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Princesa por Agatha Shadiness

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Yugi oh no me pertenece y estos personajes sólo son víctimas de mi delirium tremens. (u.u)

Advertencias: OOC. AU. NC-17. Sean buenas niña y no lo lean si son menores de edad.

 

 

Capítulo único. 

 

Sacudía la música entre las paredes, los muros gruesos y las amplias columnas de mármol combinadas en las ligeras luces purpuras de la media noche, el alcohol, el derroche de sensualidad en la pista circular y blanca.

Dos de la madrugada, mareos cruzados. Jóvenes hablando trastabillados y sillas sin húsar, la postula cruda de la fiesta, el goce del desvelo, la música, la orquesta que no asistió.

Sibaríticamente juvenil.  Y una sonrisa brillante para el azar.


Despierta en un cómodo sillón, la música latiéndole en las sienes, el penetrable olor a cigarrillo, un adormecimiento de músculos pesándole en la espalda, confusión en su mente, brumosa espuma inmaculada en su vista. Sus delgados dedos aferrándose al cuerpo del sofá.

Se levanta despacio, controlando el mareo que atentaba con regresarlo al vértigo del sillón, sentado sobre el cuero con sus piernas sintiendo la piel suelta al frio de la noche, no entendía lo que le había sucedido.

Un trago…. Alguien, horas atrás le había obsequiado un trago. No alguien, su mente confusa recuerda: Chaqueta negra, ojos cafés, peinado de tiburón.

Tristán Taylor.

Controló un poco el mareo para obligarse a caminar, se yergue cuan alto es, siente frio, más el ambiente es caliente, jóvenes danzando en medio de la pista, otros bebiendo entre las mesas. Él logra salir del rincón detrás de un portal que daba al sofá, sus ojos filosos no encuentran la salida, pero un halo de luz se cuela en el fondo del salón, confundido, mareado, aturdido camina con paso trémulo hacia la multitud, alguien lo nota, no….Todos lo notan, despacio, lento, se giran hacia él con sonrisas en los labios y ojos predadores.

Cual si vieran entrar al festejado de esa noche. Ningún rostro conocido, está cayendo presa de la desesperación. Sigue caminando sin darse cuenta que es lo que tanto ven, algunos siguen bailando, otros bebiendo, pero todos en algún momento, en algún lugar, como corroídos, resentidos, envidiosos de algo que no poseen le voltean a mirar.

O eso cree él. ¡Baah! Paranoia.

Se encamina un poco más a la sala proveniente de luz, un hombre alto se atraviesa en su camino. Chaqueta negra de cuero, pantalón oscuro brillante, botas gruesas y pinta de asesino serial.

— ¡Hey preciosura! ¿A dónde con tanta prisa?

No ha entendido la razón del apelativo, poco le importa. Le come con la vista, le susurra con olor a tabaco y algo mas fétido que una tumba de muertos.

—Apártate— Sisea apretado, su voz no le llega, pero sus ojos siguen presentes como aguijones clavándose en los del aquel  que es más alto.

—Tranquila muñeca, te prometo que la pasaras bien.

¿Muñeca?... ¡Como se atreve ese bastardo!...

—Más te vale que te alejes de mi vista idiota.
—No te pongas así preciosa.

El apelativo femenino le dice que algo no anda bien. Entonces sus ojos se rozan por su cuerpo. No está su ropa, no están sus botas, no su gabardina, ni su inseparable maletín.

Una blusa roja pasión, marcando su cintura, su abdomen, su tórax completo. Una falda estilo escolar, con vuelo, hasta mitad del muslo, zapatos de colegiala, muñequeras de piel y calcetas dobladas en los tobillos. Con asombro busca un espejo, uno de cuerpo completo, el tipo se atraviesa de nuevo en su faz. Ojos negros  y vacios, barba gruesa y puntiaguda como lanceteas de cuerpo espín, colgante garganta corrugada y llena de cicatrices. Nariz ancha y plana, y la lengua rozándose por sus gruesos labios.

—Lárgate idiota, estas confundiéndome.

Exige, y el idiota no obedece, le toma del brazo, lo jalonea. Él siente desfallecer, aún mareado se estrella en el pesado pecho del más alto.

Se queja de dolor, su piel es  más sensible parece una chica de porcelana.

— ¡Suéltame!
—Cariño, pero si apenas nos estamos conociendo.
Intenta besarle,  se retrae, no quiere que los labios del grandulón toque su piel.
— ¡No! ¡Déjame!

Lo agitan, como a un juguete viejo lo hacen trastabillar. Su fuerza mengua, sus ojos enfurecen y cuando lanza un golpe al rostro del tipo no logra ni hacerle retroceder.

—Oye pequeña, tu desobediencia te va a costar.
—Imbécil, yo no soy….
—Oye tu…—Una voz.  Una conocida voz ha detenido al tipo que le está maltratando—  Ella dijo que la dejes en paz, suéltala grandulón.

Abre sus ojos, cerrados antes por el dolor que el agarre del más alto le ocasiona. Ahí enfrente un chico alto, rubio, ojos miel. Joey…

No, él no, cualquiera menos él podía llegar a verle en tal situación.  Aunque no estaba seguro como terminó en ella.

—No te metas rubiecito.
— ¿Oye muchacha?, ¿Quieres irte con este viejo?

Le habla como si no le conociera, maldito perro. No, él no le conoce, porque él no es Seto Kaiba en esos momentos. Él es una chica, es un disfraz y si Joey lo ve, si lo descubre, mucho podría suceder.

Le niega con la cabeza sin soltar una palabra, trata de librarse del más alto, este le aprieta los brazos con más presión haciéndole gemir de dolor.

—Oye idiota la estas lastimando, suéltala ya.
—No es tu asunto niño así que lárgate.
—Que clase de caballero seria si te dejo lastimar chicas sólo porque puedes anciano, suéltala antes de que te patee el trasero.

 

¿Caballero? ¿Wheeler?    JA!!!....Seto se aferra a la idea de soltarse por sí mismo, el tipo se enfada y lo lanza detrás de él, Kaiba cae, en un pesado dolor tras sus piernas.

—Así no se trata a una dama idiota, voy a enseñarte modales.

Joey le salta a la yugular, Kaiba retrocede impávido en el suelo, sin levantarse, ambas fieras delante de él se sacuden en el piso, el rubio tiene las de perder por ser menos corpulento.

Pero le está dando una paliza a pesar de la diferencia, Joey toma iniciativa y le da de golpes al rostro, con clara intensión de dañar, es fuerte no se puede negar.

El tipo lanza al rubio un metro atrás y se levanta cuan alto es, Joey toma impulso y le patea el estomago, le hace jadear y sonríe placentero cuando usa una botella para dejarle inconsciente.

La fiesta regresa luego a su normalidad, el perdedor es sacado del lugar por los guaruras, Joey se acerca despacio a la chica de blusa roja tirada en el piso. Le tiende la mano, le sonríe con brillo.

Está encantado, su cabello sedoso, sus ojos como dos luceros brillante, su piel tersa, la chica más bella de la fiesta entera... ¿O no?

¡Quien se lo podría negar!,  la princesa es toda una  obra de arte.

— ¿Te encuentras bien?— Le susurra despacio tomándole de un antebrazo, pues la chica no ha decidido reaccionar. — ¿Te lastimó?

Kaiba aún mareado niega con la cabeza y las mejillas escociéndole de vergüenza, Joey le levanta en peso y se abraza de su delgado cuerpo, huele a hombre, a juventud, a eternidad.

Joey…Joey…Joey…. ¿Qué hacían sus ojos viéndole los labios? 

Seto no puede pronunciar ni un quejido si no quiere ser descubierto, Joey lo reconoce de pies a cabeza pasando sus doradas orbes por todo su cuerpo, revisando que no haya daño alguno.

—Parece que no tienes nada, ¿Puedes caminar?

Él asiente de nuevo, soltándose con lentitud del abrazo avasallador y caloroso en el que Joey le envolvía el cuerpo, las mejillas ardiendo sin razón. Kaiba no quería ser soltado. La confusión y mareo tras sus parpados le hacen caminar un poco lerdo, Joey lo nota y le toma por la cintura, Seto observa ese brazo fuerte apretarle la piel, le quema…le estremece hasta el último de sus rincones.

—Tranquila— Le susurra el rubio cerca de su oído, como un mito de aliento virgen colándose por su tímpano hasta llegar a su centro de placer, esa voz tersa e inmaculada hace a su cuerpo estremecerse en ansias.— Te llevaré a un lugar donde puedas recuperarte, parece que has bebido un poco de más princesa.

Joey no tiene ni una jodida idea lo sensual que es. Kaiba se siente estático con sus cuerpos pegados en brumosa temperatura,  ambiente de luces y música estridente.

Sus mejillas escociéndole mientras camina sujeto por la cintura hacia la parte trasera de aquel salón que Seto desconoce. Joey le lleva por pasillos escondidos, donde se va perdiendo la música y el olor a alcohol atorados. Seto aun siente su cuerpo como gelatina. Y sus piernas incomodas ante una desnudez no prevista.

Llegan a un rincón del olvido, las luces son escasamente tenues, el olor a cigarros y alcohol no se sienten, las sombras de la noche cobijan un sillón grande con una mesa al frente.

—De día, esta parte del bar es un restaurant, así que aquí no llegaran lo que están en el salón de baile.

Seto asiente de nuevo mientras Joey le ayuda a colocarse en el asiento, pegado a una pared, Kaiba desparrama sus brazos sobre la mesa de madera que esta clavada al piso. Levanta sus ojos y se encuentra con dos líquidos dorados como el sol en primavera, brillando entre las brumas de noche, comiéndole el ser hasta la conciencia.

¿Qué tanto me ve este idiota?, Si pudiera hablar… ¡Aaah! Maldito mono lo voy a matar.

Kaiba tuerce una mueca de disgusto, Joey no deja de verle la piel, si pudiera hablar, perro malnacido, si Seto pudiera hablar. Pero el cuerpo le pesa, y las rodillas aun están templadas bajo la madera de la mesa con las piernas al aire.

— ¿Te sientes mejor?— Le susurra Joey cerca de su rostro, Seto enrojece y se pega de espaldas a la pared, donde ya no hay espacio ni para respirar.

La blusa esta descubierta cerca de la vertebra, Seto pudo sentir el frio del yeso y la pintura sobre su piel. Joey se le acerca acorralándolo entre sus brazos envueltos en una camisa azul celeste.

—Preguntaría que hace una chica tan hermosa como tú en un lugar como este, pero creo que estaría de más.

Y se sonríe, con brillante voz se acerca al rostro de Seto y le sopla el sudor de la frente. Kaiba siente que se va a derretir, no es frio el aliento.

Caliente, caliente, caliente…..Joey es como un carbón al rojo vivo. Vestido de azul y negro.

— ¿Oye, por que el sonrojo?, no te estoy haciendo nada malo.

Joey se aprovecha, oh! claro que se aprovecha, se acerca más, sus cuerpos pegados en sudorosa tensión, marcando cada decima de desesperante agonía.

Seto se estremece cuando el rubio acerca sus labios, la barbilla baja y las mejillas rojas, Joey pegándose a su piel. Sus manos en la camisa del rubio, sus ojos abiertos con sorpresa, Joey besándole con tierna premura. Sus piernas temblando, su estomago contrayéndose, sus dedos acalambrados en un estremecimiento de huesos. Joey metiéndosele hasta dentro del alma.

A lo más profundo de su ser. A su garganta, a su desesperante beso en el que el rubio ha tomado su  barbilla obligándole a subir el rostro y hundiendo su lengua entre sus labios.

Joey comiéndole la boca con increíble hambre. Joey probando de él hasta hacerle derretir.

Se separan jadeantes, con el rubio colado entre las piernas de Seto, con el castaño con las mejillas ardiendo.

—No— Susurra Seto cuando el rubio le empieza a tocar el cuerpo con saciedad inexistente. Y cierra sus piernas esperando no ser descubierto por  Joey. A Kaiba le sobra algo en el disfraz. Algo que las chicas no tienen.

—Tranquila, se bien que no eres una linda chica. ¿Cierto?

Sus manos le empujan. ¿Joey está jugando con él? Seto se trata de zafar, pero el rubio aprisiona sus muñecas entre sus lisas palmas, calientes y tersas.

— ¡Hey boy!, que a mí me gusta la soda con pajilla.
— ¿Que?
—Que me gustas tú, tontito…Lastima que no te dieras cuenta de antes, yo te vi primero que ese grandulón.

Seto enrojece… ¿Joey Wheeler gay?

Joey le manosea como le viene en gana, la mente de Kaiba esta roja como su rostro, una mancha entre luces de colores, Joey tocándole la piel, Joey besándole los labios con incontenible pasión, Joey lamiéndole los hombros. Joey acariciándole completo cuando él sólo podía mantenerse jadeante entre su cuerpo y la pared.

El rubio mete una mano entre sus muslos y le acaricia la piel, Kaiba se da cuenta de sus intenciones, y sus oídos se tensan para tratar de evitarlo, sus manos pegándose en el  ancho pecho de Joey, que sigue encaramado sobre su cuerpo entre mordidas y lamidas.

Entre deseos y lujuriosas ganas de cogerse a Kaiba.

—No— Vuelve  a susurrar cuando le levantan la falda y le estimulan sobre la ropa interior pequeña y ajustada.
Se sonroja cuando ve su prenda, color rosa con encajes.
Licra para chica. Entonces descubre los ojos del rubio sobre su ropa interior.

— ¡No! No me mires— Le grita cubriéndose el rostro de vergüenza.
—Eres tan provocativo que no tienes idea.
Le besa con los labios hinchados en placer, Seto se abochorna hundiéndose más en el sofá. La situación era melosamente avergonzante.

—Prometo que la pasaras bien, prometo hacerte el amor y no el sexo, prometo llevarte al paraíso del orgasmo y prometo que despertaras con olor a mí. Solo déjate llevar.

Y Kaiba tiembla completito cuando Joey mete una mano dentro de su ropa interior, le manosea entre índice y pulgar, le acaricia con las yemas y con la palma, le aprisiona, le jalonea, hace que el aire se vaya o vuelva en golpes de placer.

Por primera vez, Seto gime, alto y cargado, con mejillas malvas y labios abiertos y brillantes, con sus dedos clavados en el cuerpo de Joey.

Seto Kaiba se deja llevar por un Wheeler modo Casanova que no aguanta más para besarle con pasión y deleite. Sus labios chocando entre sí, la garganta de Seto gimiendo entre asperezas y placer, la palma de Joey caliente entre sus calzoncillos.

Oh, Joey…. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Por qué?

Seto no logra hilar ni uno solo de sus pensamientos mientras Joey le masturba más caliente que una plancha para coser.  Su mente sólo es: Joey, Joey, Joey… No más perro, no más Wheeler, no más cachorro, ni duelista de cuarta. Solo Joey.

Se tensa, todo su cuerpo arqueándose y temblando se estremece cuando Joey baja entre sus muslos y lo prueba, completo engulle a Seto que gime ante el descorazonado placer.

Joey haciéndole de todo, por el todo, con el todo.

Oh Joey.

Entonces el rubio se arrodilla delante de él, sobre el sillón enorme y lo jala hasta recostarlo en la piel del sofá, echando las piernas de Seto a los lados de sus caderas de rodillas dobladas. Y le arranca la blusa, que compite con el rojo pasión en las palmas de Joey, en sus ojos, en sus manos, en la pretina de su pantalón.

Seto sonríe, nunca creyó ser objeto de tal deseo en alguna persona, y ser sumiso le complace tanto que le es molesto. Joey se inclina y le besa, luego baja a su barbilla, a su cuello a sus lóbulos, que lame y estremece completos.

Luego a su pecho y se devora de Seto los gemidos que en el nacen. Le acaricia mas, le incita, Kaiba esta como un hasta bandera mientras el juguetea con sus pezones.

Sólo gemidos.

Más gemidos.

Jadeos bruscos y un cachorro jugando a la hora de lamer al amo. Seto ha entrado en el juego y le abre la camisa al rubio, le toca con trémulas palmas y lo abrasa mientras este se restriega en su vientre con deleite.

Y cuando le saca por completo la ropa interior, baja entre sus muslos y levanta sus caderas, lamiéndole completo hasta llegar a su esfínter.

Lo prueba haciendo a Seto arquear la espalda y gemir más profundo, más deseoso.  Lo prepara a gusto, y lo deja sobre el sofá para quitarse su ropa interior.

Entonces Seto enmudece cuando siente sus piernas ser elevadas a los hombros del rubio. Y tiembla con miedo, sabe que habrá dolor, no informo al rubio de su primera vez.

—E…espera— Tartamudea cuando siente su entrada forzándose. – Duele.

Apenas logra pronunciar cuando Joey rígido como una tabla sigue con su camino. No quiere parar hasta poseerlo.

Entonces Kaiba siente que un pedazo de hiel lo atraviesa, cuando Joey le penetra a profundidad, su cuerpo ardiendo en dolorosa tensión, sus ojos escociendo, su garganta implorando un grito que no logra ocultar.

—Me…duele. — Dicta sin aliento, Joey le besa los parpados, las mejillas, el cuello, los hombros. Lo acaricia con incontenible ternura hasta hacerlo recostarse más cómodo en el asiento.

Seto siente su cuerpo dividido en dolor. Nadie le había dicho que era tanto el ardor y la falta de aire.

—Detente— Pide con la voz hecha nudo, quiere que se retire, que deje su cuerpo en paz, pero el rubio ondula su cadera y le acaricia entre las piernas.

—Tranquilo, ya pasara.
—Ah…Duele
—Cuando te calmes  un poco empezaras a sentirte mejor Seto.

Los ojos de Kaiba se abren sorprendidos, Joey le ve el rostro sonrojado con lujuria y una sonrisa en sus labios.

— ¡¿Sabías que era yo?!
—Oh vamos Seto, sólo un tonto podría ignorar tus hermosos ojos azules, nadie que fuera tu pasaría desapercibido aunque estuviera disfrazado de mujercita. Aunque me gusta más tu gabardina, siempre tuve la ilusión de levantarla tras tu cadera y hacerte el amor.

Susurra el rubio embistiendo el cuerpo de Seto, que se estremece cuando el dolor se trastoca en su interior.

—Te….te voy a matar Wheeler.

Silabea, con la voz quebrada por un rubio haciendo pequeños empujes detrás de sus palabras. El calor le llega, el ardor también. La mezcla más perfecta, azul hiel y rojo vivo.

—Después de que te haga el amor mi Seto.

Seto gime cuando Joey hace sus movimientos más poderosos, alejando sus caderas y dejándolas caer con más profundidad y desazón, con más deseo, con más furia, con más pasión, con más placer.

Y de nuevo el Joey aparece en su mente. Joey lamiéndolo, Joey embistiéndolo, Joey gozándolo, Joey cogiéndoselo.

Joey, Joey, Joey.

Seto no puede creer que  haya cedido y entregado su cuerpo, y…disfrutado tanto con ello. Esta gimiendo con placentera locura, con sus cuerpos contoneándose contra las caderas febriles del rubio, siendo besado con increíble pasión, con su cuerpo vibrando embestido y sudoroso.

En una danza en vaivén que se acerca de un paso a uno hasta hacerle gemir profundo, sus muslos contrayéndose, su alma rasgando el cielo del paraíso. La puerta del inframundo. El cuerpo delgado y firme de Joey.

El orgasmo arrasador que le arranca el aliento y un gemido tragado por el de Joey en su garganta.

Con un beso profundo uniéndose a sus cuerpos y su semen caliente entre sus piernas Joey se deja caer sobre el cuerpo semidesnudo de Seto, quien respira a bocanadas oxigeno y el olor a orgasmo.

Y en su mente el Joey… nubes confusas y Joey entre sus piernas.

El rubio se recupera un poco y se separa de Seto, quien se cubre las piernas con la escueta falta y se sonroja cuando el rubio le ve entre la oscuridad.

Joey le observa con la sonrisa de siempre y se recuesta a un lado. Kaiba se sienta en el sofá de un brinco. Joey se sorprende cuando ve los ojos de Seto rozarse.

— ¿Qué te sucede?
—Aléjate de mí.
—Seto…
— ¡Aléjate!

Seto busca la blusa roja entre el suelo, Joey se sienta a su lado un poco reposado de su actividad, pero aun con el sudor corriendo por su cuello.

— ¿Seto?
—Me usaste, ya estas feliz. Wheeler.

Le escupe con desprecio, sus ojos llorosos, su cuerpo temblando; su orgullo sintiéndose quebrar.

—No vi que te quejaras mucho.
— ¿Qué tanto te pagaron por hacerme esto?
—Ahh, con que es eso.

Susurra un poco descansado. Y luego con despreocupación le abraza, Seto se retuerce tratando de zafarse, le grita que le suelte, y Joey se carcajea hasta que escucha un sollozo, Kaiba con las mejillas mojadas esconde su rostro entre sus palmas, la humillación lo golpea como una aplastante roca.

— ¿Seto?, escúchame.
—Déjame ir, ya tienes lo que querías, sólo déjame ir.
—Mmm, no precisamente. 

Joey lo gira entre sus brazos. Kaiba es su muñeca de trapo y lo sabe. Y Joey se aprovecha un poquito de la situación.

—Escúchame, se que estas pensando que planee todo esto o que alguien me pagó para estar contigo, diablos Seto, ¡Eres el hombre más atractivo de Japón!, créeme que más de la mitad del país quiere estar contigo y no necesitan un pago, entre ellos yo.
—Pero tu… —El cumplido no pasa imprevisto, su orgullo siempre sería ser el centro de admiración de otros, no podía evitarlo.
—Shhh, escúchame antes de seguir sacando conclusiones. Tristán me dijo que había hecho una broma algo pesada, no me dijo que a tÍ, luego me las pagará por eso, mira que casi te pone las manos encima un asqueroso ebrio, voy a patearle el  culo de aquí al occidente.
—Pero tú, sabias que era yo.
—No, escúchame y deja de interrumpir.

Ok. Kaiba guarda silencio mientras los ojos rubios de Joey le veían con intensidad entre la ligera penumbra, Seto se refleja en ellos con una fragilidad que le asusta un poquito. La calidez en el cuerpo ajeno es reconfortante y por primera vez en su vida se siente con ganas de confiar en otro.

—Tristán me dijo que viniera a este bar, el restaurant donde yo trabajo por las tardes, dijo que aquí sabría de que se trataba su broma. Te juro Seto que no sabía que eras tú, pero cuando te vi: ¡Dios esta de testigo que se me levantó hasta el retrovisor!

Seto se sonroja arropado entre los brazos de Joey, entendía todo y le creía al rubio, y más aún, se sentía halagado por toda la atención que éste le prestaba, tato era su agrado que olvidó la supuesta ofensa para concentrarse en sentir la felicidad que le invadía y la atracción que oprimía su pecho cuando el rubio hablaba. Era definitivo, estaba encantado con la idea de hacer que Joey, el perro escandaloso y adorable, Wheeler, le perteneciera sólo a él.

—Pero, ¿entonces por qué hiciste esto? —Preguntó de manera terca, quería algo, no… quería todo y lo quería ahora mismo.
— ¡Ah! Kaiba, para ser un genio eres muuuuy idiota.
—No abuses: perro.
—Bueno: ‘’Yo’’, te hice esto a ‘’tí’’ porque me gustas, ya te lo había dicho. De hecho es más que un simple gustillo, me encantas Kaiba. Me gusta todo de ti, y no puedo evitar querer estar así, contigo, ya te lo dije: me pones cachondo. —Dijo Joey en forma melosa, dando un claro halago a la belleza seductora de Seto; éste gesto no pasa desapercibido y cuando Joey vuelve a buscar con hambre sus labios Kaiba no se los niega. Se besan con una fuerte pasión, tan intensamente que el aliento de sus cuerpos se funde en uno sólo y no les es suficiente para terminar de existir el uno sin el otro. Cuando se separan jadeantes, Kaiba hace un comentario en tono de broma que no pasó desapercibido a Joey. Ambos siguen el juego implícito, como si fueran dos amantes que se conocían de años atrás.
—Pues a mí no me gustan los perros pulgosos.
— ¿Ah, no? Bien que gemiste.
— ¡Cállate!

Seto se suelta sonrojado hasta la medula, Joey ríe un poco y le abraza por la espalda.

—Seto. ¿Se mío, si?
—Me violaste, tonto.
—Ni que te hubieras opuesto.
—Wheeler…— Amenaza.
—Se  mío Kaiba o te violo de nuevo.
—Sólo si es con mi propia ropa y no con un disfraz.

Seto se recuesta un poquito en el pecho de Joey meciéndose, aun le dolía, pero no tanto que no pudieran aprovechar el resto de la noche.

— ¿Eso es un sí?
—Si me dejas te mato. — Le dice el castaño girándose entre los brazos de Joey y dándole un tierno beso en los labios, entonces el rubio toco las piernas del castaño.
—Este disfraz, puede no ser tu gabardina, pero se te ve sexi Setito.

Seto le ve nervioso, Joey modo Casanova le arranca la blusa para la segunda ronda.

Aunque Tristán Taylor tiene sobre su cabeza una sentencia de muerte  y un disfraz de chica con su nombre.

Como que se llama Seto Kaiba.


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