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por Rukkiaa

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10. Cuatro pecados capitales

 

Shôto dormía plácidamente hasta que sintió un golpe en medio de la frente. Al abrir los ojos, se topó con el rostro de Katsuki, inclinado sobre él.

–¿Me has dado un capirotazo para despertarme?

–Tengo que irme—dijo el rubio y se alejó en dirección a la puerta.

–¿Qué?¿Adónde?

–Me persiguen y es necesario que desaparezca para que estés a salvo.

–¿Por qué es necesario? –Shôto se levantó de su futón para acercarse al otro, que ya sujetaba el pomo de la puerta.

–Porque están matando a gente inocente para llegar hasta mi.

–Por eso no puedes irte. Hay que detenerlos antes de que maten a nadie más o de que te maten a ti. Y podemos hacerlo juntos.

–Vienen tras de mí, Shôto. Esta es mí batalla y la lucharé sin tenerte en la cabeza. Sin preocuparme por tu seguridad.

El bicolor puso una de sus manos encima de la que él tenía sobre el pomo.

–Te quiero. Y si para conservar lo que tengo he de pelear con un par extra de demonios por el camino, pues adelante. No seré un lastre, te lo prometo.

–No sabemos a qué nos enfrentamos, necio—dijo cediendo finalmente.

–No me importa. Los derrotaremos juntos.

Fueron al antiguo apartamento de Katsuki, donde horas antes habían asesinado a los nuevos inquilinos. Había un cordón policial en la puerta y manchas de sangre en el suelo. Pero la casa estaba completamente vacía de demonios.

–Intenta no tocar nada—dijo Katsuki. –No vayas a dejar tus huellas.

–Pero si quiero tener una premonición... Usaré el dorso de la mano.

Katsuki detuvo su inspección del apartamento en el dormitorio y cuando Shôto se dio cuenta, se situó a su lado.

–¿Has encontrado algo interesante?

–Estar en este lugar... –el rubio pareció aturdido unos instantes. –Es extraño volver aquí. Aquí tuve mi primera experiencia de una vida normal. La mañana en que desperté cerca de ti...y no me sentí malvado. Lo deseaba tanto que empecé a creerme mi propia mentira.

–Eso ya no es una mentira. Podemos lograr lo de llevar una vida juntos—lo tomó de la muñeca y lo sacó de la habitación. Pero cuando rozó sin querer el marco de la puerta con la mano, tuvo una premonición.

–¿Qué has visto? –preguntó el otro a pesar de que aún ni había abierto los ojos.

–Dos demonios con colmillos de vampiro. Y flotaban. Estábamos peleando con ellos en nuestra casa. Tenemos que irnos.

En la casa, Shôto cogió el libro de las sombras y encontró lo que buscaba. Katsuki le observaba desde la otra punta del salón.

–El fuego es lo que los mata—apuntó el bicolor.

–Eso es perfecto para mí—dijo el otro con una inevitable sonrisa sádica y formando un par de bolas de fuego que permanecieron ardiendo en las palmas de sus manos.

–El libro da bastante información sobre esos demonios en concreto, ¿quieres verlo?

–Ese maldito libro hace daño a los demonios. Aléjalo de mi—las bolas de fuego se esfumaron de entre sus dedos, como si le hubieran echado por encima un vaso de agua.

–A lo mejor ahora que sabe que intentas ser bueno te deja que lo leas y todo.

–Es mejor prevenir.

Natsuo bajó las escaleras y se les unió.

–¿Qué hacéis aquí?

–Esperar a unos demonios—dijo Shôto.

–Ya... Bueno, yo me voy a ver cómo va el restaurante. ¿No me necesitáis? –su hermano negó con la cabeza. –De acuerdo, pues procurad no romper nada y ni se os ocurra hacerlo en mí cama—advirtió mirando específicamente al rubio.

–Me gusta cómo piensa el idiota de tu hermano. Si fuera por él, lo estaríamos haciendo en todas partes y a todas horas. ¿Su comentario significa que si lo hacemos en su cama le jodería mucho? Porque si es así...

Los dos demonios se aparecieron en medio de la sala y fueron a por ambos. Aunque al estar prevenidos por la premonición, Katsuki los convirtió en cenizas en un visto y no visto.

–¿Estás bien? –preguntó el rubio al otro mientras le ayudaba a ponerse en pie.

–Quería morderme en el cuello.

–Esa tarea es sólo mía—dijo Katsuki provocativo e intentó besarlo. Intento fallido porque fueron interrumpidos.

–Huele a barbacoa, ¿matasteis a los demonios? –dijo Natsuo pasando por el medio de ambos, separándolos. Fue directo al sofá llevando una pequeña caja blanca en las manos.

–¿Qué es eso? –preguntó Shôto sentándose a su lado.

–Qué más da. Vamos arriba—dijo Katsuki y le hizo señas obscenas con los dedos.

–¡Ya estoy en casa! –el medio demonio puso los ojos en blanco maldiciendo su suerte.

–La que faltaba... Te espero arriba—y de mal humor subió los escalones de dos en dos.

Ambos hermanos abrazaron a la recién llegada Fuyumi.

–¿Y Tensei?

–Le llamaron en cuanto nuestro tren llegó a la estación. Trabajo. Ya sabéis—llevaba bolsas en ambas manos, seguramente llenas de regalos.

–A ti solo se te ocurre ir en tren cuando tu marido puede llevarte a donde quieras en décimas de segundo—dijo Shôto.

–Me gusta ser normal, ¿qué es esa caja tan mona?¿Un joyero?

–La encontré al borde de la acera. Cuando iba llegando al T³. Me pareció muy extraña y la cogí—aclaró Natsuo.

–Extraña porque parece brillar, ¿cierto? –el bicolor intentó quitársela al otro de las manos, pero no pudo.

–Exacto. Y ahora que estoy en casa, la abriré. Porque es mía. Yo la encontré.

Fuyumi se sentó al otro lado, ocupando los tres el sofá por completo.

–¿Y si es la caja de Pandora y escapan de su interior todos los males del mundo? –cuestionó Fuyumi preocupada. –Llamemos a mí marido. Pidamos su opinión.

Tensei apareció como si hubiera sido invocado con la mención de su nombre.

–¿Para qué necesitáis mi opinión?

–Caja encontrada en la calle con misterioso brillo. Abrir, ¿sí o no? –preguntó Natsuo mostrándole la cajita.

–¿Habéis mirado en el libro de las sombras?

–No, pero es una gran idea—dijo Fuyumi poniéndose en pie.

–¿Y si hago lo que quiero porque es mí caja? –comentó Natsuo abriendo la cajita. De su interior salieron cuatro haces de luces de colores diferentes que se introdujeron en cada uno de ellos y de nuevo se cerró. Desapareciendo después.

–¿Qué acaba de pasar? –preguntó Shôto.

–Sea lo que sea, se nos ha metido dentro—apreció Tensei.

–Ups—fue lo único que pudo decir el peliblanco con cara de estar en un aprieto.

–Que no cunda el pánico. ¿Alguien se siente diferente? –dijo Fuyumi intentando mantener la calma.

–No—dijeron todos al unísono.

–Entonces quizás no nos haya pasado nada. Quizás somos inmunes porque somos mágicos—siguió la chica.

–Preguntaré a los Ancianos—dijo Tensei.

–Yo miraré el libro de las sombras—Natsuo corrió tan deprisa, que casi se cae de morros por las escaleras.

–Yo informaré a Katsuki, para que nos ayude a investigar—dijo Shôto subiendo detrás de su hermano.

–¡Esperad! –Fuyumi hizo que todos se detuvieran donde estaban. –Tengo hambre—dijo y salió corriendo hacia la cocina.

Tensei, contrario de lo que había dicho, se tumbó en el sofá y encendió la televisión.

Natsuo, de camino al desván, se vio en un espejo y tuvo que detenerse para contemplarse.

–¡Katsuki, ha pasado algo! –Shôto abrió la puerta y vio que el rubio estaba tumbado sobre el futón, leyendo.

–¿Qué?¿Qué ha pasado? –preguntó alarmado por la repentina entrada del otro.

–Que no llevo ropa interior.

–¿Cómo dices? –alzó una ceja pensando que no había escuchado correctamente al otro.

–Bueno, sí que llevo, pero lo que trato de decir es que deberías de quitármela con la boca—cerró la puerta con lentitud y se acercó al rubio de manera provocativa.

Katsuki lanzó el libro contra la pared y se relamió.

–Haré lo que tú quieras, mitad y mitad. Siempre que tú también hagas lo que quiero yo.

Shôto se acercó hasta el futón a gatas, donde el otro le recibió con los brazos abiertos y le devoró los labios. –Haré lo que tú quieras. Todo, Katsuki—puntualizó sentándose a horcajadas sobre él. Con los ojos nublados por el deseo.

–Luego no te arrepientas—dijo lamiéndole el cuello e introduciendo una traviesa mano por debajo de su camiseta.

–¡Soy increíblemente guapo! –Natsuo abrió la puerta de sopetón. Llevaba en la mano un pequeño espejito de Fuyumi y se contemplaba. –¿Os habíais dado cuenta?¿Por qué nadie me lo había dicho antes?¿Por envidia?

–¡Me cago en tu puta vida! –chilló rojo de ira Katsuki al ser interrumpido en lo que estaba haciendo.

Shôto parecía ajeno a su enojo, porque seguía besuqueándole la oreja.

–He pedido veinte pizzas, pero son para mí sola, os lo advierto—dijo Fuyumi apareciendo también con el teléfono en la mano.

–¡¿Qué coño os pasa?! ¡Largo de aquí, capullos! –gritó al tiempo que les lanzaba una almohada.

–¡¿Alguien me trae una cerveza?! –escucharon decir a Tensei desde el piso inferior.

–¿Qué nos pasa?¿Aparte de que soy perfecto? –Natsuo se miraba de perfil y de frente, como si fuera un modelo posando para una fotografía.

–Puede que fuera por esa caja de Pandora—dijo Fuyumi sacando bombones de sus bolsillos y metiéndoselos todos juntos en la boca.

–¿La caja ridícula que trajo ese imbécil de ahí? –tener público no era nada beneficioso para su incipiente erección.

–La abrimos y nos pasó algo—dijo Shôto como si ronroneara, desabotonando su camisa.

–¿Qué os pasó?¿Os volvisteis más tarados? –. La lengua del bicolor se desplazó por su pecho, acariciándole la piel. Sin embargo, intentando mantener la compostura analizó la situación mentalmente. Aquellos dos idiotas en la habitación haciendo cosas que nunca les había visto hacer. Y Shôto desvergonzado hasta tal punto que no le importaba que hubieran testigos y que estos fueran sus hermanos.

Eso no cuadraba.

Reunió suficiente fuerza de voluntad de alguna parte y apartó al bicolor, que le miró desconcertado y gimió en respuesta.

–Vale. ¿Donde está la caja de las narices? Dejadme que la vea—dijo poniéndose en pie y acomodándose el pantalón por la zona de la entrepierna.

–Desapareció—dijo Shôto a su espalda, rodeando su torso con los brazos y besándole la columna vertebral por encima de la tela de la camisa. Katsuki se sintió tentado de rezar para no lanzarse sobre el bicolor y mandarlo todo al traste.

Comenzó a alejarse del futón, y Shôto se enganchó a su espalda como un koala, mientras repartía besos esta vez por su nuca.

Subió hasta el desván y se acercó prudente al libro de las sombras.

–Pídele que me muestre lo que sabe de la caja esa.

Shôto no necesitó hacer nada, porque el libro se abrió solo y sus páginas revelaron información sobre la cajita.

Una caja de pecados... –leyó el rubio. –usados para corromper a los dechados de bondad. –Su mente hizo la conexión. Los Todoroki estaban afectados por esos pecados. Fuyumi parecía que por la Gula. Natsuo por la Soberbia. Tensei por la Pereza y Shôto... –No me jodas que tú eres la Lujuria, cabrón. –Tuvo ganas de gritar maldiciones hasta quedarse sin voz. Pero lo único que hizo fue mirar al techo, porque le parecía una broma de mal gusto de parte de alguien más malvado que él mismo.

Llevar tanto rato empalmado comenzaba a dolerle y se planteó dejar a los Todoroki como estaban y beneficiarse de la situación. Aunque eso no iba con el nuevo y mejorado Katsuki. Shôto no se lo perdonaría si se aprovechaba de él estando fuera de sí.

–Voy a matar al demonio que está detrás de esto. Y más te vale que me devuelvas el favor, mitad y mitad. No vas a poder sentarte en una semana cuando acabe contigo—dijo antes de desaparecer haciendo que el otro cayera al suelo.

Continuará...


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