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por Rukkiaa

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25. El mal nunca triunfará

 

Tenya Iida nació un par de semanas después, mientras continuaban intentando encontrar al demonio Stain.

Se les estaba haciendo complicado, porque parecía que no permanecía demasiado tiempo en el mismo sitio. Como si supiera de antemano que iban a por él. Seguramente, porque en alguna de sus incursiones secretas a la casa para hablar con Masaru, les había escuchado haciendo planes en su contra. O eso es lo que se suponían.

Y no andaban desencaminados. Stain había tenido que cambiar sus planes después de descubrir que conocían sus intenciones. Su idea en un principio era que Masaru se pasara al lado demoníaco, pero ahora que lo habían descubierto, cambió de objetivo. Uno que le pareció incluso mejor. El niño no era necesario, siempre y cuando, pudiera arrebatarle los poderes y quedárselos para él. De ese modo, sí que sería imparable. Y ni los Todoroki con su poder de tres podrían derrotarlo.

Todos dormían esa noche. El brazo de Kirishima colgaba por un lado de la hamaca, y la baba le caía por la barbilla mientras roncaba a pierna suelta. Masaru también estaba dormido en la cuna, completamente ajeno a lo que estaba por suceder.

Stain se apareció en la habitación y despertó al niño.

–Hola, Masaru... He vuelto—dijo en voz baja. Cogió al niño en brazos, que se dejaba hacer porque lo conocía de verlo en otras ocasiones y ya no le generaba desconfianza. –Hoy vamos a ir a un sitio muy especial. ¿Conoces el inframundo?¿Lo has visitado alguna vez? Es un lugar muy divertido. Te encantará. Naciste para estar allí...

Y se desapareció con Masaru. Apareciendo en una caverna, con un atril y un libro encima.

–Este es el Grimorio. Es como vuestro libro de las sombras, pero mejor. Está lleno de magia oscura—dijo pasando las páginas con la única mano que tenía libre. –Gracias a este libro, podrás ayudarme.

–¡Masaru! –Shôto despertó de una horrible pesadilla y un sudor frío empapaba su cuerpo.

–¿Qué pasa? –preguntó Katsuki adormilado. El otro no le respondió, salió corriendo por el pasillo hasta la habitación del niño y encendió la luz.

–¡Masaru! –del susto, Kirishima se cayó de la hamaca y dio de bruces contra el suelo.

–¿Qué está pasando? –dijo el pelirrojo dragón recuperándose del golpe.

–¡¿Dónde está?! –Shôto, alterado, sujetaba la mantita con la que había tapado al niño para dormir.

–No lo sé... ¿En vuestra habitación? –dijo Kirishima asustado.

–Tranquilo. Si está en esta casa, lo encontraré—dijo el rubio desde la puerta y desapareció. El bicolor se dejó caer de rodillas al suelo y se llevó la mano al pecho.

–No está aquí... Algo me dice que no está aquí.

–¿Qué estás haciendo con mi pequeño Masaru? –preguntó Mitsuki a Stain. Apareciendo a su espalda.

–Sólo necesito su ayuda. Lo devolveré a su casa pronto—mintió el demonio sin nariz; ignorándola. Centrado en el Grimorio.

–¡Masaru! –gritó la rubia, y el niño apareció en sus brazos.

–¡Devuélvemelo!¡Esto no te incumbe! –gruñó furioso Stain.

–Me incumbe, porque es mi nieto—dijo y desapareció.

Stain entonces sacó su katana, furioso. Dispuesto a encontrar a la mujer demonio y acabar con su molesta vida.

Mitsuki corría por el inframundo sosteniendo al niño contra su pecho. –Tengo que sacarte de aquí... –musitó aterrorizada. El poder de Stain no le era desconocido. Y para colmo, algunos de sus secuaces se cruzaron en su camino. La rubia no tuvo más remedio que luchar, lanzando bolas de fuego a diestro y siniestro. Dejando al niño en el suelo junto a ella. Sin embargo, los enemigos no dejaban de llegar de todas partes. Rodeándola.

No tardó mucho en verse sobrepasada por la situación. Agotada. Herida. Temiendo por su vida y por la de Masaru. Hasta que de repente, todos cuanto los rodeaban desaparecieron envueltos en llamas. Cuando se recuperó de la impresión, se dio cuenta de que su nieto era el que había exterminado a todos aquellos demonios a la vez y la miraba sonriente desde el suelo.

–Eres increíble, pequeño mío.

–¡Masaru! –La voz de Shôto les llamó la atención. Y vieron aparecer al bicolor, nervioso. El niño alzó los brazos hacia él y se dejó coger. Aunque no era Shôto. Stain mostró su verdadera apariencia y apuñaló con la katana a Mitsuki antes de que esta pudiera arrebatarle el niño de las manos. –Te has metido con el demonio equivocado—dijo antes de desaparecer nuevamente.

–No está aquí—dijo Katsuki alterado. Ya todos en la casa estaban despiertos y preocupados.

–Se lo ha llevado. Se lo ha llevado Stain—dijo Shôto convencido. Continuaba de rodillas en el suelo del dormitorio del niño, con la mantita en la mano.

–¿Por qué iba a hacerlo? Se supone que viene a comerle la cabeza. El Masaru del futuro no nos contó nada de un secuestro—dijo Tôya.

–Pues ha cambiado de planes. ¿Dónde va a estar si no? –comentó Shôto a punto de llorar. –Masaru no se desaparece fuera de la casa. Utiliza los poderes aquí dentro. Sabe que fuera no puede ir. Y menos solo. Además, mi corazón me lo dice. Él lo tiene y le va a hacer daño.

–Si se lo ha llevado... Lo mataré con mis propias manos... –dijo el rubio. Entonces, de repente, escucharon un fuerte ruido en el piso inferior y bajaron corriendo las escaleras hasta el salón.

Mitsuki estaba junto a una estantería y había hecho caer los libros y las figuras que había en el. Sosteniéndose para no caer por la debilidad que le causaban sus heridas.

–Mitsuki... –Shôto corrió a sujetarla, y la hizo tumbarse en el sofá.

–Stain tiene a Masaru... –dijo ella con dificultad. Tensei no había tardado en inclinarse sobre ella para tratar inútilmente de curarla.

–¿Le ha hecho daño? –preguntó el bicolor con el corazón en un puño.

–Aún no... Lo necesita—miró entonces a su hijo. –Está con el Grimorio. Creo que quiere quitarle sus poderes.

–Hay que darse prisa—dijo el rubio.

–¿Tú sabes dónde está ese Grimorio? –preguntó el bicolor a su marido sintiendo el coraje y el valor de enfrentarse a quién fuera en ese momento.

–Sí.

–Y ya tenemos listo el hechizo para matar a Stain gracias a la advertencia del Masaru del futuro—dijo Tôya.

Fuyumi pasó al bebé Tenya a los brazos de Tomura.

–¿Pues a qué estamos esperando? –cuestionó la peliblanca poniendo los brazos en jarras.

Katsuki tomó de la mano a Shôto, que a su vez daba la mano a su hermana, y esta a su hermanastro. Haciendo así, que todos se aparecieran en el inframundo.

–Tened cuidado con Stain—advirtió Katsuki. –Si ya le ha quitado los poderes a Masaru, puede que no tengamos oportunidad de...

El demonio de largos cabellos continuaba delante del libro y con el niño en brazos que lloraba a pleno pulmón.

–Cállate—dijo Stain como si escupiera la palabra con desprecio.

–¡Masaru! –gritó Tôya y el niño orbitó hasta sus brazos. Entonces lo pasó a los de Shôto, que lo abrazó con fuerza y dejó de llorar.

Stain no se movió. Aún dándoles la espalda. Enfadado, cerró la mano en un puño que pronto se vio cubierto de una poderosa bola de energía oscura.

–Digamos el hechizo... –Fuyumi sacó un pequeño papel de su bolsillo dispuesta a leerlo de inmediato junto a sus hermanos; sin embargo, todo eso se vio interrumpido con lo que ocurrió.

Stain se volteó deprisa, y la bola de energía que tenía en la mano fue a parar al rostro de Shôto, lanzándole hacia detrás varios metros. Masaru, que había estado entre sus brazos, salió por los aires también, pero se desapareció antes de darse de bruces con la pared rocosa. Katsuki ipso facto mutó su cuerpo al demoníaco, y se enfrentó a golpes con el otro intentando esquivar los incesantes movimientos de la katana.

–¡Shôto! –Tôya se inclinó sobre su hermano para intentar curarlo, pero éste permanecía inconsciente y con parte del lado izquierdo del rostro sangrando profusamente. Masaru también se materializó junto a su cuerpo y le tocó una de sus manos inertes.

Escuchaban a Katsuki pelear sin descanso contra Stain. Y gritándole infinidad de insultos a voces tan estridentes que podrían haberles hecho estallar los tímpanos. Fuyumi, a la desesperada, comenzó a recitar el hechizo aún sola, lo cual no tenía ningún efecto.

Masaru entonces rompió a llorar de nuevo de un modo desolador. Las lágrimas empaparon su pequeño rostro y ni él mismo podía secarlas con el dorso de sus manitas.

–¡Muere! –oyeron gritar a Katsuki en cólera.

Y Stain se convirtió en cenizas..

El rubio se quedó petrificado por lo inesperado de lo ocurrido. Stain había conseguido esquivar su último ataque, así que no había motivos para que hubiera muerto. ¿Acaso era una trampa?¿Se materializaría ahora y le atacaría por sorpresa?

–Bakugô... –llamó Tôya haciendo que mirase en dirección a su familia. Y allí estaba el niño. Con la piel tan oscura como la suya. Junto al cuerpo del bicolor. Ya no lloraba y permanecía con la mano en alto. En dirección hacia donde segundos antes, había estado Stain.

En cuanto los ojos de Katsuki se encontraron con los suyos, el niño volvió a mostrar su aspecto humano.

Corrió junto a Shôto y lo cogió en brazos.

–Aquí no puedes curarle... –dijo al pelirrojo viendo la gravedad de la herida. –Cuanto más tiempo paséis en el inframundo, éste lugar se irá alimentando más de vuestra magia buena. Debe ser algún hechizo que hizo Stain. Sacado del Grimorio.

–Grimorio que nos llevaremos para destruirlo—dijo Fuyumi cogiendo el libro antes de que todos desaparecieran de allí y aparecieran en el salón de la casa.

Mitsuki se levantó del sofá en cuanto vio el rostro de Shôto.

–Destruye el Grimorio—le ordenó el rubio a su madre, mientras dejaba que Tensei se ocupase de Shôto. El niño sollozaba en brazos de Tôya y se lo pasó a Kirishima que lo acunó inútilmente porque no había forma de que parase de llorar.

Las manos de Tensei se iluminaron sobre la piel del bicolor, y cerró la herida. Aunque no pudo curarla del todo, y una especie de quemadura cubría parte de su rostro. –No puedo hacer más... –indicó el peliazul desconcertado.

–Stain era un demonio muy poderoso y le hirió en el inframundo—aclaró Katsuki, pero algo más tranquilo. La respiración de Shôto era regular y parecía perfectamente estable. Y no pasó demasiado para que abriera los ojos.

–Masaru... –musitó incorporándose. Tôya estaba con Mitsuki, y Tensei también. Uniendo magias para poder curar por completo a la mujer demonio.

El niño se le enganchó del cuello como un koala en cuanto Kirishima se lo entregó.

–¿Y Stain? –preguntó el bicolor confuso. Lo último que recordaba era estar en el inframundo. Katsuki se sentó a su lado.

–Masaru lo exterminó—dijo notoriamente orgulloso. El niño le miró sonriente, con hoyuelos en las mejillas y él le revolvió el cabello con la mano.

–Ha devuelto el equilibrio—dijo Mitsuki completamente recuperada. –Stain había sembrado el terror entre los de su especie. Ahora no hay nadie que pretenda reclamar ningún título. All For One ya no existe. Y Stain tampoco. Este niño ha dejado muy claro lo que le espera al mal si se mete con los Todoroki—le guiñó el ojo a Masaru, que continuaba la mar de feliz en los brazos de su padre.

Fuyumi también tenía a su bebé con ella. –Y le habremos cambiado todavía más el futuro a nuestros hijos...

–Libro de las sombras—dijo Tôya y el libro apareció en la palma de su mano. –Voy a apuntar todo lo que hemos aprendido para las futuras generaciones... Así llegado el momento, se lo podremos pasar a ellos –Tomura le pasó un bolígrafo y tomó asiento.

–Me parece una buena idea—comentó Shôto. Katsuki le acarició la mejilla izquierda, tocando la quemadura que por suerte parecía no dolerle.

–Te sienta bien...

–¿El qué?

–Estar vivo. –Entonces miró a su hijo y le guiñó el ojo. –Buen trabajo.

Después de eso, Mitsuki volvió al inframundo y destruyó el Grimorio. Muchos demonios se enfadaron. Hubo luchas. Muertes. Pero al final, el orden se estableció de algún modo.

El apellido Todoroki causaba temor entre los seres de oscuridad, y un sentimiento de seguridad entre los seres de luz. Y en cierta manera, todo eso ayudó a que pudieran llevar una vida relativamente normal.

Fuyumi y Tensei continuaron casados y felices dentro de la casa familiar; viendo como su pequeño niño se convertía en un poderoso luz blanca. Un Tenya que mostró tener una gran sed de conocimientos y cuyo sueño llegó a ser convertirse en profesor de la escuela de magia. Fuyumi consiguió que su restaurante, el T³, llegara incluso a importantes publicaciones de prensa escrita y medios digitales; y Tensei, como Anciano, se dedicó en cuerpo y alma a mejorar y adaptar las leyes mágicas para los tiempos modernos que vivían.

Tôya y Tomura nunca se casaron. Tôya cumplió su palabra de que nunca lo haría y el peliceleste compartía esa opinión. Ambos se mudaron a un apartamento más íntimo y continuaron con sus empleos, pero el pelirrojo, también le había cogido el gustillo a eso de ser luz blanca de futuras brujas y brujos a los que ayudaba y enseñaba todo lo que había aprendido. Sumado a que había conseguido sin discusión el mayor de los Todoroki, el haberse convertido en el tío más molón de todos.

Katsuki, Shôto, Masaru, Kirishima y Sansa también buscaron más intimidad. Un ático moderno en pleno centro de la ciudad más acorde con su estilo de vida. Katsuki continuó siendo abogado, ayudando a familias con problemas, y Shôto, por supuesto, no dejaba su consulta psicológica. Ambos igual de enamorados que el primer día aún sin manifestarlo con palabras. Lidiando con los posesivos celos de Katsuki y con las criaturas sobrenaturales que continuaban cruzándose en su camino. Masaru creció feliz, y bondadoso. Un alumno modélico de la escuela de magia. Un jovencito que distinguía a la perfección el bien del mal y utilizaba sus poderes en consecuencia. Inseparable de su primo Tenya incluso cuando les tocó ir a la universidad.

Tal parecía que el haber descubierto el libro de las sombras aquella noche en el desván, había cambiado la vida de todos indiscutiblemente para mejor.

Fin


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