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Cyalume por Kitty Pasta

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Notas del capitulo:

Cyalume da sus primeros pasos en el mundo humano, con la ayuda de Quinn y los consejos de Faris.

Cyalume no era un joven arrogante, ni engreído, muy por el contrario se preciaba de tener un carácter simpático; pero lo cierto es que al ser un príncipe que nunca había explorado el mundo, estaba acostumbrado a que todos lo trataran con respeto y sumisión. A los cinco minutos de estar con Quinn, le quedó más que claro que las cosas habían cambiado.


El joven rubio le hablaba de igual a igual, con tanta naturalidad como si fueran amigos de toda la vida, y eso era algo que lo que descolocaba y gustaba al mismo tiempo. Era una sensación nueva y excitante poder tener una charla casual con alguien sin que se inclinaran ante él, o lo trataran de usted, o reprimieran cualquier muestra de afecto. Quinn tenía una risa agradable y unos ojos azules aún más agradables, y eso hizo que su trayecto fuera de lo más divertido.


-Disculpa si hablo demasiado de mí- dijo en determinado momento, al llegar a una esquina en la que aguardaba mucha gente.- Es una mala costumbre que tengo apabullar a la gente con mi charla. Espero que no te esté aburriendo.


-¡Oh, por favor, no! La estoy pasando bien. Eres un tipo muy agradable.


-¿Sí? Gracias. Tú también eres agradable- contestó guiñándole un ojo. Cyalume no se lo esperaba y casi se sonroja, pero supo dominarse.- Por cierto, ¿estás solo?


-¿A qué te refieres? ¿Solo aquí, ahora?


-Sí, sí. Es que es algo tarde y no me gustaría que un adolescente tan lindo como tú tuviera problemas al volver a casa. ¿Estarás bien?


-Ah...- ante aquello definitivamente no pudo controlarse, y se sonrojó de forma tan obvia que Quinn lo notó. El rubio, al ver que el semáforo ya estaba en verde, lo tomó de la mano y lo ayudó a cruzar la calle. Una vez del otro lado lo miró a los ojos y se disculpó.


-Lo siento, Cyalume. Creo que otra vez estoy hablando de más.


-¿Eh? Bueno, no...


-Sí, sí, me doy cuenta que te he puesto incómodo. Lo siento. Juro que no es mi intención, es que me sale ser directo y... bueno... sé que a muchas personas les choca. Pero no quiero que pienses mal de mí, soy un tipo decente a pesar de mi verborrea.


Como lo vio sinceramente mortificado, Cyalume relajó su postura tensa y le sonrió, decidido a hacerse su amigo. Después de todo a eso había ido a la Tierra, a conocer gente y entender cómo funcionaban las relaciones humanas. Le palmeó el hombro a Quinn y exclamó:


-¡Ya está, no pasa nada! No me has incomodado, al contrario. Apenas nos conocemos y te estás preocupando porque llegue bien a casa: eso definitivamente es algo que haría una buena persona.


La cara de Quinn se iluminó como la de un cachorrito que recibe halagos de su dueño, y en un repentino impulso lo abrazó.


-¡Gracias por la confianza, Cyalume! ¡No te decepcionaré!


-Ya... te creo, de verdad, pero...


-Oh, sí. Lo siento. Soy un poco impulsivo- reconoció riendo.- Bueno, vamos, mi tienda está a dos cuadras de aquí. Ya verás, te encantará. Se llama Coord Change (1*).


Más al llegar a la tienda, la sonrisa de Quinn desapareció al ver a una chica parada en la puerta con cara de pocos amigos. Era la primera vez que Cyalume veía una humana de cerca, y su impresión fue que eran criaturas muy irritables.


-¡Al fin llegas! ¿Dónde estabas?


-Lu... Lucía... yo te lo puedo explicar...


-¿Qué me vas a explicar?- gritó la tal Lucía, cuyo cabello rojo le hizo acordar a Cyalume a una necronomita furiosa.- ¡Estoy aquí trabajando sola desde las cinco de la tarde, y tú quien sabe donde perdiendo el tiempo!-Desvió la mirada hacia Cyalume y éste retrocedió instintivamente.- ¿Ahora con menores de edad? ¡Eres un desvergonzado!


-Eh... en realidad soy mayor...


-¡No voy a trabajar para un hombre que abandona su negocio para ir a vagar y seducir chicos!- bramó ella ignorándolo.- Si no vas a hacerte responsable de tu local, no lo haré yo por ti. ¡Renuncio!


-¿¿Qué?? ¡Espera, Lu, podemos hablarlo!


-¡No podemos nada! Muchas veces intenté hablarte y tú seguías en tu mundo, ¡ahora te aguantas y te buscas a otro tonto para explotar! ¡Adiós!


-¡Lucía por favor, no te vayas! ¡No me dejes!


La pelirroja lo ignoró y pasó junto a ellos como si no existieran, montándose en una moto que había estacionada en la acera. Cuando la moto se hubo ido dejando una estela de humo tras de sí, el silencio que se hizo fue sepulcral. Cyalume reaccionó primero y se acercó al rubio, asombrándose de lo pálido que estaba. No se parecía en nada al charlatán sonriente que conociera en el parque.


-Tal vez sea tonto preguntarlo, pero... ¿estás bien?


Quinn trató de responderle pero no le salían las palabras, por lo que solo tragó saliva. Esta vez, fue Cyalume quien lo tomó de la mano y lo arrastró al interior de la tienda, donde se desplomó sobre una silla y observó todo a su alrededor con un aire desolado. No había nadie. Cyalume arrastró otra silla para sentarse junto a él y lo miró preocupado. Debía hacer algo.


-Oye, respira hondo y trata de calmarte... ¿me oyes? ¿Quinn?


-Gh...- le hizo caso y respiró hondo, dos veces, y luego exhaló un gigantesco suspiro: recién ahí salió de su estupor y recuperó la capacidad del habla.- Gracias... gracias por tu ayuda, Cy. Creo que me quedé un poco atontado, pero ya pasó. Gracias.


-De nada. Oye, ¿y esa hum... digo, esa chica? ¿Es tu novia?


-¿Qué? No, claro que no. Lucía es mi empleada, atiende el negocio cuando no estoy... o más bien atendía, debo decir, dado que renunció. ¡Dios mío, renunció! No lo puedo creer.


-A lo mejor puedes convencerla de volver...- sugirió no muy convencido. Fue un buen intento pero Quinn negó de plano, rascándose la cabeza.


-No, es imposible. Ya la viste como se fue de aquí. Y la culpa es mía, debo decir, así que si voy a buscarla es capaz de darme una paliza. Voy a tener que hacer otra cosa...- con un nuevo suspiro se levantó de la silla y lo encaró con aire avergonzado.- Lo siento, no era mi intención que vieras un espectáculo tan vergonzoso. Si no te molesta, ¿dejamos la visita para otro día? No tengo mucho ánimo para nada ahora. De veras lo siento.


-En serio, no estoy ofendido en lo absoluto- aseguró Cyalume de corazón.- Me gustó conocerte. Podría venir mañana a ver como estás, si te parece.


-¿Lo harías...? Gracias. Eres un encanto- contestó con ternura mientras le daba un nuevo abrazo que fue incapaz de rechazar. Incluso con su escasa comprensión del mundo humano entendía que Quinn acababa de pasar por un momento duro, y decidió ayudarlo aunque más no fuera con el consuelo de su presencia física. Fue bastante agradable.


-Te pediré un taxi para que vayas a casa- murmuró cansado. De inmediato se puso en guardia.


-¡No hace falta, no te preocupes! Volveré por mi cuenta. Me gusta la noche.


-Pero es tarde y no quisiera que te pase nada...


-No me pasará nada, en serio- aseguró con firmeza.- Sé cuidarme bien.


-De acuerdo, si tú lo dices.- Lo soltó.- Yo también me iré. Cerraré todo y volveré a mi departamento.


-Bueno, entonces... hasta mañana, Quinn. Ánimo.


-Hasta mañana, Cy. Eres un gran chico.


Cyalume se marchó despacio y sonriéndole, pero ni bien pudo se escabulló a un callejón vacío y se transformó en gato. En esa forma le resultó mucho más sencillo correr hasta su casa, evitando los peligros desconocidos y dejando que su mente absorbiera todo lo que había vivido en esas pocas horas desde que cruzara el portal. El parque con humanos, el descuido que le costara enseñar sus atributos, Quinn, el Coord Change, Lucía la chica con aura de demonio. Eran todas cosas nuevas que sin duda formarían parte de su investigación, pero no en ese momento. Por alguna razón, o mejor dicho por obvias razones, tenía los nervios destrozados y necesitaba reponerse con un buen descanso. No quería arriesgarse a cometer más errores.


(...)


La pequeña casa que le habían asignado para vivir era muy diferente a lo que él estaba acostumbrado, pero no se quejó. En realidad, era bastante normal si la comparaba con el resto de las casas que viera en el vecindario, y supuso que solo necesitaba un poco de tiempo para acostumbrarse. Tenía una cocina y comedor separados, sala de estar, baño, un cuarto ordenado y limpio; no precisaba más. Incluso tenía un patio, que si bien distaba de los jardines del palacio era muy reconfortante, con las copas de un par de árboles meciéndose y proyectando sus sombras sobre la ventaba de su cuarto.


-Es hermoso...- pensó asomado a ella aspirando el aire nocturno, fresco como a él le gustaba. Sin embargo, estaba demasiado cansado para admirar o revisar los rincones de su nueva casa, así que cerró la ventana y se cambió de ropa para dormir. Por suerte sus criados sabían lo que hacían, y encontró en su maleta todo cuanto precisaba sin problemas. Ya después metido bajo las sábanas, se preguntó si no debía haber llamado a Faris para avisarle que estaba bien. Pero no, mejor todavía no. Su mentor lo conocía tan bien que probablemente advirtiera aún a la distancia lo nervioso que estaba, y no quería preocuparlo.


(...)


Faris estuvo a punto de llamarlo no una, sino tres veces. Constantemente se acostaba y se levantaba para buscar su teléfono, un dispositivo similar al que usaban los humanos pero con línea directa al inframundo, con la idea de llamarlo y averiguar si había llegado bien. Pero cada vez que estaba por hacerlo y marcar su número, una voz en su cabeza le advertía que no fuera ansioso, y dejaba el teléfono con lentitud para volver a acostarse. El príncipe era un hombre de recursos, seguramente había llegado sin problemas y estaba durmiendo en esos mismos momentos. No estaría bien despertarlo por una tonta ansiedad suya.


Sin embargo, no podía apartarlo de su mente. Los exploradores habían dejado la casa bien arreglada y provista con víveres y dinero, pero el príncipe nunca había vivido solo ni realizado labores del hogar. ¿Sabría apañárselas? Los criados viajarían una noche a la semana para ayudarlo, pero no podían arriesgarse a mudarlos allí y levantar sospechas. Se suponía que era un muchacho normal de vacaciones, convivir con varios hombres no encajaría con su historia.


-Estoy pensando demasiado- murmuró.- Él estará bien.


Aún así... aún así, aunque le diera vergüenza admitirlo, deseaba ir y comprobar con sus propios ojos que dormía tranquilo. Arroparlo como cuando era pequeño, y darle un beso de buenas noches en la mejilla. Su corazón latió con fuerza al pensar en la linda carita del príncipe dormido.


"Ahhh... soy de lo peor" se recriminó hundiendo la cara en la almohada.


(...)


A la sobria luz de la mañana, a Cyalume le gustó todavía más su casa y el barrio donde viviría.


Aunque hubiera podido dormir más, decidió levantarse temprano y explorar la zona por cuenta propia: los exploradores le habían dejado datos, pero nada como un reconocimiento personal para tomar confianza. Como primera medida, se dio una ducha de agua caliente: los undercat odiaban el agua fría, pero el vapor de la ducha le resultó de lo más vigorizante. Después de cambiarse se preparó el desayuno, y teniendo en cuenta que era la primera vez que manipulaba electrodomésticos humanos lo hizo bastante bien; no quemó ninguna tostada y el café era digno de ser llevado a la mesa de la reina. Recién después de lavar los platos salió a caminar un poco, y descubrió que era un tranquilo suburbio habitado por gente madrugadora, a juzgar por las personas que vio salir de sus casas a esa hora temprana. Muchos iban con sus niños vestidos de uniforme, posiblemente para llevarlos a la escuela. Asumía que los humanos también iban a la escuela de pequeños, aunque se preguntó que aprenderían ellos. Él había asistido a la escuela de deidades para aprender a dominar sus poderes, y había estudiado en el palacio con Faris mil y una obligaciones reales como protocolo, economía y relaciones públicas. Sonrió. Al pensar en Faris recordó que aún no había hablado con él, y decidió emprender el regreso. Tenía el teléfono en el bolsillo, pero prefirió esperar a estar solo para hablarle, lo cual era sensato.


-Buenos días- lo saludó la vecina de junto cuando él iba entrando a su casa. Parecía unos diez años mayor que él y bastante más simpática que Lucía.- ¿Nuevo en el barrio?


-Oh... buenos días, señora.


-¿Te importaría llamarme Alysa? "Señora" suena a mujer mayor y solo tengo veinticinco- rió. Cyalume rió también y entabló charla con naturalidad, como debe ser.


-De acuerdo, Alysa. Yo soy Cyalume. He venido por un tiempo de vacaciones.


-Bienvenido a Aristra entonces. Espero que disfrutes de nuestra ciudad.


-Pienso hacerlo, descuida. Bien, debo hacer unas llamadas, así que si me disculpas...


-No hay problema. ¡Ah, se me olvidaba! Hace un rato vi entrar a un gato gris a tu casa- informó Alysa.- No sé de donde salió pero lo vi sentado en nuestra medianera y después bajar a tu patio, así que fijate si está ahí. Debe ser un gato callejero en busca de comida.


-¿Un gato gris callejero?- repitió con los ojos repentinamente iluminados.- Gracias. Me fijaré.


Entró normal para no suscitar la curiosidad de Alysa, pero ni bien cerró la puerta corrió al comedor y se encontró con el intruso sentado a la mesa: ni más ni menos que Faris, quien al verlo se paró de inmediato y le dedicó una expresión de lo más tierna.


-¡Alteza, por fin volvió! Lo he estado esperando.


-Faris... ¡tonto, por qué no me avisaste que vendrías tan pronto!- respondió él con alegría y corriendo a sus brazos, como si llevara un siglo sin verlo.- Te habría esperado en casa de saber que vendrías.


-Mil disculpas por presentarme de improviso. Es que quería darle una sorpresa.


-Y vaya que me la diste- contestó, risueño.- Pero eso no importa, lo que importa es que estás aquí. ¿Has desayunado? ¿Quieres que te prepare algo?


-¡Cielos, no! Puede que estemos en el mundo humano, pero no me atrevería a hacer que me sirva.


-¿Quién habló de servir?- se sublevó Cyalume mirándolo a los ojos.- Tú eres mi amigo y viniste a mi casa, así que lo más lógico es que te ofrezca algo de comer o beber, ¿no?


-En serio le agradezco, Alteza, pero no hay tiempo. Debo volver pronto al inframundo.


-¿No te ha mandado mi madre?


-No- contestó Faris tras una ligera vacilación.- La verdad es que... vine sin permiso. Deseaba...


-¿Querías verme?- susurró Cyalume con el corazón a mil, preguntándose por qué cada vez que estaban así de juntos Faris parecía incómodo y al mismo tiempo tan cariñoso como antes. Para averiguarlo decidió emplear una vieja táctica, y lo enlazó por el cuello con aire juguetón mientras se apoyaba sobre su pecho. A juzgar por el modo en que se quiso separar de él, sí, había algún tipo de problema que no estaba sabiendo ver.


-Alteza, es usted ya grande para jugar así. Le suplico que no lo haga.


-¿Por qué no? Soy mayor que cuando me conociste, pero te sigo queriendo igual.


Faris se mordió el labio.- ¿Sabe usted lo que está diciendo?


-Sí. Que te quiero.


Durante un breve momento se miraron a los ojos, y Cyalume se sonrojó terriblemente. La mirada de Faris era mucho más intensa que de costumbre, y de repente cobró conciencia de lo cerca que estaban sus cuerpos. Tan cerca que, si hubiera querido...


-Me parece- dijo Faris con voz ronca, haciendo un esfuerzo supremo por separarse- que es mejor conversar sobre la misión antes que deba volver, Alteza. Me alegra que haya llegado bien, pero si precisa ayuda para algo es momento de decirlo ahora.


-Sí... sí- tragó saliva y se acomodó el cabello, tanto como para que no se viera el temblor en sus manos ante aquella repentina atmósfera cargada. Faris se sentó por la misma razón, sus piernas casi no lo sostenían. Había estado cerca. El príncipe era una criatura realmente inocente, pero la inocencia tenía sus límites.


-¿Y bien? ¿Hay algo en lo que pueda ayudarlo? ¿Tiene alguna duda?


-Eh... bueno, verás... ¿debería... debería cambiar mi atuendo?- preguntó como por preguntar algo, mirándose- traté de ponerme mi ropa más discreta, pero aún así sobresalgo mucho de los humanos. ¿Crees que debería comprar algo de ropa de humano?


-Oh, sí, hágalo. No sé si ya tuvo tiempo de verlo, pero le hemos gestionado una mensualidad generosa para este tipo de situaciones. Podrá comprar toda la ropa que desee.


-Está bien, lo haré hoy mismo, antes de ir a ver a Quinn.


Faris enarcó una ceja.- ¿Quinn? ¿Quién es?


-Un muchacho que conocí ayer- informó.- En el parque donde caí al salir del portal.


-¿De modo que lleva menos de un día aquí y ya ha entablado una amistad? Eso es bueno, es muy bueno para la misión. ¿Alguien más?


-Pues... la vecina de junto, Alysa, parece muy simpática. Me saludó y dio la bienvenida hace un momento cuando entré y me avisó que un gato se había colado en mi casa.


-Sí, debo tener más cuidado la próxima vez.- En ese momento su teléfono sonó, y su rostro se ensombreció un poco.- Mi ausencia ya ha sido advertida en el palacio. Me temo que tendré que volver de inmediato, y explicar por qué me marché sin avisar.


-¿Estarás bien? ¿Hablo con mi madre?


-No hace falta, yo sabré explicarle a la reina. Pero gracias por la intención.


Faris se paró para irse, pero vaciló. De alguna manera se sentía mal por irse sin haber hablado a fondo con el príncipe, pero si se quedaba y continuaban no podía garantizar que las cosas no se salieran de control. El velo que ocultaba sus sentimientos era cada vez más delgado, y cualquier actitud dulce de Cyalume lo rasgaría en pedazos.


-Adiós, Alteza. Cuídese mucho, por favor.


-Adiós... Faris- musitó mientras lo veía convertirse en gato y marcharse sin mirar atrás.


(...)


Salir de compras ciertamente ayudó a levantarle el ánimo, de modo que cuando llegó a Coord Change estaba más animado y dispuesto a cumplir con su misión, en vez de solo dejarse apabullar por el confuso episodio de esa mañana con Faris. Sin embargo el panorama que se encontró en la tienda era muy diferente al de la noche anterior: había mucha gente y el ruido de voces era considerable, por lo cual se quedó pasmado en la puerta. Le tomó unos minutos reaccionar y animarse a entrar, para descubrir al pobre Quinn tratando de atender a todos al mismo tiempo, con la ropa arrugada y el cabello despeinado. Era evidente que Lucía no había vuelto, y que sin ella manejar el negocio solo era una tarea titánica. Mientras decidía si era prudente acercarse a saludarlo mientras estuviera tan ocupado, Quinn alzó la cabeza de lo que estaba haciendo y lo vio. La sonrisa que se dibujó en su rostro fue casi instantánea.


-¡Cyalume, viniste! ¡Qué alegría!


-Hola... sí, bueno, te dije que vendría, ¿o no?- Quinn se acercó y le dio un beso en la mejilla, al parecer la forma de saludar más común.


-No sabes lo bien que me hace verte- confesó con ganas de llorar mientras lo llevaba detrás del mostrador, donde le ofreció asiento y le guardó sus cosas junto a las suyas.- Vine como a las siete para tratar de ordenar un poco las cosas e igual me atrasé, y desde entonces no he parado. ¿Ves toda la gente que hay? No es nada comparado con los que vendrán en los próximos días. En época de Halloween se trabaja muchísimo, y yo solo tengo dos manos para todo. Me quiero morir.


-No sé qué decirte... ¿no estaré molestando entonces?


-¡Todo lo contrario! Verte es quizá la cosa más relajante que me pasará en el día...


-Disculpe, señor... ¿en dónde están las cestas de Sweet Bubble?- le preguntó una niña de repente, asomándose apenas por encima del mostrador. Quinn desvió la vista de su amigo y le indicó a la niña un extremo de la tienda con cestitas apiladas entre caramelos gigantes (presuntamente de juguete, Cyalume no creía que hubiera caramelos tan grandes de verdad). La niña le dio las gracias y se marchó, y Quinn comentó con aire de cansancio:


-Todas las niñas de la ciudad quieren cosas de Sweet Bubble ahora, hice bien en ordenar un pedido grande... pero eso significa más trabajo. Lucía eligió el peor momento para irse.


-¿Hay algo en lo que te pueda ayudar?- se ofreció Cyalume al verlo tan desbordado. Quinn estaba por negarse cuando la misma niña de antes volvió con los ojos húmedos.


-Ya no quedan más de color naranja- se lamentó, mirándolo con esperanza.- Señor, ¿no le queda ninguna naranja?


-Ay, linda, yo no...


-Oye, ¿nos puedes cobrar?- intervino una pareja junto a la caja registradora. El rubio echó un vistazo a la cola de gente que esperaba detrás de la pareja y se volvió hacia Cyalume.- Toma esta llave y fíjate en el depósito si quedan cestas naranjas de Sweet Bubble. Es esa puerta de ahí. Y desde ya, ¡muchas gracias!


-No hay problema- asintió Cyalume con energía. Luego miró a la niña.- Me fijaré si quedan cestas de las que quieres, así que no llores, ¿bien? Espera un momento.


El depósito estaba lleno de pilas y pilas de mercancía de toda clase, estantes repletos, barras con trajes enfundados para cuidarlos del polvo. No tenía ni idea de por donde empezar, pero aún así miró concienzudamente hasta hallar un buen montón de cajas de cartón con un logo bonito que decía "Sweet Bubble". Con cuidado abrió algunas cajas pequeñas hasta hallar una que contenía cestas naranjas y rojas, cuyos envases decían que servían para cargar dulces. Satisfecho, tomó una naranja y regresó al local, donde la esperanzada clienta lo miró como quien ve a Santa trayéndole su juguete favorito.


-¿Qué crees, pequeña? Sí había cestas de las que te gustan. ¿Qué te parece?


-¡Oh, gracias señor, se lo agradezco! ¡Qué bueno es usted!


-Eres un tesoro- le susurró al oído tras que la niña se marchara de la tienda con su madre.- ¿Sería abusar mucho de tu bondad... pedirte que me ayudaras un poco por hoy?


-Solo dime que tengo que hacer y dalo por hecho- respondió Cyalume con buena actitud, motivado por la efervescencia que lo rodeaba. Todavía no entendía, pero le gustaba el clima de Coord Change y descubrió que le encantaba ayudar a las personas a encontrar lo que buscaban. Quinn le explicó a toda velocidad donde estaba cada cosa, y él lo aprendió enseguida. La mayor parte eran disfraces, todo tipo de disfraces y accesorios que iban desde armas gasta cintas para el pelo, pero también había un buen número de elementos terroríficos como esqueletos de varios tamaños, calabazas de juguetes con luces adentro y pintura fosforescente que no tenía ni idea de para qué servía. Al prestar atención al techo descubrió murciélagos colgando, y cuervos en lo alto de las estanterías. Al poco rato entendió que eran animales de plástico con ojos muy realistas, y le hizo mucha gracia que dos criaturas de la noche como ésas fueran consideradas bonitas, a juzgar por la opinión de varios clientes. También sintió cierto orgullo al ver cuán populares eran los gatos, sobre todo los negros. Si esa gente supiera...


-Vaya, por fin ha menguado un poco la cosa- exclamó Quinn horas más tarde, echando un vistazo a su reloj y luego a Cyalume.- Y no habría logrado sobrevivir son ti, así que déjame agradecerte invitándote a almorzar. Has de tener hambre...


-Bueno, la verdad que sí. Está bien, acepto. ¿No pasa nada si cierras la tienda?


-¡Diablos, no! De hecho tendré que hacerlo todos los días ahora que estoy solo, y también cerrar más temprano. Al menos hasta que contrate a alguien que me ayude. ¿Mh? ¿Qué pasa?- preguntó al ver como fruncía la cara.


-¿Cómo que "solo"? Me tienes a mí, ¿o no?


-¿Ehh...? Pero Cyalume, corazón, ¡no puedo pedirte que trabajes para mí! No estaría bien, has llegado a la ciudad para divertirte y no para trabajar. Te agradezco lo de hoy, pero no me atrevería a abusar de ti pidiéndote que vengas todos los días.


-Hablas igual que Faris- acusó irritado.


-¿Quién es Faris?


-No importa. Mi punto es que los dos creen que pedirme ayuda es abusar de mí, cuando soy yo el que se ofrece. Si te digo que me tienes a mí, es porque cuentas conmigo, ¿entiendes? Si no quieres es otra cosa, pero si quieres, dímelo y aquí me tendrás.


Quinn lo observó unos momentos, tan fijo que Cyalume empezó a ponerse nervioso. Finalmente se le acercó tanto que el corazón casi se le sale del pecho, pues supo con certeza lo que él quería hacer. Lo mismo que Faris le había insinuado esa mañana.


-No sé de donde saliste, pero realmente... eres la cosa más dulce que me pudo haber pasado este año.- Se inclinó un poco sobre él y lo tomó por el mentón, dejándolo estático mientras recibía su primer beso. Las piernas casi se le convierten en gelatina ante aquel contacto desconocido, ese roce en los labios de parte de un hombre tan atractivo como Quinn. El rubio sonrió y le tocó ambas mejillas con cariño, dándole un segundo beso muy suave y que terminó de ponerlo rojo.


-Acepto encantado que seas mi ayudante por un tiempo... si todavía quieres serlo.


-¿P... por qué... por qué no querría?


-Si me dices eso, ¿es porque no estás disgustado?


-¿Con... con qué?- Quinn le sonrió de forma muy provocativa, pero en vez de besarlo de nuevo se separó y le acarició el cabello para bajar la tensión que se había formado en el ambiente.


-No volveré a besarte sin tu consentimiento, lo prometo. Solo quería mostrarte lo mucho que aprecio que hayas llegado a mi vida. Eres como un ángel.


"Más bien un demonio" pensó Cyalume haciendo un esfuerzo para no enseñar los atributos, puesto que la estabilidad emocional era clave para ocultarlos y en ese momento estaba de todo menos estable. Sin embargo, no podía decir que le hubiera disgustado la actitud de Quinn, así que respiró hondo un par de veces y tomó su mochila, dejando sus bolsas con ropa donde estaban.


-Tienes razón, no estoy disgustado. No sé si feliz... pero disgustado seguro que no.


-Entonces, ¿vamos a almorzar?


-Claro.- Sonrió.- Me gustará pasar mi primer almuerzo en Aristra contigo.


(...)


A eso de las cinco de la tarde, Cyalume se despidió de Quinn y abandonó Coord Change para volver a casa, exhausto después de su primer día de trabajo real en el mundo humano. Consideraba que ya era hora de llevar un diario de campo en donde dejara registro de todas sus experiencias, y era mejor hacerlo pronto antes que el cansancio lo venciera. A lo mejor no había sido para tanto en comparación a lo que un trabajador vivía a diario, pero él era un príncipe, así que no era de extrañar que lo viviera de modo diferente.


Como vivía solo, no se preocupó en vestirse después de la ducha: probablemente Faris habría dicho que era una actitud muy desvergonzada para un príncipe, pero le daba igual. Mientras disfrutaba de una merienda copiosa hecha por él mismo, anotaba en una hoja todas las cosas que eran más urgentes para hacer. Empezar con el diario de campo, ni bien terminara la comida. Comprar una notebook, ese artefacto que según Quinn te facilitaba la vida, y contratar un servicio de internet, para poder investigar en miles de sitios virtuales sobre las cosas que le interesaban. Quinn le había recomendado varios lugares, luego de que le dijera que le interesaba mucho el origen de Halloween. Si trabajaba por el día adquiriría experiencia, y si investigaba en internet por las noches adquiriría conocimiento. Era un plan perfecto.


Al terminar de comer, dejó todo como estaba y entró a su cuarto para ordenar las bolsas con sus compras de esa mañana, algo que por una u otra razón no había podido hacer en todo el día. Había pantalones y remeras deportivas, ropa interior y zapatillas, entre otras cosas. La gente del shopping había quedado fascinada con él, y supuso que no todo los clientes hacían compras tan grandes de una vez. Él mismo se dio cuenta que había incurrido en un exceso, y se prometió que la próxima vez no arremetería contra todo lo que viera a la venta. Debía administrar mejor su dinero, como lo haría una persona normal. Aunque quizás, pensó, podía darse un último capricho y comprar un disfraz de verdad en lo de Quinn: ni modo que usara sus propios atributos haciéndolos pasar por un disfraz, y de todas formas lo habían fascinado los conjuntos de Coord Change. Admiró su cuerpo desnudo y sonrió con picardía. Sin duda podría lucir cualquier traje que comprara.


(...)


-¿Y bien... Faris? Estoy esperando una respuesta.


-No sé como pedirle disculpas, Majestad. Sé que actué de forma indebida al marcharme sin su autorización, pero no pude evitarlo. Me consumía la necesidad de ver al príncipe y hablar con él, saber si estaba bien. Cuando nos reencontramos aquí, apenas pudimos hablar, ya que enseguida se marchó al mundo humano. Y cuando llegué allí, al final no me quedé porque supe que usted me buscaba y creí conveniente regresar para darle mis explicaciones como corresponde.


-Ay, ay, Faris... para ser un capitán, te portas como un chiquillo atolondrado.- Faris se puso rojo al ser reprendido de esa manera por la propia reina, pero Serena lo miró y dulcificó su voz.- No estoy enfadada contigo porque sé por qué lo hiciste; solo digo que la próxima vez me avises y listo. No voy a prohibirte que veas a mi hijo, al contrario. Tu cercanía es una buena influencia para él.


-Gracias por su confianza, Majestad... le juro que no volveré a cometer errores. No dejaré que mis emociones predominen por sobre mi lealtad hacia usted.


Selena soltó una risita tintineante, mientras agitaba su larga melena de plata.


-Dime una cosa, capitán Faris, cuando hablas con Cyalume, ¿también eres así de formal?


-Por supuesto, Majestad.


-¿Y no se te hace incómodo que él te responda de forma tan cariñosa?


-¿A... a qué se refiere, mi reina?


Los ojos de ella brillaron y lo atravesaron como rayos de luz, desnudando todos sus verdaderos sentimientos y dejándolo indefenso como un gatito recién nacido. A la diosa Selena, señora de la Luna y el Inframundo, no se le podían ocultar cosas por más que uno quisiera.


-Mi hijo aún no se ha dado cuenta, pero tú le gustas. No como antes, con un cariño de tutor y pupilo, sino como hombre, y a ti te pasa lo mismo. ¿Y sabes qué? Nada me haría más feliz que tener un yerno tan noble como tú. Así que comienza a prepararte, porque si quieres tener un futuro con Cyalume no podrás esconderte para siempre tras un muro de seriedad y excusas.

Notas finales:

Aclaración:


(1*): La tienda de Quinn se llama Coord Change; esto es en referencia a cierto animé de idols llamado Puri Para, donde las chicas usan todo tipo de conjuntos de ropa denominados Coords, y se cambian/transforman al grito de "coord change, start!". Dicho sea de paso, los coords tienen una segunda fase denominada "Cyalume" que hace que sus portadoras literalmente brillen. Para activarla deben pronunciar la frase "cyalume, change!". Aclaro esto solo para dejar constancia de lo mucho que me gusta ese animé.


Si tienen preguntas o dudas, pueden consultarme. La próxima actualización será el próximo viernes, con el amor desbordándose cada vez más por todos lados. Nos vemos :)


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