa, preguntando qué deseaban ordenar, el rubio; en contra de todas las posibilidades que hubiera elegido, decidió whisky con hielo. Quería quemarse la garganta y toda su cabeza en alcohol.

 

En el momento en que tomó el primer sorbo, la sucesión de imágenes le vino a la cabeza. Lo había besado. Sus mejillas ardieron de manera inconsciente. ¡En verdad lo había besado! No sabía cómo pasó, pero de repente, su cuerpo estaba pegado con el suyo de manera cálida, sus manos estaban en sus caderas y sus labios moviéndose frente a los suyos. Tocó con la punta de sus dedos su boca, notó en la situación en la que estaba y quiso enterrarse profundamente en su vergüenza.




—Qué cara estás poniendo —Shikamaru clavó sus ojos en Naruto. Sintió un escalofrío—, ¿no te gusta el whisky, Naruto? —sonrió de lado.




—Hacía mucho no tomaba alcohol.




—El otro día Temari preguntó por ti —el rubio abrió sus ojos con sorpresa. El moreno chasqueó la lengua.




—¿Temari? ¿qué le dijiste?




—Nada, le comenté que estabas de vacaciones —tomó un poco de cerveza—, aunque se veía interesada en saber más.




—Es bueno saber que no sigue enojada conmigo —sonrió.




—Han pasado dos años desde que terminaron, sería tonto si aún te odiara —apoyó su rostro en la palma de su mano—. ¿Tú qué piensas? ¿Naruto está raro o simplemente luce menos desdichado? —lo observó de reojo, pero no obtuvo respuestas.




Se sobresaltó en su silla. Tembló. Menos infeliz. Desde hacía algún tiempo, dejó de preocuparse por estar haciendo algo todo el tiempo. Podía dejar su cabeza tranquila, sin temer a los pensamientos que golpeaban las puertas de su mente. Las pesadillas seguían, pero eran cada vez más esporádicas. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral en cuanto recordó el roce de las manos del Uchiha contra su piel. ¿Por qué? ¿por qué diablos había hecho eso? Se paró bruscamente.





—Discúlpenme, iré al lavabo.




Se recostó sobre el lavatorio, observándose en el espejo fijamente. ¿Se veía más feliz? Las preguntas rondaban en su cabeza y él no tenía respuesta para ninguna de ellas. Sasuke, Sasuke, Sasuke. Su mente se lo repetía una y otra vez, como una solución. Se vio incapaz de pensar en cualquier otra cosa. Mojó su rostro intentando despejarse, pero fue en vano, no lo consiguió. En cuanto salió del baño, vio a Kiba con su celular y momentos después, antes de llegar a la mesa; estaban todos allí.




Sai, Ino y Lee. Agradeció internamente que no estaba Temari. Se quedó parado por un segundo con sorpresa. Felicidad. Así podría describirlo. Los saludó, lo abrazaron fuertemente, algunos lo golpearon en broma. Los había extrañado. Juntaron varias mesas, pidieron aún más comida y alcohol, que llegó de nuevo una y otra vez.




—No, no, te digo que no fue así —se paró Ino, con una sonrisa maliciosa—, realmente esa chica parecía de diecisiete, no de veinte —comenzó a reírse desaforadamente. Shikamaru gruñó.




—Tiene razón, Shikamaru —observó Sai—, estabas a punto de hacer algo muy ilegal —lo miró de reojo mientras tomaba un sorbo.




—Ya cállense —se apoyó en la palma de su mano con molestia—, nadie dice nada de que esa misma noche Ino se subió a la maldita barra para bailar —ella entornó los ojos y todos rieron.








Contaron una anécdota tras otra. En algún momento, también incluyeron momentos vergonzosos de Naruto Uzumaki, que reía a rienda suelta, casi tanto como bebía. Cuando todos creyeron que tenían el suficiente alcohol en su sangre para reírse de cualquier cosa, pidieron la cuenta. El rubio se tambaleó al pararse y Kiba lo ayudó, a pesar de que no estaba en mejores condiciones.






En la puerta cada uno se fue por su lado. Tomó un taxi que habían llamado. Se vio a sí mismo subiendo la escalera. A veces se quedaba parado en un escalón, pensando seriamente en concentrarse; mientras que al siguiente segundo, se preguntaba qué estaba haciendo. Se jaló hacia arriba tomando el barandal. Al llegar al final, se mareó nuevamente y soltó algunas carcajadas sin saber por qué. Sintió que tenía veinte años nuevamente. Su cuerpo se sentía ligero. Intentó meter la llave en la cerradura varias veces. Al cabo de algunos minutos, que para él fueron eternos, la puerta simplemente se abrió. Casi cae, ya que en parte, estaba apoyándose sobre la madera y volvió a reír cuando unos brazos fuertes lo tomaron, sosteniendo el peso de su cuerpo.





—Apestas a alcohol, Naruto —gruñó Sasuke, intentando que se reincorporara.




—Tú hueles bien —se aferró a su camisa, oliendo profundamente. Hablaba pesado, casi como si tuviera comida en su boca.




—Ven, te llevaré a la cama —el rubio reía, mientras que el Uchiha respiraba con fastidio mientras lo arrastraba.




Hacía años que no tenía que hacer eso. Tuvo que aceptar, que lo vio en peores situaciones e incluso, estuvo a su lado mientras vomitaba. Quiso sacar esa imagen de su cabeza rápidamente. Lo recostó despacio, asegurándose de que no se cayera. Se quedó tendido boca arriba, con una sonrisa plantada en el rostro, mientras sus párpados escondían el color celeste de sus orbes.




—Oye, Sasuke —abrió sus ojos color cielo, el Uchiha estaba sentado a su lado, en el borde de la cama. Lo miró—, si hoy no nos hubieran interrumpido… ¿cómo se decide quién es el activo y el pasivo? —inquirió entre risas. Lo observó con el ceño fruncido.





—¿Realmente quieres saber? —se inclinó hacia él, hasta que las puntas de sus cabellos negros rozaron sus mejillas y su nariz, su respiración reposaba en su rostro. Se sonrojó, mientras que aquel ser que desprendía un aura de belleza, lo observaba con una sonrisa arrogante. El rubio tragó saliva. Extendió ambos brazos hacia el rostro del Uchiha, que al sentir su tacto, se sorprendió. Tomó sus cabellos azabaches y los corrió hacia atrás, dejando su frente descubierta. Podría haberse imaginado cualquier cosa en aquella situación, menos, que comenzara a reírse.




—¡Tu rostro sin flequillo es tan gracioso! —gritó, al momento en que dejaba que aquellas hebras volvieran a la normalidad. Comenzó a reírse desaforadamente.




Cerró los ojos. Quiso golpearlo. Intentó contar hasta diez, pero no funcionó. Se levantó frustrado, recordándose a sí mismo que él estaba borracho y cualquier cosa que podría hacerle en ese mismo instante, repercutiría en cuanto deje de estarlo. Salió de la habitación al momento en que los ronquidos del rubio comenzaron a chocar contra las paredes. Dentro suyo, tuvo que admitir que se había aburrido sin ese bastardo.



___



Se despertó. La habitación estaba en la completa penumbra. No sabía qué hora era y al momento en que quiso levantarse bruscamente, su cabeza dio vueltas. Resaca. Oyó voces, por un segundo, creyó que era un sueño. Intentó levantarse despacio, apoyándose en la pared para no caerse. Caminó hacia la puerta, concentrando todos sus procesos mentales en no hacer ningún ruido. Pegó su oído a la madera para escuchar más claramente. No logró comprender muy bien. La voz de Sasuke era casi inaudible, a diferencia del timbre femenino que conversaba con él.



—¿Entonces? ¿sabes dónde está?



—(...) me lo dijo (...) da igual (...) una semana.



—Sí, es probable. ¿Cuándo tiempo tienes con eso? Aunque, así, frágil; te ves mucho más sexy.



—(...) la voz (...) durmiendo.




—Lo sé, lo siento. Ya me voy. Lamento haber venido de improvisto. Pero como sabrás (...)





Escuchó la puerta cerrarse. Naruto comprendió, aún con su dolor de cabeza; y con mínimas raciones de alcohol en su sistema, que aún, Sasuke no le había dicho absolutamente nada.






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