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por Rukkiaa

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5. Katsuki Bakugô

 

–Ya hace un mes que Fuyumi se fue con Tensei a conocer a los Ancianos esos. ¿Qué pasa si no vuelve? Tú y yo solos contra los enemigos no es nada sencillo...

–Volverá—dijo Shôto desayunando un tazón de cereales, sentado a su lado. –Nunca nos abandonaría. Ni Tensei tampoco.

–¿Entonces por qué no ha contactado? Debe saber que estamos preocupados por ella. Y que la maldad del mundo no se detiene mientras ella está de vacaciones con su novio luminoso.

El bicolor se quedó pensativo unos instantes, con la cuchara en alto antes de llevársela a la boca.

–Tienes razón. Me preocupa que no haya vuelto todavía. En concreto, me preocupa que no la hayan dejado volver. No conocemos a esos Ancianos y quizás estén muy enfadados por su relación con Tensei.

De pronto sonó el teléfono del peliblanco. Se trataba de un número desconocido para el.

Mi nombre es Naomasa Tsukauchi, soy detective de policía. Sé lo que sois y necesito vuestra ayuda—dijo alguien al otro lado de la línea telefónica.

Natsuo abrió los ojos de par en par y miró a su hermano, incrédulo.

Ha aparecido un símbolo demoníaco en varias víctimas de asesinato. Sé que vosotros podréis ayudarme a evitar que sea lo que sea eso, siga matando.

No pasó mucho rato para que el detective; un hombre de cabellos y ojos negros, se presentara en la puerta de su casa; ni tampoco para que tomara asiento con ellos en el salón.

–Es un triángulo invertido—dijo Natsuo mirando la fotografía de uno de los fallecidos con dicha marca en la frente.

–A mí me parece una runa—aportó Shôto ojeando el libro de las sombras.

El peliblanco, aprovechando que su hermano menor se ocupaba de la búsqueda, se dirigió al detective.

–¿Cómo supo de nuestra existencia?

–Conocí a vuestra abuela. Ella me habló de vosotros hace tiempo. Y me aseguró que si alguna vez necesitaba ayuda, sólo tendría que pedírosla. Aunque no os la habría pedido si no estuviéramos desesperados.

–Nos gusta ayudar.

–Lo sé. ¿Por qué creéis que la policía os ha dejado al margen todo este tiempo a pesar de que había algunos casos extremadamente raros? Alguien debía ocuparse de los expedientes, sobre todo, cuando el sospechoso se había evaporado en forma de humo u explotando.

–¿Tú nos cubres?... Vaya, no sé qué decir...

–Almas—interrumpió el bicolor. –Ese símbolo significa que el alma de ese cuerpo ha sido robada. Me temo detective, que ahora este caso es cosa nuestra. Si se topase con el asesino, podría acabar como esas personas de las fotografías.

Por fortuna, ambos se aventuraron en buscar a ese demonio, y lo mataron sin demasiada dificultad. Aunque llegaron demasiado tarde para una de sus víctimas.

–Esto es una mierda. Unos minutos antes... –Se quejó Natsuo. La ambulancia se llevaba a la chica muerta, mientras los policías se ocupaban del escenario del crimen.

–Es una lástima, es cierto, pero habéis salvado a más personas de caer en sus manos—comentó el detective, que a pesar de sus advertencias había ido con ellos. –Ahora tendréis que declarar como testigos.

–No podemos declarar. ¿Qué vamos a decir? –. Al menor de los Todoroki, eso no le gustaba en lo más mínimo.

–El demonio ha desparecido para siempre. Sólo tenéis que decir que huyó tras matar a esa joven. Calmaos. Nos queda la tranquilidad de que no volverá a atacar porque está muerto—dijo Naomasa con seguridad.

–Necesito hablar con ustedes...

Una voz masculina sonó a espaldas de Shôto, que tuvo que voltearse para ver quién se dirigía a ellos. Y entonces le vio.

Alto. Cuerpo atlético evidente aún bajo aquel oscuro traje formal. Cabellos de un rubio ceniza y desordenado en puntas. Rostro serio e intensos ojos rojos.

Sintió que el corazón comenzó a latirle de un modo frenético en el pecho, y dejó de prestar atención unos instantes a lo que fuera que les estuviera diciendo.

–Soy el fiscal de este distrito y me han asignado este caso. Mi nombre es Katsuki Bakugô—dijo y les mostró su identificación. –Me han indicado que ustedes son los testigos. ¿Alguno vio lo que pasó con claridad?

–Pues...

Shôto sin saber por qué, alzó levemente la mano derecha, interrumpiendo a su hermano mayor.

–Yo lo vi. El asesino utilizó un cuchillo ceremonial que usa...mucha gente loca.

–¿Y después de usar ese...cuchillo, huyó? –el rubio tomaba notas, aparentemente ensimismado. Por suerte para el bicolor, porque habría jurado que el trote de su desbocado corazón podía oírse por toda la calle.

–Tenía pinta de estar drogado. No sería extraño. Este callejón está junto a una discoteca. Seguro que no es la primera vez que pasa algo así en este lugar, ¿verdad? –intervino Natsuo.

Katsuki asintió y cerró su pequeño bloc de notas.

–No se preocupen. Ya tengo suficiente. Daremos con ese asesino. Sé lo que hago—dijo guiñándole un ojo a Shôto. Les dio la espalda y se fue hacia donde se encontraban el resto de los policías.

–Sólo te faltó decirle que se trataba de un demonio, ¿qué te pasa? –Natsuo se acercó a su hermano y le dio un golpe en el hombro.

–No lo sé... –sentía que le faltaba el aire. Le sudaban las palmas de las manos y las rodillas le temblaban.

El detective Tsukauchi les dejó volver a casa y Shôto seguía tan alterado como en la escena del crimen.

–Creo que estoy enfermo—dijo dejándose caer en el sofá. –Va a darme un ataque al corazón.

–Eso no es demasiado probable...

Un haz de luz azulada les interrumpió. Fuyumi y Tensei aparecieron de repente.

–Estoy harta—dijo la chica.

–Lo sé, pero son las reglas—intentaba calmar el chico.

–Sus reglas. Y las odio, son injustas. Tendrás que hacer algo.

–Fuyu...

Ella agitó las manos y lo paralizó.

–Me voy al restaurante—dijo la peliblanca. –No se lo digáis—y sin esperar respuesta de sus hermanos, se marchó.

Segundos después, Tensei se descongeló.

–...tenemos que hablar de esto.

–Se ha ido—aclaró Natsuo al ver al otro desconcertado. –Y te necesitamos aquí. Shôto tiene un ataque de histeria.

–No es eso. Me va a dar un infarto—dijo convencido, respirando agitado y visiblemente nervioso.

Tensei se le acercó y le tocó el pecho por encima de la camisa.

–Estás bien. En todo caso... Un ataque de ansiedad. Quizás. No es nada demoníaco, así que no puedo ayudarte. Tampoco te mueres, tranquilo—dijo y desapareció.

–¿Ansiedad?¿Por qué? Matamos al demonio ese de las runas—preguntó Natsuo confuso.

–Creo que por mentir. Mentí al fiscal. Soy un delincuente—dijo Shôto que poco a poco se iba tranquilizando.

–Era una mentira necesaria. Y... voy a dejarte solo, ¿estarás bien?. Voy a ver a nuestra hermana para que me cuente qué demonios ha estado haciendo todo este mes.

Cuando llegó al T³, Fuyumi estaba en la cocina, junto a su ayudante.

–¿Me lo vas a contar? –preguntó Natsuo asomando la cabeza por encima de su hombro.

–¿El qué? –ella estaba tan pendiente del risotto que estaba cocinando, que ni le miró.

–Lo que has hecho durante este mes.

Ahora sí lo miró.

–¿Qué mes? Llevo fuera un día.

–No, que va. Llevas fuera un mes. Shôto y yo nos hemos ocupado de echar un vistazo a este lugar. Por cierto, has contratado a buena gente. Son de fiar.

–Será que el tiempo pasa a un ritmo distinto ahí arriba... –comentó la chica asombrada.

–Estábamos preocupados por ti. Pensaba que nos habías abandonado.

–Eso es ridículo, yo nunca os abandonaría—dijo ella dándole un abrazo conmovida. –Si hubiera sabido que llevaba fuera tanto tiempo os habría llamado y os habría hecho saber que estaba bien.

–¿Y por qué no lo hizo Tensei?

–Tensei estuvo peleando con demonios propios—dijo resignada. –Fue horrible. Nos dijeron que teníamos que dejar de vernos. Sino le trasladarían y no volveríamos a vernos más.

–Encontraréis una solución—Natsuo le acarició el hombro al ver su triste mirada. –Tensei nunca te dejaría ir. Tú lo sabes.

–Pero, ¿y si no tiene elección?

Shôto continuaba en el sofá, tranquilo por fin y con la televisión puesta. Viendo entretenido un programa musical. Hasta que sonó el timbre y tuvo que levantarse a abrir la puerta.

El rubio de ojos escarlata que había agitado su alma rato atrás, ahora estaba en la entrada.

–Katsuki... –volvió a sentir que el corazón de daba volteretas.

–Hola.

–¿Cómo me has encontrado? Digo, la casa. Nuestra casa. La casa de mis hermanos.

–Sé lo que hago. Y he venido aquí para ver si puedes ayudarme—relajado, se apoyó en el marco de la puerta.

–¿Cómo?

–No lo sé. Dímelo tú—Shôto le miró con cara de no entender nada en absoluto, y el rubio dio un par de pasos en su dirección. –Tengo instinto. Siento cosas de la gente; cosas que tal vez no quieran que sepa.

–¿Y qué sientes acerca de mi? –no pudo evitar preguntar, nervioso.

–Que estás luchando con la verdad. Una verdad que quizás me ayudaría a encontrar al asesino que se escapó. Eres una buena persona que quiere hacer lo correcto, pero por alguna razón no puedes.

Shôto miró al suelo, como si fuera lo más interesante que había visto en su vida. Y el otro pareció captar que no sacaría información. Al menos, no en ese momento.

–Si se te ocurre algo...—dijo tendiéndole su tarjeta y metiéndola en el bolsillo del pecho de su camisa. –Llámame. Ése es mi número.

Cuando Shôto cerró la puerta, sacó la tarjeta de su bolsillo. Sin embargo, en cuanto la tocó, tuvo una de sus visiones.

Se apresuró en ir al restaurante y allí vio a sus hermanos sentados a una mesa poniéndose al día.

No tardó en sentarse con ellos.

–Tuve una premonición. Vi a otro demonio haciendo la runa esa en la frente de Katsuki—fue lo que dijo a modo de saludo.

–¿Viste en qué lugar de la ciudad? –preguntó Natsuo con interés.

–En el aparcamiento de la comisaría de policía.

–¿Quién es Katsuki? –cuestionó Fuyumi.

–Eso quiere decir que hay más de un demonio de esos roba almas—comentó el bicolor. Le había asustado esa visión más de lo que quería reconocer. –Y que Katsuki está en grave peligro.

–De acuerdo. Pues toca trabajar—Natsuo se puso en pie y dio una palmada.

Katsuki salió de la comisaría directo a su coche en el parking, cuando sintió una presencia. Entonces un demonio le atacó por la espalda, pero los chicos Todoroki llegaron justo a tiempo para evitar que le pusiera la dichosa runa en la frente.

Shôto fue el primero en bajarse del coche dispuesto a patearle el trasero. Aunque cuando iba a ponerse en posición de lucha, por alguna razón, su cuerpo se elevó en el aire. Distracción que Natsuo aprovechó para acabar con el demonio y Shôto cayó al suelo.

–¡Un poder activo! –gritó Shôto todavía recuperándose de la caída y de la impresión.

Cuando Natsuo le ayudó a levantarse, recordó a la víctima a la que habían ido a rescatar y se inclinó sobre Bakugô.

–Katsuki...

–Shôto...–musitó el otro sin siquiera abrir los ojos, antes de incorporarse. –¿Qué haces aquí?

–Llegué de casualidad. Pillamos a un atracador que te noqueó. No te ha robado nada, ¿cierto? Se marchó con el rabo entre las piernas.

–¿Qué clase de ladrón roba a alguien en el parking de una comisaría de policía?

Fuyumi llegó a casa y vio a Tensei en el salón.

–Fuyu... He estado pensando mucho sobre nuestra situación. Creo que he hallado una solución. Una forma de seguir los dos juntos sin que importe lo que ellos digan. –Tensei, visiblemente nervioso, hincó una rodilla en el suelo y tomó a la chica de la mano izquierda. –¿Quieres casarte conmigo?

–Nos matarán si se enteran de esto—dijo Fuyumi asustada.

–Deja que me explique—ella se había alejado de él, así que no le quedó otra que seguirla. –Si nos casamos, será una unión sagrada. Algo que ni mis jefes podrán romper.

–No lo entiendo—dijo cruzada de brazos.

–Es muy difícil de explicar. Ni siquiera yo entiendo bien cómo funciona. Pero sé que hay distintos niveles ahí arriba. Una jerarquía. Lo que intento decir es que una unión sagrada está por encima de ellos. Sería como presentar un desenlace a los jefes de mis jefes. La única pega es que tendríamos que casarnos en secreto, podrían hacernos daño si se enterasen antes. Así que tendríamos que guardar silencio.

–Fugarnos.

–Sí.

–Para que ellos no se enteren.

–Exacto... Detestas la idea.

–No es exactamente mí sueño de una boda. ¿Cómo sabemos que ellos no lo saben ya?¿Cómo sabemos que no están escuchándonos ahora?

–No están escuchando. Créeme. Ellos no hacen eso.

–¿Entonces por qué tiene que ser un secreto?

–Porque si ellos llegasen a averiguarlo... –se silenció, porque ambos sabían la continuación de esa frase.

–El matrimonio no debería ser la solución a un problema. Tiene que ser por amor entre dos personas que se aman tanto que quieren pasar el resto de su vida juntos.

–Eso es lo que quiero—él la tomó de las manos, con cariño.

–Pero no es por eso por lo que me lo pides. Es un arreglo, me parece, pero no es por nosotros, ni por amor. Ni siquiera estamos preparados para casarnos.

–Se me ocurrió esta idea porque los dos nos amamos. Se trata de nuestro amor. Estamos destinados a estar juntos, Fuyumi, tú lo sabes.

Fuyumi le miró emocionada. –Tienes mucha razón. En todo. Sí, quiero casarme contigo—dijo y el chico la alzó entre sus brazos.

–¡Es por Katsuki! –Natsuo y Shôto llegaron en ese instante, interrumpiendo a la pareja. –Tu ataque histérico de antes, es por ese tipo. Se te cae la baba por el fiscal.

El bicolor le miró ofendido –¡Eso no es...! No puedo negarlo. Le veo y mi corazón empieza a bailar como en Moulin Rouge.

–Sabía que eras gay. Y con esa referencia me lo confirmas, hermanito. ¿Ves como sí existen los flechazos?

Llegaron al salón y contemplaron la escena.

–¿Qué está pasando aquí? –cuestionó el peliblanco.

Cuando todos brindaron por la feliz noticia de Fuyumi y Tensei acordaron no hablar del tema para evitar que los Ancianos los descubriesen. Así que les tocaba organizar una boda secreta que ni siquiera podrían celebrar.

Continuará...


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