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por Rukkiaa

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2. Chico para todo

 

–¡Necesitamos un fontanero! –chilló Natsuo desde la cocina.

Fuyumi y Shôto llegaron corriendo justo a tiempo para ver a su hermano empapado de los pies a la cabeza, con los brazos estirados intentando llegar a la fuga de agua a chorros que salía del fregadero.

La peliblanca agitó las manos y detuvo el tiempo, haciendo que su hermano pudiera apartarse por fin de aquella fuente improvisada.

–Se ve que tu poder no afecta a los brujos—apreció Shôto.

–¿Alguno sabe si en el libro de las sombras viene un hechizo para reparar esta ruina de casa? –Natsuo se quitó la camiseta y la retorció.

–Por lo pronto, cortaré el suministro. Luego llamaré a alguien—dijo el bicolor.

–Usar el libro para reparar la casa de la abuela... ¿No es usar la magia para beneficio personal? –comentó la chica.

–Tienes razón. Haría aparecer un jacuzzi en el cuarto de baño—dijo el mayor antes de desaparecer por las escaleras.

Cinco minutos después, Shôto colgó el teléfono y Natsuo volvió a la planta inferior con ropa seca encima.

–Según Google, ese ''Chico para todo'' es eficiente; aunque yo habría preferido a Super Mario. Vendrá mañana por la mañana. Hasta entonces, no podremos usar los grifos.

–Lo siento por vosotros. Yo ya me he duchado—dijo el mayor sonriendo. –¿Y llamaste a alguien que se hace llamar ''Chico para todo''? …¿Repara cosas o es un gigoló?

El rostro de Fuyumi se puso rojo como un tomate–¡Shôto!

–No sabía que lo de ''Chico para todo'' podía significar eso... –se mostró pensativo unos instantes, pero no parecía para nada igual de afectado que su hermana. –Dijo que dejásemos cortada el agua. Evidentemente no vendrá con intenciones sexuales.

El ''Chico para todo'' apareció a la mañana siguiente tal y como había dicho. Se trataba de un joven alto, de cabello corto azul oscuro y los ojos del mismo tono, además de unas curiosas cejas que parecían flechas apuntando a derecha e izquierda.

–Usted debe ser el ''Chico para todo'' –dijo Shôto invitándolo a pasar con un gesto de la mano.

–Mi nombre es Tensei Iida, pero pueden llamarme Tensei.

–Yo soy Shôto, y esos de ahí...—dijo señalando esta vez a sus dos hermanos, de pie cerca de la entrada. –Son mis hermanos Fuyumi y Natsuo. Él es el que se cargó el grifo.

–No me lo cargué. Llevaba dando problemas un tiempo. Yo no tengo la culpa de que reventara justo en mis narices—se defendió el otro rascándose la cabeza avergonzado.

Tensei los saludó con una leve inclinación y miró a su alrededor.

–La casa es antigua, ¿verdad? –apreció. En las manos llevaba una caja de herramientas de color rojo.

–Tiene un mogollón de años—confirmó el mayor de los Todoroki. –Ven, te la enseño. Seguramente tendrás que arreglar más cosas en un futuro inmediato—y con confianza le pasó la mano sobre los hombros y lo adentró en la cocina.

Shôto se dio cuenta entonces de que su hermana continuaba estática. Tal cual la había visto cuando la presentó al recién llegado. Con un ligero rubor en las mejillas y mirando al espacio vacío que Tensei había dejado al marcharse con Natsuo.

–Fuyu...¿Estás bien?

La chica asintió como si fuera un gesto meramente automático y salió corriendo escaleras arriba.

Poco después se atrevió a bajar a la cocina. Natsuo mantenía una animada conversación con Tensei, aunque era el Todoroki el único que hablaba sin parar. Sentado sobre su acostumbrado taburete, mientras el otro chico continuaba reparando el fregadero.

–¿Tienes hambre, Iida? –preguntó con el rostro ruborizado desde el marco de la puerta.

–¡Fuyu, llegas justo a tiempo! –Natsuo se bajó de un salto del taburete, entusiasmado. –Dile que sí, Tensei. Fuyumi es la mejor cocinera del mundo. Es como una madre que sabe hacer todas tus comidas favoritas.

Tensei le sonrió amable, pero la chica, sonrojada hasta el cuello apenas pudo articular las palabras.

–Sólo me pre...preocupo por mis hermanos...pe...pero no en plan gruñón o mandona. En todo ca...caso sería una madre dulce y atenta. Aunque...no...no soy su madre.

Natsuo la miró extrañado por su comportamiento e iba a decirle algo, hasta que Shôto apareció al rescate de su hermana y lo sacó de la cocina.

–No te burles de ella delante de Iida.

–¿Por qué?¿Qué le pasa?¿A qué venía ese raro tartamudeo?

–Me parece que le gusta.

–¿Le gusta Tensei? –Natsuo pareció cavilar unos segundos y acto seguido sonrió. –¿Alguna vez le ha gustado un chico?

–¿Que sepamos? No.

–Y tenemos dos opciones ahora. Ayudarla...o divertirnos a su costa.

–No nos vamos a divertir a costa de nuestra hermana. La ayudaremos.

–Shôto, eres un aguafiestas.

–No conocemos a ese chico. No sabemos nada de él. Si Fuyumi se ha fijado en él...

–Un flechazo—interrumpió Natsuo. –Lo acaba de ver por primera vez. Ha sido un flechazo.

–Eso no existe.

–Sí existe.

–En las películas—dijo el bicolor con sorna. –Pero vamos a ser buenos.

Shôto volvió a la cocina, donde su hermana trataba de hacer algo para comer, intentando por todos los medios de no mirar al ''Chico para todo''.

–Las escaleras también necesitan un arreglo—comentó el menor.

–Claro. Me ocuparé—dijo Tensei en tono cortés.

–Y las paredes del salón necesitan un repaso—añadió Natsuo. –Vas a pasarte mucho tiempo en esta casa, amigo.

Y así fue. Tensei Iida pasó semanas trabajando bajo el techo de los Todoroki, que siempre encontraban un nuevo desperfecto que él tuviera que arreglar. Lidiando con una tímida Fuyumi que parecía haberse propuesto hacerle engordar varios kilos agasajándole con su exquisita comida.

Una mañana, Tensei estaba arreglando el grifo del cuarto de baño del piso superior, cuando entró Fuyumi.

–¿Te gustan las ostras, Iida? Voy a prepararlas para la cena—se ofreció.

–¿Sabes lo que me gustaría, Fuyumi? –dijo extendiendo la mano hacia ella.

–¿Qué? –no pudo evitar sonrojarse violentamente imaginándose alguna cosa.

–Que me alcanzaras la llave inglesa. ¿Podrías pasármela?

La chica asintió, echó un vistazo a la caja de herramientas que había a sus pies y se la dio.

–Gracias.

Natsuo entró al cuarto de baño tras haber estado observando la escena en silencio y le dio un codazo a su hermana en el brazo, instándola a que le dijese algo más interesante a Tensei que lo de las ostras.

La chica, a rastras, lo sacó al pasillo con ella.

–Déjame tranquila.

–Déjate ya de tonterías y pídele que salga contigo. Ya estoy harto de ir pisando tus babas por toda la casa. Y si tengo voto en lo de la cena, prefiero lasaña. Gracias.

–No seas grosero.

–¡Y tú no seas tan tímida!

–¿Y si dice que no? –el rostro le ardía de lo rojo que estaba.

–Eso no va a pasar, pero si lo hace es un idiota cegato que no te merece. Porque eres preciosa. Y haces unas lasañas que están de rechupete.

–Hablo enserio... Yo nunca...Nunca le he pedido una cita a un chico–concluyó dando un gritito por la vergüenza de haber soltado aquello delante de su hermano y se tapó la cara con ambas manos.

–No lo dudaba ni por un segundo, Fuyu. Pero escucha—la sujetó por los hombros a ver si así la chica se tranquilizaba un poco y le prestaba atención. –Ese tío tiene que haberse dado cuenta de que te gusta, y si no ha salido corriendo todavía...Puede que también le gustes. Es simpático. Y muy trabajador. Además, se come lo que le cocinas, e incluso repite algunas veces. Estamos en el siglo XXI; no pasa nada si le pides salir tú.

Natsuo la empujó de nuevo dentro del cuarto de baño. Justo a tiempo, porque Iida volteó el rostro en su dirección.

–La tubería está atascada, pero la desatasco en un momento.

Fuyumi tragó saliva, intentando calmarse. Sonriendo como podía. Rezando porque las palabras adecuadas salieran de su boca.

–¿Te apetece un té? –fue lo único que pudo decir.

–¡Maldita sea! –se escuchó cerca.

Natsuo volvió al cuarto de baño a la vez que su hermana salía.

–Tensei, ¿quieres salir a cenar mañana con mi hermana? Ella no se atreve a pedírtelo.

Fuyumi gritó desde el pasillo.

–Claro.

–Genial. Vendrás a buscarla. Le abrirás la puerta del coche y pagarás la cena.

–Por supuesto—dijo el otro convencido y ligeramente sonrojado.

Cuando Shôto subió las escaleras se topó con su hermana al borde del colapso.

–¿Estás bien?

Ella no le respondió. Solamente le abrazó muy feliz.

La noche siguiente, Shôto y Natsuo espiaban a través de la cortina a su hermana, que acababa de llegar de cenar con Tensei y se habían detenido en lo alto de las escaleras.

–Tiene que besarla—dijo el mayor.

–¿Tras la primera cita? –preguntó el bicolor.

–Si ella le gusta, la besará.

–A Fuyu le dará algo...¿Y si no la besa significa que no le gusta?

–Como amiga...

–Eso la destrozará.

–Le partiré la cara a ese imbécil si la hace llorar—Natsuo acompañó sus palabras cerrando el puño.

–Tú los uniste. Sería culpa tuya. Tendrías que golpearte a ti mismo también.

La verdad es que Fuyumi estaba muy guapa. Con un vestido del mismo tono rojo que los pequeños mechones de su cabello, que traía recogido en un curioso y elegante moño.

Tensei y ella sonreían, visiblemente nerviosos antes de que el chico tomara el rostro de ella entre las manos, la acercase a el y la besara en los labios.

–¡Sí! ¿Quién es un casamentero, Shôto? –dijo dando suaves puñetazos en el antebrazo de su hermano. –Tú serás el siguiente. Te buscaré una linda chica.

–¿Y por qué primero no buscas una para ti?

–Yo puedo encontrar novia con más facilidad que tú. Y como hermano mayor, debo velar por tus intereses.

Shôto abrió mucho los ojos y salió corriendo hacia el sofá.

–¿Por qué no me dijiste que ya venía...? –susurró el otro saltando por encima del respaldo. Entonces ambos se colocaron como pudieron, fingiendo despreocupación absoluta.

–¿Qué tal la cita? –preguntó Shôto mirando hacia la televisión que no tenía subido el volumen.

–¿Se portó bien?

Fuyumi llevaba una sonrisa en la cara que amenazaba con durarle de por vida. Y como si flotara, se dejó caer en uno de los sillones individuales.

–Es el hombre perfecto—murmuró con la mirada perdida.

Shôto sonrió levemente.

–Me alegro de verte tan feliz, Fuyu.

–Pero el hombre perfecto, soy yo—aclaró Natsuo.

Continuará...


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