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Si tienes que elegir: quédate conmigo. por Ulala

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“ El vino se parece al hombre: nunca se sabe hasta qué punto se le puede apreciar o despreciar, amar u odiar; ni cuantos actos sublimes o crímenes monstruosos es capaz de realizar. No seamos, entonces, más crueles con él que con nosotros mismos y tratémosle como a un igual. “

Charles Baudelaire.





No podía dormir. No le parecía incoherente, teniendo en cuenta el grado de incomodidad que estaba experimentando. Tenía entumecidas partes de su cuerpo que no creía posible, sus brazos le dolían y sus muñecas comenzaban a arder. Pensó qué diablos podía hacer para salir de aquella situación. Gritar no era una opción, él iba a escucharlo. En esos dos años que vivía allí, tampoco se había tomado la molestia de conocer a sus vecinos. Quizá, si tenía suerte, podría tener alguna visita sorpresa de alguien.



La habitación estaba casi en la penumbra, ya que había apagado la luz. Algunos halos de luz entraban por las cortinas. Supuso, que Sasuke estaba durmiendo cómodamente en su cama. Comenzó a forcejear nuevamente intentando no hacer ruido y para su sorpresa, el sillón se movió un poco. Sonrió. No había probado con arrastrarlo.








—Mátame... —su voz estaba rota. Quiso arreglar aquellos pedazos que había en su interior, pero en aquel momento no supo, que sólo quedaba polvo.



—Hinata —susurró en el momento que ella lo abrazó, su cuerpo se sentía frágil, como de cristal. Estaba demasiado delgada, demacrada. Sintió el aroma de su cabello, tan puro, entre toda la inmundicia que cubría la habitación.



—Si eres tú, está bien —entrelazó sus dedos con los suyos, sus manos estaban frías.

 

Nunca supo por cuánto tiempo tembló entre sus brazos. Había momentos, en los que creía que quizá era mejor dejar que todo terminara, pero en cuanto se descubría a sí mismo teniendo ese tipo de pensamientos, no podía evitar odiarse. Después de todo ese tiempo, ambos comprendieron que el silencio, no solucionaba absolutamente nada. Fue ahí, cuando no supo qué más hacer, qué más intentar. Ese mismo instante, fue el principio de todo el mal.






 

 

Se despertó bruscamente. Sintió el sudor evaporarse en su torso desnudo, respiraba agitadamente. Desde hacía un par de años, se repetía que dormir estaba sobrevalorado. Aún con sus ojos cerrados, durante aquel segundo de inconsciencia que había entre el mundo de los sueños y el estar despierto, buscó con su brazo izquierdo al costado de su cama, buscándolo. Todo estaba impregnado con su fragancia, tan vívido que lo hacía pensar que estaba a su lado. Cada mínimo movimiento que realizaba lo desprendía. Al darse cuenta, sonrió tristemente.




Quiso levantarse, pero se mantuvo sentado con sus pies apoyados en la alfombra por algunos segundos. Se puso de pie, dirigiéndose a la ventana. Prendió un cigarrillo y mientras dejaba salir el humo por su boca, se preguntó qué diablos estaba haciendo.




Sasuke había cometido el error de pensar a pesar de sus experiencias; que mantener el silencio era lo mejor. Se equivocaba, como cualquier otra persona, sólo que para él era mucho más difícil admitirlo. Naruto desconfiaba  y aquello le molestaba, como una astilla clavada en lo profundo de su alma. Sin embargo, sabía que lo había involucrado en una situación demasiado compleja sólo por egoísmo.




Para el moreno, el silencio era una forma de no tener que preocuparse qué palabras elegir. Si en aquel momento, le hubiese contado sobre lo que estaba sucediendo ¿las cosas serían diferentes hoy en día? Entre el sonido de los grillos, escuchó un crujido extraño. Tiró el cigarrillo por la ventana y se concentró en él, dándose vuelta. Caminó lentamente asegurándose de no hacer alboroto. Abrió la puerta despacio y caminó por el pasillo. Cuál fue su sorpresa al notar que aquel sillón de metal, que parecía casi inamovible de su lugar, ahora estaba casi en la mitad de la sala.




Escuchó la respiración dificultosa del rubio. Que en un principio, tenía todas sus expectativas en escaparse de aquella forma. Sin embargo, a medida que pasaron los minutos, notó que era bastante estúpido. Como primer punto, lógicamente aquel objeto sólo pasaría por la puerta levantándose entre dos personas y girándose; como segundo, era que el esfuerzo que debía hacer para arrastrarlo, lo había dejado cansado, tampoco tenía la llave y si golpeaba la puerta, de todas formas lo escucharía, sin contar, que tenía unas incontenibles ganas de ir al baño. Así fue cómo Naruto, encontró un fallo y otro, en ese período de veinte minutos. Pero no podía volver atrás y lógicamente Sasuke iba a notarlo.    Estaba de espaldas en el momento en que lo escuchó. Se giró levemente, para ver una sombra negra, demasiado grande y aterradora para su gusto. Tragó saliva.




—¿Ya terminaste? —le preguntó apoyado en la esquina del pasillo. No pudo ver su rostro, pero Sasuke sí el suyo.




—Vete a la mierda —intentó arrastrarlo nuevamente, pero sabía que estaba demasiado cansado físicamente—, suena hasta estúpido que te sorprendas que intente escapar. No puedo dormir, no puedo ducharme, no puedo comer correctamente; ni siquiera ir al estúpido baño —se sentía impotente, apoyó su frente en el apoyabrazos—, es como si lo hiceras para solo darme la  ilusión de que puedo escaparme de este maldito infierno.



—Qué exagerado —soltó una risa sarcástica. Se agachó frente a él, tomó entre sus dedos la barbilla—, hay muchas cosas que podría hacer para que realmente sea un infierno, Naruto —susurró en su oído. Sintió su cuerpo vibrar en el instante en que sintió el aliento cálido en su lóbulo, sus mejillas ardieron y por ese instante, olvidó lo que estaba sucediendo. Levantó la vista cuando se alejó, fijándose en su torso desnudo, pálido.



Sasuke se dio la vuelta y fue hacia el baño, revisó con cuidado algún objeto que podría llegar a serle perjudicial. Hasta cierto punto, le dio nostalgia recordar lo acostumbrado que estaba. Sacó las tijeras del botiquín. Analizó cuidadosamente el instante en que colocó la llave en la cerradura de las esposas. Se resistió, lo pateó, lo maldijo con todas las palabras que cruzaron por su mente con la energía que le quedaba. El rubio, al final, simplemente se dejó arrastrar al cuarto de baño.



—¿Es realmente necesario que te quedes ahí? —se giró mirándolo de perfil, parado frente al inodoro.



—Eres escurridizo —le respondió apoyado en la pared—, no es como si no te hubiera visto mear antes.



—Éramos niños, idiota —un pequeño sonrojo creció en sus mejillas y se giró. Sasuke no pudo imaginar la sensación de incomodidad que le generaba a Naruto aquella situación.




Al terminar, lavó sus manos. El rubio se sorprendió a sí mismo cuando notó que aquellas esposas ya no pesaban tanto. El hombre es un animal de costumbre, capaz de tomar con naturalidad cualquier tipo de atrocidad. Lo jaló hacia la habitación, intentó hacer uso de todas sus fuerzas, pero Sasuke, a diferencia suya, estaba en todos sus sentidos. Abrió los ojos con sorpresa cuando se vio esposado al cabezal de su propia cama. Tenía los brazos elevados y juntos; en cualquier otra circunstancia hubiera pensado en algo sexual.




—¿No dijiste que querías dormir? Asunto solucionado —el moreno hablaba como si en realidad, él no estuviera equivocado en ningún aspecto y las esposas, no fueran más que un asunto decorativo en la situación. Suspiró. Era una mejoría, aunque casi insignificante. Algo en el interior del rubio le decía que estaba siendo amable considerando las circunstancias; pero luego recordó todo lo demás y descartó esa idea.



Se acostó a su lado dándole la espalda. La cama era doble, por lo que había un espacio entre ellos dos. Escuchó su respiración por un rato, rítmica, tranquila. De alguna forma, sintió el calor de su cuerpo a pesar de que estaba lejos.




—Sasuke —susurró—, ¿estás despierto?



—¿Hhmh? —masculló con voz ronca.



—¿Por qué estás haciendo esto? —hablaba tranquilo, como si alguna parte pensara que realmente tenía una explicación lógica. Hubo silencio durante unos minutos—, ¿simplemente no podemos hablar como personas normales? —entre la oscuridad, sonrió con melancolía.



—Sólo me quedaré un tiempo aquí. Tengo algunos asuntos que resolver, cuando termine, me iré —hablaba rápido, como queriendo terminar la conversación lo más pronto posible.



—Eso claramente explica por qué estoy esposado y prácticamente secuestrado en mi propia casa —dijo con sarcasmo.



—¿Y qué harías si una persona en la cual no confías golpeara la puerta de tu casa pidiendo hospedaje, Naruto? —su voz sonaba dolida, pero entre el cansancio, no lo notó—. Deja de hacer preguntas estúpidas y duérmete.





En aquel momento, ambos pudieron decir muchas cosas. Habían vivido en el pasado demasiado tiempo, preguntándose qué podrían haber hecho para cambiar sin preocuparse en qué decirse, en cómo; si en algún momento volvían a verse. El rubio tuvo curiosidad sobre tantas cosas, quería preguntarle qué asuntos, por qué él, pero comprendió que no le contestaría, cerró los ojos, sucumbiendo. Sasuke esperó a escuchar su respiración pesada, se giró lentamente para no despertarlo. Lo había visto millones de veces dormir y seguía siendo exactamente igual: su boca entreabierta, sus suaves ronquidos. Estiró su brazo tembloroso, hasta casi tocarlo. Se detuvo por un segundo. ¿Era correcto? Casi temía romperlo, asustarlo aún más si eso pudiera ser posible. Rozó su cabello rubio con las yemas de sus dedos, quitandolos de su frente. Esa noche, de muchas otras que vendrían después; fue la primera que Sasuke Uchiha no tuvo pesadillas, Naruto, por otro lado; no corrió la misma suerte.





—Ninguno de los dos puede decirle, Naruto.



—Hinata, yo… —titubeó, la observó girarse

.

 

—¿Es una promesa? —sus mejillas rosas, su sonrisa angelical.



—Lo es —su cabello rubio se movió con el compás del viento, le sonrió, mientras ella lo tomaba de la mano, guiándolo en el camino.

 


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