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por Rukkiaa

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18. El niño dos veces bendito

 

–No puedo creer que falten seis semanas para que nazca el niño—dijo Shôto sentado en una tumbona en el jardín. Katsuki permanecía tumbado a su lado con las manos tras la cabeza.

–Ha pasado muy deprisa. No estamos preparados para esto—admitió el rubio.

–Lo sé.

–Sí que estamos preparados—comentó Fuyumi en otra tumbona. Todos contemplaban el cielo estrellado, tapados con mantas.

–Y no os preocupéis. Yo sacaré a ese niño de tu barriga sin contratiempos—dijo Tensei.

–Eso no termina de convencerme—dijo el bicolor.

–Fui médico cuando era humano. Fíate de mí. Los Ancianos me han concedido ese honor—continuó el peliazul. –Será una cesárea normal y sencilla.

–¡Mirad! –Tôya se les unió, interrumpiendo. En los brazos llevaba una oca de color blanco. –Un regalo para el bebé de parte del guardián de los cuentos. Un ganso que pone huevos de oro. Lo dejó en el desván.

–Me da miedo cuidar de un bebé. ¿Por qué me manda un ganso que también tendré que cuidar? –comentó Shôto.

–Podemos devolverlo después de que ponga unos cuantos miles de huevos—dijo Tôya. La boca se le hacía agua sólo de pensar en todo lo que compraría cuando fuese millonario.

–Suelta al ganso y ven a ver esto. No todos los días puede verse en esta ciudad la aurora boreal—comentó la peliblanca haciéndole hueco en su tumbona.

–De hecho, es un fenómeno único—apreció Tensei. –Es la primera vez que ocurre esto aquí.

Tôya se sentó junto a su hermana. –¿No es extraño que la aurora boreal tenga lugar la noche antes de la fiesta brujeril de las luces?

–Con todo esto del bebé, lo había olvidado—comentó el bicolor.

–Sí, sin duda es tiempo de renovación y crecimiento... –el ganso puso un huevo, y el pelirrojo se apresuró en recogerlo.

–¿Es que a los seres mágicos no se les podía ocurrir otra cosa que regalarle al niño? –cuestionó Fuyumi.

–Es el regalo de moda—bromeó Tensei.

Decidieron entrar en la casa porque ya era hora de acostarse, pero en medio del salón se toparon con un unicornio.

–¡Sí! –gritó Tôya y se acercó corriendo a la criatura para acariciarle.

–¿Otro regalo para el niño? –preguntó el menor de los Todoroki.

–Este me encanta—Fuyumi se acercó también. –Este puede quedarse para siempre.

–Es perfecto. Son criaturas mágicas a tope—comentó el pelirrojo.

–Pero no creo que sea adecuado para un bebé—apreció Tensei.

–Se ocupa media habitación—dijo Katsuki.

–Esto empieza a ser demasiado...

–Si la cosa está así, preferiría un gusano de las arenas gigante. Podría custodiar la casa—dijo el rubio.

–Tranquilos, orbitaré al unicornio a algún lugar donde nadie lo vea, pero que esté a salvo y calentito. Además de que tenga mucha comida. En Escocia está el lago Ness, ¿cierto? Allí podría hacerse amigo del monstruo del lago—dijo Tôya.

–Yo me voy a dormir. Haz lo que creas conveniente—comentó Shôto abandonando el salón siendo seguido por Katsuki.

Tôya tocó el lomo del unicornio e intentó orbitar, pero le fue imposible.

–No puedo orbitar... –dijo preocupado.

–Probaré con un hechizo—dijo Fuyumi pensativa. –Que esta bestia, antes de que acabe mí paciencia, vuelva a su lugar de procedencia.

Nada.

–¿Por qué no funciona?

–Mmm –el pelirrojo estiró la mano. –Galleta—dijo, pero nada apareció.

–Yo tampoco puedo orbitar... Algo va mal—dijo Tensei.

–Miraré el libro de las sombras para averiguar qué está pasando—dijo Fuyumi.

–Llevaré el unicornio al sótano—dijo Tôya.

Poco después, escucharon gritar a Fuyumi desde el desván.

–¡Problemas!¡Tenemos problemas! –como un torbellino, bajó por las escaleras. Alarmados, Shôto y Katsuki salieron del dormitorio y todos acabaron en el pasillo. –Mirad esto. –Abrió el libro de las sombras y todas sus páginas estaban en blanco.

–Se ha borrado... –el bicolor se quedó sin habla.

–¿Por qué? –preguntó Tôya.

–No sé. Y sin el libro no podemos descubrir qué está pasando con la magia—dijo la chica.

–¿Puede ser culpa del unicornio? Todo empezó con su llegada—siguió el pelirrojo.

–No creo. Los unicornios son la esencia de la magia buena—dijo Shôto. –Debería aumentar nuestros poderes. No llevárselos. ¿Y si tiene que ver con la aurora boreal?

–Por supuesto que tiene que ver. La aurora sólo es producto de que Júpiter, Marte y Saturno están alineados. Es algo que ocurre una vez cada trescientos años—dijo Katsuki. –Puede que eso es lo que haya afectado a vuestra magia.

De pronto escucharon un golpe en la entrada de la casa y vieron que un demonio se había colado. El intruso intentó lanzarles una bola de fuego, pero no le fue posible. Sus poderes también habían desaparecido.

–Dadme al bebé, y no os haré nada—comentó en un aprieto.

–¿Hacer?¿Con qué poderes? –preguntó Katsuki al tiempo que le lanzaba un cuchillo y se lo clavaba en el pecho. –Tuve que improvisar, porque yo tampoco tengo los míos. –dijo mientras el cuerpo sin vida del demonio caía al suelo.

–Nadie tiene poderes. Afecta a ambos bandos por lo que se ve—dijo Shoto.

–Sí que afecta—dijo Mitsuki entrando por la puerta abierta. –Tuve que salir del inframundo por la puerta de atrás.

–¿Qué haces aquí, víbora? –preguntó su hijo con molestia.

–Vengo por el parto, claro.

–Faltan seis semanas—aclaró el bicolor.

–Oh, no. Será esta noche—dijo la rubia convencida.

–Eso no es... –intentó rebatir, pero sintió un dolor muy fuerte en el estómago, y tuvo que sujetarse del brazo de Katsuki para no caer al suelo. Con asombro miró a Mitsuki.

Su marido lo cargó para llevarlo de vuelta al dormitorio.

–Voy a buscar el instrumental que necesito—dijo Tensei.

–No. Yo me ocupo. Es un bebé medio demonio, es cosa mía—dijo la rubia adelantándose.

–Necesita mi ayuda. Tendré que abrirle y no tengo mis poderes curativos. Cuanto menos invasiva sea la cirugía, mejor—mientras hablaban, ambos subían las escaleras detrás de los otros dos.

–En cuanto ese niño nazca, la magia volverá. La profecía dice que cuando tres planetas ardan como uno, bajo un cielo de luz danzarina la magia descansará. Todo para dar la bienvenida al niño dos veces bendito. Brujo y demonio. Luz y oscuridad. La magia no volverá hasta que el bebé llegue al mundo y te aseguro que será el bebé quien se ocupe de sanar a Shôto.

Todos entraron en tromba al dormitorio. Ya Shôto se retorcía de dolor sobre el futón.

–Salid todos. El luz blanca y yo nos encargamos de esto—dijo Mitsuki lanzándole una severa mirada a su hijo, que reticente, abandonó el cuarto junto a los demás.

Tuvieron que esperar un rato en el pasillo. Hasta que sintieron que la casa tembló y unos llantos se escucharon al otro lado de la puerta.

Cuando pudieron entrar a la habitación, Mitsuki y Tensei estaban arrodillados a cada lado del futón, y sobre el, Shôto permanecía sentado, tapado hasta la cintura con una manta y el bebé entre sus brazos, pegado a su torso desnudo.

No parecía herido. Aunque a Katsuki el aire le olió a sangre y no pudo evitar ir a su lado con prisa. Inclinándose sobre él. Besándole con ansia, porque había estado muy nervioso en el pasillo y necesitaba calmarse. Cerciorarse de que estaba bien.

Fuyumi no pudo evitar llorar emocionada al ver al niño. Tan pequeño en los brazos de su padre. Con la piel clara, y con la pelusilla que tenía por cabello de un rubio tenue. Ahora no lloraba y parecía tranquilo y ajeno a todas las miradas.

–En mi premonición vi sus cabellos tan claros, que di por hecho que eran blancos, pero me equivoqué—dijo el bicolor sonriendo tanto que parecía tener los ojos cerrados.

Todos, salvo Katsuki, quisieron tenerlo en brazos y lo halagaron hasta la saciedad.

–¿Y cómo lo vais a llamar?¿Tôya?¿A que le vas a llamar Tôya? –preguntó el pelirrojo insistente.

Mitsuki era quien lo sostenía ahora, mirándolo embelesada.

–He pensado que podría llamarse Masaru. Masaru Bakugô Todoroki—dijo Shoto mirando a Katsuki que se limitó a encogerse de hombros.

–Si quieres llamarlo como mi padre humano muerto, me parece bien—dijo sin más. –Aunque pensé que ibas a llamarle Natsuo.

–Me rompería el corazón llamarle de ese modo—comentó. Fuyumi asintió, como si lo secundara.

–Por mí mejor. No me caía bien tu hermano. Ninguno de ellos me agrada en realidad—admitió Katsuki.

–Sé que dices eso para hacerte el insensible, Katsuki, pero en el fondo nos adoras—dijo Tôya.

–En tus sueños quizás.

–En mis sueños ni existes—contraatacó el pelirrojo.

Katsuki iba a replicar, pero Shôto no le dejó.

–Hablando de sueño... Necesito dormir. Urgentemente.

–¿Traigo la cuna del bebé? –se ofreció Tensei.

–No. Esta noche dormirá con nosotros.

–¿Ah si? –preguntó Katsuki.

–Sí.

Los demás salieron a desgana, porque deseaban seguir agasajando al bebé, pero no les quedaba otra que esperar al día siguiente. Shôto acomodó al pequeño en medio del futón y se tumbó a su lado. Esa noche cayó rendido.

Katsuki fue el primero en despertar por la mañana, y lo hizo con el brazo sobre la cintura de Shôto, y por ende, por encima del niño. Al darse cuenta, lo apartó como si la piel del otro quemase. No era su intención acercarse tanto al criajo y lo achacó a la falta de costumbre de dormir con él en medio.

El bebé estaba despierto, y siguió con los ojos el movimiento de su brazo. Con lo que se dio cuenta, de que padecía de la misma heterocromía de Shôto, aunque el ojo izquierdo era azul turquesa y el ojo derecho rojo. Entonces se percató de que el niño le miraba y entrecerró los ojos, molesto.

–Eres el único que no lo ha cogido en brazos—oyó la voz de Shôto y vio que estaba despierto, pero no se había movido.

–Había mucha gente para eso.

–Pero tú eres su padre.

–No por decisión propia—soltó arrepintiéndose en cuanto vio la mueca de desconcierto del otro.

–Me dijiste que lo querías...

–Casi te mueres. ¿Qué iba a decir? No me dejaste matarlo.

Shôto cerró los ojos con fuerza y respiró hondo. Notaba como las ganas de llorar se le agolpaban en la garganta.

–Haría cualquier cosa por ti. Por eso no me he quejado en todo este jodido tiempo en el que todo giraba en torno a este problema. Y ahora que ha nacido, supongo que será peor—volvió a mirar al niño, que no apartaba los curiosos ojos de él.

El bicolor entonces se dio cuenta de lo que pasaba.

–¿Estás celoso?¿Crees que Masaru me importa más que tu?¿Sientes que te he dejado de lado? –se sentó para hablar con más comodidad con el otro.

–Yo no estoy...

–Bien. Porque lo que siento por ti es diferente a lo que siento por el. Es un amor diferente, pero igual de fuerte... No sé cómo explicarlo—dijo cogiendo al bebé en brazos. El pequeño continuaba tranquilo y con la mirada curiosa. –Me gustaría que lo comprendieras, Katsuki. Siéntate por favor, y cógelo—el otro le miró con recelo, pero obedeció. Quedando sentado frente a el, recibió el cuerpecito del niño. Puso cara de estar cogiendo una bolsa de basura.

–Esto es inútil—quiso devolvérselo a Shôto, pero el otro no le dejó.

–Piensa en que es algo tuyo. Alguien que has hecho tú. Alguien con un increíble poder y una gran capacidad de hacer el bien en el futuro. Tienes que crear un vínculo...

Katsuki ya no le estaba escuchando. La pequeña manita del bebé se había aferrado al dedo índice de su mano. Y en menos de un segundo la piel y la fina capa de cabello rubio de Masaru se volvieron del más puro azabache. Salvando claro, aquellos dispares ojos que continuaron con su color natural.

–Hola, colega—dijo Katsuki sin poder evitar una sonrisa.

Sí que era algo suyo, y muy importante.

Continuará...


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