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La vida moral de la pareja ideal por Cazadora de Artemisa

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Notas del capitulo:

Este es otro OS dentro del mismo universo xP No es continuación al primer OS, espero les guste. ^^

 




JiYong estaba en el suelo de su cocina -hecha un completo asco- sosteniendo su cabeza entre sus manos, en un completo colapso mental. Llevaba en esa misma posición una eternidad -cinco minutos- mirando al vacío, preguntándose porqué diosito lo odiaba tanto, porqué su virgencita de Guadalupe no lo había ayudado, si era tan devoto a ella. 

¿Porqué?

¿Es porque era tan hermoso? SeungHyun siempre le decía que era un pecado ser tan hermoso, pero o sea, Dios lo había hecho así ¿Cómo podría odiarlo por eso? No, debía ser algo más. Tal vez estaba acarreando la mala suerte de una vida pasada, tal vez había sido un maldito narcotraficante, o algo mucho peor, como un pateaperritos o cobrador de Coppel, en fin, algo verdaderamente despreciable. 

O puede que no sea su karma, igual y era el castigo de su esposo...

Oh no, él era la cruz de su esposo. Esa sí que no la había visto venir.

JiYong juntó sus manos, en posición de oración, y dijo en tono de súplica.- Diosito, sé que no hemos estado yendo a misa los domingos, o sea, igual sé que me olvido de rezar el rosario, pero por favor, no castigues a mi marido así, no lo merece, él es bien cuero conmigo, es un tipazo que se mata trabajando y sí, a veces se pasa con sus chelukis, no lo niego, pero por favor, hazme un milagro y componme la comida.- Terminó su oración, persignándose.- Amén. 

El olor a quemado que aún estaba en el ambiente, le dijo que a Dios le había valido verga, y no había hecho ni un pinche milagrito al estilo de La rosa de Guadalupe.

Quiso aporrearse con lo que más tuviera cerca, pero sabía que su berrinche no iba a solucionar nada en lo más mínimo. Y seguramente le dejaría un chichón, horrible y su vanidoso ser no lo podía permitir. 

Suspiró frustrado, tal vez no era culpa de Dios ni el karma.

Tal vez sólo era que era pobre e inútil, y no sabía hacer ni madres solo.

Su daddy le había repetido mil veces que pensara bien en si quería casarse con un muerto de hambre, porque en el momento en que pasara a ser un Choi, él le quitaría todo su apoyo económico. En realidad, después de que SeungHyun se había ganado la aprobación de su padre, lo había apoyado bastante para que se quedara con el regio... Si tan solo su esposo no fuera tan orgulloso, ahorita estarían en algún lugar exótico de Medio Oriente o Europa; o mínimo con un chef profesional, que les haría la cena perfecta de aniversario.

Pero ese no era el punto. 

El punto era que su padre no era tan desgraciado y les había regalado un departamento modesto, pero bien ubicado. La neta estaba bien pinche austero, pero su marido le había prometido que apenas cotizara una buena cantidad en el infonavit lo renovarían a su gusto. Al menos no tenían que preocuparse por pagar renta, pero tampoco podían darse grandes lujos, ya que estaban ahorrando para comprarse un auto; y mucho menos porque por ahora, sólo contaban con el sueldo de SeungHyun, que llevaba trabajando en una agencia de publicidad poco más de un año, pero no era ni de lejos el sueldazo que su gordo se merecía.

Ay, su bello esposo.

Sacudió su cabeza, porque se estaba perdiendo en cosas que nada que ver. El punto es que era su aniversario, veinticuatro de diciembre, y ya había quedado con sus suegros de que este año se la pasarían en el D.F. y sus padres... bueno, ellos iban a irse a París o no sé donde, como siempre, la pasarían fuera del país.

JiYong veía el arroz pegajoso y la olla de frijoles quemados en su mente, ¿Cómo era posible que hubiera arruinado la cena? ¡Era un simple arroz y frijoles charros! Su suegra le había explicado paso a paso cómo hacerlo. Hasta había conseguido -mandado a SeungRi al otro lado de la ciudad- esos cueritos que tanto le gustaban al mayor ¿Porqué era tan malo para cocinar? ¿O sea, no valía nada su puto esfuerzo?

Estaba a nada de llorar, porque necesitaba que todo fuera perfecto, quería por primera vez prepararle la cena a SeungHyun, se lo merecía tanto, y hasta ahora todo era un desastre.

Sin contar que su regalo, no había llegado.

SeungRi le había prometido que iba a ir a ayudarlo, y aunque lo había hecho, el cabrón sólo lo había acompañado al súper -y viajar tres horas en metro para traerle los cueritos-, él era pésimo hasta para comprar, porque no sabía precios ni nada, y contaban con un presupuesto limitado... Pero luego de eso, lo había abandonado a su suerte. Andaba de pito loco con un tipo enamorándolo y a saber qué tanto tenía planeado para que por fin cayera. 

A veces odiaba tener a un amigo tan caliente. Antes pensaba que era así porque eran adolescentes, pero el maldito ya estaba por cumplir veintidós, y ni trabajo había conseguido.

Decía que iba a poner un puesto de sopa.

No le creía ni una mierda, seguramente iba a acabar siendo un homeless en unos años cuando su padrastro por fin lo sacara de su casa. Pobre de su mamacita, y tanto que se había esforzado por sacarlo adelante cuando era niño. 

Estuvo tentado en llamar nuevamente a su madre política, pero ella ya debía de tener su propio desastre. Como siempre, todos los Choi - que eran un buen- iban a ir a cenar a su casa.

¿Y hablar con su madre? No, jamás, sólo se reiría de él. 

Estaba sólo en esta, y como esposo, tenía que encontrar la forma de salir bien parado de esto...

Escuchó la puerta.

-¡Mi amor! ¡Ya llegué!

Fuck. Maldijo mentalmente, ¿Qué hacía aquí tan temprano? Se suponía que el tirano de su jefe iba a retenerlo hasta a las seis, el tiempo suficiente para que repitiera la comida, y limpiara el cagadero que había hecho.

-¡¿Amor?! ¡¿Estás bien?!- Los fuertes pasos resonaron en la vieja madera del suelo, y lo vio entrar por la puerta de la cocina.- ¡Huele a quemado! ¿Te pasó algo?

No pudo sostenerle la mirada, se veía muerto de la preocupación, así que desvió la vista, y rodeó sus rodillas con su brazos y se ocultó ahí; había quemado su cena de aniversario/navidad, y su hermoso esposo sólo podía estar preocupado por él.

Sintió los ojos picarle un poco más, ahora sí iba llorar.

-Amor ¿Estás bien?- SeungHyun se arrodilló a un lado de él, y le acarició el cabello castaño, animándolo para que saliera de su escondite.- ¿Qué te pasa bebé, porqué lloras?

-Te casaste con un inútil, ni siquiera puedo hacer un pinche arroz. Me doy asco.- Dijo, sin moverse.

-Mi amor, no, oye, no llores mi vida.- No tenía idea de cómo, pero el regio sabía que estaba llorando. Así que lo tomó suavemente de los brazos, para obligarlo a que por fin le diera la cara. Levantó su rostro y limpió las lágrimas que caían por sus tiernos cachetes y le sonrió, mostrándole sus hoyuelos.- Sabes que no tenías porqué, mi cielo. Por eso vine temprano, para que cocináramos juntos.

-¡Pero tú siempre lo haces! Se supone que soy tu esposo, debería poder, aunque sea, cocinar esto.- No podía evitar sonar como un niño caprichoso. Pero de verdad quería hacer esto.

-Oh, pero sí que sabes cocinar, chaparrito. Haces un cereal maravilloso, mi vida. Auch.- Se rio, sobándose el hombro.- Me encanta cuando te pones salvaje.

-No te pases, SeungHyun.- Entrecerró sus ojos rojos, sorbiendo un poco por su nariz. 

-Al menos ya no estás llorando, con eso me conformo.

JiYong sentía que no podía amar a ese torpe ranchero más de lo que ya lo hacía, pero este siempre encontraba la forma de hacerlo.

Siempre hallaba una forma de enamorarlo cada día un poquito más.

Aunque fuera con sus burlas.

El mayor lo tomó de la nuca y lo acercó, para besarlo en la frente.- Vamos a ver qué hiciste, chaparrito, ahorita lo arreglamos, no hay pedo.- Se separó de él, levantándose del frío piso de madera, extendiéndole su mano izquierda para ayudarlo a incorporarse. JiYong la tomó sin dudar, sintiendo la angustia regresar nuevamente, una vez que recordó por qué había tenido su mental breakdown. SeungHyun se asomó a la estufa, donde comprobó el cagadero, que había hecho su amado en la cocina.- Pues, lo podemos repetir, esto puede quedar rápido, amor, no te preocupes.- Se giró y le guiñó un ojo.

-Ese no es el caso, se supone que yo lo tenía que hacer.- Hizo un puchero con su boquita.

-Tu ya haces mucho, mi vida, no me hagas hablar de lo rico que me la mamas todos los días.

-¡SeungHyun!- Le gritó indignado, pero sonriendo de oreja a oreja, sin poderlo evitar.

-Ah, por cierto, ni la bienvenida me has dado, ven acá y dame unos buenos becerrones, mi vida.

Esa palabra lo sacó de onda.- ¿Unos qué?

-Que me beses, chinga'.- Lo tomó de la cintura, y se inclinó para besarlo.

Eso dejó la mente de JiYong en blanco.

Si algo podía decir el más bajito, es que todos los defectos que tenía su esposo, eran completamente opacados por su forma de besar. Desde la primera vez que lo había besado, había sido infinitamente diferente a todos esos otros morrillos mecos.

Bueno, de por sí no tenía muchos con los cuál compararlo, pero sí que había sido el mejor. 

Por mucho.

Los demás muchachitos habían sido tímidos, o babeaban mucho. No sé, nunca había disfrutado del acto de "besar", hasta que lo había hecho con el regio.

Siempre lo besaba de una forma perfecta, era dulce, pero firme; apasionado, pero tranquilo. Se sentía protegido en sus brazos, pero más libre que nunca.

Era bellísimo.

Su parte favorita, siempre era como sus grandes manos lo tomaban de la cintura, de las nalgas, de la nuca, de dónde alcanzara; la forma en que SeungHyun lo sostenía, como si fuera el más grande tesoro del mundo, siempre lo hacía estremecer.

Suspiró, y se separaron después de unos minutos, que se le habían hecho eternos.

-Hey, así mero es un buen becerrón.- Susurró con voz grave. 

JiYong soltó una carcajada, y se puso de puntitas, para besarlo en los labios.- A veces creo que no es la gente de Monterrey la que habla así, sólo eres tú de chistín.

-Es que nací en San Nicolás de los Garza, mi vida, de ahí sale pura racita mamalona, retecreativos todos. 

-Ya cállate.- Le cubrió con la mano esa sonrisa de engreído que había puesto, y se separó por fin de su esposo.

-Y por cierto, chulo, ¿Sólo íbamos a comer arrocito y frijolitos? Digo, sé que te gusta mucho Cuba, pero no sé si me vaya a llenar con puro "Moros con cristianos".

-¡Dah! ¡Obvio no! Con lo cavernícola que eres, claro que tenía otra cosa preparada.- Le hizo una seña con la cabeza a la olla que estaba en la barra. 

SeungHyun se acercó a ver que era y gritó emocionado.- ¡Carnita asada!

-¡Feliz aniversario, mi amor! -Dijo feliz, y extendió sus brazos para que lo abrazara.

-¡Y los puñetas del rancho diciendo que no elegí bien a mi vieja!- Corrió a abrazar a su amado y cargarlo, dando vueltas con él.- ¡Me la pelan esos pendejos! ¡Eres el mejor en todo el chingado mundo!- Se detuvo para mirarlo a los ojos, si seguían así se podían marear.- ¿Y hoy sí va a ser al carboncito? ¿No en esas pinches ollas caras de tu mamá?

-¡Por dios, SeungHyun! ¡Fue sólo una vez, ya olvídalo!- Respondió al reclamo, mitad riendo, mitad harto de que su esposo le siguiera reclamando algo que pasó hace más de cinco años.

N'ambre mi vida, nunca! ¡No puedo! Casi me desmayo cuando vi que hiciste la carnita asada en esa chingadera, casi te quedas viudo.

-¡Eres un exagerado!- Le estrujó los cachetes, y lo besó brevemente.

-¡Soy regio, mi vida! Mi sangre es carnita asada al carbón, me gradué de la maestría en carnita asada a los diez años con honores y todo, ¡entiéndeme, morra!- Aunque habían dejado de dar vueltas, lo seguía sosteniendo, manteniéndolo suspendido a unos buenos centímetros del suelo.

-¡Okay, ya entendí!- Le dio la razón, para que ya se callara.

-¿Y con qué nos vamos a pasar la carnita? No mi quiero ahogar.- Vio el brillo en sus ojos, y sin dudarlo respondió.

-¿Tú que crees?- Tratando de ocultar su sonrisa arrogante. 

-¿Cheves?

-Pura Tecate, gordo, para ti solito.

-¡Me cae que me saqué la pinche lotería contigo, chingado!- Le dio un beso rápido, y por fin lo dejó sobre sus pies de nuevo.

-Ojalá un día sí te sacaras la lotería, digo, no nos vendría mal un poquito de money.

-Naa, esas mamadas ni son reales... Ahora, que conozco otras mamadas que sí que me tocan diario.- Le levantó coqueto las cejas, provocando una risa en el menor.

-Eres nefasto.- Apretó sus cachetes, y dejó un besito en su nariz.

-Pero así me amas.- Le guiñó un ojo, sonriendo.

-Desgraciadamente.- Suspiró exageradamente.

SeungHyun lo abrazó, besando su cabeza.- 'Te hagas, que bien que mi encanto te conquistó, desde que me wachaste.

-No lo voy a negar.- Levantó los hombros desinteresado.

Eso provocó que el mayor se separara del abrazo, y lo mirara directo a los ojos.- ¿Quién eres tú, y qué hiciste con mi bebecito enojón

-Ya tengo veinticuatro años, SeungHyun, y estoy casado, no pensarás que voy a ser un niño mimado y berrinchudo toda la vida ¿o sí? Ya soy un hombre.

El regio se mordió la lengua, para no burlarse de él, y decirle que hace apenas unos minutos lo encontró teniendo una crisis existencial, por haber quemado los frijoles, pero quería tener aunque sea unos tres morritos antes de morir.- Tienes razón mi vida, ya eres todo un hombre.

El bajito levantó la barbilla, orgulloso del "cumplido de su hombre".

Entonces el Choi de nacimiento recordó algo que iba a preguntarle a su esposo, pero que como siempre, se le fue la onda cuando vio a su chulo haciendo de las suyas.- Amor, don Félix me dijo que llegó tu paquete, pero que no habían podido subirlo que porque no'stabas, pero que él lo agarró por ti.

-¿Paquete?

-Simón, me lo dio, que porque cuando regresaste ni te vio.

El chilango puso cara de no entender, y de la nada sus ojos se iluminaron.- ¡Ah! ¡Ya! Es que pedí algo.

-¿Qué cosa?- Preguntó curioso.

-Es una sorpresa.- Le guiñó un ojo.

-Me dan miedo tus sorpresas, mi reina.

-¡Oye! Tú eres el que hace sorpresas horribles, las mías son geniales, y esta te va a encantar.

-Como tú digas, mi vida, te creo.

-Mejor deja de chingarme y vamos a repetir esto, sino no vamos a comer temprano.- Se giró a la alacena, para tomar una de las bolsas de arroz que quedaban.

-Apenas son las cuatro, mi vida, hay tiempo, total el carbón prende rápido.- Se frenó de golpe.- ¿Compraste el carbón, verdad chaparrito?

JiYong se quedó quieto, con el saquito de arroz en la mano.

-No lo compraste.

-¡Sabía que se me había olvidado algo!- Gritó frustrado.

-¡Amor!- Renegó. Ahora tendrían que ir a comprar, y la ciudad estaba en caos total.

-¡Lo siento, sí! No soy regio, no puedo pensar en todo, carajo.

SeungHyun se rio, pero ya no quedó de otra.

-Pues vamos, antes de que sí se nos haga tarde.- Dijo resignado, no estaba seguro de dónde podrían conseguir carbón bueno cerca. 

Dudaba de que consiguieran del que a él le gustaba.

El menor salió corriendo a su habitación, para cambiarse. Ya estuvo, iban a tardar mínimo una hora en salir.

Caminó detrás de su esposo, ya que probablemente iba a pedirle su opinión del "outfit" que iba a ponerse.

Negó con la cabeza.

Con todo y sus defectos, al chile que no cambiaría a su chaparrito por nada en el mundo.

Por nada.

-

Tal y como lo había predicho el pedante de SeungHyun, habían tardado sus buenas cuatro horas afuera, buscando su mentado carbón "mamalón", comprando salchicha polaca, salchicha rellena de queso, cebollines, aguacatitos, tortillas de harina; al parecer a pesar de contar con la guía de su sacrosanta suegra, el par de chilangos habían olvidado casi la mitad de las cosas que no debían faltar para una carnita asada especial. Además de que como ninguno había comido, decidieron pasar por unas hamburguesas antes, algo ligero, para calmar el hambre que tenían.

JiYong tenía su cara de mierda, porque seguía molesto de que no hubiera sido un éxito su intento de cena romántica -preparada por él-, pero ya no tenía opción.

Al menos iban a comer bien "perrón".

-¿Ya está el carbón, JiYong?

Siendo justos, no todo era perfecto en su matrimonio, y si había algo que le cagaba de su marido, era cuando cocinaba carne asada. Bueno, no le cagaba como tal, pero le chocaba lo serio que se ponía cuando asaba con esa maldita tejana puesta. 

La tejana de la carnita asada.

A lo largo de los años, había llegado a la conclusión de que esa madre estaba maldita, porque cada vez que su esposo la usaba, se volvía un pinche regio ojete.

-No sé, yo creo.- Dijo hosco.

-¿Limpiaste la parrilla?

-SeungHyun, ya le pasé la puta cebolla como tres veces, yo creo que ya está.- Arrugó su rostro, porque a regañadientes habían comprado la cebolla. Él la odiaba. Sólo porque era su aniversario, estaba aguantándose las ganas de aventar la mentada verdura a la calle. Ya se había lavado la mano como mil veces, y sentía que seguía apestando.

Estaban en el balcón de su departamento, y la temperatura había bajado considerablemente, ya eran cerca de las nueve, y apenas estaban prendiendo el carbón.

-Ponle la mano, y me dices si te quema.

-¡Ponla tú!- Gritó más irritado, por el tono desinteresado con el que el mayor le hablaba.

-O sea, déjala cinco segun--

-Carajo, SeungHyun, el pinche fuego está bien alto, ya está listo.- Lo cortó, exasperado de que su marido se estuviera comportando como un patán.

Todo era culpa de esa jodida tejana color hueso.

-Bien, ¿Quieres salchicha roja o polaca?- El mayor cortaba la carne, y la sazonaba -algo que se supone que ya había hecho, lo cual sólo aumentó su mosqueo, ofendiéndolo su falta de fe en él y sus habilidades culinarias-, para que pudiera ponerla después de las salchichas.

-Me da igual.- Levantó los hombros, tratando de aparentar indiferencia, pero era difícil. No quería pelear, pero mientras el regio estuviera bajo el embrujo de ese puto sombrero, y no tonteando como siempre, su humor no podía mejorar.

-Bien.- Casi lo ignoró, concentrado en su labor.

-¿Quieres que las corte?- Preguntó, acercándose a la mesa.

-No, ya las corté.

-Wey, ¿Quieres que haga algo?- Preguntó harto, estaba a nada de lanzarse a su cuello.

-No, creo que no.- Tomó el plato de las salchichas, y se acercó al asador. Le puso la palma sobre la parrilla, dejándola unos segundos, antes de asentir, se veía contento.

Sí, llámenlo tonto, pero tenía que admitir que siempre se ponía un poco celoso de la atención que le daba el otro a la mentada carnita asada. 

Qué tejana maldita ni que madres.

Quería matarse por lo patético que sonaba. Pero era verdad. Por eso había planeado cocinar él, para que estos celos no se manifestaran durante este día especial.

El mayor puso todas las mitades del embutido sobre el asador, y un aroma delicioso llegó casi al instante a su nariz.

-Chaparrito, ven.

El Choi por matrimonio tenía una cara de fastidio, porque ni lo dejaba ayudar, ni podía irse y abandonarlo ahí en la terraza; así que hizo lo que le pidió, y se acercó al otro.

-Toma, jala y a ver quien pide un deseo.- SeungHyun le extendió la salchicha polaca, que estaba en forma de "herradura" -según- y le sonrió ligeramente, provocando que uno de sus hoyuelos se asomara tímidamente. 

Esa tradición se la había mostrado su esposo, la primera vez que le cocinó carne asada. Él estaba muy emocionado de probar una auténtica "carnita regia", pero se había arrepentido a los minutos, al ver lo concentrado y lejano que se ponía el otro cuando asaba -sombrero incluido- pero al final valía la pena. Siempre le quedaba muy buena, tenía un sazón riquísimo.

-Ya sabes como me pongo, lo siento, mi amor.- Dijo con voz baja el más alto.

JiYong no respondió, sólo tomó la punta libre de la salchicha, y la jaló, quedando el pedazo más grande en la mano de SeungHyun.

Genial, ni en esto tenía suerte.

-Deseo que me des un besito.- Hizo un puchero el mayor.

-Ay, no empieces.- Trató de no sonreír, pero era en vano. No podía enojarse mucho tiempo con el amor de su vida.

-Anda, aunque sea en mi cachete.- Le señaló el lugar, con la salchicha que aún tenía en la mano, logrando que el bajito riera un poco más relajado.

-Neta no sé que tiene tu pito, que me pone todo pendejo.- Sin soltar el embutido, tomó el hombro derecho del otro, y lo hizo inclinarse, para besarlo en donde le dijo.

-Estas sí las puedes cortar amor, y ya ahorita la cocinamos.- Decidió ignorar la "acusación" y mejor cortó con las pinzas un pedazo de las salchichas con queso que estaban en el asador, y se la puso frente a la boca, soplándola, para luego extendérsela a JiYong. Sonrió, abriendo sus preciosos labios para comer lo que le ofrecía el mayor. Soltó un gemido de satisfacción.- ¿Rico?- Dijo burlón, pero con una sonrisa, desplegando -ahora sí- sus hoyuelos en toda su gloria.

-Dico.- Murmuró con la boca llena, levantando un pulgar antes de quitarle la salchicha a SeungHyun, yendo a la mesa para hacer lo que le había indicado. 

JiYong sintió algo en su cabeza, y quedó momentáneamente en shock. Su esposo le había puesto la tejana del mal. Éste sólo le guiñó un ojo, y regresó a su lugar frente al fuego. 

-Es mi regio interior, chulo, me pongo todo loco cuando cocino, y más si no hay otros pistiando conmigo.- Puso las salchichitas rebanadas en una olla, para que no se enfriaran, no era tanta carne, así que rápido podrían asar, y llevarlo adentro para comer más tranquilos.

Logró salir de su trance, con un ánimo mucho mejor que minutos atrás.- Tú fuiste el primero que dijo que nada de chela, hasta que termináramos.

-N'ambre, no, de repente me pongo medio pendejo. Si puedes tráeme una, ¿sí, corazón? Eso es lo que me hace falta, tengo la garganta to'a seca.

JiYong bufó, divertido.- Igual hace falta música, ¿no?

-¡Sí! Ponme a mi Chapo, pa' que me ponga bien en el ambiente.

Negó.- No, vamos a poner a Taylor.

-¡Amor!

El menor soltó una risita, acomodando el sombrero en su cabeza. Aunque le doliera, sabía que iba a terminar escuchando "Terrenal" en algún punto de la noche. 

Con dedicatoria y todo.

-

Después de comer tranquilamente, habían decidido bañarse, para estar más presentables, y "recibir a Santa Claus limpios". SeungHyun apestaba a humo y sudor, y aunque ese olor lo prendía muchísimo, ni modos que lo obligara a estar todo pegajoso en contra de su voluntad. 

No era tan malo. 

Definitivamente no era lo que había planeado desde semanas atrás, pero pues no tenía de otra. SeungHyun se veía contento, lo bueno es que su ranchero era alguien de placeres sencillos; estaba seguro que con solo pistear hasta quedar bien pedos, abrir sus regalos, y coger, él estaría muy feliz. Sobre todo si ya estaba bien llenito de tacos de ribeyetecate y mucho queso.

Afortunadamente su regalo había llegado, pero no debía de dar pistas si quería sorprenderlo, esto es lo único en lo que no podía fallar. Sino sería un rotundo fracaso su primer aniversario.

Eran cerca de las once, y su esposo estaba más que guapo. Estaba vestido todo de negro, con una camisa y pantalón de mezclilla, su tejana -esa que la había regalado él, no como la maldita- y sus botas rancheras. Se mordió el labio inferior, porque sí, esas pinches botas con adornos en dorado lo prendían muchísimo. No como esas horribles de tribal, todas puntiagudas y brillantes, que había usado cuando lo presentó formalmente a su famila...

Aunque esa era otra pinche -y horrible- historia.

Olía riquísimo, a hombre, todo macho. Dios, ya quería que lo empotrara en donde sea.

Pero debía esperar, aún no era el momento. 

-¿Quieres que ya abramos los regalos, mi cielo?- La voz gruesa lo sacó de sus pensamientos.

-¿Qué?

-Que si ya abrimos los regalos.

-Pero falta más de una hora para navidad, gordo.- Renegó, tratando de no hacer berrinche.

-Ah, vamos, también es nuestro aniversario. Además, quiero que usemos tu regalo.- Levantó sugerente sus gruesas cejas.

Decidió que podría ser una buena forma que ayudaría a que el tiempo pasara mas rápido, así que accedió.- Okay, pero el tuyo hasta media noche.

-¡Ay! ¿Por qué?- Hizo un puchero, y se cruzó de brazos.

-Porque sí, SeungHyun. Tómalo o déjalo.- Tampoco iba a darle el gusto en todo.

-Jalo, pero más te vale que sea un buen regalo.

-Te va a encantar.- "O eso espero". Pensó.

-Si me lo pones así, no me puedo negar.- Le guiñó un ojo.- Cierra tus ojitos preciosos mi amor, voy por tu regalote.

JiYong bufó divertido al ver como el mayor se levantó del sofá en el que estaban acurrucados, corriendo en dirección a la salida de su casa, colgando su tejana en el perchero antes de pasar la puerta; claro, debió de haber dejado el dichoso regalo con alguno de los vigilantes. Su esposo sabía que era imposible mantener en secreto algo de él, a menos que lo mantuviera fuera de su alcance. Con razón no había encontrado ni madres, el cabrón por fin había aprendido algo en todos estos años de conocerse.

Esto se iba a tardar un poco, pero la verdad no tenía ganas de ver a los hipócritas de sus amigos festejando en pedas o en algún país exótico. Mucho menos a los cabrones de sus papás, que debían ya estar en la mañana de navidad, con nieve o en la playa. Sinceramente no había querido escuchar sus "planes", que no eran más que una forma culera de restregarle en toda la jeta que ahora era pobre y que no podría darse estos lujos como ellos.

Menos desde que su esposo se había negado a trabajar con su padre, haciéndole el desprecio de su vida a Kwon YoungHwan. Sacudió su cabeza, no debía ponerse a ahondar mucho en ese tema, que sólo lograba que le diera migraña.

Al menos tenía la satisfacción, de que ninguno de sus amigos o familiares, tendrían una noche igual de ardiente a la que el definitivamente iba a tener.

Esta noche le iba a volar la cabeza a SeungHyun.

-¿Sigues con los ojos cerrados, bebé?- Escuchó la grave voz del regio, que prácticamente había volado para cumplir su tarea.

No quiso romperle el corazón, al decirle que ni los había cerrado.- Sí, amor.

-Nada de hacer trampa, eh, que te conozco. 

JiYong apretó sus párpados.- No, amor, no voy a ver.

Escuchó los pasos del mayor sobre el viejo piso de madera, que siempre crujía un poco.- Bien, ábrelos.

Hizo lo que le pidió y se sacó de onda, al ver la caja de considerable tamaño frente a él, envuelta en papel rojo, que tenía estampados zorritos, y un moño azul grande.- Amor, dijimos que no íbamos a gastar mucho.

-¡Ni sabes qué es!- Gritó indignado, moviendo sus brazos exageradamente. Excelente, había sido costoso.

-SeungHyun.- Dijo en tono de advertencia. Se supone que estaban ahorrando, hasta él había elegido un regalo más creativo que caro.

-¡Te juro que casi ni gasté!- Por lo anormalmente agudo de su voz, supo que sí, seguro ahora tenían una deuda en Banco Azteca o algo así.

-Amo--

-Bebé.- Lo interrumpió, colocando un dedo sobre sus labios.- Ya olvídate de eso, ¡Ábrelo! Sé que te va a encantar.

JiYong suspiró derrotado, porque a final de cuentas, si ya lo había comprado, no había mucho más qué hacer. 

Además de que era débil a la cara de felicidad que tenía el otro. 

Se estiró un poco, aún sin levantarse de su asiento, y tomó el lazo entre sus dos manos, arrancándolo, y llevándose con él un pedazo del envoltorio. Como no tenía ni la más mínima paciencia, despedazó el resto del papel, y pudo ver qué era.

OH. WOW.

-¡Feliz aniversario y navidad, mi vida!- SeungHyun se sentó a su lado, y lo abrazó de los hombros, inclinándose para besar su mejilla derecha.

Estaba en shock.

-Cierra esa boquita, chaparro, ¡mejor dame un beso!- No lo veía, pero podía ver claramente su rostro resplandeciendo en su mente.

-Wow.

-Sé que tus papás nunca te quisieron comprar un karaoke, así que dije, ¿Qué le puedo dar a mi chulo, en nuestro primer aniversario? Y como no tenemos mucha feria, pues le pedí a mi tío en McAllen que me mandara esta belleza.

-Error, mis papás sí me compraron una, pero me la quitaron, porque cantaba todo el día.- Quería llorar.

-Ándale, esa madre.

-Pero amor--

-Nada de peros. ¡Ahorita la instalo y cantamos! ¿Qué dices?

Asintió efusivamente, tenía los ojos brillosos.

-Aw, mi amor, ¡No llores, chaparrito!- Lo volvió a abrazar, y besó su sien.- Andas muy sensible, ¿No estaremos esperando huerquillo?

Aunque JiYong tuvo muchas ganas de golpearlo, por pendejo. Lo tomó de los cachetes y lo acercó, para besarlo en los labios. 

Se sentía algo tonto de emocionarse tanto con una pinche bocina con micrófono, pero la verdad es que lo hacía muy feliz cantar. Era su sueño frustrado.

Y que SeungHyun le cumpliera esto, que parecía una mamada, pero que para él no lo era en absoluto, lo hacía darse cuenta de lo afortunado que era de tener a su lado a un hombre como él.

Definitivamente había elegido al mejor ser humano del universo.

-Gracias mi vida, en serio.- Le dijo JiYong al separarse.

-Creí que me ibas a madrear.- Soltó una risita.

-Lo iba a hacer, porque sí te pasaste con esto, pero en serio gracias.

-De nada, ya sabes que eres mi reina, y yo por ti hago lo que sea.- Le guiñó un ojo, y se levantó del sofá, para conectar el aparato a la televisión que estaba en la sala.

Sólo en ese momento se preguntó si era justo, ¿De verdad un hombre como SeungHyun tenía que pasar el resto de su vida, con un mimado fresita de Polanco, que quemaba la cocina y que no sabía ni qué quería hacer con su vida?

-Gordo.- Llamó al mayor, que estaba súper concentrado en su tarea.

-Desde hace días conecté todos los cables. Sabía que ni los ibas a pelar.- No supo si el regio lo estaba ignorando, por su tono apagado, o si genuinamente no lo había escuchado.- ¡Zaz! Listo, ya ahora sólo vamos a poner YouTube. Hice una lista, me llevó varios días hacerla, porque no conozco mucho tus rolitas esas de niño bien, pero te encontré las que me acordé. Total, luego las podemos buscar.- JiYong vio como el más alto le extendió el micrófono, mostraba sus hoyuelos en todo su esplendor.- Haz los honores, corazón.

Sabía que de la nada le estaba entrando la depre, y no tenía porqué, pero por momentos como estos, realmente no podía pensar en otra cosa que no fuera, que no se lo merecía.

Tomó el micrófono negro, y miró a la pantalla.

-Te voy a poner esa que tanto te gusta, la de la Taylor.

El mayor tomó el control de la pantalla, y después de unos segundos empezó a sonar los acordes de la guitarra, de esa canción que desde hace unos meses lo traían vuelto loco.

-Es más, hasta te voy a hacer el coro del pelirrojo ese.- Le lanzó un beso y un guiño, tomando el otro micrófono, que no había visto hasta ahora.

Este hombre era lo mejor que le había podido pasar en la vida.

Miró la pantalla, porque aunque se la sabía, no quería cagarla ni en lo más mínimo. 

Se concentró en la letra, y sonriendo, comenzó a cantar.

-

La neta que cantar era lo más bonito para él, sus padres nunca lo apoyaron porque decían que era una tontería, y que ni cantaba bien.

Por el contrario, a SeungHyun le gustaba escucharlo siempre. Cuando empezaron a salir, más que invitarlo a antros lo solía llevar a karaokes. Decía que amaba como cantaba. 

Antes pensaba que era sólo una forma de alagarlo para ligarlo, pero conforme pasaron los años, y el mayor seguía igual, entendió que era genuino. O sólo era masoquista.

Por alguna razón recordó cuando el regio le contó que uno de sus primos lo quería reclutar para que tocara el acordeón en una banda que iba a formar. Ellos llevaban saliendo apenas un par de meses, y ese desgraciado se quería robar a su -en ese entonces- novio. Gracias a Dios, aún estaba algo reciente la muerte de ese tal Valentín Gallo o no se qué, y SeungHyun lo había rechazado rotundamente. Decía que le tenía mucho miedo al narco y que ni madres lo iban a baliar como a él. 

Amaba a su gallinita.

-Mientras viva yo no quito el dedo del renglón, para tu buena suerte.- El regio estaba terminando su dichosa canción que tanto amaba, y que le dedicaba como mil veces al día.

-Neta, me cae que no entiendo cómo te puede gustar ese sujeto, ¡Canta horrible!- JiYong quería joder un poco a su gordito.

-¡Claro que no!- Defendió a su ídolo, quitándose el sombrero en señal de respeto, pegándolo a su pecho.- El Chapo canta con sentimiento.

-Pues que feos sentimientos tiene, la neta.

-¿Por qué eres así? Yo escucho sin criticarte a tus loquitas esas.- Dijo, poniéndose de nuevo la tejana, que desde el momento en que empezó la ronda de banda, había ido a buscar al perchero de la entrada. 

Típico ranchero.

-¡Pero ellas sí cantan!- Se burló del más alto.

-¡Mi Chapo igual!

-¡Pero canta de la chingada!

-No vamos a tener esta discusión otra vez, señor Choi. Mejor déjame dedicarte una que hace poquito encontré.

-¡Ya no más banda!- Gritó exasperado, con tal de joder al mayor. Secretamente no las odiaba tanto como decía, sólo algunas le daban oso ajeno por la letra, y de vez en cuando sentía oso por que le gustaba alguna que otra. 

-¡Hey! No te quejes, ya quisieran un montón de morritas tener un esposo tan cuero como yo.- Le sacó la lengua, y movió el crusor de la tele con el control, para poner una canción que nunca había escuchado, empezaba con un teclado, órgano, no estaba seguro de qué era.- Pero no, no es banda, para que no te fresées con mi dedicatoria.- No debemos de pensar que ahora es diferente. Mil momentos como este quedan en mi mente.- Empezó a cantar, la canción no era lenta, ni rápida.- No se piensa en el verano cuando cae la nieve. Deja que pase un momento y volveremos a querernos.- El mayor se arrodilló frente a él, y tomó su mano izquierda, acariciando su anillo de matrimonio.- Jamás la lógica del mundo nos a dirigido, ni el futuro tan incierto nos ha preocupado. Una vez los dos pensamos "hay que separarse". Mas deshicimos las maletas, antes de emprender el viaje.- SeungHyun llevó la mano que seguía sosteniendo hasta sus labios, besándola; rápidamente se levantó del suelo, y lo señaló con el dedo índice de la mano que tenía libre.- Tú, no podrás faltarme cuando falte todo a mi alrededor.- Hacía mímica, para dar a entender que se refería a la casa, a sus cosas; lo volvió a señalar con su mano libre.- Tú, aire que respiro en aquel paisaje donde vivo yo.- Lo señaló una vez más.- Tú, tú me das la fuerza que se necesita para no marcharse.- Se arrodilló a un lado de él en el sofá, quitándose la tejana, dejándola en el suelo.- Tú me das amor.- Lo tomó de la mejilla.- Me das amor.- Y sin previo aviso, lo besó.

Maldito ranchero de mierda, siempre sabía como llegarle directamente al corazón. Ya ni debería de sorprenderse, pero lo seguía haciendo.

Escuchó como el micrófono cayó al piso, haciendo un estruendo horrible, como si hubiera explotado algo. Pero la verdad que le valió tres kilotes de la mejor verga.

Sobre todo, porque los labios de su amado esposo, tenían la habilidad de hacerlo desconectarse de todo y todos. Le dejaba la mente en blanco.

Sintió las grandes manos tocarlo en su torso, bajando para estrujar sus piernas y nalgas. Fuck. La dura verga se frotó contra la suya, y ahí se dio cuenta.

-Amor, no.- Dijo en un suspiro, separando apenas su boca de la contraria.

-¿No qué?- Susurró con esa maldita voz grave que lo había conquistado desde el primer segundo en que la escuchó.

-N-no te he dado tu regalo.- Soltó un gemido al final.

-Ay, mi amor, luego me lo das. Mejor dame esto.- Le dio un firme apretón a su nalga derecha.

-No, espera.- No supo de donde sacó fuerzas y lo alejó de su cuerpo.

Ambos estaban agitados, por los besos y la temperatura que en un instante había subido.

-¿Neta me quieres poner las pelotas moradas por darme mi pinche mi regalo? Dámelo luego chaparrito, ya no aguanto.- Intentó lanzarse sobre él de nuevo, pero el menor no lo dejó, poniendo una mano sobre su pecho, para mantenerlo a una distancia aceptable de su cuerpo.

-Espera, es en serio.

SeungHyun estaba a nada de un colapso.- Si mi regalo no es un boleto en primera fila para ver al Chapo en un palenque, al chile amor, que puede esperar.

-No es eso, pero te juro que te va a gustar. Ahora, déjame irlo a buscar.- Se levantó del sofá, y arregló un poco sus desaliñada ropa. Aunque no la necesitaría.- Sal un momento.

-¿Es neta?- Preguntó agitado, e incrédulo. 

-¡Sí! Será sólo un segundo, es que no lo envolví.

-Aunque vea que es, te juro que finjo sorpresa.

-¡Pero no quiero que finjas!

-¡Y yo quiero coger! 

-Ya, SeungHyun, salte. Serán dos minutos, lo prometo.

-Pero me vas a tener que dar muchos besitos en el soldadito, ya me está doliendo.

-Sí, contras, te la mamo, pero apúrate.- Lo tomó del brazo, obligándolo a levantarse y lo empujó a la salida.- Te aviso cuando puedes entrar, ¿Sí?

-Bien, bien.- Buscó con la mirada su teléfono, y lo tomó. Al menos vería unos videos o algo. Ya conocía a su esposo, seguramente iba a tardar. Como siempre.

Suspiró, y caminó desganado a la puerta.

Lo único que sabía, es que al menos valdría la pena, porque su vieja la mamaba increíble.

Vio que tenía llamadas perdidas de su mamá, y hermana. Pero como aún la tenía como garrote, mejor decidió que las llamaría mañana. Estaban a pocos minutos de que fuera oficialmente navidad. Sí que se les había ido la hora cantando, sonrió, recordando los ojos vidriosos de su bebé. Llevaba muchos meses pensando en qué podía regalarle, ya que siendo este un niño rico, acostumbraba a tener lo mejor de lo mejor, y pues era difícil con su nivel socioeconómico actual. Claro que desde que salían, lo había ido bajando poco a poco a la tierra, ya que como él estaba seguro de que no lo iba a dejar escapar, pues tenía que irse acostumbrando a un estilo de vida mucho más modesto

Humilde, vaya.

Por supuesto que no se había rendido en su sueño de ser artista, no quería ser godín más de uno o dos años, y mucho menos toda la vida. Esto era transitorio, temporal.

Si querían tragar, por ahora tenía que aguantarse la chamba de mierda.

Cuando se habían casado, él había aceptado ser el proveedor, mientras su chaparrito pensaba qué rayos quería hacer con su vida. 

Pero por lo que veía, disfrutaba mucho ser la señora de la casa. Aunque no supiera a cuanto estaba el kilo de tortillas.

Soltó una risita, y escuchó un grito desde dentro de su morada.

Suspiró, persignándose, rogándole a la virgencita para que la sorpresa no fuera algo fuera de su presupuesto, o peor, algo financiado por su suegro.

Abrió lentamente la puerta, y estaba algo oscuro, al parecer los foquitos que JiYong había puesto en el nacimiento y el arbolito de navidad, eran lo que estaba alumbrando su departamento.

O eso creyó.

Caminó lentamente, hasta llegar a la sala, donde pensó que estaría su amado.

Y pensó bien.

-Feliz aniversario, mi amor.

Un escalofrío recorrió su espalda; tragó fuerte, y su garganta se secó.

Mierda.

SeungHyun no podía hablar, estaba en shock. Sí que los dos se sabían dejar sin palabras a la hora de los regalos.

-¿No vas a abrir tu regalo, gordito?- Dijo JiYong, en la voz más melosa y sexy que jamás había escuchado.

Su esbelto esposo, estaba recostado en el piso sobre su vientre, dándole la espalda; había girado ligeramente su rostro, supuso que para ver la cara de idiota que debía tener en este momento. Tomó su teléfono, y en automático, tomó una -varias- fotos de la caliente escena.

Pero eso no era todo. 

Oh, no.

JiYong tenía puesto un panty rojo con el dibujo de un muérdago en el centro, directamente sobre su entrada; y una camisa blanca que por lo grande que le quedaba, debía de ser suya. Su verga se puso aún más dura, cuando notó la serie de foquitos que estaban enredados en sus hermosas pantorrillas, cubiertas en unas tiernas calcetas con dibujos de copos de nieve. Igualmente tenía luces enredados en el pecho, bajando hasta su delgado vientre; no entendía muy bien cómo lo había hecho, pero gran parte de su cuerpo estaba adornado con lucecitas, como si fuera un erótico árbol de navidad.  

-¿No me vas a abrir? Digo, tu regalo.

-Hijo de tu chingada-- 

-A los niños groseros no les trae nada Santa, bebé.- Se giró, quedando sobre su espalda, y abrió un poco más sus piernas, dejándolo ver que igual había un muérdago sobre el pene visiblemente erecto del menor, donde aparentemente terminaba la serie de focos, ya que se perdía por dentro de su ropa interior, dejándola iluminada.

Jamás había visto algo así de hermoso y caliente. 

-Sólo deja te grabo un poquito, y te doy bien duro, mi amor.- Tomó su celular, y activó la cámara nuevamente, tomando una fotografía, antes de ponerlo a grabar.- Me saqué la lotería contigo, mi vida, tú sí que me conoces.- Trataba de guardar un poco la compostura, si seguía así, se iba a correr en sus pantalones sin siquiera tocarse. 

Eso era algo que sólo JiYong podía provocar.

Quiso cortarse su mano libre, porque moría por jalársela, pero qué mejor que rellenarle la donita a su erótico esposo, además de que no quería desperdiciar nada de su esperma, en una de esas por fin lo preñaba. A sus veinticinco años estaba más que listo para ser papá, si seguían así, iba a ser abuelo de sus criaturas--

-¿Ya terminaste de grabar, amor?- Preguntó JiYong con ese tonito inocente que ponía el canijo en este tipo de situaciones.

Tragó duro.- Estaba pensando en todo lo que te voy a hacer, precioso.

-¿Porqué mejor no vienes y lo haces, papi?

Casi sintió que se vino. Últimamente lo había estado llamando así. Estaba enfermo por ponerse tan cachondo con ese apodo, pero JiYong era su debilidad absoluta.

-Luego me tienes que modelar bien ese conjuntito que tienes.- Dijo muy bajo y grave, sentía que se le iba el aire.

-Cuando me liberes hago lo que quieras, papi.- Susurró lo último.

-Chingadamadre, JiYong.- Aventó el teléfono al sofá, que estaba a un lado de él, y se arrodilló lentamente, para quedar en medio de las piernas flexionadas de su esposo. Con sus manos temblorosas, casi se arrancó la camisa negra que tenía, podía leer perfectamente la mirada de su chaparrito, quería verlo desnudo, aunque por ahora sólo fuera el torso, así que lanzó la prenda a algún lugar de la sala.

Ahora que estaba semidesnudo, no sabía ni por donde empezar con el menor.

Tragaba duro, y estaba sudando a mares, su corazón estaba vuelto más que loco.

Jamás iba a cansarse de su JiYong, eso estaba más que claro.

Se inclinó para quedar sobre el más pequeño, paseando suavemente su enorme mano, por el pecho hermoso cubierto en la tela suave y blanca; aunque quería quitarla, también quería cogérselo así, lo mataba que usara su ropa, en especial cuando hacían el amor.

-Te amo tanto JiYong, al chile que no sé qué hice para merecerte.- Se acercó para por fin besar esos gruesos labios--

Y todo se volvió negro.

-

La verdad, no podía decir con claridad qué diablos había pasado. Sólo recordaba estar cerca del hermoso rostro de JiYong, y haber sentido un infernal dolor en todo su cuerpo, y ya. 

Aún ahora no estaba seguro de si estaba muerto o qué verga. Sus brazos estaban entumidos, sus piernas igual. 

No podía moverse.

Se preguntó si así era estar muerto, es decir, él era un artista y eso, pero jamás le habían interesado esos temas súper profundos, trascendentales y existencialistas. La neta se cagaba de miedo con la idea de morir. Le daban ataques de ansiedad cuando en medio de la noche, después de un riquísimo orgasmo con JiYong-- 

Oh no, JiYong. 

No, ¡no podía haber estirado la pata, así si sin pinche chiste! Mucho menos podía morir sin saber si su chaparrito estaba bien, sin haberle dejado un hijo. ¡Sus morrillos! ¡no! No podía irse del mundo sin dejar un mini Choi. 

¡Quería que se lo cargara la verga!

Bueno, al parecer ya se lo había cargado la verga.

Intentó con todas sus fuerzas abrir los ojos, y por un momento, pensó que sí estaba muerto, porque no veía ni madres. 

Le tomó un poco de tiempo notar que en realidad, estaba en su casa, ya que podía ver la luz de la calle, entrando por su balcón. ¡Sí, ahuevo! 

¡Estaba vivo, a la verga!

Pero al parecer ahora era parapléjico o algo, porque seguía sin poder moverse. Oh no, había vuelto de la muerte en forma de vegetal, y ahora no podría coger. ¡No! ¡Eso era peor que morir!

Tuvo unas infinitas ganas de tocar su pito, para ver si lo seguía teniendo, porque no lo podía sentir. 

No, no, ¡No! ¡Dios, no! ¡Todo menos eso! ¡Su verga no!

Estaba por darle un colapso nervioso, cuando sintió que sus labios medio le respondían. ¡Sí! Ahora sólo necesitaba hablarle a JiYong para pedirle que le revisara su verga--

Esperen ¿Y JiYong? O sea, estaba con él, ¿no? ¿Dónde diablos estaba?

Su lengua estaba entumida, y las palabras no salían de su boca. Era horriblemente frustrante, se sentía más culero que cuando se le había subido el muerto.

Cuando estaba a punto de ponerse a rezarle a la virgencita de su bebé, su mano se movió. Lentamente pasaron minutos, que sintió como horas, y fue recuperando la movilidad, pero se sentía acalambrado. La oscuridad del lugar no ayudaba en lo más mínimo.

Sólo cuando regresó la sensación de tener un cuerpo, cayó en cuenta de que estaba en algo muy blandito como para ser su viejo suelo de madera.

Ahí lo comprendió.

¡Estaba encima de su esposo! 

-Shi...- Quiso decir su nombre, pero su boca no funcionaba aún.

La culpa lo invadió al momento, ya que todo este tiempo estuvo aplastando el menudito cuerpo de su bebé. Oh, no, ¿Y si lo había asfixiado?

Jiyong tenía ese fetiche de que lo aplastara con su cuerpo cuando hacían el amor, pero no estaban para nada cerca de esa situación.

Dios, que su esposo estuviera bien. Que a él se lo cargara la chingada, pero que JiYong estuviera bien.

Usando toda su fuerza de voluntad, logró que su brazo derecho le respondiera lo suficiente, como para lograr empujar su pesado ser a un costado, y por fin salir de encima del menor.

Pasaban exageradamente lentos los minutos, y JiYong seguía sin moverse.

Estaba a punto de ponerse a llorar.

¿Cómo carajo habían pasado de estar a nada de coger felices, a estar en una mala película de terror psicológico? Quería que se lo cargara la chingada, pero sólo después de comprobar que el amor de su vida estaba sano y salvo.

SeungHyun daría su vida con tal de que JiYong estuviera bien, eso estaba fuera de discusión.

Por eso es que, sin estar seguro de cómo, logró incorporarse un poco, quedando cerca del pequeño, pero esta vez sin aplastarlo.

-A-mod.- Le estaba tomando toda su fuerza de voluntad decir aquello, y aunque su lengua seguía sin funcionar, tenía que hacer lo que fuera para despertar a su esposo.- Be-bé.

JiYong estaba así, sin moverse.

No quería ni pensar en la palabra que se le venía a la cabeza, al verlo ahí, inconsciente. 

-Ji-Yong.- Dijo por fin, alzando su mano derecha, para tocar el cachetito hermoso, golpeando ligeramente, intentando que reaccionara.- A-mor.

Sintió sus ojos aguarse, cuando después de muchos golpecitos, el menor seguía inconsciente. 

Sus extremidades ya le respondían un poco mejor, pero sentía un calambre horrible, hubiera llorado como bebé, de no ser porque estaba más enfocado en su esposo, él siempre sería su prioridad. 

Ya tendría tiempo para lloriquear como acostumbraba, cuando JiYong estuviera bien.

-Amor.- Logró incorporarse, y tomar entre sus dos manos el rostro dormido.- Despierta, mi cielo.- Le dio más golpecitos, mientras las lágrimas caían por sus mejillas.- chaparro, anda, responde.- Hablaba lentamente, suave, pero al menos ya podía decir las palabras sin cortarlas.- Chulo, hábla-me.

Sorbió su nariz, y se quitó con un puño el agua salada que tenía en la cara. 

Con pánico, puso la palma de su mano debajo de la respingona nariz, temiendo lo peor, cuando no sintió--

¡Respiraba! Muy lento. ¡Pero respiraba! 

-Amor, mi reina, despierta.

Sabiendo que su amado estaba bien -o mínimo vivo- se sintió infinitamente más aliviado, y entonces se preguntó, ¿Qué había pasado?

Escuchó que alguien golpeaba la puerta.- ¡Señores Choi! ¡Señores Choi!- La inconfundible voz aguda de Don Félix se escuchó, amortiguada por la madera.- ¿Están?

-¡Sí!- Logró decir, no lo suficientemente fuerte como para ser considerado un grito, pero tampoco bajo como para no ser oído.

-¡Se fue la luz! ¡Creo que hubo un corto circuito! ¡No sabemos si fue en todo el edificio, o sólo en este piso! ¡'Tábamos chambiando en los focos de acá! ¡Y sopas! ¡Que se chingó la luz! 

Se le heló la sangre, al darse cuenta de qué había pasado.

-¡Juan ya fue a ver cual de las pastillas rebotó! ¡No se preocupen, ahorita regresa la luz!

Nunca había sentido tanta vergüenza en su vida, por ese momento, quiso que la oscuridad se lo llevara de nuevo.

Tantos años de convivencia con el ex-Kwon, lo estaban haciendo retedramático, pero quiso que se lo tragara la Tierra.

Por andar de calientes -y sudorosos al parecer- habían hecho que la serie de lucecitas que estaban enredadas en el cuerpo de su amor, provocaran el corto circuito. 

De puro milagro no se los había cargado el payaso.

-¡Ah, simón, sin pedos! ¡Ya nos íbamos a dormir, ni cuenta nos habíamos dado!- Del terror de que fueran a querer entrar a ver qué había causado el problema, SeungHyun había recuperado su movilidad en todo el cuerpo. 

Era como cuando se te bajaba la borrachera del susto.

-¿Cómo no se dieron cuenta? ¡Estuvo regacha la etzplosión! ¡Pensamos que se iba a prender algo!

-¡Pues aquí ni en cuenta!- Trató de que sus tres años de teatro en la prepa le sirvieran de algo. Mínimo para convencer al chalán. 

-¡Si usted lo dice patrón!- Siguió el hombre, que no sonaba convencido.

-¡Ya mejor aquí lo dejamos, mi mujer ya está dormido!

-¡Claro! ¡Feliz navidad señor, saludos a su esposo!

-¡Igualmente!- Dijo, esperando que ya no volviera a hablar el hombre al otro lado de su puerta. Nada.

Un problema menos.

-Ahora sí, mi vida, necesito llevarte al hospital.- Como pudo, tomó el cuerpecito y lo puso sobre su regazo.- Pero tenemos que esperar a que no haya moros en la costa, ¿Okay? Y de preferencia necesito que estés despierto, chaparrito.

Pasaron un par de minutos, y desenredó como pudo la series de focos que rodeaban el cuerpo del dueño de sus quincenas, tirándolas lejos de ellos. Una vez lo dejó libre de esos aparatos de mal, comenzó a acariciar su rostro y su pecho, tratando de hacerlo que reaccionara. 

Hasta que por fin pasó.

Lentamente vio como los párpados se movían lentamente, dejándolo ver los hermosos ojos, que lo habían enamorado con una mirada.

Inmediatamente sus hombros se relajaron y el aire que contenía, fue expulsado. No había notado lo tenso y angustiado que estaba, hasta que vio el color almendra de los ojos de su amado. La luz había regresado, y su luz también.

-Precioso, ¿Te sientes bien?- Supo que era una mala pregunta con solo ver su rostro. Aunque sus labios no se movieron, entendió el "No chingues, cabrón". Soltó una risita, no pudo evitar hacerla.- Lo sé, nos acabamos de electrocutar con luces chinas, pero necesito saber que estás bien.

Vio como con lentitud, separó su par de labios para susurrar.- Mal.

-¿Mal? ¿Mucho? ¿Crees aguantar en el IMSS o vamos a particular?- Ahora que estaba despierto, sólo acariciaba la tersa piel de sus mejillas.

-Di.

-¿Yo digo? Mi vida, aunque venda un riñón yo te llevo a particular, es una chinga el IMSS, lo decía por si no estabas tan mal y aguantabas a las rucas esas. Pero ahorita te llevo al Médica--

-Ta- Lo interrumpió, en un tono un poco más fuerte.

-¿Ta? ¿Sientes muy entumida la lengua, mi vida? Eso me pasó.- El mayor veía en el rostro contrario la frustración de no poder hablar correctamente, y ahí entendió.- ¡Ah! "Va". Sobres mi reina, ahorita te llevo a que te chequen.

SeungHyun se estiró un poco, preparándose física y mentalmente para cargar a su amado, cuando éste soltó de golpe.- Po-breza.

Se sacó de onda por un momento, y entonces lo entendió.

Soltó una carcajada tan fuerte, que de no haber sido porque estaban prácticamente solos en el edificio, todos lo hubieran escuchado. 

Estaba tratando de dejar de reír, pero no podía. Su vientre le dolía, le faltaba el aire, y cuando creía que había parado, miraba el rostro emputado de JiYong, y se soltaba de nuevo.

Esto les pasaba por andar de jariosos, experimentando mamadas -seguramente- vistas en internet.

-¡Puta madre, JiYong!- Dijo, una vez su risa se calmó, limpiándose las lágrimas que habían vuelto a brotar, pero ahora por una razón completamente diferente. Era raro que a él le dieran estas clases de ataques de risa. No lo mal entiendan, JiYong era muy cagado, pero de por sí no era de los que reían a carcajada suelta. Le causaban gracia las cosas, y era de los que explotaba un chiste al máximo, pero no era tan risueño como su esposo. Tomó el rostro del más joven entre sus manos, y se inclinó para llenarlo de besos, feliz de que -al parecer- estaba bien.- Entonces vamos al IMSS, corazón.

JiYong sólo hizo un puchero, asintiendo mientras era rodeado por los fuertes brazos del ranchero.

"Maldita pobreza" pensó SeungHyun, soltando una última carcajada, antes de levantar al dueño de sus quincenas, y llevarlo -en plena Noche Buena- al hospital público más cercano.

Al menos era cagado ser pobre.

Podría faltarles el dinero, pero las risas jamás.


-

 

 

Notas finales:

Gracias por lee. ^^ <3


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