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por Rukkiaa

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17. Tomura Shigaraki

 

Shôto y Katsuki desayunaban solos en la cocina. El rubio tenía un cuenco lleno de pasta de wasabi que se comía a cucharadas; y el bicolor tenía un plato lleno de tostadas, huevos fritos y beicon que se comía con la boca llena.

Tôya apareció aún en pijama y bostezando.

–¿Quedan cereales? –preguntó sentándose en el taburete junto a Shôto e intentando quitarle una tostada. Recibió un golpe en la mano por parte del bicolor. –¡Eh!

–Nada de coger mí comida...

–¿Y tus náuseas?

–Hoy no tengo. Por eso aprovecho—dijo volviendo a llenarse la boca.

–Deberías respetar más a tus mayores, Shôto—dijo haciendo un puchero.

–El mayor aquí soy yo—dijo Katsuki. –Y no hace falta que me respetes siempre—añadió rodeando con el brazo a su marido.

Tensei se apareció en la cocina.

–Tengo un encargo para Tôya—el mencionado le miró. –Tienes tu primer protegido.

–¿En serio? –eso le despertó por completo. Le hacía ilusión. –Entonces ahora seré oficialmente Tôya Todoroki, el brujo luz blanca.

–¿De verdad éste está preparado para ser un luz blanca? –comentó Katsuki.

–Es la mitad de lo que soy... Y no se me da mal orbitar. ¿Quién va a ser mí protegido?¿Un brujo?¿Una bruja?¿Alguien que se convertirá en luz blanca?¿Un luchador de la WWE? Eso molaría.

–Todo lo que puedo contarte sobre tu protegido es que es buen hombre y te necesitará—dijo Tensei. –Su nombre es Tomura Shigaraki. Lo único que debes hacer es presentarte, decirle que a partir de ahora serás su protector y tenerlo en el radar por si aparece algún peligro que amenace su vida.

–Tomura... Vale, ¿dónde le encontraré?

–Deberías ser capaz de percibir su localización. Eres su luz blanca—respondió el peliazul.

–Ese tío ya está muerto—apuntó Katsuki cogiendo una tira de beicon del plato de Shôto.

–Calla. Haré mi estreno como luz blanca y será espectacular. Los Ancianos esos van a flipar—comentó bajándose del taburete y marchándose de la cocina.

Una vez se hubo vestido apropiadamente, Tensei lo llevó lo más cerca que le estaba permitido de su protegido.

–¿Sientes algo?¿Lo percibes?

–Percibo que este lugar apesta a pis—dijo el pelirrojo tapándose la nariz. –¿No podías haber orbitado a una azotea?¿Tenía que ser a un callejón asqueroso?

–Perdona.

–¿Crees que es un buen pretexto para acercarme a ese tío lo de que soy asistente social? ¿Lo uso como excusa para que no le parezca raro que de repente yo esté pululando por su alrededor? Para que no me tome por un acosador más que nada.

–En este caso no es necesario un pretexto. Tomura sabe de la existencia de seres sobrenaturales. Es agente de la condicional, o de libertad vigilada si prefieres llamarlo así. Se ocupa de adolescentes problemáticos. Y se ha cruzado con todo tipo de criaturas.

–Que lástima. Quería demostrarle a Katsuki que podrían darme el Óscar a la mejor interpretación. –De repente sintió algo. –Creo que está cerca... –dijo alejándose del otro.

–¿Lo sientes?

–Es como atracción magnética... –ni terminó de hablar cuando orbitó.

Apareció en un pequeño cubículo que parecía ser la oficina del tal Tomura. Un chico de cabellos desordenados de color celeste claro a la altura de los hombros. Ojos rojos. Y ropas completamente negras.

Parecía inmerso en los documentos de una carpeta. Y apenas se podía ver la mesa por la montaña de papeles que había sobre ella.

–Hola—dijo para llamar la atención del otro. Atención que no captó. –Hola—repitió.

–Lárgate. Tengo trabajo—dijo como si no tuviera ganas ni de hablar.

–No puedo irme, tengo que decirte...

Tuvo que orbitar cuando una de las montañas de papeles fue lanzada en su dirección.

–¡Oye!¡Que vengo a protegerte!

–No te necesito. Lárgate.

Esta vez, lo que le arrojó el peliceleste fue la taza de café frío que no se había tomado esa mañana.

–¡Oye, desgraciado! –chilló Tôya apareciéndose esta vez sobre la mesa, pisándole los papeles sin importarle lo más mínimo. –Soy tu luz blanca y he venido a protegerte, te guste o no, pedazo de...

Tomura le tomó de uno de los tobillos y le hizo caer de espaldas contra la mesa. Se inclinó sobre él y alzó el puño sobre su rostro.

–No lo repetiré de nuevo.

–Mereces que te maten—dijo desapareciendo y apareciendo en su casa. –¡Está chiflado!¡Ese Tomura está más loco que Katsuki! –dijo a Fuyumi que era la que desayunaba en ese momento en la cocina junto a Tensei.

–¿De qué hablas? –preguntó confuso el peliazul.

–Ese tipejo me echó de su cuchitril. Casi me golpea. Es un mierda de tío. No quiero verlo nunca más. Cámbiame de protegido. Alguien más amable, y que no me den ganas de que muera.

–No puedo. Los Ancianos te lo han asignado porque es tu destino. Tomura Shigaraki es tú responsabilidad—apuntó Tensei serio.

–¿Y si lo atropellase accidentalmente un camión con explosivos?¿Cuál sería mi castigo? No es mí culpa, o sea... Aunque yo estuviera mirando para otro lado y no le salvara, yo no tendría nada que ver con el conductor del camión.

–Lo siento, Tôya.

–Ser luz blanca apesta—dijo desapareciendo en un haz de luz.

–No volveré a comer en un mes—dijo Shôto entrando en la cocina con mala cara.

–Nunca había visto a nadie vomitar tanto—dijo Katsuki tras sus pasos.

–Puede ser por culpa de los pantalones—comentó el bicolor sentándose junto a su hermana. –Empiezan a apretarme, y mucho.

–Podemos ir a comprarte ropa... Prepapá—comentó Fuyumi ilusionada.

–Eso no existe. Pero sí, tengo que ir a comprar ropa un par de tallas más grandes que las que tengo ahora.

–¿Puedo no ir contigo? –preguntó el rubio.

–Iré yo—la peliblanca se le enganchó del brazo y le obligó a levantarse. –Me encanta ir de compras.

–Y yo paso de quedarme aquí con tu marido—Katsuki desapareció, dejando a Tensei solo.

Ya la tarde caía cuando Shôto y Fuyumi volvieron a casa cargados de bolsas.

–¿Habéis comprado toda la tienda? –cuestionó el rubio que veía la televisión tranquilamente.

–Casi—dijo la peliblanca con una radiante sonrisa.

El bicolor tenía cara de agotamiento.

–¿Cuánto llevas fuera? Te veo más gordo—bromeó Katsuki. Sin embargo, Shôto abrió mucho los ojos, torció el gesto y empezó a llorar. El rubio no sabía qué había hecho para que el otro llorase tan desconsolado.

–Otra vez no... –Fuyumi dejó caer las bolsas al suelo, y abrazó a su hermano pequeño.

–¿Qué hice?

–Son las hormonas—aclaró la chica.

–Soy una bola. Ya Katsuki no me quiere—sollozó el otro sobre el hombro de Fuyumi. El rubio se puso en pie, ofendido.

–Eso no es cierto. Me encantas de cualquier forma o tamaño. ¿Esto es cosa del parásito?

–¡No lo llames eso! –Shôto se apartó de su hermana y golpeó a Bakugô en el hombro. Las lágrimas habían desaparecido y ahora estaba furioso.

–Vale...lunático.

Shôto cambió su expresión por una más dulce y le acarició el rostro. –Perdóname, Katsuki. No quise pegarte. Perdóname... –Y lloró otra vez.

El rubio le abrazó porque no se le ocurría qué más podía hacer.

–No me dolió, tranquilo. Fue como si me pegase el inútil del Bombilla. Aunque tú no eres inútil. Eres... Perfecto. Y estás muy cuerdo—dijo incómodo.

–Ya lo sé. Y como soy perfecto y estoy muy cuerdo, voy a ir a ver de nuevo a ese Tomura—dijo Tôya entrando al salón. –Voy a hacer lo que se me ha encargado, porque seré el mejor luz blanca de todo el universo.

–Bien dicho—Tensei apareció a su espalda.

–Sí, y si vuelve a ser tan capullo, le pegaré una hostia en la cara—dijo y desapareció antes de que Tensei replicase.

Esta vez encontró a su protegido en una cafetería, cenando solo en una mesa, cerca del rincón. Entró como una persona normal por la puerta y se sentó en la silla vacía frente a el.

–Voy a darte otra oportunidad—dijo cruzándose de brazos.

El otro le miró con la boca abierta, dejando los palillos con los que se comía su bol de arroz suspendidos en el aire.

–¿Quién eres tú? –preguntó con lentitud.

–Ya, muy bueno. Casi me golpeas antes y ahora te haces el que no lo recuerdas. Ja ja. No tiene gracia. Sabes perfectamente que soy tu luz blanca.

–¿Cómo? –eso pareció entusiasmarle en demasía porque abrió mucho los ojos y mostró una amplia sonrisa. Tôya quiso salir corriendo.

–¿De verdad no me recuerdas? Nos vimos esta mañana.

–Ah. Me viste en el trabajo. Lo siento, allí me abstraigo completamente. Si te vi o te hablé, no lo recuerdo.

–Casi me golpeas, imbécil—dijo Tôya deseando coger los dos palillos y apuñalarle en los ojos.

–Perdóname—soltó sin más y cogió un poco de arroz para seguir cenando.

–Si no sabías que era un luz blanca, ¿por qué sonreíste tanto ahora cuando te lo dije?

–Pensé que tratabas de ligar conmigo... ¿Cómo dices que te llamas?

–No pude decírtelo. –Se revolvió en la silla. –Me llamo Tôya. Tôya Todoroki. Y soy el encargado de protegerte, porque alguien a quien le falta un tornillo piensa que eres un buen hombre y te lo mereces.

–¿Protegerme?¿Vendrás a mi casa durante la noche para protegerme de la oscuridad? No tengo miedo a la oscuridad. Pierdes tu tiempo.

–¿La oscuridad?¿Hablas de demonios?

–Eres una luz, ¿no?¿Funcionas como esas lámparas infantiles que se les ponen a los niños para que no tengan miedo al irse a dormir?¿Funcionas a pilas o con electricidad?

–Eres idiota—dijo serio el pelirrojo. –¡Soy tu guardián!¡Acudiré cuando estés en peligro! –los demás clientes de la cafetería le miraron. –Creo que me enviaron para salvarte de ti mismo. Seguro que hasta se te olvida respirar un día de estos por culpa de tu pequeño cerebro.

–Tú eres muy pesado—dijo tranquilo. –Y no te necesito para nada.

–Pero eso no depende de ti, así que te fastidias. Además, tienes suerte de que sea tu luz blanca. Tengo más poderes. Soy un brujo.

–Demuéstralo.

–No puedo demostrártelo aquí. Hay gente.

–Pues vamos fuera—dijo soltando un par de billetes junto al cuenco ya vacío de arroz. Tôya le siguió hasta un callejón cercano y le tocó el hombro.

Se aparecieron en la casa de los Todoroki. En el salón. Donde Shôto parecía estar posando para los demás.

–Ese pantalón te queda genial—comentó Fuyumi.

–Es muy cómodo—confirmó el bicolor.

–Está mejor sin nada—dijo Katsuki.

–Vaya, tienes una barriga como que demasiado perfecta, ¿no? –soltó Tomura haciendo que todos desviasen la vista hacia el.

–Este es mi protegido. Me parece que es el hermano mellizo perdido del capullo de Katsuki—dijo Tôya.

–Más quisiera ese tipo—soltó el rubio sin moverse del sillón. No quería empezar una pelea, porque temía que su marido volviese a echarse a llorar.

–¿Por qué lo has traído aquí? –preguntó Tensei.

–Quería comprobar que tengo poderes. Pero tranquilos, ya le doy la patada... –iba a tocarle el hombro de nuevo, pero el otro se alejó de él.

Tomura se acercó a Shôto y le palpó la barriga por encima de la tela de su camisa.

–Es demasiado perfecta, ¿por qué? –cuestionó otra vez. Katsuki le apartó de un manotazo.

–No le toques, mierdecilla.

Al peliceleste no pareció molestarle, al contrario; sus ojos no se apartaban del menor de los Todoroki.

–Parece como si tuvieras dentro un bebé—comentó pillando al resto por sorpresa. –Es una magia increíble. –Miró a Tôya. –¿Lo hiciste posible con tus poderes?

–No. Fue el pene de ese—dijo señalando al rubio.

–Mi pene también es increíble—comentó Katsuki poniéndose delante de Shôto, no fuera que Tomura volviera a intentar tocarlo.

–Tendré pesadillas toda la vida—dijo Tôya y tocó el hombro de Tomura. –Se acabó la excursión—y desaparecieron. Apareciendo otra vez en el callejón desde el que se habían ido previamente. –Si estás en peligro, grita mi nombre y apareceré. Aunque si no te mantienes lejos de mi radar podré percibirte sin que me llames. Espero no tener que verte nunca más y que estés a salvo—dijo y se dispuso a orbitar. Mientras desaparecía en un haz de luz, escuchó las últimas palabras que Tomura le dedicaba.

–Yo también tengo un pene increíble, por si te interesa.

–Está demente, sin duda—dijo Tôya sonrojado hasta las orejas en cuanto reapareció en el salón de la casa.

–¿Lo devolviste al manicomio? –preguntó Katsuki. Shôto estaba sentado sobre sus muslos.

–Desde luego es especial—comentó Fuyumi haciendo manitas con Tensei.

–No tenéis idea—dijo y subió los escalones hacia el cuarto de baño. Necesitaba darse una ducha. Había sido un día de lo más raro.

Continuará...


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