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por Rukkiaa

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19. De titanes y dioses

 

–Vamos, Masaru...por favor—dijo suplicante Shôto al bebé mientras se paseaba por la habitación intentando darle el biberón. –Por favor, tienes que comer. –El niño se revolvía, rechazando la tetina que el bicolor trataba de que se metiera en la boca. –Por favor. Cuando tengas dientes te daré pizza. Pizza cada día. Lo juro. Y un montón de chucherías.

–Trae—Katsuki entró en el dormitorio y le quitó el biberón al otro. Desapareció unos instantes y regresó poco después. –Prueba ahora. –Le devolvió el biberón a Shôto y se inclinó para que su rostro quedase cerca del de su hijo. –Verás como ahora te lo tomas.

Y efectivamente. El niño comenzó a succionar la tetina como si tuviera un hambre voraz.

–¿Cómo lo has hecho? –preguntó el bicolor entre el asombro y el alivio. –¿Le añadiste algo de cacao? ¿Miel?

–Le añadí salsa sriracha—comentó el rubio despreocupado.

–¡Esa salsa es picante!

–¿Y? Le gusta. ¿No ves como traga?

–¡Pero es un bebé!

–Sí, medio demonio.

Shôto le miró unos instantes incrédulo por su acción y después observó a su hijo bebiendo como si nada.

–Eres un gran padre, Katsuki. Menos mal que estás conmigo en esto—dijo sincero.

–Lo sé—dijo orgulloso y metiendo las manos en sus bolsillos.

–Tenemos un grave problema—dijo Tôya entrando en la habitación.

–Ya no. Lo solucionó Katsuki con salsa picante.

–No sé de qué hablas, pero si es algo sexual, ¡puaj! Lo que vengo a deciros es que te necesito, hermanito.

–¿Para?

–Es por mis sueños recurrentes. Esos de guerra tan raros que os comenté que estaba teniendo últimamente. He consultado runas, el libro de las sombras, las hojas de té... Hice una búsqueda del mal y tengo un lugar. Necesito que vayas conmigo para ver si tienes una premonición que nos ayude.

–¿Ahora? Estoy algo ocupado—comentó a ver si se daba cuenta del bebé que tenía en los brazos.

–Que se ocupe Katsuki, la mamá gallina.

–¿Qué me has llamado, maldito gilipollas? –dijo el rubio con la vena del cuello hinchada.

–Tengo que seguir mi instinto, Bakugô. Y necesito a mi hermano. No lo acapares para ti sólo, egoísta—dijo tirando del brazo de Shôto. Masaru se desapareció y el biberón ya vacío cayó al suelo.

–¡Masaru! –gritó Shôto con los brazos estirados, como si hubiera tratado de detener la desaparición de su hijo. El niño volvió a hacerse visible en los brazos de Katsuki.

–Saca a este cretino de aquí antes de que le parta la cara—dijo el rubio refiriéndose a Tôya. El pelirrojo no tardó en orbitar con su hermanastro. Entonces Katsuki aprovechó que estaba a solas con su hijo. –Escucha. Tu objetivo en esta vida debe ser proteger a Shôto, ¿queda claro? –el niño le miraba, parecía que atento. –Eso implica que quizás tengas que hacer daño incluso a los molestos miembros de su familia. Tienes mi permiso, pero que Shôto no lo sepa. Esto es algo entre tú y yo. Algo entre padre e hijo. Tienes que invertir esos superpoderes que se supone que tienes en mantener a Shôto con vida—el bebé le sonrió como si estuviera de acuerdo. –¿Quieres un poco de kimchi?

–¿Dónde estamos? ¿En la Antártida? –preguntó Shôto. Estaban rodeados de hielo y nieve. Parecía una cueva.

–Fíjate en el suelo. Hay una marca en el hielo. Tócala a ver si tienes una premonición—dijo Tôya. Ambos temblaban de frío.

Shôto lo hizo y efectivamente, tuvo una premonición. Pero contrario a lo que esperaba sintió dolor en su propio cuerpo. Cuando abrió los ojos tenía una herida sangrante en el estómago y Tôya tuvo que llevarlo de inmediato a la casa para que Tensei le curase.

–¿Cómo te hiciste esta herida? –preguntó el peliazul.

–¡Fue ese pelirrojo hijo de puta! –chilló Katsuki mientras Fuyumi evitaba que se le echase encima a Tôya como un perro de presa.

–No. Fue durante la premonición. Vi como tres tipos muy grandes se cargaban a otro. Le lanzaban un rayo en el estómago. Y es como si ese rayo también me hubiese alcanzado a mi—reconoció Shôto ya sin dolor gracias a su cuñado. –Tuvo lugar en ese sitio al que me llevó Tôya. En medio del hielo.

–Libro de las sombras—dijo el pelirrojo y el libro apareció en su mano. –Voy a buscar a esos tipos que viste.

–Mientras estabais fuera, aquí también pasó algo. Me llamaron para decirme que un luz blanca había desaparecido—comentó Tensei. –Los Ancianos no tienen ni idea de por qué ha pasado.

–Seguro que tiene que ver con esos tipos—canturreó Tôya. Estaba feliz de que sus sueños tuvieran explicación.

–A lo mejor ese Bombilla se cortó las alas. Debe ser insoportable ser uno de los vuestros—dijo Katsuki sentándose en el brazo del sillón.

–Podría ser—dijo Tensei y recibió otra llamada de los Ancianos. Por lo que orbitó, marchándose.

Tôya y Shôto se centraron en el libro de las sombras para ver si encontraban a los tres tipos de la premonición.

–¡Son estos! –dijo el bicolor al cabo de un rato señalando una página.

–¿Los titanes? Tiene sentido, son antiguos dioses que fueron enterrados porque era la única forma de pararlos. Por eso salieron de allí. Del hielo.

–¿Y por qué los titanes iban a atacar a los luces blancas? Si es que lo hacen ellos, claro—comentó Shôto.

–Quizás necesiten poderes para curarse—dijo Fuyumi..

–O lo hagan por diversión—dijo Katsuki.

–Podemos comprobarlo. Yo soy luz blanca. Si orbito hacia ellos... Podría atraerles hasta aquí.

–Eso no sería bueno, Tôya. No estamos preparados. No sabemos cómo se derrota a un titán—dijo Shôto.

–Tenemos pociones increíblemente fuertes.

–Hasta que sepamos lo fuertes que son, no te usaremos como cebo.

–Hay que eliminarlos antes de que causen estragos en el mundo—continuó el pelirrojo en sus trece.

Fuyumi y Shôto se miraron.

–Dejadle que lo haga. Si lo matan, él se lo ha buscado—fue el aporte del rubio.

–De acuerdo... –dijo Fuyumi reticente. –Pero vamos al desván. Atráelos ahí que es donde tenemos las pociones y las armas.

Una vez en el desván, los hermanos cogieron las pociones mientras Tôya orbitó con rapidez y volvió a aparecerse. No pasó mucho para que un titán lo siguiera. Le lanzaron las pociones, pero no sirvió de nada.

De pronto, un chico de cabello corto azul oscuro, ojos grises y con gafas apareció orbitando también junto a Fuyumi.

–¡No lo miréis a los ojos! –gritó y se unió en el lanzamiento de pociones. Logrando que el titán se marchase.

Cuando reinó la calma, se dieron cuenta de que Tôya había sido convertido en piedra.

–Está bien, no os preocupéis. No está muerto—dijo el chico acomodándose las gafas.

–¿Quién eres tú? –preguntó Shôto.

–Me llamo Tenya. Y vengo del futuro.

–¿Del futuro? –cuestionó asombrada Fuyumi.

–Sí, pero sólo unos veinte años—aclaró el peliazul.

–¿Amigo o enemigo? –el bicolor le miró de arriba abajo.

–¿Qué? Os he salvado. Orbité para salvaros. Todos habríais terminado como estatuas también si no lo hubiera hecho.

–Es cierto... Orbitaste. ¿Eres un luz blanca? –preguntó la peliblanca.

–Escuchad. De donde vengo la historia dice que Tôya murió, no que se convirtiera en piedra. Y con su muerte, murió el poder de tres, permitiendo a los titanes crear un mundo que no os gustaría ver. Estoy aquí para cambiar la historia. Para ayudaros a salvar el futuro—dijo Tenya con seguridad.

–¿Quién te envía? –preguntó el bicolor.

–No responderé a eso. Porque cualquier cosa que diga podría alterar el futuro. Lo que tenéis que saber es que si yo no hubiera venido, Tôya habría sido la tercera víctima luz blanca en morir a manos de los titanes.

–¿Tercera? Tensei dijo que había desaparecido un luz blanca. No dos—dijo Fuyumi.

Tensei apareció.

–Han desaparecido dos luces blancas. Me llamaron para decírmelo—comentó.

–¿Me creéis ahora?

–¿Quién eres? –cuestionó Tensei, pero no le pudieron responder porque escucharon un ruido provenir del piso inferior. Cuando llegaron, vieron a varias criaturas bondadosas allí. Un par de hadas, enanos y algunas más. Todas huyendo de los titanes y poniéndose a salvo en casa de los Todoroki, para cabreo de Katsuki.

–Debemos buscar en el libro de las sombras cómo devolver a Tôya a la normalidad—dijo Tenya subiendo de nuevo al desván. El bicolor le siguió.

–No toques el libro.

–¿Crees que no lo he ojeado antes? –dijo apartándose de el. –Sé que no confías en mi, pero acabo de tocar el libro y eso significa que soy bueno.

–Quizás has adivinado cómo se utiliza.

–Shôto, vamos, sólo quiero ayudar.

–Si eso es cierto, ¿por qué no me dices cómo eliminar a los titanes? –soltó.

–No puedes eliminarlos.

–Quieres decir sin el poder de tres, ¿no?

–Puede que no incluso con eso. En el pasado pudieron detenerles porque dotaron a algunos humanos de increíbles poderes que vosotros no tenéis. Lo malo es que esos humanos después se quedaron con los poderes y se declararon dioses. Y esos dioses, son los que conocéis por las clases de historia.

–Genial. Gracias por la información—dijo el bicolor resoplando. –¿Y por qué matan luces blancas?

–Porque necesitan su poder de orbitar para acabar con...

Se silenció como si hubiera hablado de más. Shôto se dio cuenta.

–¡Tensei! –bajó corriendo las escaleras. Katsuki salió del dormitorio alarmado por su grito. Llevaba a Masaru colgado a la espalda en una mochila portabebés. El peliazul apareció en el pasillo. –Los titanes van a por los Ancianos. Debes ir a avisarles.

Tensei desapareció y cuando llegó donde los Ancianos, todos estaban muertos.

Fuyumi fue al desván para seguir tratando de ayudar a Tôya. Tenya continuaba ahí.

–¿Por qué no lo dijiste? –preguntó ella pasando las páginas del libro, visiblemente molesta.

–Hay cosas que debéis descubrir vosotros. No puedo contarlo todo, ya os lo dije.

–¿Incluso a riesgo de empeorar las cosas? Tensei lleva fuera más de cinco horas, ¿le ha pasado algo?

–No lo sé. De verdad que no...Bueno, a lo mejor sé algo.

–Pues tienes que subir y traerle de vuelta, ya—ordenó la chica.

–Vale. Iré. Pero liberad a Tôya. Le necesitaréis pronto—dijo y orbitó.

Fuyumi y Shôto consiguen devolver a Tôya a la normalidad. Tenya aconseja a Tensei que dé más poder a los Todoroki para que puedan derrotar a los titanes. Titanes que van en busca de los pocos Ancianos supervivientes que vagan por la tierra.

–Siento que todo es culpa mía—dijo Tôya sentándose en el sofá junto a Fuyumi. –Estaba obsesionado con esos sueños.

–Debimos haberte escuchado antes—dijo Shôto que permanecía de pie.

–Lo que me preocupa ahora es el presentimiento que tengo y que me aprieta el corazón—dijo la peliblanca. –El presentimiento de que Tensei no va a volver.

–Claro que volverá—Tôya le dio la mano.

–¿Entonces qué está haciendo ahí arriba?¿Por qué no ha vuelto aún?

Tenya apareció, justo a tiempo para ver como los tres Todoroki se transformaban en dioses, con blancas túnicas griegas y todo. Lógicamente, se miraron entre ellos con asombro.

–¿Qué somos ahora? –Tôya tenía en la mano una lanza de reluciente plata.

–Dioses, ¿no es obvio? –comentó Tenya divertido.

–No llevo ropa interior—comentó Shoto. –Me incomoda.

–Ahora tenéis nuevos poderes. Mayores. Tôya, tú eres el dios de la guerra. Fuyumi, tú eres la diosa de la tierra y de sus elementos. Shôto, tú eres el dios del amor.

–El más cutre yo, claro. Como siempre.

–¿Pero cómo...?

–Ha sido Tensei—interrumpió Tenya a Fuyumi. –Él os ha dado esos poderes. La mayoría de los Ancianos han muerto, y se os necesita para derrotar a los titanes. No había otra opción. Oíd, en el futuro del que vengo asesinaron a los Ancianos, por eso vine a evitarlo. Con esos poderes los derrotaréis.

–¿Por qué no dejáis de parlotear aquí? Intento que el crío se duerma... ¿A qué viene esa ropa? –Katsuki llegó y se detuvo en la puerta.

Shôto se lanzó a sus brazos.

–Te quiero, Katsuki. Te quiero muchísimo. Muchísimo. Muchísimo—dijo besándole una y otra vez en los labios.

–¿Por qué siempre que te pones así de cariñoso, nos pilla en medio de algún desastre contra la humanidad? –preguntó abrazando al otro y sujetándole los glúteos aprovechando que aquella ropa era muy fina.

–Por favor, dejad el coito para después—dijo Tôya mirando a otro lado.

–Sí, acabemos con los titanes para que Tensei pueda volver—dijo Fuyumi.

–¡Mi bebé!¡Voy a ver a mi amorcito! –gritó Shôto y salió corriendo escaleras arriba.

Masaru estaba en la cuna, entretenido mirando el colorido móvil de animalitos de peluche que daba vueltas sobre su cabeza. Shôto lo cogió en brazos.

–Amor mío...

–Shôto, te necesitamos abajo—comentó Tenya entrando en la habitación. –Tenéis que salir en busca de los titanes. Sino, la historia se repetirá.

–No hay nada más importante que mí familia—musitó el otro acunando a su bebé.

–Pues escucha, en el mundo donde crecí las familias apenas existían. Yo casi no pude conocer a la mía. Así que ponte las pilas si no quieres perderla—comentó Tenya nervioso. –Usad vuestros poderes de dioses. Salvad al mundo esta vez de irse al infierno.

–De acuerdo. Tranquilo—dijo dejando al niño de nuevo en la cuna y saliendo de la habitación.

Tenya se acercó al bebé, que automáticamente creó una barrera mágica para protegerse.

–Tranquilo; con el tiempo confiarás en mi—dijo el peliazul sonriendo y mirando al bebé. –Todos confiarán en mi.

Shôto llegó al piso inferior y vio que Tôya estaba jugando con la lanza. Fuyumi estaba hecha un ovillo en el sofá, deprimida. Y escuchaba a Katsuki en la cocina.

–No puedo creer que Tensei me abandonara—dijo su hermana y no pasó ni un segundo, cuando el mencionado apareció.

–No te he abandonado—dijo el peliazul que llevaba una extraña túnica dorada.

Fuyumi corrió a abrazarlo.

–¿No oías mis llamadas?

–Sí, pero estaba tratando de salvar a los Ancianos que sobrevivieron. Les escondí. Y luego tuve que huir de los titanes.

Ella le acarició la mejilla. –Menos mal que estás bien.

–Llegas justo a tiempo. Siendo el dios de la guerra, tengo millones de estrategias en la cabeza. Ayúdanos a elegir una para luchar contra los titanes—dijo Tôya. Shôto le tomó del rostro y le besó en la mejilla.

–No necesitáis mi ayuda—dijo Tensei. –Sois la mayor fuerza del bien que conozco y por eso os di esos poderes de un dios. Tôya, tú sabes dónde hallar el poder para vencer a los titanes. Sólo debes concentrarte.

El pelirrojo se quedó pensativo unos instantes. –Tenemos que proclamarnos dioses. Como los de la antigüedad. Hacer nuestros estos poderes.

–Pero los del pasado perdieron su humanidad—dijo Shôto.

–Vosotros sois distintos. Sois los Todoroki—siguió el peliazul. –No os di nada con lo que no pudierais. Shôto, tú te aferraste a un amor oscuro y lo convertiste en luz, por eso eres el dios del amor.

–No lo había visto así—admitió el bicolor conmovido.

–Tôya, tú eres el dios de la guerra porque te consume el adquirir poder, pero nunca has dejado que el poder te consumiera. Y tú Fuyumi... ¿Te sorprende que te convirtiera en la diosa tierra? Eres todo lo que hay de bueno y bello en el mundo.

–¿Tienes tanta fe en nosotros? –preguntó ella emocionada.

–No necesitas preguntarlo. Vuestro poder deriva de vuestras emociones. Shôto, la premonición que tuviste antes, la que te hirió. Tu poder se ha fortalecido. Ahora eres capaz de sentir lo mismo que aquellos que ves. Se llama premonición astral. Tus sentimientos y tus poderes están más ligados aún de lo que piensas. Ahonda en tu interior. Ahondad en vosotros. Todo lo que os motive os hará ganar esta batalla si lo canalizáis en poder—dijo Tensei y en cuanto terminó su discurso, su piel se iluminó y se miró las manos sorprendido. –¿Qué me está pasando?

–Algo asombroso—dijo Tenya entrando por la puerta. –Has sido elegido.

–¿Para ser un Anciano? –preguntó Fuyumi asustada.

–El mundo necesita fuentes del bien que velen por el. ¿Conocéis una fuente de pura bondad mayor que Tensei? –siguió el chico de gafas.

–Pero Tensei vive en la tierra. Y tiene familia. Tensei dile que no eres uno de ellos... –pidió suplicante la chica.

–No creo que pueda—dijo él.

De pronto aparecieron los titanes y comenzaron a atacarles. Y lucharon hasta que Fuyumi se interpuso en sus ataques, abrió el suelo y les hizo caer al interior de la tierra. Ahora sí, devolvieron los poderes de los dioses a Tensei, que los guardó en un recipiente mágico.

Todos se marcharon del salón y dejaron solo al matrimonio.

–¿Vas a irte con ellos? –preguntó Fuyumi compungida.

–No tengo elección.

–¿Y yo tengo que quedarme mirando como te marchas sin hacer nada?

–Sabes que te elegiría a ti, Fuyumi. Siempre lo he hecho—dijo tomándola de las manos.

–Entonces elígeme y quédate aquí, en tu casa.

–¿Crees que no lo deseo?

–No lo sé, y eso es lo que me da más miedo—reconoció la peliblanca.

–Los Ancianos se equivocaron con nosotros. No creían que nuestro amor pudiese perdurar, pero lo hizo. Nuestro amor ha trascendido, Fuyumi, por eso me he convertido en uno de los mayores. Me ha elevado tan alto que convertirme en Anciano era el único resultado posible. Esto no era mi destino, pero lo he conseguido gracias a ti.

–No quiero rendirme, Tensei. No sé cómo hacerlo—dijo llorando.

–No puedes luchar contra esto—dijo él quitándole las lágrimas de las mejillas con los dedos.

Ella le abrazó con fuerza. –¿Volveré a verte alguna vez?

–No lo sé, pero siempre estaré velando por ti...y te ayudaré a encontrar paz. Ahora tengo el poder de quitarte el sufrimiento.

–Pero no puedes hacer que te olvide.

Se besaron de forma dulce y Fuyumi se fue corriendo al piso superior.

–Tenya—dijo Tensei y el chico orbitó al salón.

–¿Ya has decidido qué hacer conmigo? –preguntó acomodándose las gafas.

–Los demás Ancianos están de acuerdo en que no puedes regresar al futuro.

–Ya lo imaginaba. Ha cambiado el curso del tiempo, así que no tengo donde volver. ¿Qué voy a hacer ahora?

–Han decidido que ocupes mi puesto. Que seas el luz blanca de los Todoroki.

–¿En serio? –preguntó asombrado.

–En recompensa por ayudarles a derrotar a los titanes. Aunque supuse que lo sabías. ¿No era tu plan desde el principio?

–No sé de qué hablas.

–Cuida bien de ellos, Tenya. Estaré vigilándote—dijo antes de desaparecer.

Continuará...


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